CAPÍTULO 5
Escalada
El grupo de eliminación de los Ángeles Oscuros había estado moviéndose por las minas abandonadas desde su huida ante los Lobos Espaciales y las fuerzas de defensa de Hyades. Jeremiah les había obligado a no detenerse para asegurarse de lograr escapar por si alguien los estaba siguiendo. También los había mantenido en movimiento para tener tiempo y prepararse para la inevitable discusión que iba a tener lugar. Él y sus hermanos eran Ángeles Oscuros, Adeptus Astartes, Marines Espaciales. Acababan de retirarse de un combate y, por si eso no fuera suficiente, se habían retirado ante una jauría de Lobos Espaciales, los enemigos ancestrales del capítulo de los Ángeles Oscuros. Sus hermanos no se habían retirado de buena gana, y como los animaba a dar su opinión, sabía que tendrían una idea bien formada de lo sucedido, idea que debería ser reconducida.
Una sala anexa a uno de los túneles les proporcionó un lugar adecuado para detenerse.
—Hermanos, nos detendremos aquí para planear nuestro siguiente movimiento —dijo Jeremiah a su equipo—. Elijah, Marius, haced guardia junto a la puerta.
El resto del grupo tomó posiciones por toda la sala. Había barriles y cajas vacías tiradas por doquier. De las paredes colgaban unos antiguos sistemas de iluminación, y puesto que su fuente de energía interna seguía intacta, generaba una fantasmagórica luz crepuscular que inundaba toda la estancia.
Jeremiah observó cómo Sebastian paseaba arriba y abajo de la sala con una mezcla de rabia y decepción en la cara. De vez en cuando miraba hacia arriba, como si tuviera la intención de decir algo, pero cambiaba de idea en el último minuto. Nathaniel estaba de pie junto a una gran caldera de metal, en el lado opuesto a Jeremiah. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, y apoyaba los hombros en la pared. Su expresión era de compostura y control. Jeremiah sabía que jamás hablaría abiertamente contra él.
Sin embargo, sabía que tenía sus dudas. El resto miraba a los otros tres, sintiendo la tensión que iba creciendo en el ambiente. Esperaban a que estallara el inevitable enfrentamiento.
—Sebastian, ¿quieres decirnos algo? —le preguntó Jeremiah.
—Con todo el respeto, no —dijo Sebastian.
—Sebastian, todos tenemos la misma voz en el Orgullo de Lion, ya lo sabes. Jeremiah escuchará lo que tengas que decir —le ofreció Nathaniel.
—No me gusta retirarme, sea cual sea la razón. No hay honor en una acción así —masculló Sebastian.
—¿Alguno más comparte las preocupaciones de Sebastian, hermanos? —Jeremiah miró a los ojos a cada uno de los miembros del equipo, y todos asintieron, hasta que llegó a Nathaniel.
—¿Y tú, Nathaniel? —le preguntó Jeremiah.
—Digamos sólo que las entiendo, hermano —le contestó Nathaniel.
—Yo también, Nathaniel, yo también. Sin embargo, hay cosas más importantes que el honor personal, Sebastian. —Las palabras de Jeremiah dejaron mudos a sus hermanos, y los observó nuevamente a todos para ver sus reacciones—. Sí, nos hemos retirado, pero no nos hemos retirado por miedo o por haber sido derrotados. Nos hemos retirado para proteger algo que no podemos arriesgarnos a perder.
Jeremiah observó cómo sus palabras empezaban a calar. Sebastian levantó la mirada del suelo y lo miró directamente a la cara. Nathaniel se incorporó, descruzando los brazos, recuperando el aspecto guerrero que él recordaba.
—No hemos sacrificado nada. Mantenemos intacto nuestro honor porque teníamos que proteger algo mucho más importante que nosotros mismos: el honor de nuestro capítulo. El éxito de nuestra misión es lo más importante. Hermanos, la forma de ganar honor es manteniendo nuestra palabra.
Con estas palabras el equipo volvió a recomponerse, preparado para seguir con la misión. Jeremiah observó a Nathaniel, su más querido y viejo amigo. Éste simplemente le respondió con un movimiento de cabeza para asegurarle que tenía razón.
★ ★ ★
Una daga de luz rasgó el manto negro de estrellas, dejando una serrada lágrima en el tejido espacio-temporal. Imperceptiblemente, la lágrima fue expandiéndose hasta convenirse en un agujero rebosante de luz. El tiempo se detuvo, haciendo que un mero instante pareciera una eternidad, hasta que algo surgió de la luz.
La cubierta de lanzamiento de proa de la astronave fue lo primero que entró en el espacio real. Una figura alada cubierta por una capa y señalando con una espada hacia arriba dominaba la parte superior de la entrada de la cubierta, desafiando a todos los que se cruzaban en su camino. Con un murmullo, el resto de la barcaza de combate de los marines espaciales salió de la lágrima y completó su reentrada en el espacio real. El agujero de luz se cerró detrás de la nave.
El color verde oscuro de la nave la hacía casi invisible contra la oscuridad del espacio. Tras unos instantes, las luces de posición se encendieron con intermitencia, delimitando la silueta de ese monstruo de la tecnología imperial. En la proa, las palabras Vinco Redemptor se hicieron visibles. Y el símbolo de la espada alada de los Ángeles Oscuros pudo distinguirse claramente encima del nombre.
