CAPÍTULO 15
Fuga hacia Fenris

Ragnar, Haegr y Torin se enfrentaban a nueve marines espaciales del Caos, entre ellos un hechicero, en el hangar de la lanzadera. La tripulación ya había activado los sistemas de la nave, que estaba preparada para despegar, pero los Lobos Espaciales no podrían subir a bordo a menos que antes detuvieran a los marines espaciales del Caos.

Haegr se lanzó a la carga contra el enemigo soltando un tremendo rugido. Aunque endurecidos por miles de años de combate, incluso los marines del Caos parecieron quedar desconcertados ante la carga del gigantesco Lobo Espacial. Dudaron por un instante mientras Haegr se les echaba encima.

Tres de los guerreros apuntaron los bólters contra Haegr. Ragnar oyó el aullido de los proyectiles del Caos al atravesar el aire antes de estrellarse contra el Lobo Espacial. También oyó el crujido de la servoarmadura al recibir los impactos, pero Haegr ya corría a toda velocidad y la fuerza de los proyectiles no fue capaz de detenerlo ni tan siquiera un instante. Otros tres marines de los Mil Hijos comenzaron a disparar contra Haegr.

Quizá el verdadero motivo de su titubeo momentáneo era que no sabían cuál era el mejor modo de matar a un marine espacial gigantesco. Ragnar miró a los Mil Hijos y sintió más que vio las emociones que irradiaban. Las armaduras de color dorado y lapislázuli evocaban con todos aquellos símbolos y marcas los recuerdos primigenios de los dioses más antiguos de la humanidad. Sobre las pulidas superficies metálicas se retorcían y fusionaban unas siluetas demoníacas. Ragnar captó el odio inmisericorde que ardía en el interior de sus enemigos mientras disparaban incesantemente contra Haegr.

Ragnar sabía que su oponente era un hechicero experimentado. Quizá no tan poderoso como Madox, pero sin duda un enemigo con el que debía tener cuidado al enfrentarse. Los dos últimos miembros del Cuchillo del Lobo desenvainaron las espadas y cargaron. La hoja rúnica del arma de Ragnar brilló al acercarse al enemigo. Torin pulsó la runa de activación de su espada.

El hechicero hizo un gesto en dirección a sus atacantes. Ragnar vio un destello, y un rayo de energía oscura lo levantó por los aires y lo arrojó hacia atrás como si no fuera más que el juguete de un niño. Giró de forma instintiva en el aire y aterrizó rodando sobre sí mismo hasta quedar en cuclillas. Torin no era tan ágil como su hermano de batalla, por lo que cayó con fuerza contra el suelo sobre uno de los hombros.

Los motores de la lanzadera rugieron al ponerse en marcha. La rampa de desembarco bajó y aparecieron varios soldados de la fuerza de combate de la Casa Belisarius. Empuñaban rifles láser, pero no pudieron disparar contra los marines del Caos porque Haegr ya casi estaba entre ellos y no quisieron arriesgarse a darle a uno de los suyos. Gabriella vio la rampa bajada y salió corriendo desde su cobertura detrás de una pila de cajas en dirección a la lanzadera. Haegr por fin llegó hasta sus enemigos.

—¡Os enfrentáis al poderoso Haegr! —les gritó al mismo tiempo que blandía el martillo contra el casco de uno de sus oponentes.

El arma impactó con un sonoro estruendo y el marine del Caos salió despedido hacia atrás. Unas llamas parpadeantes se escaparon por el agujero del tamaño de la cabeza del martillo que se había abierto en la armadura de su oponente. Las criaturas a las que se enfrentaban eran espíritus de los muertos que habitaban en el cascarón vacío de unas armaduras antiguas.

Ragnar aulló y cargó contra el hechicero. Los marines del Caos le apuntaron con los bólters y sus disparos impactaron con una puntería increíble. El Lobo Espacial dejó de cargar en línea recta y rodó por el suelo para luego dar un gran salto y así convertirse en un objetivo menos fácil. Ragnar era fuerte, pero su mejor característica física eran sus tremendos reflejos.

Torin afirmó los pies en el suelo y abrió fuego con el bólter, lo que llamó la atención de sus oponentes. La escuadra enemiga recibió un impacto tras otro. Por desgracia, sus antiguas armaduras resistieron los proyectiles, pero Ragnar sabía que Torin había conseguido llamar su atención. Llegaría a las filas enemigas en un segundo.

