CUATRO

CUATRO

Sobre el escenario se sentía como si flotara. Sin apoyo ninguno, intentaba llevar adelante su papel sin hacer el ridículo. Algunas veces recordaba las frases que Detlef había escrito para ella, y otras recordaba lo que había dicho en realidad. La mayoría de los otros actores eran lo bastante buenos para compensar sus errores sin que se notara. Las escenas con. Detlef quedaron de maravilla porque, como aún tenía el flujo de la sangre de él en su interior, podía captar las frases de la obra de la memoria del dramaturgo, y darse cuenta cuándo se estaba apartando del texto.

La primera escena la presentaba detrás de la barra de la taberna de la Luna Creciente, rodeada por una multitud y esperando a que Oswald entrara en su vida. La multitud estaba compuesta por figurantes que murmuraban en voz baja, y desde donde se hallaba podía ver a Detlef, que aguardaba entre bastidores con el yelmo de Oswald debajo del brazo, y al publico que miraba desde la oscuridad.

A diferencia de los actores vivos, ella podía ver con claridad lo que había al otro lado de los focos. Vio al Emperador, atento y al Oswald real un poco mas atrás, que miraba la obra con aire de aprobación. Y sin embargo también veía la taberna auténtica, volvía a percibir su olor característico a gente, alcohol y sangre. Algunos figurantes —que luego correrían a cambiarse para encarnar a cortesanos, bandidos, habitantes de pueblos, monstruos, orcos, gárgolas o campesinos del bosque para escenas posteriores— le recordaban a algunos de los parroquianos a los que había conocido. A través de la obra, Detlef estaba haciendo, que volviese a revivirlo todo.

Una de las cosas que tenía la longevidad —que Genevieve no le gustaba pensar en ello como inmortalidad, ya que muchos vampiros a los que había conocido estaban muertos—, era que uno llegaba a probarlo todo. En sus ya casi siete siglos había sido niña de la corte, prostituta, reina, soldado, músico, médico, sacerdotisa, agitadora, jugadora, terrateniente, indigente, herbolaria, forajida, guardaespaldas, luchadora de espectáculo, estudiante, contrabandista, trampera, alquimista y esclava. Había amado, odiado, matado y nunca había tenido hijos —recibió el Beso Oscuro a edad demasiado temprana—, había esclavizado vidas, viajado, estudiado, defendido y violado la ley, prosperado, se había arruinado, había pecado, había sido virtuosa, había torturado, sido misericordiosa, gobernado, había sido sojuzgada, conocido la verdadera felicidad y sufrido. Pero hasta ahora nunca había actuado sobre un escenario, y menos aún se había representado a sí misma en una recreación de sus propias aventuras.

La historia continuó mientras Detlef en el papel de Oswald reunía a su banda de aventureros y se ponía en camino hacia el castillo Drachenfels. Una vez más, como en el reciente viaje por el mismo camino, Genevieve descubrió que recordaba con intensidad. Los rostros de sus compañeros muertos se superponían a la cara de los actores que los representaban. Y no había podido olvidar las imágenes de sus muertes. Cuando Reinhardt Jessner fanfarroneaba y se daba palmadas en los muslos acolchados, ella veía la piel de Rudi Wegner suelta sobre sus huesos. Mientras el joven cuya sangre había bebido conferenciaba con Detlef, ella recordaba los triturados huesos de Conradin dentro del cubil del ogro. Y cuando el actor que hacía de Veidt sonreía burlonamente a través de nubes de humo de cigarro, ella veía la cara del cazador de recompensas en el suelo del camerino de Lilli Nissen.

A esas alturas, Lilli ya estaría a medio camino montaña abajo, corriendo de vuelta hacia Altdorf y la civilización, la criatura que la había asustado y asesinado a Veidt y a otros se encontraría cerca, tal vez iría a por ella, ahora. O por Oswald.

La obra avanzó acto a acto, y los héroes se enfrentar con un peligro tras otro. Detlef había conferido al avance del grupo una viveza que Genevieve no podía recordar. Había discursos heroicos y una apasionada escena de amor. Lo único que Genevieve podía recordar de aquel viaje eran días largos sobre un caballo —días bajo el sol penosos para ella—, y noches desesperadas y preñadas de miedo en torno a una hoguera. Cuando encontraban el cuerpo de Heinroth vuelto del revés, el guión le hacía ejecutar una reverencia ante el cadáver y seguir adelante. De hecho, ella había considerado abandonar y volver a casa. Representó la escena a medio camino entre ambas cosas, con sus antiguos miedos despiertos una vez mas y Detlef improvisó una respuesta mejor que cualquier cosa que hubiese escrito para la escena. La alfombra de entrañas de cerdo que representaba a Heinroth parecía mas real, mas impactante para ella que el autentico cadáver.

Illona Horvathy tuvo algunos problemas para actuar de acuerdo con los cambios de guión, y estaba nerviosa en las escenas en que actuaba con Genevieve. Pero dado que Erzbet siempre le había tenido miedo la incertidumbre de la actriz iba a favor del personaje. Al contemplar los atléticos bailes de Illona —era mejor de lo que había sido Erzbet— a Genevieve le preocupo la posibilidad de recibir algunos golpes en la escena de lucha del ultimo acto y que la obra tuviese una conclusión prematura.

En la escena de amor Genevieve que flotaba con la maravilla de todo aquello, reabrió las heridas del cuello de Detlef, y oyó jadeos entre el publico cuando a él le goteo la sangre sobre el cuello del chaleco. Las baladas mentían sobre aquel punto, ya que nunca había sucedido, al menos no de ese modo. Aunque sedaba cuenta de cuánto lo había deseado veinticinco años antes, Oswald nunca mostró un autentico interés por ella y guardo su sangre para si, a despecho de las ofertas formales que había hecho. Una vez le entregó la muñeca como un hombre que alimenta a un perro, y ella necesitaba demasiado la sangre para rechazarlo. Eso un la afligía. Se pregunto cómo reaccionaria Oswald ante aquella perpetuación de la antigua fábula, la vieja mentira, ¿cómo ahora, ahora sentado junto al Emperador, viendo cómo un vampiro se alimentaba de su sustituto?

Las horas pasaron volando. Dentro de la obra y fuera de ella, se reunían las fuerzas de la oscuridad.