Capítulo 14

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Tampoco tan abominable

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En este capítulo

• La leyenda del Yeti

• Testimonios y descripciones

• Los primos del Yeti

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Si los cientos de parientes de Nessie constituyen uno de los más intrigantes y escurridizos enigmas que hay sobre la Tierra, el misterio de los hombres-mono que se reparten por todo el planeta no se queda atrás. Hasta hoy, se han contabilizado más de 5000 testimonios de personas que afirman haber visto a criaturas peludas, semihumanas, siempre esquivas y perdidas en parajes de difícil acceso, en altas montañas y frondosos bosques. Hay noticias de encuentros de este estilo en las dos Américas, en Japón, en África, en la Europa Central, en China y en Australia; en resumen, en cualquier lugar remoto donde el hombre haya dejado su huella.

De entre todas estas criaturas, hay una que ha conseguido ganar la batalla de la popularidad sobre las otras. Se trata del Yeti, también conocido como “el abominable hombre de las nieves”; se trata de un críptido que tiene su hábitat natural en las montañas del Himalaya, entre el Tíbet y Nepal.

Reconozco que, desde que era niño, siento cierta fascinación por este enigma. Por eso no dudé en viajar hasta la zona en el invierno de 1987, para averiguar de primera mano qué había de mito y qué de realidad. Tengo que reconocer que yo no me topé con el Yeti durante mi estancia en el Himalaya, pero sí lo hice con decenas de testigos que afirmaban haberlo visto con sus propios ojos. Durante mi viaje me di cuenta de que el Yeti era una realidad estrechamente ligada a la vida de aquellas montañas desde hacía siglos. Y, más importante aún, conseguí hacer de mi sueño infantil una adulta realidad.

Construyendo al Yeti

Historias%20reales.jpgComo la mayor parte de los investigadores que se han asomado a este enigma, llegué a Katmandú, en Nepal, cargado de un sano escepticismo. ¿Era el Yeti una superstición? ¿Qué base real, mínimamente científica, podía sostener la existencia de esta criatura, mitad hombre y mitad mono? Sólo podía ponerme a preguntar, así que empecé mi investigación en la misma ciudad, donde enseguida descubrí que pocos podrían orientarme. Ante mis preguntas, sólo encontraba escuetas respuestas y una singular expresión que no sabía muy bien cómo interpretar, por lo que preparé el equipaje y me dirigí hacia el interior. Según fueron pasando los días y las aldeas, y tras escuchar los testimonios de montañeros, monjes y, en especial, de los esforzados sherpas, mis dudas fueron disipándose.

El bautizo de la criatura

Tengo que decir que, durante las entrevistas, ninguno de los interrogados puso en duda la realidad de su existencia. Algunos habían tropezado con sus huellas en la nieve. Otros aseguraron haber escuchado sus pasos y sonidos guturales en los alrededores de las aldeas, de los monasterios y en las proximidades de los campamentos de los alpinistas. Los menos juraban haberlo visto en los bosques que preceden a las regiones de nieves perpetuas. Y los más recordaban infinidad de encuentros protagonizados y transmitidos por sus antepasados.

Aunque la criatura en cuestión es conocida en todo el mundo como el Yeti, su verdadero nombre, por el que es designado desde hace siglos en las altas montañas del Tíbet y del Nepal, es yah-teh, lo que vendría a significar algo como “hombre salvaje de los lugares rocosos” o “animal que habita en las rocas”. Los nepalíes, al menos en el pasado, jamás utilizaron la expresión “abominable hombre de las nieves”, de invención occidental. Entre otras razones lógicas, porque ningún hombre o animal podría sobrevivir en las severas cumbres del Himalaya. De hecho, según mis investigaciones, la mayor parte de los avistamientos suelen producirse a baja altura y en zonas generalmente boscosas. Curiosamente, en el idioma nepalí, yeti quiere decir “ermitaño”.

Cada monstruo con su leyenda

Historias%20reales.jpgFueron los sherpas, los otros dueños y señores del Himalaya, quienes me proporcionaron la información más amplia y precisa. Estos espartanos guías de muchos de los alpinistas que se aventuran en la cordillera no comprendían mis dudas en lo que al Yeti se refiere. Tal y como me contaron los ancianos sherpas, su propia historia aparece ligada a la de los hombres de las nieves. Por su gran valor, te reproduzco íntegramente el relato que me hicieron, en el que se describe cómo el destino de sherpas y yetis quedó ligado para siempre.

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpg“Allá arriba, por encima de las nubes y más allá de Katmandú y de las montañas azules que la rodean, hay una tierra virgen, de incalculable belleza, a la que llaman Khumbu. Es tierra de nieves y ventisqueros, de ríos salvajes y suaves y verdes valles, de yacs, águilas y leopardos de las nieves. Sus habitantes son los sherpas. Llegamos a Khumbu hace muchos años, procedentes de las montañas del Tíbet. Y aquí plantamos la patata y el trigo sarraceno. Y aquí criamos nuestras ovejas y nuestros yacs. Somos gente dura pero alegre…

”Y antes, mucho antes de que todo esto ocurriera, Khumbu era ya la patria de los yeti. Entonces, los yeti eran pacíficos y confiados. Hasta que un día, los hombres y las mujeres de las nieves observaron una larga hilera de sherpas y de yacs que traspasaban las fronteras del Tíbet y se instalaban en sus dominios.

