—¿Vas a dejar alguno para los demás?
Raziel ladeó la cabeza y se lamió el chocolate que manchaba sus dedos mientras observaba a una deliciosa y radiante Destiny. Ataviada con un sencillo vestido negro de escote barco y falda por encima de las rodillas, con un cinturón rojo que hacía juego con los zapatos, lo censuró con la mirada.
—Te dije que hicieses dos bandejas —replicó, girándose hacia ella, para apreciar mejor la mujer que tenía ante él y la misma a la que esa misma noche iba a abandonar.
—Te comiste una tú solito —lo acusó, hundiendo un dedo en su pecho—. Se supone que tienen que llegar a poder probarlos, Raz, para ver si les gustan y vuelven a por más.
—Les gustarán, no te preocupes por eso —le apartó un mechón de pelo que había escapado del conservador moño en el que lo llevaba recogido. Le gustaba su pelo, especialmente cuando estaba enmarañado y desperdigado sobre la almohada o sobre sus alas.
No. En realidad, le gustaban muchas más cosas de la mujer que tenía frente a sí, no sabía si se trataba del vínculo del pacto o el que ella tuviese un alma tan pura y luminosa, pero la seducción había ocurrido a la inversa; él había sido el seducido.
—¿Va todo bien? ¿Está malo el chocolate? —preguntó, mirando preocupada la bandeja de la que él había estado picoteando—. De repente te has puesto tan serio que…
—El chocolate está exquisito, Des —aseguró, cogiéndole la mano, enlazando sus dedos con los suyos, notando su alma a través del contacto, viendo cómo resplandecía, hoy más que ningún otro día—, todo va bien. El local está lleno de gente y seguirá así mientras tú estés al mando o detrás de ese mostrador, tu luz los atraerá.
Las mejillas se tiñeron de rojo, haciendo destacar sus pecas.
—Eso debes decírselo a todas tus conquistas.
Sonrió de medio lado.
—Tú no eres una de mis conquistas, conejita.
Ella parpadeó, sus ojos se apagaron un instante y no podía comprender el motivo.
—¿Destiny?
—Mira, ahí está mi hermana —declaró, utilizando la llegada del transexual como una excusa—. Voy a saludarla y…
Enlazó los dedos en los de ella, impidiéndole escapar.
—No huyas de mí —murmuró en voz baja, solo para sus oídos—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué has cambiado el semblante de repente?
La vio lamerse los labios y vacilar, como si no quisiera encontrarse con su mirada.
—¿Qué soy exactamente para ti, Raziel? —murmuró, levantando poco a poco la mirada hasta encontrarse con la suya—. Sé que tiene que existir un motivo de peso para que te hayas acercado a mí, para que… te hayas quedado… como sé también que antes o después te irás. Quizá antes que después. Pero… al menos me gustaría saber qué soy exactamente para ti.
Mi vía de escape. La puerta a mi libertad. El alma pura que necesito para cumplir con el cupo y liberarme por fin de una esclavitud que ya me ha arrebatado demasiado. Había infinidad de definiciones que podía darle, todas ellas válidas y al mismo tiempo, ninguna de ellas suficiente para explicar lo que era ella para él.
El alma que deseo.
Ella se había convertido en todo lo que deseaba, en lo que le habría gustado encontrar de ser libre, la mujer a la que le habría gustado amar, aquella a la que ya amaba.
¿Cuán estúpido podía ser un recolector? ¿Cuánto más necesitaba padecer? Ahora no solo no podía contar con su alma sino que tendría que protegerla de aquel que la reclamaría.
¿Qué era exactamente para él?
—Eres el alma que deseo, Destiny —murmuró, acariciándole la mejilla y bajando sobre sus labios para rozarlos con los suyos en un breve beso—, y haré todo lo que esté en mi mano para protegerte.
Vio la vacilación en sus ojos, la incomprensión y supo que quería más explicaciones, que aquello no era necesario, pero fue incapaz de formular frase alguna, pues su hermana, tal y como al fin había reconocido al transexual, caminaba ya hacia ellos con una enorme sonrisa en los labios.
