CAPÍTULO 17
Consejos de guerra
Logan Grimnar estaba de pie delante de la ventana, contemplando las montañas de Asaheim. Su largo cabello gris formaba una melena que acababa confundiéndose con la capa de piel de lobo que llevaba puesta sobre los hombros. Se encontraba en la torre más alta del Colmillo, y a menudo iba allí en momentos como aquél. Contemplar las cadenas montañosas de Asaheim lo ayudaba a concentrarse. Era el señor del capítulo de los Lobos Espaciales. Era el Gran Lobo desde hacía ya varios siglos, tanto tiempo que a veces ya lo llamaban el Viejo Lobo. Había ocasiones en las que pensaba que aquel título era divertido, porque sólo en momentos como aquél se sentía verdaderamente viejo.
Los Mil Hijos, la vieja némesis odiada por su capítulo, estaban provocando la destrucción y el caos dentro de la zona del espacio controlada por los Lobos Espaciales, y a una escala que no se había visto desde su ataque contra el Colmillo, y de eso hacía ya muchísimo tiempo. La batalla de Hyades no era más que uno más de una serie de acontecimientos que se estaban produciendo, todos al mismo tiempo. Había numerosos planetas que se encontraban bajo asedio.
Logan conocía demasiado bien a los Mil Hijos como para engañarse. Sus enemigos no montaban ataques al azar, ni buscaban una violencia sin sentido o simplemente matar por matar. Se preguntó si los Hijos de Magnus estarían ocultando sus verdaderas intenciones con todos aquellos ataques múltiples. Quizá una mente maestra en sus filas había diseñado un plan terrorífico. Quizá lo que esperaban era diseminar tanto a los Lobos Espaciales que su verdadero objetivo pasaría desapercibido hasta que fuera demasiado tarde. Enfrentarse a los Mil Hijos siempre era algo problemático.
Logan meditó sobre los desafíos a los que se enfrentaban su capítulo y sus hermanos de batalla. En cuanto tuvo conocimiento de los ataques, ordenó a los sacerdotes rúnicos que consultaran las piedras talismán e intentaran desvelar el misterio de cuáles eran las verdaderas intenciones de los Mil Hijos. Había convocado a todos los señores lobo disponibles para aprovechar el consejo de su veterano liderazgo. Incluso había despertado a uno de los poderosos dreadnoughts para escuchar la sabiduría de uno de los antiguos. Necesitaba esa información de un modo imperativo para que tanto él como los señores lobo desarrollaran un plan de acción coherente y detener por completo y en seco la ofensiva de los Mil Hijos.
La puerta de acceso a la cámara del Gran Lobo se abrió deslizándose a un lado y el sacerdote rúnico Aldrek entró en la estancia, acompañado por Ranek y otros dos sacerdotes rúnicos. Grimnar continuó mirando por la ventana, de espaldas a ellos, aparentemente ajeno a la presencia de los recién llegados. Los cuatro se quedaron en absoluto silencio a la espera de que el Gran Lobo se dirigiera a ellos antes de atreverse a hablar.
Pasaron unos cuantos minutos antes de que Aldrek inspirara profundamente preparándose para interrumpir la concentración del Gran Lobo.
—Sí, Aldrek, sé que estáis aquí. Ya habéis consultado a las runas, supongo —se interesó Grimnar.
—Así es, Gran Lobo —le contestó Aldrek.
—¿Qué es lo que os dicen? —inquirió Logan, antes de inspirar profundamente y darse la vuelta para mirar a los cuatro sacerdotes.
—Lo que dicen es grave, Gran Lobo. Es mucho peor de lo que pensábamos al principio. Las runas sugieren que los Mil Hijos han recuperado la Lanza de Russ, y las señales indican que intentarán lograr mucho más.
La voz de Aldrek estaba llena de temor. No le había hecho falta mencionar el hecho de que la última vez que los Mil Hijos habían tenido en su posesión la Lanza de Russ habían intentado invocar a su primarca, Magnus el Rojo, para hacerlo pasar de la disformidad al espacio real. Siguió hablando.
—Las runas muestran que el ritual que intentan celebrar... ¡provocaría la destrucción de Fenris y de todo el capítulo de los Lobos Espaciales!
