CAPÍTULO 6
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Ragnar sabía que jamás podría vivir en una ciudad como Lethe. Mientras los miembros del Cuchillo del Lobo se movían a través de los oscuros túneles y refinerías que todavía existían bajo la ciudad, tuvo una nueva apreciación de lo frágil que era la existencia humana en este planeta. A su alrededor, el promethium fluía por tuberías refrigeradas para evitar que explotara en el cálido aire de Hyades. Aunque confiaba en los tecnosacerdotes, a Ragnar le seguía pareciendo que los peligros del complejo subterráneo excedían con mucho a los de la selva que rodeaba la ciudad. Se preguntaba cuánto promethium circularía por esos conductos.

Bajo tierra, Ragnar había esperado que la temperatura descendiera, pero los servidores del Dios Máquina habían hecho un uso mínimo de los ventiladores y de los conductos de refrigeración. Ragnar pensó que manteniendo el contenido de oxígeno al mínimo, probablemente el promethium sería más seguro.

Los corredores y túneles eran estrechos y apretados, construidos al tamaño mínimo para que cupieran los trabajadores que trabajaban en la refinería y mantenían las conducciones. Los muros estaban reforzados con ceramita o rocacemento, o simplemente habían dejado la roca viva en que estaban excavados. Por todas partes, servidores meticulosos realizaban sus obligaciones. Olían más a aceite y ungüentos que a sudor, e invariablemente hacían caso omiso de los Lobos Espaciales cuando pasaban junto a ellos. Los chirridos y los gruñidos de la maquinaria estaban acompañados por el quedo flujo de las tuberías, que resonaba por los túneles. El equipo de refinado y las válvulas proporcionaban las únicas fuentes de luz, y le daban a lo poco que podía verse un color rojo sangre artificial.

Llevaban horas buscando. Haegr jadeaba, pues Ragnar había conducido a los Lobos Espaciales tan rápidamente como la cautela y el sigilo les permitía, siguiendo una de las secciones de túnel abierto en la roca viva. No quería caer en una emboscada. El otro miembro del Cuchillo del Lobo se mantenía detrás de ellos escaneando constantemente el área en busca de alguna señal de los Ángeles Oscuros. Diez hombres de las fuerzas de defensa planetaria seguían al grupo de Lobos Espaciales.

Todos debían tener mucho cuidado a la hora de reaccionar en caso de un ataque repentino del enemigo. Ragnar estaba seguro de que un movimiento equivocado o un disparo inadecuado podrían perforar una tubería y liberar una gran cantidad de promethium, cociéndolos a todos en el interior de su armadura. Ragnar esperaba que los Ángeles Oscuros lucharan como verdaderos marines espaciales y no recurrirían a disparar a una tubería para que todo acabara para ambos grupos. Aun así, mientras que los Lobos Espaciales eran famosos por comportarse con honor, los Ángeles Oscuros tenían una reputación de fanáticos en su peculiar interpretación de la voluntad del Emperador.

A pesar de sus protestas, Magni se había quedado protegiendo a Gabriella junto a los otros dos miembros del Cuchillo del Lobo. El joven Lobo Espacial se había recuperado muy rápidamente de sus heridas, y Ragnar reconocía su potencial y su poder. Torin le había dicho que Magni era uno de los mejores reclutas que se había encontrado, a pesar de la ofensa que lo había conducido a ser asignado a la unidad del Cuchillo del Lobo. Magni había desobedecido órdenes en su celo por derrotar al enemigo, un sentimiento que Ragnar entendía. Sin embargo, Ragnar se había dado cuenta de que Magni aún no había aprendido la lección en el incidente de la zona de tiro.

Ragnar todavía no podía creerse que estuvieran persiguiendo a otros marines espaciales. Como todos los Lobos Espaciales, conocía perfectamente la rivalidad existente entre los primarcas Leman Russ y Lion El'Jonson. Pero aun así, le ocurría igual que en sus experiencias iniciales con el Cuchillo del Lobo, cuando jamás había esperado que los servidores del Emperador se pelearan entre ellos en la Sagrada Tierra: le horrorizaba que en esos momentos dos grupos de marines espaciales se enfrentaran en combate por segunda vez en Hyades. Tal vez combatiendo a los Ángeles Oscuros, Ragnar lograría comprender mejor a su primarca. En su corazón creía que Leman Russ le habría ordenado utilizar la Lanza de Russ para defender el Imperio.

Las minas temblaron, enviando ríos de rocas hacia los miembros del Cuchillo del Lobo, lo que hizo sospechar a Ragnar que la batalla estaba en su punto culminante por encima de sus cabezas. Podía imaginarse a la Fuerza de Defensa Planetaria luchando contra los Ángeles Oscuros en las calles. Sabía que los defensores de Lethe no tenían demasiadas posibilidades. Los rifles láser eran casi inútiles contra las servoarmaduras de los Ángeles Oscuros, mientras que las tropas humanas podían ser aniquiladas por los bólters de los marines espaciales.

A pesar de su superioridad, los Ángeles Oscuros no lo tendrían nada fácil. El centro de la ciudad podría resistir mucho más con sus defensas y su gran número de tropas, y el resto de Lethe era básicamente una serie de bunkers de rocacemento. Supuso que Cadmus equiparía sus tropas con lanzallamas y lanzallamas pesados. Si los hombres le eran leales y no se desmoralizaban, los Ángeles Oscuros habrían de luchar edificio por edificio para derrotar a los soldados de Lethe. Esperaba que las tropas de la Casa Belisarius pudieran resistir el tiempo suficiente para que llegaran refuerzos.