El capellán interrogador Vargas dominaba el puente de la barcaza de batalla. Su mera presencia parecía controlar todas las funciones de la nave. Su mirada pasaba de una estación de control a otra, comprobando que todo estaba en orden. Era el amo supremo a bordo de su nave.
—Señor capellán, hemos salido del espacio disforme al espacio real sin ningún contratiempo. Hemos entrado en el sistema Hyades. —La voz del adepto revelaba su alivio.
Vargas acarició el pesado tomo que colgaba de su cinturón: un antiguo volumen con incrustaciones de oro y el símbolo del capítulo en la cubierta. Tan sólo él tenía permiso para ver su contenido. Un rosario dorado colgaba de una cadena de oro alrededor de su cuello. Su vestimenta cubría la casi totalidad de la servoarmadura verde oscuro, ocultando parcialmente el águila imperial de la placa pectoral. Aunque la capucha de su vestimenta le ocultaba la cara, su ojo biónico brillaba tenuemente rojo bajo la capucha. Un crozius arcanum, la antigua arma de su orden, colgaba del lado izquierdo de su cinturón.
El maestro del capítulo había enviado a Vargas a Hyades para recuperar a uno de los Caídos. Había infiltrado un equipo de eliminación en secreto con la esperanza de evitar un enfrentamiento innecesario y recuperar al traidor sin incidentes. El grupo de combate tenía instrucciones de no sólo capturar a su objetivo, sino también de evaluar la extensión de su contaminación.
Vargas estudió los podiums de comunicaciones, confirmando que no se había recibido ningún mensaje del equipo de combate desde su infiltración. Los tripulantes no lograron encontrar ninguna señal de la Thunderhawk que estaba preparada para una retirada de emergencia del equipo. Vargas tuvo que llegar a la conclusión de que el equipo se había visto comprometido o había sido totalmente destruido. Lo sucedido se aclararía con el tiempo.
Vargas se dio la vuelta, recorriendo la longitud del puente hasta situarse justo detrás de la posición del piloto. El adepto echó una rápida mirada hacia el capellán interrogador en un esfuerzo por dar a entender que era consciente de su presencia, antes de volver rápidamente su atención al pilotaje del Redemptor.
—¿Distancia hasta Hyades? —preguntó el capellán interrogador. Su voz rasposa tenía una cierta cualidad metálica.
—Aproximadamente veinticinco millones de kilómetros, señor capellán —replicó el piloto.
Vargas asintió.
—Comunicaciones, contacte con nuestro equipo de combate en Hyades. Compruebe si pueden responder.
Vargas se dirigió hacia la consola de comunicaciones.
—Hay unos elevados niveles de interferencia, señor capellán, pero creo que sí, que tenemos una señal —le indicó el aliviado oficial de comunicaciones.
Vargas cogió el comunicador principal.
—Capitán Jeremiah, aquí el capellán interrogador Vargas a bordo del Vinco Redemptor. Responda. —Vargas hizo una pequeña pausa—. Capitán Jeremiah Gieyus del equipo de eliminación Orgullo de Lion, responda. —La impaciencia de Vargas se hizo evidente a pesar de la tonalidad metálica de su voz.
Lo único que recibió por respuesta fue una descarga de estática.
—Comunicaciones, ¿está seguro de que nuestra señal es suficientemente potente como para llegar? —preguntó Vargas.
—Si, señor capellán, nosotros... —fue interrumpido por la respuesta del equipo de combate.
—Aquí el capitán Gieyus del equipo de eliminación Orgullo de Lion informando, capellán interrogador Vargas —resonó con fuerza la voz de Jeremiah en los altavoces.
—Capitán Gieyus, ¿puedo asumir que han reducido al objetivo y están esperando la extracción?
—Negativo, señor capellán, hemos encontrado obstáculos inesperados en el curso de nuestra misión —dijo Jeremiah.
—Estoy confundido, capitán Gieyus. ¿Qué obstáculos inesperados?
—Penetramos en el palacio del gobernador, donde fuimos atacados por una pequeña fuerza de Lobos Espaciales. Para evitar ser capturados escapamos a las minas que hay bajo la ciudad —explicó Jeremiah.
—¿Lobos Espaciales?
—Los Lobos Espaciales están al servicio de la Casa Belisarius, administradores de Hyades. Su presencia no estaba prevista —dijo Jeremiah.
—La presencia de los Lobos Espaciales es inesperada, pero no tiene porqué preocuparnos en demasía, considerando el área del espacio en que se encuentran. ¿Han localizado ya a su objetivo? —Vargas estaba tratando de ocultar su frustración.
—No, señor capellán —respondió Jeremiah.
—Entonces, de acuerdo a mi plan original, desplegaré varias escuadras de Ángeles Oscuros para asegurar la ciudad y buscaremos al objetivo calle por calle, edificio por edificio.
Vargas casi parecía complacido. El interrogador era bien conocido entre las filas de los Ángeles Oscuros. Jamás había fallado en su persecución de los Caídos. Los atrapaba siempre. También era conocido por utilizar siempre todos los medios que tenía a su disposición para lograrlo. El antiguo secreto de los Ángeles Oscuros jamás sería revelado. Ése, por encima de cualquier otro, era su objetivo final.
—El objetivo debe ser capturado y llevado ante la justicia, capitán; cualquier otra consideración es secundaria. —Vargas estaba intentando esconder la preocupación en su voz.
