CAPÍTULO 19

 

Agua. Agua por todas partes. Arena. Playa. Los gritos de las aves sobre su cabeza y ante ella, un enorme e interminable mar en el que se estaba celebrando un juicio. ¿Era suficiente para que la metiesen en un sanatorio mental y tirasen la llave? Sí, sin duda le daría para rellenar un par de hojas.

No queda tiempo, se recordó a si misma al tiempo que buscaba a Lucifer. Su mirada, su sonrisa, todo le decía que ese hombre se creía ya ganador, su atractivo la deslumbró una vez más, cada vez que lo contemplaba su cerebro parecía hacerse papilla solo para estremecerla de arriba abajo, y no precisamente de placer.

Céntrate, tienes que ir a él. Tienes que coger ese maldito libro y leerlo.

Leer un libro. ¿En serio? Pero por qué ahora, y por qué con tanta agua. No quería meterse allí, no quería entrar en el agua. Tenía miedo, no podía evitar revivir una y otra vez ese episodio de su infancia, las pesadillas que la habían rondado a partir de entonces.

Si no vas, lo perderás para siempre. Tienes que vencer tu miedo, tienes que… sacrificarte.

Todos debemos hacer algún sacrificio. Las palabras de Miguel penetraron de nuevo en su mente, él lo sabía, sabía que aquella era la única salida, su única oportunidad de ganar ante el príncipe que mantenía prisionero el alma de Raziel.

—Abandónale y ven a mí, Destiny —la voz de Lucifer se elevó por encima de su propio temor—. No te obligaré a caminar sobre el agua, no hay necesidad de sufrir, solo olvídale y entrégate a mí, dame tu alma…

No. De ninguna manera.

Sacudió la cabeza, lo miró y tomó una profunda respiración.

—Mi alma ya tiene dueño.

Un pequeño paso, luego otro, el cuerpo le temblaba y tuvo que apretar los dientes para evitar que le castañearan. El agua le lamió los pies y pensó que aquello era el final, alzó la mirada dispuesta a pedir perdón, a ver la desilusión y la vergüenza en sus ojos, pero lo único que vio fue calma y determinación.

—Raziel —musitó su nombre. Él, de entre todos los seres inimaginables la quería a ella, a una sencilla repostera, alguien con una familia desquiciada. Se había quedado a su lado cuando nadie más lo hacía, le había dado todo lo que quería y aún más, le había entregado lo que jamás se atrevió a pedir.

—Está bien, Destiny, no hay prisa.

¿Qué no había prisa? ¿Era un chiste? Sacudió la cabeza y se obligó a dar un nuevo paso, el agua empezó a lamerle los tobillos, otro paso más, otro y otro, la temperatura era agradable, ni fría ni caliente.

Ya queda menos. Vamos, Des, tú puedes. Si él está dispuesto a hacer todo esto por ti, tú puedes mojarte un poquito por él.

No se detuvo, no se atrevió a hacerlo, caminó directamente hacia él y respiró aliviada cuando estuvo a su lado.

—Esa es mi chica —murmuró, avivando su confianza y resolución. Le puso el libro en las manos y no pudo evitar jadear al sentir su peso.

—Joder, ¿qué hay aquí dentro? —preguntó, luchando con aquella mole.

—Respira, solo acéptalo y él se adaptará a ti —respondió, sin que aquella información tuviese mucho significado para ella—. Necesita conocerte, pero se abrirá a ti.

Abrió la boca para decir algo, pero se vio interrumpida al sentir cómo el peso se iba reduciendo, si bien el libro seguía siendo igual de grande, ahora era tan liviano como una pluma.

—Sugeriría que abrieses el libro y leyeses el párrafo exacto —añadió Miguel, quien permanecía a su lado—. No queda tiempo.

Miró el libro y luego a Raziel y sacudió la cabeza.

—¿Qué página? No… no sé por dónde empezar o qué buscar.

Sus dedos le recorrieron la mejilla, le apartaron el pelo y le levantaron la barbilla.

—Solo piensa en lo que más deseas y abre el libro —la instruyó—, lee lo primero que te llame la atención. El resultado, será el que tiene que ser.

