CAPÍTULO 8
Llegan los Lobos Espaciales
El señor lobo Berek Puño de Trueno caminaba por los corredores del Puño de Russ. Odiaba las patrullas largas; demasiado tiempo a bordo de una nave lo ponía nervioso. Se acariciaba la barba mientras caminaba, flexionando inconscientemente su guantelete de combate. Su mente vagó hacia la batalla en que había perdido su brazo natural y sonrió ligeramente. En esa batalla había luchado con Kharn el Traidor, el legendario berserker de Khorne, un marine del Caos cuyo nombre era temido incluso por los de su bando. Eso sí que había sido una auténtica batalla, se dijo Berek a sí mismo.
Berek entró en el puente. Dos de sus guardias del lobo flanqueaban ambos lados de la entrada. Berek repasó con la mirada el puente de mando, asegurándose que todo estuviera como debía estar. Los guerreros de Fenris que trabajaban allí eran hombres orgullosos, elegidos para un servicio de por vida para los Lobos Espaciales. Se vestían como guerreros, incluidas sus armas y cualquier honor que hubieran conseguido durante su servicio, como trozos de piel o runas. La sala estaba adornada con símbolos de Fenris, desde escudos montados en pilares cubiertos de runas a pieles de lobo utilizadas como alfombras. De hecho, muchos de los indicadores de control estaban colocados en mandíbulas de lobo esculpidas, y las consolas parecían de piedra trabajada o, incluso, de hielo. Del elevado techo colgaban estandartes, y la silla de mando estaba preparada como un trono. El aspecto del puente se parecía más a la gran sala de un señor feudal que al nexo de los espíritus-máquina.
Berek tenía en gran estima a la tripulación del Puño de Russ, y palmeó en el hombro a varios de ellos o los saludó con un gesto de cabeza. Los hombres que servían a bordo de la nave estaban allí por propia elección; eran hombres libres fieles al capítulo, al contrario que muchas otras naves del Imperio, que alistaban a reclutas y criminales convictos o servidores sin mente para tripular sus naves.
El Puño de Rus había finalizado su patrulla por el sistema Euphrates, una estrella y sus mundos considerados insignificantes por la mayoría en el Imperio. Sin embargo, era un lugar que estaba bajo la atenta mirada y la protección de los Lobos Espaciales. Todo estaba en orden, así que habían ejecutado el salto a la disformidad y se dirigieron a Hyades, la siguiente parada de su ruta de patrulla para cumplir el antiguo pacto de los Lobos Espaciales con la Casa Belisarius. Como esa parada era una reciente incorporación a su ruta, Berek se preguntaba si la Casa Belisarius y el Cuchillo del Lobo sabrían que iban hacia allí.
Cuando Berek pensaba en la Casa Belisarius no podía evitar pensar en el joven garra sangrienta Ragnar, que ahora formaba parte del Cuchillo del Lobo. Ese alocado y honorable joven había dejado una gran impresión en el señor lobo durante el tiempo que sirvió en su compañía. Ragnar había trabajado bien, y entonces había perdido la Lanza de Russ en el planeta Garm. El garra sangrienta había detenido la invasión del Caos lanzando la sagrada Lanza al portal del Caos, que se colapsó, salvando así a su gran compañía. En opinión de Berek, era una gesta que merecía una canción, incluso aunque se hubiera perdido una de las mayores reliquias de los Lobos Espaciales, pues se había detenido la invasión del Caos.
¿Había sido Ragnar recompensado por su heroica acción? No. De hecho, Ragnar se había visto inmerso en una lucha política interna entre los señores lobo del capítulo. En un intento por desacreditar a Berek, sus rivales obligaron al Gran Lobo a exiliar a Ragnar a la Sagrada Terra para servir en el Cuchillo del Lobo, una unidad de Lobos Espaciales leales que servían a la Casa Belisarius. Algún día, que Berek esperaba estuviera próximo, vería a Ragnar andando de nuevo por las salas del Colmillo.
Una alarma empezó a sonar, interrumpiendo los pensamientos del señor lobo.
—El salto al espacio normal empezará dentro de un minuto —anunció el heraldo por toda la nave.
Berek, ya de regreso al mundo real, echó un último vistazo al puente. Su tripulación estaba preparada para el salto al espacio normal, atendiendo todos los puestos, entonando las bendiciones adecuadas y realizando los rituales correspondientes. Su Guardia del Lobo salió del puente para colocarse en sus compartimentos de aceleración.
Una alarma de aviso precedió al siguiente anuncio de cuenta atrás.
—Salto al espacio normal en treinta segundos.
Aunque Berek había realizado más saltos disformes de los que podía recordar, todavía sufría momentos de intranquilidad. La disformidad no estaba vacía de criaturas, de hecho era un lugar donde moraban horrores indescriptibles, horrores junto a los que se había de pasar mientras se viajaba por la disformidad al servicio del Emperador. En lo más profundo de su corazón, el Gran Lobo no dejaba de ser un supersticioso guerrero de Fenris con una gran desconfianza respecto a la magia, o cualquier cosa que pudiera oler como ella.