”Y los sherpas montaron sus tiendas en la región de Tarnga. Y después construimos casas de piedra y cultivamos los campos. Y los yeti siguieron observándonos. Hasta que un día, después del monzón, los sherpas recogimos la cosecha. Y el apetitoso olor de las patatas llegó hasta ellos. Esa noche, uno de los yeti decidió aventurarse en la aldea, robando cuantas patatas pudo. Y lo mismo sucedió cuando, días más tarde, los sherpas celebraron la fiesta de la cerveza. Esa misma noche, mientras la aldea dormía, los yeti se adentraron en el poblado, probando la cerveza y emborrachándose. A partir de entonces se convirtieron en un problema para los sherpas.

”Robaban su comida y su cerveza, imitando en todo a los humanos. Finalmente, los sherpas celebraron un gran consejo e idearon un plan para librarse de los yeti. Primero dispusieron grandes cantidades de cerveza. Después, provistos de espadas de madera, simularon una pelea. Y esa misma noche, los hombres y las mujeres de las nieves entraron de nuevo a la aldea, apoderándose de la cerveza y de las espadas que, aparentemente, habían sido olvidadas por los sherpas. Lo que no sabían los yeti es que las armas de madera habían sido previamente sustituidas por otras de metal. Y tal y como habían visto hacer a los sherpas, bebieron y se emborracharon luchando entre ellos. Poco después, la tribu de los yeti yacía despedazada sobre la nieve. Todos murieron, excepto un yeti hembra y su hijo. Y al comprender que todo había sido un engaño, huyó hacia las montañas, lejos de los hombres. Desde entonces, el Yeti odia a los humanos.”

Falso%20Mito.jpgAsí es como narran los sherpas sus primeros encuentros con los hombres de las nieves. Aunque, obviamente, parece tratarse de una leyenda más, no es menos cierto que contiene algunas posibles verdades. Como ejemplo, y siempre de acuerdo con los testimonios de los que aseguran haberlos visto, los yetis formarían una nutrida colonia. Según los habitantes del Nepal, el Yeti no se trataría de un ser único y solitario, sino de varios grupos diferenciados de familias o razas.

Un retrato robot

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgEs obligado puntualizar que, hasta el momento, ninguna de las expediciones que se han puesto en marcha para localizar al Yeti ha obtenido resultados positivos. La creencia, por lo tanto, se sustenta en los testimonios de quienes afirman haberse tropezado con su rastro. Pues bien, a partir de esas descripciones podemos reconstruir qué aspecto físico podría tener el Yeti. Seguramente se corresponde con la imagen que ya tenías de él.

• Entre 1 y 3 m de altura

• Cuerpo fornido y de apariencia humana

• Largo y espeso pelo, que cubre todo el cuerpo y que va del gris al rojizo

• Cabeza puntiaguda

• Brazos largos y oscilantes

• Enormes pies, de 0,5 m de longitud

• Pulgares extrañamente desviados hacia el exterior

• Camina erguido, pero se ayuda de las manos al correr

Dentro de este retrato típico parece que habría que diferenciar entre varias tribus o grupos étnicos, que responderían a distintos niveles de peligrosidad. Según la leyenda que te transcribía en el apartado anterior, los hombres de las nieves tienen motivos más que suficientes para no llevarse muy bien con los humanos; de ahí que para los sherpas sea importante reconocerlos y estar precavidos ante una posible conducta violenta.

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgLos guías nativos del Himalaya, los que más y mejor saben sobre la naturaleza de los yetis, los clasifican en estos tres grandes grupos. Ojo, que el más pequeño es el más matón.

• Los metrey o yetis caníbales, de 1,5 m de altura. Son los únicos que atacan al hombre, y lo hacen para comérselo. Pueden llegar a hacer gala de una extrema violencia.

• Los chutrey o comedores de animales de gran tamaño, como el yac o el buey de las montañas. Atacan los rebaños y, en caso de un hambre extrema, se acercan a las aldeas y entran en los establos. Miden alrededor de 2,5 m.

• Los llamados theima, que habitan en los intrincados bosques del Himalaya, siempre por debajo de la línea de la nieve. Son herbívoros e inofensivos. Si se ven sorprendidos por la presencia de seres humanos, emprenden la huida y se ponen a cubierto.

A pesar de lo que nos cuenta la tradición sherpa, que nos advierte de la extrema violencia y peligrosidad de algunas familias de yetis, no tenemos noticias confirmadas de que ningún yeti haya mantenido combates cuerpo a cuerpo con seres humanos. Al menos, recientemente. Si se hubiera producido dicho encuentro, estoy seguro de que el misterio estaría en vías de resolverse, y de momento no es así. Sí que sabemos, en cambio, de ataques a vacas y a otros animales de pastoreo. Los cuerpos mutilados de ovejas y yacs, junto a un rastro de pisadas que se adentraban en el bosque, fueron las pruebas inconfundibles que demostraban que el Yeti había estado allí.

