Capítulo 16
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¿Hay alguien ahí fuera?
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En este capítulo
• Tipos de ovnis y alienígenas
• Hitos en la historia de la ufología
• Mis avistamientos favoritos
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Desde mis comienzos como investigador, hace más de 35 años, la ufología ha sido mi gran pasión, la especialidad a la que he dedicado más tiempo y esfuerzo. Un amor incondicional, perfectamente confesable y público, que me ha proporcionado algunos de los momentos más emocionantes de mi vida; y también, no hay por qué esconderlo, una pequeña colección de disgustos que siempre han venido de la mano de intoxicadores, vampiros y personajes de variado pelaje. Siempre hay —y habrá— individuos dispuestos a todo para desacreditar un fenómeno que está aquí, entre nosotros, desde que la humanidad empezó a plantar su semilla sobre la Tierra y que, por paradójico que resulte, aún es visto como una amenaza por algunos sectores, que se resisten a abordarlo como lo que es: una puerta abierta al conocimiento.
No albergo duda alguna sobre
la veracidad y vigencia del fenómeno ovni, porque las pruebas que
así lo demuestran son numerosas e irrefutables. Los primeros
humanos que poblaron nuestro planeta ya dejaron constancia de ello
en sus pinturas y dibujos, en los que retratan junto a cazadores y
animales algunos objetos que sólo pueden ser ovnis. Más tarde,
historiadores clásicos y pintores renacentistas harían lo propio.
Y, ya en la actualidad, gobiernos de todo el mundo siguen llenando
páginas y páginas de expedientes secretos que tratan de poner cerco
al fenómeno. Una parte de esta información ya ha sido
desclasificada y entregada a la opinión pública, pero muchos otros
documentos, en especial aquellos que provocarían una sacudida en
nuestra cosmovisión, aún se consideran información reservada y
altamente secreta.
A lo largo de todos estos años de trabajo e investigación, he publicado una veintena de libros dedicados exclusivamente al fenómeno ovni. Un considerable volumen de información, que no puedo incluir en un solo capítulo de este Enigmas y misterios para Dummies, Si el tema te interesa y tienes ganas de ir más allá, permíteme que te invite a hacer un repaso a mi abundante bibliografía, a la que haré referencia en algunos puntos del capítulo. Ahora, en las páginas que siguen a continuación, me conformo con resumirte lo que he aprendido a lo largo de estos años, que es bastante menos de lo que muchos creen.
Los ovnis de cerca
Antes de empezar conviene precisar. Para la ciencia, los ovnis son solamente eso: objetos voladores no identificados. En cambio, para el gran público, la palabra suele ser sinónimo de una nave extraterrestre. Y para mí, al igual que para otros muchos investigadores, los ovnis son astronaves de origen no humano. Sé que esta afirmación puede sonar un poco fuerte, pero la información obtenida durante más de sesenta años, procedente de cientos de miles de testigos, me lleva a esta conclusión. Ningún avión o artefacto experimental puede desarrollar la velocidad y los movimientos de un ovni; los aparatos humanos no tienen esas extrañas formas y tampoco vuelan en silencio. Una vez dejado claro este primer punto, ya es hora de empezar este repaso. Lo haré tratando de responder un par de preguntas aparentemente sencillas. ¿Qué aspecto tiene un ovni? ¿A qué se parecen?
Un ovni para cada cosa
¿Son todos los ovnis
iguales? ¿Y qué forma tienen? En mis archivos personales cuento con
más de 1500 imágenes de distintos objetos voladores, y lo primero
que puedo decir tras haber empleado mucho tiempo analizándolas es
que los ovnis no tienen una única forma y tamaño. Hay cientos de
modelos diferentes, que se corresponden con la peculiar naturaleza
de los distintos pueblos extraterrestres que nos visitan. Los
investigadores, un tanto a ciegas, hemos puesto un poco de orden a
tanta variedad, y los hemos acabado clasificando en tres grandes
tipos a partir de la funciones que llevan a cabo.
• Nodrizas o porteadores. Son objetos enormes, que en muy raras ocasiones se acercan al suelo. Atraviesan grandes distancias a una velocidad inalcanzable para el hombre. Suelen tener una forma alargada, de tubo o puro.
• Naves de exploración. Contenidas en las naves nodrizas, son las que se posan sobre la superficie terrestre. Son los objetos más frecuentes, y su tamaño es muy variable: de uno o dos metros hasta más de cincuenta.
• Sondas o foo-fighters. Los más extraños de todos, debido a su diminuto tamaño. Podrían ser artefactos teledirigidos, y miden muy pocos centímetros. Algunos testigos afirman que son capaces de atravesar paredes.
Figura 16-1: Esbozo de una nave de exploración
Acerca de sus colores y formas, hay tanta variedad que resulta imposible establecer una clasificación. Los hay redondos, ovalados, triangulares, metálicos, luminosos, con forma de platillo volante, alargados como un puro, similares a una plancha para la ropa, con ventanales en su parte superior, cerrados y sin ventanas… Incluso hay algunos modelos que cambian de forma y son capaces de camuflarse, adoptando la apariencia de una vulgar nube.
Todas las personas que han visto un ovni
coinciden en apuntar su intenso brillo y su extraordinaria
velocidad, que está fuera del alcance de cualquier aeronave humana.
Los objetos se mueven en líneas rectas, sin necesidad de hacer
largos giros —a diferencia de nuestros aviones—, y son capaces de
recorrer kilómetros en un solo instante. La opinión general es que
los ovnis son capaces de desplazarse como quieren, sin limitaciones
de ningún tipo. Incluso hay testigos que hablan de objetos que, de
repente, se volatilizan como si fueran invisibles. Ahora están aquí
y, un segundo después, no queda ni rastro de ellos.
¿Qué objeto fabricado por el
hombre puede comportarse así? ¿Y qué fenómeno natural tiene
características semejantes? Los escépticos, que hablan de
meteoritos o cometas para explicar los avistamientos, saben
perfectamente que un meteorito no cambia de dirección ni puede
controlar su vuelo. Tampoco un satélite artificial que perdiera su
órbita y se precipitara hacia la atmósfera podría girar en el aire
como si nada. Y mucho menos cambiar de forma y color, tal y como
afirman miles de testigos.
Otros escépticos, para explicar los avistamientos, hablan de artefactos de fabricación humana, como aviones y globos meteorológicos. Acerca de la primera hipótesis, creo que a estas alturas del siglo XXI todo el mundo sabe diferenciar lo que es un avión de cualquier otro objeto. Sobre la segunda, la de los globos, debes saber que los utilizados en meteorología son de dos tipos. Los más pequeños y frecuentes tienen unos 2 m de diámetro. Se les suele llamar “sondas” y, al lanzarlos, suben hacia el cielo sin parar, hasta acabar estallando. Los segundos, mucho más grandes, son los “estratosféricos” y pueden alcanzar los 100 m de longitud. Su comportamiento es algo distinto, porque primero ascienden, después se mantienen a una misma altura y al final acaban cayendo sobre la Tierra. Aunque su presencia es más habitual de lo que la gente cree, su comportamiento no tiene nada que ver con el de los ovnis.
Pilotos y tripulantes
Todavía no sabemos de
qué planeta vienen nuestros visitantes, pero, gracias a las
declaraciones de aquellas personas contactadas o abducidas, sí que
podemos hacernos idea de cuál es su aspecto. Necesitaría muchas
páginas para hacer un estudio detallado. Sólo en mis archivos
guardo descripciones que hacen referencia a más de 3000 tipos
distintos de tripulantes o “seres no humanos”. Si tuviera que hacer
un resumen, podría concluir lo siguiente:
• El 80 % tienen aspecto humano. Los extraterrestres de las películas como Alien no se corresponden con la realidad.
• Ese restante 20 % se divide en tipos muy distintos. Los hay que están hechos de luz. Otros tienen cuerpo humano y cabeza de animal, como un halcón o un chacal. También los hay anfibios e incluso voladores.
• Tienen una altura muy variable. Los hay que son enormes, altísimos, de hasta 3 m. En cambio, hay otros que parecerían niños, con poco más de un metro de estatura.
• Suelen tener el cráneo y los ojos de un tamaño considerable, un poco al estilo de los hombrecillos “grises” que has visto en películas y seres de televisión.
• Algunos llevan escafandras, pero otros pueden vivir en nuestra atmósfera sin ningún problema.
• En cuanto a su peso, también hay variedad. En la sierra del Retín, en Cádiz, un testigo afirmó que el extraterrestre que vio tenía serios problemas de obesidad.
Sobre su comportamiento, tampoco hagas
mucho caso a lo que has visto en el cine; por lo que sabemos,
tienen más en común con nosotros de lo que podría parecer. No es
que nadie los haya visto fumándose un pitillo o contando un chiste,
pero sí que sabemos, por ejemplo, que tienen que alimentarse como
hacemos nosotros. En Wisconsin (Estados Unidos) un granjero que
tuvo un contacto relató cómo los extraterrestres le ofrecieron una
especie de galletas. Al probarlas, descubrió que sabían a “miel y
cartón”. A pesar de lo curioso de la situación, los visitantes no
esbozaron la más mínima sonrisa… Una seriedad que coincide con lo
descrito por muchos otros testigos; por lo visto, los alienígenas
no tienen un sentido del humor como el nuestro.
No sabemos nada acerca
de su fisiología, pero algunos contactados han averiguado que viven
más que los humanos, lo que en cierto modo resulta bastante lógico.
