CAPÍTULO 13
Todas las miradas se volvían hacia la hermosa pareja que paseaba por la acera. Ashton sonreía, con orgullo y placer, tras haber logrado capturar a la reina, al menos por esa tarde.
Hizo señas a Hickory para que trajera el carruaje y, después de ayudar a su dama para que ascendiera, se acomodó junto a ella y la tomó de la mano, encerrando suavemente entre los suyos aquellos dedos finos. Lenore lo miraba, sin poder negarse al cálido sentimiento de felicidad que la invadía muy pronto cuando estaba con él. Los ojos de Ashton relucían y la hicieron ruborizar un poco, pues la observaba en detalle. Cuando habló, lo hizo en un murmullo suave, que hablaba de anhelos claramente visibles en sus ojos de color avellana.
- Es usted un espectáculo muy placentero, señora, y no he podido gozar lo suficiente de él, estos días.
Una risa ligera acarició su oído.
- Mi padre y Malcolm piensan que nos vemos con demasiada frecuencia. -Las comisuras de sus labios traicionaron su diversión-. Escandalizaste mucho a mi padre con tu exhibición.
Ashton rió entre dientes.
- Sí, vino a decírmelo. Te cree demasiado frágil para esos espectáculos. Por lo visto, no sabe que hacíamos vida conyugal antes de que abandonaras Belle Chene.
El tono rosado se intensificó en las mejillas de Lenore.
- No podía decirles eso, Ashton -murmuró, bajando la vista a su regazo-. Lo habrían tomado por algo sucio. -Dejó escapar un largo suspiro-. A los ojos de ellos, todo lo que has hecho es despreciable; mi padre aun te culpa por haberle quitado a Lierin.
Ashton le estrechó los dedos, con suave comprensión.
- Ese hombre tiene problemas. A mi pesar, comienza a inspirarme alguna simpatía.
El amor de la muchacha creció, desbordando las murallas de contención que ella había tratado de construir.
- Eres un hombre bueno, Ashton Wingate.
Alhton, con una risa sofocada, arrojó el sombrero al asiento opuesto y le clavó una mirada dubitativa. -¿Por qué? ¿Porque no guardo rencor a un viejo que cree tener motivos para odiarme? Es inútil malgastar en él mis resentimientos. Nunca supe que fuera adicto al whisky, pero, por lo visto, la bebida lo está arruinando. Cuando se cortó la mano estuve a punto de perder el sentido de la realidad.
Entonces me di cuenta de que es sólo una cáscara débil y vacía, digna sólo de piedad. Es mejor emplear el enfado en otras personas. -¿En Malcolm? -inquirió ella, en voz baja. El rostro de Ashton se endureció.
- Ése sí que merece mi odio. Notando la turbulencia de su animosidad, ella le palmeó un brazo, tranquilizadora.
- No hablemos de él. Cuéntame qué planes tienes. ¿Cuánto tiempo vas a mantener aquí al Bruja del Río?
- Tanto como sea necesario… o hasta que me eches.
- Ya te he pedido que te vayas -le recordó ella.
Él le besó los dedos pálidos, mientras sondeaba los cristales verdes de sus ojos, hallando en ellos un sinfín de emociones, todas envueltas en amor.
- Me iré cuando tus ojos me lo ordenen, amor mío, pero no antes. Lenore bajó las pestañas sedosas preguntándose si los anhelos eran tan visibles. Parecía inútil negar su amor por él.
- Te quiero -declaró él con un murmullo ronco.
Y le acarició el cuello, tiernamente, hasta ver la confusión que se extendía por su cara. Ella sacudió la cabeza, en un gesto de negativa casi suplicante, pero el nombre de Lierin, susurrado por aquellos labios, acabó con sus débiles intentos de rechazo. Se perdió en el dulce, salvaje placer del beso, sabiendo que no estaba bien hacerlo.
- Paso las noches caminando sin sentido -murmuró él, atormentado-, deseándote, sabiéndote fuera de mi alcance. Se me retuercen las entrañas al pensar en ti… y en Malcolm que se interpone entre nosotros. Sí, me hierve la sangre cuando pienso en él, y entonces me doy cuenta de lo feroces que son mis celos. Me destroza verte con él. Te ruego que tengas piedad de esta pobre alma, amor mío. Vente conmigo, ahora mismo. Deja que te lleve a casa, donde pueda amar- te… cuidar de ti.