El hechicero pronunció una frase en una lengua desconocida y otro rayo de magia oscura le salió centelleante de las manos. Ragnar se echó hacia la izquierda, pero el rayo lo siguió. El Lobo Espacial dejó escapar un aullido de dolor cuando la energía arcana lo lanzó contra una pila de cajas violentamente. Empezó a ver puntitos delante de los ojos y sintió un tremendo dolor en cada lugar donde le había impactado un proyectil bólter. Se agarró a una tubería de combustible para intentar ponerse en pie otra vez.

Torin se esforzó por esquivar los disparos de respuesta de los marines del Caos, pero eran demasiados. Poseían una puntería equivalente a la de los Lobos Espaciales, y acribillaron a Torin. Haegr se estaba enfrentando a la vez a tres de ellos. Aunque ninguno era rival para la fuerza del gigantesco Lobo Espacial o para su habilidad con el martillo, seguían siendo unos adversarios formidables. Haegr ya empezaba a jadear y el martillo se movía en arcos lentos y un poco descontrolados. Lo estaban obligando a retroceder, y sus enemigos estaban consiguiendo ventaja.

Ragnar sintió que la rabia se apoderaba de su corazón. El lobo que habitaba en su alma aulló y él se unió a ese aullido. Se lanzó a por el hechicero y los demás marines del Caos. Esta vez consiguió llegar hasta el hechicero y le clavó la espada en mitad del casco. El arma partió la antigua ceramita y rompió las protecciones mágicas para acabar sobresaliendo por el otro lado del casco de su oponente.

El garra sangrienta sacó el arma con un rugido y la blandió contra el siguiente marine del Caos. El antiguo guerrero alzó el bólter en un intento de detener el golpe, pero la espada partió en dos el arma del enemigo. Ragnar siguió bajando el brazo de la espada, pero levantó el otro brazo al mismo tiempo y abatió a su contrincante con dos proyectiles que le disparó a quemarropa con la pistola bólter.

Un instante después, recibió un tremendo golpe en la nuca que lo derribó.

El otro guardia del hechicero se colocó sobre Ragnar y le disparó a la espalda. El Lobo Espacial notó cómo la mochila se partía y el proyectil le rozaba la espina dorsal. Los corazones de su cuerpo, alterados genéticamente, latieron con fuerza cuando su anatomía modificada se esforzó por reparar los daños internos que había sufrido.

Ragnar rodó sobre sí mismo y le propinó una patada a su atacante. El marine del Caos trastabilló hacia atrás y casi perdió el equilibrio. El Lobo Espacial consiguió incorporarse y le atravesó el abdomen con la espada.

Unas llamaradas brillaron en el interior del casco de su enemigo. Aunque estaba perdiendo su esencia vital, el marine del Caos intentó agarrarlo por la garganta empalándose más todavía en la espada.

—Madox se sentirá satisfecho por tu muerte —graznó.

—Vete al infierno —le contestó Ragnar mientras le colocaba el cañón de la pistola bólter en mitad de la frente. Luego, apretó el gatillo. El marine del Caos se desplomó sobre el extremo de la espada.

Ragnar se dio cuenta de que había matado a tres de sus enemigos en los segundos anteriores. Se tomó un momento para evaluar la situación. Haegr estaba cerca de él, y había acabado con otro oponente, que se sumaba al primero, pero ya se estaba tambaleando, y Ragnar se preguntó cuánto tiempo más aguantaría. Torin estaba en el suelo, algo más cerca de la lanzadera, y estaba intentando ponerse en pie. El combate se había igualado: cuatro marines del Caos contra tres Lobos Espaciales. A pesar de las heridas que había sufrido, Ragnar sabía que la victoria estaba a su alcance.

El cuerpo del hechicero se levantó del suelo del hangar como si alguien tirara de él con unos hilos invisibles. Los guanteletes de su armadura quedaron envueltos en llamas azules. A Ragnar se le erizó el pelo de la nuca y abrió los ojos de par en par cuando el cuerpo sin vida alzó las manos.

La realidad se estremeció. De la armadura surgió una descarga de fuego y Ragnar tuvo que protegerse la cara tapándosela con un brazo. Oyó el eco de una risa enloquecida resonar por todos lados, y un repugnante olor dulzón le llenó las fosas nasales.