★ ★ ★
A las pocas horas, los máximos jefes entre los Lobos Espaciales se reunieron en el Gran Salón del Colmillo bajo la presidencia del Gran Lobo. Cinco señores lobos, cada uno comandante de una de las grandes compañías del capítulo, estaban sentados a una mesa oval tallada en maderas nobles. En uno de los extremos colgaba una losa circular de piedra de tamaño respetable, el Gran Anular, donde aparecían los símbolos de cada una de las grandes compañías. El símbolo que dominaba a todos era el del Lobo Nocturno, el del propio Logan Grimnar. El Gran Lobo estaba sentado en un trono de piedra, directamente debajo de su emblema. Detrás de los señores lobo se encontraban sus escoltas, la Guardia del Lobo, guerreros escogidos de cada de sus propias compañías. Eran elegidos para servir como guardia personal.
Otros consejeros y personajes de importancia, como lady Gabriella de la Casa Belisarius, estaban sentados o se mantenían de pie detrás de los miembros de cada Guardia del Lobo. Entre ellos se incluían numerosos sacerdotes lobo, sacerdotes de hierro y sacerdotes rúnicos, los asesores espirituales, técnicos y psíquicos de sus respectivos jefes.
Al igual que el Gran Anular, la mesa central de la sala mostraba los símbolos de las diferentes grandes compañías. Cada una tenía asignada su posición. Varios de los asientos estaban vacíos, lo que representaba muy bien la gravedad de la situación a la que se enfrentaban los Lobos Espaciales. No era raro que unas cuantas de las grandes compañías estuvieran lejos del Colmillo realizando diversas misiones o atendiendo a asuntos del capítulo. Sin embargo, en esa ocasión, su ausencia indicaba otra amenaza en la zona del espacio protegida por los fenrisianos.
Logan Grimnar escuchó con atención el informe del señor lobo Berek en relación a todo lo ocurrido en Hyades. El Viejo Lobo se acariciaba la barba mientras meditaba con gesto de concentración en cuáles serían los siguientes pasos que debían dar los Lobos Espaciales.
Logan se puso en pie y caminó alrededor de la mesa con los brazos cruzados sobre el pecho. Todos los ojos siguieron con la mirada al Gran Lobo mientras deambulaba por la estancia.
—Los Mil Hijos han manipulado a los Lobos Espaciales y a los Ángeles Oscuros para que nos enfrentemos entre nosotros. No se trata de un incidente aislado. Una insurrección dirigida por el Caos en el planeta Gere ha dejado destruidas sus valiosas fábricas. Se han producido numerosas amenazas a lo largo de los planetas bajo nuestro protectorado. Cada una parece ser un hecho sin relación con los demás, pero todos sospechamos que no se trata de una coincidencia. Nos encontramos en una encrucijada peligrosa, señores lobo. —El Gran Lobo regresó a su asiento—. Tenemos otras indicaciones que debemos tener en cuenta. El señor de las runas Aldrek lo explicará con más detalle.
Aldrek hizo una reverencia en dirección al Gran Lobo antes de dar unos pasos hacia adelante.
—Señores lobo, siguiendo las órdenes de lord Grimnar, he reunido a numerosos sacerdotes rúnicos y he consultado las runas para interpretar las señales. Son inquietantes. Las runas indican una terrible amenaza y muestran que el capítulo se encuentra en un peligro más grave de lo que creíamos en un principio. Creemos que los Mil Hijos están buscando un poderoso objeto, pero no podemos estar seguros de qué es ni de para qué lo quieren. De lo que sí estamos seguros es de que las runas señalan que el capítulo se encuentra ante una de las amenazas más graves de toda su historia.
—Sacerdote de hierro Rorik —dijo el Gran Lobo.
Un gran sacerdote de hierro, que empuñaba un enorme martillo de trueno, símbolo de su cargo, se situó ante la asamblea de señores lobo.