A pesar de que no le gustaba el comandante, a Ragnar le gustaba el jefe de la unidad de la Fuerza de Defensa Planetaria que les habían asignado para ayudarlos en la búsqueda. El hombre, originario de otro Planeta, se llamaba Markham y había aprendido a luchar en una unidad de veteranos de un mundo letal. Los instintos y las observaciones de Ragnar le decían que Markham era un guerrero curtido que contaba con el respeto de sus hombres. No había cuestionado al Cuchillo del Lobo y había mantenido su paso, a pesar de que el abrasador calor de los túneles y el sonido de la lucha encima de sus cabezas no se lo estaba poniendo fácil a sus hombres.

Los miembros del equipo de Markham eran de Hyades, y llevaban armaduras de caparazón y respiradores. Eran una de las tropas mejor equipadas y armadas que Ragnar había visto, prácticamente iguales a las tropas de asalto de la Guardia Imperial por lo que a equipo se refería. Ragnar había pedido a Torin que vigilara atentamente al hombre que llevaba el lanzallamas, y había ordenado que sus depósitos se desconectaran mientras estaban bajo tierra. Ragnar sabía que si los Ángeles Oscuros escapaban a la ciudad o la selva, esa arma sería vital, pero la posibilidad de que alguien quisiera utilizar un lanzallamas en esos túneles le revolvía el estómago.

Los miembros del Cuchillo del Lobo mantenían las armas de asalto en la mano. Con los recovecos y giros de los túneles, cualquier esquina podía ocultar una emboscada enemiga, y tenían que estar preparados para iniciar un combate cuerpo a cuerpo en cualquier instante. En distancias muy cortas, los Lobos Espaciales no tendrían ninguna posibilidad de disparar aunque las tuberías se lo permitieran. Ragnar sostenía la empuñadura de su espada personal, su espada lobo. Había sido un regalo por salvar al Celestiarca de la Casa Belisarius, y era casi equivalente a una espada de hielo, un arma que únicamente se otorgaba a los Lobos Espaciales más poderosos. Torin había desenvainado la espada, y Haegr empuñaba su martillo. Todos ellos estaban preparados.

Ragnar tuvo una idea. Comprobó su comunicador, sólo como precaución. No quería volver a arriesgarse con las comunicaciones de Hyades. Los sistemas de su armadura parecían funcionar correctamente. Levantó la mano, haciendo que se detuvieran los hombres que lo seguían y activó su comunicador.

—Markham, tome a sus hombres y siga buscando. El resto de vosotros, marchaos con él y proporcionadle un apoyo digno del Cuchillo del Lobo. Torin y Haegr, quedaos aquí conmigo.

—Cuchillo del Lobo Ragnar, tengo órdenes de ayudaros —replicó Markham.

Incluso con aquella iluminación tan escasa, Ragnar fue capaz de leer lo suficiente en la expresión de Markham como para saber que el hombre quería estar seguro de que tenía la oportunidad de combatir a los Ángeles Oscuros.

—La mejor ayuda que podéis prestarme es seguir adelante, prosiguiendo la búsqueda. Yo quiero probar con una cosa. Si no funciona, me reuniré con vosotros. Marchaos —dijo Ragnar.

Markham saludó.

—Sí, señor.

Le hizo una seña a sus hombres y siguió adelante junto con el resto de miembros del Cuchillo del Lobo. Giraron por una intersección de túneles a diez metros de Ragnar.

Torin y Haegr miraron duramente a Ragnar.

—Hermanito, ¿qué estás tramando? —le preguntó Haegr.

—Tiene razón, chico. ¿En qué estás pensando? —preguntó Torin.

—¡Por los huesos de Russ!, ¿todavía no confiáis en mis instintos, viejos amigos? —preguntó Ragnar.

—Todavía pienso que hace tiempo que no te han dado una buena paliza que te haga entrar en razón —dijo Haegr.

—Estoy pensando como nuestra presa. Son cazadores y marines espaciales. No tienen ninguna intención de regresar a su nave habiendo fracasado. —Ragnar activó su comunicador, satisfecho de que todavía funcionara—. Tecnosacerdote Varnus, aquí Ragnar del Cuchillo del Lobo.

★ ★ ★

El equipo de combate de Jeremiah había esquivado a la milicia de la ciudad. Una fuerza planetaria de defensa, incluso una entrenada por un Caído, no era rival para los Ángeles Oscuros. Pero no habían previsto la presencia de los Lobos Espaciales. Recordaba vagamente algunos informes acerca de que una de las Casas Navegantes tenía una alianza con los Lobos Espaciales. Ahora los eventos se habían convertido en un asalto a gran escala de la ciudad.

De todos los capítulos de marines espaciales, ninguno tenía la rivalidad que existía entre los Ángeles Oscuros y los Lobos Espaciales. Jeremiah conocía la reputación de berserkers salvajes que tenían los Lobos Espaciales; para derrotar a sus enemigos se basaban en la fuerza bruta y en la astucia animal. Su devoción a su primarca y a su mundo natal de Fenris era legendaria. Pocos enemigos podían sobrevivir a la furia desatada de los Lobos Espaciales.

Por su parte, Jeremiah creía que ningún capítulo inspiraba tanta lealtad entre sus miembros como los Ángeles Oscuros. Durante miles de años, los Ángeles Oscuros habían mantenido sus secretos, cazando a los Caídos y trabajando para redimirse a sí mismos. Tenían una fe inquebrantable en el Emperador y en su primarca, Lion El'Jonson. Al igual que su primarca anteriormente, utilizaban la inteligencia además de la fuerza para derrotar a sus enemigos. La mera presencia de los Ángeles Oscuros era suficiente para que muchos enemigos huyesen aterrorizados.

Su reputación no derrotaría a los Lobos Espaciales. Y lo que era peor, eran el Cuchillo del Lobo. Al contrario que sus hermanos, los hermanos lobo, éstos tenían experiencia en Terra. Serían cautelosos, equilibrando las tendencias salvajes de su capítulo con la perspicacia necesaria para sobrevivir a la política del mundo natal de la humanidad.