Algo comenzó a materializarse en el centro del hangar. Una criatura quedó flotando en el aire, meciéndose bajo el influjo de unos vientos que no existían. Su cuerpo era azul y rosa, y los colores se iban alternando entre sí. De aquella masa burbujeante y retorcida salieron vanos tentáculos que se dirigieron hacia los Lobos Espaciales.

Ragnar se sintió sobrecogido por una oleada de horror y repugnancia, pero a pesar de ello, alzó su espada en gesto desafiante. Si aquello era el final, moriría como un verdadero Lobo Espacial. Echó la cabeza hacia atrás y soltó un aullido todo lo largo y potente que pudo, hasta que ahogó el sonido de las risotadas de aquel demonio.

Cuando bajó la cabeza, le llegó el sonido de un aullido de respuesta, un aullido que poseía un tono metálico. Con un fuerte estruendo, la pared del hangar se agrietó y aparecieron grandes fisuras en el rocacemento. De repente, toda una sección se vino abajo y quedó convertida en polvo.

Gymir Puño de Hielo, el venerable dreadnought de la gran compañía de Berek Puño de Trueno, aulló de nuevo mientras entraba en el hangar.

Ragnar pensó que Russ se encargaba de cuidar a los suyos, y que los suyos se encargaban de acabar con el enemigo.

El suelo se estremeció con cada paso del enorme dreadnought. Detrás de aquel poderoso guerrero aparecieron más Lobos Espaciales de la gran compañía de Berek. Era una entrada digna de una saga.

La visión del venerable dreadnought y la llegada de tantos hermanos de batalla fue una inspiración para Ragnar. Entonó un himno de alabanza a Russ y cargó contra el demonio con renovado vigor. Lanzó tajos a izquierda y derecha y se convirtió en un torbellino de destrucción. Varios tentáculos salieron volando por los aires y salpicaron todo el lugar de icor negro.

—¡Ragnar Blackmane! —gritó Mikal mientras él y sus hermanos de batalla entraban en el hangar detrás del dreadnought. Ragnar les había salvado la vida tanto a Mikal como al señor lobo en un combate a bordo de un pecio espacial, y Mikal siempre había buscado la oportunidad de pagarle esa deuda.

Ragnar se distrajo un momento y miró hacia Mikal. Un tentáculo lo agarró por el brazo con que sujetaba la espada con una velocidad sobrenatural y otro se le enrolló alrededor del cuello. Uno de los tentáculos que había amputado serpenteó por el suelo y lo atrapó por una pierna. Ragnar le lanzó un escupitajo al demonio mientras intentaba soltarse con la mano que le había quedado libre.

—¡Por Russ! —bramó Gymir.

El gran dreadnought propinó un tremendo golpe con el puño de combate a la masa central del demonio. Una enorme descarga de energía surgió del puño de combate y los tentáculos se apresuraron a soltar a Ragnar para preocuparse de su propia defensa.

Uno de los marines del Caos consiguió con un golpe que a Haegr se le escapara de la mano el mango del martillo mientras un segundo marine intentaba atravesarle la servoarmadura con una espada sierra. Saltó un chorro de chispas, pero habían aprovechado demasiado tarde su ventaja. Dos de los cazadores grises se abalanzaron sobre ellos y los atacaron con hachas y disparos de pistola bólter. Los marines del Caos se volvieron hacia sus nuevos atacantes y dejaron a Haegr a un lado.

Mikal y otros tres Lobos Espaciales se enfrentaron a los dos marines del Caos que estaban atacando a Torin. Con un aullido unánime, los cuatro cargaron contra los enemigos. Mikal destrozó a uno de ellos con un golpe del puño de combate abriéndole un tremendo agujero en la armadura. Un chorro de humo y fuego aullante salió por el desgarro y la armadura, ya vacía, cayó al suelo.

El segundo marine del Caos alzó su espada sierra para defenderse del primer cazador gris que lo atacó. Gracias a una hábil parada, no sólo bloqueó el golpe del Lobo Espacial, sino que además lo desarmó. Un disparó de bólter en mitad del pecho derribó a este primer cazador gris un momento antes de que un segundo atacante se le echara encima.