—Salto al espacio normal en quince segundos.
Lentamente, el puente pareció estrecharse y alargarse. Unas luces sin origen aparente danzaron por el interior de la nave. Un rítmico zumbido bajo fue creciendo en los oídos de Berek. El proceso ya había empezado. En esos momentos, la nave estaba tratando de escapar de la disformidad.
—Salto al espacio normal en diez segundos.
El zumbido se transformó en un enfermizo murmullo de voces deformadas hablando en una lengua ininteligible. Todas las superficies del interior de la nave empezaron a brillar. Las mamparas gimieron como si estuvieran sometidas a una extraordinaria presión.
—Salto al espacio normal en cinco segundos.
De repente, los sonidos, las luces y el movimiento se unieron en un entramado de horrores.
—Salto.
En ese instante, allí estaba todo y nada al mismo tiempo.
El salto al espacio normal se había completado. Berek rezó una rápida y silenciosa oración de agradecimiento al Emperador, a Leman Russ y a los antiguos dioses de Fenris.
El señor lobo comprobó el puente y su tripulación. Todo el mundo estaba desabrochando sus sujeciones y volviendo a su posición. Berek se tomó su tiempo, comprobando que todos y cada uno de los miembros de su tripulación había sobrevivido indemne a la transición. Los peligros del viaje disforme nunca podían subestimarse. Habiendo confirmado que todo estaba en orden, activó el sistema de liberación de sus sujeciones. Al levantarse, se dio la vuelta hacia sus hombres.
—Iniciad un escaneo del sistema. Comunicaciones, anuncie nuestra presencia y envíe mis saludos al gobernador Pelias. Veamos qué tipo de hospitalidad nos ofrece.
—¡Señor lobo! —exclamó Hroth—. Los escáneres muestran una barcaza de combate en órbita baja sobre el planeta. Las naves civiles están dispersas por el sistema, huyendo del planeta. Hay una plataforma de defensa planetaria en órbita descendente, y creo que está destruida. También estoy recibiendo lecturas de combate en la superficie. Parece que la ciudad de Lethe está siendo atacada.
Hroth era un guerrero al que Berek había otorgado el título de guía de la nave. Aunque no era un marine espacial, Hroth había demostrado a Berek su habilidad para dilucidar rápidamente las situaciones tácticas. Si hubiera permanecido en Fenris, su tribu sin duda habría podido matar krakens gracias a su habilidad para sugerir los movimientos más adecuados para los barcos.
—No puedo contactar con Lethe, mi señor Berek. Sus comunicaciones parece que están siendo interferidas —añadió el heraldo. Una ligera mueca se formó en la cara de Berek.
—Parece ser que nuestra patrulla de rutina ha llegado en el momento oportuno.
Berek no creía en las coincidencias. Si él y el Puño de Russ estaban allí, en ese momento y ese lugar, era el destino, la providencia. Berek estaba allí para acabar con el conflicto, y eso era exactamente lo que iba a hacer. Cruzó el puente hasta la pantalla táctica.
—Averigüemos a qué nos enfrentamos.
La pantalla táctica cobró vida, mostrando un holograma de Hyades y de todas las naves que lo orbitaban. La barcaza de combate no identificada estaba situada en órbita baja sobre Hyades. Las Thunderhawks volaban una y otra vez desde esa nave de guerra hacia la superficie del planeta.
Berek estaba confundido. Eran naves del Adeptus Astartes. ¿Qué estaban haciendo allí y por qué, por las heladas mesetas de Fenris, estaban atacando un planeta bajo la protección de los Lobos Espaciales?
—Estamos recibiendo una transmisión por la frecuencia 7590.4 de prioridad oro imperial. —La confusión era evidente en la voz del heraldo.
Berek agitó la mano, indicando que el heraldo podía poner la transmisión en los altavoces. La curiosidad del señor lobo se había convertido en frustración. Berek había tenido muchos encontronazos con otras facciones imperiales, pero nunca había visto una violación tan flagrante de la ley imperial.
—Nave no identificada, aquí el Vinco Redemptor de los Ángeles Oscuros. Se os ordena abandonar el espacio orbital de Hyades. Este planeta se encuentra bajo cuarentena imperial. No se aproximen ni intenten entrar en órbita.
Berek cerró con tanta fuerza su guantelete de combate que los servomotores empezaron a gemir en protesta. Ya había tratado anteriormente con los Ángeles Oscuros. Sólo eran buenos en una cosa: aumentar su reputación de no ser de confianza. Aunque ningún oficial terrestre los clasificaría de traidores al Imperio, Berek siempre había sabido que un día su auténtica naturaleza de capítulo egoísta sería revelada.
—Aquí el Puño de Russ, nave insignia de Berek Puño de Trueno, señor lobo de los Lobos Espaciales. Estáis atacando un mundo imperial bajo la protección del Gran Lobo Logan Grimnar y los Lobos Espaciales. ¿Qué significa eso de «cuarentena»?