- Oh, Ashton, Ashton -gimió ella, con los ojos llenos de lágrimas-. ¿Qué sería de mí si volviera contigo a Belle Chene? No sabría jamás si soy Lierin o Lenore; estaría atrapada en un conflicto eterno, temiendo convertirme en una adúltera. Esta casa, aquí en Biloxi, tiene la clave; creo que en ella puedo liberar los secretos de mi mente y sacarla de este torbellino. Hay cosas horribles en mis visiones; si no hallo las respuestas, me perseguirán hasta la tumba. No sabes cuánto deseo entregarme a ti; quiero lo que tú quieres, pero no puedo irme sin saber quién soy, dónde he estado y qué he hecho. -Retiró la mano de entre sus dedos y la dejó caer en su falda, acariciándola con la otra como para calmar el ardor de su piel- Debo volver, y creo que seria mejor para los dos si me llevaras ahora mismo. -Apartó la cara para ocultar otro arrebato de lágrimas y agregó-. Antes de que me entregue a ti Demasiado consciente de la soledad que se abatiría sobre él cuan- do se separaran, Ashton trató de convencerla.
- Quédate conmigo un rato más. Cena conmigo; después te llevaré a la casa.
Ella lo miró otra vez, casi suplicante. Ashton sonrió con tristeza, reparando en sus ojos enrojecidos, y cedió.
- Tal vez estoy pidiendo demasiado de ti. Sé que estás afligida. -Soltó poco a poco el aliento, tratando de dominar mente y cuerpo-. Te llevaré a casa. Ya nos reuniremos en algún otro momento.
Aliviada por esa aquiescencia, Lenore se enjugó las pestañas. Él sabía cómo apelar a sus sentidos, era difícil resistirlo. Aun en ese momento le costó olvidar lo que había pasado entre ambos y el calor que le quemara la mano.
Ashton dio instrucciones a Hickory y volvió a reclinarse en el asiento, permitiéndose el placer de observar a Lenore y no el panorama.
- Cederé en préstamo el Bruja del Río a unos socios comerciales que tengo en Biloxi -dijo. Al ver la sorpresa de la joven, explicó-: Darán una fiesta para toda la gente adinerada de la zona, con mesas de juego.
En realidad, había sido él quien les despertara el interés, sabiendo que la ocasión se ajustaría a sus planes, ayudándolo a conseguir definitivamente la reina.
Lenore vio el resplandor de sus ojos y no pudo resistirse a preguntar:
- Y eso ¿qué relación tiene conmigo?
Una sonrisa traviesa mostró el contraste entre el cutis moreno y los dientes blancos.
- Tú y Malcolm estaréis invitados, por supuesto.
- Malcolm jamás subirá a tu barco. -La idea misma parecía absurda. Te odia demasiado.
- Ah, pero se me ha informado que Malcolm es muy aficionado a las mesas de juego; le gusta ganar dinero fácil y alternar con gente de dinero. No parece estar en tan buena posición como yo había supuesto en un principio En realidad, es difícil averiguar de dónde saca el dinero -No sé nada de su trabajo -murmuró ella, distraída, al darse cuenta de que Malcolm no había hecho intento alguno por informarla de su pasado, su familia o sus actividades-. Más aún, es muy poco lo que sé de él, en general.
- Lo estoy haciendo vigilar por algunos de mis hombres. Sus Operaciones comerciales parecen salir de un cuarto que tiene sobre la taberna.
El rubor subió a las mejillas de Lenore al buscar un modo delicado de plantear la pregunta: -¿Quieres decir que… se hace acompañar por… mujeres de la vida?
Ashton rió.
- Si así fuera, amor mío, no te estaría comentando esas indiscreciones. No. Allí se reúne con otros hombres, todos los cuales, según los informes de mis hombres, son gente de mala traza.
Habitualmente se dispersan después de cada reunión, cada uno con un rumbo distinto, ya los pocos días vuelven a reunirse con Malcolm.
- Cuando Malcolm sale, sólo me dice que va a reunirse con los abogados. Después me trae papeles para firmar. -¿Qué tipo de papeles?
Ella se encogió levemente de hombros.
- No sé. Nunca ha dejado que los leyera. -¿Los firmaste? -preguntó Ashton Wingate, súbitamente preocupado.
- No -respondió ella, algo confundida por esa reacción-, y no pienso firmar mientras no me deje leerlos.
- Así me gusta. -¿Qué pueden ser?
- No sé, pero si pudiera, te haría firmar una declaración contra mí. Nada le gustaría más que verme arrestado por el asesinato de Mary. -¿Quién puede haberla matado, Ashton?
- Horace Titch, tal vez. -Ashton se encogió de hombros-. Mary trabajaba en casa de su hermana. Pero puede haber sido cualquiera. Esa extensión de tierra contigua no está del todo aislada.