—Señores lobo, siguiendo las órdenes de lord Grimnar, junto a otros miembros de mi orden he estudiado los planetas que han sido atacados hasta este momento, y muchos de esos mundos poseen valiosos recursos. Los marines del Caos han atacado nuestros centros de producción, y aunque no han destruido nada que no podamos reconstruir, han debilitado nuestra capacidad para lograr una fabricación continuada de suministros. No nos encontramos en una situación ventajosa de cara a una campaña larga.
—Por último, el sacerdote lobo Ranek —dijo el Gran Lobo.
—Traigo malas nuevas, sin duda. En todas las batallas que hemos librado a lo largo de este conflicto hemos recuperado pocas semillas genéticas de nuestros hermanos de batalla caídos. Aunque la cantidad de semilla genética no recuperada es pequeña, cada una es un preciado regalo de nuestro primarca, Leman Russ, y una terrible pérdida. Sin ella, no podremos reclutar hermanos de batalla para sustituir a los que han muerto en combate.
Dicho aquello, Ranek volvió a su posición.
Logan Grimnar se puso de nuevo en pie, y esta vez empuñó su hacha de doble filo, el Hacha de Morkai.
—Han comenzado a atacarnos, y creo que esas batallas aparentemente al azar son el preludio de las verdaderas ambiciones de los Mil Hijos. Os necesito a todos, y a todos y cada uno de vuestros guerreros, para hacer frente a esta amenaza. Lo que no se os ha dicho es lo siguiente, y esta información no debe salir de aquí sin mi expreso permiso: tenemos razones para creer que es posible que los Mil Hijos hayan recuperado del espacio disforme la Lanza de Russ. Ya sabéis lo que intentaban la última vez que lograron poner sus manos en esa reliquia. Tenéis que descubrir las verdaderas intenciones y el plan del enemigo, además de defender las zonas del espacio que tenéis asignadas.
Varios escaldos entraron en la sala y colocaron un pergamino enrollado delante de cada uno de los señores lobo.
—Esos pergaminos que os acaban de entregar detallan las misiones de cada gran compañía —les comunicó el Gran Lobo—. No podemos permitir que nuestras ambiciones personales nos nublen el juicio. Todos debemos hacer lo que debemos hacer. Ahora, marchaos y preparad a vuestros lobos, porque de nuevo los Hijos de Russ deben limpiar la galaxia de los malditos Mil Hijos, lo mismo que Russ, el Lobo Padre, dirigió a sus lobos hasta Prospero para destruir al propio Magnus en persona.
Un aullido de asentimiento resonó por toda la sala al mismo tiempo que los señores lobo y los guardias del lobo alzaron sus armas en gesto de saludo al Gran Lobo. El aullido continuó incluso mientras empezaban a abandonar la estancia.
El señor de las runas Aldrek se acercó a Gabriella cuando ésta comenzó a ponerse en pie.
—Lady Gabriella, ¿podría pediros que nos dedicarais unos cuantos minutos de vuestro tiempo? —le solicitó Aldrek al mismo tiempo que hacía un gesto en dirección al Gran Lobo.
—Por supuesto, lord Aldrek —le contestó Gabriella, rodeando la mesa para colocarse al lado de Logan Grimnar.
Una vez Aldrek se sentó al lado del Gran Lobo, Grimnar se inclinó hacia adelante y apoyó los brazos en la mesa.
—Lady Gabriella, nuestra situación es apurada, y nuestras fuerzas de combate están demasiado diseminadas.
—Gran Lobo, ¿en qué puede ayudaros la Casa Belisarius? —le preguntó Gabriella, sinceramente preocupada. Había vivido en Fenris durante mucho tiempo y valoraba la vieja alianza con los Lobos Espaciales y los servicios del Cuchillo del Lobo.
—A este viejo guerrero le alegra oír la sinceridad en vuestra voz, lady Gabriella, lo que demuestra una vez más la sabiduría que mostraron nuestros ancestros al forjar esta alianza. Necesitaré a todos los Lobos Espaciales de los que dispongo para investigar y combatir esta amenaza. Aunque son pocos en número, los guerreros del Cuchillo del Lobo han demostrado su capacidad tanto en Terra como en Hyades. Os pido su ayuda para desvelar este misterio.
—Gran Lobo, la casa Belisarius y el Cuchillo del Lobo están a vuestro servicio.
