Capítulo 18
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Diez avistamientos ovni que ocurrieron muy cerca de casa
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En este capítulo
• Los ovnis surcan el cielo de España
• Testimonios de primera mano
• Casos aún pendientes de explicación
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No se me ocurre mejor manera de cerrar este Enigmas y misterios para Dummies que volviendo a la ufología, la especialidad a la que he dedicado más tiempo y esfuerzo en estos 40 años de investigación. Estoy seguro de que, después de leer las crónicas que incluía en el capítulo 16, te habrás quedado con ganas de mucho más. Así que he decidido incluir aquí, en este decálogo final, una nueva colección de contactos y avistamientos. Todos los casos que vas a encontrar a continuación me han llegado de primera mano, y a día de hoy, a pesar de los esfuerzos de los intoxicadores profesionales, aún no tienen una explicación científica razonable ni una refutación consistente. Se trata de información genuina, proveniente de fuentes a las que doy una fiabilidad total, que vuelve a poner de manifiesto la existencia de un fenómeno que sigue planteando demasiadas preguntas. Cuando acabes de leer este decálogo, estoy convencido de que los interrogantes van a seguir danzando en tu cabeza.
Madrid, un ovni provoca un atasco
El jueves 5 de septiembre de 1968, al atardecer, Madrid conoció un importante atasco circulatorio.
Creo que era la primera vez en la historia de España que un objeto volante no identificado provocaba un colapso en el tráfico. Aquella tarde, miles de madrileños detuvieron sus vehículos y echaron pie a tierra para contemplar un objeto con forma de pirámide y tres ampollas de luz.
El espectáculo llamó poderosamente la atención de ciudadanos, periodistas y científicos, hasta tal punto que la Fuerza Aérea Española hizo despegar de la base de Torrejón a un reactor F-104.
El misterioso objeto permaneció sobre los cielos de la capital por espacio de 65 minutos. Tiempo más que suficiente para que pudiera ser observado con prismáticos, telescopios de todo tipo y, por supuesto, fotografiado.
Después de ese tiempo, la pirámide flotante desapareció por detrás de una nube.
Alertada ante la presencia del ovni, la Fuerza Aérea Española mandó a un caza F-104 a que se dirigiera hacia el objeto. Cuando el reactor había llegado a los 50 000 pies (unos 15 000 m) de altura, el piloto comunicó que el ovni se hallaba mucho más arriba y que regresaba a la base puesto que se le agotaba el combustible. El informe del piloto militar fue ratificado por otro avión que volaba a 36 000 pies. Y, según mis noticias, las pantallas de radar del Ejército del Aire llegaron a precisar que el ovni se movía muy lentamente y a una altura de 30 km.
El objeto pudo ser visto también desde el observatorio astronómico de Madrid. Allí, un periodista dio fe de la luz cegadora que emitía el ovni:
“Su forma —afirmaron desde el observatorio— es triangular. A primera vista parece sólido por una de sus caras, aunque resulta traslúcido por otros lados”.
A raíz de estas observaciones, otros testigos declararon haber visto extraños objetos sobre España. Recuerdo, por ejemplo, el importante caso del farmacéutico de la localidad de Dueñas, al norte de Madrid, que dos días después del incidente de la gran pirámide fue seguido por un objeto de forma ovoide. La ola de ovnis sobre España en 1968 fue tan intensa que ese mismo otoño, la oficina de prensa del Ministerio del Aire español hacía pública una nota en la que solicitaba a cuantos ciudadanos pudieran ser testigos de uno de estos objetos, lo comunicaran al correspondiente Sector Aéreo. Aquella nota oficial iba a ser el primer reconocimiento indirecto de la existencia de ovnis por parte de las autoridades aeronáuticas hispanas.
Vigo, una nave nodriza
En una de mis múltiples correrías tras los ovnis por tierras de Galicia tuve conocimiento de un caso importante. Miles de personas de la ciudad viguesa pudieron contemplar en la tarde del 7 de mayo de 1970 un objeto de aspecto metálico, plateado, que brillaba intensamente. El objeto, según testimonio del jesuita Pablo Requejo y de otros muchos vecinos de Vigo, debía encontrarse a gran altura. El avistamiento empezó hacia las siete de la tarde y el objeto permaneció sobre la vertical de Vigo hasta las nueve o nueve y media de esa misma noche.