—Puño de Russ, aquí el Vinco Redemptor de los Ángeles Oscuros. Este planeta está bajo cuarentena imperial. No se aproxime —replicó el sonido metálico de la transmisión desde la barcaza de batalla.
—¿Quién dio la orden de cuarentena sobre Hyades? —preguntó Berek.
—La orden de cuarentena procede del capellán interrogador Vargas. No se acerque más —se oyó en respuesta.
—¿Por qué está Hyades bajo cuarentena? Si se me informa de las circunstancias tal vez pueda ayudar a mis hermanos Astartes. —La paciencia de Berek estaba empezando a agotarse peligrosamente.
La tripulación de los Lobos Espaciales permaneció en silencio esperando la respuesta a su oferta de ayuda. Pasaron unos instantes antes de que finalmente llegara la respuesta.
—Señor lobo, sus armas están apuntándonos —dijo Hroth.
Aunque ambos capítulos mantenían una fuerte rivalidad, tanto los Lobos Espaciales como los Ángeles Oscuros tenían una gloriosa historia al servicio del Emperador. Al Imperio no le gustaría nada un conflicto entre dos de sus capítulos, y aunque ambas organizaciones eran formidables, ninguna de las dos podía resistir a todo el poder del Imperio. Los innumerables soldados de la Guardia Imperial, junto con docenas de otros capítulos de marines espaciales, podían acabar con los Ángeles Oscuros o los Lobos Espaciales. Berek había hecho todo lo posible para evitar un enfrentamiento con los Ángeles Oscuros, pero eso ya era demasiado. Berek golpeó con su puño la runa de activación de las comunicaciones.
—¡Retiren sus fuerzas inmediatamente o se enfrentarán a la furia de los Hijos de Russ! Y por si no lo entienden, eso significa que nosotros retiraremos sus fuerzas por ustedes.
Berek esperó una respuesta, seguro de que los Ángeles Oscuros se retirarían.
—Sus armas siguen apuntándonos, mi señor Berek.
—Mi señor, ¿hemos de retirarnos? —preguntó el piloto.
—No, nosotros no retrocederemos —dijo Berek—. Estamos en nuestro derecho, y ellos lo saben. No pueden atreverse a dispararnos, con o sin disparos de aviso.
Una andanada de disparos surgió del Vinco Redemptor en dirección al Puño de Russ, pasándole por encima. La nave de los Lobos Espaciales siguió acercándose a Hyades sin titubear.
—Aléjense de nuestro planeta... ¡ahora! —ladró Berek—. No me interesan las tácticas de su capítulo, y yo también puedo disparar disparos de advertencia.
—Dispararemos otra andanada. Ésta es la última advertencia —respondieron.
Berek miró hacia el guía de la nave.
—Hroth, dispárales una andanada. Asegúrate de que les pase muy cerca. Quiero que entiendan que, marines espaciales o no, defenderemos lo que es nuestro.
—Preparados, ¡fuego! —ordenó Hroth, pero en ese mismo instante, el Vinco Redemptor disparó otra andanada.
Las baterías láser alcanzaron al Puño de Russ. En cuanto la nave de los Lobos Espaciales disparó sus cañones, se detectó una andanada de torpedos de los Ángeles Oscuros. La explosión sacudió la nave.
—Nos han alcanzado, señor lobo —gritó Hroth.
Berek apretó el puño. El señor lobo sabía que eso había sido un accidente. Los Ángeles Oscuros eran fanáticos, pero no deberían haber disparado sus cañones contra los Lobos Espaciales.
—¡Nos habéis atacado, bárbaros idiotas! Ahora sentiréis la furia de los Ángeles Oscuros. —El Vinco Redemptor empezó a salir de su órbita baja—. Lo pagaréis con nuestra próxima andanada.
—Mi señor, la barcaza de combate está dejando la órbita para dirigirse hacia nosotros, sus baterías de armas están cargándose —anunció Hroth.
Berek odiaba a los Ángeles Oscuros. Los Lobos Espaciales estaban en su derecho y estaba harto de ser amenazado. Habían disparado a su nave y trataban de hacer parecer que él les había disparado primero. Ésta era la forma traicionera de actuar de los Ángeles Oscuros. Si querían pelea, la tendrían. Ya encontraría una forma de explicarlo cuando denunciara la enrevesada racionalidad utilizada por los Ángeles Oscuros para atacar un planeta de los Lobos Espaciales.
—Los he avisado —dijo para sí mismo.
El señor lobo activó la runa de comunicaciones de su consola.
—Hermanos lobos, Russ sea alabado, pues nos ha traído a Hyades cuando éste más nos necesita. —Berek podía notar la estática aumentando a bordo de la nave. Sus Lobos Espaciales habían deseado un combate desde hacía mucho tiempo. Pronto se alimentaría su furia—. ¡Preparaos para la batalla, hermanos! Lanzamiento en cuanto estemos a distancia. —Berek desactivó la unidad de comunicación—. Piloto, llévenos a distancia de baterías de lanzas. Heraldo, siga tratando de contactar con el centro de mando de Hyades. Debemos coordinar nuestros esfuerzos con ellos.