Cuando Jeremiah había huido a las minas, esperaba encontrar una forma de llegar a la selva a través de algún túnel o escotilla de mantenimiento. Mientras que algunas partes de la refinería estaban bien señalizadas bajo la ciudad principal, las secciones exteriores apenas habían recibido servicios de mantenimiento en ese sentido. Los servidores, al contrario que los hombres, no necesitaban señales o indicaciones para moverse por esos corredores.

Muchos de los túneles parecían abandonados, y en otros lugares los ingenieros habían utilizado ampliamente las cuevas naturales. Jeremiah estaba acostumbrado a los diseños habituales de los ingenieros imperiales, pero mientras su equipo pasaba a través de algunas secciones de minas que se curvaban sobre sí mismas, se dio cuenta de que estaba desorientado. Todavía no habían encontrado una forma de salir, únicamente un sinfín de instalaciones subterráneas abarrotadas de servidores sin mente que trabajaban en la producción de promethium. Originalmente sólo habían descendido cuatro metros, pero en esos momentos Jeremiah sospechaba que se encontraban a mucha más profundidad. Elijah apenas podía sacar información de su auspex.

Lo que más preocupaba a Jeremiah era que el Caído sabía de antemano que se iba a producir un ataque y había sido capaz de prepararse para ello. La presencia de los Lobos Espaciales tenía que ser obra suya. Los Caídos eran astutos e ingeniosos, con habilidades capaces de rivalizar con las de los miembros más peligrosos de su capítulo. Aun así, si el Caído había sabido de la existencia de su barcaza de combate en órbita y sospechaba que podría producirse un asalto planetario, lo lógico habría sido que causara todo el daño que pudiera y que hubiera escapado. El Caído había de tener un plan de contingencia en caso de asalto, y sin duda era algo completa e increíblemente peligroso. Su objetivo debía de contar con aliados.

¿Podían estar los Lobos Espaciales más implicados de lo que había sospechado? ¿Y si el Caído había hecho un trato con los Lobos Espaciales para revelar los secretos de los Ángeles Oscuros al Imperio a cambio de su ayuda?

Pero por lo que Jeremiah sabía de los bárbaros Lobos Espaciales, un trato con el Caído no tenía ningún sentido. El Caído podría manipular a los Lobos Espaciales, pero debía tener sus propios aliados y recursos.

Los aliados del Caído debían ser extremadamente poderosos para arriesgarse a quedar atrapados en una ciudad llena de Ángeles Oscuros.

En última instancia, Jeremiah sabía que nada de eso importaba. Su fe le decía que el Caído podía ser redimido. El ángel oscuro se estremeció al pensar en el proceso de redención. Pocos osaban mirar a los capellanes interrogadores, que no se detendrían ante nada para restaurar el honor del alma del Caído.

—Jeremiah, el auspex ya no funciona —le informó Elijah—. No sé dónde están los Lobos Espaciales.

—La radiación de la maquinaria y las corrientes de promethium deben de estar causando problemas. Nuestros adversarios sufrirán las mismas dificultades. En estos momentos, nuestros hermanos deben de estar atacando encima de nuestras cabezas, asegurándose de que el objetivo no escapa. El momento de huir ya ha terminado. Los Hijos de Lion no huyen de los lobos. Elijah, encuentra un camino que nos devuelva a la superficie. Nuestro objetivo puede enviar a sus perros a cazarnos, pero nosotros somos cazadores. No hemos fracasado en nuestra misión. No regresaremos a la barcaza de combate sin nuestra presa —dijo Jeremiah.

Los hermanos de batalla de Jeremiah asintieron al unísono.

★ ★ ★

Una Thunderhawk de los Ángeles Oscuros rugía entre los edificios de rocacemento de Lethe, utilizándolos para protegerse del fuego antiaéreo de las plataformas Hydra de la ciudad. Desde el suelo y los niveles superiores de los edificios, algunos defensores apuntaban con sus ridículas armas de fuego a la nave de aterrizaje que volaba a ras de suelo.

Docenas de rayos láser rebotaron en el casco blindado de la Thunderhawk, con tan poca efectividad como si fueran fuegos de artificio. Cuando la Thunderhawk aterrizó en un edificio a medio camino entre el muro y el complejo presidencial, la rampa ya estaba bajada y una escuadra de diez marines espaciales abrió fuego sobre sus invisibles asaltantes en los edificios colindantes.

Los hombres de Hyades mantenían un flujo constante de disparos contra los invasores, pero sin efecto alguno. Las servoarmaduras de los marines espaciales hacían que su fuego defensivo fuera totalmente inútil. Un marine cayó, pero el resto se abrió paso hasta el techo del edificio del Administratum, adonde llegaron con una combinación de granadas perforantes y de bombas de fusión. La Thunderhawk había despegado para desembarcar más tropas en otro tejado.

La misma escena se repetía por todas partes de la ciudad. En esos momentos, las defensas antiaéreas de Lethe tan sólo habían retrasado a los Ángeles Oscuros, pero Hyades no tenía nada que pareciera capaz de detenerlos.

A medida que más marines espaciales desembarcaban, las fuerzas de defensa planetaria entraron en acción, girando sus cañones de las posiciones en que apuntaban hacia la selva para apuntar a su propia ciudad. Una terrible explosión sacudió la urbe cuando los primeros proyectiles alcanzaron uno de los edificios del Administratum en el preciso momento en que una Thunderhawk bajaba la rampa para desembarcar más Ángeles Oscuros.

La destrucción del edificio lanzó restos de rocacemento en todas direcciones, atrapando a la evasiva Thunderhawk en una tormenta de cascotes. La escuadra que había desembarcado en ese tejado cayó en medio de las ruinas del antiguo edificio. A pesar de la explosión, la servoarmadura de los mejores guerreros del Emperador les permitió sobrevivir. El resto de marines espaciales, todavía a bordo de la Thunderhawk, se abrieron paso fuera de la nave dañada y empezaron a atravesar los cascotes y las nubes humeantes en que se había convertido el edificio del Administratum.