—Lo entiendo, mi señor, pero una vez más le insisto que no es necesario asegurar toda la ciudad por un hereje, por peligroso que sea. El Orgullo de Lion localizará y capturará al Caído. Simplemente necesitamos más tiempo —insistió Jeremiah.
—Capitán Gieyus, habéis fallado en vuestra misión. Sin embargo, que no se diga que no soy un hombre justo. ¿Cuánto tiempo más necesitáis?
—Sólo nos hacen falta otras doce horas para localizar y asegurar el objetivo, lord Vargas. No volveremos a fallar —replicó Jeremiah.
—Mejor que sea así, capitán. Habéis tenido tiempo de sobra. Otro fallo no os dejaría muy bien en mi informe. —La amenaza de Vargas era bien clara.
—Mi señor cap...
La réplica de Jeremiah quedó interrumpida por un agudo pitido que afectó a todos los sistemas de comunicaciones, obligando a varios adeptos a taparse los oídos con las manos.
—Las cosas entre los Hijos de Lion funcionan de forma totalmente diferente a como las recordaba. —Una extrañamente potenciada voz resonó en los altavoces—. En mis tiempos, un fracaso como éste no se habría tolerado.
—Aquí el capellán interrogador Vargas de los Ángeles Oscuros. Identifíquese —ordenó Vargas.
—Así que me estoy dirigiendo al gran capellán interrogador Vargas. Me siento honrado; vuestra reputación os precede. Sin embargo, me habéis decepcionado sobremanera, Vargas —profirió la voz desconocida, riéndose.
—Repito, identifíquese —insistió Vargas.
—Creo que debería ser evidente para alguien de vuestra reputación. Nuevamente me habéis decepcionado. Muy bien, si debo hacerlo...: soy el que buscáis. —Sus risas llenaron una vez más el puente.
—¡No pienso malgastar saliva con los de tu ralea! Simplemente te ofrezco la posibilidad de rendirte para recibir tu justo castigo, o nos veremos obligados a utilizar la fuerza. —La voz de Vargas estaba dominada por la rabia y el desprecio.
—Como os he dicho, Vargas, me habéis decepcionado. Enviar un simple equipo de seis hombres, delegar en subordinados para que hagan vuestro trabajo. Lo digo en serio, Vargas, esperaba mucho más de vos. —La voz de su desconocido oponente destilaba veneno.
—Tenéis una visión distorsionada de vuestra propia importancia. Un simple equipo de combate es más que suficiente para apresaros. —La rabia se convirtió en furia en la voz de Vargas.
—¿Creéis que soy un aterrorizado refugiado encogido en una esquina? —Se rió de nuevo—. Estoy preparado para recibiros a vos y a vuestros Astartes, pero no creo que vosotros estéis preparados para mí. —Una vez más las risas llenaron el puente.
De repente, las alarmas defensivas empezaron a sonar por toda la nave, ahogando la horripilante risa. Vargas se giró rápidamente hacia la pantalla táctica. Adeptos y servidores reaccionaron rápidamente para identificar la amenaza.
—Señor capellán, varias plataformas de defensa orbital acaban de activarse. Estoy detectando baterías láser y tubos lanzatorpedos —el adepto gritaba para hacerse oír por encima de las alarmas.
—Señor capellán, estoy detectando diversos lanzamientos. ¡Salva de torpedos en camino!
—¡Ya lo veis, Vargas! ¿Finalmente comprendéis hasta qué punto me habéis decepcionado? —Con esa última invectiva, la voz se cortó.
Vargas sintió cómo su rabia crecía, pero era demasiado experimentado para permitir que la rabia lo dominara.
Ya era hora de acabar de una vez con todo esto, y de acabarlo a su manera. Se dio la vuelta para dar sus instrucciones cuando una voz sonó en el comunicador. Era la voz de Jeremiah Gieyus.
—Lord Vargas...
Vargas interrumpió a Jeremiah a media frase.
—El objetivo debe ser localizado, capturado y llevado a la justicia, capitán. Cualquier otra consideración es secundaria. Haced lo que haga falta para capturarlo. La amenaza de contaminación es demasiado grande, y se ha acabado el tiempo para las sutilezas. Voy a resolver esto a mi manera. —Vargas hizo una seña al oficial de comunicaciones para que cortara la transmisión.
—Piloto, llévenos a distancia de asalto. Que activen los escudos y todas las baterías de armamento —ordenó su voz metálica.
Los adeptos de armamento y de escudos repitieron las órdenes de Vargas mientras cumplían cada una de ellas con rapidez y precisión. Las puertas de acceso al puente se abrieron y dos Ángeles Oscuros entraron, tomando posiciones a cada lado de la puerta. Si la nave era abordada, defenderían el puente junto a los adeptos, los servidores y el propio Vargas.
Vargas activó las comunicaciones internas de la nave y siguió dando órdenes.
—Cubierta de lanzamiento cuatro, preparados para lanzar el escuadrón de Thunderhawks Alpha en misión de cobertura defensiva. Cápsulas de desembarco preparadas para lanzamiento inmediato. —Volvió a centrar la atención en el puente y continuó impartiendo órdenes—. Control táctico, muestre la posición actual del Redemptor y todas las demás naves del sistema.
Vargas se giró hacia la pantalla táctica. Una imagen holográfica cobró vida. El planeta Hyades estaba situado en el centro. Varias naves orbitaban a diferentes alturas por encima del planeta. La mayor parte de estas naves eran transportes y naves de carga situadas en órbitas de atraque estándar. Ninguna de ellas representaba una amenaza para el Vinco Redemptor. Sin embargo, las plataformas de defensa sí que eran peligrosas.