Este segundo Lobo Espacial parecía estar más descansado y ser más decidido que el primero, por lo que consiguió derribar al marine del Caos. Los dos quedaron trabados en un brutal combate cuerpo a cuerpo que los hizo rodar por el suelo del hangar mientras cada uno se esforzaba por conseguir una posición ventajosa y propinar un golpe letal. Al final, el filo del arma del Lobo Espacial mató al marine del Caos al encontrar un resquicio en la gorguera del casco y arrancárselo de cuajo.

Los cazadores grises que atacaron a los oponentes de Haegr parecían estar igualados con los marines del Caos. Los miembros de los Mil Hijos lanzaban golpe tras golpe de forma incesante, como si no sintieran dolor ni cansancio, mientras que los ataques de los cazadores grises fueron cada vez más débiles después de la carga inicial. Haegr recuperó su martillo de trueno y se puso en pie de nuevo. Luego lo blandió contra la espalda de uno de los arcanos guerreros, y con un estruendo, la mochila del marine del Caos explotó en un estallido dorado y lapislázuli. Su enemigo cayó, y ya no volvió a levantarse.

Ragnar intentó ponerse en pie mientras contemplaba los instantes finales de la batalla. Un cazador gris empuñó una hoja de doble filo con una mano y le propinó un terrible tajo al último marine del Caos que quedaba en pie. Gymir Puño de Hielo agarró con los dos puños de combate la masa central del demonio. La criatura de la disformidad azotó una y otra vez con sus tentáculos el cuerpo mecánico del marine espacial enterrado en su interior, pero aquello no le causaba terror a alguien que había visto la muerte cara a cara. Un extraño fuego de disformidad rodeó al demonio formando un aura, pero Gymir aguantó con firmeza. Un momento después, el dreadnought separó con fuerza los brazos y desgarró al demonio en dos trozos. Las luces del hangar parpadearon y se oyó un terrible chillido, pero se interrumpió de golpe. No quedó nada del demonio, y el dreadnought se irguió triunfante en el lugar del combate.

La lucha había acabado, pero los Lobos Espaciales se mantuvieron en guardia unos momentos más antes de permitirse respirar con tranquilidad. Haegr se apoyó sobre el martillo, rodeado de enemigos muertos, para recuperar las fuerzas. Lady Gabriella examinó las heridas de Torin, y los soldados de la Casa Belisarius formaron un semicírculo a su alrededor. Los demás Lobos Espaciales se reagruparon a la espera de nuevas órdenes. Ragnar sintió que todo le daba vueltas mientras se dirigía hacia la lanzadera. La voz de Mikal lo llamó desde muy lejos.

—¡Blackmane! ¿Cuántos miembros más hay del Cuchillo del Lobo?

Ragnar estaba agotado.

—Por lo que yo sé, en este planeta sólo quedamos nosotros tres. Creo que todos los demás están muertos.

—Lady Gabriella, he recibido la orden del señor lobo de regresar cuanto antes al Puño de Russ. Su lanzadera parece lo bastante grande como para que quepamos todos. ¿El compartimento de carga es lo bastante amplio como para llevar un dreadnought?

Gabriella miró a los soldados de la Casa Belisarius, quienes asintieron con la cabeza. La lanzadera disponía de un compartimento de carga amplio para llevar suministros a los lugares que se encontraban bajo la custodia de la Casa Belisarius.

—Estamos preparados para llevarlos hasta el señor lobo —le contestó ella.

★ ★ ★

La lanzadera salió disparada hacia el cielo. Al hacerlo, las puntas de las alas rozaron las llamas de las columnas de fuego que surgían de la superficie de Lethe. Ragnar sabía que tardaría mucho tiempo en regresar, si alguna vez lo hacía. Echó un vistazo por la portilla de observación hacia la ciudad que dejaban atrás.

—¡Por Russ! —soltó.

Era tal y como lord Berek se lo había descrito. Las tremendas explosiones trazaban la silueta de un ojo llameante a lo largo de toda la ciudad destrozada. La rabia se le mezcló con el miedo en el corazón. ¿Qué clase de ritual exigía un símbolo tan inmenso? Ragnar negó con la cabeza y apartó la mirada del repugnante símbolo.