Así que, hasta la fecha, debemos basar toda la investigación sobre el Yeti en huellas, en testigos, en referencias escritas... No tenemos nada más. Nos toca, por lo tanto, abrir la puerta de la historia y echar un vistazo a la larga lista de testimonios existentes; las únicas fuentes que nos van a permitir poder conducir con tino la investigación.

Se busca, vivo o muerto

Todo los testigos coinciden en afirmar que el Yeti se deja ver a una altura que oscila entre los 3300 y los 5500 m. Pocas veces se lo ha podido ver en las altas cumbres, y tampoco tiene por costumbre bajar a los valles. La mayoría de relatos al respecto hablan de encuentros lejanos, de pocos segundos de duración, protagonizados por escaladores que pretendían acceder a las cumbres más altas del planeta o científicos que se encontraban en la zona haciendo estudios antropológicos. En principio, personas que no suelen ser muy dadas a inventarse historias y levantar falsas expectativas.

Primera ronda de testigos

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgEs más que probable que la más antigua representación gráfica conocida de un yeti sea la realizada por el antropólogo checo E. Viçek en el Diccionario anatómico para el reconocimiento de diferentes enfermedades. En este tratado de medicina tibetana se incluye un dibujo de una especie de hombre-mono, de pie sobre una roca. En el texto se aclara que se trata de un “hombre salvaje, habitante de las montañas y dotado de una fuerza extraordinaria”. En cuanto a la primera referencia escrita que ha podido llegar a Occidente, la encontramos en el año 1832. El naturalista británico B. H. Hodgson lo describe en su diario como un “demonio peludo, sin cola, que, de pronto, apareció ante sus asistentes”.

Pero quizá los testimonios más valiosos son aquellos que nos hablan de sus huellas. Son legión los que dicen haberlas visto y seguido con la esperanza de encontrar al mítico animal. En 1886, Myriad, miembro de una expedición de alpinistas británicos, encontró unas enormes y misteriosas pisadas en la nieve, a 4877 m de altitud. Un poco más tarde, en 1889, otro inglés, el comandante L. A. Wadell, se tropezó también con una serie de huellas inexplicables, en la región nororiental de Sikkim, a 5182 m de altura.

La fiebre del siglo XX

Historias%20reales.jpgEn 1906, el célebre botánico Henry Elwes aseguraba haber visto un enorme bípedo peludo. Y otro tanto escribió un funcionario británico de bosques, conocido sólo por las siglas J. R. P., que halló unas gigantescas pisadas de casi 50 cm, con los pulgares en ángulo recto sobre el eje de los pies. En 1921, el teniente coronel Howard-Bury observó otras enigmáticas huellas a unos sorprendentes 6400 m de altura, durante una expedición al Everest. Tanto Howard como uno de los sherpas que le acompañaba distinguieron un ser de gran talla, peludo y que caminaba como un hombre. Un año más tarde, una patrulla del ejército británico declaró haber visto una extraña criatura en Sikkim, a 3000 m de altura. Era de aspecto humano y se movía con gran rapidez. Otro militar, el capitán Hunt, añadiría unos años después que lo que encontró “eran unas huellas enormes, que nada tenían que ver con los osos o leopardos de las nieves”.

Los testimonios parecen no tener fin. En 1925, un botánico hindú, A. N. Tombazi, escribía en su Relato de una expedición fotográfica a las laderas meridionales del Kanchenjunga cómo en la nieve del monte Kabru, a 4572 m, habían contemplado a un ser claramente humano, arrancando raíces y arbustos. Caminaba de pie y sólo estaba cubierto por una capa de pelo. A los pocos instantes, el Yeti desapareció en la espesura sin dejar rastro, pero el botánico pudo encontrar huellas de pisadas recientes. Los pulgares y talones eran idénticos a los de un hombre, aunque la totalidad de la huella era tan larga como media pierna. En total, contó quince pasos en la nieve.

Uno de los escasos testimonios que nos hablan de un yeti que se aproxima a asentamientos humanos tuvo lugar en el año 1935. Según cuentan los nativos, un yeti se presentó por las buenas en la aldea sherpa de Kathagsu. El animal debería estar hambriento, porque entró en un cercado y mató a dos ovejas. Cuando los vecinos del pueblo se dieron cuenta de su presencia, lejos de asustarse, decidieron emprenderla a pedradas con él. El pobre hombre-mono, ante la ira y los ataques de los nativos, tuvo que salir de allí como pudo.

EL%20AUTOR%20OPINA%20benitez.jpgLa lista de testigos, en fin, es interminable. Los más escépticos sostienen que muchas de estas declaraciones se podrían explicar por la influencia de las leyendas locales, tan arraigadas en el acervo cultural de los sherpas. No niego que podría ser así en lo que afecta a ese pueblo de expertos montañeros, pero es más complicado defender dicha teoría ante los centenares de testimonios provenientes de fuentes occidentales. Militares, médicos, científicos y alpinistas afirman haber visto a una criatura desconocida que encaja con la idea que tenemos de un yeti. Muchos otros se han topado con sus huellas en la nieve. No hay duda de que una criatura misteriosa merodea los altos bosques del Himalaya, pero… ¿de qué se trata exactamente?

