CAPÍTULO 28

Luca contempló el local con gesto satisfecho, el Dangerous tenía esa noche una magnífica apariencia. Los nuevos camareros que se habían contratado, dos hombres y dos mujeres se movían son soltura sirviendo las consumiciones a los asistentes. Había sido una de las sugerencias de Elis y la había acogido con agrado. A pesar de haberse apropiado de su local y su terreno, apreciación que no se había cansado en repetirle, seguía muy pendiente de todos y cada uno de los asuntos del club. Ahora, además, entendía el motivo y la respetaba si cabía aún más. ¿A quién quería engañar? Estaba loco por ella, respetarla estaba en su naturaleza, como amarla en su corazón.

Su gato se removió en su interior, señal inequívoca de que su compañera andaba cerca. Se giró justo a tiempo para encontrarse con la mujer que lo tenía al borde de la locura, desesperado por sus huesos y por su aceptación. Inspiró profundamente para llenarse de su aroma y arrugó la nariz al oler el salobre de las lágrimas. Una inspección más minuciosa lo llevó a encontrar la rojez en sus ojos y nariz; había estado llorando.

—¿Qué ocurre, gatita? —salió a su encuentro solo para encontrarse con su pequeña mano enterrada contra el pecho de su camisa. Encerrado entre sus dedos había un arrugado papel cuyo satinado aroma lo crispó.

—¿Por qué?

Bajó la mirada sobre el arrugado gurruño y le rodeó el puño con el suyo con gesto tenso.

—¿De dónde lo has sacado? ¿Cómo ha llegado esto a tus manos?

Decidida a seguir sorprendiéndole, le cogió la muñeca con la mano libre y empezó a tirar de él en dirección al privado escenario de la derecha. Se dejó guiar, siguiéndola a través de la sala, poniendo cara de póker ante las miradas curiosas y divertidas de los asistentes mientras hacía un repaso mental de la última vez que había tocado su diario.

—¿De dónde has sacado ese papel? ¿Cómo has llegado a él? —insistió con gesto tenso. Era algo privado, lo suficiente para que no desease que nadie lo leyese y mucho menos ella—. ¿Te das cuenta de que estás haciendo nuevamente una escena? —le reprochó, aunque maldito si le importaba lo más mínimo ese pequeño detalle, lo que deseaba era saber a quién tenía que matar por haber hurgado entre sus cosas.

Un nombre pasó entonces por su mente. Julie. Su hermana. Iba a despellejar a esa maldita humana y a la mierda el parentesco.

—Elis…

—Ni siquiera he empezado —masculló ella, hizo a un lado la cortina y lo empujó para instarlo a entrar—. Tú y yo tenemos que hablar. Ahora.

Pasó con absoluta y total tranquilidad, su curiosidad natural rodeaba ahora también a su felino quién estaba deseoso por averiguar que mosca le había picado ahora a su compañera y, más concretamente, cómo demonios había llegado ese papel a sus manos.

—¿Puedes hacer el favor de responder a una simple pregunta y decirme cómo diablos ha llegado eso a tus manos?

—Eso no tiene importancia.

—Oh, claro que lo tiene —declaró y le sacó el par de legajos de las manos—. Esto es privado.

—¿Tan privado que no has tenido el valor de decírmelo a mí? ¿Tan privado que no has tenido el valor de venir y enfrentarme antes? —Las lágrimas que había olido en ella volvieron a hacer acto de presencia—. ¿Tienes idea de lo mucho que duele estar sin ti? ¿De lo estúpida que llegas a sentirte porque eres incapaz de enamorarte de alguien más? Sí, era una niña, pero una que te quería de corazón, que te adoraba con el alma y que habría sido inmensamente feliz contigo siendo mujer.

Sus palabras lo noquearon al igual que la rabia que sentía en ellas. Su gato gruñó en respuesta, deseoso de acercarse a ella, de consolarla por todo ese dolor que dejaban traslucir sus palabras.

