CAPÍTULO 11
Ángeles Oscuros y el Cuchillo del Lobo, unidos

La guerra arreciaba en la ciudad de Lethe entre los Lobos Espaciales y los Ángeles Oscuros. Los diez mil años de desconfianza entre aquellas legiones fundadoras de los Adeptus Astartes estaban siendo explotados por los poderes del Caos.

Ragnar y Jeremiah se encontraban en territorio inexplorado. El variopinto grupo de marines espaciales estaba buscando a Cadmus para llevarlo ante la justicia, rescatar a Gabriella y encontrar una forma de finalizar el conflicto sin sacrificar el honor de ninguno de los dos orgullosos capítulos de marines espaciales.

Torin, Haegr, Nathaniel y Elijah acababan de completar su reconocimiento del palacio. No había ni rastro de Cadmus. Sin embargo, durante el registro de uno de los templos de comunicaciones habían encontrado al tecnosacerdote Varnus. Varnus estaba monitorizando varios canales de comunicaciones mientras dirigía a sus servidores hacia áreas y equipamientos que precisaban de la intervención del Adeptus Mechanicus. El tecnosacerdote los acompañó, caminando entre Haegr y Torin, barriendo el suelo a su paso con su túnica escarlata. A excepción de algunos rasguños menores y algunas manchas recientes de aceite en sus ropas, su aspecto era exactamente el mismo que tenía cuando los miembros del Cuchillo del Lobo lo vieron por primera vez.

Cuando el grupo se aproximaba a la entrada del centro de mando, las gruesas puertas de metal se abrieron, y Ragnar y Jeremiah entraron en el corredor.

—Ragnar, Jeremiah, dejad que os presente al tecnosacerdote... —empezó Torin.

—Varnus, me alegro de que siga con vida. —La sorpresa y el alivio de Ragnar eran evidentes—. Estamos en deuda con usted. Si no hubiera abierto la compuerta de seguridad, el traicionero intento de Cadmus de destruirnos habría tenido éxito.

—Efectivamente, vuestra situación parecía ser un poco peligrosa. Siento no haber podido ser de ayuda antes. No ha sido hasta hace muy poco cuando me he dado cuenta de que las fuerzas del gobernador se habían visto comprometidas.

No había ninguna inflexión emocional en la voz del tecnosacerdote, y su respiración mecánicamente asistida seguía siendo fantasmagóricamente rítmica.

—Comprometidas es una consideración muy conservadora. Cadmus está, sin duda alguna, al servicio del Caos.

—Haegr borrará su contaminación del Caos de la existencia —prometió Haegr.

—Sí, Haegr, lo haremos, pero cada cosa a su tiempo —le respondió Ragnar.

—¿Qué puede ser más importante que arrancarle su traicionero corazón? —Las palabras de Haegr revelaban su visión simplista del universo.

—Creo que Ragnar está refiriéndose a nuestros recién llegados hermanos que están luchando y muriendo en las calles de Lethe —dijo Torin.

—Quizá podamos ayudarlos —los interrumpió Varnus—. Poco después de que los Ángeles Oscuros iniciaran su asalto, la flota de patrulla de los Lobos Espaciales al mando del señor lobo Berek Puño de Trueno llegó al sistema. —Varnus se detuvo, como si estuviera comprobando los datos.

—Sí, son las fuerzas de Puño de Trueno. Después de varios intentos de determinar la causa por la que habían declarado en cuarentena Hyades, se ha visto obligado a atacar a los Ángeles Oscuros, y gracias a una audaz batalla espacial, ha sido capaz de desplegar sus fuerzas. Fue en ese momento cuando descubrí la traición del comandante Cadmus. Su despliegue de las tropas no era consistente con la defensa de la ciudad. Había retirado a sus tropas más veteranas de la ciudad, dejando a las menos experimentadas defendiéndola ante lo más brutal del ataque. Eso, combinado con diversas comunicaciones entre Cadmus y sus tropas de asalto que capté, me obligó a entrar en acción. Tan sólo lamento que mi intervención no haya sido más temprana.

—¿Ha logrado contactar con las fuerzas de tierra de los Lobos Espaciales? —preguntó Ragnar.

