CAPÍTULO 21
Las siguientes dos semanas transcurrieron con inesperada rapidez. La vorágine en la que se vio inmersa con las reformas del club junto a su clandestina y erótica relación con su nuevo socio le dejaban poco tiempo para pensar o preocuparse en algo que no fuese mantener en secreto su vida privada. A su amante no le había quedado otra que aceptar sus condiciones con respecto al tiempo que podía dedicarle y, lo mismo había hecho con su estancia en el local. No estaba dispuesta a sacrificar más de lo estrictamente necesario en aquel extraño escenario en el que se veía obligada a actuar.
Tenía que admitir que Luca sabía lo que hacía. Por más que le fastidiase admitirlo había transformado el local en el tiempo estipulado y la mejora era notable. Los empleados parecían tener otro ánimo, incluso las chicas estaban entusiasmadas ante la perspectiva de actuar y bailar con una coreografía que hiciese de apertura, destinada a entretener y seducir a los espectadores. Él había llevado el Dangerous a un nuevo nivel, convirtiéndolo en un moderno y sofisticado club nocturno.
El bar había sido remodelado, incluso se había habilitado una zona central en la que ahora había un piano. La decoración se había actualizado y sus cuadros formaban parte de la misma, destacando con una nueva luz, aportando color y un toque personal al lugar.
El club hablaba ahora de sofisticación, lujo y una elegancia neutra, lo que le confería un atractivo mucho mayor del que hubiese podido pensar en un principio.
—¿Lista para la inauguración?
Se giró para ver a Christie llevando un bonito vestido de noche.
—Supongo que sí —suspiró. No tenía las más mínimas ganas de estar allí, especialmente dados los problemas que había estado teniendo en casa. Kimberly se había pasado la última semana más apática de lo normal, solía subirle la fiebre y luego bajarle, e incluso le habían salido unas manchitas en la piel. La había llevado al médico, pero todo lo que le habían dicho era que tenían que hacerle más pruebas.
Consultó el reloj de pulsera que llevaba y suspiró.
—Me quedaré lo justo para decir «he cumplido» y luego me iré a casa —murmuró y posó la mirada sobre su socio, quién se encontraba al otro lado de la sala charlando animadamente—. Solo espero que no se le ocurra ponerme pegas, especialmente después de haberme obligado a participar del maldito baile de apertura. No, hoy no es una noche en la que tenga deseo alguno de lidiar con él.
Christie siguió su mirada y se estremeció al ver el acompañante de Luca; Daniel Callahan.
—No podría estar más de acuerdo con esas palabras —rumió, su voz más baja de lo normal—. Especialmente con la última parte.
Christie había estado presente la mañana en que Luca había aparecido con Daniel y esa peregrina idea de montar una coreografía para la inauguración, una actuación que mezclaba el baile contemporáneo y el erótico pole dance. Por más que había intentado sacárselo de la cabeza, había sido imposible, así que optó por sacar provecho. Si él quería que bailase, ella podría marcharse cuando así lo considerase oportuno durante esa noche.
—¿Qué ha ocurrido exactamente entre vosotros dos? —preguntó curiosa. Había visto la manera en que Daniel la miraba, la silenciosa comunicación que solía darse entre ellos y le daba la sensación de que había algo más de lo que se veía a simple vista.
—Algo que nunca debía haber ocurrido —rumió. Se pasó una mano por el delicado peinado y suspiró—, y que ya no tiene remedio. Es demasiado tarde para dar marcha atrás, especialmente si él te gusta más de lo que estás dispuesta a admitir. Daniel tenía razón, no sirve de nada huir de uno mismo.
Parpadeó ante la inesperada confesión y la miró solo para encontrarse con la mirada cómplice deslizándose ahora sobre Luca.
—Creo que me entiendes…
Abrió la boca para decir lo contrario, pero no fue capaz. La realidad era otra, una que sabía bien no era tan sencilla de cambiar.
La niña que fue una vez seguía viva en su interior, su amor de juventud nunca había desaparecido del todo y, en esas últimas dos semanas, la mujer que era ahora había podido degustar lo que él le negó una vez.
Luca no solo era un buen amante, generoso y ocurrente, también era un buen socio, un hombre capaz de escuchar y tener en cuenta sus opiniones, no tenía pelos en la lengua y decía lo que deseaba sin más.
Y lo que deseaba era ella. Estaba dispuesto a conquistarla, a seducirla y maldito fuera, porque estaba teniendo éxito.
Lo buscó con la mirada. Como si supiese que la estaba observando, se volvió hacia ella y le dedicó un brindis a modo de reconocimiento.
—Sí, demasiado bien —aceptó con un pequeño resoplido—. Lo cual no es más que otro error, uno igual de estúpido que los que he cometido hasta ahora.
Enamorarse otra vez de él era estúpido. Ya no se trataba de un amor juvenil sino de la pasión de una mujer, del conocimiento carnal y la atracción que él representaba. Poseía tal magnetismo que, aunque discutieran como fieras, acababan de nuevo unidos, ya fuese en la cama o en cualquier superficie utilizable.
