CAPÍTULO 27

—¡Mami, mami!

La inesperada voz de su hija inundó el vestuario del Dangerous cogiéndola por sorpresa.

—Kimberly, ¿qué…?

—¿Se puede?

La voz de Julie interrumpió la pregunta que surgía de sus labios mientras aparecía por la puerta, cerrando tras ella.

—¿Qué ocurre? ¿Le ha pasado algo a Kimberly?

La preocupación materna solapó todo lo demás. Se levantó de golpe y cogió a su hija en brazos, la cual parecía perfectamente sana y feliz.

—Qué guapa, mami.

Kimberly no solía verla maquillada a menudo y mucho menos con su atuendo de baile.

—¿Qué ocurre? —insistió girándose ahora hacia Julie con la niña en sus brazos—. ¿Por qué la has traído?

Su amiga la tranquilizó.

—No pasa nada, Kimber está perfectamente —le aseguró y acarició la mejilla de la niña.

—Mami, el tío Pietro me ha prometido que me llevará a comer una polloburguesa —exclamó la niña interrumpiéndola de nuevo—. ¿Verdad que sí, Julie?

La chica le sonrió a la niña y asintió.

—Una polloburguesa para ti sola —le confirmó y la miró de nuevo a los ojos. Sus mejillas se tiñeron levemente—. No tenía la menor idea de que él fuese… familia tuya.

No pudo menos que esbozar una mueca.

—No has sido la única sorprendida por el inesperado parentesco —murmuró haciendo colación a Luca. Dejó a su hija en el suelo y miró a su alrededor en busca de algo que la mantuviese ocupada durante un rato. No le cabía duda de que, si Julie estaba allí y no era por la niña, era porque tenía algo importante de lo que hablar.

—Tesoro, ¿ves ese maletín de allí? —la niña asintió—. Dentro hay un montón de joyas de princesa que puedes ponerte.

—¡Bien! ¡Joyas de princesas! —declaró feliz—. Pero quiero comer polloburguesa, mamá.

Asintió.

—Julie te llevará en un momento a comerla.

—Y tío Pietro también.

Sonrió y la empujó hacia el maletín abierto con bisutería. Una vez comprobó que la niña estaba entretenida, posó la mano sobre el brazo de Julie y la instó a alejarse hacia el otro lado de la habitación, desde dónde podía vigilar a su hija y obtener al mismo tiempo un poco de intimidad.

—¿Qué ocurre? —No se anduvo con rodeos—. ¿Estás bien? Mi hermano…

Julie sacudió la cabeza.

—No he venido a hablarte de Pietro, sino de Luca —la sorprendió—. Mira, sé que no es asunto mío y no debería meterme en esto. Ese gato me despellejará viva si sabe que he venido a verte para contarte esto, pero he visto lo desesperado que está y he pasado el suficiente tiempo a tu alrededor para saber que no has sido realmente sincera contigo misma…

—¿Contarme el qué?

Su amiga la miró a los ojos.

—El motivo por el que Luca no volvió a buscarte cuando había pensado hacerlo.

Sacudió la cabeza confundida.

—¿De qué estás hablando?

—Sabes lo que es Luca —le recordó—. Su… gente tiene una forma particular de emparejarse y, una vez encuentra a aquella o aquel que les está destinado, hay muy pocos que decidan darles la espalda.

Se lamió los labios, miró a su hija, la cual estaba entretenida y se centró de nuevo en su amiga.

—Mira, no te ofendas, pero todo este asunto de los gatos, los emparejamientos y esas cosas, no van conmigo —respondió—. Luca tomó su decisión y yo…

—Él estaba decidido a acercarse de nuevo a ti, a recuperarte, cuando hicieses la mayoría de edad —la interrumpió su amiga—. Si no lo hizo, fue por mí.

Frunció el ceño.

—Julie, tú no tienes la culpa de…

—Escúchame —la interrumpió de nuevo—. Luca no acudió a tu lado porque se vio obligado a hacerse cargo de mí. De la noche a la mañana se encontró con una hermana cuya existencia desconocía, alguien a quién dejaron en la puerta de su casa sin nada más que lo puesto.

Su mirada se desvió hacia Kimberly.