Cualquier desconocido pudo haber entrado a los terrenos y, después de matar a la muchacha, dejarla en el bote.
Lenore se estremeció.
- No oí nada.
- Probablemente la atacaron mientras estabas conmigo. Me aterra pensar que estuviste sola en la playa, más o menos a esa hora. -Sus ojos recorrieron con cariño el delicado perfil-. ¿Ye he dado las gracias por la coartada? No esperaba que informaras al comisario de tu visita al barco.
Lenore le echó una mirada tímida.
No podía salvar mi reputación a riesgo de que tú fueras arrestada. El dedo de Ashton jugó con un mechón rizado. -¿Dónde has dejado tu sombrero?
Una expresión de sorpresa apareció en el rostro adorable.
- Hacía tanto calor que lo dejé en el coche, pero ¿cómo…? -¿Cómo sabía yo que saliste con sombrero?
Te vi subir al coche esta mañana, ¿recuerdas? Además, me fijo en todo lo que respecta a ti. Si no te hubiera visto con el sombrero puesto, estaría preguntándome por qué tienes el pelo algo despeinado…
Súbitamente azorada, Lenore levantó la mano para arreglarse el peinado, pero de inmediato se dio cuenta de que él estaba bromeando. Entonces sonrió, algo ruborizada, mientras él le estrechaba el brazo.
- Te he visto mucho más despeinada, amor mío, y he quedado sin aliento ante tu belleza.
Sin poder resistir la proximidad de Ashton, ella se recostó contra su cuerpo. -¿Sabías, por casualidad, que yo era viuda cuando Malcolm se casó conmigo?
El rostro de Ashton reveló estupefacción. -¿O sea que Lenore…?
- Sí, yo. Estaba casada con Cameron Livingston antes de contraer matrimonio con Malcolm.
- Si es que contrajiste matrimonio con él-protestó de inmediato Ashton. -¿Cúando dejarás de insistir en que soy Lierin?
- Sólo cuando tenga pruebas irrefutables, señora.
- Lierin Livingston no me suena bien.
- Lierin no era viuda cuando se casó conmigo. -Él sacudió la cabeza con una sonrisa descarada- Era virgen hasta que compartió mi lecho.
- Cosa que no puedes decir de mí cuando hicimos el amor en Belle Chene -murmuró Lenore.
De inmediato lamentó esas palabras, comprendiendo que eran estúpidas. Fuera Lierin o Lenore ella había llegado a Belle Chene siendo casada. Solo quedaba averiguar con quien.
Ashton rió suavemente y la besó en el pelo.
- Por entonces, amor mío, el daño ya estaba hecho. Ocurrió en un instante hace cuando menos tres años, y puedo asegurarte que, cuando salió el sol, éramos definitivamente marido y mujer. -¡Llegamos! -grito Hickory, desde el pescante.
Ashton miró por la ventanilla al mar azul-grisáceo extendido hasta el horizonte. Hickory los había llevado a buen paso, cosa que era una desilusión para ambos. Los dedos de Lenore se deslizaron prontamente por los suyos.
- Malcolm recibirá una invitación para la fiesta a bordo del Bruja del Río. Me gustaría que tú también vinieras. ¿Lo harás?
- Si tanto te importa, sí.
- Me importa… porque quiero estar contigo. Y cuando veas zarpar al Bruja del Río, no te preocupes, porque no te habré abandonado.
- Voy a echarlo de menos, cuando me asome al balcón.
Una risa suave acompañó la respuesta.
- Lo reemplazará otro navío, señora. Tenga paciencia.
Lenore se mostró realmente asombrada. -¿No tendrías que utilizar tus barcos para el tráfico fluvial? ¿No pierdes dinero al tenerlos amarrados en el golfo?
- Cuando no se tiene el corazón contento, señora, las riquezas nada significan.
Ashton miró otra vez por la ventanilla, fastidiado por el poco tiempo que les restaba. Lenore no hubiera podido decir si había sido, ella la que se inclinara hacia adelante, pero un momento después, estaba encerrada entre sus brazos y sus labios se movían apasionadamente contra los de él.
Aunque breve, el beso agitó todo un hervidero de ansias. Cuando el landó giró hacia el camino de entrada, ambos estaban atacados por la quemante necesidad de continuar. Lenore lamentó haberle rogado que volvieran en seguida. Cuando él se apartó, fue difícil para ambos mantener el rostro sereno. Ashton tardó un largo instante en dominarse y bajar del coche, para ayudarla correctamente a descender.