La tripulación se apresuró a ejecutar las órdenes de Berek. El señor lobo notó el orgullo que sentían todos ellos.
El Puño de Russ era más pequeño que la barcaza de combate de los Ángeles Oscuros. Berek sabía que en un combate nave contra nave a corto alcance, los Ángeles Oscuros tenían todas las ventajas. Sus cañones de bombardeo podían hacer trizas a los Lobos Espaciales. Sin embargo, el Puño de Russ también tenía colmillos. Sus baterías de lanzas tenían mucho más alcance que los cañones de bombardeo. Utilizando esa ventaja, Berek podría situar el Puño de Russ lo suficientemente cerca para lanzar sus Thunderhawks y sus cápsulas de desembarco y desplegar cuidadosamente sus naves más pequeñas. Utilizando su velocidad y maniobrabilidad, podía evitar un intercambio artillero directo. Los Lobos Espaciales ganarían esta batalla en la superficie de Hyades.
El Puño de Russ se colocó en posición, entrando en el espacio de Hyades por encima del hemisferio contrario a la nave de los Ángeles Oscuros. Berek situó su nave en órbita baja para desplegar las Thunderhawks. Las cápsulas de desembarco debían lanzarse de forma totalmente distinta. Al contrario que las Thunderhawks, que podían maniobrar por sí mismas para llegar a cualquier posición una vez friera de las cubiertas de lanzamiento, las cápsulas de desembarco actuaban exactamente como su nombre indicaba. Berek debía arriesgarse a una rápida pasada del Vico Redemptor, llevando el Puño de Russ al alcance de sus cañones de bombardeo.
Se escribirían muchas canciones sobre ese día. Berek anhelaba unirse a sus hermanos en la superficie, pero sabía que su sitio estaba a bordo del Puño de Russ. Éste era uno de esos casos en que el rango no tiene sus privilegios.
Mikal, el capitán de la Guardia del Lobo, la guardia personal de Berek y sus mejores guerreros, entró confiadamente en el puente. Era medio casco más bajo que Berek, pero mucho más ancho de hombros. Una poblada barba le cubría la cara. Berek saludó a su amigo.
—La fortuna de Russ no nos sonríe hoy, viejo amigo. Tengo una importante misión para ti. —En su cara se reflejaba la preocupación que sentía.
—Ya sabes que no tienes más que pedírmelo, mi señor, y será un honor servirte.
Las palabras de Mikal hicieron surgir una leve sonrisa en la cara de Berek, y éste le estrechó la mano.
—Mikal, necesito que lideres las fuerzas terrestres en Hyades. Necesito que descubras por qué los Ángeles Oscuros han disparado contra nosotros.
—Entonces, es verdad, ¿los Ángeles Oscuros nos han atacado? —replicó Mikal.
Berek conectó una runa en la consola. Apareció un mapa ampliado de Hyades con la capital remarcada sobre su superficie.
—Toma tu Thunderhawk y establece contacto con el gobernador en Lethe. Descubre qué está sucediendo. Coordínate con la Fuerza de Defensa Planetaria y establece un centro de mando para nuestras fuerzas. Si eres atacado, defiéndete como consideres oportuno, pero necesito respuestas, Mikal.
—Como desees, mi señor lobo! Cuando nos volvamos a ver, brindaremos con un barril de la mejor cerveza del Colmillo y te contaré nuestras heroicas gestas —dijo Mikal dando una leve palmada en el hombro de Berek antes de marcharse.
—Buena cacería, amigo mío.
Mikal había servido durante mucho tiempo con Berek, y era el guardia del lobo en quien más podía confiar, además de su mejor amigo. Se habían salvado mutuamente la vida más veces de las que ninguno de los dos podía recordar. Habían luchado codo con codo contra algunas de las criaturas más horripilantes que la humanidad se había encontrado, y celebrado victorias sobre enemigos abrumadoramente superiores. No había nadie más a quien Berek podía haber confiado el mando de este asalto, ni nadie mejor cualificado.
Pero antes de que Mikal pudiera liderar el asalto, Berek tenía que llevarlo a Lethe y, para ello, había de pasar con el Puño de Russ peligrosamente cerca de la barcaza de batalla de los Ángeles Oscuros. Berek miró el guantelete de combate que reemplazaba a su brazo natural y sonrió. Sería una batalla infernal.
El Puño de Russ avanzó con los motores a plena potencia. En cuanto estuvieron al alcance, las baterías de lanzas dispararon, alcanzando al Vinco Redemptor. Varias centellas de energía azul recorrieron la nave cuando los escudos defensivos absorbieron la descarga inicial. Una oleada de torpedos surgió de sus tubos, dirigiéndose al objetivo. Las Thunderhawks de los Lobos Espaciales despegaron del Puño de Russ, abriéndose en abanico detrás de los torpedos, a los que utilizaron para disimular su aproximación.