—Sus rejillas de energía deben de haber estado desactivadas mientras nos aproximábamos, lord Vargas, y estábamos demasiado lejos para una confirmación visual —informó el oficial táctico sin poder evitar mostrar su tensión en la voz.
Vargas estaba preocupado por el hecho de que las plataformas de defensa estuvieran desactivadas. Por no mencionar el hecho de que esas defensas no habían sido mencionadas en los informes de inteligencia. No era raro que un planeta como Hyades tuviera plataformas de defensa planetaria, pero dejarlas desactivadas para ocultar su presencia sí que era muy extraño. ¿Era posible que el Caído les hubiera preparado una trampa? Bien, si era una trampa, esos pobres imbéciles recibirían mucho más de lo que se habían imaginado.
—Parece que vamos a tener una lucha más dura de lo esperado. Tanto mejor —gruñó Vargas, con la expectación reflejándose en su voz metálica.
Vargas cogió el rosario y dejó que su mano descansara sobre las dos perlas negras que había en él. Un capellán interrogador conseguía una perla negra por cada Caído que confesaba sus pecados y buscaba la redención antes de morir. En esos momentos estaba decidido a capturar al Caído que le proporcionaría la tercera perla.
El capellán interrogador se dirigió rápidamente al puente de observación. Desde ese punto elevado, toda la nave se extendía frente a él. Podía ver sus baterías de armas cobrando vida, armas capaces de atravesar el casco de una nave con facilidad. Los cañones de bombardeo Planetario surgieron de sus bodegas cerradas; eran utilizados principalmente para reducir la efectividad del objetivo antes del despliegue de los marines espaciales. Sin embargo, hoy no tendrían esa función, pues no era necesario destruir la ciudad... todavía.
Las compuertas de los gigantescos tubos lanzamisiles se prepararon para disparar. Vargas sabía que en el interior de su nave la tripulación estaba dirigiéndose a la carrera a sus puestos de combate. Los servidores cibernéticos, medio hombres medio máquinas, seguían sus funciones programáticas, moviéndose por las zonas de la nave en que la radiación, el calor o el gélido vacío no permitían el acceso a los demás.
El comandante de los Ángeles Oscuros lo observaba todo desde el púlpito del puente de observación mientras la barcaza de combate se acercaba a Hyades. Unos pequeños puntos de luz centellearon atravesando el espacio en dirección a la gigantesca astronave. La andanada de torpedos que se acercaba ya casi los había alcanzado. Se agarró con fuerza y de forma inconsciente a los bordes del púlpito, preparándose para el inevitable impacto.
—Ya empieza —dijo Vargas en voz baja.
—Señor capellán, impacto de torpedos en veinte segundos —informó el adepto táctico.
Veinticuatro torpedos atravesaban el vacío en rumbo de colisión con el Redemptor. Las naves civiles y de carga entre los torpedos y su objetivo se desviaron y giraron, realizando bruscos cambios de rumbo y efectuando maniobras evasivas más propias de naves de combate para esquivar el muro de destrucción que se acercaba. Las torretas a bordo de la barcaza de combate vomitaron una tormenta de fuego defensivo contra los torpedos que se acercaban. Muchos de los torpedos, incapaces de alterar su rumbo, explotaron, mientras que otros pasaron muy lejos de su objetivo al desviarse por la andanada defensiva del Redemptor. Cuatro de ellos lograron atravesar los disparos defensivos sin alterar su rumbo. Las alarmas interiores se dispararon ante el inminente impacto.
—¡Cuatro torpedos siguen avanzando! —gritó el adepto, intentando hacerse oír por encima de las alarmas.
—Lancen torpedos... Preparados para el impacto. —La voz del capellán permaneció calmada y firme.
Los torpedos surgieron de sus tubos de lanzamiento en dirección a las plataformas de defensa. El Vinco Redemptor se inclinó violentamente hacia babor en un lento intento de presentar su lado más blindado a los torpedos, protegiendo las cubiertas de lanzamiento de la potencia destructiva que se dirigía hacia ellas. Al no estar diseñado para ser maniobrable, el Redemptor se resistió a ese movimiento antinatural, pero lentamente empezó a virar.
El primero de los torpedos impactó en la parte media de la nave. Varios destellos de energía azul radiaron en ondas a partir del punto de impacto cuando los escudos defensivos del Redemptor absorbieron la mayor parte de la energía del arma. Los dos siguientes torpedos provocaron que las ondas de energía azul recorrieran toda la nave cuando su energía también fue absorbida por los escudos defensivos. El cuarto torpedo explotó justo en el exterior de la cubierta de lanzamiento. El escudo de defensa, ya puesto al límite por los impactos anteriores, no fue capaz de resistir otro alcance directo.
La explosión atravesó las secciones menos blindadas del casco y las llamas engulleron la cubierta de lanzamiento. Fragmentos de metal y de placas de ceramita mataron a numerosos tripulantes que trabajaban en la cubierta. Las explosiones secundarias provocadas en los depósitos de munición y en los bidones de combustible multiplicaron la destrucción. Los sistemas automáticos antiincendios se activaron, ayudando a extinguir las llamas y a contener los daños.
Los servidores entraron en la cubierta dañada, limpiándola de restos y cascotes. Los tecnomarines se situaron cerca de la cubierta, iniciando el ritual de las ceremonias del ungimiento que permitirían reconducir los sistemas dañados y las funciones de control.
