POR MOR

A Miguel Hernández

Los OJOS SE ME CIERRAN Y NO PUEDO

atarme al sueño de las horas muertas.

Despertar es peor, cuando despiertas

ya estás atornillado con el miedo.

Una luz en la noche dice adiós

y en un instante el beso se hace amargo;

donde hay dos hay dolor y sin embargo

la vida sólo empieza donde hay dos.

Debo tener los ojos tan abiertos

que despierto insepulto, y es la vida

una disposición entelerida:

hay despertares que producen muertos.

Esta España de luz, mierda y aulaga,

que muere de su misma obstinación,

confunde la soberbia y la ambición

y duele siempre con la misma llaga.

Y este amontonamiento, este despiece

que nos va arrinconando en el trastero;

la vida nunca es mutua, ya prefiero

que el tiempo acabe y el silencio empiece.

La prensa con su ayer momificado

que todo lo sujeta a su dominio;

las noticias de Bolsa y su exterminio,

el odio divisor y acelerado.

Nos basta hablar para pagar tributo

y el revés de la trama vuelve a verse

cuando el tapiz empieza a destejerse

y el cuerpo vive ya su propio luto,

y sabes que el orgasmo es un autismo

que tienen el amado y el amante,

y sientes su terror participante

que te hace resbalar hacia ti mismo.

Doy todo lo que tengo y lo que soy

y de mi propia entrega desconfío,

quizás no he dado nunca nada mío,

tiempo perdido y testamento doy.

Si el alba nos renueva el nacimiento,

la noche nos confirma la agonía,

y entre un súbito olor de enfermería,

despierto, busco, sufro, callo y siento

la herida hereditaria en que me hundo,

y este sabor de sangre en el amor,

y este largo deshielo de estupor

que va llenando con su sombra el mundo.

17 de agosto de 1977