Apenas habían llegado a los peldaños de entrada cuando la puerta se abrió de par en par y Malcolm salió a grandes pasos, morado de furia. Lenore no prestó ninguna atención a su mirada fulminante. Aunque todavía estaba irritada con él, dijo con cierta dulzura:
- El señor Wingate tuvo la amabilidad de traerme, Malcolm. ¿No ha sido una suerte que no me hiciera falta caminar tanto?
Aunque las manos de Malcolm permanecían junto a sus muslos, estaban apretadas en fuertes puños; sus ojos echaban llamas de indignación. Detestó la sonrisa tolerante con que le respondió su adversario; hubiera querido acogotarlo allí mismo.
- Entra en la casa, -La orden fue seca-. Ya hablaré contigo. Por ahora tengo algo que discutir con el señor Wingate.
Lenore obedeció, pero al entrar en la casa se instaló junto a la puerta de la sala, donde podría oír el diálogo. Malcolm hacía un esfuerzo por dominarse, pero estaba obviamente molesto con ella y con Ashton. Si las circunstancias lo requerían, ella estaba dispuesta a arrojarse entre ambos para impedir un enfrentamiento que acabara mal. -¿Cuándo diablos piensa irse de aquí? -inquirió su marido-. Acosa a mi mujer a cada paso… -¿La mujer de quién?
Un gesto interrogante arqueó las cejas de Ashton. Malcolm se irritó aun más ante esa pulla. -¡Maldito sea! ¡Usted sabe muy bien quién es el marido!
- Sí, lo sé -respondió Ashton, con tranquilidad-, y he venido para llevarla a su hogar. -¡No se puede hablar con usted! ¡Se cierra a los hechos!
- No. Sólo a sus chillidos, Malcolm. -¡Ni siquiera es capaz de reconocer la verdad cuando se la ponen delante!
- Dicen que soy terco, pero siempre me he mostrado dispuesto a ver la verdad. Hasta ahora no se me ha convencido de que usted tenga derechos para reclamar a Lierin… -¡Lenore!
Una leve risa sacudió los hombros de Ashton.
- Ya veremos, Malcolm, ya veremos. -Puso un pie en el estribo del carruaje, pero se detuvo un momento para mirar durante un instante al hombre enfurecido-. Aun si ella fuera Lenore, usted no la merece.
Subió al landó y, después de cerrar la puerta, se reclinó en el asiento.
Dondequiera fuese Lenore, Ashton la seguía siempre. Era uno de los frecuentes comentarios sarcásticos de Malcolm. Si ella se quedaba en casa, Ashton permanecía cerca de su tienda atento a cualquier oportunidad de reunirse con ella en ausencia de Malcolm. Si ambos salían juntos, él los seguía como una sombra, vigilando desde cerca.
Esa proximidad, que desgastaba los nervios de Malcolm, parecía divertir a todo el mundo. A espaldas de su patrón, Meghan alentaba en silencio al hombre de Natchez; sus ojos chisporroteaban cuando lo veía salir a caballo, tras el coche de la señora, o con su propio landó. Sólo se ponía algo nerviosa cuando él iba a nadar en el océano. En tales oportunidades, la mujer cuidaba de apartar la vista, para que nadie la acusara de admirar secretamente a ese magnífico ejemplar masculino.
Hasta Robert Somerton comenzaba a aceptar la proximidad de Ashton. Dejo de protestar cuando lo veía salir del mar, cubierto con un simple taparrabos; un par de veces se acercó a compartir una copa con él, aunque Ashton sólo bebía café, generalmente.
Lenore disfrutaba con todo: con su cercanía, con su implacable tenacidad, con el espectáculo de su cuerpo bajo el sol. Con cada día transcurrido, perdía un paso más en su batalla por dominarse; estaba abandonando por completo el intento de considerarse casada con Malcolm.
Fue por entonces que el Bruja del Río desapareció de la vista. Malcolm, aunque confundido, se mostró regocijado. Al parecer, la tripulación había abandonado a Ashton. Por la mañana, sus esperanzas se estrellaron contra las rocas de la desesperación. Allí, anclado en el mismo lugar, había un barco ultramarino, el Águila Gris.
De él partió un bote que llevó a la costa al capitán ya una mujer, con los hombres necesarios para tripularlo. El interés de Malcolm creció al ver una figura femenina; esperaba que fuera bonita, para excitar los celos de Lenore y poner en peligro sus preferencias por el otro. Observó cuidadosamente a la visitante, pero sólo pudo deducir que era una empleada más. Su cabellera pelirroja, opaca y desteñida, estaba recogida en un severo peinado; el vestido gris le colgaba de los hombros flacos y no tenía busto; aunque su aspecto era pulcro, no había en ella nada que despertara preocupación en otra mujer.