¿Quién es ese tal Yeti?

A raíz de unas fantásticas fotografías tomadas por Eric Shimpton, en las que se podía apreciar una huella de unos 33 cm de longitud por otros 17 cm de ancho, la comunidad científica decide tomar cartas en el asunto. La visión de una pisada con cinco dedos perfectamente visibles, organizados de forma única —ni mono ni hombre—, marca un antes y un después en la investigación. Corría el año 1951. Desde entonces, más de treinta expediciones científicas se han desplazado hasta las laderas del Himalaya con el único fin de fotografiar o capturar al Yeti. Pero los resultados, como decía, han sido negativos.

Historias%20reales.jpgHasta el propio sir Edmund Hillary, el primer hombre que llegó a la cumbre del Everest, llegó a interesarse por el abominable hombre de las nieves. En ese crucial 1951, antes de alcanzar el techo del mundo, relataba lo siguiente: “Sen Ting, uno de mis más expertos sherpas, me aseguró haber visto al Yeti. Al año siguiente, George Lowe y yo hallamos un mechón de pelo negro a 5800 m, en un paso peligroso. Los sherpas aseguraron que era pelo del Yeti y lo tiraron aterrorizados”.

Sea realidad o fruto de la imaginación, los cierto es que el hombre de las nieves forma parte del sentir popular de un pueblo. Personalmente, en vista de los cientos de testimonios que circulan sobre tan singular criatura, estoy convencido de su existencia. ¿Entonces de dónde ha salido? ¿Es un eslabón perdido en la evolución de la humanidad? ¿Una especie de simio desconocido hasta hoy? ¿Una simple alucinación? Veamos las hipótesis que barajan los investigadores.

El pariente perdido

Hasta el momento, los escasos científicos que se han atrevido a pronunciarse sobre el misterio han coincidido en la posibilidad de que estemos ante un ignorado animal, no incluido en la escala zoológica. Lo que llamaríamos un animal críptido, como lo es Nessie. En esta dirección apuntan los trabajos del eminente criptozoólogo Bernard Heuvelmans, que en 1955 propuso una tesis que fue bien recogida por el resto de la comunidad científica: afirmó que el Yeti podría ser un descendiente del Gigantophitecus, una especie extinguida de homínidos simiescos.

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgEl Gigantophitecus apareció en la Tierra hará un millón de años, en la zona de China y la India, y desapareció hará unos 300 000. Se cree que fue el homínido más grande que jamás ha existido, con una altura de unos 3 m y un peso que podría rondar los 400 kg. De él sólo se han encontrado algunos restos fósiles, en especial dientes y mandíbulas, que se conservaban en los frascos de algunas farmacias tradicionales chinas. A pesar de lo extraño del descubrimiento, hoy no hay dudas sobre su existencia real en la prehistoria. Así, por lo que hemos deducido del estudio de las dentaduras, se trataba de un animal vegetariano, de gran tamaño y emparentado con los orangutanes. No se saben con precisión los motivos de su extinción, pero se supone que debió producirse por la presión de otras especies, que fueron ocupando su hábitat natural hasta dejarlo sin fuentes de alimentación.

Tres zoólogos británicos —Cronin, Emeryware y McNeely— acabaron de redondear la teoría de Heuvelmans. Concluyeron que algunos ejemplares del Gigantopithecus pudieron quedarse aislados en las inaccesibles cordilleras de China y el Asia central, empujados por la presión de otras especies, mucho mejor organizadas a la hora de conseguir caza y alimento. Es razonable pensar que algunos ejemplares del Gigantopithecus habrían podido encontrar un lugar que no interesaba a nadie, como las laderas del Himalaya, y haber sobrevivido allí a lo largo de los siglos, a pesar de las durísimas condiciones. La inaccesibilidad del entorno, al que sólo accedían los nativos sherpas, habría mantenido a esta especie perdida en el mayor de los olvidos hasta que, por fin, el auge del alpinismo llevó a los primeros occidentales hasta el Himalaya.

El Yeti de James Stewart

En 1950, James Stewart, uno de los mitos más célebres y queridos del cine, protagonizó una película titulada Harvey, en la que daba vida a un excéntrico personaje que tenía como mejor amigo a un conejo invisible de 2 m; un pooka de origen celta. Stewart no creía en la existencia de conejos gigantes, pero sí lo hacía en la del Yeti. De lo contrario, supongo que no se habría arriesgado a llevar la supuesta mano del abominable hombre de las nieves en su equipaje, desde la India a Inglaterra, y por vía aérea.