Si poseen una tecnología mucho más avanzada que la nuestra, parece
razonable que tengan una mayor resistencia frente a las
enfermedades; de hecho, hace 2000 años la supervivencia media de un
ser humano era de 35 o 40 años, mientras que hoy es precisamente el
doble. Para una civilización extraterrestre, que quizá nos lleva un
millón de años de ventaja, envejecer puede no resultar un gran
problema.
Para acabar es posible que te estés preguntando acerca de su sexo. Sobre si son varones o hembras. Hay numerosos ejemplos en que se ha visto a “mujeres extraterrestres”, que, en algunos casos, poseían una belleza excepcional; mientras que en otros… pues quizá no tanto. Los testigos se refieren a estas “extraterrestres hembra” como las jefas del grupo, con la capacidad de mandar sobre todos los demás. Y sí, en mis archivos tengo registrados una docena de encuentros sexuales entre humanos y alienígenas, lo que encajaría perfectamente con lo visto en las pinturas de Tassili y Tanzania. En los dibujos bautizados como La abducción, y que pueden encontrarse en ambos emplazamientos, se aprecia cómo un grupo de seres de aspecto alienígena se llevan a una mujer humana. Su intención, probablemente, sería la de realizar algún tipo de experimento genético. ¿Con qué intención? Dejo la respuesta abierta a la imaginación de cada uno.
Figura 16-2: Retrato del ocupante de un ovni, en Los Villares (España)
Sin recargar la batería
Es evidente que las civilizaciones que nos visitan vienen de muy lejos. Ni en el sistema solar ni en las estrellas más cercanas los científicos han sido capaces de encontrar rastros de vida inteligente, por lo que hay que suponer que sus planetas de origen son muy lejanos. ¿Cómo consiguen recorrer esas grandes distancias? La verdad es que ni yo ni nadie tenemos la más remota idea, pero la pregunta en sí me lleva a hacerme otra. ¿En qué se basa la tecnología extraterrestre? ¿Cómo entienden la física?
Desconozco la respuesta, pero sí puedo soñar e imaginar. Nuestra física dice que no es posible superar la velocidad de la luz, unos 300 000 km/s. ¿Pero quién ha dicho que los extraterrestres tengan que superar esa velocidad para llegar hasta aquí? Posiblemente, utilicen técnicas distintas al clásico viaje “en dirección hacia delante” tan propio de los humanos. Quizás exista un sistema que permita el salto casi instantáneo de un planeta a otro, o de una galaxia a otra. Y quizás ellos lo conozcan.
Los extraterrestres podrían
controlar la desmaterialización; es decir, la capacidad de
desaparecer en un sitio y reaparecer en otro. Gracias a este
sistema, nave y astronautas podían ser desmaterializados aquí, en
la Tierra, y vueltos a recomponer unos instantes después en el
último rincón del universo. Un viaje de años luz en unos segundos.
También podrían controlar los viajes en el tiempo o conocer atajos
espaciales que el hombre sólo intuye, como los agujeros de gusano
de Einstein y Rosen, pero que todavía no se han podido observar
desde cerca.
Una técnica muy avanzada
Como ya he apuntado, el
adelanto de esas civilizaciones respecto a nosotros es tal que su
técnica parece magia. ¿Eres capaz de imaginar una civilización que
nos lleve un millón de años? Por supuesto que no; ni siquiera somos
capaces de concebir cómo será nuestra sociedad dentro de cincuenta.
Gracias a los encuentros que ha habido en la Tierra, sabemos que
los ovnis han logrado fabricar luz “sólida” y que la utilizan en
muchos momentos. Con esa luz construyen escaleras, rampas por las
que suben a las naves e incluso herramientas con las que pueden
atrapar objetos, como si usaran una grúa. El concepto en sí es
inimaginable para los humanos.
Poco más sabemos de la naturaleza de los ovnis y de sus ocupantes. Los que sí tienen las respuestas, las fuerzas aéreas de las principales potencias mundiales, han decido quedarse con esa información en su propio beneficio. Sin embargo, algunos militares sí se han atrevido a romper el código de silencio y nos han dado pistas sobre la naturaleza de su tecnología. Uno de ellos fue el coronel estadounidense Philip J. Corso, que afirmó bajo juramento haber presenciado las tareas de recuperación del ovni de Roswell durante sus años de servicio en la base de Fort Riley (Kansas). Según Corso, buena parte de los avances tecnológicos de la segunda mitad del siglo XX, como la fibra óptica, los chips o el kevlar, se han desarrollado a partir de la información extraída de ovnis que han sido derribados.
¿Sorprendido, quizá? No es
para menos, la verdad. No es que esté poniendo en duda la autoría
humana de esos avances tecnológicos, pero sí sé que una
civilización capaz de cruzar la galaxia es capaz de eso, y de mucho
más. Pero hasta que no llegue el día en que se desclasifiquen todos
los expedientes secretos, y los investigadores podamos examinar con
detenimiento la información disponible sobre esos insólitos
avances, lo único que podremos hacer es seguir imaginando.
Comunicación extraterrestre
Cuando se pregunta a los contactados cómo se entendían con los extraterrestres, se habla de manera casi unánime de algo cercano a la telepatía. Los testigos afirman que tenían la sensación de que los visitantes eran capaces de introducirse en sus mentes y conocer todos y cada uno de sus pensamientos. No era necesario verbalizar ninguna pregunta o respuesta, porque, antes de que pudieran pronunciar una sola sílaba, los alienígenas ya tenían la réplica a punto. Del mismo modo, los contactados comentan que ellos usaban este mismo sistema para comunicarse; al menos, en presencia de los humanos. No hay constancia, por lo tanto, de que utilicen un idioma fonético como el nuestro, con sus palabras y frases.
Unos viejos amigos
¿Desde cuándo se producen contactos entre extraterrestres y humanos? ¿Qué fragmento de la historia compartimos con esos visitantes venidos desde el espacio exterior? Personalmente, creo que los ovnis han estado aquí desde siempre. Y aunque la opinión generalizada es que el fenómeno Ovni nace después de la segunda guerra mundial, hay suficientes indicios que prueban la presencia de naves de procedencia incierta desde hace miles de años. Unos tiempos en los que el hombre no fabricaba ningún tipo de artilugio volador, por lo que no existe posibilidad de confusión alguna. Aquí tienes todo un recorrido a la historia común que compartimos los humanos y nuestros extraterrestres visitantes.
Astronautas de piedra
En los capítulos 5 y 7, dedicados al
pueblo dogon y a los “cabezas redondas”, has podido ver que algunas
civilizaciones extraterrestres llegaron a la Tierra hace siglos y
contactaron con los primitivos pobladores de nuestro planeta. Las
pinturas y leyendas orales, transmitidas de generación en
generación, así lo certifican. Pero Argelia y Mali no son los
únicos puntos de contacto entre humanos y alienígenas en la
antigüedad. Los testimonios sobre naves voladoras y seres de
apariencia no humana se extienden por los cinco continentes. Aquí
tienes algunos ejemplos.
• Tanzania (África). En un abrigo rocoso llamado Chungai-3, se encuentra una pintura de un ser con casco, brazos muy cortos y un traje de una sola pieza. En otra cueva llamada Itololo-1, se descubrió el dibujo de un insólito objeto con cuatro patas y antenas. Y en Kolo-1, la antropóloga Mary Leakey encontró la representación de un ser de gran cabeza dentro de un globo aerostático. Se calcula que estas pinturas tienen una antigüedad de entre 16 000 y 50 000 años.
• India (Asia). En el Ramayana, uno de los textos sagrados de los hindúes, se habla de los vimanas, una especie de naves espaciales que traían a los dioses hasta la Tierra. En el libro se describe que eran capaces de volar a gran velocidad y en cualquier dirección, y que tenían una apariencia brillante y muy luminosa, lo que encaja con las descripciones de ovnis recogidas en los últimos cien años.
• Australia (Oceanía). En Victoria se encuentra una pintura, que data de hace 40 000 años, en la que se puede ver un ser con casco, guantes, botas y traje espacial. En los montes Kimberley, en la Australia noroccidental, los aborígenes pintan a unos individuos llamados Wan-djina que tienen grandes ojos, extrañas indumentarias y anchas bandas colocadas alrededor de las cabezas.
• Italia (Europa). Plinio el Viejo, en el siglo I d. C., escribe en su Naturalis Historia que las visiones de ovnis son frecuentes, e incluso los clasifica en varios tipos que encajan a la perfección con lo que nos cuentan miles de testigos en la actualidad: los clipei, en forma de platillo volante; los chasma, que serían como una bola de luz, y los trabes, alargados como un puro.
• México y Centroamérica (América). Toda la civilización maya gira alrededor de los astros, los planetas y la observación del cielo; disponían de unos conocimientos que en Occidente no se descubrieron hasta la llegada de la Edad Moderna. El Popol Vuh, el libro sagrado de los indios quiché, integrantes del pueblo maya, habla de criaturas venidas de los cielos que tienen todo el saber que existe sobre la Tierra.
Figura 16-3: El Gran dios marciano, en el Tassili, Argelia; 8000 años de antigüedad
Como puedes ver, no hay rincón del planeta
que no se haga eco de la presencia de seres desconocidos, de
presumible origen extraterrestre, en sus manifestaciones culturales
más arcaicas. Los arqueólogos, cuando son preguntados acerca de las
pinturas rupestres, hablan de “extrañas criaturas de cuatro patas”,
“curiosos animales”, “figuras mitológicas” o “humanos
desconcertantes”. Según mi parecer, estas explicaciones provocan
risa… aunque, claro, ellos se resisten a creer en la existencia de
ovnis y extraterrestres.