★ ★ ★
Ragnar se despertó con un sobresalto, y por un momento no reconoció los camastros de las estancias para invitados del Colmillo. Luego, el borrón en el que se había convertido la noche anterior se aclaró y se solidificó formando un caleidoscopio de brindis sin fin, canciones y relatos de heroicos combates. Le dio la sensación de que estaba sentado de nuevo en una de las máquinas de aprendizaje a medida que las imágenes de la noche anterior le fueron llenando la mente. También recordó un extraño concurso sobre quién comía más en el que participaba Haegr. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Ragnar había consumido tanta cerveza fenrisiana. La fisiología de un marine espacial estaba pensada para resistir casi cualquier clase de veneno o toxina, sin embargo, la cerveza de Fenris era otro asunto completamente distinto.
Se puso en pie y miró a su alrededor en busca de Torin o de Haegr, pero ninguno de ellos estaba allí. Empezó a caminar por la estancia, pero las piernas le temblaron y se vio obligado a sentarse. En ninguno de sus recuerdos de Fenris, en ninguna de sus reminiscencias sobre el Colmillo, le sonaba que la cerveza fuera tan potente. Colocó los codos sobre las rodillas y apoyó la cabeza en las manos.
Luego se echó hacia atrás en la silla y se puso a reír. Se sentía tremendamente feliz de encontrarse de regreso en el Colmillo, aunque sabía que eso no duraría mucho. Sus hermanos de batalla y él no tardarían en volver al combate, pero en ese preciso momento, se alegraba de estar en su hogar.
La puerta del dormitorio se abrió y Haegr entró en la estancia.
—¿Te has pasado toda la noche bebiendo, Ragnar? ¿De qué te ríes? —quiso saber Haegr, que parecía confuso.
Ragnar estaba sorprendido por la resistencia de su camarada. Sabía que Haegr había bebido mucha más cerveza que él, pero esa mañana ya estaba libre de sus efectos. Ragnar se puso en pie, ya que no estaba dispuesto a permitir que Haegr se diera cuenta de su verdadero estado.
—Buenos días, Haegr —lo saludó.
—Ragnar, el Gran Lobo ha convocado a todos los señores lobo a la Gran Sala. Están allí desde hace horas —le informó su amigo—. Deben de estar a punto de acabar. Pensé que te gustaría ver si conseguíamos enterarnos de qué está pasando.
—Espérame un momento.
Ragnar se vistió con rapidez, y descubrió que el ritual de ponerse la servoarmadura lo ayudaba a despejarse.
Ambos salieron al pasillo y se dirigieron hacia la Gran Sala. Ragnar tenía la esperanza de que el Cuchillo del Lobo fuese necesario en algún lugar. Con tantos sistemas bajo ataque, le había dado la impresión de que haría falta emplear a todos y cada uno de los Lobos Espaciales.
Cuando doblaron la esquina de los pasillos de piedra se encontraron con que Torin se dirigía hacia ellos. Cuando estuvo más cerca, Ragnar se preguntó si en su renacimiento como Lobo Espacial se habría producido alguna clase de fallo, porque su otro hermano de batalla tampoco parecía sufrir ninguna clase de efecto secundario debido a la noche anterior.
—Buenos días, Torin —lo saludó Haegr—. Ragnar y yo íbamos a la Gran Sala para ver si nos enterábamos de algo, a menos que tú ya sepas qué ocurre.
—Me uniré a vosotros y así procuraré que no os metáis en demasiadas peleas. Mientras tanto, tengo órdenes especiales para Ragnar. Nuestro hermano tiene que ir a ver al sacerdote lobo Ranek a sus aposentos. El viejo pidió hablar contigo en cuanto acabara la reunión.
—Muy bien. Me reuniré con vosotros más tarde —les dijo Ragnar antes de apresurar el paso y encaminarse hacia el pasillo que lo llevaría hasta los aposentos del sacerdote lobo.
Haegr se volvió hacia Torin en cuanto Ragnar estuvo lo bastante lejos como para que no lo oyera.
—¿Qué es lo que ocurre, Torin? —le preguntó.
—No estoy seguro, viejo amigo, pero sea lo que sea, me temo que las cosas nunca volverán a ser como antes —le contestó Torin.