De todos modos, Malcolm sintió curiosidad. En ella había algo familiar, pero no lograba identificarla. No acostumbraba mirar dos veces a mujeres tan envejecidas; pronto decidió que, si la conocía, no tenía importancia.
Ashton salió a saludar a sus invitados y tomó los registros que Sara le ofrecía.
- Todos sus libros están en orden, señor Wingate -informó ella complacida por su obra.
- Excelente, Sara. Ha probado ser más valiosa de lo que yo esperaba. Ella se ruborizó de placer.
- Me gusta trabajar, señor. Me ayuda a olvidar. Ashton sonrió, irónico.
- Algunos luchan por olvidar, otros por recordar. Espero el día en que Lierin recuerde.
- Y yo espero el día en que yo olvide por completo… y tal vez perdone, aunque no lo creo.
El capitán Meyers ofreció la sabiduría plena de la edad avanzada.
- En el perdón radica el secreto de la vida satisfecha, Sara. Cuando se lleva odio en el corazón, sólo se consigue perjudicarse a sí mismo.
Ashton frunció el ceño, comprendiendo que, en ese sentido, no había resuelto su propio problema. Su mirada se tomó fría al fijarse en el hombre que despertara su ira.
- No me ayuda tener al enemigo tan cerca. Sara siguió la dirección de su mirada hasta el hombre que los observaba desde el porche. Frunció el ceño, preguntándose si el calor de la mañana estaría formando algún espejismo, y sacudió la cabeza para descartar la posibilidad.
Ashton señaló su morada, no muy humilde. -¿Quieren pasar a echar un vistazo? Tomé en préstamo al camarero del Bruja del Río, que nos preparará un poco de té y café. También tengo bizcochos, si gustan.
Pasaron al interior de la tienda. Para ambos fue como entrar en un mundo de mentirijillas, con abundancia de jeques y lujos. El asombrado capitán lanzó una exclamación alegre. Sara estaba boquiabierta. Esos lujos no concordaban con el gusto excelente y sobrio del patrón, pero resultaba divertido verlos en ese territorio.
- Cuando me dijeron que estaba viviendo en una tienda de campaña, Ashton, nunca soñé que fuera algo como esto -exclamó el capitán Meyers-. Lo imaginaba acurrucado bajo un pequeño trozo de lona, tratando de acomodarse en un catre. ¿Diseñó usted mismo estos lujos?
Ashton rió sobre su taza de café.
- Es para causar efecto, Charles. Parece que a Malcom Sinclair le gustan las cosas llamativas cuando está fuera de su casa; no sé si comprende. -Había visto clara evidencia de eso entre las rameras que el hombre frecuentaba. A pesar de sus aires de grandeza, ninguna de ellas podía igualar la elegancia de Lierin que tenía en el dedo meñique-. Se me ocurrió hacerlo sentir como en su casa, por si decidía venir a ver.
Los ojos del capitán centellearon.
- Así que le gustan las mujeres, ¿eh?
- Más o menos -replicó Ashton, secamente. -¿Malcolm Sinclair? -repitió Sara, interrogante-. ¿Quién es?
Ashton señaló la casa con la cabeza.
- Vive allá, con Lierin. Pero él asegura que se trata de Lenore.
- La madre de mi esposo se llamaba Sinclair -recordó Sara, distraída mientras se acercaba a la entrada de la tienda.
Miró hacia afuera, pero el hombre del porche había desaparecido. Con un suspiro, ella volvió a acomodarse sobre los almohadones y tomó la taza de té.
- Tal vez le interese saber, Ashton, que Horace Titch estuvo en el río, observando ese nuevo vapor que usted compró hace poco. También estuvo mirando los depósitos, demostrando mucha curiosidad por el que se incendió. Como no sabía qué hacer, me pareció prudente informar al jefe de policía. Dice Dobbs que no lo perderá de vista.
- Horace anduvo por aquí -declaró Ashton, mientras volvía a llenar la taza-. Quizás aún no se haya ido. Harvey le hizo algunas preguntas, pero no hay pruebas de que tuviera nada que ver con el incendio. Pensé poner a algunos hombres a vigilar la casa, para que no le ocurriera nada a Lierin estando él cerca. -Ashton sonrió con ironía-. Pero Malcolm ha dejado a varios peones, bastante malencarados para que desempeñen una función similar… principalmente, mantenerme alejado de ella. -¿Peones malencarados? -repitió Charles, frunciendo el ceño-. ¿Por ventura está jugando alguna partida de ajedrez aquí, Ashton?