Cadmus lo había estado viendo todo desde su centro de mando, valorando la táctica enemiga y dirigiendo la batalla lo mejor que podía. Cuando vio cómo la Thunderhawk se estrellaba, activó el comunicador.

—¡Ahora! —fue su única orden.

A su voz, cuatro tanques Hellhound emergieron de sus hangares bajo distintos edificios y se dirigieron a toda velocidad hacia el edificio derruido. Los tanques incinerarían las escuadras de Ángeles Oscuros que quedaban atrapadas ente las ruinas. Lethe enviaría a los marines espaciales hacia sus propios infiernos envueltos en fuego de promethium.

Cadmus no esperó a ver lo que sucedía desde su búnker de mando. Tenía confianza en las tripulaciones de sus Hellhound. Y de todas formas tenía otros asuntos que atender.

—Comandante, ¿cómo va la batalla? —crepitó en su comunicador. La voz era queda, apenas un susurro.

Cadmus hizo una pausa antes de contestar.

—Como ya le he dicho, podré resistir ante los Ángeles Oscuros durante un tiempo. Todo depende de los Lobos Espaciales —respondió también en voz baja.

—Exactamente. No se preocupe, los lobos son lobos —fue la respuesta.

—Eso espero. Ahora, con su permiso, tengo una batalla a la que sobrevivir —respondió Cadmus.

—Por supuesto. Recuerde, cada segundo que pasa nos encontramos más cerca de ganar esta guerra —dijo la voz.

Cadmus desconectó el comunicador y volvió a comprobar la escena de la Thunderhawk estrellada y el edificio derruido. Apenas podía distinguir las formas de las servoarmaduras ardiendo por la acción de los cañones Infierno en medio del humo. Tres Hellhound rociaron con una muerte incandescente las ruinas. Con su experiencia táctica distinguió los restos del cuarto Hellhound. Un dreadnought de los Ángeles Oscuros estaba alejándose del vehículo destruido; una monstruosidad mecánica andante que contenía los restos medio vivos de un miembro totalmente mutilado de la hermandad. Se giró y apuntó sus cañones láser a otro Hellhound, que estalló en medio de una bola de fuego.

—Lion todavía tiene su orgullo —dijo—. Varnus, lanza los cargueros suicidas cargados de promethium. Quiero que esas Thunderhawks y la flota de los Ángeles Oscuros tengan algo en que pensar.

Cadmus se frotó la sien y sonrió. Los Ángeles Oscuros habían llegado. Fase uno completada.

Todo dependía de que la flota de los Lobos Espaciales llegara de patrulla según lo previsto. Todo dependía del tiempo y de la secuencia de acontecimientos.

★ ★ ★

El equipo de combate de los Ángeles Oscuros había iniciado su retirada estratégica hacía más de dos horas y media. Jeremiah había decidido que ya era hora de que la retirada se convirtiera en redespliegue. Habían hecho todo lo posible para evitar a sus perseguidores, pero teniendo en cuenta los agudos sentidos de los Lobos Espaciales, sabía que los detectarían gracias a su olfato. Había esperado poder regresar a la selva antes de que las cosas empeoraran, reagruparse e iniciar un nuevo intento de entrar en la ciudad. Sin embargo, no iba a poder ser, y Jeremiah acababa de decidir una nueva estrategia.

—Marius, Sebastian y Gilead —dijo Jeremiah—. Vosotros buscaréis a nuestros hermanos y los apoyaréis. Informad al capellán interrogador de nuestros progresos.

—¿Buscaréis al hereje por vuestra cuenta, señor? —le preguntó Sebastian.

Jeremiah desenvainó la espada. La luz rojiza de la maquinaria minera se reflejó en su pulida superficie.

—Por las espadas aladas, que nuestra misión no ha fracasado. Elijah, Nathaniel y yo encontraremos a nuestro objetivo. Y si controla las defensas de la ciudad, decapitaremos a los defensores, culminando nuestra victoria. Vosotros tenéis una última misión antes de reuniros con nuestros hermanos, una misión peligrosa pero vital para capturar a nuestro objetivo. Atacad a los Lobos Espaciales. Atraedlos para que os sigan y conducidlos lo más lejos posible del centro de la ciudad. Nosotros tres encontraremos el camino hasta el objetivo.

Los tres Ángeles Oscuros asintieron para mostrar su conformidad.

—El honor de Lion será el nuestro —proclamaron al unísono.

—Creo que nuestros adversarios se encuentran en los túneles situados al norte —les dijo Jeremiah—. Nos encontrarán si no los encontramos nosotros primero. Atacad y retiraos, dirigiéndoos rápidamente hacia la superficie.

—Hermano Jeremiah, ¿qué ruta tomaréis para volver a penetrar sus defensas? —preguntó Gilead.

—Nuestro objetivo es inteligente y comprende que esto es una guerra, no una simple batalla. Aunque no es un cobarde, tratará desesperadamente de encontrar una forma de seguir su lucha contra nosotros, y habrá planeado una forma de escapar a la sagrada fuerza de nuestro capítulo. La mejor forma de salir de esta ciudad sin ser detectado es a través de estos túneles. Encontraremos su ruta de escape y lo seguiremos hasta su guarida. Tengo una ligera idea de adónde irá. Hemos pasado junto a un corredor construido como el resto de la refinería, pero en él no había ningún servidor y muy pocas luces. Sospecho que ése debe de ser el camino. Si resulta ser falso, encontraremos otros. No menospreciemos la habilidad de los Lobos Espaciales, y recordad, la mano del mal guía a nuestros enemigos. Vuestra fe en el Emperador será vuestro escudo y el orgullo de Lion vuestra fuerza. ¡Marchad! —dijo Jeremiah.

Los tres designados desaparecieron por los túneles rápida y silenciosamente, con las armas en la mano. Jeremiah sabía que cumplirían su misión. Los Lobos Espaciales no serían capaces de detener a su equipo.