Los sobrehumanos poderes curativos de Ragnar le habían permitido estar casi recuperado del todo de las heridas que había sufrido en el combate. Tanto Haegr como Torin estaban sentados y en silencio. Este último tenía los ojos cerrados. Ragnar no se dio cuenta hasta ese momento de la tremenda cantidad de proyectiles de bólter que habían impactado en sus hermanos de batalla. El valeroso Torin no emitía queja alguna. En vez de eso, se mantenía concentrado en su interior, forzando con su voluntad que las heridas se curaran. Ragnar sabía que sus camaradas no tardarían en estar listos de nuevo para combatir.

Miró a Mikal y a los demás Lobos Espaciales. Todos mostraban señales de haber sufrido heridas en los combates, pero Ragnar sintió el profundo deseo que albergaban de reunirse con su señor lobo en el espacio. Habían luchado en incontables batallas, y lucharían en otras tantas más.

Ragnar pensó que los miembros del Cuchillo del Lobo parecían estar fuera de lugar si se los comparaba con aquellos guerreros. Los detalles decorativos y el bigote acicalado de Torin le daban un aspecto de petimetre. Haegr parecía estar completamente fuera de forma, parecía ser una caricatura de Lobo Espacial. Sin embargo, eran los hermanos de batalla de Ragnar, con una capacidad de combate que jamás habría adivinado a primera vista. Se preguntó qué aspecto tendría él mismo. Aún más: se preguntaba qué pensarían de él los guerreros de Berek.

Era miembro de la gran compañía de Berek Puño de Trueno cuando había perdido la Lanza de Russ. ¿Habría llevado la vergüenza a la compañía? ¿Cómo pensar lo contrario? Ragnar se preguntó también si sus antiguos hermanos maldecirían su nombre. Aquellos guerreros jamás le mostrarían señal alguna de lo que estaban pensando, y Mikal Stenmark nunca le había prestado atención. Éste miró a Ragnar.

—Llegaremos al Puño de Russ y desembarcaremos para unirnos a los combates entre naves. —Ragnar sintió que el corazón le daba un brinco. Lucharía junto a los Lobos Espaciales. Mikal siguió hablando—. Vosotros, el Cuchillo del Lobo, esperaréis a bordo de esta lanzadera a que os lleguen nuevas órdenes. Supongo que regresaréis al “Alas de Belisarius”. No os preocupéis. Nosotros nos encargaremos de esta incursión del Caos.

Ragnar se sintió deprimido al principio, pero luego la rabia y la frustración se apoderaron de él.

Lady Gabriella entró procedente de la cabina de mando y se sentó en uno de los asientos, donde se colocó el arnés de seguridad. Estaba más pálida de lo habitual, pero había recuperado su gracilidad y su fortaleza interna.

—Tenemos un problema. He hablado con el navegante del Puño de Russ. Unas turbulencias inusuales en la disformidad han cegado a los astrópatas. No podemos avisar a Fenris de lo que ha pasado.

La lanzadera viró con brusquedad hacia una nube de explosiones silenciosas. Luego se dirigieron directamente hacia el Puño de Russ. A Ragnar le dio la impresión de que podía sentir a la nave dar la vuelta mientras se acercaban al puente de aterrizaje.

Los miembros de la Guardia del Lobo comprobaron sus armas. Se hicieron un gesto de asentimiento tos unos a los otros a modo de saludo y Ragnar vio que intercambiaban sonrisas. Estaban preparados para el combate. Ragnar deseó ser uno de ellos.

La lanzadera aterrizó con un golpe seco y fuerte en el hangar. El tren de aterrizaje chirrió al rozar con la cubierta del Puño de Russ. Por las portillas de observación se vio una lluvia de chispas. Ragnar oyó cómo se abrían las compuertas del compartimento de carga y sintió las fuertes pisadas de Gymir Puño de Hielo al bajarse de la lanzadera.

Los demás Lobos Espaciales se soltaron de inmediato los arneses y también se apresuraron a bajar. Mikal se detuvo un momento y miró a Ragnar una última vez.

—Una dura batalla la de ahí abajo, Blackmane. Tienes un don especial para encontrar problemas. Que el Emperador te proteja —dijo, y se bajó en seguida sin añadir nada más.

Ragnar se preguntó qué habría querido decir con aquello, pero estaba demasiado cansado para ponerse a meditar sobre tantos asuntos como ése.

—Lady Gabriella, el señor lobo desea hablar con usted —le dijo el piloto.