- Sí, Charles. Sólo que en ésta me juego el corazón. Ya que Ashton tenía visitas, Malcolm aprovechó la oportunidad para ir a Biloxi con su esposa sin ser seguido. Se encaminó hacia el cuarto de Lenore, sin tener en cuenta que Meghan todavía no la había despertado. La puerta estaba cerrada con llave, pero sus golpes insistentes hicieron que Lenore se levantara a abrir, soñolienta.
Al verlo vestido y listo para salir, lanzó un gemido de callada agonía y lo dejó entrar, mientras ella volvía a la cama y se cubría la cabeza con la sábana. Hubiera querido expulsarlo del cuarto con tanta facilidad como lo borraba de su vista.
- Tengo algunas cosas que hacer en Biloxi, por la mañana, Lenore, y me encantaría contar con tu presencia. Si puedes salir inmediatamente de esa cómoda cama y vestirte, te lo agradecería mucho.
- Oh, Malcolm -gimió ella-. Por favor, hoy ve sin mí. Me siento descompuesta y no me gusta esperar en el coche estando así.
- Vamos, Lenore. Te sentirás mejor cuando salgamos. El paseo te hará bien. -Malcolm levantó una mano, interrumpiendo cualquier intento de discutir-. Ni una palabra más, querida. Te enviaré a Meghan con el té, para que te ayude a vestirte. Por favor, date prisa. Tengo una cita importante y quiero llegar a tiempo.
Salió al pasillo y cerró la puerta, sin darle oportunidad de negarse otra vez. En tanto sus pasos se alejaban, Lenore miró en derredor, inquieta. Por la ventana abierta entraba una brisa cálida y húmeda, que no aliviaba el calor de esos días. El camisón se le pegaba a la piel y entre los pechos le corrían gotitas de sudor.
Tímidamente, apartó la sábana y se levantó, osando apenas respirar, pues el estómago se le rebelaba contra cualquier movimiento.
Una mirada al pequeño espejo que pendía sobre el lavamanos le confirmó su mal aspecto. Se veía pálida y cansada; en sus ojos faltaba I el fulgor habitual. Soltó un largo suspiro, resignándose a otro día de actividad, y se lavó con agua tibia, en un intento de revivir sus energías. El esfuerzo I. trajo escasos beneficios. Sólo cuando Meghan le sirvió un té con bizcochos pudo tomar una resolución algo más firme I de soportar el paseo.
Sin embargo, estuvo a punto de descomponerse mientras se arreglaba. Cuando Meghan le ofreció un frasco de perfume ya abierto, la repugnancia fue casi abrumadora.
- Por favor -murmuró, apartando la cara de ese aroma dulzón-, hoy prefiero algo más fresco, Meghan.
La doncella estudió a su joven patrona con atención.
- Señora, si no le molesta que le pregunte, ¿sabe lo que le pasa?
Lenore se encogió de hombros, descartando la pregunta con una débil excusa.
- Es el calor. No sé cómo lo soportas tan bien, Meghan.
- No me hace nada, señora, pero es que yo no estoy como usted.
Lenore no pudo mirarla a los ojos. -¿Crees que tengo alguna otra enfermedad?
- Bueno, mire, yo no he tenido hijos, pero mi hermana hacía lo mismo que usted cuando estaba embarazada.
Las sedosas pestañas descendieron con un suspiro tembloroso. De haber estado aún en Belle Chene, con Ashton, habría recibido con gusto ese embarazo; ahora, empero, los problemas asociados con él parecían descomunales, y no sabía cómo enfrentarlos. Hubiera sido preferible admitir desde un principio sus relaciones íntimas con Ashton; así, los dos hombres habrían estado más preparados para recibir la noticia. Se preguntó cuánto tiempo tardarían en notarlo si ella no decía nada. Tal vez, si se daba un compás de espera, hallaría el modo de evitar una escena violenta. Valía la pena probar.
- Meghan, quiero pedirte un favor. -¿Sí, señora?
- Te ruego que esto quede en secreto entre las dos hasta el momento más adecuado. Dudo que al señor Sinclair le entusiasme este embarazo.
- Comprendo, señora -respondió la criada, amable-. Puede quedarse tranquila, que no diré nada.
Lenore levantó la cabeza para mirar fijamente aquel rostro sonriente. -¿En verdad comprendes, Meghan?
La criada asintió.
- Es de ese señor Wingate, ¿no?
