Capítulo 3
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Instrucciones de uso
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En este capítulo
• Las fuentes de información
• Las excavaciones arqueológicas
• Cómo datar un objeto
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La enigmología toma a la ciencia de la mano para caminar por el sendero del descubrimiento, lo que significa que en la práctica comparten métodos y técnicas de investigación. Cualquier estudio que pretenda ser serio y sentar cátedra deberá seguir los principios del método: la observación deberá ser minuciosa; la documentación, abundante; las hipótesis, razonables, y las pruebas, concluyentes.
Quizá todo esto te suene algo serio y estirado. Parece incluso que sea incompatible aunar cierto rigor académico con la búsqueda de vida extraterrestre o la persecución de Nessie. No le des muchas vueltas; yo te propongo cómo hacerlo.
Fijar el objetivo
Va a sonar tonto, lo sé, pero nunca está de más empezar por el principio: lo primero que se necesita para lanzarse a investigar un enigma es… un enigma. En el capítulo 1 te he descrito a qué me refiero cuándo hablo de enigmas y misterios; exacto, un fenómeno que no podemos comprender con nuestros conocimientos actuales. Puedes escoger como tema de investigación algún caso de los que te presento en este libro. O, mejor aún, te invito a lanzarte al estudio de un enigma que conozcas de primera mano y a que seas tú quien abra una nueva línea de investigación.
En primer lugar, tendrás que comprobar que el enigma existe realmente. Y no me refiero a que confundas un fraude con un enigma. Los fraudes no suelen desenmascararse hasta llegar a las últimas etapas de la investigación, después de realizar las pruebas necesarias. De hecho, todos los fraudes eran enigmas antes de que alguien descubriera el engaño. Así que aquí hablo de algo mucho más sencillo: se trata de averiguar si hay algún tipo de indicio que confirme la existencia del misterio.
Te pondré un ejemplo. En los numerosos foros
dedicados a la ufología que hay en Internet puedes encontrar
noticias que hablan de avistamientos recientes. Imaginemos que das
por buena la información y te diriges al lugar del avistamiento, en
busca de posibles testigos. Pero una vez en el escenario nadie
parece saber nada. Resulta imposible encontrar una sola persona que
afirme haber contemplado el ovni, ni siquiera alguien que se
invente alguna historia relacionada. ¿Qué pasa entonces? ¿Se ha
esfumado el enigma? No exactamente; más bien te han tomado el pelo.
Y te está bien empleado, por seguir fuentes poco fiables y no
contrastadas, como pueden ser los foros de Internet. En los
primeros años de mi carrera me ocurrió unas cuantas veces, y eso
que la idea de Internet todavía ni se nos pasaba por la cabeza.
La parapsicología también es proclive a perseguir enigmas que ni siquiera existen como fraude. ¡Cuántos investigadores se han pasado noches enteras esperando ver alguna presencia fantasmal, perdidos en un caserón supuestamente maldito, sin encontrar nada que justificara su espera! No es que hayan sido víctimas de un fraude; lo serían si hubieran descubierto a alguien cubierto con una sábana y ululando como un búho. Más bien dieron veracidad a una información incierta y siguieron una pista falsa. Antes de lanzarte a la búsqueda de un enigma, asegúrate por lo tanto de que la información que utilizas tiene cierta base.
En la biblioteca
No existe nada peor que meter las narices en un asunto y no saber diferenciar los olores. Dicho de otro modo: uno de los peores defectos del investigador es la falta de información sobre aquello que va a estudiar. El gran antídoto contra la falta de información es, sin lugar a dudas, realizar un buen trabajo previo de documentación. Libros, periódicos, revistas, páginas web serias… Lo que tú prefieras. Todos ellos te ahorrarán más de un patinazo cuando llegue la hora de la verdad.
Así, antes de ponernos con el trabajo de
campo, toca visitar la biblioteca. Y no nos vale ir a cualquiera;
buscamos aquella que nos permita aclarar algunas dudas previas.
Aquí te dejo algunas pistas.
• Empieza primero por las bibliotecas generales, que suelen ser públicas. La mayoría tienen sus catálogos disponibles en internet, así que puedes consultar sus fondos sin salir de casa y ahorrar tiempo.
• Si investigas un fenómeno localizado en un punto geográfico, acude a las bibliotecas de la zona. Encontrarás publicaciones locales no disponibles en ninguna otra parte, con información recogida de primera mano.
• Las bibliotecas de las universidades poseen fondos muy completos y especializados. Algunas de ellas limitan el acceso, y sólo se puede acceder con el correspondiente carné. Ante la duda, pregunta al personal.
• Los museos suelen disponer de los fondos bibliográficos más detallados; cuidado, porque no todos tienen biblioteca de acceso público. Sus colecciones van más allá de los libros e incluyen todo tipo de documentos.
• No te olvides de los diarios y revistas. Las hemerotecas recogen publicaciones periódicas de todo el mundo, algunas casi imposibles de encontrar. Las de las facultades de periodismo suelen ser las mejores.
• Si necesitas documentación original, tendrás que acudir a los archivos. El Ministerio de Cultura gestiona 14, entre ellos los de Indias y la Corona de Aragón. Los ayuntamientos y comunidades autónomas tienen también los suyos propios.