—No, pero creo que su comandante ha logrado contactar con algunas de las tropas de tierra leales a Hyades —respondió Varnus—. Cuando los Lobos Espaciales llegaron a tierra, establecieron comunicación con las facciones leales de las fuerzas de defensa planetaria. Es gracias a esta alianza que han logrado establecer un perímetro defensivo en el interior de la ciudad, alrededor del complejo del palacio. Con las líneas defensivas firmemente establecidas, las fuerzas aliadas han empezado a hacer retroceder a los Ángeles Oscuros —concluyó Varnus.

Ragnar y el resto del Cuchillo del Lobo se sintieron aliviados al escuchar que el curso de la batalla parecía estar decantándose de su lado. De todas formas, Ragnar sabía que lo que eran buenas noticias para él y sus hermanos del Cuchillo del Lobo, era motivo de preocupación para sus nuevos aliados. La alianza forjada con el equipo de combate de los Ángeles Oscuros era, como mucho, frágil, y si tenían que acabar con ese conflicto, el catalizador sería esta relación.

—Esta locura debe acabar —dijo Ragnar—. Cadmus ha estado moviendo los hilos desde el principio. Todo lo que ha sucedido ha seguido las líneas que él ha trazado.

—Esto es cierto, Ragnar, todo excepto un elemento: ¡nuestra alianza! Cadmus jamás podrá entender que los Hijos de Lion y de Russ sean capaces de dejar de lado diez mil años de desconfianza. Es esta alianza la que nos da la ventaja —dijo Jeremiah.

Ragnar se alegró de que los pensamientos de Jeremiah fueran los mismos que los suyos. Sin embargo, la mayor obligación de los guerreros asignados al Cuchillo del Lobo era para con la Casa Belisarius. La información facilitada por Varnus les daba libertad para perseguir al traidor y rescatar a lady Gabriella.

—Varnus, ¿puede establecer comunicación con las fuerzas de marines espaciales en Hyades e informarles de la traición de Cadmus? —le preguntó Ragnar.

—Sí, creo que puedo —replicó Varnus.

Ragnar esperaba que Varnus fuera capaz de utilizar sus habilidades como tecnosacerdote para establecer canales de comunicación con los Lobos Espaciales y los Ángeles Oscuros. Eso podría ser un recurso muy útil en el momento adecuado.

—Nuestra prioridad es localizar a Cadmus —exclamó Torin.

—Sí, pero puede estar en cualquier parte. De hecho, me sorprendería que todavía estuviera en el planeta —dijo Haegr.

—No, él todavía está aquí. Quiere asegurarse de que su plan funciona —añadió Nathaniel.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —quiso saber Ragnar.

Los Ángeles Oscuros permanecieron en silencio, intercambiando miradas entre ellos, hasta que Jeremiah finalmente habló.

—Poco después de nuestro primer encuentro con vosotros en el palacio, el capellán interrogador Vargas se puso en contacto con nosotros. Había llegado a bordo de la barcaza de combate que ahora mismo está en órbita alrededor de Hyades. Mientras estábamos informando de que necesitábamos más tiempo para localizar y neutralizar el objetivo, la transmisión fue interrumpida por Cadmus, quien ahora sabemos que era nuestro objetivo. El capellán Vargas había accedido a concedernos el tiempo que necesitábamos. Sin embargo, cuando la transmisión fue interrumpida, Cadmus provocó al capellán para que iniciara un asalto total. No hemos podido contactar con la barcaza de combate desde entonces —concluyó Jeremiah.

—Cadmus se ha esforzado mucho para asegurarse de que todos estos acontecimientos se produjeran de la forma que él esperaba. Me cuesta creer que simplemente se haya escapado —añadió Nathaniel.

—No lo ha hecho —estuvo de acuerdo Torin.

—Sí, todavía debe de estar en Hyades, pero ¿dónde? —se preguntó Ragnar.

—Necesita un lugar en el que pueda llevar a cabo sus planes sin ser detectado, y libre de cualquier interrupción. Eso significa que no estará dentro del complejo del palacio —dijo Varnus.