Según la historia que contó Loren Coleman, un respetado criptozoólogo, en 1959 un millonario tejano, Tom Slick, organizó una expedición al Tíbet para dar con el abominable hombre de las nieves. Una vez sobre el terreno, Slick se convenció de que la mano guardada y venerada en el monasterio de Pangboche era realmente la de un yeti, tal y como afirmaban los monjes. Con esta idea en la cabeza, Slick pidió a las autoridades del monasterio la mano para analizarla, pero los monjes se negaron a cederla. No le quedó otra que ingeniárselas para cambiar la mano auténtica por una réplica humana, y llevarla por carretera hasta la India. Parecía que lo más difícil ya estaba hecho, pero aún quedaba pasar el control del aeropuerto. Y es aquí donde James Stewart entró en juego.

El protagonista de ¡Qué bello es vivir! y Vértigo estaba de vacaciones en la India con su mujer. Por lo visto, eran amigos de uno de los copatrocinadores de la expedición, que estaba atascada en el país sin saber muy bien cómo sacar la mano de allí. Así que le pidieron el favor a Stewart, suponiendo que, gracias a su fama, los agentes de aduanas no le revolverían el equipaje. Y así fue como sucedió. Su mujer escondió la mano entre la lencería y, sin mayores complicaciones, llegó sana y salva a Londres. Cuando los expertos la analizaron, atribuyeron el pelo de la reliquia a una especie de cabra. Pero al estudiar la mano… no lo tuvieron tan claro. Sólo dijeron que no era humana, pero no supieron decir de qué especie se trataba. Hace unos años, y después de que la historia se hiciera pública, la mano volvió a su emplazamiento original, en Pangboche, y los monjes tacharon al bueno de Jimmy de su lista negra.

RECUERDA.jpgLos más críticos con esta teoría alegan que el Gigantopithecus, como el resto de primates de gran tamaño, son unos voraces vegetarianos, por lo que necesitan enormes cantidades de bambú para pasar el día. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que en el Himalaya no abunda la caña dulce, así que —según sostienen— no habría forma de que un simio así sobreviviera. A no ser que, presionado por el entorno, no hubiera tenido más remedio que evolucionar y cambiar su dieta, basándola en especies vegetales menos suculentas, aunque igualmente nutritivas. Una opción perfectamente viable, y que se ha dado en muchas otras especies animales. Si la teoría del Gigantopithecus se pudiera confirmar, lo que podría ocurrir si encontrásemos restos dentales de un supuesto yeti, confirmaría la existencia del hombre de las nieves. Sería una especie animal desconocida para la ciencia oficial, y con unas características físicas que encajarían con lo descrito en leyendas y testimonios. De momento, es sólo una conjetura, lo que nos obliga a contemplar otras posibilidades.

Te tomé por otro

Un segundo grupo de expertos considera que la larga lista de avistamientos es, en realidad, una imponente retahíla de confusiones e interpretaciones equivocadas. Así, el Yeti no sería el hombre las nieves, sino otro animal autóctono del Himalaya que, por culpa de una mala visibilidad y de las sugestivas leyendas, se habría tomado por lo que no es. Desde mi punto de vista, no tengo muy claro qué otro animal podría ser confundido por un simio de 3 m de altura, que deja unas huellas con cinco dedos bien definidos. Pero los defensores de esta hipótesis sí que proponen algunas alternativas; veamos cuáles son:

• El oso del Tíbet. Se trata de una especie en peligro de extinción, sobre la que se tienen pocos datos, aunque no se duda de su existencia. En principio, viven en zonas más frondosas que el Himalaya, pero se han visto ejemplares de paso por las zonas típicas de presencia del Yeti. Es capaz de ponerse de pie sobre las patas traseras, por lo que podría confundirse con una figura de aspecto humano.

• El thar del Himalaya o el Goral. Se trata de dos especies de cabra típicas del Himalaya que, a pesar de vivir en zonas altas y protegidas, se encuentran en riesgo de extinción. Aparentemente un yeti y una cabra no tendrían mucho que ver, pero si he decidido incluirlas en la lista es porque en varios monasterios budistas no lo tienen tan claro. En algunos de estos templos, como los de Pangboche, Namche y Khumjung, se guardan restos de pelo de un supuesto yeti que los monjes veneran como si fueran auténticos. Al analizarlos, se descubrió que eran de estas especies locales de cabra.

• Un mono, como el Rhesus o el langur. Aunque las especies de primates viven más al sur, en zonas mucho más verdes, algunos ejemplares podrían haberse movido a zonas más frías. Sin embargo, se trata de dos especies de primates de pequeño tamaño, y me resulta muy difícil creer que nadie las confundiera con un yeti.

Falso%20Mito.jpgComo ves, la lista de posibles yetis no es que sea muy extensa. El Himalaya es una región muy dura, donde no abunda la fauna, por lo que no hay muchas especies con las que comparar a nuestro hombre de las nieves. Personalmente, descartaría las versiones que hablan de una cabra o de un pequeño mono. La opción del oso es más plausible, sobre todo si tenemos en cuenta que las especies del Himalaya pueden ponerse de pie. No obstante, las pisadas de un oso no tienen nada que ver con las que se han encontrado en el Himalaya; la forma de las huellas del supuesto Yeti nos remite a un simio, no a un úrsido.