El Vinco Redemptor retomó su curso. Se encontraba casi a la distancia adecuada para lanzar la fuerza de desembarco. Las naves de transporte y de carga aparecían como pequeños puntos verdes en la pantalla táctica, puntos que se apartaban para evitar incidentes.
Vargas dejó de mirar desde el puente de observación para fijarse en la pantalla táctica. Entonces notó algo raro. Aunque las naves civiles se estaban dispersando, una de ellas seguía un curso de huida peligrosamente cercano a la barcaza de combate de los Ángeles Oscuros.
Las alarmas de colisión empezaron a sonar. Vargas volvió a fijarse en el puente de observación.
—¿Informe? —solicitó Vargas, aunque ya sabía la respuesta.
—Alarma de proximidad, señor capellán. Uno de los transportes se encuentra en rumbo de colisión hacia nosotros.
—Quiero ese transporte fuera de nuestra ruta de vuelo —ordenó Vargas.
—¿Señor capellán? —inquirió el oficial de control de fuego.
—Todas las baterías de babor, cañones de bombardeo dos y cuatro, apunten a esa nave y disparen.
La nave de transporte se estremeció cuando el Redemptor obedeció a su señor. El fuego láser y de plasma le atravesó el casco destruyendo el puente de la nave. Entonces, los poderosos cañones de bombardeo alcanzaron las bodegas. La nave se escoró, moribunda. Residuos de fuego y electricidad danzaron por el casco. Inesperadamente, el transporte explotó.
La fuerza de la explosión no tenía nada que ver con la que los motores de un transporte de ese tamaño hubieran sido capaces de producir. El estallido se expandió, como si en su muerte la nave se hubiera convertido en una estrella. El puente del Vinco Redemptor fue violentamente sacudido por la onda expansiva que alcanzó la astronave por su lado de babor. Llamas y restos llovieron como metralla, causando explosiones secundarias por toda la nave.
★ ★ ★
Jeremiah desactivó su comunicador e inspiró profundamente. Su mente regresó al momento en que se había presentado el informe de inteligencia para esta misión. El comandante Arael, Gran Maestre Supremo de los Ángeles Oscuros, había estado allí para su presentación. Después de la lectura, se había iniciado un debate entre varios de los capellanes interrogadores acerca de quién debería perseguir a ese miembro de los Caídos y cómo debería realizarse su captura. Tras varios días de deliberación, lord Vargas había sido nominado y aprobado. Lo recordaba muy bien, porque después de que los capellanes se hubieran puesto de acuerdo, se habían dirigido al comandante Azrael, quien simplemente otorgó su conformidad.
Vargas empezó muy rápidamente a exponer sus planes para capturar al Caído.
—Mi plan es extremadamente sencillo: enviaré un grupo de combate a Hyades para localizar y capturar al Caído. Cuando nuestro objetivo haya sido alcanzado, el Vinco Redemptor llegará para extraer el equipo. Si algo fuera mal, o el equipo fracasara en su misión, desplegaré las tropas para buscarlo y controlar la ciudad hasta que sea encontrado.
No hubo objeción alguna a los planes de Vargas, únicamente una pregunta por parte del comandante Azrael.
—Hyades se encuentra en un sector bajo la protección de los Lobos Espaciales. ¿Cómo explicaremos una acción de este tipo en uno de sus mundos protegidos?
Se produjo una larga pausa antes de que Vargas respondiera.
—Gran Maestre, toda la operación debería ser extremadamente corta. De hecho, deberíamos entrar y salir antes de que ni siquiera se den cuenta de que estuvimos allí. Sin embargo, para asegurar nuestras posibilidades de éxito, desplegaré el equipo de eliminación Orgullo de Lion, al mando del capitán Jeremiah Gieyus.
Jeremiah sabía que el capellán Vargas acababa de blindarse ante cualquier caso de fracaso. Todo el peso recaía en sus hombros y en los de su equipo de responsabilidad.
Miró a los ojos a los miembros de su equipo. Ninguno de ellos conocía la verdadera razón por la que habían sido asignados a esta cacería. El camino que habían iniciado les exigiría mucho más de lo que jamás se les había exigido.
—Hermanos, sois plenamente conscientes de lo que está a punto de suceder. El capellán Vargas va a lanzar una fuerza de asalto en cuestión de minutos. Nuestro objetivo se ha infiltrado en las fuerzas de defensa de Hyades. Esto significa que éstas van a ser utilizadas como carne de cañón para que él pueda escapar. No podemos permitir que suceda algo así. Es imperativo que lo localicemos y solucionemos rápidamente todo este incidente. —La voz de Jeremiah estaba inflamada por la pasión.
—Todos estamos contigo, hermano capitán Gieyus. Sólo tienes que guiamos —afirmó Nathaniel, hablando en nombre de todo el equipo.
Jeremiah desenvainó la espada y la sostuvo frente a él. Cada uno de los Ángeles Oscuros colocó una mano cubierta por el guantelete sobre la espada mientras recitaban al unísono.
—Arrepiéntete! Mañana puedes estar muerto.
★ ★ ★
Vargas se agarró al púlpito para ponerse de pie. Al regresar la luz, verificó el puente y a la tripulación para estimar los daños. Adeptos y servidores estaban levantándose y tratando de reanudar sus funciones de la mejor forma posible. Algunos seguían tumbados, retorcidos en el suelo. Ninguno de ellos volvería a levantarse.