—Esa gatita tiene mucha suerte de tenerte, Elis —le aseguró—. Yo no tuve tanta suerte. Mi madre murió cuando yo tenía siete años, mi tía no quería hacerse cargo de mí y me dejó en manos del clan de mi padre. Sabes lo que es Luca, nuestro padre también era un felino cambiante, pero no tenía ni idea de qué hacer con una niña de tan corta edad y humana.

Su amiga fue desgranando su historia poco a poco, explicándole como había sido su vida en la familia de su padre y los problemas que habían surgido al llegar a la pubertad.

—Luca no tenía la menor idea de que yo existía, no solía prodigarse con la familia de su padre y no puedo culparle —continuó—. El caso es que ocurrió algo… y yo ya no pude seguir allí, así que me pusieron una maleta en la mano y me dejaron en la puerta de un desconocido, uno con el que compartía un vínculo de sangre y que ni siquiera sabía si me aceptaría o me repudiaría también.

Se lamió los labios.

—Tenía catorce cuando terminé bajo el amparo de mi hermano —murmuró en voz baja, casi como si se sintiese culpable—. Cuando abrió la puerta y me vio allí, me reconoció incluso a pesar de no haberme visto nunca. Me abrió las puertas de su hogar, de su vida, pero yo nunca supe el costo que eso había tenido para él hasta que crecí y empecé a comprender mejor mi herencia.

—Julie…

Sacudió la cabeza y le cogió las manos.

—No te rindas con él, Elis —le pidió—. Si todavía sientes algo por él, si le quieres como creo que así es, no permitas que siga solo por más tiempo. Luca no aceptará a ninguna otra mujer que no sea su compañera y esa, querida amiga, siempre has sido tú.

Se separó y echó entonces mano al bolso del que extrajo un papel doblado.

—Él me matará por esto, pero no puedo dejar que todo lo que hizo por mí caiga en saco roto —declaró tendiéndole el papel—. No, cuando ha tenido que sacrificarte a ti por ello.

Cogió el papel y empezó a desdoblarlo encontrándose con una apretada y masculina letra y unas frases manuscritas.

—Ese minino tiene un lado oculto, uno que nunca ha dejado que viese nadie —insistió señalando el papel—, y que creo que tú tienes que conocer.

Sin más la abrazó y se giró dispuesta a coger a la niña que cuidaba y llevársela para dejarla a solas.

—¿Vamos a comer esa polloburguesa, Kimber?

—¡Sí!

La niña dejó las baratijas con la que había estado jugando y corrió hacia su niñera, solo para detenerse y girar hacia ella con una amplia sonrisa.

—¡Adiós, mami!

Sonrió a su hija mientras salía por la puerta feliz ante la idea de comerse una hamburguesa.

Sacudió la cabeza y bajó la mirada al trozo de papel que le había entregado Julie. Su amiga la había dejado sin palabras e intuía que había mucho más de lo que le había dicho, cosas que seguramente solo le concernían a ella y a su propio pasado.

Se dejó caer de nuevo en la silla que había estado ocupando inicialmente, sobrepasada por los recientes descubrimientos, unos que no hacían más que dar validez a las palabras del propio Luca.

«Nunca me he arrepentido de algo tanto en mi vida como de dejarte marchar. No volveré a cometer el mismo error, Elis. Siempre has sido mía y haré hasta lo imposible para que lo comprendas y te sientas como tal».

Y ella todavía lo quería, daba igual lo mucho que se empeñase en convencerse de lo contrario, la niña que había sido seguía amando a su primer amor y la mujer que ahora era, a pesar de sus dudas y su negativa, había caído una vez más en las garras del amor.

—¿Cuándo voy a aprender? —musitó para sí.

Ahora no se trataba solo de ella, tenía que pensar en Kimberly y en lo mejor para la niña.

Kimber lo adora y lo sabes.

Su conciencia la aguijoneó sin piedad.

Y tú lo amas, nunca has dejado de hacerlo.

Volvió a mirar la página que empezaba a arrugarse en sus manos, la desdobló y empezó a leer el contenido fechado en algún momento quince años atrás.

 

 

No soy dado a los sentimentalismos, pero no puedo engañarme cuando la realidad me golpea en la cara con tanta virulencia. Ni siquiera sé con seguridad porqué escribo estas palabras, porqué he decidido empezar un diario, quizá, porque de algún modo, necesito dejar salir aquello que no puedo decirte ahora abiertamente.