La joven disimuló su preocupación; era de esperar que los hombres no fueran tan perceptivos como la criada. Temía lo que Malcolm pudiera hacer, o al menos intentar, contra Ashton; la idea la descompuso y alargó una mano estremecida, en muda súplica a Meghan, súbitamente atacada de náuseas. La sirvienta se apresuró a ofrecerle una bacinilla. Pasó un largo instante antes de que Lenore pudiera levantar la vista.
- Si tengo que salir con Malcolm no sobreviviré -declaró.
- No se preocupe, señora -la tranquilizó Meghan-. Diré al señor Sinclair que usted no puede ir.
Si insiste, tal vez deba mostrarle estas pruebas.
Lenore sacudió la cabeza, horrorizada ante la ocurrencia. -No puedes…
- Descanse tranquila, señora. A lo mejor hay otro modo de con- vencerlo. -Como había tomado antipatía al patrón, por la rudeza con que trataba a la señora, murmuró por lo bajo-: Le vendrá bien que le revuelvan el estómago.
Ahora que el verano reinaba del todo, los días eran notablemente más largos y el crepúsculo duraba poco. Quedaban sólo jirones del espectacular ocaso cuando Ashton salió de su tienda, estirando los brazos por encima de la cabeza.
En la esbelta silueta del Águila Gris veía una lámpara encendida, prueba de que, siguiendo sus órdenes, vigilaban la llegada de cualquier posible intruso. En el pantano se oyó el llamado de una garza, en tanto Ashton volvía los ojos hacia la casa. Buscó en las ventanas iluminadas, con la esperanza de ver la sombra anhelada, pero nada alivió su dolorosa soledad.
Encendió un cigarro y bajó hasta donde la marea baja dejaba una franja de arena mojada. El cigarro se apagó entre sus dedos. ¡Lenore! ¡Lierin! ¿Lenore? ¿Lierin? Aunque el rostro era el mismo, los nombres se confundían en su mente.
Rechinando los dientes, arrojó el cigarro a las olas. Sentía la urgente necesidad de descargar su furia contra algo… o alguien. Malcolm, de ser posible. Pero aún no había vuelto, y él no tenía quién recibiera su enojo, aparte del mar indiferente y la suave arena, que ahora llevaba la marca de sus botas, para presentarse otra vez lisa por la mañana. Un leve movimiento le llamó la atención.
Forzando la vista en la oscuridad, distinguió una silueta vestida de blanco. Como un huidizo fantasma, caminaba en silencio por la arena; se detuvo a mirar en dirección al barco, sin prestar atención a las olas cercanas. Ashton contuvo la respiración, mientras sus ansias se encendían ante la esperanza. ¿Era acaso…? -¿Lierin?
La palabra fue apenas un susurro por el viento, pero en su mente sonó como un grito de aclamación. Cruzó el arroyo de un salto. Su soledad quedó relegada al último rincón de la tierra. La vio volverse con un respingo y notó que sólo llevaba puesto un camisón, con la parte inferior mojada por las olas. La cabellera suelta volaba en derredor; con el nimbo que formaba la luz de la luna, parecía la reina de las hadas tomada por sorpresa.
- Lierin.
El nombre brotó de sus labios en una caricia susurrada, con todas las ansias contenidas de un hombre enamorado de un sueño.
- Lenore -susurró ella, en una súplica desesperada.
Ashton no le veía la cara con claridad, pero percibió su tristeza, que le desgarró el corazón.
- No importa qué nombre lleves; eres mi amada.
Ella levantó una mano para apartarse del rostro los mechones sueltos y lo miró con deseo, observando el pecho musculoso bajo la camisa abierta. Evocó recuerdos de un tiempo en que se había recostado allí, saciada de amor. «Qué tortura es amar", pensó. ¿Alguna vez hallaría la paz?
- No pensé que estarías aquí -murmuró-. Mi padre dijo que te había visto remar hacia el barco e invitó a los guardias a tomar una copa.
- Uno de mis marineros me trajo algunas provisiones. Probablemente, tu padre lo confundió conmigo al regresar.
- Oh…- La voz de la joven sonaba débil y triste. -¿Ocurre algo malo en la casa?-Preguntó él, muy preocupado.
Ella suspiró hondo y dejó escapar el aire poco a poco, tratando de refrescar el cerebro y calmar la concupiscencia que hacía su lecho un potro de tormento.
- Me sentía inquieta y no podía dormir. Por eso salí a dar un paseo. Hizo una pausa, sabiendo que otra cosa la había hecho abandonar su cuarto, y lo dijo con voz estremecida-: Soñé que Malcolm me llevaba a ver tu tumba. Hasta vi la lápida, con tu nombre grabado. Hacía viento y llovía. Todo parecía tan real que me asusté.