★ ★ ★

Ragnar calculaba que habían pasado ya varias horas desde que los Ángeles Oscuros habían escapado del complejo del palacio imperial en el centro de la ciudad. Junto a Torin y Haegr permanecía tranquilamente agazapado en un estrecho pozo de mantenimiento, esperando que su plan funcionara.

Si Ragnar tenía razón, los Ángeles Oscuros realizarían su próximo movimiento en cualquier momento. Esperaba haber anticipado sus movimientos correctamente. Si estaba equivocado, él, Torin y Haegr no habrían hecho más que abandonar al resto del equipo de búsqueda.

Cada segundo que pasaba era una eternidad. Entonces Ragnar captó el olor de aceites de ungir y escuchó el rumor de servoarmaduras rozando con las rocas y el susurro de ropajes al moverse. Los Ángeles Oscuros habían mordido el cebo de Ragnar. Sabía que a causa de su fanatismo, el equipo de combate de los Ángeles Oscuros no cejaría mientras tuvieran una mínima esperanza de poder completar su misión. Con ayuda del tecnosacerdote, Ragnar había hecho salir a los servidores de ese túnel y ordenó que las luces se amortiguaran. Ragnar quería que ese corredor tuviera el mínimo de actividad posible. Esperaba que los Ángeles Oscuros decidieran que era un buen lugar para ocultarse, preparar una emboscada o tratar de abrirse paso de vuelta al complejo del palacio. Había funcionado. La parte más difícil, además de esperar, había sido lograr que Haegr pudiera entrar en el pozo de mantenimiento.

Escondidos detrás de las puertas, Ragnar, Torin y Haegr no podían ver a los Ángeles Oscuros, pero con sus bien entrenados sentidos podían oírlos y olerlos. Ragnar se mantuvo tenso, mientras su cuerpo ardía ante la expectativa del combate que se avecinaba.

—Aquí —dijo la voz de uno de los Ángeles Oscuros. Sin duda era el líder, pues su voz no quedaba apagada por el casco—. Hermanos, hemos sido bendecidos por el Emperador. Nathaniel, retira la compuerta de mantenimiento.

Con un aullido salvaje, Ragnar hizo saltar la compuerta de mantenimiento de sus goznes de una patada. La compuerta golpeó al ángel oscuro de lleno en el pecho, derribándolo de espaldas y dejándolo desarmado. A la derecha de Ragnar, otro ángel oscuro atacó con su espada mientras desenfundaba la pistola con la rapidez de un garra sangrienta, aunque se detuvo un instante antes de disparar su arma, aparentemente impresionado por el aullido de Ragnar. Torin se enfrentó al más rápido, pues Ragnar ya había elegido a su adversario. Sólo había tres enemigos y los guerreros del Cuchillo del Lobo tenían el elemento sorpresa de su parte en el oscuro túnel.

El ángel oscuro sin casco era bello, con unos rasgos clásicos, del tipo que se podía ver en los tapices que representaban ángeles. A pesar de su aspecto juvenil, Ragnar dedujo por su porte que era un formidable guerrero. Ragnar lo golpeó. El ángel oscuro apenas pudo bloquear el repentino ataque. La espada rúnica de Ragnar mordió el metal de la espada de su contrincante. Ragnar oyó los sonidos de combate detrás de él mientras Torin presionaba a su enemigo. Había algo que faltaba.

—¡Que sepan que el poderoso Haegr está aquí! —gritó Haegr. Ragnar distinguió el ruido de su armadura rozando el metal. Haegr estaba teniendo muchos problemas para salir de la escotilla de mantenimiento—. Ragnar, Torin, dejadme alguno para mí u os daré una buena paliza.

Ragnar pateó a su adversario cuando sus espadas entrechocaron de nuevo. El ángel oscuro cayó de espaldas. Ragnar se abalanzó hacia adelante, casi ensartando a su enemigo con la espada que le había ofrendado la Casa Belisarius. Los ojos del ángel oscuro se dilataron.

—Luchas con una arma demonio, lobo —le escupió—, pero no te servirá de nada contra los Hijos de Don. Igual que Lion El'Jonson derrotó a Leman Russ, yo te derrotaré a ti.

Ragnar observó al ángel oscuro.

—Soy Ragnar de los Lobos Espaciales, y no seré derrotado por un ángel oscuro, como no lo fue Leman Russ. Si quieres demostrar tu fuerza contra mí, tira tu espada, ángel oscuro, y luchemos desarmados.

Ragnar distinguió los esfuerzos de Haegr por intentar librarse de la escotilla de mantenimiento, y le preocupaba que lo atacaran por detrás.

Con un rugido atronador, Haegr logró liberarse. El ángel oscuro debería superar al voluminoso Lobo Espacial para colocarse a espaldas de Ragnar. Respecto al combate de Torin, Ragnar podía oír el característico sonido de los proyectiles de bólter rebotando en la ceramita.

—Yo, Jeremiah, de los Ángeles Oscuros, acepto tu desafío, Ragnar de los Lobos Espaciales.

Para sorpresa de Ragnar, el ángel oscuro tiró su espada. Ragnar hizo una mueca y envainó la suya. El ángel oscuro sin duda se había dado cuenta de que Ragnar tenía una arma mucho mejor, pero si pensaba que tenía más posibilidades en un combate sin armas, Ragnar iba a demostrarle lo equivocado que estaba.

—Hermano Elijah, te ayudaré con éste en cuanto haya despachado a ese gigante —dijo Nathaniel.

—¡Ja, el pequeño ángel oscuro piensa que puede hacer algo que ningún hombre puede hacer! ¡Piensa que puede despachar al poderosos Haegr del Cuchillo del Lobo! —se rió Haegr, blandiendo su poderoso martillo.