• Y no te olvides de las librerías. Las bibliotecas suelen tardar en recibir los títulos más recientes, que sólo podrás encontrar en las tiendas. Muchas de ellas tienen sus catálogos en internet.
Y una vez en la biblioteca, ¿qué se supone que debes buscar? En primer lugar, si hay estudios previos sobre el enigma que estás investigando. Averigua qué tesis propuso su autor y en qué punto dejó la investigación. Tu trabajo deberá ofrecer una hipótesis nueva, presentar pruebas más sólidas que las ya vistas o llevar el estudio un paso más allá. Para repetir lo dicho por otros, mejor quedarse en casa y darle el mérito a quien lo merece.
Si no existe bibliografía
alguna sobre el enigma que es objeto de tu investigación, deberás
conformarte con material auxiliar. No desesperes. Te proporcionará
una buena base teórica, además de ofrecerte pistas sobre el camino
que puedes seguir. A menudo, a partir de la investigación de los
antecedentes, y no tanto de los trabajos sobre el fenómeno en sí,
se encuentran las preguntas que acaban dando en el centro de la
diana. Cuántas veces, investigando un tema que me parecía de
importancia crucial, he descubierto nuevas líneas de trabajo que
han resultado ser más fructíferas que mi idea original. Lo
importante es investigar, documentarse, estar bien informado… Sólo
las personas bien documentadas se hacen las preguntas
correctas.
En el caso de que estés investigando un enigma arqueológico o histórico, te recomiendo encarecidamente que busques las fuentes originales. Las encontrarás en el archivo documental pertinente. Algunos estudios académicos están condicionados por una visión determinada, propia de la época en que se realizó o de los prejuicios del autor, y contienen errores que se han ido perpetuando en el tiempo. Pienso en el descubrimiento de América, por ejemplo, de la cual cada uno de nosotros puede tener una visión sesgada en función de sus intereses. Acude a las fuentes originales y piensa por ti mismo.
Figura 3-1: En la Biblioteca Colombina, en Sevilla
En el caso de que no encuentres ningún tipo de documentación bibliográfica sobre tu enigma favorito, posibilidad que pongo en duda, sólo podrás obtener información previa si otros expertos te la ceden generosamente. Por desgracia, no todos piensan que el conocimiento es un bien común y que el intercambio de ideas nos beneficia a todos. Acércate a los museos, universidades y profesionales con la mejor predisposición, y no desesperes al encontrar un “no” por respuesta; cuanto más difícil sea el reto, mayor será la recompensa.
Cara a cara
La necesidad de buscar testigos y realizar
entrevistas personales va a depender de cuál sea el objeto de
nuestro estudio. La ufología, por ejemplo, necesita las
declaraciones de los testigos; es muy extraño que un investigador
tenga la oportunidad de contemplar un avistamiento con sus propios
ojos. En todos los años que me he pasado detrás de los ovnis sólo
he visto cuatro y, créeme, he recorrido muchos kilómetros tras
ellos. Así que a menudo no nos queda más remedio que escuchar las
declaraciones de los testigos e intentar extraer la información que
necesitamos. En el otro extremo del espectro, tendríamos los
enigmas relacionados con la arqueología, que rara vez se resuelven
con declaraciones ni entrevistas… Todas las fuentes testimoniales
que nos podían interesar se convirtieron en polvo hace miles de
años.
Preséntate como un
profesional independiente, no ligado a ningún medio. Quizá
decepciones a alguien que quiere salir en el telediario, pero
seguro que esa misma persona se sentirá más cómoda y menos
presionada; la entrevista se la va a hacer alguien de carne y
hueso, no un medio de comunicación al completo. Puedes tranquilizar
a tu testigo comentando que ya has oído historias increíbles, que
van más allá de la lógica. Pacta con él la posibilidad de mantener
el anonimato, tanto el suyo como el de los aludidos. Asegúrale que
su vida personal no es cosa tuya, solamente lo que tiene que ver
con el enigma en sí. Y deja claro que tú estás ahí para recoger
información, no para juzgar a nadie.
Los deberes hechos
Antes de empezar a hacer preguntas, deberías haber elaborado un cuestionario, porque sólo de una buena pregunta sale una buena respuesta. Y para hacer buenas preguntas, hay que haber pensado un poco antes. A ver, es posible que tu intuición y capacidad de improvisación sean un enigma en sí mismas —por su brillantez, claro—. Pero, por si tienes un mal día, te recomiendo que prepares con antelación una lista de preguntas que inviten a dar una información clara y concisa. Detecta cuáles son los puntos de interés del entrevistado, y no te olvides de ningún detalle. Sé exhaustivo. Piensa que, durante el transcurso de una conversación, es muy fácil perder el norte; cualquier revelación inesperada cambiará el rumbo de la entrevista, lo que puede provocar que te olvides de algún tema esencial. Nos ha pasado a todos.
A la hora de preparar tu cuestionario tienes dos opciones. La primera es tener uno estándar, que repites para un mismo tipo de testigos. Es útil cuando tienes que entrevistar a varias personas que han presenciado un mismo fenómeno; incluso puedes elaborar uno más general para una misma materia. Su ventaja principal es que es muy cómodo a la hora de cruzar y comparar los datos entre varios entrevistados. Te obliga a ser metódico, pero también corres el riesgo de perderte los detalles que te ofrece tu segunda opción: el cuestionario focalizado.