 

Mi vida no ha sido perfecta. Cada paso que he tenido que dar me ha llevado a encontrarme a mí mismo, a conocerme, pero no fue hasta que tú apareciste en ella, que el hombre que era murió para dar paso al hombre que soy. Has sido un regalo inesperado, algo precioso y delicado, ingenuo en su juventud y vivaz en ese abierto amor que expresas por la vida. Y, así como fuiste un regalo, también fuiste mi más dolorosa penitencia.

 

Te supe mía nada más posé los ojos sobre ti, pero también supe que no tenía derecho a reclamarte. Tenías derecho a experimentar la vida y hacerlo sola, debías tomar tus propias condiciones, equivocarte si así estaba escrito y a pesar de todo seguí a tu lado a sabiendas de que sabía que no debía hacerlo. Me volvía loco ante la posibilidad de perderte, pero no podía quitarte la oportunidad de vivir tu vida, de disfrutar del tiempo que tan egoístamente yo estaba dispuesto a robarte. Me convencí de amarte en silencio, de aguardar con paciencia y volver a ti cuando ya no fueses esa dulce niña que me miraba con ojos inocentes y llenos de amor, me había convencido de esperar al menos un par de años, de permitirte experimentar el mundo, aunque eso me corroyese por dentro.

 

Y ese fue el motivo por el que te alejé de mí. Porque tú eres y serás siempre toda mi vida, preferí sacrificarme yo para que pudieses salvarte tú. Quizá nunca pueda recuperarte, quizá nunca pueda enfrentarme a ti y decirte todo esto, quizá estas líneas nunca vean la luz, pero necesito dejarlo salir antes de que me devore por dentro.

Mi gato te anhela, te desea y no entiende el motivo de esta separación. Él no entiende de conflictos humanos, sus emociones son tan crudas en este momento que se reflejan en mis ojos. Está ofendido, enfadado porque te he dejado marchar y dispuesto a recuperarte, así tenga que perseguir tu olor durante toda la eternidad.

¿Me equivoqué en mis elecciones? ¿Fue un error alejarte de mí? Llámame egoísta, pero si hoy tuviese que volver a tomar una decisión, habría repetido cada uno de mis pasos.

 

Mi propio castigo ha sido empeñarme en amarte, permití que te quedases en mi corazón e hicieses tu hogar en mi alma a pesar de lo mucho que duele cuando tú estás tan lejos. La llegada de Julianne a mi vida debería haber sido un bálsamo, al menos una manera de convencerme a mí mismo de que hay alguien más que me necesita ahora, que tú estarías bien sin mí, pero si bien puedo engañar al hombre no puedo hacerlo con el felino.

 

El sufrimiento se ha convertido en una droga para mí, eso o he perdido la cabeza por completo. Necesitaba verte, necesitaba estar cerca de ti, aunque fuese sin tenerte y esa arrogancia me llevó una vez más a jugar mis cartas y arriesgarme. Quizá debo agradecer a Pietro que no me haya eviscerado y que se haya apiadado de mi lamentable culo para permitirme ayudarte a través de él.

La pregunta que me hago es, ¿será suficiente?

 

Elis se quedó sin aliento cuando terminó la primera parte de lo que era a todas luces parte de algún diario, una parte muy privada de Luca en la que plasmaba sus propios pensamientos y emociones al desnudo. Se le había hecho un nudo en el pecho, las lágrimas habían empezado a pincharle tras los ojos, pero se negaba a dejarlas caer.

¿Por qué le hacía esto ahora? ¿Por qué no la dejaban seguir viviendo en sus propios recuerdos, con la impresión equivocada de una niña que pierde aquello que desea? ¿Por qué tenía que ver las cosas desde su punto de vista? No quería aceptar que se había equivocado, no quería reconocer en sus palabras que ella misma deseaba que todo aquello se hiciese realidad, no quería aceptar que Luca no había sido el culpable, pues hacerlo le daría la salida que necesitaba para aceptar de una vez por todas lo que gritaba su corazón; que él todavía era suyo.

