16

Nos acompañó a través de la tienda. Había menos clientes y la cajera estaba mano sobre mano. Cogí una enorme manzana amarilla de su cama de crêpe y se la entregué junto con un billete de un dólar.

—Olvídalo, Karen —dijo Dinwiddie antes de que pudiera abrir la caja registradora, y le quitó el billete de los dedos. Al devolvérmelo, añadió—: Por cuenta de la casa, doctor Delaware. Y aquí tiene una para usted, detective.

—No puedo admitir regalos —declaró Milo—. Gracias de todos modos.

—Entonces, dos para el doctor Delaware.

Con una sonrisa sincera. Le di las gracias y tomé las manzanas. Nos abrió la puerta y se quedó en la acera, mirándonos mientras nos alejábamos en el coche.

Fui por Abundancia y me detuve ante un semáforo en rojo. Cada manzana tenía una minúscula etiqueta dorada. Milo quitó la suya, la leyó y dijo:

—Fiji. Ja, Ja. Cuidado, Gauguin.

—Gauguin estuvo en Tahiti.

—No seas quisquilloso.

Dio un bocado, lo masticó y se lo tragó.

—Un poco presuntuosa, pero huele bien y sabe mejor. No cabe duda de que la gente de Ocean Heights sabe vivir.

—Por la buena vida.

Alcé mi mano como en un brindis y la mordí. Crujiente y dulce, pero aún esperaba que un gusano saliera retorciéndose de ella.

Pasamos por calles vacías tan limpias y atildadas que parecían sacadas de un cuadro.

—Bueno, ¿qué opinas del tendero? —me preguntó Milo cuando nos detuvimos ante el siguiente stop.

—Está frustrado. Le gusta creer que es un pez fuera del agua pero se siente culpable porque procura mantener las agallas húmedas.

—Conozco ese sentimiento —declaró Milo; y lamenté la ligereza de mi observación.

Comprendió lo que estaba pensando, se echó a reír y me apretó el brazo.

—No te preocupes, amigo. Estar al margen y poder observar es lo que se llama una situación privilegiada.

Entré por Esperanza y distinguí las cuidadísimas magnolias.

—Al parecer el novio no era tal novio.

—Puede que sí y puede que no. Si ese Novato tenía un romance con Holly, no iba a contárselo a su jefe.

—Cierto —repuse—. Así que todo lo que realmente sabemos de él es que habló unas cuantas veces con Holly y que está muerto. Lo que en términos de, perdóname la expresión, entender a Holly podría resultar relevante... Si Ike significaba mucho para ella, su muerte podría haberla empujado al abismo.

—¿Un trauma que conduce a jugar con un fusil?

—La pérdida podría haber sido especialmente traumática para alguien con su historial... Recuerda la muerte prematura de su madre. Se había aislado del mundo. Se distanció de todo. He trabajado con pacientes que perdieron un progenitor a temprana edad sin hallar otra asistencia. Si no lloras y te lamentas, el dolor se enquista y acaba afectándote. Dejas de confiar en los demás y aprendes a odiar al mundo. Holly era una solitaria. Si Ike fue la primera persona que trató de relacionarse con ella es posible que se convirtiera en un sustituto de la madre. Dinwiddie afirmó que le trataba como si fuera un hermano mayor. Digamos que logró que ella volviera a confiar, que la sacó de su concha. Y, de pronto, muere. Violentamente. Eso le sirve de mecha a toda la basura que había aguantado durante quince años y Holly explota. ¿Tiene sentido?

—Como cualquier otra interpretación. Tú lo sabes mejor que yo.

Pasamos ante otra manzana de verdes céspedes. Algunas personas paseaban sus perros o lavaban sus coches. Pensé en el de Linda y recordé la niebla y el horror que descendieron la noche anterior sobre Ocean Heights. Los cristales rotos, la cruz gamada...

¿Qué otros demonios se agazapaban riéndose tras las ventanas de cristales romboidales?

Milo observaba por la ventanilla sin dejar de comer su manzana. Vigilancia de polizonte, la fuerza de la costumbre. Las imágenes seguían flotando por mi mente. Horribles posibilidades.

Cuando volvió la cabeza por un momento le pregunté:

—¿Y si Holly e Ike hicieron algo más que charlar? ¿Y si se dejaron arrebatar por cuestiones filosóficas, lo podrido que está el mundo, la injusticia, la pobreza, el racismo? Teniendo en cuenta el aislamiento de Holly, las experiencias de alguien como Ike podrían haber sido auténticamente reveladoras para ella. Es posible que la cambiasen a fondo. Eso es lo que sucedió en los sesenta cuando los chicos de las zonas residenciales fueron a la universidad y conocieron por primera vez a estudiantes de sectores minoritarios: radicalización instantánea. Otra persona podría haberlo canalizado de un modo constructivo. Trabajo voluntario, altruismo... Pero Holly resultaba vulnerable en razón de su soledad, de su rabia y de su desconfianza. Es el clásico perfil del asesino solitario. Puede que se viese como la vengadora de Ike. Puede que aniquilar a un símbolo del racismo como Massengil le pareciera un acto noble.