- Fue sólo un sueño, amor mío. No tengo intenciones de morir y dejarte en sus brazos.
El silencio se prolongó. Ashton la miraba, tratando de distinguir sus rasgos con claridad. Como percibiera su inquietud, repitió su pregunta anterior: -¿Te ocurre algo?
Lenore abrió la boca para negarlo, pero volvió a cerrarla. Sacudió la cabeza, y al sentir un torrente de lágrimas, le volvió la espalda para alejarse por la arena. Lo sintió caminar a su lado. Habría sido difícil ignorarlo pues todos sus nervios despertaban cuando él estaba cerca.
- Estás pensativa -observó él, con seguridad-. ¿Por qué no me dices que te pasa?
Lenore resistió la necesidad de secarse las lágrimas. De frente al mar, cedió por fin a sus sondeos y dijo en voz aja, hacia el viento:
- Voy… voy a tener un hijo.
Ashton se adelantó un paso; la alegría arrebataba su corazón a gran altura, pero se detuvo, súbitamente inseguro. Ella parecía distante como si se lo hubiera confesado a su pesar. El torbellino interior le estremeció las manos. Tardó largo rato en poder formular la breve pregunta: -¿De quién?
Aquello fue un aguijonazo. Lenore no veía la necesidad de preguntarlo. Secándose las lágrimas, que ya corrían en torrentes, dijo sobre el hombro:
- Malcolm y yo no hemos tenido nunca relaciones.
Con infinito cuidado, Ashton la rodeó con sus brazos y le puso una mano en el vientre, firme y plano, maravillado ante el don vida que, en menos de un año, haría aparecer un bebé. Con la cabeza inclinada, le rozó la oreja murmurando: -¿Ahora vendrás a casa conmigo?
Hubo una mezcla de gemido y suspiro melancólico.
- El bebé no resuelve nada, Ashton. No puedo volver sin saber quién soy. Son demasiadas las cosas que debo recordar. ¿Cómo voy a aceptarte como esposo si me persiguen visiones en donde brindan por mí, la novia de Malcolm?
- Esas visiones, amor mío no son necesariamente la realidad. ¿Por qué estás segura de que estás viendo la verdad?
Ella suspiró, estremecida.
- Porque Malcolm confirmó lo que yo vi, sin darse cuenta. No pudo haber leído mi mente.
La voz de Ashton era áspera y quebrada.
- No esperes que yo me haga a un lado mientras otro hombre se queda contigo y con mi hijo.
- Dame otro poco de tiempo. Ashton -rogó ella acariciándole los dedos-. Esta casa contiene muchos secretos. Si me voy, tal vez jamás averigüe quién soy.
- Entonces deja que aleje a Malcolm -sugirió él-. Temo por ti cuando estás sola con él en la casa. Cuando pierde los estribos no te muestra ninguna consideración. Y tu padre no representa proteo alguna.
- Lo sé, y tengo intención de andarme con cuidado. Pero Malcon también ha sido parte de mi vida. -¿y yo?
Lenore le apoyó la cabeza en el pecho, con la vista perdida e horizonte oscuro.
- No sé, Ashton. Espero que… -Le tembló, perceptiblemente, boca y las lágrimas desbordaron sus ojos-. Por el bien del niño espero que tú seas algo más que un tiempo presente. Por la noche, cuando me acuesto y apago las luces, recuerdo cómo era estar contigo. Te siento a mi lado, siento tu mano sobre mi y me duele…
- Sí, señora. Conozco demasiado bien el dolor de los deseos insatisfechos.
- Pero necesito estar segura. -Lanzó un vistazo preocupado hacia el camino, donde se oía el rumor lejano de un coche. Vuelve Malcolm. Tengo que irme.
Ashton le estrechó fuertemente la cintura con un brazo, reteniéndola.
- No te vayas sin darme un beso.
El aliento de la joven escapó en un suspiro desgarrado al sentir una forma masculina apretada contra su espalda.
- Pareces creerme mucho más fuerte de lo que soy.
Contra su voluntad, Ashton la dejó ir, siguiéndola con la mirada hasta que la oscuridad de la noche la consumió por entero.
La noche volvía a ser solitaria y vacía, como si hubiera escapado toda razón de ser. La luna era sólo un pálido y desvaído resplandor en el cielo. Había amenaza de lluvias cercanas en las nubes, y la marea comenzaba a ascender, trepando por la playa hasta borrar todas las señales de aquel encuentro.