Si avanzamos en el tiempo, y llegamos hasta los albores del año 1000 d. C., nos topamos con más testimonios que hablan de extraños objetos en el cielo. Entre los años 1027 y 1034 se tiene noticia de la observación de unas extrañas “antorchas en llamas” que iluminaron el cielo durante varios días en Italia, algunas ciudades de Centroeuropa y Egipto. Más adelante, en el siglo XIII, monjes de los monasterios británicos de Saint Albans, Byland y Saint Mary of the Meadows dejaron constancia de la presencia de objetos muy brillantes en el cielo, que causaron terror en aquellos que los contemplaron. Se dice, incluso, que varios de estos objetos se enzarzaron en una batalla en toda regla.
Los ovnis y las bellas artes
En el siglo XV, una pintura titulada Virgen María con el Niño y San Juan nos ofrece una prueba demoledora sobre la presencia de ovnis mucho antes de la llegada del siglo XX. La obra se puede contemplar en el Museo del Palazzo Vecchio de Florencia y no se sabe a ciencia cierta quién podría ser su autor, aunque se rumorea que podrían ser Filippo Lippi, Sebastiano Mainardi o Jacopo del Sellaio. El cuadro recoge una típica imagen religiosa, con la Virgen María en actitud de oración junto a san Juan y el niño Jesús, que en principio no tendría nada que ver con el fenómeno ovni.
Pero si uno se fija con detenimiento, a la derecha del cuadro se aprecia un detalle sorprendente en un segundo término. En el cielo se puede ver perfectamente una nave de la que salen unos rayos de luz y, desde un promontorio cercano, a un hombre que la contempla tapándose la cara con la mano, como si estuviera deslumbrado por el brillo del objeto. A la izquierda del cuadro, otras pequeñas bolas de luz de difícil identificación parecen surcar los cielos.
Un combate de las mismas características tuvo lugar en la ciudad alemana de Núremberg, el 14 de abril de 1561. Según sus habitantes, al salir el sol el cielo se llenó de un sinfín de objetos redondos de color rojo, azul y negro. Junto a ellos también se pudo observar la presencia de dos grandes figuras en forma de tubo, de las que salieron otros objetos más pequeños, lo que encajaría a la perfección con la imagen de varias naves de exploración saliendo de una gran nodriza. Después de que los ovnis tomaran posiciones en el cielo, los ciudadanos de Núremberg relatan que las naves iniciaron una gran batalla que se prolongó durante una hora y que horrorizó a aquellos que la vieron. Unos años más tarde, en 1566, el artista Hans Glaser hizo su propia interpretación de la batalla en un grabado sobre madera que puede verse hoy en Zúrich. En él se puede ver un cielo lleno de objetos de distintas formas y unas columnas de humo en el suelo, que podrían provenir de las naves derribadas durante la batalla.
El primer ovni español
En los siglos siguientes, las noticias
sobre objetos voladores no dejaron de aparecer en los periódicos de
la época, incluso en España. Una de las primera referencias a un
avistamiento en la Península se encuentra recogida en el
Diario Mercantil de Cádiz del 6 de
marzo de 1826. El suceso tuvo lugar en Campo de Criptana (Ciudad
Real) el 14 de febrero de ese mismo año. El periódico gaditano
recoge que “a las 7.50 h se dejó ver en el aire un globo de fuego
de una magnitud extraordinaria, y de figura piramidal […], del todo
semejante a una gran tinaja vuelta boca abajo, descendiendo sobre
la Tierra en un movimiento oblicuo […] y su luz era tan
resplandeciente que deslumbraba a cuantos lo vieron acercarse a la
Tierra”. El artículo puntualiza además que el día era claro y
despejado, por lo que no podía haber confusión posible.
Evidentemente, y debido a la mentalidad de la época, no se habla de
ovnis y extraterrestres, pero la descripción del fenómeno es tan
clara que sobran los comentarios.
Los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX son especialmente prolíficos en cuanto a avistamientos de objetos no identificados. Pero nada se puede comparar a lo que ocurrirá después de la segunda guerra mundial. Ya durante el conflicto, los pilotos de ambos bandos informaban casi a diario de la observación de naves de origen desconocido, en especial de foo-fighters, que aparecen en multitud de fotografías aéreas tomadas por los servicios de inteligencia. Sin embargo, tras el fin de las hostilidades y la llegada de la era atómica una verdadera oleada de ovnis cruzó los cielos de todo el planeta. ¿Acaso nuestros visitantes estaban preocupados ante la posibilidad de que la Tierra acabara destruida en una catástrofe nuclear?
Los platillos volantes
Hoy en día parece que no hay discusión a la hora de señalar el momento en que nació la ufología moderna. Todos parecen estar de acuerdo en que el incidente de Roswell, ocurrido en julio de 1947 en Nuevo México (Estados Unidos) marca un antes y un después en la historia de la investigación. Pero lo cierto es que antes de ese verano de 1947, ya se empiezan a oír los primeros ecos de lo que está a punto de llegar. Durante el año 1946, en toda la península escandinava, y en concreto en Suecia, los avistamientos de ovnis se cuentan por decenas. De hecho, llegan a ser tan numerosos que el ministerio de Defensa sueco expresa públicamente su preocupación ante la constante invasión de su espacio aéreo.
Figura 16-4: Ahí lo tienes, todo un platillo volante
El caso más representativo se produce el 18 de mayo, en el bosque de Kronoskogen, cerca de Ängelhom, cuando un testigo, Gösta Karlsson, afirma haber visto una nave espacial y a sus ocupantes de aspecto extraterrestre. La nave habría aterrizado en el bosque y Karlsson mantuvo algún tipo de contacto con sus ocupantes, que le habrían entregado un anillo como obsequio. El suceso sacudió de tal manera a la pequeña comunidad que unos años después se construyó una estatua conmemorativa en el lugar del avistamiento. Aún hoy puede visitarse.
Pero fue en 1947, y en Estados Unidos,
cuando se desencadenó una verdadera fiebre por los ovnis. El primer
testigo que marcó época fue Kenneth Arnold, un piloto que durante
la madrugada del 24 de junio, mientras sobrevolaba el monte
Rainier, en el noroeste del país, se cruzó con nueve objetos con
forma de media luna. Los ovnis se movían a una gran velocidad,
siguiendo un patrón de vuelo que Arnold definió como “a saltos,
como si fueran platillos que saltan sobre las aguas de un
estanque”. Cuando los periodistas lo entrevistaron, confundieron
sus declaraciones y atribuyeron a los ovnis una forma de “platillo
volante”.
A partir de ese
momento, el término se usó en todo el mundo para denominar a la
típica nave extraterrestre. Es el nacimiento de una nueva era. Ante
el revuelo y la popularidad conseguida por Arnold, la USAF, las
fuerzas aéreas estadounidenses, lanzaron una campaña para
desprestigiar al piloto y atribuyeron el avistamiento a un simple
espejismo. Pero poco pudo hacer el ejército para ocultar lo que
pasó en el sur del país unos días después.
El incidente de Roswell
Lo relatado por Arnold desató una verdadera fiebre de los platillos volantes en Estados Unidos. Unos días después, en la primera semana del mes de julio —no se sabe la fecha exacta—, un granjero del pueblo de Roswell, W. W. Brazel, salió con su caballo a comprobar los efectos de una brutal tormenta que había tenido lugar la noche anterior. Le acompañaban los hijos de sus vecinos, la familia Proctor.
Según la versión oficial de los hechos,
al acercarse al campo donde tenían buena parte del ganado, Brazel
descubrió infinidad de restos materiales esparcidos por toda la
zona, como si se hubiera producido un accidente. En concreto,
Brazel encontró restos de algo parecido a goma, papel de aluminio,
varillas y una especie de papel extraordinariamente duro. El
granjero, después de informar de su hallazgo a los Proctor, se fue
hacia el pueblo y dio parte al sheriff
de Roswell. En concreto, Brazel le dijo que había encontrado los
restos de un disco volador; algo que nunca había visto. Unas horas
después, militares de la base aérea de Roswell, del Grupo 509,
hicieron acto de presencia en la zona y restringieron el
acceso.
El 8 de julio de 1947, el periódico local Roswell Daily Record abría página con un espectacular titular en el que se leía que las fuerzas aéreas “recuperan un platillo volante en un rancho de Roswell”. Ese mismo día, el coronel William Blanchard, del Grupo 509, hizo llegar a los medios de comunicación un cable en el que se afirmaba que un “disco volador” había caído en Roswell y el ejército lo había recuperado con éxito. De inmediato, periodistas de todo el país acudieron a Nuevo México para cubrir lo que podía ser la noticia del siglo. Las centralitas de la oficina del sheriff y de la base aérea de Roswell se colapsaron, y a lo largo y ancho de Estados Unidos miles de personas empezaron a contar que habían visto platillos volantes surcando los cielos.
El 9 de julio, el ejército emitió un nuevo comunicado en el que se desmentían las declaraciones del coronel Blanchard. En la nota de prensa, los militares reconocen que un globo del tipo Mogul, diseñado para captar las vibraciones de una explosión atómica, había caído en las cercanías de Roswell. El objeto es descrito como un gran globo del que cuelga un panel metálico, un reflector de radar, que se ha lanzado con la intención de realizar pruebas secretas. Parece que la nueva versión hizo efecto entre los periodistas, que en unos días abandonaron la zona y se olvidaron del tema. Unas semanas después, parecía que nunca hubiera ocurrido nada en el pueblo de Roswell.