Diseñado para cada persona y situación, te llevará más tiempo prepararlo. También te será más laborioso vaciar los resultados y establecer con ellos una hipótesis de trabajo. A cambio, me atrevo a decir que es la única manera de conseguir entrar en detalles, huir de los tópicos y obtener declaraciones únicas, de las que te ayudan a avanzar. Para elaborar un cuestionario focalizado es indispensable un buen trabajo de documentación, de lo contrario todas tus preguntas se quedarán en el tópico. Además, si el testigo nota que estás enterado de lo que ocurre, sabrá que no puede tomarte el pelo con cualquier excusa; no tendrá más remedio que entrar en detalle.
Ya con las preguntas en la mano, déjame que
te resuma a continuación algunas de las claves que te permitirán
hacer una buena y útil entrevista.
• Escoge bien el lugar de la entrevista. Una buena opción es hacerla en el mismo lugar de los hechos. Sea como sea, evita las interrupciones. Esto es cosa de dos.
• Antes de empezar a hacer las preguntas que te interesan, charla con el entrevistado acerca del entorno, de su trabajo, del tiempo… Los preliminares cuentan.
• Las preguntas de una entrevista suelen empezar siempre por una de estas seis palabras mágicas: qué, quién, cuándo, por qué, cómo y dónde.
• El entrevistado no debe verte como un fisgón, sino como la persona con la que se está tomando una cerveza en el bar de al lado.
• Escuchar es la clave de una buena entrevista. Tu cuestionario previo es una guía fundamental, pero los detalles interesantes sólo aparecen en una conversación en la que ambas personas están implicadas.
• Colócate siempre al mismo nivel del entrevistado. En todo caso, es mejor que piense que eres un poco ingenuo antes que un listillo.
• Deja que el entrevistado sea el que responda. No lo hagas por él, ni insinúes una posible respuesta. Ante una cuestión complicada, se agarrará a cualquier cosa que tenga a mano.
• Limítate a preguntar sobre tu objeto de estudio. Si aparecen cuestiones personales, comprométete a mantenerlas en privado. Sé de fiar.
• Si el entrevistado rehúye alguna pregunta, deja pasar un tiempo antes de volver a hacerla. Y nunca la formules en los mismos términos. Pero no la dejes pasar.
• No importa que el entrevistado se “enrolle” en su respuesta mientras conteste a tus preguntas. Después ya separarás el grano de la paja.
• Cuantos más detalles exijas al entrevistado, más posibilidades de comprobar la veracidad de su relato. Los mentirosos lo pasan mal cuando los sacan del discurso que tenían pensado.
• No olvides plantear lo que llamo preguntas “trampa”, es decir, una misma cuestión, planteada varias veces (de forma distinta) a lo largo de la conversación. Si el testigo dice la verdad, siempre responderá de la misma manera.
• Antes de despedirte, echa un vistazo a tu cuestionario previo y asegúrate de que no te has dejado nada y de que tienes los datos de contacto del entrevistado.
Una vez realizada la entrevista ya sólo te queda transcribirla, pasarla a limpio. Durante el proceso ya puedes ir detectando cuáles son los ítems —las palabras clave—, que te van a resultar más útiles en tu investigación. Deja pasar un tiempo, y antes de sacar conclusiones date un tiempo de reflexión. El entusiasmo del momento y el ansia por un nuevo descubrimiento nos puede hacer perder el buen criterio y dar veracidad a informaciones que no lo merecen.
Por último, ya sólo te queda contrastar la información obtenida. Se trata de una norma básica del periodismo de investigación, quizás un poco olvidada en los tiempos que corren, que exigen una inmediatez bastante enemiga del buen hacer. Para contrastar la información debes encontrar otro testigo, que no guarde relación con el primero, para que te confirme lo que ya te han dicho. O sea, se trata verificar todos los datos obtenidos. Una persona puede mentir al dar su versión, pero es imposible que las declaraciones de dos desconocidos coincidan... a no ser que sean verdad, claro está. Asegúrate, por lo tanto, de que los dos desconocidos realmente lo son, y comprueba que las versiones coinciden. Una información obtenida en una entrevista y debidamente contrastada es tan fiable como la extraída de la más reputada enciclopedia. Si no está confirmada, no deja de ser una opinión. Un rumor.
Sobre el terreno
Soy de los que creen que hay demasiados investigadores de salón; expertos que basan sus trabajos en recopilar la información dejada por otros, como si fueran vampiros. El trabajo de documentación, el que se realiza en bibliotecas y archivos, es de vital importancia dentro de todo el proceso. Pero esto no significa que podamos conformarnos con quedarnos en casa y hacer del teléfono o del ordenador nuestros únicos nexos de unión con el exterior. El enigmólogo debe salir a la calle, analizar el fenómeno con sus propios ojos y sacar sus conclusiones. No obstante, no somos arqueólogos ni biólogos. No podemos meter nuestras manos en yacimientos arqueológicos ni ponernos a analizar muestras de tejido con una lupa. Son los especialistas quienes hacen ese trabajo, demasiado complejo como para que podamos dar cuenta de él aquí.
Figura 3-2: El trato personal, fuente de información insustituible
Cuando te desplaces al lugar de los hechos,
toma las medidas preventivas habituales en cualquier viaje.