—¿Cómo puede estar tan seguro? —inquirió Haegr.

—El complejo está siendo constantemente monitorizado por los cráneos de vigilancia de seguridad —contestó Ragnar al recordar los monitores del centro de mando, a través de los cuales podía vigilarse constantemente casi cualquier corredor y sala.

—Así es —confirmó Varnus.

—Entonces debe de haber establecido su base en un lugar aislado, lejos del complejo del palacio —añadió Jeremiah.

—El templo —dijo Haegr, casi gritando.

El silencio del grupo fue ensordecedor mientras cada uno de los miembros del Cuchillo del Lobo llegaba a la misma conclusión. Haegr tenía razón. El templo era el mejor lugar para empezar su búsqueda del traidor Cadmus. Estaba retirado y alejado de los lugares de paso.

—¿Un templo? —preguntó Jeremiah.

—Cuando llegamos a Hyades registramos la selva en los alrededores de la ciudad. Mientras estábamos allí encontramos un antiguo templo. Parecía estar abandonado —explicó Ragnar.

—Sólo tenemos que encontrar la forma de llegar allí sin atraer la atención de nuestros hermanos marines espaciales —explicó Torin.

—Creo que puedo ayudar en eso —dijo Elijah mientras se alejaba del grupo. Jeremiah miró a Nathaniel, quien simplemente se encogió de hombros y también entró en el centro de mando, seguido de cerca por el resto.

Cuando entraron en el centro de mando, Elijah ya había cogido varios tubos de una caja de plastiacero que se encontraba entre la pared y una de las consolas de vigilancia.

—Los vi cuando estuvimos aquí antes. Creo que nos pueden ayudar. —Elijah leyó las etiquetas de cada tubo—. Éste —dijo, sacando el pergamino del tubo y desplegándolo encima de la mesa— es un mapa de la ciudad —les explicó Elijah.

Los otros observaron mientras Elijah trazaba un camino desde la selva hasta las murallas de la ciudad, y de allí hasta el palacio.

—¿Qué estás haciendo? —quiso saber Torin.

—Éste es el camino que seguimos para entrar en la ciudad —le aclaró Jeremiah.

—Nuestra inserción fue excepcionalmente bien. De hecho, en ese momento pensé que había ido demasiado bien. —Cuando prosiguió, Jeremiah señaló los principales puntos a lo largo del recorrido—. Nos teleportamos aquí y nos abrimos paso a través de la selva hasta la muralla, en este punto.

—Esto es magnífico, pero ahí fuera está librándose una guerra. —Las palabras de Haegr eran completamente ciertas. Había fuerzas por toda la ciudad, fuerzas que deberían tratar de evitar.

—Eso es verdad. Debemos movernos sin ser detectados, si es posible. El menor contacto con cualquiera de los dos bandos sería un desastre para nuestra misión —dijo Nathaniel.

Varnus observó el mapa antes de hablar.

—Los Ángeles Oscuros asaltaron la ciudad aquí, aquí y aquí. Al principio se movieron sin problemas hacia el palacio. Afortunadamente, la guardia del gobernador le informó directamente a él, quien los envió a frenar el ataque, deteniendo así su avance.

—Estoy impresionado. Fuerzas de defensa planetaria plantándoles cara con éxito a unos Astartes —comentó Torin.

—Ésa no era su misión. Su número era demasiado pequeño para montar una defensa adecuada. Sus órdenes eran acosarlos y frenarlos. Utilizando minas y cargas explosivas fueron capaces de derribar varios edificios en un intento de detener su avance hacia el palacio. Esto permitió al gobernador ganar tiempo para localizar y redesplegar las fuerzas que aún le eran leales.

Los guerreros Astartes observaban y escuchaban mientras el tecnosacerdote explicaba las posiciones más recientes que conocía de las tropas y los despliegues de marines, dando casi todos los detalles de memoria.

—La información sobre estas posiciones está un poco desfasada, pero proporciona suficientes datos como para moverse por la ciudad reduciendo las posibilidades de encontrar otras fuerzas de combate —concluyó Varnus.

—Una vez más, Varnus, estamos en deuda con usted. —Ragnar puso una mano sobre el hombro del tecnosacerdote.