—Aniquilar... —dijo Milo—. Eso suena muy medieval. Quizá sólo deseaba disparar contra los niños.

—¿Qué motivo tendría para eso? No poseemos indicio alguno de que le molestase su presencia.

—Mira, Alex, estás hablando de alguien que probablemente era una chiflada. ¿Quién sabe la razón que la impulsó? ¿Quién tiene idea de las locuras que le pasaron por la cabeza? ¿Qué sabes realmente de ella, si te paras a pensarlo?

—No mucho —confesé, sintiéndome de repente como uno de esos expertos que pontifican en la televisión.

Salimos de Ocean Heights y nos encaminamos hacia Sunset por la tortuosa carretera del cañón.

—No te enfades —dijo Milo, y volvió a mirar por la ventanilla.

—¿Sigues haciéndote preguntas o has cerrado tu taller de polizonte por hoy?

—¿Preguntas sobre qué?

—El asesinato de Novato. El modo en que Dinwiddie hablaba de él... ¿No ha hecho que te sientas algo intrigado?

Se volvió para mirarme.

—¿Qué es lo que se supone que tiene que intrigarme?

—Parecía como si Dinwiddie mostrase mucha... pasión al hablar de Ike. Estaba realmente tenso, casi diría emocionado. Se puso a la defensiva al negar que Holly e Ike hubiesen sido amantes. Puede que fueran celos. Quizás entre Ike y él existía algo más que una relación laboral.

Milo cerró los ojos y soltó una risa breve y cansina.

—Sí, esas cosas pasan... —declaró con una sonrisa maligna. Luego se pasó una mano por la cara—. Sí, yo también he pensado en eso. El tipo parece el colmo de la rectitud pero ¿no crees que de haber habido algo sexual, Dinwiddie habría sido mucho más cuidadoso? Lo que quiero decir es: ¿cuántas manzanas Fiji crees que vendería si las buenas gentes de Ocean Heights sospecharan algo semejante de él?

—Cierto —dije yo—. Por lo tanto, puede que su emotividad fuese justamente un resultado de lo que nos dijo que era: el sentimiento de culpa de un progresista. De todos modos, la imagen que nos dio de Novato parece un poco extraña, ¿no? Un chico negro con apellido latino que viene de «algún lugar del este», se instala en Venice, se matricula en un centro superior de Santa Mónica, consigue un empleo en el Paraíso del Pan Candeal, trabaja muy bien, inspira algún tipo de pasión en su patrono, se hace amigo de una chica con la que nadie habla y luego se deja matar en Watts... Poco después esa chica empuña un fusil y también se deja matar.

Milo callaba. Seguí hablando.

—Desde luego, soy un profano, un simple aficionado que teoriza. Los profesionales... Ese tipo del Sudeste, Smith... No encontró nada raro en el asunto.

—Ya te dije que no te enfadaras.

Pero parecía preocupado.

—¿Conoces bien a Smith?

—Ligeramente.

—¿Y?

—No es el peor investigador del mundo.

—Pero tampoco es el mejor.

Milo revolvió su corpachón intentando ponerse cómodo y frunció el ceño al ver que no lo conseguía.

—Maury Smith es del promedio, como la mayoría de la gente en la mayoría de los empleos. Va acumulando días y sueña con el paraíso de la jubilación. Haciéndole justicia, en un sitio como la División del Sudeste acabas así aunque empieces decidido a ser el Superpolicía. Tienen más cadáveres en una semana movida de los que nosotros vemos en seis meses. Digan lo que digan, esa clase de cifras cambian tu actitud sobre lo sacrosanto de la vida, igual que ocurre en la guerra.

—La Asociación Nacional para el Progreso de la Población de Color lleva diciendo eso desde hace mucho tiempo.

—No, no es racismo. De acuerdo, quizás haya algo de eso. Pero, en definitiva, se reduce al contexto: no es lo mismo un cadáver entre cien mil que un cadáver entre cien, sea cual fuere la pureza de tu corazón. Y un cadáver en el barrio de la droga no se merece una investigación tanto como un cadáver de aquí.

—Quieres decir que la investigación de Smith pudo haber sido superficial.

—Quiero decir que un chico negro asesinado en un sitio infame y con droga en la manita no hace pensar en complicadas intrigas criminales.

—No sabemos si Novato llevaba droga encima.

—Cierto. Supongo que puedo hacer unas cuantas llamadas y averiguarlo.

Cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Dispuesto para comer?

—No. Esa maldita manzana me ha llenado. Hidratos de carbono. ¿Quién necesita más?

Mantuve la boca cerrada.

Un minuto más tarde, declaró:

—Te diré lo que realmente me gustaría. Un Johnny-Black doble, muy frío y que destroce el hígado o una imitación razonable. En lugar de eso haré unas cuantas llamadas y me encargaré de la maldita colada. ¿Cómo le llamáis vosotros a eso? ¿Represión?

—Sublimación.

—Sublimación. Sí. Déjame junto a tu domicilio. Me iré a casa y me sublimaré.

No me gustó la tensión de su voz, pero su expresión me advirtió que era mejor no discutir.

Además, yo también tenía que hacer una llamada.