★ ★ ★
En cuanto desapareció de la vista de sus camaradas del Cuchillo del Lobo, Ragnar aceleró más todavía el paso. Aunque se esforzó por no parecer un garra sangrienta demasiado entusiasmado lanzado a la carrera por el Colmillo, no lo estaba logrando en absoluto. No pudo evitar moverse con mayor rapidez a cada momento mientras en la mente barajaba los distintos motivos por los que su antiguo mentor querría verlo.
La situación era muy confusa para Ragnar. Desde que había interrogado a Cadmus en Hyades, cuando el marine traidor había mencionado el uso de un objeto muy antiguo por parte de Madox, había pensado que podía tratarse de la Lanza de Russ. Luego, cuando Gabriella había tenido aquellas visiones, se sintió reafirmado en su esperanza. Su emoción sólo se veía empañada por el temor que sentía en la misma medida. Si Madox lograba utilizar la Lanza de Russ de nuevo, no sólo sería responsable de la pérdida de un objeto sagrado, sino que, además, habría entregado a los Mil Hijos un arma mortífera.
Aquellas ideas dominaron la mente de Ragnar mientras recorría los pasillos del Colmillo. Quería tener la oportunidad de redimirse recuperando la Lanza.
Si los Mil Hijos tenían la Lanza en sus manos, entonces quizá habría cometido un terrible error al utilizar el arma contra Magnus. Se había dicho a sí mismo desde ese fatídico momento que si se viera enfrentado una vez más a aquel dilema, tomaría la misma decisión. Sin embargo, en esos momentos, comenzó a embargarle la duda, y la duda era uno de los enemigos más letales para un guerrero.
Ragnar se fustigó a sí mismo en silencio. Todo aquello no eran más que especulaciones sin sentido, y sabía que esos pensamientos empezaban a escaparse de su control. Además, lo más importante era la defensa del capítulo y del Imperio. Ése era su primer deber, y viviría con la decisión que había tomado mientras continuara al servicio del Emperador. Debía existir alguna razón para que el sacerdote lobo quisiera verlo, y la averiguaría en muy poco tiempo.
Ragnar atravesó la muchedumbre de personas que caminaban por el Colmillo. Los escaldos y los servidores se apresuraban a cumplir sus deberes propios de tiempo de guerra. Por fin entró en el pasillo que conducía directamente a los aposentos de Ranek. Empezó a caminar con más lentitud. Ya casi había llegado al lugar de reunión, y dudó. No estaba realmente seguro de querer oír lo que Ranek tenía que decirle.
A Ragnar el corazón se le llenó de rabia, rabia producida por su constante sentimiento de duda. Era un Hijo de Russ, y como tal encararía su destino, fuese cual fuese. Se detuvo un momento, se aclaró las ideas, y se obligó a sí mismo a aceptar los actos que había llevado a cabo. Haría cualquier cosa que le ordenasen, pero debía dejar a un lado la duda y el deseo de redimirse que lo embargaban. Su honor no era más importante que su deber.
Unos grandes cráneos de lobo colgaban a cada lado de la puerta de Ranek. Ragnar llamó y esperó mientras procuraba calmarse y concentrarse. Estaba preparado para ver a Ranek. El sacerdote lobo abrió la puerta.
—Ragnar, gracias por venir tan pronto —lo recibió Ranek, antes de echarse a un lado para dejarlo pasar. El lugar era ascético, tal y como uno se esperaría del habitáculo de un sacerdote lobo de Russ.
—Es un honor, mi señor. ¿En qué puedo serviros?
—Más bien soy yo quien puede serte de utilidad, Ragnar.
Ranek cruzó la estancia y se sentó. Después le indicó a Ragnar con un gesto que se sentara en la silla que estaba enfrente de la suya. Ragnar dudó por un momento, pero luego lo hizo.
—No estoy muy seguro de lo que queréis decir, lord Ranek —le contestó Ragnar, bastante confuso.
