Día de los ToposAño 12
De la vida subterránea
Narrado por Adán Uno
Queridos amigos, queridos compañeros mamíferos, queridos compañeros animales:
No señalo con el dedo, porque no sé adónde señalar; pero como acabamos de ver, los rumores maliciosos extienden la confusión. Un comentario despreocupado puede ser como la colilla de un cigarrillo lanzada en el vertedero, humeante hasta que estalla en llamas y envuelve un barrio entero. Vigilad vuestras palabras en el futuro.
Es inevitable que ciertas amistades susciten comentarios indebidos. Pero no somos chimpancés: nuestras hembras no muerden a sus hembras rivales; nuestros machos no saltan sobre nuestras hembras ni las golpean con ramas. Al menos, por regla general. Todas las relaciones de pareja están sometidas a estrés y tentación: pero no contribuyamos a esa tensión ni malinterpretemos esa tentación.
Echamos de menos la presencia de nuestro antiguo Adán Trece, Burt, la de su esposa, Veena, y la de la pequeña Bernice. Perdonemos lo que hay que perdonar, y pongamos luz en torno a ellos en nuestros corazones.
Avancemos. Hemos identificado un taller de reparación de automóviles abandonado que puede convertirse en hogares acogedores, una vez que llevemos a cabo un realojo de las ratas. Estoy seguro de que las ratas del taller estarán muy felices en el Buenavista en cuanto vean las oportunidades de comida que éste les ofrece.
Os complacerá saber que aunque se han perdido nuestros lechos de cultivo de setas del Buenavista, Pilar ha guardado micelios de cada una de nuestras atesoradas especies, y prepararemos lechos de hongos en una sala de bodega en de Estética hasta que se encuentre una ubicación más húmeda.
Hoy celebramos el Día de los Topos, nuestra festividad de la vida subterránea. El Día de los Topos es una fiesta infantil, y nuestros niños han estado muy ocupados decorando el Jardín del Edén en el Tejado. Los topos, con sus pequeñas garras hechas con trozos de peines, los nematodos creados con bolsas de plástico transparente, las lombrices hechas con medias rellenas y cuerda, los escarabajos peloteros: qué gran testimonio de los poderes de creatividad que Dios nos ha concedido, por medio de los cuales incluso lo inútil y descartado puede redimirse del sinsentido.
Tendemos a pasar por alto las criaturas más pequeñas que moran entre nosotros; sin embargo, sin ellas nosotros mismos no podríamos existir; porque cada uno de nosotros es un jardín de formas de vida microscópica. ¿Dónde estaríamos sin la flora que puebla el tracto intestinal o sin las bacterias que nos defienden de invasores hostiles? Convivimos con multitudes, amigos míos, con una miríada de formas de vida que reptan bajo nuestros pies y, podría añadir, bajo nuestras uñas.
Cierto es que en ocasiones estamos infestados con nanobioformas con las que preferiríamos no convivir, como el acaro de las cejas, el ancilostoma, la ladilla, la lombriz intestinal y la garrapata, por no hablar de las bacterias y los virus hostiles. Pero pensemos en ellos como los ángeles más diminutos de Dios, que cumplen con su trabajo insondable a su propia manera, porque también estas criaturas residen en la mente eterna y brillan en la luz eterna, y forman parte de la sinfonía polifónica de
¡Consideremos también a Sus trabajadores en la tierra! Sin los gusanos, los nematodos y las hormigas, sin su incesante labrado del suelo, éste se transformaría en una masa compacta y se extinguiría la vida. Pensemos en las propiedades antibióticas de los gusanos y de los diversos hongos, y en la miel que fabrican nuestras abejas, y también en la tela de araña, tan útil para detener la hemorragia de una herida. Para cada mal, Dios ha proporcionado un remedio en su gran botiquín de medicina natural.
Mediante el trabajo de los escarabajos carroñeros y las bacterias putrescentes, nuestra morada de carne se destruye y regresa a los elementos para enriquecer las vidas de otras criaturas. Qué equivocados estaban nuestros antepasados al preservar los cadáveres: sus embalsamamientos, sus adornos, sus féretros en mausoleos... ¡Qué horror convertir la cáscara del alma en un fetiche impuro! Y, al final, ¡qué egoísta! ¿No deberíamos devolver el don de la vida regalándonos a la vida cuando llegue el momento?
La próxima vez que tengáis en las manos un puñado de compost húmedo, rezad una silenciosa oración de agradecimiento a todas las anteriores criaturas de la tierra. Imaginaos dando a todas y cada una de ellas un achuchón cariñoso. Porque sin duda están aquí con nosotros, siempre presentes en esa matriz nutritiva.
Ahora unámonos a nuestro Coro de Capullos y Flores para cantar nuestro himno tradicional del Día de los Topos.
Alabamos los topos perfectos
Alabamos los topos perfectos,
jardineros del subsuelo;
la hormiga, el gusano y el nematodo,
dondequiera que se encuentren.
En la oscuridad viven su vida,
al ojo humano invisibles;
la tierra es aire para ellos
y su día es nuestra noche.
Revuelven el suelo y lo labran,
las plantas hacen crecer;
nuestra Tierra sería un desierto
si ellos no estuvieran vivos.
Los escarabajos carroñeros,
que en sitios extraños buscan,
nos devuelven a los elementos
y los lugares ordenan.
Por las diminutas criaturas
bajo los campos y bosques,
demos gracias hoy con alegría
porque Dios vio que eran buenas.
Del Libro Oral de Himnos
de los Jardineros de Dios