EL%20AUTOR%20OPINA%20benitez.jpgEntonces ¿qué opciones nos quedan? Algunos antropólogos hablarían de ermitaños y hombres santos, pero es difícil imaginar a alguien viviendo a 6000 m de altura, refugiado en un bosque y cubierto por la piel de un oso. Que sepamos, los únicos humanos oriundos del Himalaya son los sherpas, y no tenemos noticias de que se disfracen de Yeti por las noches. Queda claro que el misterio sigue abierto, porque tal como ocurre con tantos y tantos enigmas, no hay pruebas definitivas que confirmen o desmientan su existencia. En todo caso, la presencia de otros yetis repartidos por el mundo vendría a avalar la hipótesis de que una especie prehistórica de homínidos habría sobrevivido en algunas zonas remotas del planeta. Pasemos al siguiente apartado y conozcamos a esos otros hombres de las nieves que se esconden en las alturas.

Muchos y bien avenidos

En el capítulo anterior vimos cómo Nessie tenía primos repartidos por todo el mundo, lo que vendría a incidir en la hipótesis de que algunos plesiosaurios habrían podido sobrevivir a la gran extinción de hace 65 millones de años. Sería posible atribuir la existencia del monstruo del lago Ness a una leyenda local muy arraigada; pero es difícil pensar que en Kazajistán, donde también tienen monstruos lacustres, sepan algo del folklore escocés. Con el Yeti pasaría algo parecido.

Hoy sabemos de la existencia de una veintena de parientes del Yeti repartidos por todo el mundo, la mayoría en el Sudeste Asiático y en Estados Unidos. De hecho, alguno de ellos ha conseguido una popularidad mediática que sobrepasa a la del hombre de las nieves tibetano, sobre todo por ser autóctonos del país donde el espectáculo se convirtió en negocio. Así pues, desplacémonos hasta el noroeste de Estados Unidos, lugar de residencia del monstruo de los grandes pies.

El mono del disfraz

En 1967 pudo obtenerse una imagen de Bigfoot. En concreto, se trata de unos esquivos y temblorosos cincuenta segundos rodados en película doméstica, conocidos como el “film de Patterson-Gimlin” en honor a sus autores. En la película puede verse a un corpulento hombre mono, cubierto de pelo oscuro, que camina de una forma peculiar, doblando mucho las rodillas y balanceando los brazos. Incluso en un momento concreto parece que dirija una fugaz mirada a cámara. Cuando la película se hizo pública, la fiebre de Bigfoot volvió a desbocarse.

Las imágenes de la película de Patterson y Gimlin, rodadas en Bluff Creek (California), han sido analizadas hasta la saciedad, sin llegar a ninguna conclusión definitiva. Algunos expertos consideran que es auténtica, basándose en el patrón de desplazamiento del animal, que reproduce movimientos que a algunos no les parecen muy humanos. Hay quienes opinan, en cambio, que la película sería un fraude y que el protagonista no es más que un hombre disfrazado de mono. Añaden con burla, además, que el traje no debía de sentarle muy bien al supuesto Bigfoot, y de ahí los extraños andares. A día de hoy no se puede decir con seguridad que la película sea auténtica.

El de los pies grandes

El Bigfoot, también denominado Sasquatch, podría ser la versión yanqui del Yeti. Comparte con él tamaño, apariencia externa y comportamiento; sólo habría cambiado el Himalaya por las Montañas Rocosas del noroeste de América. Por lo demás, coinciden el color del pelo, la forma de la cabeza —algo triangular— y el tamaño de las huellas, que podrían llegar a medir 0,5 m. Como curiosidad, los que se han topado con él dicen que el Bigfoot huele bastante mal, como si fuera una mofeta.

Como ocurre con su homólogo tibetano, las primeras referencias a su existencia tenemos que buscarlas en las leyendas locales de los indios americanos, donde se recogen historias que se parecen mucho a las que cuentan los sherpas. Hay tribus que hablan de monstruos que atacaban a los hombres para comer su carne. Otras versiones no tan escabrosas nos hablan de hombres-mono que robaban la pesca a los nativos. Incluso se hace referencia a ellos como personajes legendarios, con conexiones con el más allá.

Historias%20reales.jpgDe nuevo, hay una fecha que marca un antes y un después en la historia del enigma. Ese momento llegó en 1958, cuando un obrero de la construcción, Gerald Crew, encontró unas enormes huellas de primate cerca del lugar donde estaba trabajando. Como nadie le creyó, buscó a un amigo con el que sacar unos moldes en yeso de las huellas… y el resto ya es historia. Crew apareció en la portada de un periódico local, el Humboldt Times, y de ahí al resto del país. En pocos días ya se había desatado una auténtica fiebre del Bigfoot en Estados Unidos, lo que llevó a decenas de buscavidas a poner rumbo hacia el norte de California. Inmediatamente las noticias de avistamientos empezaron a invadir las redacciones de los medios locales, sin que pudiera confirmarse ninguna de las historias.