Gabriella se desabrochó el arnés de seguridad y regresó a la parte delantera de la nave. Ragnar fue capaz de captar la parte de la conversación de Gabriella gracias a su agudizado sentido del oído.

—Sí, mi señor lobo. Para mí será un honor avisar de este incidente a Fenris —dijo—. Piloto, llévanos a nuestro crucero, el Alas de Belisarius. El señor lobo Berek nos ha encomendado la tarea de llevarle el mensaje sobre esta batalla al Gran Lobo. Avisa al Alas de Belisarius de que debemos atravesar la disformidad y llegar a Fenris.

A los pocos instantes, la lanzadera abandonó el hangar del Puño a Russ y se dirigió al Alas de Belisarius.

Pocos minutos después, la lanzadera atracó en el Alas de Belisarius. El crucero era capaz de viajar por la disformidad y poseía un buen armamento, pero apenas era rival para cualquiera de las naves de la flota de los Lobos Espaciales. Ragnar sabía que se les estaba apartando de la batalla, que los enviaban a Fenris porque el señor lobo Berek Puño de Trueno pensaba que el Cuchillo del Lobo no podría ayudarlo a derrotar a la flota del Caos. Lo que más enfurecía a Ragnar era saber que el señor lobo estaba en lo cierto.

Los miembros del Cuchillo del Lobo y la tripulación de la lanzadera desembarcaron con rapidez. Los servidores del hangar comenzaron a asegurar la lanzadera para el viaje por la disformidad del Alas de Belisarius. No había tiempo que perder. Gabriella ya se estaba poniendo en contacto con el puente de mando.

—Capitán, ya estamos a bordo. Nos pondremos los arneses de seguridad lo antes posible. En cuanto estemos asegurados, no deberíamos perder tiempo. Tenemos que llegar a Fenris cuanto antes —le dijo al comandante de la nave.

—Haegr volverá de nuevo a Fenris. Que los propios dioses tiemblen en sus salones celestiales —aulló el enorme Lobo Espacial.

Un escarabajo salió volando de debajo de la hombrera de la armadura de Ragnar cuando el grupo abandonó el hangar para dirigirse por uno de los pasillos principales hasta los asientos de seguridad. Ragnar lo aplastó contra la pared.

—Ya estoy harto de Hyades.

—Menudo sitio para venirnos de vacaciones —bromeó Haegr, pero Ragnar ni siquiera sonrió.

★ ★ ★

Torin pasó una mano por encima de las runas de activación de la puerta que daba a una de las cámaras de transporte de la nave. Dio un paso atrás para permitir que Gabriella fuera la primera en entrar en la estancia, y lo hizo con un gesto tan galante que Ragnar estuvo seguro de que ya se había recuperado por completo.

—Capitán, estamos preparados —anunció Gabriella por su comunicador.

Luego se sentó y se colocó los arneses de seguridad. Los demás se apresuraron a imitarla.

—Activar retenciones y arneses. Preparados para entrar en la disformidad —fue la orden que oyeron por los altavoces de la nave. Gabriella miró a Ragnar.

—Lo siento. Serviste con ellos antes de entrar a formar parte del Cuchillo del Lobo —le dijo.

—¿Qué es lo que siente? —le preguntó Ragnar mientras acababa de asegurarse los arneses.

—Hay demasiadas naves del Caos. No lograrán sobrevivir —declaró ella con voz llena de certidumbre.

Ragnar apretó la mandíbula.

—Son Lobos Espaciales.

Antes de que Gabriella pudiera responder, la realidad se dobló sobre sí misma y los colores de la estancia se alargaron y cambiaron. Ragnar perdió todo el sentido del tiempo y del espacio. El Alas de Belisarius había entrado en el espacio disforme.

★ ★ ★

El señor lobo Berek Puño de Trueno contempló desde la ventana de observación cómo se acercaban los atacantes. De las rampas de lanzamiento del crucero Styx salieron oleadas de naves de ataque. Cubrieron el espacio como murciélagos gigantescos y taparon la luz del sol y el brillo de las estrellas. Berek sabía que le había llegado el momento de buscar un lugar en las sagas, pero ¡por Russ que lo recordarían a él y a sus guerreros!