Nathaniel desenvainó una espada sierra para defenderse, pero ante la masa de Haegr era realmente insignificante. Cada golpe resonaba por los túneles como si de un trueno se tratara. El ángel oscuro tuvo que retroceder y chocó contra la pared de roca. A pesar del tremendo castigo, se negaba a caer. Haegr lo agarró y lo aplastó con fuerza. Los motores de la servoarmadura del ángel oscuro humeaban mientras Haegr parecía a punto de hacerla reventar como un fruto maduro.

Torin seguía atacando a su voluntarioso adversario. Elijah, el joven ángel oscuro, no tenía la habilidad de Torin, pero lo compensaba con unos reflejos sobrehumanos que podían llegar a compararse con los de Ragnar. Aun así, poco a poco Torin desbarató las defensas del joven, derribándolo con precisión. Elijah alcanzó a Torin con su pistola bólter, pero los proyectiles rebotaron en la placa pectoral del miembro del Cuchillo del Lobo. Torin se dio cuenta de que debía acabar rápidamente el combate. El ángel oscuro no podía durar, pero podía tener suerte.

Torin esperó hasta que Elijah disparó una nueva andanada, y trastabilló esperando haber interpretado correctamente a su adversario. Lo había hecho. Elijah se abalanzó empujado por el entusiasmo que Torin podría haber esperado de un garra sangrienta. La finta funcionó. Torin golpeó con su espada de forma inesperada, alcanzando a su enemigo entre el casco y los hombros, justo en el cuello. La vida de Elijah se encontraba en manos de Torin, y ambos lo sabían.

Ragnar agarró a Jeremiah. Para los estándares de los Lobos Espaciales, Ragnar era fuerte, pero la fuerza del ángel oscuro le sorprendió. Jeremiah era un buen adversario.

Ragnar empujó y presionó, tratando de conseguir alguna ventaja, pero cada movimiento que hacía era contrarrestado por el ángel oscuro.

Ragnar sintió cómo su rabia crecía. Jeremiah había insultado a Leman Russ. Aunque Ragnar había perdido la Lanza de Russ, no fallaría a su primarca en este desafío. Notaba la rabia del lobo en su interior, dándole fuerzas y agudizando sus sentidos.

Por un instante pareció que Jeremiah tenía una cierta ventaja. Mientras Ragnar luchaba contra su bestia interior, Jeremiah le propinó diversos golpes. Entonces, con un aullido, Ragnar encontró la fuerza que necesitaba.

Lleno de rabia, agarró a Jeremiah y lo levantó por los aires, golpeándolo contra la pared. El mundo se volvió rojo sangre y Ragnar ya no fue consciente de la batalla a su alrededor. Golpeó la cabeza de Jeremiah contra la pared una y otra vez. Y entonces le dio la impresión de que se transformaba en un casco de los Mil Hijos, los marines del Caos que se habían convertido en los eternos enemigos de los Lobos Espaciales, y ya no pudo pensar en nada más que el honor de los Lobos Espaciales y Leman Russ.

—¡Por Russ! —gritó, y golpeó su cabeza contra la de Jeremiah, haciendo saltar la sangre.

—¡Chico, ya está bien! Lo queremos vivo para interrogarlo —le recordó Haegr, agarrando a Ragnar y separándolo de Jeremiah. Ragnar miró a Haegr, tardando unos momentos en reconocer a su viejo amigo. Finalmente, la rabia remitió.

Jeremiah yacía inconsciente, con la cara cubierta de sangre. Nathaniel gemía en el suelo. Su servoarmadura había resistido la fuerza de Haegr, pero sus huesos no lo habían soportado tan bien. La espada de Torin seguía en el cuello de Elijah, y el joven ángel oscuro había perdido sus armas.

—Tú eres el único consciente, así que supongo que depende de ti que os rindáis —le ofreció Torin.

—Los Ángeles Oscuros no se rinden a los Lobos Espaciales— gruñó Elijah.

Haegr golpeó al joven ángel oscuro en la cabeza, dejándolo inconsciente instantáneamente.

—Entonces, éste será un caso excepcional —remarcó Torin. Ragnar recuperó sus armas y probó el comunicador.

—¿Markham, me recibes?

El comunicador crepitó por la estática antes de oír la respuesta.

—Hemos sufrido algunas bajas entre los hombres, Cuchillo del Lobo Ragnar, pero los hemos hecho huir. Están dirigiéndose hacia la superficie. Estoy enviando la localización al comandante Cadmus. Creo que ya los tenemos. El resto del Cuchillo del Lobo están dándoles caza —dijo Markham.

—Buen trabajo. Sois un orgullo para la Casa Belisarius. Corto. —Y desconectó el comunicador.

Ragnar estaba impresionado. Los Ángeles Oscuros se habían dividido para tratar de atraer a sus hombres. En algunos aspectos, los miembros de este equipo de combate pensaban como Lobos Espaciales.

—¿Estás bien, hermano? —le preguntó Torin.

Ragnar asintió. Había estado a punto de perder el control y dejar salir al lobo. Dentro de cada Lobo Espacial vive una bestia, un salvajismo primigenio. Todos ellos han de trabajar duro para controlarlo, para mantener constantemente tranquila a la bestia. Ahora que la adrenalina había bajado, Ragnar empezaba a sentir el dolor de los golpes. Jeremiah le había propinado un duro castigo.

—Llevemos estos prisioneros a la superficie y veamos cómo les va a los defensores. Tenemos que saber por qué están aquí. Tal vez sepan algo que nosotros no sabemos —dijo Ragnar.

—Tal vez piensan que saben algo que nosotros no sabemos —aventuró Torin.

—Sospecho que lo único que necesitan es una buena paliza, y una vez sepan que Haegr está aquí, bien, sabrán que han encontrado al mejor apaleador de la galaxia. ¿Qué me dices a eso? —Haegr pateó a Nathaniel. El ángel oscuro soltó un gruñido.

—Dice que esta de acuerdo —dijo Ragnar.