La versión oficiosa
Esta es la historia oficial, la que las autoridades y escépticos han difundido a lo largo de los años. Pero, afortunadamente, a finales de la década de 1970, un investigador llamado Stanton Friedman volvió a fijarse en el incidente de Roswell, que ya había sido archivado en el cuarto trasero de la historia. Friedman entrevistó a los testigos y localizó a algunos militares de la base del Grupo 509. La mayoría ya se habían jubilado y dejado atrás los días de obediencia militar, por lo que empezaron a contar su versión sobre lo sucedido en 1947. Y lo que Friedman descubrió poco tenía que ver con la versión oficial.
Uno de esos testigos era el comandante
Jesse Marcel, oficial de inteligencia del Grupo 509 en el año 1947.
Marcel confesó que, el 7 de julio, él mismo había visitado la zona
del accidente, y que el material que encontró y analizó no parecía
ser de origen humano. A pesar de que las hojas de papel de aluminio
de las que habló el granjero Brazel eran tan finas como el papel,
al llevarlas a la base no hubo manera de doblarlas ni perforarlas,
ni siquiera con una taladradora. El comandante Jesse Marcel añadió
que en muchos fragmentos se podían leer unos grabados
indescifrables, que no se correspondían con nada que hubiera visto
anteriormente. No dudó en atribuir un origen extraterrestre al ovni
de Roswell.
Como oficial de inteligencia, asignado al único grupo de bombarderos atómicos de Estados Unidos, Marcel tenía que saber muy bien a lo que se refería. Tenía que haber visto globos meteorológicos de todos tipos, y posiblemente sabía de la existencia del proyecto Mogul. Ante lo revelador de las declaraciones de Marcel, Friedman decidió proseguir su investigación, a la que pronto se sumarían otros estudiosos del fenómeno. Se pudo constatar, por ejemplo, que la historia del globo no era más que una tapadera, un pequeño secreto que se había revelado para poder guardar uno mayor.
Fuentes militares así lo confirmaron.
Tras buscar testigos del incidente entre la población local, dieron
con Glenn Dennis, un hombre que en julio de 1947 trabajaba en una
funeraria que solía prestar sus servicios a la base aérea del Grupo
509. Según una declaración jurada que hizo pública en 1991, a
principios de julio recibió una llamada de teléfono desde la base,
en la que le preguntaron si tenía algún tipo de ataúd hermético de
pequeño tamaño. Los militares también querían saber cómo se podrían
embalsamar varios cuerpos que habían estado unos días a la
intemperie. Cuando Dennis preguntó si se había producido algún tipo
de accidente, desde la base le respondieron que sólo estaban
contemplando futuras necesidades.
Después de recibir varias llamadas para hablar de los ataúdes, a Dennis lo llevaron a la base aérea de Roswell. Allí pudo ver, sobresaliendo de una furgoneta, restos materiales de lo que parecía un accidente y que se asemejarían a lo que ya había descrito el comandante Marcel. Sin prestar mayor atención, Glenn Dennis entró en la base, donde se encontró con una joven enfermera que salía de una habitación, nerviosa y con un pañuelo en la boca. Mientras se quejaba de lo desagradable del olor, recomendaba a Dennis que saliera otra vez al exterior. Pero el chico de la funeraria desoyó el consejo y, tras una breve y tensa conversación, la enfermera —de nombre desconocido— le contó una historia que ha dado la vuelta al mundo.
La autopsia de los cadáveres
Según la enfermera, esa
mañana habían llevado a la base tres cuerpos desde un bosque
cercano a Roswell. Se trataba de los cadáveres de unos seres de
poco más de un metro, de largos brazos y piernas y sólo cuatro
dedos en cada mano. La cabeza era grande y desproporcionada con
respecto al cuerpo, y los huesos se parecían al cartílago, incluso
los dientes. La nariz estaba hundida, como las orejas, y no tenían
pelo. El olor que emitían era nauseabundo. De los tres cuerpos, dos
de ellos estaban bastante destrozados por lo que parecía la acción
de un perro o un lobo, mientras que el otro estaba en buen estado.
Según los comentarios de los médicos, aquellos seres no se parecían
a nada que apareciera en un libro de medicina. La conversación
terminó cuando la enfermera le ofreció unos dibujos que había hecho
de los alienígenas, mostrando los detalles de los dedos de la mano
y de la cabeza.
Unos días después la misteriosa enfermera desapareció y, por más que el joven la buscó desesperadamente, sólo consiguió averiguar que la habían transferido a una base en Inglaterra; hasta el día de hoy ha sido imposible dar con ella, y tampoco se han podido recuperar los dibujos que realizó. Según Dennis los originales se perdieron y sólo se guardaron unas copias que hizo mucho más tarde un dibujante profesional, siguiendo sus propias instrucciones. A partir de ahí nunca más se volvió a saber. El pueblo de Roswell volvió a la normalidad y Glenn Dennis retomó su empleo en la funeraria, no sin antes haber recibido unas cuantas amenazas por parte de los militares del Grupo de Operaciones 509.
El destino de los restos
Después de oír esta versión de los hechos, la siguiente pregunta es bastante lógica: ¿Y qué pasó con los cuerpos de aquellos alienígenas, si realmente los hubo? Hay varias teorías al respecto, pero todas coinciden en que, tras realizar la autopsia a los cadáveres en el mismo Roswell, los restos del accidente y los ocupantes de la nave se llevaron a una base militar fuertemente vigilada. Hay quien habla del Área 51, en Nevada, unas instalaciones secretas de la USAF donde se realizan pruebas e investigaciones sobre aeronaves experimentales. Aunque se sabe de la existencia de la base, se desconoce realmente qué hace ahí el ejército. El perímetro está fuertemente custodiado por mercenarios privados y nunca se han abierto sus puertas al público. A pesar del secretismo, los antiguos trabajadores de la base siempre han desmentido que en el Área 51 hubiera restos de alienígenas o de ovnis de ninguna clase.
Otras versiones apuntan a Fort Worth
(Texas). Según la versión oficial, los restos del globo de
observación caído en Roswell se llevaron ante el general Roger M.
Ramey, jefe de la base, que los identificó afirmativamente como
típicos de “un globo meteorológico”. Según la versión oficiosa,
Fort Worth sólo fue la primera escala de un viaje de los restos del
ovni hacia la famosa Área 51, en Nevada. Otras hipótesis indican
que el destino final de los restos fue la gigantesca base aérea de
Edwards, en California, o incluso el campo de pruebas de Dugway, en
Utah, donde aún hoy se hacen ensayos con armas químicas y
bacteriológicas. La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta
adónde fue a parar tan delicado material.
Lo sí queda claro es
que las declaraciones de Glenn Dennis y de Jesse Marcel ofrecieron
una nueva versión, y muy precisa, de lo que realmente había pasado
en Roswell aquel julio de 1947. La historia adquiría así un color
completamente original, lo que renovó el interés sobre el caso
durante la década de 1990. El gobierno estadounidense lanzó una
investigación oficial para tratar de aclarar lo sucedido, que
terminó con las conclusiones que todos predecían: de nuevo se
repetía la historia del globo, y se dijo que los cadáveres de
extraterrestres eran muñecos para pruebas, usados en vuelos
experimentales.
Para acabar de crear mayor confusión, en
1995 los informativos de todo el mundo abrían con una noticia
sensacional. Por fin se había encontrado la película de la autopsia
de Roswell; más de 15 minutos en blanco y negro, donde se podía ver
el cuerpo de un extraterrestre con seis dedos en cada mano. Las
imágenes dieron la vuelta al mundo, pero, en 2006, un productor
musical y cineasta amateur llamado Ray
Santilli confesó que todo era un fraude. La película se había
rodado en Londres, en un piso de Camden Town, con ayuda de técnicos
en efectos especiales. Lo cierto es que hasta los más firmes
creyentes en el incidente de Roswell habían mostrado sus dudas
sobre la veracidad de la película.
Y a día de hoy el enigma
sigue abierto. El gobierno de Estados Unidos se resiste a
desclasificar la información secreta sobre el incidente y las
hipótesis sobre lo que realmente pasó crecen como setas. Mientras
tanto, escritores y guionistas siguen sacándole jugo al suceso, al
igual que los ciudadanos de Roswell, que han encontrado en el
accidente del ovni una curiosa manera de poner a su ciudad en el
mapa. El museo sobre ufología, fundado por varios ciudadanos de
Roswell, Glenn Dennis entre ellos, recibe miles de visitas al año y
se ha convertido en un centro de peregrinación para los aficionados
a la ufología de todo el mundo. La verdad aún sigue oculta, pero el
negocio ya está bien abierto.
Los ovnis, asunto de Estado
Aunque el punto culminante de la investigación sobre Roswell tuvo lugar hace relativamente poco, el incidente de 1947 puso en medio del debate público la posible existencia de ovnis y extraterrestres. En plena guerra fría, los gobiernos de todo el mundo empezaron a preguntarse si esos objetos voladores representaban una amenaza real para la seguridad, por lo que pusieron en marcha un conjunto de programas de investigación y propaganda con la intención de controlar el fenómeno. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética elaboraron protocolos de actuación en caso de avistamiento, que indicaban a pilotos y operadores de radar lo que debían hacer si se tropezaban con un ovni. Otras potencias, como el Reino Unido, abrieron departamentos únicamente dedicados a registrar todas las noticias que se recibían sobre el asunto.