Cerró los ojos y aspiró con fuerza, entonces volvió a abrirlos y se enfrentó a las próximas palabras, unas que estaban fechadas a principios de ese mismo mes.

 

Elis, si pudieses verme ahora coincidirías conmigo en que soy un completo gilipollas y estoy desesperado. Sí, mis métodos han sido poco ortodoxos, pero he visto la oportunidad y no he podido evitar fantasear con tenerte de nuevo, con que esta es mi última oportunidad para recuperarte.

Sé que me estoy hundiendo más y más, tu mirada, dura y acusadora me lo ha dicho sin necesidad de esas hirientes palabras con las que me atraviesas. Soy un cabrón, lo acepto, pero un cabrón tan loco por ti que prefiero tenerte enfadada y hecha una fiera a no tenerte en absoluto.

 

Está claro que mis métodos son de todo menos ortodoxos, que en mi empeño por conquistarte te he perdido un poco más, pero cariño, si supieras como estoy ahora, como un gato sin alma y abandonado en un callejón, quizá te apiadases de mí.

 

Ay Elis, amarte es más fácil que respirar, pero duele más que una puñalada en el corazón y a pesar de todo sigo haciéndolo. Pero ya no eres la niña que una vez deseé y no pude tocar, eres una mujer, alguien que despierta mi deseo, una hermosa criatura inteligente y fiera a la que me encuentro descubriendo y amando incluso más. Te has convertido en la más artera de las féminas, una que es puro peligro, la única a quién deseo por encima de todo y a la que ansío tener a mi lado.

 

Sí, me enamoré hace mucho tiempo de la niña que fuiste, pero ahora amo a la hermosa mujer en la que te has convertido. Mi gato no quiere dejarte ir, te ha reconocido, en realidad, nunca ha dejado de saber quién eras y ahora te desea tanto o más de lo que hace el hombre. Quiere a la mujer que es capaz de llevar un club de pole dance, de sacar adelante una pequeña gatita, de vender hasta su alma para salvar a aquellos que ama, ambos la queremos.

 

Nunca he ocultado lo que siento por ti porque me perteneces, siempre me has pertenecido y siempre me pertenecerás. Eres mía, mi dama peligrosa, mi gata vagabunda y mi mujer. Te lo diré hasta que te convenzas, te lo repetiré cada día, en cada beso, en cada caricia y gemido que pueda arrancarte, en cada suspiro que abandone tus labios hasta que te rindas a mí. Y cuando por fin te venza y me aceptes (porque lo harás, cariño mío, tenlo por seguro) serán mis brazos los que te envuelvan, mi calor el que te guarde y mi amor el que te mantenga a mi lado.

 

Por respeto a ti y a quién eres para mí no suplicaré migajas, pero lucharé hasta mi último aliento, combatiré sin descanso hasta oír de tus labios la frase que me dijiste aquella noche, cuando mis palabras desgarraron mucho más que tus sueños de amor juvenil, dejando mi corazón en pedazos y mi alma en el suelo a tus pies.

 

No volveré a cometer el mismo error, Elizabeth. Te lo he dicho y lo mantengo. Siempre has sido mía y haré hasta lo imposible para que lo comprendas y te sientas como tal.

 

Elis vio como sus lágrimas mojaban el papel y emborronaban las letras, le dolía el pecho y era incapaz de hacer otra cosa que mirar sin ver, repasando cada frase, cada palabra y escuchando en ellas la voz de Luca.

—Maldito seas mil veces, Luca Viconti —musitó echándose a llorar mientras se doblaba sobre sí misma y se aferraba a esas páginas—. ¿Por qué has tenido que esperar tanto? ¿Por qué…?

«Si todavía sientes algo por él, si le quieres como creo que así es, no permitas que siga solo por más tiempo. Luca no aceptará a ninguna otra mujer que no sea su compañera y esa, querida amiga, siempre has sido tú».

Las palabras de Julie se repitieron en su mente, abriéndose paso en su alma y en la realidad que con tanto ahínco se esforzaba en rehuir.

—Ya no puedes seguir escapando, Elis —musitó para sí misma y dejó escapar una pequeña risa angustiada—, ya no tienes a dónde huir.

Y no lo haría, ya era hora de enfrentarse a la realidad y correr hacia el único lugar en el que siempre se sentiría a salvo.