Con pruebas o sin ellas, lo cierto es que hoy Bigfoot forma parte de la imaginería popular del pueblo americano. Es frecuente su presencia en cómics, películas y series de televisión de todo tipo, que siguen perpetuando el mito a pesar del escepticismo de la ciencia, que considera todo el asunto como una broma de mal gusto. Sobre las posibles explicaciones del fenómeno, se barajan las mismas opciones que en el caso del Yeti… Aunque aquí la hipótesis del Gigantopithecus resulta poco probable: no hay noticias de restos fósiles de grandes primates en Norteamérica. ¿Tendrá aquí razón la ciencia académica? ¿O quizás el Gigantopithecus habría podido llegar a América por el estrecho de Bering? La lista de hipótesis continúa abierta.

El Almas

Se trata de un pariente geográficamente cercano al Yeti, que tendría su hábitat natural en las montañas del Cáucaso y del Pamir, en Asia Central. Según las descripciones con las que contamos, el Almas, a diferencia del Yeti o el Bigfoot, tendría un comportamiento más parecido al de los humanos. Un ejemplo sería el uso de ropajes muy primitivos, hechos de piel de animal, cuyo uso, sin embargo, no estaría generalizado entre todos los miembros de la especie. Por contra, comparte con sus parientes la misma apariencia física: pelo por todo el cuerpo, unos 2 m de altura, frente pronunciada y una supuesta incapacidad para hablar. Se dice que son bípedos, aunque también se llegarían a apoyar en las manos para correr.

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgAlmas significa en la lengua mongol “hombre salvaje”, lo que concuerda con la percepción que los habitantes de la zona tienen de ellos. Según los mongoles, no estaríamos frente a un simio u homínido prehistórico, sino ante un humano que vive en la naturaleza, en estado salvaje. Se asemejaría más, por lo tanto, a un escurridizo personaje sacado de El libro de la selva que a una bestia antropófaga y violenta. De hecho, los nativos no les tienen miedo, y se dice que se llevan especialmente bien con los niños.

Zana y sus amigos los humanos

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgHay noticias incluso de Almas que han convivido con personas. Según el criptozoólogo ruso Dmitri Bayanov, en 1850 los habitantes de un pueblo de Abjasia —al sudoeste del Cáucaso— se toparon con un ejemplar hembra. Aunque opuso una fuerte resistencia a la captura, finalmente pudo ser reducida e inmovilizada. Fue bautizada con el nombre de Zana y llevada a la capital como una curiosidad, donde pasó por las manos de varios potentados locales. Finalmente, Zana encontró su hogar en Tkhina, un pueblo del Cáucaso occidental, cercano al mar Negro.

Los que pudieron verla hablan de una mujer de rasgos faciales algo simiescos, de color oscuro, y cubierta por una capa de pelo corto entre marrón y rojizo. Tenía una complexión atlética, muy vigorosa, y hacía gala de una fuerza comparable a la de un caballo. En los primeros años de su cautiverio la trataron como un animal más, en parte por la hostilidad que mostraba hacia sus captores. Pero, según fueron pasando los años, Zana se calmó, aprendió algunas tareas domésticas sencillas y, por increíble que parezca, tuvo descendencia con algunos hombres del pueblo.

Según cuenta la historia descrita por Bayanov, Zana mató a varios de sus hijos al lavarlos en el río nada más nacer. Al darse cuenta de la tragedia, los habitantes del pueblo la separaron de sus retoños y los cuidaron por su cuenta. Así, del total de la descendencia de Zana, sólo habrían sobrevivo cuatro de sus hijos, dos niños y dos niñas, que vivieron una vida perfectamente normal como seres humanos. Se casaron, tuvieron hijos y se integraron sin problemas en la sociedad, hasta que la muerte se llevó al último de ellos en 1954. Según los expertos, los genes humanos habrían dominado sobre los de Zana, que serían recesivos, de forma que sus hijos apenas conservaban algunos de los peculiares rasgos faciales de su madre.

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgLos investigadores nunca encontraron la tumba de Zana, pero sí dieron con la de una de sus hijos. Al exhumar el cadáver y analizar el cráneo, las opiniones no fueron unánimes. Según las antropólogas M. Kolodieva y M. Gerasimova los huesos mostraban una combinación de rasgos humanos antiguos y modernos; líneas típicas del Homo sapiens mezcladas con otras más propias de los homínidos prehistóricos. En cambio, el doctor Grover Krantz, un célebre experto en críptidos, afirmó que el cráneo era completamente moderno. De ser así, Zana habría sido totalmente humana, aunque con unos rasgos salvajes quizás heredados de una tribu o comunidad aislada.