En estos años se inició
una política sistemática de ocultamiento, caracterizada por el
engaño y la amenaza hacia aquellos que intentaban difundir la
verdad. Aparecieron los “hombres de negro”, agentes especiales de
dudosa filiación cuya misión consistía en perseguir y destruir
cualquier prueba que pudiera contradecir la versión oficial.
Mientras los contactos y los avistamientos se multiplicaban de
forma exponencial, los gobiernos callaban y daban la espalda a una
opinión pública que se preguntaba qué eran esas luces en el
cielo.
La actitud cambiante de los gobiernos salta a la vista al hacer un repaso a los distintos programas que el Pentágono estadounidense puso en marcha para esclarecer el asunto. Aunque se llevaron a cabo con una finalidad claramente propagandística, más que nada con la intención de tranquilizar a la ciudadanía y ofrecer una imagen de transparencia, la evolución de sus objetivos y conclusiones a lo largo de los años es muy significativa.
• El Proyecto Sign (1947-1948) se propuso averiguar qué había de cierto tras los avistamientos, sin partir de ninguna premisa inicial. Formado por científicos y militares, llegó a la conclusión de que el fenómeno ovni era real, aunque una buena parte de los informes podían atribuirse a causas humanas. Sin embargo, dejó apuntado que había un porcentaje elevado, casi un 20 %, que sólo podría atribuirse a un origen extraterrestre.
• El Proyecto Grudge (1948-1951) nació como reacción al anterior, con el claro objetivo de desprestigiar todo lo que tenía que ver con los ovnis. Se negó sistemáticamente cualquier contacto y se concluyó que el cien por cien de los casos podía explicarse por causas naturales o humanas. Incluso calificaba de enfermas mentales a las personas que decían haber visto ovnis.
• El Proyecto Blue Book (1952-1970) adoptó unas formas más sutiles, pero continuó apostando por el origen natural o humano del fenómeno. Aunque reconocía que los objetos no identificados existían, concluía que no suponían ningún tipo de amenaza para la seguridad nacional y que no tenían un origen extraterrestre. Es más, se llegó a decir que los ovnis no hacían ninguna maniobra que no pudiera realizar una aeronave humana. En sus conclusiones se aconsejaba el fin de los programas de investigación sobre el tema.
Es fácil ver cómo la postura
oficial cambia rápidamente de una actitud curiosa, más o menos
transparente, a otra totalmente destructiva, que niega los hechos
incluso antes de analizarlos. Al final, y tras el fracaso de la
política del enfrentamiento directo, se optó por una posición más
pasiva, que apostaba por la indiferencia. Era como si se creyera
que la opinión pública iba a dejar de interesarse por el fenómeno
ovni en el mismo momento en que los gobiernos le quitasen
importancia al tema. En la actualidad, ésta es la línea que siguen
las principales administraciones occidentales, incluida la
española.
La transparencia británica
En el Reino Unido, por ejemplo, se llevó a cabo una publicación masiva de archivos ovni en el año 2008, coincidiendo con el anuncio de que el gobierno cerraría todos los organismos y oficinas dedicados a su investigación. La explicación de las autoridades fue sencilla: después de años de trabajo y estudio, se había llegado a la conclusión de que los ovnis no suponen ninguna amenaza para la soberanía británica. Este proceso de desclasificación, anunciado a bombo y platillo, sigue hasta el día de hoy en correspondencia con una supuesta política de transparencia llevada a cabo por el ministerio de Defensa. La realidad, como es de suponer, es bien distinta.
Los archivos desclasificados no aportan información relevante sobre los casos ovni y los incidentes más importantes ocurridos en el Reino Unido siguen sin explicación. Entre ellos, el llamado “incidente de Rendlesham Forest”, ocurrido en diciembre de 1980, en el que varios militares y civiles vieron cómo un ovni aterrizaba en el bosque del mismo nombre. Aunque hay pruebas fehacientes de que el suceso ocurrió, e incluso se sabe que uno de los soldados llegó a tocar la nave, el ministerio de Defensa siempre negó que se hubiera llevado a cabo una investigación a fondo. Algo parecido habría ocurrido en el “incidente de Lakenheath-Bentwaters”, en agosto de 1956, cuando varias bases y aeronaves británicas se toparon con gran cantidad de contactos visuales y de radar con naves no identificadas. De nuevo, y a partir de la información desclasificada, el gobierno no sabe y no contesta.
Comunistas contra alienígenas
En la Unión Soviética, en cambio, el asunto se llevó de manera muy distinta. El régimen comunista no tenía por qué aparentar ninguna política de transparencia, así que siempre negó de forma tajante cualquier contacto con ovnis o extraterrestres. Sin embargo, la realidad tras el telón de acero era muy distinta. El mismísimo Stalin mostraba su preocupación ante la constante visita de naves no identificadas y se establecieron órdenes muy claras sobre lo que debían hacer los pilotos que se toparan con ellas. A diferencia de las directrices estadounidenses, que aconsejaban seguir al objeto sin adoptar una actitud hostil, los soviéticos adoptaron un comportamiento mucho más agresivo. Las órdenes del Kremlin consistían en atacar y derribar el objetivo.
Según el testimonio de
los pilotos de la época, los duelos aéreos entre pilotos de
Migs rusos y de naves no identificadas
fueron más habituales de lo que se cree. Algunas fuentes hablan de
más de una docena de ovnis derribados sobre suelo soviético; una
hipótesis que, de ser cierta, habría dado a los científicos rusos
la posibilidad de estudiar de cerca la avanzada tecnología
extraterrestre. Según esta hipótesis, los experimentos se habrían
llevado a cabo en la base de Kapustin Yar y en el cercano complejo
subterráneo de Zhitkur, unas instalaciones secretas donde los
soviéticos desarrollaron y probaron infinidad de misiles atómicos
de alcance intercontinental. La base de Zhitkur, hoy en un estado
cercano al abandono, se habría convertido en un verdadero centro de
investigación sobre tecnología extraterrestre; el Área 51 de la
Unión Soviética, donde se analizaban a fondo los restos de ovnis y
los cadáveres de sus ocupantes. De ahí habrían surgido algunas
revolucionarias ideas sobre ingeniería, como el desplazamiento
físico a partir del electromagnetismo. Unas líneas de trabajo que,
con la caída del comunismo, se habrían abandonado hasta caer en el
más absoluto de los olvidos.
Otros investigadores, en cambio, sostienen que en Zhitkur nunca hubo ovnis ni alienígenas; sólo un pequeño puesto militar con algunos búnkeres subterráneos. Sí se sabe que Kapustin Yar, en cambio, fue el centro de investigación sobre misiles más importante de la antigua Unión Soviética. Una base creada a toda prisa después de la segunda guerra mundial, en la que trabajaron muchos científicos provenientes de la Alemania nazi. En Kapustin Yar también se llevaron a cabo algunas pruebas nucleares de baja intensidad, lo que indudablemente contribuyó a aumentar el halo de misterio que aún hoy tiene la base.
En lo que sí que están de acuerdo todos
los investigadores es en reconocer la actitud hostil de los pilotos
soviéticos frente a los ovnis. Una directriz que se mantuvo hasta
bien entrada la década de 1970, cuando el alto mando recomendó
cambiar la táctica y ordenar a los pilotos que se limitaran a
seguir a los objetos, sin disparar. Según la documentación
desclasificada tras la caída del régimen soviético, las fuerzas
aéreas rusas perdieron bastantes aviones en estas persecuciones,
sin que en ningún caso se lograse derribar el objeto identificado.
No es que los ovnis destruyeran a los Migs con sus avanzadas armas; más bien los aviones
habrían sido derribados por los misiles antiaéreos soviéticos, que
se lanzaban a la desesperada para intentar hacer caer al
invasor.
El ovni espía
El 1 de mayo de 1960, un ovni entró en el espacio aéreo soviético desde el Asia central, proveniente de Pakistán. Varios cazas interceptores se abalanzaron inmediatamente sobre él, pero el objeto no identificado volaba tan alto y corría tan deprisa que los dejó atrás enseguida. Pero en un momento en que el ovni pareció descender, una batería de misiles antiaéreos de alto alcance fue capaz de dar en el blanco. Mientras el objeto se precitaba al vacío, de la cabina del aparato saltó un hombre en paracaídas. Se llamaba Francis Gary Powers.
El ovni resultó ser un avión espía estadounidense U-2, enviado con la misión de fotografiar las bases de misiles nucleares soviéticos. Los rusos pudieron recuperar el ultrasecreto avión en buen estado y Gary Powers fue capturado y condenado a diez años por espionaje, en lo que se convirtió en uno de los pasajes más célebres de la guerra fría. Pero los misiles antiaéreos no sólo hicieron caer el U-2; además también se llevaron por delante un Mig-19 que había despegado para interceptarlo, pilotado por el teniente Sergei Safronov. Aunque pudo saltar en paracaídas, murió por las heridas del impacto. Ante semejante falta de puntería y de éxito es comprensible que una Unión Soviética con serios problemas económicos decidiera ahorrar en aviones, pilotos y misiles.
Toda esta información permaneció oculta hasta la caída del telón de acero, en 1991. A partir de esta fecha, los ufólogos rusos disfrutaron de unos años de tímida apertura al mundo que permitieron conocer esta página oculta de su historia. Sin embargo, con la llegada al poder de Vladimir Putin en 1999, el acceso a los archivos se volvió a controlar y el pueblo ruso se quedó sin saber qué había pasado realmente entre los pilotos soviéticos y sus camaradas extraterrestres. De nuevo, un gobierno democrático decidía esconder a su pueblo una información a la que debería tener legítimo acceso. La nueva Rusia, a priori despojada de la pátina soviética, decidía mantener una política de negación y ocultación más propia de tiempos pasados.