Interioriza la geografía, aprende unas nociones básicas del idioma,
conoce la costumbres locales y toma las medidas sanitarias
oportunas. Está claro que si puedes hacer el viaje en metro no hace
falta que te pongas el salacot y te vacunes de la fiebre amarilla.
Pero, si bien es verdad que hay algunos misterios que nos cogen
cerca de casa —más de los que creemos—, los más suculentos se
encuentran en los rincones más perdidos del globo: el desierto del
Sahara, la selva del Amazonas, las áridas mesetas del Perú o la
siempre convulsa Palestina… Procúrate un buen guía y sigue sus
consejos.
Si me preguntas qué es lo que
nunca olvido cuando salgo a trabajar, te responderé que unas buenas
botas, muchos bolsillos y mi fiel bloc de notas. No necesita
baterías, no requiere conexión y no deja de funcionar bajo
temperaturas extremas. Procúrate uno, con goma y tapas duras si es
posible, y úsalo para recoger la información que creas esencial. El
bloc debe contener los datos imprescindibles, así como el registro
de aquella información adicional que hayas recogido con otros
medios (fotografías, vídeo, grabaciones de voz). La idea es que tu
bloc se convierta en una pequeña base de datos, ágil y visual, que
te sirva de guía durante el transcurso de toda tu investigación.
Debería poder leerse como un mapa del camino que ya has
recorrido.
Como no vivimos en el siglo XVIII, tenemos unas cuantas herramientas más que nos van a ayudar a investigar y a dar fe de nuestros hallazgos. Pero ten cuidado, que el hábito no hace al monje. Comprar una cámara fotográfica de 2000 euros no nos garantiza que seamos capaces de sacar buenas fotos. Y llevar encima una grabadora de audio digital no va a conseguir que, por arte de magia, hagamos buenas entrevistas. Lo importante no es el equipo técnico que llevamos, sino el objeto de nuestro estudio y la claridad de nuestras observaciones.
Una entrevista estándar
Te dejo aquí un ejemplo de cuestionario estándar, aplicado en este caso a un testigo del avistamiento de un ovni. Antes de entrar en materia, anota los datos personales del entrevistado, como su nombre, edad, profesión, teléfono, e-mail, lugar de nacimiento y residencia.
1) ¿Dónde estaba cuando vio el ovni? ¿Qué estaba haciendo? ¿Le acompañaba alguien?
2) ¿Cuáles eran las condiciones meteorológicas? ¿Recuerda la fecha y la hora?
3) ¿Qué vio exactamente? Describa la forma, color, luminosidad y tamaño. ¿Tenía ventanas? ¿Le recordaba a algo? ¿A qué distancia aproximada estaba del objeto?
4) ¿El objeto se movía? ¿Qué clase de movimiento trazaba? ¿Cambiaba de velocidad?
5) ¿El objeto emitía algún sonido? ¿De qué tipo? ¿Podría describirlo?
6) ¿El ovni tomó tierra? En caso afirmativo, ¿dónde? ¿Qué procedimiento usó para aterrizar?
7) ¿Vio a alguno de sus tripulantes? ¿Salieron de la nave? ¿Qué aspecto tenían? ¿Se comunicaron con usted? ¿De qué forma?
8) ¿Cuánto tiempo duró el contacto? ¿Cómo desapareció el ovni? Antes de hacerlo, ¿el objeto realizó algún movimiento o hizo alguna señal extraña?
9) Durante el avistamiento, ¿tuvo alguna sensación física poco habitual? ¿Sintió un frío o un calor inusuales? ¿Dolor de cabeza?
10) ¿Cree en los ovnis y en la vida extraterrestre? ¿Qué opina de la parapsicología y otras ciencias ocultas? ¿Había contemplado antes un fenómeno similar?
Mira al pajarito
De entre todas las opciones posibles, un equipo para tomar imágenes es una compra inteligente. Otra posibilidad, por supuesto, es pedirle a un fotógrafo que te acompañe. No todo el mundo es capaz de sacar una buena foto o grabar un buen vídeo, y sería una lástima perder la posibilidad de captar un momento decisivo por culpa de nuestra falta de pericia.
Hagas lo que hagas, la
fotografía es una prueba documental de gran fuerza, aunque en los
últimos años, y debido a los programas de retoque de imágenes, sea
mucho más fácil dar gato por liebre. En los tiempos de la
fotografía analógica, la existencia de un negativo físico
garantizaba que no se había manipulado la imagen después de su
obtención. Hoy en día los archivos directamente grabados en una
tarjeta de memoria, en el formato original de la cámara, sustituyen
al negativo de 35 mm. Son válidos como prueba, pero no tienen la
fuerza testimonial de la película clásica.
A la hora de escoger una cámara fotográfica, asegúrate de que pueda captar imágenes de calidad en condiciones de baja luminosidad. Busca un modelo con un amplio rango de obturación y exposición y, si es posible, que pueda tomar imágenes en infrarrojo. El uso del flash puede dañar pinturas y grabados, además de eliminar al instante el factor sorpresa. Y cuanto más común y compatible con otras marcas, mucho mejor. En algunos países es francamente difícil encontrar recambios en caso de avería, así que procura que el modelo que llevas pueda repararse en cualquier taller de fotografía y que las ópticas se puedan intercambiar con facilidad.
