CAPÍTULO 11

 

A Raziel se le hizo la boca agua nada más aparecer en el interior del cerrado local, el aroma a dulce y chocolate perfumaba el ambiente procedente de algún lugar en la parte de atrás. Echó un rápido vistazo a su alrededor y se deleitó en la delicadeza, dulzura y elegancia que exudaba la habitación. La brillante huella de Destiny se notaba en cada rincón, era como si su alma hubiese tocado cada objeto, cada silla, cada mesa y cada cuadro de los que se componía el mobiliario. Un largo mostrador con vidriera en el que solían exhibirse los postres y las tartas, un frigorífico de columna, una máquina de café, algunas pruebas impresas de Cartas de Postre… todo parecía estar a punto para echar a andar ese nuevo negocio.

Sweet Destiny Pattisiere —leyó en voz alta el logo que destacaba sobre una copia impresa de lo que parecía una invitación para la próxima inauguración—. Pastelería Dulce Destino.

Sonrió ante el juego de palabras, dejó de nuevo el papel sobre el mostrador y se giró hacia el lugar del que procedía ese delicioso aroma, seguido ahora de unos sordos golpes. Plegó sus alas a la espalda para que no le molestasen al traspasar el estrecho umbral y entró. Destiny estaba concentrada golpeando con inusitada saña un enorme bollo de masa de algún tipo, el olor a chocolate que había notado procedía de un humeante cazo que reposaba ya fuera del fuego. El lenguaje corporal de la chica hablaba de inusitada rabia, de desesperación, pero eran las desacostumbradas lágrimas que se abrían paso a través de sus enharinadas mejillas lo que llamó su atención. Tenía los ojos rojos, la nariz colorada y parecía hipar mientras seguía amasando sin descanso.

—Estúpida, eres una completa y arrogante estúpida —la escuchó mascullar, al tiempo que las lágrimas se unían a la masa que seguía maltratando—. ¿Por qué iba a importarle a nadie más que a ti este lugar? ¿Por qué iban a importarles a ellos tus sueños? Sabías perfectamente que ella solo tiene ojos para su boda, que eso es todo lo que le interesa. Nunca estuvo conforme con que te dedicases a la repostería.

Cogió la masa con ambas manos, la levantó de la mesa y la golpeó de nuevo haciendo temblar todo lo que permanecía sobre esta. Se pasó el dorso de la mano por las mejillas dejando un nuevo rastro de harina mezclado con sus lágrimas y continuó con el proceso de amasado sin ser consciente todavía de su presencia.

—Y tú no eres mucho más inteligente —la escuchó gorjear—, por favor. ¡Se te han fundido todas las neuronas! Un ángel. Has atropellado a un jodido ángel y luego te has ido a la cama con él. O a la ducha… y tiene alas. ¡Unas jodidas alas muy reales! Oh, pero no es solo un ángel… ¿qué dijo Helen? Un arcángel… el arcángel Raziel. Sonaría a una completa locura si no fuese por el hecho de que has tenido las manos sobre esas malditas plumas. ¡Argg! ¡Y deja ya los tacos!

Raziel se encogió cuando vio cómo descargaba de nuevo el puño sobre la masa, hundiéndolo con saña. Se alegraba de no ser él.

—¿Por qué no puedo tener una vida normal como el más común de los mortales? —rezongó, dejando caer ahora caer la cabeza con gesto derrotado.

—Porque en ti no hay nada que sea considerado común, Destiny.

Ella alzó la mirada de golpe, clavándola en él con una mezcla de sorpresa y temor. Este último pareció ampliarse en el momento en que sus ojos se deslizaron más allá de su rostro, deteniéndose una vez más en sus alas. Podía haber vuelto a su lado con la forma humana a la que estaba acostumbrado, de hecho, era la manera en la que solía ir de caza, pero con ella, el hechizo que mantenía sus alas prisioneras de aquellos malditos tatuajes parecía extinguirse y le permitía ser el mismo.

Había sido esa extraña dualidad lo que lo había mantenido alejado las últimas horas. A pesar de que el tiempo corría y necesitaba de cada segundo para llevar a cabo su misión, había algo en ella que lo atraía y repelía a partes iguales. Seducirla era solo el primer paso para llevar a cabo su misión, la experiencia le había mostrado que las mujeres eran más susceptibles a entregarse al pecado si tenían una conexión mayor con el recolector, una que iba mucho más allá del plano físico. El sexo siempre había funcionado bien para él, hasta el día anterior.

Destiny era un alma pura, lo que ahora comprendía, se reflejaba también en cada uno de sus actos, en cada cosa que tocaba puesto que las impregnaba con esa luz interior que poseía. Al tenerla entre sus brazos, sometida y perdida en sus caricias, había llegado a sentirse envuelto por esa luz, había acariciado el alma que deseaba y con esa calidez llegó también su primera vacilación. En todo el tiempo que llevaba como recolector, era la primera vez que se sentía refrenado de aquella manera, que sus propias emociones cobraban vida y acudían las dudas.