Emitiendo, por primera vez, una silenciosa plegaria a quien quisiera escucharla, abrió el libro y dejó que sus ojos se deslizasen sobre el texto. Al principio todo lo que vio fueron dibujos que no tenían ningún sentido para ella, pero entonces, el texto empezó a cambiar y se convirtió en algo legible para ella.

—El pacto quedará anulado y el recolector recuperará su alma en el momento en que cumpla con el cupo de espíritus estipulado en el párrafo anterior, apartado ocho —leyó rápidamente—. Dicha cláusula de rescisión implica los siguientes requisitos. Requisito 1. La última recolección debe incluir un alma rasa y una pura. Se considerará hecha la recolecta cuando ambas almas hayan caído y reconocido su caída. Requisito 2. La recolección debe realizarse dentro del tiempo estipulado. Requisito 3. Si el recolector falla en ser el poseedor de dichas almas una vez haya terminado el tiempo prescrito, la cláusula de rescisión quedará anulada y su contrato será actualizado, ampliando el tiempo de servidumbre y el número de almas a recolectar.

Anexo 1. El recolector quedará libre en el momento en que el tiempo termine y las almas mencionadas cumplan los requisitos expuestos en los apartados uno y dos. Su alma será inmediatamente restaurada en las mismas condiciones que cuando firmó el contrato.

Le temblaba la voz, podía notarlo con tanta claridad como le temblaban los brazos y toda ella.

—Eso… eso es todo lo que dice —murmuró, mirando a uno y a otro.

Lucifer, quien había guardado silencio, se limitó a gesticular con un “te lo dije”.

—Cómo iba diciendo… diez segundos.

Miguel lo ignoró y se giró hacia ella.

—Lo que nos deja una única pregunta —declaró, sin apartar los ojos de los suyos—. Sé que ya has respondido antes a ella, pero, dínoslo una vez más, pequeña. ¿A quién pertenece tu alma? ¿Quién la posee?

No dudó ni un segundo en su respuesta.

—A Raziel —declaró con firmeza, y se giró hacia Lucifer—. El recolector es el dueño de mi alma, solo él.

—No… —empezó a argumentar él, quien empezó a enrojecer—. Tu alma me pertenece. Él me pertenece. Todo lo suyo es mío, porque él no posee nada, no es más que un esclavo.

Ella negó con la cabeza.

—No —negó con firmeza—. Yo le pertenezco a él y solo a él.

—El Alto Consejo ha escuchado ambos argumentos y ante las pruebas presentadas, declara lo siguiente —comentó Miguel. En un abrir y cerrar de ojos, la playa y el mar desaparecieron para trasladarse todos ellos a una brillante y cálida sala blanca—. El contrato por el que Luzbel retiene el alma del arcángel Raziel queda anulado según los términos estipulados en la cláusula de rescisión.

—¡No! —exclamó Lucifer lleno de ira. Su voz adquirió nuevas dimensiones, su cuerpo pareció vibrar mientras el suelo empezaba a resquebrajarse—. ¡Exijo una compensación! No puedes arrebatarme lo que me pertenece, no puedes desbaratar el equilibrio de esta manera y lo sabes. Libre Albedrío. Equilibrio. Todo eso con lo que te llenas la boca, debe ser ejercido.

—Declaramos así mismo —continuó Miguel, cuya voz bajó también de tono, convirtiéndose en algo mucho más mortal—, que el ángel caído Luzbel tiene terminantemente prohibido entrar en contacto con el alma pura de nombre Destiny, actual depositaria del conocimiento del Libro de los Secretos.

Si alguien empezaba a echar humo por las orejas, ese sin duda iba a ser Lucifer, pensó Destiny empezando a acurrucarse bajo una de las alas azules que su compañero había movido para protegerla.

—Atendiendo así mismo, a la petición de compensación y equilibrio que exige el universo, el ángel Caído Luzbel tiene derecho a exigir un alma viva que sustituya a sus dos efectivos perdidos —declaró Miguel.

—¿Dos efectivos? —murmuró Raziel, apretándola contra él. Su mirada cayó directamente sobre Miguel.