Mis ovnis favoritos
Con el nacimiento de la ufología moderna, en el verano de 1947, los testigos que reconocían haber visto ovnis y extraterrestres se empezaron a multiplicar por todo el mundo. Desde entonces el fenómeno ha sido imparable, aunque no siempre ha recibido la misma atención por parte de los medios de comunicación. En Estados Unidos, la década de 1950 es un periodo especialmente prolífico. Empiezan a salir a la luz pública los primeros contactados, como el polémico George Adamski, quien decía haber hablado y viajado con extraterrestres de Venus. Algunas de sus fotografías de ovnis se han convertido en imágenes icónicas dentro de los círculos ufológicos, aunque hay serias dudas sobre la veracidad de sus declaraciones y de las pruebas que presentó para corroborarlas.
Adamski fue la primera persona que se
reconoció como un contactado en todo el mundo. Detrás de él,
centenares de testigos han contado relatos semejantes, aunque no
siempre con la coherencia y consistencia que sería deseable.
Algunos de esos testimonios sí que me parecen genuinamente
auténticos, pero también los hay que son simples fraudes. No puedo
poner la mano en el fuego por aquellas historias que no he conocido
en primera persona, como las del mismo Adamski y las de otros
contactados residentes lejos de nuestras fronteras. Pero sí puedo
hacerlo por aquellos que he investigado de primera mano, tanto en
España como en América Latina, y de los que te voy a ofrecer una
pequeña selección en este apartado.
En España, los primeros
estudios ufológicos aparecen en la década de 1960, por obra de
Antonio Ribera, un investigador pionero y dedicado que llegó a
recibir, en reconocimiento a su trabajo, la Cruz de Sant Jordi, la
condecoración más alta que otorga el gobierno de la Generalitat de
Cataluña. Gracias a sus trabajos el interés por la ufología aumentó
paulatinamente, hasta convertirse en tema habitual de periódicos y
semanarios en los primeros años de la década de 1970. Será también
en esa época, que coincide con mi bautismo de fuego, cuando las
autoridades militares españolas empezaron a mostrar interés por el
fenómeno. Como si calcaran al resto de sus homólogos occidentales,
la actitud del Ejército pasó por tres etapas bien diferenciadas: la
curiosidad de la década de 1970, la negación de la de 1980 y una
supuesta transparencia en la de 1990; momento en el que se pudo
tener acceso a buena parte de los archivos clasificados, lo que
permitió descubrir que el Ejército del Aire tenía también un
protocolo bien definido para abordar los expedientes ovni.
Figura 16-5: Lista secreta para el ministerio de Defensa, con los casos ovni más importantes recogidos en España
Si quieres saber más
sobre la actitud del Ejército Español con respecto al fenómeno
ovni, te recomiendo que eches un vistazo a uno de mis libros,
Materia reservada, donde abordé el
tema en profundidad. Ahora, como te adelantaba más arriba, ha
llegado el momento de exponerte algunos casos de avistamientos y
contactos que he podido investigar en primera persona y sobre los
que puedo poner la mano en el fuego. Entre ellos, tres sucesos que
merecieron una valoración máxima —un 9 sobre 10— por parte los
servicios de inteligencia del Ejército del Aire español. Me refiero
a los avistamientos de Manises en 1979 y a los de las Canarias de
1976 y 1979.
El ovni de Maspalomas
Si he decidido empezar por aquí se debe
a lo excepcional de un caso que se conoce en todo el mundo como “el
ovni de Canarias”. Su importancia reside en que se trata del único
documento gráfico de un ovni proporcionado a un civil por la Fuerza
Aérea Española. Creo que el acontecimiento tiene, por sí mismo, el
suficiente peso y valor como para hacer del caso toda una estrella
en el firmamento de la ufología internacional. ¿Cuándo se ha
registrado en España un hecho semejante? Sencillamente, nunca. Que
yo sepa, jamás la fuerza aérea de ningún país había hecho entrega a
un periodista de un testimonio tan definitivo. Todo esto sucedía a
los pocos meses de que la Fuerza Aérea me entregara 12 expedientes
sobre otros tantos casos ovni, registrados en los cielos y campos
de nuestro país entre los años 1964 y 1976, y sobre los que puedes
encontrar abundante información en mi libro Alto secreto.
La historia del ovni de Maspalomas empieza en una de mis entrevistas con el entonces general jefe del Estado Mayor del Aire, teniente general don Felipe Galarza. Mientras conversábamos sobre los ovnis, el militar se levantó del butacón y con paso decidido se dirigió a su mesa de despacho. Yo permanecí ahí de pie, esperando. No conocía las intenciones del general. De ahí que mi sorpresa fuera mayúscula cuando, al regresar, noté que entre sus manos llevaba una fotografía en color, unida por una esquina a un folio mecanografiado. Era una fotografía de un ovni, que el general afirmó haber preparado para mí.
La fotografía en sí se había tomado de noche. En su parte inferior se apreciaba la silueta de una urbanización, en la suave ladera de una montaña. Y, en mitad del cielo, enorme y radiante, una gigantesca bola de luz muy intensa, cruzada por una línea horizontal ligeramente inclinada. La esfera parecía tener un tamaño descomunal, y bien podría decirse que brillaba como un sol en mitad de la noche.
El contenido del informe oficial
Las preguntas empezaron a atropellarse, mientras el militar sonreía y me recomendaba que leyera el documento anexo a la foto. Aquel folio, que naturalmente conservo, era el expediente que explicaba el origen de la foto. Según la inteligencia militar española, la foto había sido encontrada por el conserje de un hotel. Por lo visto, venía por error en un sobre destinado a un ciudadano extranjero que estaba alojado en dicho establecimiento. Cuando el turista la devolvió, y ante lo extraño de la imagen, el conserje se la quedó como curiosidad.
Al abrirse la investigación sobre el caso de Maspalomas, la Guardia Civil dio con el conserje, que fue quien les entregó la foto. La policía entrevistó al personal del laboratorio, quienes confirmaron que la imagen era auténtica, que no había sido retocada, pero añadieron que no podían precisar el nombre de la persona que había tomado la instantánea. El documento oficial también decía que no se podía afirmar con seguridad ni el día ni la hora ni el paraje exacto desde donde fue obtenida, aunque al parecer se trataba de la localidad de Playa del Inglés, en el complejo turístico de Maspalomas, en Gran Canaria. El informe militar recogía que al enseñársela a los testigos y tripulantes del vuelo T-12:461-43, que habían dado el primer parte del avistamiento del ovni, todos reconocieron el fenómeno.
Cuando terminé de leer el documento, el militar me aseguró que la foto era auténtica y que, según él creía, la habían tomado en la noche del 22 de junio de 1976. Al preguntarle acerca de los detalles del expediente, sus respuestas no fueron tan generosas; quedaba claro que el general sabía mucho más de lo que me estaba mostrando, pero tampoco era cuestión de presionarlo. Ya había hecho suficiente.
Dos expedientes y el mismo ovni
Al regresar a Bilbao y consultar los 12 expedientes oficiales que me habían entregado con anterioridad, caí en la cuenta de que el documento anexo a la fotografía hacía referencia a otro informe, el 1/76. Al buscar en mis archivos, me di cuenta de que el caso que se mencionaba en aquel folio no era otro que el relatado por un médico de Guía, también en Gran Canaria, En dicho informe 1/76, un médico canario, Francisco Padrón Leo, había sido testigo, junto con otros vecinos del barrio de Las Rosas, de la presencia de un objeto esférico, transparente y de gran luminosidad, en cuyo interior fueron vistas dos criaturas de más de dos metros de estatura, enfundadas en escafandras negras y trajes rojos. Esto tuvo lugar a las 21.30 h del mencionado 22 de junio de 1976.
Unos minutos antes, la tripulación
completa de la corbeta Atrevida, de la
Armada Española, observó un curioso fenómeno —totalmente
inexplicable— cuando navegaba a unos 6 km de Punta Lantailla, al
sur de la vecina isla de Fuerteventura. El capitán y el resto de la
tripulación vieron cómo un objeto se elevaba desde tierra,
inmovilizándose en el espacio y creando una especie de gigantesca
burbuja azulada, que parecía apoyarse en el suelo. En una tercera
fase, el ovni se despegó de la burbuja, dirigiéndose a gran
velocidad hacia la isla de Gran Canaria.
La tripulación de la corbeta española había observado el fenómeno a las 21.27, mientras que el médico y los vecinos lo habían hecho tres minutos más tarde. Este mismo objeto, según todos los indicios, había sido visto poco después al sur de esa misma isla de Gran Canaria, en la costa de Maspalomas. Y allí, tal y como refería el documento que acababa de poner en mis manos don Felipe Galarza, lo fotografió un turista extranjero.
Las sorpresas
continuaron. Y así, dos años después, en 1978, otro alto general de
la Fuerza Aérea Española ponía en mis manos dos nuevos informes
oficiales sobre ovnis. Uno de ellos era el avión T-12:461-43, al
que hacía alusión el folio que yo había leído en presencia del
general. Y no pude dar crédito a lo que estaba viendo. Aquel nuevo
avistamiento, el del avión, se había producido el 19 de noviembre
de 1976, en aguas de las islas Canarias. No el día 22 de junio. Era
muy posible, por lo tanto, que el ovni fotografiado y visto el 22
de junio fuera el mismo, o muy similar, al que observaron cientos
de testigos cinco meses después.