—Tesorito —se la arrebató, plantándole dos besos en el aire al lado de cada mejilla—. La fiesta es fantástica. ¿Y el local? ¡Qué maravilla! Cariño, es perfecto. Y que aroma, se me hace la boca agua.
El alivio y alegría que sintió en ella, a través del vínculo que los unía, tras la apreciación de su familiar le indicó que aquello era lo que ella había estado buscando. Desde el principio, el mayor deseo de Destiny era tener la aprobación y reconocimiento de su familia, que la quisieran y la aceptaran como era, con sus excentricidades, con sus sueños… más allá de cualquier otra cosa, deseaba formar parte de algo.
Mi pequeña y adorable pelirroja.
—Raziel, querido, me alegra mucho que hayas venido —comentó la peculiar mujer, recorriéndolo con una apreciativa mirada—. Ay, chicos, si es que hacéis una pareja tan encantadora.
—Frena, Dona, corres demasiado.
No se le escapó el brillo de sorpresa y alegría que pasó también por los ojos del transexual al escuchar su nombre, el que ella había elegido, de los labios de su hermana.
—Por cierto, quédate con el top —añadió ella, dedicándole una abierta mirada apreciativa—, te queda mucho mejor a ti que a mí. Estás guapísima.
El brillo de alegría empezó a transformarse en el de las lágrimas en los ojos de Dona, pero no tardó en echarse la melena de la perfecta peluca hacia un lado y parpadear para no dejar que la emoción la embargara.
—La próxima vez iremos juntas de compras —declaró con entusiasmo—, y no admito un no por respuesta, cariñito.
Destiny asintió y dio el primer paso, abrazándola.
—Te quiero —la oyó susurrar—. Siempre, sin importar nada más, te quiero y voy ahí para ti.
Su hermana la abrazó con fuerza y asintió.
—Ay, dios… ahora va a corrérseme el rímel —se rio—. Dime que tienes también un precioso baño en esta maravilla de local.
—Todo recto a la izquierda.
—¡Fabuloso! —declaró en voz alta, se giró hacia él y, antes de que pudiese reaccionar, le plantó un beso en toda la boca—. ¡Ay! Discúlpame, cariño. Pero me moría por hacer eso desde el mismo momento en que te vi. Cuida de mi hermana pequeña, es la mejor.
Parpadeó varias veces intentando procesar lo que acaba de pasar, pero la risita de su amante lo arrancó de tal innecesaria cavilación.
—Lo siento, Raz… perdón… no me río de ti, te lo juro, es solo que… —se estaba muriendo de la risa. La muy ladina—. Dios, gracias por estar aquí conmigo, arcángel.
Estaba claro que ese día iba a recibir besos por doquier, aunque no iba a quejarse si eran de ella, le gustaba demasiado su boca como para declinar tal premio.
—Gracias a ti por permitirme estar, conejita.
No protestó, había dejado de hacerlo cada vez que la llamaba así. Ahora se limitaba a sonreír y poner los ojos en blanco.
—¿Otro bombón?
Hizo una mueca.
—¿Estás intentando comprarme, Destiny?
Ella sonrió y se llevó la chocolatina a la boca.
—Um… no… bueno, puede… ¿quizás?
Le rodeó la cintura con el brazo al tiempo que se inclinaba sobre ella y le susurra al oído.
—No es necesario, cariño —ronroneó—, yo ya soy tuyo.
Ella alzó la mirada y abrió la boca para decir algo, pero se lo impidió bajando de nuevo sobre sus labios. Había cosas que era mejor que quedasen así.
La inauguración estaba resultando todo un éxito, a lo largo de las últimas horas, la gente había alabado sus creaciones e incluso había algunas personas que pidieron su tarjeta para pasarse a partir del lunes a hacer algún encargo.
Buscó a Raziel con la mirada y lo encontró charlando con su tía y las chicas del club de bridge. Su tía ya había encargado unos cupcakes para la próxima reunión. Como si supiese que lo estaba observando, su arcángel alzó la mirada y le dedicó un guiño para luego proseguir con la conversación.
Su arcángel.
Raziel se había metido muy dentro de ella, era algo demencial, inexplicable, casi tanto como su existencia pero le quería. Lisa y llanamente. Se había enamorado de ese hombre, de la dulzura que ocultaba bajo esa apariencia espinosa, de su sentido del humor más bien negro, pero por encima de todo, lo quería por todo lo que le daba sin pedir nada a cambio.
