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Se arriesga por primera vez a los treinta metros. Es sólo un pequeño gesto con la cabeza. Pese al sol, ve a Thereza Rebell delante. No es una gacela, es un guepardo, y corre con el estilo de los guepardos. Una diosa de ébano volando por el tartán. El resto, incluida ella, sigue en un cerrado bloque sin fisuras.
Calcula que debe de estar quinta o sexta, a media zancada de cualquiera de ellas. Un tiempo infinitesimal.
¿Y si no puede fiarlo todo en su explosividad de los últimos metros?
¿Y si necesita atacar?
Psicológicamente ver a muchas rivales por delante, afecta.
Lo sabe bien.
Treinta y cinco metros.
Acelera un poco más, se siente volar, libre.
Como el viento.
El sol desaparece de nuevo cubierto por la misma nube que lo ha dejado pasar apenas medio segundo. Están ya en los cuarenta metros y por segunda vez mueve un poco el rostro.
La americana va por delante. La italiana y cree que la portorriqueña, detrás.
Es cuarta.