RECUERDA.jpgEl caso de Zana no es el único del que se tiene noticia. Se habla de numerosísimos avistamientos, de menciones en leyendas locales e incluso de algún otro Alma que habría sido apresado por humanos, pero que habría fallecido al resistirse a la captura. No parece haber duda, por lo tanto, sobre la existencia real de la especie. ¿Posibles explicaciones? Hay quien habla de ejemplares perdidos de Neandertal, que habrían sobrevivido a la extinción resguardados por los altos muros del Cáucaso. Otros afirman que serían representantes del también extinto Homo erectus, que pobló Asia Central hará unos 300.000 años. Un tercer grupo opina que serían ejemplares de yeti que habrían emigrado hacia el oeste; no en vano, las montañas del Pamir, el territorio propio de los Almas, podrían verse como una prolongación del Himalaya. Por último, los más escépticos hablan de humanos que habrían sobrevivido en estado semisalvaje entre cumbres y bosques, como si fueran una mezcla entre Mowgli y Tarzán. De nuevo, la lista de hipótesis sigue abierta…

Un pariente en cada puerto

INFORMACION%20TECNICA%20ok_OK.jpgAlmas, Yetis, Bigfoots… Parece que el mundo esté lleno de especies perdidas que representarían un puente actual entre el hombre y el mono. Las leyendas y tradiciones populares de los cinco continentes andan repletas de historias sobre hombres con aspecto de simio (o al revés); individuos medio salvajes que viven alejados de los núcleos poblados y que mantienen una actitud esquiva con respecto al hombre. Unas leyendas que, por lo que nos cuentan los que las viven de cerca, podrían ser mucho más reales de lo que creemos. Como resumen, hagamos un repaso a la extensa familia que el Yeti tiene repartida por todo el mundo.

Yowie (Australia). Aparece en las leyendas de los aborígenes australianos, aunque numerosos testigos modernos afirman haber visto lo que describieron como “un aborigen peludo”. Se dice que ataca a los rebaños y otros animales de pastoreo.

Fear Liath (Escocia). Se dice de él que habita en el monte Ben Macdui, donde se lo conoce también como el “Hombre Gris”. Bípedo, con pelo corto y un rostro que no parece humano.

Amomongo (Filipinas). Peludo, del tamaño de un hombre y con las uñas largas. Se dice que es bastante sanguinario. Habría matado a varios hombres y asaltaría con frecuencia al ganado local con la intención de comerse sus entrañas.

Ban-manush (Bangladesh). El más alto de la familia, con una talla que podría alcanzar los 6 m de altura.

Barmanou (Afganistán). El Barmanou sería un críptido similar a un yeti, aunque usaría pieles para protegerse del frío. Se le atribuye una fuerte potencia sexual, que le llevaría a perseguir a las mujeres humanas de los poblados vecinos.

Chuchunya (Siberia). De unos 2 m de altura y pelo oscuro. Se lo relaciona con especies de homínidos ya extinguidas, como el Neandertal.

Hibagon (Japón). No llegaría a 1,60 m de altura, pelo oscuro, manos y pies de color blanco y un olor francamente desagradable. No parece mostrar actitudes agresivas. Vive en los bosques.

Yeren (China). Más de 2 m de altura, y un color de pelo entre rojizo y marrón. Se muestra pacífico y sigiloso, al estilo del Bigfoot norteamericano. Evita el contacto humano en todo lo posible.

Skunk (Estados Unidos). Habitaría en los bosques del sur, en especial en Florida. Tiene fama de ser el más maloliente de los parientes del Yeti. Se empezó a tener noticias suyas en la década de 1960, y los avistamientos han seguido hasta el día de hoy.

Orang Pendek (Indonesia). El más bajito de todos, con un escaso metro de altura. Bípedo, con aspecto de homínido y cubierto de pelo. Aunque es vegetariano, posee una formidable fuerza en su tronco superior. Los testigos que confirman su existencia son numerosos.

Y la lista continuaría, porque no hay territorio sobre la Tierra que no tenga su versión local del Yeti. La posible existencia de un hombre-mono, una criatura que se comportaría únicamente según los bajos instintos que alberga el ser humano, es una potente figura mítica presente en la mayoría de culturas. Nos recuerda a aquello que los hombres hemos dejado atrás, a nuestra animalidad más primaria, y nos reafirma en el camino que decidimos seguir hace miles de años; el que nos ha permitido construir una civilización tras otra y progresar culturalmente.

EL%20AUTOR%20OPINA%20benitez.jpgLa existencia de una figura que nos recuerde nuestro pasado como malolientes y primarios animales, con una escasísima capacidad intelectual, nos sirve para recordar hacia dónde escogimos ir. No es extraño, por ello, que en todas las leyendas protagonizadas por hombres-mono, el ser humano siempre acabe venciendo y sometiendo a la bestia desconocida. Así lo vimos al tratar la historia del primer encuentro entre sherpas y yetis.

El mito podría darnos una pista sobre el origen del fenómeno, pero ¿cómo explicar las huellas y las declaraciones de centenares de testigos occidentales, desconocedores de las tradiciones locales? Como dije al principio de este capítulo, el misterio del Yeti y de sus parientes es uno de los más intrigantes y escurridizos que ocupan hoy a investigadores de todo el mundo. Y así será por muchos años; sobre todo mientras el hombre siga alejado de sus raíces, dando la espalda a la naturaleza y haciendo oídos sordos a sus demandas de auxilio.