—En cuanto hayan partido, trataré de contactar con ambas fuerzas del Adeptus Astartes para explicarles la situación. Que el Emperador y el Dios Máquina nos protejan a todos. —Varnus se inclinó y abandonó el centro de mando.

—Manos a la obra —ordenó Ragnar—. Torin, ve al Chimera y tráelo al patio de armas, donde nos encontramos con los Ángeles Oscuros por primera vez.

—Iré con Torin y Jeremiah, por si acaso —dijo Nathaniel.

—Buena idea —dijo Jeremiah.

—El resto de nosotros iremos a la armería para reabastecernos.

—¿La armería de palacio? Necesitamos proyectiles bólter, no células de energía láser —dijo Elijah.

—Haegr, ¿querrías ser tan amable de guiamos hasta la armería en la que los suministros para los guerreros del Cuchillo del Lobo están almacenados desde nuestra llegada?

—Será un placer, Ragnar. Es justo por aquí. Afortunadamente, hemos de pasar junto a la cocina. No se puede esperar que uno haga la guerra con el estómago vacío.

★ ★ ★

Ragnar y los otros se prepararon, reequipándose y rearmándose para el viaje que tenían por delante. A su llegada, varias cajas de material habían sido descargadas. Los miembros del Cuchillo del Lobo siempre están en movimiento, apoyando y protegiendo los intereses de la Casa Belisarius. Como los suministros para un contingente de marines espaciales son difíciles de encontrar en determinados mundos, los miembros del Cuchillo del Lobo siempre llevan los suyos con ellos. En cuanto el equipo estuvo preparado, se dirigieron al encuentro de Torin y Nathaniel.

Haegr y Elijah fueron los últimos en entrar en el Chimera. Elijah se situó en la parte frontal mientras Haegr se sentaba cerca de la escotilla de desembarco. Los Chimeras no estaban diseñados para los marines espaciales, especialmente los de su enorme tamaño.

—No sé cómo esperáis que un hombre vaya a la guerra cuando todo lo que ha podido comer son raciones K —gruñó Haegr.

Torin miró hacia atrás desde el asiento del conductor.

—¿Qué está gruñendo Haegr?

—Nos detuvimos en la cocina cuando veníamos hacia aquí, y todo lo que pudo encontrar fueron paquetes de comida de emergencia —dijo Elijah con una mueca mientras se sentaba en la posición táctica.

Una sombra de sospecha y desconfianza pasó por la mente de Torin mientras Elijah se sentaba, en su cabeza vio visiones de emboscadas o del Chimera entrando de cabeza en el centro de mando de los Ángeles Oscuros. Torin trató de repasar mentalmente las concentraciones de tropas que Varnus había indicado sobre el mapa. Esperaba que la memoria no le fallara.

—Creo que debería ser capaz de ayudarte en el trayecto por la ciudad. Odiaría que al girar una esquina nos encontráramos el centro de mando de los Lobos Espaciales —dijo Elijah.

—Bien dicho, amigo mío, seamos honestos el uno con el otro —dijo Torin con una mueca.

—Odiaría que nuestra nueva alianza se viera perjudicada por no cumplir bien con mis funciones —replicó Elijah con una sonrisa.

Ragnar intercambió una rápida mirada con Jeremiah. Ambos habían sido testigos de la conversación. Tal vez había alguna posibilidad de que tuvieran éxito. Con algunas excepciones menores, los demás estaban dejando a un lado la rivalidad existente entre ambos capítulos. Si podían lograrlo, todavía había esperanzas de poder controlar los acontecimientos cuando Gabriella hubiera sido liberada y se hubieran encargado de Cadmus. Mientras el Chimera se ponía en marcha, la cara de Ragnar mostró una ligera sonrisa de alivio. Haegr simplemente gruñó disgustado.

El equipo se encontraba a la entrada del túnel de mantenimiento por el que los Ángeles Oscuros habían entrado por primera vez en Lethe. Los ruidos de la batalla los rodeaban; explosiones y fuego de armas procedentes de distintas direcciones. Durante el trayecto habían sido necesarios varios cambios bruscos de dirección, pero Torin y Elijah trabajaban muy bien juntos. Ragnar se sintió aliviado al ver que finalmente algo parecía funcionar bien.