A bordo de aquel avión militar T-12 viajaba, nada más y nada menos, que el general jefe de la zona aérea de Canarias, don Carlos Dolz del Espejo y González de la Riba, quien también vio el gigantesco ovni. Además de los tripulantes de dicho avión, vieron el objeto los tripulantes del buque escuela español Juan Sebastián Elcano, otro avión de pasajeros de la compañía Spantax y numerosas personas desde las islas. Curiosamente, como decía el jefe instructor en aquel famoso folio, “al enseñar [la fotografía de Maspalomas] a los testigos y tripulantes del avión T-12:461-43, reconocieron el fenómeno en su fase segunda inmediatamente antes de convertirse en un semicírculo apoyado en el horizonte”.
En el mes de marzo de 1977,
el extraordinario “ovni de Canarias” saltaba a la páginas de
numerosos periódicos y revistas del mundo. Televisión Española, por
primera vez en su historia, y de la mano de ese gran profesional
que es Eduardo Sotillos, hacía llegar dicha fotografía hasta los
hogares de millones de españoles en uno de los momentos de mayor
audiencia, el telediario de las nueve de la noche. La emoción al
ver en la pequeña pantalla, y en las primera páginas de los más
importantes rotativos, a mi ovni de Canarias me compensó con creces
de otras muchas angustias, tristezas y soledades que había vivido
en esos primeros años como investigador.
De nuevo, en las Canarias
Se trata de un caso mundialmente conocido y que fue registrado el 5 de marzo de 1979, de nuevo en las islas Canarias. Hacia las siete de la tarde, y para sorpresa de miles de vecinos, surgieron en el horizonte unas extrañas nubes en forma de anillos iridiscentes. Unos anillos de colores vivísimos que, lógicamente, llamaron la atención de casi todas las islas. Según se hacía de noche, esas misteriosas nubes circulares ganaron en viveza y luminosidad
Los testigos observaron unas líneas zigzagueantes amarillas que recorrieron la totalidad de los anillos. Éstos fueron ensanchándose, alcanzando unas proporciones gigantescas. Al cabo de una hora, aproximadamente hacia las 20.10, miles de personas asistieron a otro fenómeno no menos espectacular, la aparición de un objeto volador no identificado. Instantes después el ovni se elevaba hacia el firmamento, dejando una brillante y colosal campana de luz. Minutos después, los anillos fueron difuminándose hasta desaparecer.
Sería prácticamente imposible citar a
todos los testigos que contemplaron las dos grandes fases del
fenómeno. Puedes encontrar el relato completo de los hechos en mi
libro La gran oleada o en el
expediente desclasificado por el Ejército del Aire español que
publiqué en mi web www.planetabenitez.com. No obstante, y con el
objetivo de que dispongas ahora mismo de una amplia panorámica de
lo que se vio aquella tarde, he creído oportuno mostrar alguna de
las descripciones de modo resumido.
• Ildefonso Altamirano, técnico de TVE, desde Izaña: “El ovni, que voló primero en dirección horizontal y después en vertical era un disco, con un tamaño aparente similar a un tercio de la luna llena. Aquel disco plateado dejaba una estela similar a la de un barco que surca las aguas. Al llegar a la altura de los ‘anillos’, el objeto subió casi verticalmente, con inclinación sudeste”.
• Antonio González Llopis, fotógrafo: “El objeto se paró unas décimas de segundo y después se desplazó casi horizontalmente hacia arriba. A continuación se paró menos de medio segundo. Recogió como unas patas o compuertas que cerraron las toberas. Y salió disparado hacia el firmamento. No desprendía humo, gases o energía lumínica”.
• Francisco Guardia: “La silueta del objeto era como metálica, bordeada por una luz intensa muy brillante, semejante al neón”.
• Lourdes Hernández, desde La Gomera: “Parecía un caldero achatado de gran tamaño que lanzaba una luz anaranjada, que subía y subía hasta que muerta de susto me puse a rezar. Tenía el tamaño de un edificio de tres plantas”.
• José Ojeda, médico: “El objeto tenía forma ovalada, que parecía alargarse con la enorme velocidad de su desplazamiento. Parecía detenerse por décimas de segundo para continuar luego de forma lateral”.
• Gilberto Naranjo, técnico de TVE, en Izaña: “Aquello no era un misil. La estela era totalmente diferente”.
• Julio Quintero, desde Tenerife: “Cuando estábamos comiendo bajo las dos piedras famosas del Teide, recuerdo que sentí un zumbido penetrante que hizo estremecer mis oídos, al mismo tiempo que unos pinos cercanos movían sus ramas. Unos remolinos de polvo se formaron en aquella misma zona y me extrañó porque no soplaba ni la más leve brisa”.
• Fidel Fernández y otros testigos, desde la isla de La Palma: “Primero vimos como una estructura en el mar. Había como una torre que sobresalía de un rectángulo, bajo el cual se destacaban tres protuberancias, como patas. Entonces, las dos esferas de luz que habíamos visto anteriormente entre los anillos se fundieron con la plataforma. Y la estructura toda se elevó”.
Al divulgar el caso, algunos intoxicadores profesionales dijeron que el ovni era realmente un misil disparado por un submarino soviético. Dejando de lado que un incidente de este estilo hubiera desencadenado la tercera guerra mundial, la observación de las fotografías no dejaba duda alguna.
Para acabar de
asegurarme, decidí enviar una carta a la Armada Soviética
preguntándole sobre el suceso. Su respuesta fue clara: “Le
comunicamos que el 5 de marzo de 1979 ninguno de los submarinos
soviéticos estuvo en la región de las islas Canarias, no
efectuando, por lo tanto, lanzamientos de misiles balísticos. Le
deseamos éxitos en la investigación de los fenómenos ovni. Firmado,
K. Makarov, jefe del Estado Mayor de la Armada”. Y por si quedaba
alguna duda, la desclasificación de los archivos ovni en España en
el año 1991 reveló que los servicios secretos habían considerado el
suceso como “muy importante”, otorgándole un 9 en una escala de 10.
Creo que sobran los comentarios.
El incidente de Manises
Aquel mes de noviembre de 1979 marcó un
hito en la historia de la ufología española. No todos los días se
tiene noticia de un avión comercial, con 109 pasajeros, que resulta
desviado de su ruta a causa de un ovni. Sí que hay cientos de casos
de aviones civiles y militares que han tenido encuentros con estas
naves no identificadas, tal y como puedes comprobar si hojeas mi
libro Encuentro en Montaña Roja. Lo
que ya no es tan corriente es que uno de estos aviones comerciales,
un Super Caravelle de la desaparecida
compañía española TAE, tenga que abandonar su rumbo para tomar
tierra en un aeropuerto no previsto.
Esto fue lo que sucedió aquella noche del 11 de noviembre de 1979 en los cielos españoles. No me extenderé sobre el suceso, que describo con gran amplitud en mi libro Incidente en Manises. A título de resumen diré que, aquella noche, el citado Super Caravelle, con 109 turistas alemanes y austríacos, fue abordado por un objeto de unos 200 m de longitud, que voló en paralelo al reactor por espacio de ocho minutos.
Como consecuencia de la violenta aproximación del gigantesco ovni, que fue detectado en las pantallas de radar del Mando de la Defensa Aérea, en Madrid, el comandante Lerdo de Tejada, que dirigía el Super Caravelle, suspendió su vuelo desde Palma de Mallorca a las islas Canarias para aterrizar en el aeropuerto valenciano de Manises. En el citado aeropuerto, más de 40 personas, entre ellas el propio director, el ingeniero aeronáutico Miguel Morlán, pudieron contemplar por espacio de dos horas la presencia de tres ovnis de gran luminosidad, que permanecieron estáticos sobre la zona. Hacia las dos de la madrugada la Fuerza Aérea Española hizo despegar desde la base de Los Llanos, en Albacete, un caza Mirage pilotado por el capitán Fernando Cámara, con la misión de interceptar los ovnis.
El piloto de combate persiguió a tres
discos de gran luminosidad durante casi 1 hora y 45 minutos. La
persecución fue tan infructuosa como insólita. Según mis
informaciones, extraídas de altos círculos militares, los ovnis
bloquearon en diversas ocasiones el radar, la cámara y los misiles
del caza español. Una de estas persecuciones ocurrió precisamente
sobre el mar Mediterráneo. El ovni y el Mirage llegaron incluso hasta las islas Baleares.
Pero, como digo, el esforzado piloto nada pudo hacer ante las
formidables velocidades y capacidad de maniobra de los discos.
Antes de poder establecer un contacto cercano con ellos, la alarma
que avisa de un bajo nivel de combustible saltó y el piloto tuvo
que volver a la base.
Esta persecución sobre las
islas se registró justamente hacia las 2.30 o 3 de la madrugada.
Por supuesto, los habitantes de las Baleares se encontraban ajenos
a lo que pasaba en sus cielos, pero algunos vecinos de Palma de
Mallorca sí observaron un extraño objeto volador no identificado. Y
precisamente a la misma hora en que el caza intentaba llegar hasta
el brillante ovni. La posterior investigación oficial, que llegó
incluso al Congreso de los Diputados, confirmó que no había una
explicación coherente para el fenómeno. Aquellas luces no eran
helicópteros, aviones, estrellas ni ningún otro tipo de objeto
identificado. Las hipótesis de los intoxicadores, que hablan de
interferencias originadas por la Sexta Flota estadounidense o del
reflejo de las llamas de una refinería, han sido desmontadas una a
una. Las llamas de la refinería de Escombreras, en Cartagena, jamás
han medido 200 m y tampoco había barcos estadounidenses en la zona.