—Ragnar, cuando te marchaste, lo hiciste rodeado por una tormenta política, con el capítulo dividido por la decisión que tomaste respecto a la Lanza de Russ —empezó explicando Ranek—. Fue una decisión con la que yo, entre muchos otros, me mostré de acuerdo. Estuvo basada en una elección entre dos males. Si hubieras actuado de otra forma, estoy convencido de que tanto tú como tus hermanos estaríais muertos, y que el Imperio se habría visto de nuevo envuelto en una guerra cuando los Mil Hijos nos invadieran.
Ranek se quedó callado un momento.
—Desde que regresaste de Hyades, el señor de las runas Aldrek y sus sacerdotes han descifrado las runas que han lanzado, y los señores lobo han estudiado las tácticas y las estrategias de los marines espaciales del Caos. Sospechan que los Mil Hijos han desarrollado un plan para acabar con todos nosotros.
—Lord Ranek, comprendo la gravedad de la situación, y querría pedir disculpas de antemano por la franqueza de la pregunta, pero...
Ranek se anticipó a la pregunta de Ragnar y lo interrumpió con la respuesta.
—Sí, Ragnar, las runas muestran que los Mil Hijos han encontrado la Lanza de Russ. Sospechamos que gracias a ese sagrado objeto, que van a utilizar junto con la sagrada semilla genética que capturaron en Hyades, van a realizar un enorme ritual que de algún modo puede provocar la destrucción de los Hijos de Russ.
La emoción y el temor embargaron a partes iguales a Ragnar. En ese momento descubrió la claridad, una claridad de mente que jamás había conocido. Sabía lo que debía hacerse. Los acontecimientos que estaban teniendo lugar eran sucesos que estaban ligados directamente a sus actos. No se trataba tan sólo de la pérdida de la Lanza. Tenía que ver también con todos sus actos anteriores. Había frustrado los planes de Madox en dos ocasiones diferentes. El plan de Madox tenía que ver tanto con Ragnar como con los Lobos Espaciales. Su odio por Ragnar se encontraba en el núcleo del plan. Ése había sido el motivo para que Cadmus atrajera al Cuchillo del Lobo a Hyades. Ragnar sabía que debía ser él quien resolviera aquella situación, sin importar lo que le costara. Detendría a Madox, con redención o sin ella. Era su destino.
—Lord Ranek, me conocéis mejor que nadie. Sabéis que haré cualquier cosa que se me ordene. Madox está en el centro de todo este plan, y es posible que la Lanza de Russ se encuentre en sus manos debido a mis actos. Debo ser yo quien ponga remedio a esta situación —le dijo al sacerdote lobo mirándolo directamente a los ojos y sin apartar la vista en ningún momento.
—El Gran Lobo ya ha tomado su decisión esta mañana, y le ha pedido a lady Gabriella la asistencia del Cuchillo del Lobo. Sin embargo, hay algo que debes saber: lo que te he contado de la Lanza de Russ tan sólo lo saben unos pocos, y no se lo puedes contar a nadie sin el permiso del Gran Lobo. No hablarás de ello con nadie a excepción de lady Gabriella, un señor lobo, el Gran Lobo o yo mismo —le ordenó Ranek, aunque empezó a sonreír—. Has crecido Ragnar. Te llamé aquí porque pensaba guiarte en el torbellino de ideas que supuse se habría apoderado de ti ante todo lo que te está ocurriendo. Sin embargo, por lo que veo, ya no eres el impetuoso y joven guerrero que conocí antaño.
Ranek se puso en pie y extendió una mano hacia Ragnar, quien se la estrechó agarrándolo por la muñeca, al estilo de los guerreros. El orgullo que el sacerdote lobo sentía era visible incluso en un rostro tan pétreo como el suyo.
—Y ahora, Hijo de Russ, ve a cumplir tu destino.
★ ★ ★
Ragnar salió de los aposentos de Ranek y se dirigió de regreso a los alojamientos para invitados donde estaban asignados los miembros del Cuchillo del Lobo. Su corazón ya no albergaba ninguna clase de duda ni se cuestionaba a qué lugar pertenecía. Todo lo que había conseguido, cada decisión que había tomado, cada fallo, todo lo llevaba hasta ese momento. Por primera vez en mucho tiempo, el destino de Ragnar estaba claro, y se enfrentaría a ese destino como un Lobo Espacial.