El Vinco Redemptor se dirigió directamente hacia la nave atacante. Las baterías de armas entraron en acción, disparando toda su potencia de fuego contra los torpedos. Un torpedo tras otro chocaron con el paraguas defensivo creado por las torretas. Utilizando el muro de torpedos que explotaban como cobertura, la primera oleada de Thunderhawks picó hacia la barcaza de combate. Su velocidad, tamaño y maniobrabilidad hacían que las torretas apenas pudieran seguirlas a tan corto alcance. Las Thunderhawks dispararon contra la barcaza de batalla casi al unísono, apuntando a los cañones de bombardeo del Redemptor. Los misiles y los cañones de batalla hicieron llover multitud de proyectiles que golpearon el casco de la nave de los Ángeles Oscuros. Las explosiones se sucedieron por toda la barcaza de combate.
Cuando la primera oleada atacó, la segunda oleada de Thunderhawks picó peligrosamente, entrando en la atmósfera con un ángulo tan cerrado que la fricción puso incandescentes los bordes más prominentes de las cabinas y las alas. Si las tripulaciones no hubieran sido marines espaciales, sus cuerpos se habrían convertido en pulpa sanguinolenta a causa de las fuerzas implicadas. Una vez en la atmósfera inferior, las Thunderhawks nivelaron el rumbo y pusieron rumbo a Lethe.
La primera oleada había atacado el eje central de la barcaza hasta llegar a la superestructura del centro demando. En ese punto se dividieron, rodeando la superestructura para reagruparse y ametrallar una vez más el eje central. Una Thunderhawk se desintegró a causa del fuego defensivo de las torretas. Dándose cuenta de que las dotaciones de las torretas de los Ángeles Oscuros habían analizado su ruta de vuelo, las Thunderhawk rompieron contacto, separándose del eje central en direcciones opuestas, pasando por debajo del nivel de disparo de las torretas y acelerando hacia el planeta. Otra Thunderhawk fue engullida por las llamas antes de que el resto escapara al escudo atmosférico de Hyades.
Mientras tanto, el Puño de Russ se acercó al Vinco Redemptor. Ambas naves intercambiaron fuego de torpedos. Los proyectiles de las baterías de armas cubrían el espacio que separaba ambas naves. Las ondas de energía azul recorrían los cascos a medida que los escudos absorbían el fuego enemigo que las alcanzaba. Cuando los escudos defensivos se sobrecargaban a causa de los múltiples impactos, nuevas explosiones secundarias hacían mella en los cascos de ambas naves.
Los dos contendientes se dirigían a toda velocidad el uno hacia el otro. Había llegado el momento de iniciar la verdadera batalla. En su celo, ambas naves aceleraron, acortando la distancia entre las dos más rápidamente de lo que ninguna de ellas había calculado. Los comandantes se dieron cuenta simultáneamente del potencial riesgo de colisión. El Vinco Redemptor se desvió hacia estribor y el Puño de Russ hizo lo mismo. El ametrallamiento de las Thunderhawk de los Lobos Espaciales había concentrado su fuego sobre los cañones de bombardeo. Ahora Berek descubriría si su arriesgada jugada había valido la pena.
Dos de los cuatro cañones no pudieron disparar al pequeño crucero. La nave de los Lobos Espaciales tembló a causa de la andanada de los dos restantes cuando unos grandes agujeros aparecieron en el casco del crucero.
El Puño de Russ había sido gravemente dañado, al igual que el Vinco Redemptor, pero las naves habían completado su pasada. Cuando las astronaves aumentaron la distancia que las separaba, cada una intentó alejarse de la otra para hacer reparaciones y prepararse para un nuevo enfrentamiento. El Puño de Russ había tenido éxito. Las cápsulas de desembarco de los Lobos Espaciales ya estaban descendiendo hacia Lethe. La estrategia radical de Berek había funcionado: la batalla se decidiría en tierra.
★ ★ ★
La Thunderhawk de Mikal aceleró mientras surcaba el cielo, flanqueada a ambos lados por varias cañoneras más. El capitán de la Guardia del Lobo estaba sentado en el puesto de mando táctico de la cabina de control de la nave, justo tras los asientos de los pilotos. Analizó el despliegue que las fuerzas de los Ángeles Oscuros tenían en ese momento y envió el plan de batalla a sus hermanos de batalla. Las otras Thunderhawk se separaron, dirigiéndose a las coordenadas de despliegue asignadas. Mikal prosiguió directamente hacia Lethe.
Los ordenados bloques y calles de la ciudad habían desaparecido, enterrados en ruinas y cascotes y oscurecidos por el humo. Las fuerzas de defensa planetaria trataban de establecer un perímetro, pero las cápsulas de desembarco de los Ángeles Oscuros se lo impedían. Los marines espaciales no luchan siguiendo las reglas de sus enemigos. Las tácticas de las cápsulas de desembarco eran específicamente aleatorias. Caían tras las líneas enemigas causando el caos.