—Biel ha encontrado también su cláusula de escape —expuso, sin inflexión alguna en la voz—. Su contrato era distinto al tuyo y dado que su naturaleza era distinta no era necesaria retribución. Contigo, sin embargo, Luzbel ha perdido no solo un recolector, sino dos y el alma pura con la que pretendía suplir esa carencia. El equilibrio se ha descompensado, la balanza debe volver a equilibrarse, pero ha de hacerlo por propia voluntad.

—Libre albedrío —musitó ella, entendiendo de alguna manera aquella manera de equilibrio.

Miguel asintió.

—Tienes una luna para encontrar el sustituto que deseas —declaró el arcángel, mirando a su oponente—, y firmar con él un contrato válido y vinculante.

Aquello pareció aplacarlo ligeramente.

—No intervendréis.

La acusación erizó el vello del arcángel al mando.

—No me empujes, Luzbel, no quieres enfrentarte a mí.

Él se echó a reír.

—No, Miguel, eres tú el que no quiere enfrentarse a mí —declaró, entonces les echó un vistazo a ambos, pero dejó caer todo el peso de su odio sobre Raziel—. Si nuestros caminos vuelven a cruzarse, arcángel, cuida tus espaldas… o te encontrarás sin alas.

No dejó lugar a réplicas pues desapareció en un fuerte fogonazo de luz que le dejó los ojos lagrimeando.

—Será exhibicionista —escuchó el apagado murmullo de Miguel.

—¿Vais a quedaros de brazos cruzados mientras esclaviza a alguien más? —preguntó Raziel, envolviéndola con sus brazos, como si temiese que si la soltaba, desapareciese de su vista.

—Libre albedrío —fue la única respuesta que obtuvo al respecto—. El Alto Consejo no puede intervenir.

—Lo que quiere decir que cualquiera que no esté afiliado a él, sí puede —rezongó Caliel, quien parecía bastante emocionado ante la sola idea.

—No has oído eso de mis labios —dijo el arcángel dándole la espalda.

—No cometas una estupidez, hermano —pidió Raziel al tiempo que le tendía la mano al ángel.

El hombre miró su mano y se la aferró por el antebrazo en un antiguo saludo de guerreros.

—No dirías eso si supieses todas las que llevo cometidas por tu culpa —le soltó de buen humor. Entonces se puso serio—. Cuida del alma que te ha entregado, Raziel. Un regalo así, solo te lo hacen una vez en la vida.

En respuesta a su petición, la abrazó más estrechamente.

—Lo haré, hasta mi último aliento —prometió, bajando la mirada sobre ella—. Lo juro.

Le sonrió en respuesta y se puso de puntillas para darle un beso en los labios.

—No dejaré que hagas otra cosa, mi arcángel —aseguró. Y lo decía muy en serio.

Asintiendo satisfecho, Caliel les dedicó un gesto de la cabeza y al igual que tantas veces antes, se desvaneció sin darles oportunidad a despedirse.

—¿Estará bien? —la pregunta surgió de sus labios antes de poder evitarla.

Miguel, quien sostenía ahora el libro de los secretos, se dirigió a ella y se lo entregó.

—Lo estará mientras esté dispuesto a conservar su alma —declaró, dejando el libro en sus manos—. Guárdalo, Raziel y tú sois los únicos con el conocimiento y el alma apropiada para poseerlo.

—Lo haremos —aceptó él, acariciando la superficie del libro—. Te enseñaré dónde guardarlo, eso evitará la tentación de leerlo.

Ella parpadeó.

—¿Sería tan malo leerlo?

Sonrió y le acarició el rostro.

—Hay cosas que es mejor no saber hasta que ocurren, Destiny —aseguró—. Es mejor mantener el factor sorpresa.

—Estoy de acuerdo —aceptó Miguel. Los miró a ambos y asintió—. Tu alma será restaurada tan pronto estés en casa y a salvo.

—¿Por qué entonces?

El arcángel se limitó a sonreír, lo siguiente que ambos supieron era que estaban de regreso en su casa, desnudos y en la cama.