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La Brigada
Mientras Joona Linna se dirige a grandes zancadas hacia el aparcamiento situado bajo el parque de Rädhus, piensa en Disa y siente cómo lo invade la añoranza. Quiere acariciar sus brazos delgados, sentir el perfume de su suave pelo. Joona siente una curiosa calma cuando la oye hablar de sus hallazgos arqueológicos, como fragmentos de hueso sin ningún vínculo con un crimen, restos de personas que vivieron hace mucho tiempo.
No tarda en pensar que debe hablar con ella, que lleva mucho tiempo estando demasiado ocupado. Continúa hacia el aparcamiento y pasa entre los coches estacionados cuando de pronto intuye un movimiento detrás de una columna de hormigón. Hay alguien esperándolo junto a su Volvo. Vislumbra una figura humana casi oculta por una furgoneta. Lo único que se oye es el zumbido del sistema de ventilación.
—Qué rápido —exclama.
—Teletransporte —responde Pollock.
Joona se detiene en seco, cierra los ojos y se presiona la sien con un dedo.
—¿Te duele el tarro? —pregunta Pollock.
—No he dormido mucho.
Suben al coche y cierran las puertas. Joona gira la llave en el contacto y un tango de Astor Piazzolla empieza a sonar por los altavoces. Nathan sube un poco el volumen: parecen dos violines volando uno alrededor del otro.
—Sabes que yo no te he dado información ninguna —dice.
—Sí —responde Joona.
—Acabo de enterarme de que la Sapo pretende aprovecharse del allanamiento de Daniel Marklund del piso de Penélope para hacer una incursión en las instalaciones de la Brigada.
—Antes tengo que hablar con él.
—Pues entonces tienes prisa —dice Nathan.
Joona da marcha atrás, gira y sube por la rampa del aparcamiento.
—Creo que ya van para allá.
—Muéstrame la entrada a los locales de la Brigada y luego puedes volver a la comisaría como si no pasara nada —dice Joona.
—¿Qué plan tienes?
—¿Plan? —bromea el comisario.
Nathan se ríe.
—El único plan es enterarme de qué estaba haciendo Daniel Marklund en el piso de Penélope —explica Joona—. Quizá él sepa lo que está pasando.
—Pero…
—Dudo que sea una casualidad que la Brigada intentara meterse en su casa precisamente ahora. La Sapo parece convencida de que la extrema izquierda está planeando un atentado, pero…
—Siempre creen eso: es su trabajo —sonríe Pollock.
—Sea como sea, voy a hablar con Daniel Marklund antes de dejar este caso.
—Pero aunque llegues antes que la Sapo, no es seguro que los de la Brigada quieran hablar contigo.