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Dreambow
Erixon tiene en el regazo una carpeta y un sobre grande que le ha sido enviado a su habitación en el hospital. Sostiene un pequeño ventilador de mano delante de la cara mientras Joona empuja su silla de ruedas por el pasillo.
Le han cosido el tendón de Aquiles y en vez de escayola le han puesto una especie de bota con los dedos del pie apuntando hacia abajo. Al parecer, Erixon había dicho que si le ponían una zapatilla de ballet en el otro pie les bailaría El lago de los cisnes.
Joona saluda cortés a dos señoras mayores que están sentadas en un sofá cogidas de la mano. Se ríen por lo bajo, cuchichean y después le devuelven el saludo como dos colegialas.
—La misma mañana que salieron con el barco —explica Erixon—, Björn compró un sobre y dos sellos en Centralen, la estación de metro. Tenía un recibo del quiosco Pressbyrån en la cartera que había en el barco y pedí a la empresa de seguridad que me enviara por correo electrónico la grabación de la cámara. No cabe duda de que se trata de una foto, tal como tú has mantenido siempre.
—O sea que le envió la foto a alguien —dice Joona.
—No puede verse lo que escribe en el sobre.
—Tal vez se envió el sobre a sí mismo.
—Pero su piso se incendió, no queda ni la puerta de la entrada —señala Erixon.
—Llama a la oficina postal, a ver qué dicen.
En cuanto suben al ascensor, Erixon empieza a hacer movimientos extraños con los brazos. Joona lo mira tranquilo y no hace preguntas.
—Jasmin dice que me conviene —explica Erixon.
—¿Jasmin?
—Mi fisioterapeuta… Parece un pedacito de tarta pero es muy estricta: «Cállate, espalda recta, deja de lloriquear». Incluso me llamó gordinflón —sonríe Erixon, tímido—. ¿Sabes cuánto dura la formación de un fisio?
Salen del ascensor y entran en una pequeña capilla con una cruz lisa de madera instalada en un soporte de un metro de altura y un sencillo altar. En la pared hay un tapiz con la figura de Cristo en una serie de triángulos de colores claros.
Joona sale de nuevo al pasillo, abre un pequeño armario y saca un rotafolio y unos rotuladores. Cuando vuelve a la capilla se encuentra con Erixon arrancando el tapiz de la pared para cubrir con él la cruz, que ha colocado en una esquina sin turbarse lo más mínimo.
—Lo que sabemos es que para alguien esa fotografía vale vidas humanas —dice Joona.
—Sí, pero ¿por qué?
Erixon clava con grapas en la pared algunos comprobantes de los extractos de Björn Almskog, listados de llamadas, copias de billetes de autobús, recibos sacados de sus carteras y transcripciones de los mensajes dejados en el contestador y el buzón de voz del móvil.
—La foto debe de revelar algo que alguien quería mantener en secreto, debe de contener algún tipo de información importante, quizá secretos de empresas, material confidencial —dice Joona, y empieza a anotar las distintas horas en el rotafolio.
—Sí —conviene Erixon.
—Encontraremos esa foto y pondremos punto final a todo esto —dice Joona.
Coge un rotulador y escribe en la enorme hoja:
06.40 horas. Penélope se marcha de su apartamento en taxi.
06.45 horas. Björn entra en casa de Penélope.
06.48 horas. Björn sale del piso con la foto.
07.07 horas. Björn envía la foto desde el quiosco Pressbyrån de Centralen.
Erixon se acerca y estudia los puntos mientras retira el envoltorio a una chocolatina.
—Penélope Fernández sale del estudio de televisión y llama a Björn cinco minutos más tarde —dice señalando la lista de llamadas—. Su abono de transporte público lleva sello de las 10.30. Su hermana pequeña, Viola, la llama a las 10.45. Se supone que a esa hora Penélope ya está con Björn en el club náutico de Längholmen.
—Pero ¿qué hace Björn?
—Vamos a ver —dice Erixon, satisfecho, mientras se limpia los dedos con un pañuelo blanco. Se coloca junto a la pared y señala uno de los abonos de transporte público:
—Björn sale del apartamento de Penélope con la fotografía. Va directo al metro y a las 07.07 ya está comprando un sobre y dos sellos en estación de Centralen.
—Y manda la carta —dice Joona.
Erixon carraspea y prosigue:
—El siguiente dato es también una transacción con su Visa: veinte coronas en el cibercafé Dreambow en la calle Vattugatan a las 07.35.
—A las 07.35 —dice Joona, y lo anota en el listado.
—¿Dónde diantre queda Vattugatan?
—Es una callejuela —responde Joona—. Está por el barrio antiguo de Klarakvarteren.
Erixon asiente con la cabeza y prosigue:
—Apuesto a que Björn Almskog aprovecha el mismo sello del abono de transporte para ir hasta Fridhemsplan, porque después de eso tenemos una conversación telefónica desde su fijo, en el número 47 de Pontonjärgatan. Llama a su padre, Greger Almskog, pero no responde.
—Tendremos que hablar con él sobre todo esto.
—El siguiente dato es un nuevo sello en el abono de transporte público, a las nueve en punto. Por lo visto coge el autobús número cuatro desde Fridhemsplan hasta la calle Högalidsgatan en el barrio de Södermalm y baja a pie hasta el club náutico de Längholmen.
Joona apunta las últimas horas en el rotafolio, lo aparta y observa el esquema de la mañana.
—Björn tiene prisa por coger la foto —comenta Erixon—, pero no quiere encontrarse con Penélope, así que espera a que ella se marche en el taxi, luego entra corriendo, arranca la foto de la puerta, sale del piso y se dirige al quiosco de Centralen.
—Quiero ver las grabaciones de las cámaras de seguridad.
—Después del quiosco, Björn va a un cibercafé que hay por allí cerca —continúa Erixon—. Está dentro más o menos media hora y luego se va…
—Ahí lo tenemos —lo interrumpe Joona, y echa a andar hacia la puerta.
—¿Qué?
—Tanto Penélope como Björn tienen conexión a Internet en casa.
—Entonces ¿para qué el cibercafé? —comenta Erixon.
—Voy a echar un vistazo —dice Joona, y abandona la sala.