Elijah fue el primero en entrar en el túnel de mantenimiento, seguido de cerca por Nathaniel y a continuación el resto del grupo. Haegr era el último. Los paneles de luces de emergencia iluminaban las grises paredes de rocacemento. Elijah se movió silenciosamente hasta que llegó a la puerta de salida. Todavía mostraba las señales de las creativas técnicas para abrir puertas utilizadas por el equipo de combate.

Elijah abrió lentamente la puerta y salió a la selva explorando los alrededores. Se movió lentamente hacia adelante, tratando de obtener un escaneo claro. La pantalla del auspex mostraba una imagen distorsionada y parpadeó por unos instantes, se reinició y volvió a parpadear. Seguía siendo inútil.

Nathaniel se encontraba tres metros por detrás de Elijah, observando visualmente el área a su alrededor.

—¿Qué te parece, Eh? —le preguntó Nathaniel.

—Mantén la posición, Nathaniel, el auspex no funciona —replicó Elijah.

El resto del equipo salió cautelosamente hacia la selva, dispersándose a lo largo de la muralla. No había zona de tiro libre. La jungla crecía hasta la muralla. Enredaderas y otras formas de follaje habían empezado a crecer sobre los muros, cubriéndolos con una gruesa capa de verdes y marrones. Mientras Ragnar y los demás Lobos Espaciales se ponían en posición, intercambiaron rápidas miradas.

—Debe ser que el calor del promethium sigue causando interferencias —dijo Elijah, preocupado.

Jeremiah y Nathaniel se dieron cuenta del cambio en sus compañeros Lobos Espaciales. Estaban prácticamente congelados en su lugar, con los ojos fijos en la selva. Era como si hubieran visto algo que no estaba allí.

—Aparta ese artilugio, Elijah —le ordenó Nathaniel.

—Parece que está despe...

Una nube roja se levantó justo por encima del hombro izquierdo de Elijah y le salpicó de carmesí la hombrera de la armadura y ese mismo lado de la cara. El disparo le hizo girarse de golpe, por lo que perdió el equilibrio y cayó al suelo.

Uno de los suyos había caído y el heterogéneo grupo de Astartes reaccionó de forma instantánea. Nathaniel agachó la cabeza y corrió hacia su camarada caído mientras el resto lo cubría con fuego de supresión hacia su invisible enemigo. Ragnar y Jeremiah se separaron hacia lados contrarios, mientras Haegr y Torin permanecían en el centro.

Nathaniel se movió por la maraña de enredaderas y ramas que cubrían el suelo de la selva hasta llegar a Elijah. Lo encontró en el suelo, boca abajo. Lo agarró del brazo derecho e hizo girar al joven marine para ponerlo de espaldas. El proyectil había logrado penetrar la armadura y la sección inferior de la hombrera, haciéndole un rasguño en la parte superior del brazo. La herida era menor, por lo que Elijah ya estaba incorporándose.

Las ramas salieron despedidas a su alrededor cuando el enemigo volvió a disparar. Protegiéndose con ráfagas cortas, se retiraron hacia la selva para unirse a sus compañeros.

Cuando los seis marines volvieron a estar juntos, Ragnar activó su sistema de comunicaciones interno.

—Si permanecemos aquí volverán a dispararnos —declaró Ragnar.

—¿Y qué sugieres que hagamos? —le preguntó Nathaniel.

—La mejor defensa es siempre un buen ataque. Cargaremos —respondió Ragnar.

—De acuerdo —confirmó Jeremiah.

Ragnar desenfundó la pistola bólter y la espada, pulsó la runa de activación como había hecho cientos de veces anteriormente, y se sumergió en el denso follaje que lo separaba de su invisible enemigo. Se escuchó un aullido bestial mientras cargaba; los demás miembros del Cuchillo del Lobo sumaron su propio aullido a aquel grito de batalla.