Sabía que algo lo preocupaba, desde esa misma mañana algo había cambiado. Parecía mucho más distraído, casi preocupado, pero era incapaz de encontrar el motivo y temía preguntar y obtener una respuesta que pudiese destrozarla.
Él no iba a quedarse con ella, en lo más profundo de su alma, era consciente de ello. Raziel se marcharía antes o después y cuando lo hiciera, sabía que iba a llevarse mucho más que solo el alma que había reclamado y que ya le pertenecía.
—Estás enamorada de él.
La inesperada voz le hizo dar un salto. Se giró y allí estaba Caliel, vestido con un elegante traje y corbata en color gris que realzaba el tono bronceado de su piel y su pelo negro. Sus ojos verdes la contemplaron con una serenidad que contribuía a calmar sus propios nervios.
—Y no solo eso —declaró al tiempo que acortaba la distancia entre ellos y señalaba su pecho—, también le has entregado tu alma. Es suya.
No respondió, de algún modo sabía que no hacía falta.
—Él se va a marchar, ¿verdad?
El recién llegado suspiró.
—Raziel no es libre, Destiny —aceptó sin embellecer sus palabras—, su alma, su vida… ya no son suyas para poder disponer de ellas, no todavía al menos.
Se lamió los labios.
—¿Y hay alguna manera de que lo sean de nuevo?
Él ladeó la cabeza y la miró.
—Quizá —respondió—. Pero, ¿estarías tú dispuesta a pagar el precio necesario?
—Yo…
—¿Destiny?
Su corazón dio un salto al escuchar esa voz, giró sobre si misma y la vio, vestida con tanta elegancia como siempre, acompañada de su última conquista.
—Mamá —musitó. Se giró para pedirle a Caliel que le diera un segundo, pero cuando lo hizo el hombre ya no estaba allí—. ¿Caliel?
No hubo respuesta, miró a su alrededor pero no lo vio, por el contrario, fue su madre y Bruce los que se acercaron ahora a ella.
—Un local fantástico, Des —le dijo el prometido de su madre, quien, vestido ahora con traje y corbata, parecía mucho más adulto que cuando iba de sport—. ¿Te importa si doy una vuelta y pruebo alguna de esas delicatesen, amor?
El hombre besó los labios de su madre, le acarició a ella la mejilla al tiempo que le dedicaba una clara mirada que decía mucho más que las palabras y se perdió entre los presentes.
—Es… impresionante lo que has hecho aquí —comentó Deborah, admirando su entorno—. Hay mucho de ti.
Aquellas inesperadas palabras la dejaron sin habla. Sus ojos se encontraron y una vez más vio en esa mirada mucho más de lo que podría decirse con palabras.
—¿Y… tu cena de compromiso?
Le sonrió con calidez y le apartó el pelo de la cara.
—La hemos aplazado para la próxima semana —contestó con suavidad—. No quería perderme… esto.
—Mamá…
Ella le cubrió los labios con los dedos y negó con la cabeza.
—Soy yo la que tiene que pedir disculpas, Des —aseguró, sonriendo a medias—. A veces me olvido de que ya no eres esa niña que me necesitaba a su lado, que ni tú ni ¿Dona? Sois ya mis niños, sino dos adultos hechos y derechos con necesidades propias.
Se lamió los labios y parpadeó para alejar la humedad que amenazaba con interrumpir ese momento.
—He sido egoísta, mucho —aceptó y deslizó la mirada a través de la sala—, Bruce me lo ha recordado varias veces a lo largo de los últimos días. Tienes una hija, dos, me dijo, ellos deben ser siempre lo primero, incluso antes que yo.
Siguió la mirada de su madre y vio a su prometido bromeando con su hermana. ¿Se habría equivocado también con él? Sí, era posible.
—Sé que nunca te he apoyado realmente con… todo este tema de la cocina y la repostería —aceptó volviendo a mirarla—. Supongo que necesitaba ver con mis propios ojos que eres capaz de hacer todo lo que te propones y mucho más. Y si esta pastelería, si este delicioso aroma que sale de esas exquisiteces es lo que necesitas para sentirte realizada y feliz, haré todo lo posible por apoyarte y comprenderte.