A través, precisamente, del prefecto del citado colegio supe que uno de los vecinos de Vigo había logrado filmar el ovni. Se trataba de Matías Álvarez García, interventor del Banco Pastor en la referida ciudad gallega.
Algún tiempo después de mi investigación en Vigo, el padre Requejo me enviaba una carta en la que, entre otras cosas, decía:
“Sobre la nave que estuvo en la vertical de la ría de Vigo y que fue observada el 7-5-70, en mi archivo tengo estos datos, enviados desde Coruña por Óscar Rey, que lo observó a 24º de altura sobre el horizonte y 230º de acimut. Brillaba algo más que Venus, era triangular y sus lados tenían una tonalidad rojo verdosa, siendo blanquecino por el centro y algo difuminado. Su tamaño aparente era de aproximadamente 1 minuto de arco. A las 20.00 horas TMG brillaba más que Venus...”
La confirmación de que el triángulo estaba a 40 km de altura y medía 300 m me la dio de palabra Óscar Rey un día que le visité, después del avistamiento, en La Coruña.
Por otra parte, la película que sacó el interventor del Banco Pastor, solamente confirmó que estaba a una altura superior a los 8 000 o 10 000 m, pues desde Vigo, el objeto quedaba oculto tras unos cirros.
El gran investigador Óscar Rey Brea, quien suministró los datos al jesuita, ha sido uno de los hombres más fríos y honestos en la investigación de los fenómenos ovni. Sus afirmaciones son suficientes como para sentenciar el caso.
Pero si se trataba de un objeto situado a 40 000 m de altura, su tamaño, efectivamente, tenía que ser grandioso. Es posible, incluso, que Óscar Rey se quedara corto al estimar su longitud en 300 m. Sea como fuera, lo cierto es que nos encontramos ante lo que en ufología se denomina “nave nodriza” o “portadora”.
Barcelona, el ovni que se volatiliza
Ocurrió en Barcelona el 10 de noviembre de 1975. Una carta en la revista especializada Karma 7 advertía de la obtención de unas fotografías en las que se apreciaba en el cielo un objeto de aspecto metálico. Su autor era un observador aficionado del Servicio Meteorológico, con estación en la plaza de Ibiza de la Ciudad Condal. Según sus propias declaraciones, “al hacer mi acostumbrada observación, y, al propio tiempo disponerme a fotografiar unas nubes denominadas altocúmulos en bandas y cirrocúmulos, llamó mi atención un objeto con apariencia metálica que destacaba poderosamente en primer término de las citadas nubes, por lo que disparé mi cámara y ¡ahí está el resultado!”.
Enseguida me dirigí al autor de la imagen, Jordi Miró Dalmao, interesándome por el caso. Muy amablemente, Jordi me respondía con fecha 3 de abril de 1981. En su carta, el testigo y fotógrafo me decía que “el objeto en cuestión no debía estar a más de un kilómetro de altura. Su color era gris metálico y su forma ya la puede ver en la fotografía de mi artículo. No se distinguían ventanillas, ni cambios de colores, ni movimientos en su interior. Parecía una masa compacta, formada por una circunferencia y una parte inferior aplanada (como el típico dibujo ovni). No emitía ningún tipo de ruido”.
Está claro que el objeto no se había desplazado o alejado; sencillamente desapareció de la vista del testigo —en este caso, una persona con cualidades especiales, dado su carácter de observador aficionado a la meteorología—. Curiosamente, una vez más, el ovni permaneció ante la cámara del fotógrafo el tiempo justo para apretar el disparador.
Una nodriza sobre Cádiz
Manu Cecilio, periodista y fotógrafo con quien he compartido momentos inolvidables en la labor informativa en el País Vasco, y acreditado como uno de los reporteros más audaces y responsables, viajaba el 26 de agosto de 1976 desde Algeciras a Cádiz capital. Su objetivo, el trofeo Ramón de Carranza de fútbol.