Los seis guerreros atravesaron la jungla en una ruta de colisión hacia adelante, disparando a ciegas contra la barrera de árboles y arbustos que se alzaba ante ellos. Sus espadas oscilaban por el aire abriendo un sendero a través del denso follaje. Ragnar surgió de la selva y dio con un camino, donde sus sentidos se vieron asaltados por el hedor del Caos. Al menos no estaban enfrentándose a hermanos marines espaciales.

Un harapiento guardia de aspecto salvaje saltó desde la jungla, atacando violentamente a Ragnar y golpeándolo en el blindaje de su placa pectoral, que detuvo totalmente el golpe. El débil ataque recordó al Lobo Espacial que debía concentrarse y mantener su mente atenta a lo que sucedía en ese momento y lugar. Un simple movimiento de muñeca y un ataque hacia abajo permitió a Ragnar hundirle la espada en el cuello al enemigo, y le separó la cabeza del cuerpo.

Varios miembros de la unidad de tropas de asalto de élite de Cadmus surgieron de la cobertura de la selva para atacar a los marines espaciales. Los restos de sus antaño orgullosos uniformes colgando de sus deformes y retorcidos cuerpos eran la única indicación de quienes habían sido esas bestias inhumanas. Colmillos y garras, cuernos y pinchos reemplazaban las armas que antaño habían utilizado. Algunos todavía portaban esas armas, pero se habían unido a su propietario en una impía fusión de carne y metal.

Aquellas criaturas eran muy numerosas, feroces, y no sentían ningún miedo, pero no eran rival para los marines. Sin vacilar, las tropas de asalto atacaron a las fuerzas combinadas de los Lobos Espaciales y de los Ángeles Oscuros.

El arma de Haegr aullaba al blandirla en círculos, enviando a los mutados atacantes volando hacia la selva cada vez que el martillo encontraba su objetivo. Jeremiah acabó rápidamente con la turba que lo rodeaba, con una eficiencia que no malgastaba ni tiempo ni energías. La velocidad y precisión con la espada de Torin le permitía bailar alrededor de sus oponentes, desequilibrándolos. Nathaniel y Elijah lucharon espalda contra espalda, rodeados de atacantes, utilizando sus décadas de servicio juntos para combinar su potencia de fuego con el fin de derrotar y confundir al enemigo. Mientras tanto, Ragnar utilizó su ferocidad para acabar con la inmundicia del Caos.

En cuestión de minutos, las tropas corrompidas por el Caos yacían muertas en el suelo de la jungla. Ragnar se arrodilló junto a uno de los guerreros caídos, preguntándose si esa pobre alma se había dado cuenta de que su equivocada lealtad a Cadmus lo había conducido a este final.

El acre hedor del Caos le provocaba náuseas, pues el aire estaba cargado de él. Cuando exploraron la selva por primera vez unos días antes, los pájaros y otras criaturas autóctonas habían estado extremadamente activas; ahora no se oía ni veía ninguna. Ni siquiera los escarabajos que continuamente los habían molestado podían verse por ninguna parte.

La escuadra de marines espaciales siguió a Ragnar por la corrupta jungla sin hacer caso del camino. Simplemente se abrieron paso a través del follaje, cortando y partiendo las ramas y los arbustos. Ragnar se detenía ocasionalmente para confirmar que seguían la dirección correcta hacia el templo, prosiguiendo rápidamente en cuanto lo confirmaba, pues el tiempo era esencial y la cautela un lujo que ya no podían permitirse.

Mientras Ragnar se movía por la selva, atravesó varios caminos que se abrían paso a través de la vegetación en dirección a Lethe. Levantó el puño para indicar al resto que se detuvieran.

—¿Qué tienes, Ragnar? —preguntó Torin.

—Rastros frescos de reptos, cientos de ellos, moviéndose hacia la ciudad —respondió Ragnar.

—¿Por qué tenemos que preocuparnos por un puñado de reptiles? —preguntó Haegr.

—Estas nuevas fuerzas representan una amenaza tanto para los Hijos de Lion como para los Lobos. Una nueva facción está aproximándose a la ciudad —replicó Jeremiah.

—¡Exactamente! Las fuerzas de Lethe deben conocer este nuevo giro de los acontecimientos. Debemos contactar con Varnus —dijo Ragnar.