—Yo tampoco he sido del todo justa —aceptó, admitiendo su propia culpa—. Estaba tan agobiada, que no me paré a pensar que tu vida tampoco era un camino de rosas. Debí haberme plantado mucho antes y decirte que esta es mi vida, que esto es lo que quiero hacer… ha tenido que llegar un ángel a mi vida para que lo hiciera.
Los labios de su madre se curvaron, tomó una mano entre las suyas y se la apretó.
—¿Entonces Raziel y tú…?
Apretó su mano y se encogió de hombros.
—Todavía no sé si hay un Raziel y yo —aceptó, entonces tomó una profunda respiración y la miró con una amplia sonrisa—. Pero estoy dispuesta a averiguarlo y hacer todo lo que esté en mi mano para que haya al menos un quizá.
—Esa es mi hija —aseguró y la atrajo a un firme y cariñoso abrazo—. Estoy muy orgullosa de ti, Destiny. Muy orgullosa.
Sus palabras se filtraron en su alma y sintió una inmensa alegría. Aquello era lo que había esperado escuchar aunque solo fuese una vez procedente de su madre y sentir la verdad en sus palabras, era mucho más de lo que podía pedir.
—Y ahora, ¿qué tal si me recomiendas alguna cosa? —le dijo, con una amplia sonrisa—. Tengo que confesarte que, nada más entrar por la puerta, el aroma que llega es delicioso. Te dan ganas de comer cualquier cosa aunque estés a dieta.
Se echó a reír y cogidas del brazo caminaron hacia el grupo formado por su familia y amigos.
—Estás radiante, cariño —la saludó su tía, acompañada por sus amigas.
—Destiny, estas tartaletas están deliciosas.
—Niña, tienes una mano mágica para estas cosas.
—Ya le dije a Helen que tiene que encargar los pastelillos para el té del club de bridge.
Su hermana le rodeó la cintura con el brazo y tras entregarle una copa, la alzó en un brindis.
—Por nuestra Destiny y su pastelería —declaró en voz alta—. Por que tengas todo el éxito que te mereces, hermanita.
—¡Por Destiny!
Raziel sintió el repentino ardor atravesándole la nalga allí dónde la marca de Lucifer estaba grabada. Miro a Destiny y la vio llena de alegría, sonriente, brillando con luz propia y supo que había llegado el momento. Su pequeña pelirroja había alcanzado aquello que tanto había deseado, su alma estaba lista para ser recolectada.
Ella sintió su presencia, pues se giró de inmediato y al verlo se excusó de los presentes y acudió a su lado. El vínculo entre ellos era más fuerte que nunca, daba igual que estuviesen en una sala llena de gente, siempre encontrarían la manera de llegar el uno al otro.
—Se terminaron los bombones —le dijo ella con una risita—. Pero no te preocupes, el lunes tendré otra bandeja solo para ti.
Le acarició el rostro y deslizó los dedos por su mejilla.
—¿Me estás comprando, Destiny?
Su alma se reflejaba ahora en sus ojos, en toda ella, esa pequeña pelirroja era toda luz y brillaba.
—Podría intentarlo —aceptó y tomó la iniciativa, pegándose a su cuerpo y rodeándole el cuello con los brazos—. ¿Qué te parece si me deshago de toda esta gente y nos vamos?
Una última noche, un último momento para tenerla entre sus brazos, las últimas horas antes de que finalizase el tiempo establecido para su misión.
—Deshazte de todos —declaró, bajando sobre su boca—. Esta noche, te quiero solo para mí.
Ella lo miró, dejándole al mismo tiempo grabarse su rostro en la memoria.
—Pues me tendrás —declaró finalmente—, todo lo que soy. Mi cuerpo y mi alma, tuyo, Raziel.
No respondió, no podía, no en voz alta al menos.
Mi cuerpo, mi alma y todo lo que soy, Destiny. Siempre. Eternamente.
—Um… entonces lo voy a pasar muy bien —le dijo en cambio, mordisqueándole el cuello haciéndola reír—. Mi postre favorito.