Desde hace unos años, las cámaras digitales también incorporan la posibilidad de grabar vídeo digital, incluso en alta definición. Si puedes permitirte un modelo que te ofrezca ambas posibilidades, no lo dudes; son una opción excelente para el investigador aficionado. Por un precio inferior a los 2000 euros puedes encontrar cámaras que ofrecen resultados totalmente profesionales, tanto a la hora de hacer fotos como de grabar vídeo, y todo en un mismo aparato. Las ventajas son evidentes.
Acostúmbrate a anotar
las condiciones en las que tomaste cada fotografía. Apunta el
lugar, fecha, hora y los datos técnicos de la imagen: óptica
utilizada, diafragma, velocidad de obturación, filtros y
sensibilidad de película (si la hubiere). Cuanto más específicos
sean los datos de la imagen, mayor facilidad a la hora de
clasificar y archivar.
No querría terminar este apartado sin citar algunas técnicas de gran utilidad a la hora de investigar enigmas, aunque resulten algo caras y complejas. Una es la fotografía infrarroja, capaz de retratar frecuencias que se escapan al ojo humano. Algunas cámaras digitales incorporan un filtro que simula el efecto, mientras que a las analógicas basta con ponerles un rollo de película sensible a este tipo de luz. Gracias a esta técnica, se han podido detectar corrientes subterráneas, alteraciones del suelo, presencia de ruinas, etc. Recientemente, un equipo de investigadores de la Universidad de Alabama ha encontrado en Egipto 17 pirámides perdidas, más de 1000 tumbas y 3000 yacimientos inéditos usando la técnica de la fotografía infrarroja.
Figura 3-3: Extractos de mi bloc de notas
La fotografía aérea también ha resultado especialmente útil. Gracias a la observación desde aviones, helicópteros y satélites se han podido localizar numerosos yacimientos arqueológicos invisibles desde el suelo: habría sido imposible descubrir los misterios de la pampa nazqueña, por ejemplo, si no la pudiéramos sobrevolar. Sin embargo, como contrapartida habría que mencionar su elevado coste, que la convierte en inaccesible para muchos investigadores independientes.
Lo mismo ocurre con los rayos X y la tomografía —la toma de imágenes por secciones, como en un escáner o en una ecografía—, que sólo puede llevarse a cabo en laboratorios por personal especializado. Sin embargo, y a pesar de su coste, su uso es imprescindible a la hora de estudiar objetos y pinturas. El uso de los rayos X ha permitido descubrir grabados y dibujos ocultos bajo una pátina, y la tomografía nos ha revelado que la imagen de la Síndone es en realidad tridimensional. Hallazgos asombrosos que, por desgracia, no están al alcance de todos.
Los sonidos del silencio
Hemos visto ya que una entrevista personal puede llegar a ser la clave de cualquier investigación. Antaño, los periodistas usaban papel y bolígrafo para recoger las declaraciones de un testigo, anotando sólo los ítems clave y los datos imposibles de recordar. Este método tenía claros inconvenientes: era fácil manipular las palabras del entrevistado, perderse muchos detalles importantes y acabar con la muñeca hecha puré.
La aparición de la cinta magnetofónica resolvió muchos de estos problemas, pero añadió otros nuevos: el entrevistado suele cortarse cuando ve que la grabadora está en marcha, y se depende de las pilas y cintas para hacer el trabajo. Más allá de estos pequeños inconvenientes, el uso de la grabadora se volvió imprescindible a la hora de hacer una entrevista. Las encontrarás de dos tipos. Las de cinta, habitualmente en formato microcasete, y las digitales, que graban en una memoria interna.
Escoge la que tengas más a mano. Cualquiera de las dos cumplirá bien con su labor. Las de casete tienen un manejo más sencillo, en especial a la hora de buscar un punto en la cinta. Las digitales no te lo ponen tan fácil, pero puedes grabar más de mil horas “sin cambiar”. Sea como sea, guarda las cintas o archivos de sonido que hayas grabado, sobre todo si contienen información sensible. Es difícil manipular un discurso de voz, por lo que la grabación original suele ser una prueba definitiva ante cualquier acusación de fraude.
El sonido y el poder de la mente
La parapsicología ha dado a las grabadoras de voz una utilidad para la que no habían sido específicamente diseñadas: la captación de psicofonías; es decir, de voces o ruidos de origen desconocido que pasan desapercibidos para el oído humano, pero no para los magnetófonos. Los primeros casos están datados hacia 1959, cuando se popularizaron las grabadoras de cinta, pero el fenómeno no se empieza a estudiar en serio hasta que pasan unos años, a mediados de la década de 1960. Konstantin Raudive fue el primer investigador que tomó cartas en el asunto.
Siempre con una aproximación rigurosa,
Raudive grabó miles de horas de silencios usando las más variadas
técnicas; probó con un micrófono, con varios a la vez, sin
micrófonos, a través de la radio… Lanzaba preguntas al viento, en
especial por la noche, y dejaba que el silencio respondiera. Al
final encontró, entre sus ecos, una serie de voces que solían
repetir unos mismos patrones: mezcla de idiomas, ritmo inusual,
errores de sintaxis, mensajes entrecortados... Elementos que
añadían aún más misterio, pero que no conducían a ninguna
respuesta. Otros investigadores se sumaron a Raudive, también en
España, donde las psicofonías se popularizaron durante la década de
1980. Germán de Argumosa o mi colega Jiménez del Oso fueron algunos
de sus divulgadores. Y el madrileño palacio de Linares, uno de sus
centros neurálgicos.