Vargas había visto arder en el espacio a muchas naves. Había sido testigo de explosiones del reactor, pero esto era muy diferente. La explosión había sido mucho más potente de lo que podría esperarse de una nave de ese tamaño. Si el transporte hubiera estado más cerca, habría dañado de forma grave al Redemptor.
—¿Qué ha causado la explosión? Ha sido demasiado fuerte para tratarse de una sobrecarga del reactor —inquirió Vargas.
—Señor capellán, he realizado un escaneo focalizado de los demás transportes. La mayor parte de ellos están vacíos, pero cuatro están cargados hasta los topes de células de combustible de promethium.
El adepto táctico transfirió la información de los sensores a la pantalla táctica. La holoimagen de los transportes cargados brillaba en color rojo para indicar su amenaza potencial.
—¡Malditos traidores! ¡Informe de daños! ¿Hemos quedado muy maltrechos?
—Los informes están empezando a llegar, señor. Hemos perdido las baterías de babor, los generadores de gravedad de los niveles doce a quince están fuera de línea, y los escudos de babor han quedado reducidos a un treinta por ciento —le informó el oficial táctico.
Vargas estudió la restaurada pantalla táctica. La andanada inicial de torpedos del Vinco Redemptor había dañado de consideración las plataformas de defensa planetaria, pero éstas seguían siendo peligrosas. Había llegado el momento de acabar con aquello de una vez por todas. Vargas activó el sistema de comunicaciones interno de su armadura y se conectó directamente a los altavoces de la nave.
—Hermanos, preparaos para el asalto terrestre. Lion está con nosotros. Todas las cápsulas de desembarco preparadas para lanzamiento inmediato. —Volvió a ocupar su lugar en la cubierta de observación.
Los Ángeles Oscuros de la quinta compañía, junto con sus equipos de apoyo, se dirigieron a las cápsulas de desembarco que tenían asignadas. Los marines pasaron por delante de las Thunderhawks para dirigirse a los tubos de lanzamiento de las cápsulas. Cada cápsula podía situar una escuadra entera en medio de las líneas enemigas después de atravesar la atmósfera a una velocidad increíble, lo que hacía que al enemigo le fuera prácticamente imposible centrar sus disparos contra ellas. Justo antes del impacto, se encendían unos poderosos cohetes que depositaban la cápsula en el suelo de forma controlada. Únicamente los endurecidos cuerpos de los Astartes podían sobrevivir a las fuerzas gravitatorias a las que eran sometidos durante el descenso.
El Redemptor se acercó a Hyades. Las baterías de proa y de estribor abrieron fuego. Los torpedos y los misiles salieron disparados de sus tubos. Oleada tras oleada de Thunderhawks despegaron de la cubierta de lanzamiento delantera, formando un escudo delante del Redemptor. Más pequeñas y maniobrables que su nave nodriza, proporcionaban la pantalla perfecta para la gigantesca barcaza de combate.
Las defensas planetarias de Hyades que seguían operativas abrieron fuego con todas sus armas, utilizando torpedos y baterías de lanzas. Las Thunderhawks se encargaron de los torpedos, protegiendo al Redemptor hasta que se situó en posición para lanzar las cápsulas de desembarco.
Los lásers de las baterías de lanzas de las plataformas de defensa atravesaron el escudo de Thunderhawks de los Ángeles Oscuros. Unas pocas Thunderhawks abandonaron su posición para realizar ataques de ametrallamiento contra las lentas y menos maniobrables naves suicidas de transporte, destruyéndolas lejos del Vinco Redemptor.
El Redemptor giró lentamente, tratando de proteger su debilitado babor. Cuando los cañones pesados estuvieron a distancia de tiro, abrieron fuego contra las plataformas de defensa. Sus gigantescos proyectiles destruyeron las plataformas restantes, convirtiéndolas en nubes de fragmentos metálicos. Con el cielo libre de fuego enemigo, las cápsulas de desembarco ya podían lanzarse. Los Ángeles Oscuros apenas tardarían unos minutos en estar en la superficie del planeta.
Vargas permanecía en la cubierta de observación, mirando cómo sus hermanos de batalla atravesaban la atmósfera.
—Los Caídos serán redimidos —murmuró.
★ ★ ★
Con la ayuda de la guardia del gobernador, los miembros del Cuchillo del Lobo acabaron de completar el registro del palacio. Ragnar y Torin estaban considerando la posibilidad de entrar en las minas para seguir buscando a los Ángeles Oscuros que habían huido cuando recibieron un mensaje de Gabriella.
—Cuchillo del Lobo, una barcaza de combate de los marines espaciales ha atacado las defensas orbitales de Hyades. Presentaos inmediatamente ante mí en el centro de mando del gobernador —les ordenó.
Ragnar y los otros quedaron anonadados por la noticia. Su encuentro con una escuadra de los Ángeles Oscuros en la capital era muy extraño, pero ahora una barcaza de combate no sólo había entrado en el sistema, sino que había iniciado el ataque a las defensas orbitales. Los cuatro se lanzaron a la carrera.