Al llegar al cruce denominado La Barca de Vejer, Manu observó en dirección sur un objeto de gran luminosidad y forma alargada. Por supuesto, el periodista vasco me había oído hablar en muchas ocasiones del tema ovni. Y había compartido conmigo algunas operaciones de caza y captura de testigos. Sin embargo, y según sus propias palabras, se mantenía prudentemente escéptico.
Como buen profesional, sin embargo, detuvo el coche y preparó el equipo fotográfico. “El objeto —me comentó días más tarde— estaba muy lejos. Pero se destacaba a la perfección. Como te digo, me llamó tanto la atención que paré. Saqué el trípode y una de las Nikon y le coloqué un objetivo de 200. Creo que en total efectué unos seis u ocho disparos. Al cabo de un rato me fui.”
Si tenemos en cuenta que el periodista hizo las imágenes poco antes de la puesta de sol, la posibilidad de que el objeto fotografiado fuera el planeta Venus queda descartada. Aquel día el sol se puso a las 21 horas y 1 minuto (hora local). Por su parte, Venus fue visible 1 hora y 14 minutos después. Esto imposibilita que Manu Cecilio hubiera podido confundir el brillante planeta con un ovni.
Ese día, además, Venus apareció en el horizonte, en dirección oeste (270-280 ˚). Si las imágenes fueron realizadas en dirección sur-sudoeste, difícilmente podía tratarse del hermoso lucero. Analizando las fotografías se descubre igualmente que el objeto tenía un volumen muy considerable. Ello me lleva a pensar que el periodista y fotógrafo consiguió una secuencia de un ovni nodriza.
Igualada, una advertencia telepática
En los primeros días del mes de enero de 1978, buena parte de la prensa nacional difundió cuatro fotografías de un supuesto ovni. El suceso había tenido lugar en la noche del 9 de diciembre de 1977 en la montaña de La Tossa de Montbui, en Cataluña. Así rezaba exactamente la noticia: “Miembros de la Sociedad de Parapsicología de Igualada (Barcelona) han conseguido fotografiar un ovni a horas nocturnas, con la utilización de película infrarroja. La fotografía fue hecha tras una serie de experiencias realizadas por los miembros de la mencionada sociedad. El uso de la película infrarroja permitió que quedara grabado el ovni, el cual se aprecia en la fotografía”.
La noticia concluía afirmando que “el retraso en dar publicidad a dicha foto se supone se debió a que sus autores se aseguraron primero de que el ovni no era en realidad un defecto de la película empleada o cualquier otra interferencia que desvirtuara su autenticidad”. Según mis informaciones, estos miembros de la Sociedad de Parapsicología de Igualada fueron advertidos telepáticamente, en concreto un mes antes, de la aparición del objeto. El misterio permanece abierto.
Navarra, un ovni muy de cerca
En el mes de agosto de 1978 se produjo en mi querida tierra natal un suceso que, a la vista de cuanto llevo investigado y de lo que puede apreciarse en este informe sobre fotos de ovnis de todo el mundo, bien puedo calificar de único. Un navarro, tan audaz como sincero, tuvo el coraje y la sangre fría de detener el vehículo en el que circulaba por la carretera de Arguedas a Tudela y aproximarse a un objeto luminoso. Pero la cosa no quedó ahí. Francisco Azagra Soria, industrial de profesión, me describió lo sucedido en los siguientes términos:
“No recuerdo muy bien las fechas, pero fue hacia el 15 de agosto. El pueblo de Arguedas estaba en fiestas y mi sobrino y su primo habían ido a divertirse un poco. Yo no les acompañaba en aquella ocasión. Ni tampoco en la segunda vez que les salió el ovni. La primera noche, hacia la una o una y media de la madrugada, los dos jóvenes montaron en el coche, un Taunus, y enfilaron la gran recta de Arguedas. Ese tramo, como sabes, tiene 16 km y es perfectamente rectilíneo. Pues bien, cuando habían recorrido tres o cuatro kilómetros les salió una luz muy rara. Los muchachos se asustaron y aceleraron a todo lo que daba el automóvil. Pero la luz les siguió siempre a la misma velocidad. Marchaba por detrás y como a unos 40 o 50 m. Si reducían, la luz aminoraba también su marcha. Si aceleraban, la cosa aquella hacía lo propio. Total, que llegaron al pueblo muy atemorizados. Mi sobrino tenía entonces 19 años y estudiaba para arquitecto en Bruselas. Es un joven muy culto y no se asusta con facilidad. Al día siguiente volvieron a Arguedas. Y al abandonar el pueblo y entrar en la misma recta, la bola de luz salió nuevamente y se colocó junto al coche. El miedo de los chicos debió ser grande. El objeto, según me contaron, se comportó de la misma forma que la noche anterior”.