—Um… ¿cómo has entrado?

Ahogó una irónica sonrisa. Siempre con su lado práctico, prefería afrontar las cosas de una manera que pudiese identificar e ignorar aquello que le causaba temor o estupor.

—Hola a ti también, conejita.

Sus mejillas adquirieron un ligero sonrojo entre tanta harina, levantó la barbilla y se lamió los labios. Estaba nerviosa.

—Deja de llamarme de esa manera, conoces mi nombre —replicó. Dejó la masa a un lado y empezó a limpiarse las manos en un paño.

—Y por lo que acabo de escuchar tú también el mío —respondió, haciendo alusión a su monólogo.

Parpadeó, esos enormes y bonitos ojos claros se abrieron ligeramente.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—El suficiente para saber que estás un poquito frustrada y muy cabreada.

Si volvía a pasarse la lengua por los labios otra vez, iba a acortar la distancia entre ambos y hacerlo él mismo; con la suya. Para evitar tal tentación, se concentró en algo que encontraba igual de placentero que el sexo.

—¿Huelo chocolate?

El inesperado cambio de tema la hizo jadear. Lo miró a él y su mirada discurrió entonces sobre el cazo que tenía a su derecha.

—Trufa —respondió y, como si se hubiese acordado en ese preciso momento de la crema, empezó a removerla—. ¿Te gusta el chocolate?

Acortó la distancia entre ambos y se inclinó sobre la mesa para ver el contenido. La boca se le hizo agua.

—Es una de mis debilidades —murmuró. ¿Había dicho eso en voz alta? Levantó la mirada y se encontró con sus ojos—. Y ahora tendré que llevarme tu alma por conocer tal información.

Ella puso los ojos en blanco y sacó la cuchara con la que había estado revolviendo.

—¿Quieres probar?

Si fuese un perro, ahora estaría moviendo la cola de contento.

—Ten cuidado, está caliente.

Cogió la cuchara de sus manos y probó el cremoso chocolate. Exquisito.

—¿Cobertura, bombones o tableta?

La pregunta la tomó por sorpresa, casi tanto como a él mismo. ¿Qué narices estaba haciendo? ¿Le habían lavado el cerebro o qué?

—Ya veo que eres un adicto al chocolate —le sonrió, esa sonrisa alejó la tristeza y rabia que la habían dominado hasta el momento y deshizo también el previo temor ante su presencia—. Es la cobertura para unos cupcakes que se están enfriando en la nevera. Quería… no sé… probar algo nuevo.

Siguió su mirada al otro lado, hacia la puerta metálica de un frigorífico doble, el movimiento lo hizo rozar una de sus alas con la mesa, obligándole a plegarlas de nuevo a su espalda.

—Ten cuidado con eso —le dijo entonces ella, el nerviosismo palpable en su voz—, no quiero tener que quitar cobertura de chocolate de tus plumas.

Enarcó una ceja a modo de respuesta.

—Entonces… ¿eres un arcángel? ¿Ese arcángel?

—Define “ese” —pidió, devolviéndole la cuchara.

Destiny puso los ojos en blanco, dejó el cubierto a un lado de la mesa y se encogió de hombros.

—Alguien relacionó tu nombre… con el de un arcángel —declaró haciendo una mueca—. Y… bueno, esto ya es lo suficiente bizarro para mí sin tener que pensar en complicaciones bíblicas y esas cosas.

—Sí, soy Raziel, ese arcángel… o al menos lo fui en su momento —aceptó, hundiendo ahora el dedo en el cazo para llevárselo después a la boca—. Ahora… soy algo totalmente distinto.

—Define distinto —le dijo, devolviéndole sus palabras.

—Digamos que ya no trabajo para el director de la planta de Algodón de Azúcar, si no para el del Sótano —ofreció, chupando el dedo con premeditada sensualidad—. Soy lo que tú llamarías, un ángel caído.

—Un ángel caído —repitió y la vio inclinarse hacia la derecha—. Corrígeme si me equivoco pero, ¿no se supone que entonces deberías carecer de alas o ser… no sé, negras?

Sus labios se curvaron por sí solos.

—Demasiada televisión y demasiados libros fantásticos, me temo —fue su respuesta. Entonces se acercó a ella, lo suficiente cerca para respirar su aroma y limpiarle las últimas lágrimas de los ojos y llevárselas también a la boca. La tristeza y la indefensión estaban presentes en su sabor—. ¿Por qué estabas llorando?

—La vida es un asco —respondió, quitándole importancia.

—Suele serlo, por eso le llaman vida —aseguró, al tiempo que borraba también las manchas de harina—. Nunca me han gustado las lágrimas, pero en tus ojos… no puedo soportarlas. Eres una mujer extraña, Destiny, y haces todo esto mucho más difícil.

Se lamió los labios, la rosada y delicada lengua dejó una suave capa brillante sobre el labio inferior.

—¿Por qué estás aquí?

Sus ojos se encontraron ahora con los de ella.