★ ★ ★

Los servidores se entremezclaban en el centro de mando tras haber apartado los cuerpos de Magni y del gobernador, preparados para realizar los necesarios rituales de reparación. Varnus estaba situado sobre el púlpito de comunicaciones. No le gustaba la nueva información que acababa de recibir. Los reptos habían estado causando retrasos durante mucho tiempo en los trabajos en Hyades, y al parecer en esos momentos se movían en gran número hacia la ciudad. Su objetivo todavía no estaba claro, pero Ragnar tenía razón: los marines espaciales debían conocer aquella nueva amenaza.

Las pesadas puertas de acero del centro de mando se abrieron con un chasquido y cinco Astartes entraron. Su armadura tenía un brillo azul amarillento. Unos pinchos como espinas en una enredadera les cubrían ambas piernas. De los lados de sus cascos surgían unos cuernos que se curvaban hacia arriba, hasta mucho más arriba de sus placas oculares verde brillante. Eran los marines de los Mil Hijos.

Tres marines traidores se dirigieron hacia el cuerpo del Lobo Espacial muerto mientras los otros dos permanecían en la entrada. Fue entonces cuando Varnus se fijó en una sexta figura que permanecía en las sombras, justo detrás de la entrada, revelando apenas una vaga silueta. El terror se apoderó del tecnosacerdote al enfrentarse a estos antiguos enemigos de la humanidad.

—Iluso hijo de Marte, tu tiempo se ha acabado —dijo la figura de la parte posterior del grupo.

Estas palabras fueron las últimas que Varnus escuchó jamás, pues un rifle de fusión evaporó su cuerpo del interior hacia el exterior.

★ ★ ★

Ragnar y los otros marines espaciales penetraron en el claro que rodeaba la entrada del templo. El área colindante era exactamente igual a como la recordaba: las pirámides en fila, las caras mirando con lascivia desde las piedras. Cuando encontraron la estructura por primera vez, había querido entrar a investigar. Las cosas podrían ser ahora muy distintas si hubiera seguido sus instintos, pero en esos momentos tenía otras cosas más importantes que solventar. Quería pensar que ahora corregiría su error. Haciendo una seña a los otros, se dirigió hacia el interior.

La entrada de la estructura era de diseño primitivo, toscamente esculpida en bloques de piedra y el barro utilizado como mortero. La jungla no había penetrado en ella como lo había hecho en la ciudad; era como si simplemente hubiera aceptado la estructura. El suelo del interior era de tierra compactada. Se movieron por el templo; el brillo fosforescente azul verdoso del follaje alumbraba parcialmente el corredor de entrada. Descendieron más y más profundamente en la pirámide. La tenue luz creaba sombras en las piedras, exagerando la malignidad de las caras con expresiones aún más viles. Ragnar marchaba delante, seguido de Jeremiah y los otros. Además del ruido de los marines andando por los corredores, únicamente podía oírse el viento que silbaba débilmente.

Ragnar se preguntó cuánto tiempo hacía que había sido construido el templo. ¿Habían sido los reptos o sus ancestros los que construyeron este lugar? ¿Desde cuándo se había dedicado a la adoración de los dioses del Caos?

Mientras los marines espaciales descendían hacia el interior del templo, la luz fue cambiando. Finalmente, la tosca y primitiva construcción se transformó en un liso pasillo de rocacemento y las luces naturales fosforescentes fueron sustituidas por globos de luz. El suelo de tierra compactada dio paso a las placas estándar de plastiacero texturado. El repentino cambio en el corredor hizo que los marines se detuvieran para evaluar la situación.

Torin se aproximó a Ragnar, seguido de cerca por Jeremiah. Mientras los tres discutían la situación, Haegr, Elijah y Nathaniel adoptaron posiciones en la retaguardia.

—Noto que estamos cerca —dijo Ragnar.

—Sí, hermanito, yo también lo noto, pero no nos precipitemos —le replicó Torin.

—¿Cómo puedes estar seguro? Esto no nos confirma que Cadmus esté aquí, sólo que en algún momento puede haber estado —le contradijo Jeremiah.