Una explosión hizo temblar las minas. El olor a aceites de ungir se intensificó considerablemente. Más Ángeles Oscuros estaban dirigiéndose en esa dirección, muy probablemente procedentes de la superficie. Algunos de ellos habían penetrado en las minas, y era mala suerte que hubieran entrado cerca de la localización de los Lobos Espaciales.

—Será mejor que sean cautelosos. Muchas más explosiones como ésta y perforarán alguna de las tuberías y provocarán la ignición del promethium —advirtió Torin.

—Todo el lugar, la refinería y las minas podrían convenirse en un infierno —remarcó Haegr.

—Espero que no —repuso Torin—. Creo que los espíritus-máquina desconectarán parte de las tuberías allí donde se produzcan explosiones. Toda esta maraña de túneles está convulsionada simplemente porque tienen un complejo sistema de tuberías para el caso de que alguna sección funcione mal. Tal vez incluso por si alguien trata de sabotear intencionadamente el sistema.

—¿Qué? —preguntó Ragnar—. ¿Quieres decir que si uno de nosotros dispara a las conducciones no provocará que todos los túneles estallen?

—Exactamente —dijo Torin—. Ragnar, no pensarías... Es por eso que parecías tan nervioso por el hombre del lanzallamas —se rió Torin—. Si todo el lugar pudiera explotar, Lethe haría mucho tiempo que habría sido destruida. Ni los servidores del Dios Máquina cometerían un error así. Es posible que se inicie un gran incendio en una sección de un túnel, como por ejemplo éste, lo que sería equivalente a ser chamuscado por un lanzallamas pesado a quemarropa o por un cañón Infierno. No es muy saludable, pero es por eso que los marines espaciales llevamos servoarmadura.

—¿Así que no es mucho peor que utilizar un lanzallamas pesado? —preguntó Ragnar.

—No —dijo Torin—. Créeme, si lo fuera, estoy seguro de que los Ángeles Oscuros habrían disparado a las tuberías de promethium durante nuestro combate cuerpo a cuerpo. Es lo que yo habría hecho si hubiera estado seguro de morir en una misión de espionaje antes que ser capturado por el enemigo. Sin embargo, pienso que en vez de debatir la inflamabilidad de los túneles deberíamos pensar en salir de aquí. Huelo más Ángeles Oscuros.

El túnel en el que se encontraban los guerreros del Cuchillo del Lobo en esos momentos conectaba las minas abandonadas con la refinería que seguía activa. El sonido de los disparos de bólter les llegaba de la dirección de la refinería. Ragnar olió a los marines espaciales en ambos extremos del túnel. Era difícil determinar a qué distancia se encontraban.

—No te preocupes —dijo Ragnar—. Varnus me contó que el pozo de mantenimiento en el que nos ocultamos conduce a un viejo centro de mando para las secciones abandonadas de las minas.

—¿Qué? —preguntó Haegr—. ¡Dime que lo he oído mal!

—Es cierto amigo mío. Tendremos que dejarte atrás. Demasiados pasteles, asados y barriles de cerveza. —Torin hizo una pausa para suspirar—. Dudo que puedas pasar por el pozo, así que no podrás escalar.

—Es porque Haegr es tan poderoso que necesita comer la cantidad adecuada a su tamaño —dijo el propio Haegr.

Escucharon más disparos en dirección a la refinería, así como las explosiones de varias granadas. También llegó un destello de luz de esa dirección, acompañado de una bocanada de calor.

—¿Veis?, ya han detonado parte del promethium —dijo Torin. Haegr le contestó en un tono de voz extrañamente serio.

—No te preocupes, cabré en el pozo de mantenimiento, incluso cargando a uno o dos de estos Ángeles Oscuros. Yo cerraré la marcha. —Y luego añadió—: Además, de esa forma podré protegeros mejor a los dos en el caso de que el enemigo venga por el túnel y decida investigar el pozo de mantenimiento.

—Yo iré el último. Voy a desalentar a cualquier perseguidor —dijo Ragnar.

—Bien, no voy a malgastar el tiempo discutiendo. —Torin cogió a Elijah y lo empujó hacia el pozo de mantenimiento.

—¿Estás seguro de querer cerrar la marcha, Ragnar? —preguntó Haegr.

—Estoy seguro, pero necesito que me ayudes con Jeremiah.

El gigante cogió a Nathaniel y a Jeremiah, echándose uno sobre cada hombro. Los marines espaciales parecían niños en los hombros de Haegr.

—Aunque tenga que avanzar de rodillas —dijo Haegr, agachándose y entrando en el pozo.

Ragnar estaba cansado. Había decidido convertir el túnel en ruinas ardientes. Por una parte quizá debería esperar hasta el último momento para ver si podía atrapar a algún ángel oscuro en la explosión. Seguía pensando que era algo deshonroso, incluso si su efecto no era peor que utilizar un lanzallamas pesado. Cierto que se trataba de los odiados Ángeles Oscuros, pero también eran marines espaciales.

Una vez más tenía que tomar una decisión: permanecer leal a la Casa Belisarius y a su juramento de servicio, o escuchar a su corazón y confiar en el Emperador.

Echaba de menos la vida en Fenris.

Los Ángeles Oscuros, fueran cuales fueran sus motivos, eran el enemigo, y debía tratarlos como tales. Dudaba que ellos, en su lugar, hubieran actuado de otra forma.

Al oír al enemigo acercarse, Ragnar sacó una granada de su cinturón. Con una mano activó la carga y la lanzó hacia la tubería más grande de promethium refrigerado en el centro del túnel. Sin esperar, Ragnar saltó tan lejos como pudo hacia el interior del pozo. Detrás de él la granada explotó.

La detonación inicial no fue más que una explosión. A continuación se produjo una gran llamarada y un rugido ensordecedor cuando el promethium prendió y partió la tubería, vertiendo su contenido letal por todo el túnel. Ragnar se agarró a una escalera en el fondo del pozo y empezó a subir. Debajo de él el pozo se llenó de luz cuando la bola de fuego lo invadió.