Por supuesto, han aparecido numerosas
teorías acerca de la naturaleza de las psicofonías, pero a día de
hoy no ha podido comprobarse ninguna. Hay quien habla de ondas
electromagnéticas accidentales; otros prefieren creer que son voces
en dimensiones paralelas; otro grupo apuesta por el fraude; y una
mayoría se decanta por pensar que son voces de personas fallecidas,
que tienen algo que decir a los vivos.
Analógica enigmología
Tal y como ha sucedido con las enciclopedias, la llegada de la era digital ha estado a punto de jubilar las cámaras fotográficas analógicas, las que usaban película de 35 mm y exigían un costoso proceso de laboratorio para revelar las imágenes. Aparentemente, en la era digital todo son ventajas: no se gasta película, en una tarjeta caben miles de fotos, el revelado no es necesario y en condiciones de poca luz se pueden sacar buenas imágenes. Por no hablar de que si una cámara analógica se cae y se abre… Se acabó. Pero, ¿todo juega a nuestro favor?
Los fanáticos del analógico argumentan que la respuesta de la imagen es superior usando negativo tradicional en lugar del digital. Y muchos investigadores, especialmente ufólogos y parapsicólogos, afirman que el negativo de 35 mm es mucho más sensible a las presencias desconocidas que los chips de imagen que llevan las digitales. Lo mismo dicen los cazadores de psicofonías de los magnetófonos de casete y de sus versiones actuales, las grabadoras digitales de voz.
Desconozco si la pasión de algunos investigadores por lo analógico está justificada, pero reconozco que el negativo fotográfico tradicional es sensible a determinados tipos de radiaciones, especialmente a dosis elevadas. Lo mismo ocurre con las cintas de casete y las radiaciones electromagnéticas. Y también es posible que determinados fenómenos “más allá de lo normal” provoquen una cierta confusión en los chips digitales, fabricados para moverse dentro de unos patrones determinados de ceros y unos. Sean cuales sean tus preferencias, no vayas cargado como un mulo: escoge un tipo y trabaja con él.
Otra explicación tendría que ver con el fenómeno de la pareidolia, o la capacidad que tiene nuestra mente para ver significados lógicos y ordenados en estímulos que son totalmente fortuitos, como cuando vemos una figura reconocible en una nube o en los intrincados nudos de un árbol. Cualquier vibración o corriente de aire, defecto de la cinta o interferencia eléctrica puede crear sonidos que, acelerados o repetidos, nos parezcan similares a una voz. Todo podría ser… Así que enciende la grabadora, ponte a grabar el silencio y saca tus propias hipótesis.
A pico y pala
Buena parte de los enigmas recogidos en este libro vinieron de la mano de hallazgos arqueológicos. Yo no soy arqueólogo, y tampoco pretendo serlo. La excavación de yacimientos que puedan tener un valor histórico es cosa de profesionales; requiere conocimientos avanzados y una dedicación exclusiva. Pero no está de más que hagamos un repaso a algunos de los fundamentos básicos de esta ciencia, lo que nos va a permitir entender mejor —o cuestionar— el proceso de investigación de algunos de los mayores enigmas de la humanidad.
La arqueología moderna,
con sus métodos y procedimientos, nace a finales del siglo
XIX, por lo que todos los
descubrimientos anteriores a esta fecha se hicieron siguiendo
métodos no muy ortodoxos. Se cavaba sin orden ni sistema, porque lo
importante era encontrar piezas de valor, y no tanto anotar dónde y
cómo se habían encontrado. El resultado de tanta falta de método es
fácil de imaginar: hoy no podemos disponer de datos fiables acerca
de los yacimientos arqueológicos excavados antes de finales del
XIX.
De hecho, la desgracia es doble, porque lo excavado y manipulado hace siglos ya no puede volver a colocarse en su sitio original. No hay forma de repetir las mediciones que se llevan a cabo cuando se desentierra un objeto, sin las cuales es imposible datarlo correctamente. Podría decirse que excavar un yacimiento es como leer un libro al que se le van arrancando las páginas según se va avanzando.
Con la llegada de las
sociedades científicas, se empezó a poner un poco de orden en las
excavaciones. Los hallazgos se empezaron a notificar. Antes de
cavar, se sondeaban los terrenos. Y se empezaron a seguir planes de
trabajo pensados con cierta lógica. Hicieron su aparición el
análisis morfológico de las muestras y la estratigrafía, técnicas
básicas que siguen aplicándose hoy día. Pero antes de ponernos en
materia, por eso, echemos un vistazo a una importante cuestión
previa, porque supongo que te preguntarás cómo podemos saber que un
vulgar trozo de tierra quizás esconde un valioso yacimiento
arqueológico. Aquí van algunas pistas.
• En las zonas cubiertas de vegetación, un menor crecimiento de las plantas puede indicar la presencia de restos.
• A la inversa, un foso o trinchera bajo tierra hará que la vegetación crezca con más fuerza.