Fue entonces cuando el navarro tomó la decisión de acompañar a su sobrino y al primo de éste. Azagra Soria, como digo, es un hombre decidido que no se arruga con facilidad. Tomaron una cámara fotográfica, una Kodak Instamatic, y acudieron a Arguedas. Y también hacia las doce y media de esa noche, los tres navarros se pusieron en camino. Conducía, como siempre, el sobrino de Francisco. La oscuridad era total cuando penetraron en la mencionada recta. Y ocurrió por tercera vez: un objeto luminoso se presentó por detrás del automóvil:
“Era como un círculo de color rojo —prosiguió Azagra— que flotaba sobre la carretera. Mi sobrino aceleró al verlo, pero la luz nos seguía a la misma velocidad que marcaba el cuentakilómetros. Se fue aproximando poco a poco y debió llegar a unos 60 m. Una vez parado el coche tomé la máquina fotográfica y salí del turismo. El objeto se había situado detrás del coche, también junto a la cuneta. Estaba quieto y como a 1,5 o 1,7 m del suelo. Era una luz muy intensa. Al principio, cuando caminé hacia ella, tenía una tonalidad blanquecina. Después fue cambiando al anaranjado”.
Y Paco Azagra, sin inmutarse, se llevó la cámara a los ojos y disparó. Aunque los negativos, no han sido estudiados aún, creo que la honradez y honestidad del fotógrafo son tales que las fotografías pueden darse por buenas sin más. No he descartado, sin embargo, el correspondiente análisis de los mismos porque, entre otras razones, es muy posible que al disponer de dichos originales, las copias e investigaciones que se hagan arrojen nuevos e interesantes detalles sobre el ovni. Por las características proporcionadas por los testigos, y a juzgar por la imagen que aparece en las fotografías que pude ver, la esfera de luz parece ser un foo-fighter o “bola de fuego”. Un ovni casi siempre de pequeñas dimensiones, no tripulado, y que pudiera tener la misión de inspeccionar o explorar zonas o lugares donde no llegan las naves más grandes.
Y decía que estamos ante un caso único en la ufología mundial porque apenas existen fotografías de foo-figthers, y mucho menos a 10 m de distancia. Ni siquiera en el célebre caso francés de Uzes, investigado por el grupo Verónica, estuvo el ovni tan cerca del testigo como en esta ocasión. En el caso francés, el protagonista, Christophe Femández, tomó una de sus fotografías a 23 m de la bola luminosa. En el caso navarro, Francisco Azagra batió ese récord.
Zaragoza, el Pilar se ilumina
En los primeros días de enero de 1979, tuve conocimiento de la existencia de una película, tomada hacía meses por un vecino de la ciudad de Zaragoza. Un film que, hasta hoy, no ha sido presentado oficialmente. Cuando, llegado al domicilio de A. B. D., en la capital zaragozana, pude contemplar la película, debo reconocer que sentí temor. Por aquellas fechas yo no conocía al testigo y autor de la filmación. Y experimenté un miedo lógico a ser engañado. La película era sencillamente espléndida.