—Ya no puedo más, Luca —insistió con gesto angustiado—. He intentado odiarte cuando no estabas y no he podido. Quise odiarme a mí misma por sucumbir a ti ahora, culparte de algo por lo que yo soy la única culpable. Quererte me duele, me duele tanto que todo lo que puedo hacer para mitigar ese dolor es odiarte… pero no puedo.

Alzó las manos con gesto de impotencia.

—No puedo odiarte porque te amo…

Las lágrimas caían sin cesar de sus ojos, resbalaban por sus mejillas y mojaban el suelo del escenario.

—¿Lo entiendes? —insistió entre sollozos—. Ya no soy una niña enamorada del mejor amigo de su hermano. Soy una mujer que ha vivido con tu recuerdo, que te ha amado en silencio y que hoy, te pide una nueva oportunidad. Te ruega que vuelvas a por ella. Ya no quiero al amigo, quiero al hombre, al amante y, sé que me arrepentiré de decir esto, pero, incluso creo que quiero a la pantera que hay debajo de toda esa piel…

Se le quebró la voz y acabó por romper en llanto.

—Ya no sé qué hacer, Luca, yo ya no sé qué hacer…

Su felino gimoteó y él cedió finalmente, se acercó a ella y la atrajo hacia sus brazos.

—No tienes que hacer nada más que lo que ya haces, gatita —la apretó con fuerza—, amarme con tanta pasión como lo haces. Permíteme darte lo que he guardado para ti todo este tiempo, Elis. Durante estos últimos quince años no ha existido un solo día en el que no me haya consumido por ti. Eres mía. Mi compañera, mi amada y mi mujer. Aún si le hubieses pertenecido a otro, seguirías siendo mía porque jamás renunciaría a ti.

Ella levantó el rostro surcado por las lágrimas, arrugó esa pequeña y deliciosa nariz y sorbió lentamente.

—No quiero pertenecer a otro —musitó—, siempre he querido ser tuya, Luca. Siempre he estado esperándote.

—No tienes que esperar más, cielo —le acunó la cara entre las manos—, estoy aquí y no voy a irme a ninguna parte.

La besó en la boca, un beso lleno de amor y esperanza, las dos únicas cosas que lo habían sustentado durante el tiempo que habían permanecido separados. Le acarició los labios, le recorrió todo el rostro antes de besarla una vez más y sentir como los suaves brazos lo rodeaban atrayéndole hacia ella.

—Mi peligrosa gatita —murmuró contra sus labios—, jamás me iré a ninguna parte sin ti.

Se lamió los labios, sus ojos encontrándose con los de él.

—¿Lo prometes?

—Con todo lo que soy, cariño mío, con todo lo que soy.

Volvió a atraerla a sus brazos y la besó, dejando que su gato se reflejase también en sus actos y en cada brizna de amor que sentía por ella. Solo cuando estuvo seguro de que no rompería a llorar él también, por el alivio que traía consigo la dicha de tenerla de nuevo junto a él, se apartó y preguntó.

—Y ahora, ¿vas a decirme quién demonios ha jodido mi diario?

Su respuesta fue sonreírle con esa vena traviesa y peligrosa que tanto le gustaba en ella.

—Eso, gatito, nunca lo sabrás —declaró poseyendo su boca con el mismo hambre y pasión que habitaba en su interior—. Tenemos mucho de lo que hablar, muchas cosas que discutir, pero por ahora, tenemos un club que dirigir y yo… bueno, ¿no querías que bailase para ti?

Sonrió perezoso ante la dulzura presente debajo de sus palabras.

—He cambiado de opinión, cielo —aseguró recorriéndola con la mirada—, a partir de ahora, solo bailarás y jugarás para mí.

Su respuesta vino acompañada de un adorable y amoroso brillo en sus ojos, uno que prometía hacerle la pantera más feliz de la tierra mientras la tuviese a su lado.

Así que, tendría que hacer que ese tiempo fuese eterno.