98
El fiscal
El fiscal jefe Jens Svanehjälm saluda discretamente a Saga Bauer, a Joona Linna y a Carlos Eliasson y toma asiento de inmediato. El material recopilado por Anja Larsson está sobre la mesita que tiene delante. Svanehjälm toma un sorbo de su café de soja, mira la primera foto y luego se dirige a Carlos.
—Creo que os resultará difícil convencerme —dice.
—Pero lo haremos —sonríe Joona.
—A ver si es verdad —dice el fiscal.
El delgado cuello de Svanehjälm y sus hombros estrechos y caídos debajo de un traje que no le sienta muy bien refuerzan la impresión de que es un chico disfrazado con ropa de adulto.
—Es bastante complicado —dice Saga—. Creemos que Axel Riessen, actual director general del ISP, ha sido secuestrado, y que el asunto tiene relación con todo cuanto ha pasado estos últimos días.
El teléfono de Carlos empieza a sonar y Saga guarda silencio.
—Disculpad, creía haber avisado de que no quería que nos molestaran —dice, levanta el auricular y contesta—. Sí, aquí Carlos Eliasson…
Escucha, se ruboriza, murmura que lo comprende, da las gracias por la llamada y cuelga con semblante taciturno.
—Te pido disculpas —dice Carlos.
—Tranquilo —responde Jens Svanehjälm.
—Quiero decir que te pido disculpas por haberte hecho venir —explica Carlos—. Era la secretaria de Axel Riessen del ISP, me he puesto en contacto con ella antes… Al parecer, acaba de hablar con Riessen.
—¿Y qué le ha dicho? ¿Que lo habían secuestrado? —pregunta Svanehjälm sonriendo.
—Está a bordo del yate de Raphael Guidi para discutir los últimos detalles sobre el permiso de exportación.
Joona y Saga cruzan una mirada.
—¿Y os satisface esa respuesta? —pregunta el fiscal.
—Por lo visto, Riessen había solicitado reunirse con Guidi —sigue Carlos.
—Debería habernos avisado —repone Saga.
—Su secretaria me ha dicho que las partes implicadas llevan todo el día reunidas en el barco para aclarar las últimas dudas de un asunto que ya se ha alargado demasiado, y que Axel Riessen contaba con enviar la firma por fax al ISP esta misma tarde.
—¿El permiso de exportación? —pregunta Saga poniéndose en pie.
—Sí —sonríe Carlos.
—¿Qué va a hacer después de la reunión? —pregunta Joona.
—Iba a… —Carlos se interrumpe y mira extrañado a Joona—. ¿Cómo sabes que tenía pensado hacer algo después de la reunión? —le pregunta—. La secretaria de Riessen ha dicho que su jefe se había tomado unas vacaciones para navegar por la costa hasta Kaliningrado. Al parecer, Raphael Guidi le ha prestado un Forgus.
—Suena divertido —dice Svanehjälm levantándose.
—Estúpidos —espeta Saga dando un puntapié a la papelera—. Sabéis perfectamente que lo han obligado a llamar.
—¿Podríamos comportarnos como adultos? —pide Carlos entre dientes.
Levanta la papelera volcada y recoge los desperdicios que han quedado esparcidos por el suelo.
—Hemos terminado, ¿no? —dice Svanehjälm con semblante serio.
—Axel Riessen está retenido en el barco de Raphael Guidi —dice Joona—. Debéis proporcionarnos recursos para ir a buscarlo.
—Puede que sea un estúpido, pero no veo ni una sola razón para tomar medidas al respecto —responde Jens Svanehjälm saliendo del despacho.
Lo ven cerrar la puerta sin prisa.
—Perdona el exabrupto —se disculpa Saga ante Carlos—. Pero es que esto no cuadra, no nos tragamos que Axel Riessen sea capaz de firmar ese permiso de exportación.
—Saga, he puesto a dos juristas a trabajar en esto —le explica Carlos tranquilamente—. Todo lo que han podido ver es que el informe de la venta de Silencia Defence es impecable, el análisis es muy ambicioso y…
—Tenemos una fotografía en la que Palmcrona y Salman están reunidos con Raphael Guidi y Agathe al-Haji para…
—Lo sé —la interrumpe Carlos—. Ésa era la respuesta a todo el misterio, ahora ya la tenéis, pero sin pruebas no podemos seguir adelante. Todavía tenemos que demostrar lo que sabemos, y para eso no basta con la foto.
—O sea, que nos vamos a quedar mirando mientras ese buque de carga sale de Suecia aunque sepamos que la munición se va a destinar al genocidio de Darfur —replica ella, alterada.
—Encargaos de traer a Pontus Salman —responde Carlos—. Conseguid que declare contra Raphael, prometedle lo que sea con tal de que hable…
—Pero ¿y si no lo hace? ¿Y si se niega? —pregunta Saga.
—Entonces no hay nada que podamos hacer.
—Tenemos otro testigo —dice Joona.
—Me encantará conocerlo —responde Carlos con escepticismo.
—Sólo tenemos que traerlo antes de que se ahogue en el mar delante de Kaliningrado.
—Esta vez no conseguirás lo que quieres, Joona.
—Sí.
—No.
—Sí —replica Joona, tajante.
Carlos lo mira con desánimo.
—Nunca lograremos convencer al fiscal —dice al cabo de un rato—. Pero como no puedo pasarme el resto de mi vida aquí sentado diciendo que no mientras tú dices que sí…
Se interrumpe, suspira, piensa un instante y luego prosigue:
—Tienes mi autorización para buscar tú solo a Axel Riessen y asegurarte de que está bien.
—Joona necesita apoyo —señala Saga, nerviosa.
—No es una maniobra policial; sólo una manera de que Joona no se ponga pesado —replica Carlos haciendo un gesto de barrido con el brazo.
—Pero Joona va a…
—Quiero… —la interrumpe Carlos— quiero que vayáis a buscar a Pontus Salman a Södertälje, tal como os he dicho… porque, si conseguimos un testimonio sólido, me encargaré de hacer todo lo posible para detener a Raphael Guidi de una vez por todas.
—No hay tiempo para eso —dice Joona encaminándose hacia la puerta.
—Puedo interrogar a Pontus Salman sola —añade Saga.
—Joona, ¿qué vas a…?
—Voy a saludar a Raphael —dice él, y sale del despacho.