Aquella noche, A. B. D., su mujer y un grupo de amigos se habían desplazado hasta una zona rural próxima a Zaragoza. Desde hacía tiempo, nuestro hombre sentía un profundo interés por los ovnis. Y había practicado algunas de las más conocidas técnicas de contacto. Aquella noche, cuando se encontraban en el campo, uno de los miembros del grupo recibió un mensaje concretísimo: había que regresar con urgencia a Zaragoza. A. B. D. y los otros se alarmaron. Habían dejado a los niños en casa y la súbita comunicación los intranquilizó.
Así que recogieron precipitadamente cuanto habían sacado del coche y se dispusieron a partir hacia la ciudad. Las prisas fueron tan considerables que ni siquiera desmontaron el tomavistas de A. B. D., situado, como era habitual, sobre un trípode. “Lo envolvimos en una manta y lo dejamos en la parte posterior del coche con el resto de las cámaras y prismáticos.” Y el grupo volvió al domicilio de A. B. D. Allí, todo era normal. Los pequeños se encontraban perfectamente. ¿Por qué entonces aquellas prisas en abandonar el campo?
De pronto, hacia las doce y media de la noche, una de las personas, situada frente a la ventana, alertó al resto de la presencia en los oscuros cielos de Zaragoza de una “bola roja”. Como un solo hombre, los siete u ocho amigos se precipitaron sobre el ventanal. Pero la bola rojiza desapareció en cuestión de segundos. Al retornar a la mesa, uno de los miembros del grupo advirtió a los demás de la próxima aparición, en media hora, de ovnis. Al cabo de treinta minutos, y ante la natural sorpresa de todos, apareció a baja altura sobre los tejados de la ciudad una formación de luces. A. B. D., con unos reflejos dignos del mejor reportero, se lanzó sobre el tomavistas y filmó la escena.
Varios objetos luminosos parecían descender sobre la ciudad. Eran unas luces blancas, amarillentas y anaranjadas. Cambiaban de color y se movían con una majestuosa lentitud. Debo reconocer que he visto la película en muchas ocasiones y siempre me he sentido maravillado por la armonía y las increíbles maniobras de los objetos no identificados. Cuando los ovnis desaparecieron, la misma persona que había anunciado la presencia de los objetos volvió a alertar al grupo: “Estarán aquí otra vez... también en cuestión de media hora”. Y así fue. Por segunda vez, una asombrosa escuadrilla ovni se situó sobre las torres del Pilar de Zaragoza. Los objetos no hacían el menor ruido. Algunos de ellos, conforme descendían, se desdoblaron.
Al cabo de unos segundos, los objetos desaparecieron nuevamente. Y el contacto sentenció por tercera vez: “Estarán ahí dentro de treinta minutos”. Y ante el desconcierto y la alegría general, los ovnis se presentaron, por tercera vez, sobre la capital aragonesa. Y A. B. D. volvió a filmar hasta que la escuadrilla desapareció de forma definitiva. Hasta aquí, y muy escuetamente, lo registrado aquella noche del 20 al 21 de junio de 1978. Una noche, por cierto, sumamente fría y con un cielo totalmente despejado. El viento, alcanzó en algunos momentos rachas de 50 km/h. La aventura duró hasta las dos de la madrugada aproximadamente.
Canarias: el ovni de la cruz
En 1979 llego hasta mí la sensacional imagen de un ovni con una especie de cruz grabada en su fuselaje. De “sugerente”, como mínimo, calificaría yo esta sensacional fotografía de un ovni tomada en Canarias. La revista Akhenaton, que la publicó en primicia mundial, informaba así sobre el acontecimiento. Transcribo el texto literalmente:
“Podemos decir, con toda confianza y sin temor a equivocarnos, que una de las pruebas gráficas más singulares y excepcionales dentro del fenómeno ovni, tanto por sus características como por su calidad, fue obtenida el 27 de enero de 1979 en Las Palmas de Gran Canaria. Un nuevo caso ovni que añadir a la larga lista de los ocurridos en el archipiélago. Carlos Sosa y su mujer fueron los testigos de excepción en una noche clara de invierno, en la que un objeto de color anaranjado fuerte ascendía en vertical, quedándose posteriormente estabilizado en altura y siguiendo más tarde en horizontal. Algo más de un minuto tardó Carlos Sosa en poner pilas nuevas a su tomavistas e intentar ‘captar el bulto’, como él mismo nos dijo. ‘Se asemejaba a una especie de pan de libra.’ Su mujer, que en aquellos instantes estaba viendo la televisión, también pudo acercarse al balcón, coincidiendo ambos en que no podía tratarse de un helicóptero o de un avión, pues no emitía ningún tipo de ruido. El tamaño del objeto era mayor que el de la Luna llena. Emitía una serie de destellos, aumentando o disminuyendo la intensidad luminosa. EI avistamiento se prolongó por espacio de cuatro minutos, aproximadamente. Después, el objeto desapareció a gran velocidad. En el centro del objeto podía apreciarse una cruz casi perfecta”.