Los cuatro Lobos Espaciales necesitaron varios minutos para llegar al centro de mando, pero a su llegada se encontraron en medio de un torrente de actividad. Dos grandes pantallas tácticas circulares llenaban la pared más alejada. Delante de ellas había tarimas de control y púlpitos de comunicaciones en las que una gran cantidad de adeptos recorrían las runas con los dedos, alimentando constantemente las pantallas con nuevos datos. Varios de ellos miraron en dirección a los marines espaciales. Muchos de ellos jamás habían visto un guerreros de los Astartes, y mucho menos un Lobo Espacial, y parecían asustados. Ragnar podía oler su miedo, colgaba de ellos como una nube, pero incluso asustados no descuidaban sus tareas, cosa que le impresionó. El gobernador Pelias se encontraba de pie al lado de las consolas, rodeado de consejeros, todos ellos aparentemente hablando a la vez.
Gabriella se encontraba junto al gobernador, escuchando los informes que iban llegando. Al darse cuenta de la presencia de los guerreros del Cuchillo del Lobo, se dirigió inmediatamente hacia ellos.
—Mi señora, no hemos detectado ningún indicio de cualquier otra fuerza enemiga dentro del palacio —le informó Ragnar.
Gabriella señaló hacia la pantalla táctica.
—Nosotros sí. Nuestro visitante no invitado es una barcaza de combate de los Ángeles Oscuros.
—¿Han traído una barcaza de combate? —exclamó Torin al mismo tiempo que negaba con la cabeza—. Pero ¿por qué? ¿Están planeando un asalto planetario?
—Ésa parece ser su intención. Lo que no sabemos es por qué nos están atacando. El gobernador ha realizado diversos intentos de comunicarse con ellos, pero se han negado a contestar —respondió Gabriella.
Ragnar rebuscó en su memoria en busca de alguna pista sobre el motivo por el que los Ángeles Oscuros podían estar allí. ¿Por qué estaban invadiendo Hyades? ¿Qué podían querer?
Repasó mentalmente el combate con los Ángeles Oscuros una y otra vez. Debía de habérsele pasado por alto algún detalle. Cuando los había detectado por primera vez estaban moviéndose por el patio de armas, pero ¿hacia dónde se dirigían? Ragnar trazó mentalmente el plano del palacio, tratando de imaginar hacia dónde se dirigían los Ángeles Oscuros.
Ragnar escudriñó el centro de mando, de los atriles a los púlpitos, buscando el adepto que podría proporcionarle lo que necesitaba. Finalmente encontró lo que necesitaba, un joven y pálido técnico que parecía confuso. Ragnar se dirigió hacia el hombre.
—Lo necesito, y ahora —le soltó. El hombre casi se cayó de la silla al mirar hacia arriba y ver al Lobo Espacial con armadura—. ¿Puedes mostrarme un piano del palacio?
—Sí, señor, señor lobo, señor, quiero decir... —Apretó unas cuantas teclas y su pantalla se iluminó con una visión topográfica del palacio. Ragnar siguió la ruta de los Ángeles Oscuros a través del patio de armas. Torin y Gabriella también observaron el plano, flanqueando a Ragnar por ambos lados.
Haegr trató de empujarlos para mirar él también, pero no había sitio suficiente.
—Haegr, viejo amigo —dijo Torin—, ¿por qué no coges a Magni y reúnes al resto del Cuchillo del Lobo? Tengo la impresión de que vamos a necesitar al resto de nuestros hermanos lobo dentro de muy poco.
Haegr lo miró como si deseara protestar, pero sabía que la planificación y la estrategia no se contaban entre sus habilidades.
—Vamos, hombre —le dijo Ragnar—, Torin tiene razón. No nos perderemos el combate, no te preocupes.
Haegr se dio cuenta de lo que estaba haciendo Torin. La lucha estaba próxima, y tenían que estar preparados para ella. Él y Magni reunirían a los hermanos, y que el Emperador los ayudara cuando se encontraran.
—Amigo mío, ¿te importaría compartir con nosotros qué estás buscando? —le preguntó Torin con tranquilidad a Ragnar.
—Una razón, algo, cualquier cosa que haya pasado por alto durante nuestro encuentro con los Ángeles Oscuros, cualquier cosa que nos dé alguna pista del motivo por el que Hyades es tan importante para ellos. Si descubrimos por qué están aquí, es posible que podamos acabar rápidamente con este conflicto —prosiguió Ragnar mientras seguía analizando el mapa.
—¿Crees que la respuesta está en este mapa? —le preguntó Gabriella.
—Estoy tratando de adivinar hacia dónde se dirigían antes de que los descubriéramos —le aclaró Ragnar—. Hemos asumido que era algún punto del palacio donde trataban de asesinarte, Gabriella, o tal vez de matar al gobernador Pelias. —Ragnar se acercó más a la pantalla y prosiguió—: Los detectamos exactamente aquí —dijo, señalando la posición en el mapa—. Se movieron siguiendo el patio de armas, junto al edificio del Administratum, en el lado opuesto al atrio, dejando el patio en este punto.
—Sí, pero entonces se movieron hacia la parte delantera del edificio del Administratum —intervino Torin, rodeando el área con su dedo mientras proseguía—. ¿Así que piensas que estaban buscando a alguien o algo en el edificio del Administratum?
Gabriella se incorporó y cruzó los brazos.
—No logro imaginarme qué podían estar buscando allí. Posiblemente información comercial o sobre armamento, aunque podrían tardar dos semanas en encontrarla.
Ragnar viajó mentalmente hasta el momento en que él y sus compañeros habían encontrado a los Ángeles Oscuros. Recordaba haber mirado directamente a los ojos del líder del grupo de combate.