Las unidades de la Fuerza de Defensa Planetaria estaban resistiendo mejor de lo que Mikal había esperado. Al parecer, tenían unas estrategias de defensa muy efectivas contra la invasión de los marines espaciales, y varios edificios de la capital se habían convertido en reductos para las tropas defensoras. Las defensas de Lethe estaban pensadas de forma que cada grupo actuaba siguiendo su propio criterio. Los Ángeles Oscuros querían decapitar las fuerzas de defensa de Hyades, pero no podían encontrar una cabeza.
El teniente Paulinus y su pelotón se detuvieron para consultar el mapa, aunque apenas eran capaces de entender qué estaba sucediendo. Seguía preguntándose a sí mismo si era verdad: ¿Estaban los Ángeles Oscuros atacando la ciudad? No podía creerlo. Recorrían las calles con órdenes de reforzar la entrada sur de la ciudad, informando de cualquier actividad por el camino.
La mano le temblaba al sostener el mapa. Su nerviosismo era imposible de ocultar. Llevaba en la Fuerza de Defensa Planetaria poco menos de un año, y la mayor parte del tiempo había permanecido asignado a un puesto de observación, monitorizando el tráfico orbital.
Había solicitado un traslado a Lethe con la esperanza de conseguir cierto reconocimiento que pudiera ayudar a su carrera después del ejército. Ahora deseaba haber seguido controlando el tránsito en vez de estar allí, en las calles de Lethe, actuando de señuelo.
Se habían estado moviendo por las calles durante un buen rato y no habían topado con ningún ángel oscuro, sólo con las explosiones de proyectiles disparados por indistinguibles piezas de artillería y ruinas. Podía oír combates, pero el pelotón no podía identificar su origen. Las calles eran un laberinto en que cada una parecía exactamente igual a la anterior. Todo lo que Paulinus sabía era que se encontraban en la zona obrera de la ciudad.
Paulinus procedía de una familia prominente de Hyades, y habitualmente llevaba un nivel de vida acorde con la riqueza y el prestigio de su familia. Las áreas más pobres de la ciudad era un lugar en el que apenas se había aventurado anteriormente. Las salas de placer carnal y los garitos de juego se alineaban en las calles, convirtiendo esta área de la ciudad en el tipo de lugar en que la escoria de la humanidad podía adquirir contrabando y explorar sus más secretos vicios. Paulinus estaba preocupado porque parecían relativamente indemnes.
Sus hombres entraron cuidadosamente en una intersección en la que convergían varias calles. Cada una de ellas parecía idéntica a las anteriores. El teniente Paulinus estaba convencido de que se había perdido. Trató de pensar en sus días de juventud, cuando él y sus amigos se habían aventurado por esas calles. Eran jóvenes alocados buscando emociones baratas. Había tratado de olvidarse de esos tiempos, pero ahora necesitaba recordar. Buscó indicaciones que le resultaran familiares, cualquier cosa que les diera alguna pista de dónde se encontraban. No vio nada.
Se aproximaron a un edificio que menos de un día antes había sido un garito de juego; en esos momentos no era más que otro edificio abandonado. Paulinus levantó la mano como señal para que sus hombres se detuvieran. Miró el mapa tratando nuevamente de determinar dónde estaban. Podía llamar pidiendo ayuda, pero no quería sufrir esa humillación. Si sus hombres se enteraban, perderían la moral.
Logró orientarse utilizando la distribución de las calles y los edificios más próximos como guía. Si se dirigían al norte, deberían encontrar un camino hacia su punto de control. El teniente hizo un gesto, ordenando a sus hombres ponerse en marcha.
Ninguno de ellos vio a los Ángeles Oscuros hasta que éstos les dispararon con sus bólters. Un chorro rojo de sangre salpicó a Paulinus en la cara y empapó el mapa cuando su sargento fue partido por la mitad por los proyectiles bólter. El teniente vio con horror cómo sus hombres caían a su alrededor a causa del ataque de los Ángeles Oscuros.
El teniente Paulinus corrió a buscar una cobertura bajo la lluvia de proyectiles. No podía concentrarse en sus hombres, ellos estaban muriendo y él necesitaba vivir. Después de todo, él debía darles órdenes y no quería morir, no allí, no de esa forma. Paulinus observó el garito de juego, la fuente de los disparos, únicamente para ver cómo otro de sus hombres moría, cayendo junto a él con el pecho desgarrado por un proyectil de bólter.
Cinco Ángeles Oscuros salieron del garito de juego, acribillando a los soldados mientras se acercaban. Su armadura de color verde oscuro y negro aumentaba su aura amenazante. Los hombres de Paulinus que quedaban hicieron un vano intento de devolver el fuego, pero el miedo que los atenazaba hacía que sus disparos fueran inútiles. Todos los hombres, Paulinus incluido, estaban temblando de miedo. Los Ángeles Oscuros enfundaron sus bólters, empuñaron las armas de combate cuerpo a cuerpo, y se lanzaron a la carga.
Era evidente para todos cómo acabaría el combate. Los marines espaciales los masacrarían.