• El cambio de nivel de un terraplén, un fenómeno que se aprecia mejor desde el aire, suele estar motivado por la presencia de ruinas.
• Allí donde hubo población humana la composición mineral de la tierra cambia. Sólo hace falta analizar la química del suelo y listos.
• Las piedras enterradas hacen que la tierra conduzca peor la electricidad. Un estudio eléctrico del suelo revelará cualquier posible anomalía.
Muy bien. Supongamos que ya tenemos localizado un posible yacimiento. Y ahora, ¿qué? Lo primero es sondear el terreno: pequeñas cámaras, ultrasonidos, recogida de muestras, visión por infrarrojos… Las técnicas son variadas y complementarias. Si los resultados de estas primeras catas son positivos, entonces es que ha llegado la hora de ponerse en serio.
El siguiente paso es
dividir el yacimiento en sectores y trazar un mapa de coordenadas
cartesianas (X-Y-Z), que sirve para poder situar con exactitud cada
pedazo de tierra. Así, en el momento en que se encuentra un objeto,
se puede anotar cuál es el punto exacto donde se ha efectuado el
hallazgo. Para completar el análisis
morfológico ya sólo queda dibujar el objeto encontrado,
medirlo con precisión y proceder a su recogida.
Como imaginarás, retirar un objeto
arqueológico es especialmente delicado. A veces los restos están
ahí, semienterrados al lado de un muro, y su recogida no tiene
ningún misterio. Pero en otras ocasiones el proceso es laborioso.
Como ejemplo, la técnica usada en Pompeya para extraer los cuerpos
de las personas que murieron por la erupción del Vesubio: los
cadáveres, enterrados por la lava, estaban completamente
descompuestos, pero durante el proceso dejaron el correspondiente
hueco bajo tierra. Al rellenar esos huecos con yeso se pudo obtener
una réplica exacta, una especie de estatua real, de la persona en
el momento de su muerte. Los resultados fueron espectaculares: las
expresiones de terror se podían apreciar todavía en los
rostros.
La misma técnica se suele usar para recoger objetos que están hechos de madera, como los instrumentos musicales. Al tratarse de una materia orgánica, la madera se descompone cuando permanece bajo tierra durante siglos. Pero las partes metálicas del objeto —si las hubiere— siguen estando ahí. Gracias a la técnica usada en Pompeya pueden recomponerse las partes perdidas y así recuperar todo el conjunto.
¿Y la fecha?
La datación de un objeto arqueológico determina en buena parte su valor; y es que no es lo mismo tener entre las manos un cáliz encontrado en Palestina hace 2000 años que una réplica de finales de la Edad Media. La fecha es aquí la que dota al objeto de una pátina de misterio, tal y como sucede con el mapa de Piri Reis, la Sábana Santa o la pila de Bagdad, un extraño artefacto de más de 2000 años de antigüedad que, como su nombre indica, es una batería en toda regla, lo que nos obliga a cuestionarnos muchas cosas acerca del descubrimiento de la electricidad.
Cuando se data un objeto, se deben establecer dos cronologías distintas. La primera, relativa, se hace en función del resto de objetos hallados en el yacimiento; es decir, se trata de averiguar qué piezas encontradas son más antiguas y cuáles más recientes. La segunda, absoluta, intenta datar con exactitud la fecha de fabricación del artefacto en sí.
Para establecer una
cronología relativa, la arqueología se basa en la estratigrafía, una especialidad que analiza la
situación de las diferentes capas de tierra y cómo se fueron
superponiendo unas sobre otras. Según pasan los años, los
asentamientos humanos se van acumulando sobre el suelo, y así puede
determinarse qué objetos son más antiguos y cuáles más modernos. A
veces, por eso, no es fácil separar dichas capas, sobre todo si un
yacimiento ha sido abandonado y ocupado en varias ocasiones, o si
hay elementos naturales, como una vía de agua, que se entremezclan
con los restos arqueológicos. La estratigrafía se rige a partir de
unas leyes básicas, algunas de ellas elaboradas a finales del siglo
XVII. Las más importantes son estas
cuatro:
• Los estratos más antiguos están siempre debajo, mientras que los más recientes están encima. Pero un pliegue demasiado inclinado puede invertir el orden.
• Los estratos se depositan siempre horizontalmente, a no ser que se manipulen de forma artificial.
• La edad de un estrato es la misma en toda su longitud.
• Una especie animal encontrada en un estrato no suele encontrarse en otra; cada era tiene su propia fauna.
Con estos principios en la cabeza, no resulta difícil decidir qué objetos de entre los encontrados en un yacimiento serán los más antiguos. Si nadie los ha manipulado, serán los enterrados a mayor profundidad. Del mismo modo, si al excavar una tumba se encuentran una serie de objetos junto al cadáver, es lógico pensar que pertenecen a una misma época.
Figura 3-4: Grabado en roca en los Mathendous, en Libia
La estratigrafía no es
la única técnica de datación relativa. La palinología, el estudio del polen de las plantas,
también resulta de gran interés a la hora de determinar qué objetos
pertenecen a una misma época. Además, es de una gran utilidad a la
hora de ubicar geográficamente un artefacto que ha sido encontrado
fuera de su emplazamiento original. En el caso de los huesos
—humanos o no—, el análisis del flúor presente nos va a ayudar a
comparar unos objetos con otros.