Aquella mortífera nube descendió hacia los Lobos Espaciales. Berek soltó una maldición en voz baja. Los guerreros de su gran compañía se habían superado a sí mismos. Habían combatido contra los Ángeles Oscuros hasta detenerlos y además habían encontrado fuerzas para destruir más marines del Caos de los Mil Hijos de lo que cualquier táctico hubiera creído posible.

Berek recordó el abordaje al crucero del Caos.!ja! Ésa era la clase de experiencias que hacían que a un hombre le ardiera la sangre en las venas. Habían matado a la tripulación mutante y habían hecho estallar el núcleo de energía. Dos cruceros del Caos habían caído bajo el poder del Puño de Russ. En esos momentos, era el crucero de la clase Styx el que los atacaba, y ellos flotaban cojeando por el espacio, muy dañados. Berek sabía que el casco de la nave no aguantaría mucho más.

—¡Vamos, malditos traidores! ¡Venid a destruirnos si podéis! —exclamó, amenazando al enemigo con el puño de combate.

—Mi señor, lady Gabriella y el Alas de Belisarius han conseguido entrar en la disformidad —le informó el guía de la nave.

—No todo está perdido. Ella avisará a Logan Grimnar —comentó el señor lobo antes de seguir gritándole al Styx—. ¡Arded en el infierno, traidores!

En ese preciso instante, como si se hubieran sentido intimidados por los improperios del señor lobo, la oleada de bombarderos y cazas enemigos se estremeció y a continuación dio media vuelta para regresar al Styx.

—¡Por las Puertas de Morkai! ¿Qué es lo que...? —se preguntó Berek.

De repente, la barcaza de combate de los Ángeles Oscuros apareció en las pantallas pictográficas del Puño de Russ. El Vinco Redemptor disparó contra el Styx con todas sus armas, y los rayos de energía iluminaron el vacío del espacio con su furia sagrada. Una miriada de pequeñas naves, también de los Ángeles Oscuros, surgió procedente de la popa de la poderosa barcaza de combate y empezaron a disparar al unísono.

Los Ángeles Oscuros habían regresado. Los cazas de ese capítulo atacaron por la retaguardia a las naves supervivientes de la flota del Caos y dispararon tremendas descargas de energía contra las naves enemigas. El Vinco Redemptor no mostró piedad alguna y disparó una andanada tras otra contra el Styx. Varias secciones de gran tamaño del crucero del Caos brillaron al rojo vivo antes de estallar en mil fragmentos fundidos.

Los Astartes habían vencido. Berek alzó el puño y el corazón le latió con fuerza.

—Mi señor lobo Berek, estamos recibiendo un mensaje —le informó el oficial de comunicaciones.

En la pantalla apareció el rostro del capellán interrogador Vargas.

—Señor lobo Berek Puño de Trueno, os doy la enhorabuena y alabo vuestro esfuerzo y el de vuestros guerreros. Vuestra maniobra de distracción nos proporcionó tiempo para que pudiéramos hacer reparaciones y flanquear al enemigo. Lion quedará vencedor hoy. ¡Alabado sea el Emperador! —Su voz conservaba aquel tono metálico.

—¡Alabado sea el Emperador! ¡Nos abandonaron! ¡Huyeron y nos dejaron solos en el combate! —gritó Berek cuando la sensación de victoria se vio reemplazada por la rabia—. ¡Dijo que se marchaban!

—No podíamos decir la verdad por un canal de comunicación abierto, mi señor lobo. Somos un capítulo tan orgulloso como el suyo. Nuestra intención desde el principio fue atacarlos por el flanco. He de admitir algo: no esperábamos que consiguieran destruir tantas naves enemigas. Reciba nuestro reconocimiento, señor lobo. Y ahora, que nuestros dos capítulos luchen como hermanos contra este enemigo y destruyamos al Caos.

—Destruyamos al Caos —contestó Berek, asintiendo.

La transmisión se cortó. Berek seguía sin confiar en los Ángeles Oscuros, pero gracias a ellos podrían ganar esta batalla.

—Motores a toda potencia —ordenó el señor lobo. Luego encendió el sistema de comunicación interno de la nave—. Los Ángeles Oscuros han decidido unirse al combate. Vamos a recordarles quién ganó esta batalla. ¡Por Fenris! ¡Por Russ! ¡Por el Emperador!

Berek oyó cómo los vítores de sus tripulantes recorrían todo el Puño de Russ.