Zaragoza, otro avistamiento
Conozco a Juan González Misis desde hace más de diez años. Tuve la fortuna de trabajar con él en el diario Heraldo de Aragón de Zaragoza. Formábamos una pareja perfectamente compenetrada. Fueron tiempos hermosos, inolvidables en los que recorrimos Aragón, siempre en busca de la noticia y del reportaje. Le conozco bien, como digo, y sé de su lealtad y honradez personales y profesionales. Difícilmente encontraré otro reportero gráfico como él.
Por eso, cuando un buen día me comunicó que había visto un ovni y que había logrado fotografiarlo, le creí de inmediato. El hecho sucedió en septiembre de 1980, hacia las tres de la madrugada. Juan González Misis se encontraba en su casa cuando, al asomarse a la ventana, observó en el cielo y sobre la vertical de Fuentes de Ebro un objeto brillante:
“Se movía hacia la izquierda y hacia la derecha —me explicó el fotógrafo—. Y también arriba y abajo. Me llamó la atención desde el primer momento en que lo vi. Lanzaba fuertes destellos, algo así como flashazos y cambiaba constantemente de color. Pasaba del rojo al verde, etcétera. Estuve contemplándolo durante una hora y, por supuesto, inmediatamente me acordé de ti”.
En noviembre de ese mismo año, Juan González Misis volvió a encontrarse con otro ovni. Esta vez acompañaba a mi también buen amigo y mejor periodista Alfonso Zapater: “Fue en Villanueva de Gállego. Lo vimos sobre los campos militares. Tanto Zapater como yo bajamos del coche y nos adentramos en el campo. Y estuvimos mirándolo por espacio de 10 o 15 minutos. Tenía luces de colores, blancas, rojas y verdes, y se encontraba inmóvil a unos 800 o 1000 m de altura. Saqué la cámara y disparé antes de que se alejara”. He podido ver personalmente las imágenes, y ratifican a la perfección lo afirmado por los periodistas. Un nuevo caso sin explicación que se suma a la lista.
Conil, infiltrados entre nosotros
Mediados del mes de septiembre de 1989. Ya oscurecido, algunos vecinos de la localidad costera de Conil, en la provincia de Cádiz, observan desde la playa de Los Bateles las evoluciones de unas extrañas luces. Los avistamientos se prolongan durante dos semanas, siempre a partir de las 20 o 21 horas. La noticia trasciende y el viernes 29 de septiembre, se dan cita en la mencionada playa un grupo de cinco jóvenes, todos ellos vecinos de la referida población andaluza. Su intención, como en las noches precedentes, es asistir al singular espectáculo de las silenciosas luces que se desplazan por la zona.
A las 20.45 horas, aproximadamente, aparece sobre la vertical de los testigos una media luna con unas luces rojas en el interior. El semicírculo se dirige en silencio hacia el pueblo. Al poco, también sobre las cabezas de los muchachos, surge otra luz. Esta lleva a cabo una serie de fogonazos que son respondidos por una tercera luz ubicada sobre el puerto.
Los jóvenes contemplan los ovnis con unos prismáticos de 7 x 50 aumentos.