—Será mejor que te aclares las ideas antes de que te devore por completo —le dijo Christie al oído.
Y ese era sin duda uno de los mejores consejos que recibía en mucho tiempo.
—Sí, sin duda necesito…
Las palabras murieron en su boca cuando reparó en los nuevos invitados que habían hecho acto de presencia.
—Discúlpame un momento, Christie.
Sin dar más explicaciones recorrió la sala y se dirigió directamente a los dos hombres que acababan de bajar por la escalera dispuesta a darles personalmente la bienvenida.
—Ah, aquí está la mejor hermana del…
Pietro no pudo terminar la frase, pues le asestó un puñetazo directo a la nariz.
—Cabrón hijo de puta.
—¡Joder!
—Elis, ¿te has vuelto loca? —intervino también Max, quién había dado un oportuno paso atrás no fuera a asestarle un golpe también a él.
—Mierda, Elis, me has roto la nariz.
Entrecerró los ojos y bajó el tono de voz.
—Tienes suerte de conservar todavía los huevos.
—Elis, nena…
—Ni se te ocurra ponerme una mano encima, Max —lo amenazó cuando hizo el ademán de tocarla.
El hombre alzó ambas manos y retrocedió de nuevo.
—Vale, vale…
—Elizabeth, ¿puedes explicarme qué diablos está pasando aquí?
Su respuesta fue limpiarse las manos, mirarle de reojo y luego hacer lo propio con su hermano.
—Pregúntaselo a Pietro —le dijo señalando al quejumbroso hombre—, si es que te queda alguna duda, dado que tú también tienes mucho que ver.
—Elis…
Lo miró con fingida inocencia.
—Tengo que cambiarme —lo atajó—. Te prometí que participaría en la inauguración, pero no dije nada de aguantar al capullo de mi hermanastro. Hoy no, Luca, hoy no.
Y dicho eso, dio media vuelta y los dejó a todos plantados.
—Pensé que a estas alturas ya la habrías domesticado… —se quejó Pietro.
Luca dejó escapar un resoplido.
—En sueños, hasta es posible.
—Es una hembra con mucho que decir —comentó Daniel, fijando su mirada en su pequeña polvorilla—. Puedes ir con ella, mascota.
La mujer le dedicó una fulminante mirada pero no dijo una sola palabra, se limitó a dar media vuelta y marcharse.
—Ya veo que te va muy bien —comentó con tono irónico. Su amigo se limitó a esbozar una soslayada sonrisa.
—Deberías hablar con ella.
No pudo evitar sonreír en respuesta.
—¿Y qué me pegue también?
—¿Todavía no se lo has dicho?
—Ya has visto cómo reacciona, ¿qué esperas que le diga?
—Si no quieres perderla, gatito, la verdad sería un buen comienzo —lo aconsejó su amigo.
Elis sacudió la mano y siseó, los nudillos ya se le estaban hinchando, pero le daba igual, la satisfacción seguía intacta. Llevaba queriendo hacer eso desde la última vez que le colgó el teléfono, el muy capullo ni siquiera se había dignado a llamarla de nuevo o a quedar con ella para darle una explicación. Podía ser su hermanastro, podía quererlo más de lo que estaba dispuesta a admitir en voz alta, pero lo que había hecho a sus espaldas todos esos años, no podía perdonárselo, no por ahora al menos.
—Maldita sea —masculló y se dejó caer en uno de los nuevos taburetes del bar—. Ponme una copa.
—¿Te das cuenta de que acabas de golpear a alguien?
Fulminó al barman.
—Sí, al hijo de puta de mi hermanastro —declaró poniendo de manifiesto su parentesco—, ahora ponme esa puñetera copa.
El hombre se limitó a alzar las manos y se puso a trabajar.
—Tienes una manera muy curiosa de amenizar las veladas, ¿siempre eres así?
Miró hacia su derecha e ignoró a su interlocutor.
—Cass, esa copa, ahora.
—Ya veo que no eres muy habladora.
Lo miró de nuevo y levantó el puño.
—¿También estás interesado en la especialidad de la casa?
Se echó a reír.
—No, muchas gracias.
Asintió y se giró de nuevo al barman, quién ya le servía su consumición.
—Ya era hora.
—Estás un pelín irritada.
—Que te folle un pez.
Le dio la espalda, cogió su copa y se encontró con Christie.
—¿Quieres una?
La chica miró por encima del hombro hacia el lugar en el que seguían reunidos sus respectivos hombres.
—Qué demonios —cogió su consumición y bebió un buen trago.
—Cass, ponme otro —pidió dejándole el suyo a su amiga—. ¿Mejor?
Ella asintió.
—Una inyección de alcohol antes de subir ahí y mover el culo —asintió.
—Aquí tienes, Elis.
Le agradeció con un gesto y cogió su copa para brindar con ella y por el escenario sobre el que pronto tendrían que actuar.
—Solo espero que esto merezca realmente la pena.
Alzó la copa y se bebió de golpe todo el contenido hasta terminarlo.