—Por ti, por la pureza de tu alma, porque quiero hacer realidad cada uno de tus deseos —aceptó, sintiendo en sus propias palabras la verdad.

—Y de nuevo tengo que preguntar por qué —aseguró, sin dejar de mirarle—. ¿Qué ganas tú con todo esto?

Deslizó la mano por su mejilla y se la acarició con el pulgar.

—Hacer realidad el más profundo de tus deseos es el camino que tengo para alcanzar aquello que yo también ansío.

Ella no se movió, permaneció quieta, mirándole, esperando.

—Dime lo que deseas, Destiny —preguntó—. Ahora, aquí, en este preciso instante.

—Pues… —se lamió los labios—, lo que deseo es ir al frigorífico, sacar los cupcakes y ponerles el frosting. Necesito comprobar que son comestibles.

La respuesta fue tan directa y sincera que lo dejó sin palabras.

—Imagino que eso no era lo que estabas esperando oír —se rio ella, sus mejillas cada vez más sonrojadas.

—Pues no, pero nunca me interpondré entre tú y algo que tenga chocolate —se burló—, ya que disfruto de ambos.

—En ese caso te dejaré probar mi nueva delicatesen —aseguró, palmeándole el pecho con la mano—, solo, procura no moverte… a menos que puedas hacer algo con… eso. No quiero… bueno, una sola vez fue suficiente experiencia para mí.

Echó un rápido vistazo por encima de sus hombros y sus alas se extinguieron a un solo pensamiento, volviendo a ocupar el lugar de sus tatuajes. Apretó los dientes al notar cómo le ardía la espalda, mientras estos volvían a dibujarse.

—¿Estás bien?

La nota preocupada en su voz, hizo que levantase la cabeza.

—Duele cuando aparecen o desaparecen —confesó, entonces hizo rodar sus hombros, distrayéndose a sí mismo de esa fugaz molestia—. Pero es solo un momento.

—Lo siento, no lo sabía —se disculpó—. Yo… perdón.

—Eres una cosita encantadora y muy tierna —murmuró, acercándose de nuevo a ella para esta vez atraerla hacia él y rodearle la cintura con sus brazos—. Hubiese preferido que siguieses siendo la irritante mocosa que me atropelló ayer y me lanzó encima una bolsa de desperdicios, eso haría las cosas mucho más sencillas.

—Me has pillado en plena crisis —rezongó ella intentando soltarse solo para que él la acercase más a su cuerpo—. Dame diez minutos y volveré a insultarte.

Negó lentamente con la cabeza.

—Me gusta lo que tengo ahora mismo entre mis brazos —aseguró, cogiéndole la barbilla y alzándosela—, y además, sabes preparar chocolate. Eso te hace ahora mismo mi persona favorita.

—Eres un… hombre… fácil de complacer.

No pudo evitar echarse a reír ante el sarcasmo presente en su voz.

—Oh, yo no haría esa afirmación tan pronto, Destiny.

Bajó la mirada y asintió.

—No estaba segura de si volvería a verte.

—¿Por qué? ¿Has terminado ya todos tus deseos?

Negó con la cabeza.

—No sé lo que estoy haciendo, ni siquiera sé por qué no estoy gritando o corriendo en círculos y agitando los brazos como una loca —rumió y lo apuntó con un dedo—. Tú no deberías existir y sin embargo aquí estás. ¿Por qué?

—Me necesitas.

—¿Te necesito?

Le acarició el labio inferior con el pulgar.

—Sí, y me gusta que lo hagas.

Ella resopló y puso los ojos en blanco.

—Sin duda eres todo un personaje.

—Lo sé.

Jadeó ante su tono orgulloso.

—Y tienes un ego desmesurado.

—Eso también lo sé.

Destiny buscó entonces su mirada, se la sostuvo durante unos largos instantes.

—Esto va a sonar a locura pero, ¿te ofenderás si te invito… um… después a mi casa?

Bajó sobre su boca, dejando que su aliento le acariciara los labios.

—Me ofendería si no lo hicieras, conejita —le lamió los labios—. Dónde me necesites, allí me tendrás. Pero por ahora… ¿habías dicho algo sobre unos cupcakes y chocolate?

Se sonrojó incluso más, entonces se echó a reír.

—Ay, señor. Acabo de invitarte a follar y tú te interesas por el chocolate —se rio hasta que le saltaron las lágrimas—. No sé si tomarme que te intereses tanto por mi cocina como un halago o un insulto.

—Te lo dije —le susurró al oído—. Nunca me interpondré entre dos de las cosas de las que más disfruto. El chocolate… y tú.

Raziel era consciente de que estaba metiendo la pata, pero era incapaz de pensar en otra cosa que en ella, en su dulzura y en esa hermosa luz que lo calentaba hasta lo más profundo de su ser. Sabía que su alma era todo lo que lo separaba de una eternidad más de esclavitud y, sin embargo, ahora estaba incluso menos dispuesto que cuando llegó a entregarle aquello que deseaba a Lucifer.