A día de hoy, el incidente de Manises sigue sin respuesta y el caso
permanece abierto.
El ovni de los Villares
Probablemente se trata de uno de los relatos más extraños que he conocido en estos años de investigación. Estoy seguro de que, algún día, el caso de Los Villares pasará a la historia de la ufología como un clásico. Sin duda, uno de los enigmas más redondos e inquietantes. Aquí tienes una síntesis de esta desconcertante historia, registrada en el verano de 1996 en el pequeño pueblo de Los Villares, en Jaén. Un misterio que todavía nadie ha descifrado.
El protagonista de nuestra historia es
un hombre llamado Dionisio Ávila, que iba acompañado de su perra
Linda. Ávila es un jubilado muy
querido y respetado en su pueblo. Siempre ha vivido en Los
Villares, donde ha trabajado como carbonero y agricultor, y no sabe
leer ni escribir. Su vida, en definitiva, ha sido muy sencilla,
hasta que el 16 de julio de 1996 todo cambió. Siguiendo la
costumbre, Dionisio salió esa mañana de su domicilio y se dispuso a
dar su paseo habitual por las cercanías de la localidad. El cielo
aparecía azul y despejado.
Figura 16-6: Dionisio Ávila y el lugar del aterrizaje; la hierba quedó alterada
Al subir la suave loma de Los Barrero, a cosa de medio kilómetro del pueblo, la perra se mostró inquieta. El hombre se detuvo, tratando de animar al atemorizado animal, pero Linda terminó desapareciendo de la vista. El anciano, sospechando que la culpa la tenía otro perro, prosiguió por su camino sin darle mayor importancia, dispuesto a llegar a una vieja encina en la que tenía por costumbre descansar durante unos minutos. Pero, al coronar la loma, se llevó la sorpresa de su vida. A escasos metros del atónito jubilado flotaba algo extraño. Un objeto que, en su ignorancia, Dionisio confundió con un contenedor del ICONA (un antiguo organismo estatal dedicado a la conservación del entorno natural).
El testigo observó el aparato durante unos segundos y, presintiendo algo, llamó a gritos a la perra. Poco después, Linda regresó junto a su amo. “Era circular, parecido a una media naranja y con una cúpula en lo alto.” Dionisio caminaba todos los días por la zona y sabía que aquella máquina nunca había estado allí. “Era muy raro. Flotaba en el aire, a corta distancia del suelo, y noté un olor muy desagradable, parecido al carburo. Por debajo se escuchaba un ruido, como el del gas cuando escapa de la botella de butano.”
Ni corto ni perezoso, fue a rodear el curioso artefacto. Hasta esos momentos, Dionisio seguía creyendo que aquello no era otra cosa que un trasto dejado en el lugar por los guardas forestales. Y sin prisa, ignorando la naturaleza de lo que tenía delante, fue rodeando el objeto. En lo alto, en la cúpula, se distinguían unas ventanas redondas y oscuras, similares a los ojos de buey de los barcos. De pronto, cuando se hallaba a tres metros del objeto, Ávila, instintivamente, volvió la cabeza. Fue entonces cuando los vio.
Un encuentro en la tercera fase
“No sé de dónde salieron ni cómo
llegaron. Sencillamente, al mirar atrás los vi junto al cacharro.
Eran tres: dos mujeres y un hombre. Me miraban. Tendrían 1,70 m de
altura. Vestían unos buzos muy ajustados y resplandecientes. Tenían
la cabeza pelada y los ojos rasgados, como los indios del Perú. No
vi labios...” Entonces ocurrió algo no menos insólito. El jubilado
vio aparecer una pequeña luz, de características similares a la
bombilla de una bicicleta o de una moto. “No sé de dónde salió. Lo
que recuerdo es que vi cómo se acercaba. Puede que la arrojaran
ellos, no lo sé. Trazó un arco y fue a caer a mis pies. Era como un
lucerillo.” Dionisio, según sus palabras, se inclinó y tomó la luz
entre los dedos: “¡Qué misterio, oiga! Al agarrar el lucerillo ya
no era un lucerillo. Aquello era una piedra, redonda como una
pelota de tenis y con muchos laberintos…”.
¿Laberintos? Dionisio, con su parco y peculiar lenguaje, fue a explicar que los “laberintos” en cuestión eran signos. Unos grabados muy extraños, que jamás había visto. Instantes después, la nave y sus ocupantes desaparecieron del campo, dejando un cerco de vegetación quemada. “Tampoco me pregunte cómo. No sabría decirle o, lo que es peor, le mentiría. Estaban allí y, en un abrir y cerrar de ojos, dejaron de estar. Se esfumaron.” Allí se quedó el atemorizado y descompuesto jubilado, con la extraña piedra en la mano y sin saber adónde mirar. Fue entonces cuando el pánico lo dominó y le hizo correr camino abajo en dirección a Los Villares. “Durante varios días, oiga, no fui persona. No comía ni bebía.”
Ésta es, en síntesis, la historia de lo sucedido en el sur de España aquel mediodía del 16 de julio de 1996. Después de conocer a Dionisio y charlar con él, puedo asegurar que no es la clase de hombre que se inventa una historia así. No es un loco ni un fabulador. El misterio de Los Villares se cuenta entre los contactos más claros y mejor detallados de todos los ocurridos en España, y a día de hoy aún no se ha podido dar con una respuesta lógica y racional que lo explique. El enigma, como siempre, sigue abierto.
El salar de Uyuni
Después de casi cuarenta años de investigación, he entrevistado a miles de personas que decían haber tenido experiencias con ovnis o con criaturas de origen extraterrestre. Si me preguntaras con qué testimonio me quedo de entre todos los que he obtenido, probablemente me decantaría por un suceso registrado en 1967 en el altiplano boliviano, muy cerca del salar de Uyuni.
Primero hay que situarse en la época y
en el lugar. En la región, casi desierta, viven familias de indios
quechuas, prácticamente aisladas del resto del país. Ni siquiera
hablan castellano y casi todos son analfabetos. En aquellos tiempos
no disponían de radio o televisión, y tampoco de periódicos. Para
llegar hasta la zona, es preciso caminar durante días o soportar un
infernal viaje en todoterreno por mesetas, colinas y valles tan
ásperos como olvidados. En uno de esos desiertos, a casi 4000 m de
altitud, vivía en 1967 la familia Flores. Unos campesinos que
sobrevivían humildemente de la cría de ovejas y de lo que les daba
un suelo duro y áspero.
Un buen día, cuando los hombres habían salido a trabajar en el campo, Valentina Flores, con su niño a la espalda, se dirigió a uno de los corrales en el que guardaban el ganado. Son rediles de piedra, de un metro de altura, en los que encierran a las ovejas durante la noche. Valentina quedó sorprendida. Uno de aquellos corrales aparecía cubierto con una especie de red.
En el interior se movía un hombrecito, de un metro de estatura, vestido con un extraño traje de buzo. Tenía algo a la espalda, una especie de mochila. De la sorpresa, la india enseguida pasó a una creciente indignación. Aquel individuo estaba matando a sus ovejas y corderos. Más de sesenta se estaban desangrando en el interior del corral. En el exterior del redil observó también a un segundo hombrecillo de la misma estatura, y vestido con una indumentaria similar.
Agresión en legítima defensa
Aquel segundo ser corrió hacia un montículo cercano y, de pronto, se alzó por los aires, desapareciendo como un pájaro. Valentina, enloquecida, ignorando la naturaleza de los intrusos, se hizo con un palo y comenzó a golpear con furia al que todavía se encontraba en el corral. El individuo pulsó una máquina que tenía a su lado, recogió la red y trató de defenderse de la lluvia de golpes lanzando una especie de cuchillo sobre la mujer. “El cuchillo —según me contó Valentina— iba y venía de la mano del hombrecito hasta mi pecho y me hirió.” Uno de los golpes abrió la cabeza de la criatura y la sangre cayó sobre las piedras. Finalmente, el hombrecillo puso en marcha como pudo el mecanismo de la mochila y emprendió el vuelo, y se perdió en la misma dirección de su compañero.
Días después, avisadas las autoridades de Uyuni, una comisión del ejército boliviano visitó el lugar para examinar las heridas de Valentina, así como la matanza de ovejas y la sangre que había quedado en las piedras. Nadie supo dar una explicación satisfactoria a lo sucedido en el caserío de los Flores. Fue un crimen sin culpables a los que identificar, que dejó a la familia en la ruina y que provocó su emigración forzosa hacia la capital.
Si digo que estamos ante un
caso ovni de especial interés se debe a que, fundamentalmente, no
hay posibilidad de duda con respecto a la pureza de la narración y
a lo observado por los militares. Las ovejas aparecían sin sangre,
con heridas practicadas con algún tipo de instrumental de origen
desconocido. Y me resisto a creer que aquellas gentes que jamás
habían visto una película, la televisión o leído un libro de
ciencia ficción pudieran inventarse una historia de hombrecillos de
un metro vestidos con trajes de buzo. A lo largo de todos estos
años, he entrevistado a muchas personas que fabricaban sus
historias a partir de las declaraciones de otros testigos o de lo
que habían leído en algún novela barata. En el caso de la familia
Flores, nada de esto era posible. Su candidez me hizo creer que su
testimonio era auténtico. Espero que puedas estar de acuerdo
conmigo.