La calle quedó por un instante bañada en luz, y un abrasador viento barrió a todos los que estaban allí cuando el garito de juego implosionó. Una nube de polvo y restos lo oscureció todo. Las fuerzas de defensa se pusieron las máscaras respiratorias cuando a causa del polvo y las partículas de rocacemento se les taponaron los pulmones y les escocieron los ojos. Los Ángeles Oscuros seguían acercándose.
El teniente Paulinus levantó el sable, haciendo un tímido intento de defenderse. El ángel oscuro que avanzaba hacia él contrarrestó fácilmente su débil golpe. El teniente sintió cómo se le entumecía el brazo cuando el ángel oscuro lo desarmó.
—¡No quiero morir! —gritó Paulinus.
Entonces, el brazo del marine espacial explotó. La espada sierra del ángel oscuro cayó al suelo. El explosivo chirriar de un cañón de asalto ahogó los gritos de Paulinus.
Cinco figuras más salieron del edificio que acababan de abandonar los Ángeles Oscuros. Eran marines espaciales, pero sus armaduras eran diferentes, y les hacían parecer más grandes. No mostraban el color verde oscuro de los Ángeles Oscuros, sino el azul hielo grisáceo de los Lobos Espaciales. Paulinus no sabía qué pensar o esperar. Los recién llegados se movieron sorprendentemente rápido, disparando una andanada de proyectiles sobre los Ángeles Oscuros. Tomados por sorpresa, éstos trataron de cambiar de táctica y enfrentarse a la nueva amenaza, pero las ventajas combinadas de la sorpresa y la potencia de fuego hicieron que su gesto fuera inútil. Unos cuantos proyectiles de los bólters de asalto y una ráfaga del cañón de asalto redujeron a los Ángeles Oscuros a un montón de trozos de armadura rota. Paulinus no podía creer lo que estaba viendo. No podía creer lo rápidamente que los nuevos marines espaciales habían matado a sus atacantes.
Los Lobos Espaciales llevaban armaduras adornadas con tótems de pieles, colas y dientes de lobo unidos en cintas de cuero. El suelo temblaba con cada uno de sus pasos mientras se movían protectoramente alrededor de las fuerzas de defensa. Uno de los Lobos Espaciales se aproximó a Paulinus.
—Teniente, estamos aquí para ayudar a la defensa de Hyades. Berek Puño de Trueno les envía sus saludos y sus respetos. Somos la Guardia del Lobo.
—Te... te-teniente Paulinus de la Fuerza de Defensa Planetaria de Hyades. Gra... gracias por su ayuda —tartamudeó Paulinus.
★ ★ ★
Varias estelas de fuego surcaron el cielo cuando las cápsulas de desembarco cayeron sobre Lethe. Las Thunderhawks aterrizaron, vomitando Lobos Espaciales por las calles. Los dreadnoughts se irguieron por encima de la masacre, aniquilando a cualquiera que se les opusiera. Por toda la ciudad, los Lobos Espaciales atacaron a los Ángeles Oscuros.
La Thunderhawk de Mikal rodeó la ciudad mientras los Lobos Espaciales reconocían la zona de combate. Mikal sabía que los mejores planes duraban únicamente hasta que entraban en contacto con el enemigo. Sus hermanos de la Guardia del Lobo se encontraban en el suelo con órdenes de proteger a los ciudadanos de Lethe y obtener cualquier información sobre la causa de la supuesta cuarentena. Debía contactar con el gobernador, pero hasta ese momento el contacto por radio había resultado infructuoso.
—Sigurd, llévanos hacia allí. Pon rumbo al palacio del gobernador. Aterrizaremos en el patio de armas —dijo Mikal, dirigiéndose al piloto. Cuando un Lobo Espacial era iniciado y la helix canis implantada, se convertía en un auténtico Hijo de Russ. Sin embargo, se necesitaba tiempo para que los cambios físicos se manifestaran en el interior del marine. Estos nuevos marines espaciales se denominaban garras sangrientas. Durante su tiempo de servicio, aprendían y crecían.
Cuando habían aprendido a controlar el lobo que tenían dentro y demostrado su valía en batalla, eran promocionados al estatus de cazadores grises. Durante este período, algunos Lobos Espaciales mostraban una gran aptitud para habilidades específicas. En estos casos, los cazadores grises se entrenaban para pilotar aeronaves, para formar a las dotaciones de los tanques o para operar otros vehículos.
Sigurd era uno de estos cazadores grises, y Mikal había aprendido a confiar en los instintos de Sigurd y a respetar su habilidad.
La Thunderhawk realizó un giro cerrado, cambiando de curso como se le había ordenado, volando bajo por encima de la ciudad. Las torretas de armamento montadas sobre las alas vomitaron fuego en ráfagas rápidas y controladas. Los disparos de pequeñas armas de fuego procedentes del suelo rebotaron débilmente en el fuselaje.