Ahora que ya sabemos cómo fechar un objeto en relación con otro, tenemos que averiguar cómo hacer para poner una fecha absoluta a cada uno de ellos. Determinar en qué años se fabricó un objeto no es una tarea sencilla, y para llevarla a cabo tenemos que cambiar de escenario, quitarnos las botas y ponernos la bata blanca.
En el laboratorio
Es posible que hayas oído hablar de algo llamado técnica del carbono-14 (14C), sobre todo si has leído estudios sobre la Síndone, la Sábana Santa de Turín. Seguramente el método del 14C es la técnica de datación más popular de entre todas las utilizadas, pero como bien puedes imaginar no es la única. Echemos un vistazo a todas las que se usan hoy día.
Entre los métodos más
tradicionales, y también más curiosos, se encuentra la dendrocronología, el estudio de los anillos de los
troncos de los árboles. Cada año, los árboles fabrican un nuevo
anillo en su tronco, que será más o menos ancho en función de la
pluviometría y de las condiciones meteorológicas; similar ocurre
también con el coral del fondo del mar. En los objetos fabricados
en madera, el estudio de los anillos puede servir por lo tanto para
establecer su cronología. Del mismo modo, también puede utilizarse
en aquellos yacimientos ubicados en bosques bien conservados. Suele
utilizarse como técnica auxiliar.
Otro método biológico es el que estudia las varvas, capas de sedimentos que pueden encontrarse en el fondo de los lagos glaciales. Durante el invierno, se deposita una capa fina y oscura; en verano se crea otra que suele ser ancha y más clara. Por lo tanto, cada año completo se forman dos capas de sedimentos en el fondo del lago. Sólo hay que contar, sumar y problema resuelto. Ya te puedes imaginar cuál es la principal pega: sólo puede utilizarse cuando estudiamos yacimientos situados en zonas heladas.
Y, por fin, nos
encontramos con el método del carbono-14 (14C),
también conocido como del radiocarbono. La técnica, descubierta por Willard
Libby en 1949, permite datar con relativa precisión cualquier
objeto que tenga menos de 60 000 años. Se basa en un principio
químico relativamente sencillo. El 14C
es un isótopo del carbono, es decir, un átomo de carbono un poco
“pasado de peso” (en concreto, tiene dos neutrones de más), que es
radiactivo e inestable. El 14C se
encuentra en las capas altas de la atmósfera y se adhiere a los
seres vivos.
En el momento en que muere un ser vivo, el 14C empieza a desintegrarse siguiendo un patrón uniforme y establecido. Cada 5730 años, aproximadamente, la cantidad de 14C se reduce a la mitad. Por lo tanto, para datar un objeto, simplemente tendremos que medir la cantidad de 14C presente y hacer los cálculos oportunos. Bastante sencillo, ¿verdad?
Métodos especializados
La técnica del 14C no es la única que emplea isótopos para datar un objeto. El método del potasio-argón usa el mismo principio, pero aplicado a las rocas y cenizas volcánicas de una antigüedad de hasta 5 millones de años. Como con este método pueden fecharse residuos no orgánicos, el potasio-argón cubre una parte del vacío que deja el 14C, pero es del todo inútil en aquellos restos minerales que no tienen un origen volcánico. Y se repiten los mismos problemas en caso de contaminación.
El método de la termoluminiscencia es muy útil a la hora de fechar cerámicas y materiales con restos de cuarzo y feldespato. El método es algo más complejo que el del 14C, así que sólo diré que el análisis consiste en calentar la pieza en una atmósfera de nitrógeno, hasta que el mineral empieza a emitir una luz característica que puede apreciarse midiendo los fotones liberados. La relación entre la temperatura y la luz que emite el mineral es la que proporciona la fecha absoluta, habitualmente con una precisión muy alta.
La respuesta sería afirmativa si no fuera por dos graves inconvenientes. El primero, que sólo puede emplearse en aquellos objetos que son orgánicos o tienen restos de seres vivos. O sea, que no sirve para piedras, minerales y similares. El segundo, que cualquier contaminación de la muestra original puede alterar los niveles de 14C y dar al traste con el sistema de datación. Y, además, para hacer la prueba hay que destruir una parte de la muestra; si el objeto es minúsculo, puede ser que nos lo carguemos por completo. Sea como sea, pienso que las ventajas superan los inconvenientes, aunque también se han documentado errores garrafales usando el método del 14C, seguramente por problemas de contaminación.
La lista de las técnicas de
laboratorio que se emplean al investigar enigmas y misterios parece
no tener fin, lo que cuestionaría aquello de que la enigmología es
una disciplina poco seria. Datación por paleomagnetismo, técnicas
de microscopía, análisis termográfico, limpieza por ultrasonidos…
Un sinfín de procedimientos que van más allá del objetivo de este
libro. Si menciono algunos de ellos es porque aparecerán en las
páginas que siguen, cuando aborde algunos de los misterios que
mantienen a la humanidad encogida de hombros.
Me imagino que ya tienes ganas de que entre en materia y empiece mi repaso personal a más de 35 años de viajes e investigaciones. Está bien. Tus deseos se van a ver atendidos… Sólo tienes que pasar una página y enseguida empieza el viaje.