—Deberías aprender a confiar en tus instintos, Jeremiah —dijo Torin.

Concluyendo su conversación, Ragnar se dio la vuelta y avanzó por el corredor. Jeremiah indicó a Elijah que se uniera a él. Ragnar y Elijah se movieron por los lados opuestos del corredor mientras el resto los seguía de cerca. El complejo parecía más un centro de mando que un búnker. Hasta ese momento el corredor había descendido lentamente, girando de forma apenas apreciable. Ahora hizo un giro de noventa grados hacia la derecha. Ragnar olfateó el aire, pero estaba demasiado saturado con el hedor del Caos para poder discernir ningún rastro específico.

Elijah se agachó en el lado izquierdo del corredor cuando Ragnar le indicó que había centinelas de algún tipo al girar la esquina. Dándose por enterado de la información, Elijah sacó su auspex. Entonces, recordando el ataque en la selva, decidió que sus ojos serían unas herramientas más útiles. Estirándose, vio que el corredor seguía unos cinco metros más y acababa en unas puertas dobles. Dos soldados de asalto de la guardia de élite de Cadmus permanecían de pie a cada lado.

Ragnar miró primero a Torin y a continuación a Jeremiah. Ambos se dieron cuenta de lo que estaba pensando. Jeremiah consideró momentáneamente la posibilidad de protestar, pero entonces recordó al feroz Lobo Espacial atravesando un edificio del Administratum y derribándolo. Era esa ferocidad la que había detenido su incursión. Él y Torin asintieron en conformidad. Ragnar dio la señal de cargar, sonriendo mientras activaba la espada.

Ragnar y Elijah salieron de golpe al corredor. El aullido de Ragnar hendió el aire. Ambos guardias habían muerto antes de que pudieran llegar a ver a sus atacantes. Sin detenerse, chocaron contra las puertas dobles. Incapaces de resistir la potencia combinada de dos marines espaciales, las puertas cedieron.

Seis de los mejores guerreros del Emperador entraron en la sala. Cadmus estaba de pie frente a una puerta en el lado opuesto de la sala, con Gabriella agarrada por los cabellos.

—Bien, los Lobos y los Hijos de Lion han unido fuerzas; qué inesperado. —El comandante renegado gruñó de disgusto, sorpresa y frustración.

—Se ha acabado, Cadmus. Suéltala ya —le gritó Ragnar.

—He oído lo persistente que puedes llegar a ser, cachorro hijo de un perro sarnoso, pero no tienes ni idea de qué soy o de lo que he visto. Se habrá acabado cuando yo decida que ha acabado —replicó Cadmus, tirando más fuerte del pelo de Gabriella.

Jeremiah se movió con lentitud siguiendo la pared, tratando de acercarse a Cadmus, acercarse al Caído. Había una posibilidad, pero debería moverse muy rápido. Cadmus apuntó con su pistola a Jeremiah.

—Quédate donde estás, Hijo de Lion.

—¡Se ha acabado, Cadmus! Ha llegado el momento de que tu... —Jeremiah fue interrumpido cuando las paredes a cada lado del comandante empezaron a distorsionarse. Gabriella empezó a sufrir violentas convulsiones. De sus orejas y nariz manó sangre; sus quedos gritos reflejaban dolor y terror. Fuera lo que fuera lo que estaba pasando, estaba desgarrándole la mente.

—Te presento a mis nuevos hermanos de batalla, Hijo de Lion —le dijo Cadmus—. Y ahora, si me disculpas, es la hora de partir. Estoy seguro que el capellán interrogador será benévolo con tu fracaso.

El comandante liberó a Gabriella y dio un paso hacia la puerta. De repente, seis guerreros de los Mil Hijos salieron de la distorsión y entraron en la sala. Al contrario que los Lobos Espaciales, su armadura no estaba adornada con trofeos personales o con recuerdos de antiguas batallas; el ojo de Tzeentch de su pecho era la única indicación de su lealtad. Los marines del Caos se mantuvieron como un muro entre los marines espaciales y su presa.

Ragnar supo al instante que el auténtico artífice de todo había aparecido finalmente. Con un salvaje aullido, se lanzó contra los Mil Hijos.