Hacia las 21 horas, sentados en la arena y a unos 50 m del agua, los testigos ven aparecer en la orilla a dos seres altos, de más de 2 m, luciendo unas vestiduras blancas y hasta el suelo. Las cabezas también son blancas, sin pelo y sin cara.
Los seres, con los brazos pegados al cuerpo y un andar torpe, se dirigen hacia el grupo. Cunde el pánico y los jóvenes huyen. Los seres se detienen y, al poco, los muchachos hacen otro tanto. Se hallan a 20 o 30 m. Los seres giran y dan la espalda a los cinco testigos. Parecen observar la luz roja que permanece inmóvil sobre el puerto de Conil.
En esos instantes, los vecinos ven caer lo que denominan una “estrella fugaz”. Es una luz pequeña, como una pelota de tenis y de un color blanco-azulado. Surge a escasos metros sobre las cabezas de los seres y se esfuma cuando parece que va a chocar contra ellos. Acto seguido, sin inmutarse, los dos seres se sientan en la arena y excavan un pequeño montículo a su alrededor. La muralla tiene forma de herradura.
Segundos después, según los testigos, “se dejan caer de espaldas, siempre tiesos como palos”.
Aparece entonces una esferita azul y los seres empiezan a pasársela de uno a otro. La secuencia se prolonga durante cinco o diez segundos. De pronto, uno de los jóvenes, que seguía la escena con los prismáticos, sale huyendo. Cuando otro de los testigos consigue detenerlo, aquel le explica que ha visto un tercer ser, al pie de los que se hallaban tumbados en la arena. Era mucho más alto. Alrededor de 3 m, vestido de negro y con una monstruosa cabeza en forma de pera invertida.
Al reintegrarse al grupo, el ser de negro ha desaparecido.
Los seres que vestían de blanco se ponen en pie. Pero, ante el desconcierto de los testigos, ahora son un hombre y una mujer, aparentemente normales.
El primero, alto, viste camisa y pantalones vaqueros. La mujer, de pelo largo, luce una blusa y una falda hasta el suelo. Y, sin pérdida de tiempo, hombre y mujer se dirigen hacia el pueblo, perdiéndose entre las calles.
En esos instantes, los asombrados jóvenes asisten a otro no menos extraño suceso. Sobre el agua descubren algo que parece una nube y que se acerca a la costa a gran velocidad.
Y al llegar a la orilla distinguen al ser de negro. Con la ayuda de los prismáticos observan que se trata de una figura altísima, enfundada en una especie de mono negro y con una cabeza blanca y descomunal. Y se queda quieto, mirándolos. E inmediatamente se pone en marcha, alejándose hacia poniente.
Pero lo más increíble es que no toca la arena. Se desliza a una cuarta del suelo y rígido como un poste. Aquello no era correr, más bien “volaba”. E, inexplicablemente, dos de los muchachos salen tras él. Pero la persecución duraría poco.
“Estaríamos a 50 o 60 m —manifestaron— cuando giró hacia nosotros. Los ojos eran como dos huevos negros y la cabeza, enorme, parecía una pera al revés. El espanto nos obligó a huir. El ser de negro se perdió en la oscuridad y las luces que habían permanecido en lo alto, intercambiando destellos, desaparecieron igualmente. Eran las 21.30 horas, aproximadamente.” Hasta aquí, muy sintetizado, un posible suceso de infiltrados. Es decir, un singular acontecimiento que pondría de manifiesto la posibilidad de que entidades no humanas tuvieran esta capacidad de transformación, infiltrándose como una quinta columna en la red social de nuestro mundo.
En su momento, los intoxicadores habituales intentaron desmontar el caso afirmando que aquellos seres no identificados eran operarios telefónicos británicos, que estaban colocando un cable submarino. Mis investigaciones posteriores, que incluyeron conversaciones directas con la división marina de la British Telecom, desvelaron las falsedades de los intoxicadores. La BT Marine sí estaba de operaciones en Cádiz, pero a 40 km de Conil… y en ningún caso los operarios bajaron a la playa, con o sin trajes de buzo. El caso sigue, por tanto, aún hoy abierto.