—Cambiaron de dirección para enfrentarse a nosotros —dijo Ragnar suavemente, sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta.
—¿Qué quieres decir, Ragnar? —preguntó Torin.
—El edificio del Administratum no tiene nada que ver con lo que estaban buscando. Alteraron su plan para enfrentarse a nosotros. Se dieron cuenta de que habían sido descubiertos, y reaccionaron ante esa amenaza —concluyó Ragnar.
Gabriella descruzó los brazos, plenamente consciente de que aumentaban la actividad y los gritos.
—Pues, si el edificio del Administratum no era su objetivo, ¿hacia dónde se dirigían?
Torin volvió a mirar el mapa.
—Podemos suponer que sí no los hubiéramos detectado, habrían seguido en esta dirección. —Torin resiguió con su dedo el mapa—. ¿Qué hay en esta dirección?
Gabriella dejó de caminar arriba y abajo.
—La armería, las instalaciones de entrenamiento físico y los barracones de la guardia de élite del palacio —respondió.
—Tal vez intentaban un ataque incapacitador antes de iniciar la invasión.
—No lo sé —dijo Ragnar, pese a que estaba seguro de que había algo más.
El centro de mando explotó de repente en actividad al activarse todas las alarmas.
—Disculpadme un momento —dijo Gabriella, dirigiéndose hacia d gobernador Pelias, que estaba hablando.
Gabriella tocó el hombro del gobernador para darle ánimos y regresó inmediatamente junto a Ragnar y Torin.
—Venid conmigo —dijo.
Los miembros del Cuchillo del Lobo la siguieron o con alguien a través del comunicador. Ragnar supuso que se trataba de Cadmus, flanqueándola mientras se dirigía hacia el lado opuesto de la sala y entraba en un ascensor. Las puertas se cerraron tras ellos. Gabriella presionó un botón del panel de control y el ascensor subió.
—Se ha acabado el tiempo de las especulaciones, apreciados Lobos Espaciales. Los Ángeles Oscuros no han respondido a ninguna de nuestras llamadas. Han destruido los satélites de defensa y en estos mismos instantes numerosas cápsulas de desembarco se dirigen hacia Lethe.
Las puertas se abrieron. Gabriella y los guerreros del Cuchillo del Lobo salieron a una oficina grande y bien amueblada. Ragnar supuso que pertenecía al gobernador o a uno de sus ayudantes. Gabriella se dirigió a uno de los balcones del otro extremo de la habitación desde el cual se divisaba la ciudad.
Los Lobos Espaciales permanecieron expectantes, observando el rastro de humo que dejaban las cápsulas de desembarco al atravesar la atmósfera. Los tres compartieron unos instantes de silencio; la situación había quedado rápidamente fuera de control.
Gabriella apoyó ambas manos sobre la barandilla y se inclino hacia adelante. Por primera vez, Ragnar fue consciente de la enorme presión a la que se encontraba sometida. Estaba temblando, aunque muy ligeramente.
—La respuesta que estamos buscando se encuentra con los Ángeles Oscuros, en las minas. Los Ángeles Oscuros enviaron un equipo de combate para infiltrarse en el palacio en busca de algo o alguien. De alguna forma evitasteis que alcanzaran su objetivo. Debería haberos dejado ir tras ellos cuando queríais hacerlo, pero pensé que era más importante asegurar el perímetro.
—Vuestra decisión fue correcta, lady Gabriella. Teníamos que tener la certeza de que tanto vos como el gobernador estabais seguros —le explicó Torin.
Ragnar jamás había visto a Gabriella como en esos momentos. Estaba asustada. Incluso en las más terrible situaciones en Terra, ella había mantenido la compostura. Recordaba cuando habían encontrado muertos a los ancianos navegantes de la Casa Belisarius. Había llorado, pero se había mantenido firme. No necesitaba ninguna otra prueba de la seriedad de la situación, aunque se preguntaba si Gabriella sabía alguna cosa más que no les había contado. ¿Habría tenido alguna visión psíquica?
—Ragnar, Torin, id a las minas y localizad a los Ángeles Oscuros. Descubrid qué es lo que buscan. En estos momentos, no tenemos ninguna otra alternativa —suspiró Gabriella.
—Lady Gabriella, no podemos dejarla desprotegida —protestó Ragnar.
—Sea lo que sea que está pasando aquí, es mucho más importante que mi seguridad, Ragnar. Guerreros Astartes se han enfrentado en combate entre sí. Debemos averiguar la razón para poder detener esto antes que se extienda por todo Hyades. —La voz de Gabriella temblaba al hablar.
—Entonces permaneceré a vuestro lado mientras el resto entra en las minas —replicó Ragnar.
—Hagamos un trato, y no pienso discutirlo más, Ragnar. Torin y Haegr te necesitan, así que irás con ellos. Magni todavía no está totalmente recuperado de sus heridas, así que será él quien permanezca aquí conmigo.
Ragnar sabía que no había lugar para la discusión, y los deseos de lady Gabriella debían obedecerse. Torin y él se cuadraron y saludaron con un ligero asentimiento con la cabeza. A continuación se alejaron del balcón. Al marcharse, Ragnar notó el toque de Gabriella en su mente.
«Ragnar, no puedo expresar cuán importante es que el Cuchillo del Lobo tenga éxito. Creo que todo depende de ti.»
Ragnar no dio muestras de haber oído nada. Encontraría a los Ángeles Oscuros y les haría decir todo lo que sabían.