Las sirenas de alarma se dispararon en la cabina cuando unos misiles antiaéreos de defensa surcaron el cielo en dirección a la Thunderhawk. Las manos de Sigurd volaron por encima de los controles, activando la runa de los sistemas de contramedidas defensivas. Entonces, tirando de la palanca de control de forma brusca y girando la rueda, la Thunderhawk realizó maniobras evasivas. Sigurd evadió tres de los misiles. Desafortunadamente, el último resultó ser más persistente.
—Éste es como una jauría de lobos fenrisianos de cacería —dijo Sigurd mientras seguía ejecutando maniobras evasivas—. Hermanos, preparaos para el impacto.
El misil alcanzó el ala de estribor, destruyendo dos terceras partes de la misma. La sección destruida del ala golpeó el estabilizador vertical al salir volando por encima del fuselaje. Sigurd luchó con los controles de la pesadamente blindada nave mientras ésta caía hacia Lethe. La fuerza de la caída empujó a los Lobos Espaciales contra sus sujeciones.
Sigurd intentó desesperadamente recuperar el control de la nave herida. Las alarmas de incendio se activaron cuando el combustible que se vertía por el ala arrancada prendió. Sigurd y su tripulación podrían haberse eyectado por su seguridad, pero había tres manadas de cazadores grises y un antiguo en la bodega de carga. Tenía que hacer aterrizar la nave, no podía abandonar a sus pasajeros. Mikal oyó a Sigurd maldecir por lo bajo.
—Por Russ, Mikal nos deberá un barril de cerveza cuando todo esto haya acabado, ¡y no de la de siempre! Quiero una de la mejor calidad. —El copiloto de Sigurd se rió, al igual que Mikal.
La Thunderhawk se estremeció y tembló como si estuviera rompiéndose a trozos. Sigurd niveló la nave mientras estaba a punto de estrellarse; había hecho todo lo que había podido. La Thunderhawk estaba demasiado dañada. Se estrellarían a gran velocidad y contra algo muy duro. Únicamente les quedaba una táctica para probar.
El oído de Mikal captó algo. Entre toda la cacofonía de ruidos, oyó cantar. Hizo girar su asiento y miró hacia la cabina, donde vio a Sigurd y su tripulación cantando una vieja canción fenrisiana sobre gestas heroicas, valor y amistad. Simplemente se unió a ellos. Pronto todos los ocupantes de la nave hicieron lo propio.
Seguían cantando cuando el morro de la Thunderhawk chocó contra el suelo. Mikal escuchó el impacto y el ruido del metal partiéndose antes de que la fuerza del choque lo dejara inconsciente.
Mikal se despertó todavía atado a su asiento. El techo y las paredes de la Thunderhawk estaban deformados. Vio a varios de sus hermanos de batalla inconscientes en sus sujeciones. Le daba vueltas la cabeza, y notó los puntos donde las tiras de sujeción lo habían mantenido en su lugar. No estaba seguro de qué había sucedido después del impacto.
Accionó el sistema de liberación y apartó las tiras de sujeción para intentar ponerse de pie. Se levantó, vaciló y cayó hacia adelante. Había sobrevivido al impacto con tan sólo algunos golpes menores y unos cuantos rasguños, el peor de los cuales tenía en la frente. Tocándose la herida con los dedos, notó que sangraba, pero estaba vivo.
La puerta de seguridad de emergencia bloqueaba completamente la cabina. La puerta estaba diseñada para proteger a la tripulación del fuego o de los fragmentos de metralla peligrosos. Debía de haberse activado con el impacto. Mikal trató de abrir la puerta a la fuerza, pero ni se movió. Buscó algo con que hacer palanca pero no encontró nada. De repente, un ruido de metal contra metal le asaltó los oídos. El sonido fue tan intenso que Mikal tuvo que taparse las orejas. Se dio la vuelta hacia la fuente del ruido vio una garra atravesando el blindaje de la Thunderhawk y, a continuación, arrancando toda la placa blindada. De pie al otro lado de la recién creada salida se encontraba la gigantesca forma del dreadnought Gymir.
Mikal sacudió la cabeza para ayudar a aclararse los sentidos. La antaño orgullosa nave se encontraba encima de un montón de cascotes de rocacemento y cristal, deformada y partida, como un animal con el cuello roto. Mikal vio varias columnas de humo elevándose en las primeras luces del alba, y ruinas en todas direcciones.
—Mikal, me alegra verte con vida —dijo Gymir el dreadnought. A Mikal le pareció que la voz generada electrónicamente tenía un tono de alivio.
—Si, anciano, estoy vivo —respondió Mikal mientras trepaba por la improvisada salida.
Al descender, Mikal pudo comprobar que la Thunderhawk se había estrellado en la parte superior de un edificio, arrasando los pisos superiores hasta que se había detenido. El morro de la nave estaba totalmente enterrado en cascotes y restos. Varios cazadores grises habían establecido un perímetro mientras el resto buscaban entre los restos a sus hermanos de batalla caídos. Mikal buscó a Sigurd, pero su amigo ya no estaba entre los vivos. Miró hacia la cabina, donde una gran viga de plastiacero había atravesado el blindaje de la nave. Mikal dobló una rodilla y rezó por la pérdida de su viejo amigo.