—¡Por el Lobo de Fuego en persona! —exclamó Haegr estirándose hacia abajo para agarrar el brazo de Ragnar—. Casi has conseguido matarte a ti mismo, chico.

—Esto les convencerá de no entrar en el túnel, y sospecho que la parte inferior de la escalera se ha fundido —dijo Ragnar.

—¿Crees que te has llevado alguno por delante? —preguntó Haegr.

—No, sólo estaba tratando de evitar que nos persiguieran —dijo Ragnar.

Habían subido por la escalera hasta salir a un corredor vacío que correspondía a la descripción de Varnus de la estación de control de la mina abandonada. Una señal en gótico imperial en la puerta metálica del extremo de la sala indicaba que se trataba de una estación de seguridad. Los tres Lobos Espaciales intercambiaron miradas, recogieron a sus prisioneros y avanzaron.

Haegr dejó a su ángel oscuro en el suelo, rugió, y se lanzó a la carga contra la puerta de seguridad. La puerta crujió, pero ni siquiera se abolió.

—Haegr... —dijo Torin.

Pero no había nada que pudiera detener al gigantesco Lobo Espacial. Cogió su martillo y golpeó la puerta una y otra vez. Los golpes resonaron por toda la sala. Después de varios golpes, Haegr dejó caer el martillo y cargó una vez más. Esta vez, la enorme masa del Lobo Espacial fue demasiado para la puerta, que cedió bajo su empuje y cayó al interior de la sala.

—¡Ya está! —declaró Haegr—. Y ahora, Torin, ¿qué ibas a decirme?

Torin dio unas palmadas en el hombro de su enorme hermano de batalla.

—Iba a decir algo sin importancia acerca de conocer los códigos de seguridad de la Casa Belisarius.

Ragnar soltó una carcajada y sus hermanos de batalla se unieron a él.

—Es mucho más impresionante con el sistema de Haegr.

—Ciertamente —dijo Torin—. Y después de todo este ruido sabemos que nuestros enemigos están realmente inconscientes, pero tal vez podría utilizar los códigos de seguridad para activar estas videopantallas.

Haegr y Ragnar llevaron a sus inconscientes prisioneros al interior de la habitación, dejándolos separados y manteniéndolos vigilados, mientras Torin trabajaba en los controles del centro de mando.

La estación de seguridad disponía de varias videocámaras, pero basándose en los carteles e indicadores, Ragnar podía deducir que se utilizaban para monitorizar las secciones abandonadas de la mina y no para controlar la seguridad de la ciudad. Aun así, Torin permaneció frente a una de las videopantallas, introdujo los códigos, y realizó el ritual de activación de los espíritus-máquina de los monitores de seguridad.

Sorprendentemente, la mitad de los monitores cobraron vida. Al principio tan sólo mostraron imágenes oscuras de las minas. Entonces, con unos cuantos gestos, Torin movió los diales y cambió los indicadores, y una serie de imágenes de la ciudad llenaron las pantallas.

—¡Torin, lo has logrado! —exclamó Ragnar—. ¿Estás seguro de que no eres un sacerdote de hierro?

Torin no respondió; en vez de ello señaló las pantallas.

Las videopantallas mostraron la batalla que estaba librándose. En una pantalla grande, un salvaje enfrentamiento llamó la atención de los Lobos Espaciales. Un dreadnought de los Ángeles Oscuros recorría las calles de Lethe. Tres Sentinels de la Guardia Imperial se le acercaban. Cada uno de ellos estaba equipado con letales sierras y cuchillas, diseñadas para abrirse paso por las selvas de Hyades, pero que ahora se utilizaban para combatir. Un cañón láser acoplado del dreadnought acabó con facilidad con uno de los Sentinels, mientras los otros rociaban a la máquina de guerra de los Ángeles Oscuros con promethium en llamas. El dreadnought desapareció un instante en medio de una nube de humo antes de avanzar y golpear a uno de los Sentinels con su gigantesco puño de combate, destruyéndolo como si fuera un juguete.

Otras pantallas mostraban a los cañones de defensa disparando contra las cañoneras Thunderhawk y las cápsulas de desembarco. Ragnar también vio a la gente de Hyades defendiéndose lo mejor que podían. Toda la población utilizaba armas improvisadas junto a lanzallamas, granadas y rifles láser para defenderse. Ragnar estaba impresionado por su coraje, y vio que los Ángeles Oscuros no salían impunes.

—La gente lucha ferozmente para salvar sus hogares. Esto es cierto incluso aquí —dijo Ragnar.

—Ésta es una de las cosas más inteligentes que jamás hayas dicho —afirmó Torin—. Hemos de encontrar la razón por la que los Ángeles Oscuros han atacado, y eso significa despertar a estos tres.

—No nos dirán nada voluntariamente. Tal vez piensen que hemos sido contaminados por el Caos —dijo Ragnar—. ¿Qué es este búnker? —le preguntó a Torin—. Parece mucho más que una estación de seguridad de una vieja mina.

—Al parecer es un centro de mando secundario. El comandante Cadmus probablemente tenga varios centros de apoyo ocultos por diversos sitios de Lethe.

Ragnar encontró el centro de comunicaciones. Los mensajes centelleaban en la pantalla. Uno en particular llamó su atención. Se leía: «Ángeles Oscuros escapan. Cuchillo del Lobo en persecución por las calles. Cuadrante tres, sector cinco norte, apunten a la posición de Markham».

—¿Puedes ver el cuadrante tres, sector cinco? —preguntó Ragnar.

—Dame un segundo. —Torin movió los diales y las palancas—. Sí, en esta pantalla —dijo.

Un mensaje centelleó en la pantalla: «Bombardeo inminente». Cadmus iba a eliminar ambos grupos de marines espaciales.