Capítulo 1
. . . . . . . . . . . .
Un enigma, supongo
. . . . . . . . . . . .
En este capítulo
• Diferenciar entre enigmas y mitos
• El carácter del investigador
• Los fraudes y cómo detectarlos
. . . . . . . . . . . .
El calor es tan espantoso que no nos deja respirar. Es como si el aire que nos entra en los pulmones no tuviera oxígeno. Me arden la nariz y la boca, pero el agua no abunda y hay que racionarla. Para complicar aún más nuestras penurias, el camino que recorremos se compone de una mezcla casi infernal de piedras y arena. Hace días que dejamos los 4x4, y los animales de carga sufren tanto que algunos miembros de la expedición han decidido portear su propio equipaje. Unos kilómetros atrás hemos perdido a nuestro cocinero, que ha caído por un barranco de unos diez metros y se ha fracturado varios huesos. Desde hace unas cuantas horas me pregunto si ha sido buena idea ir a perderse en este rincón de mundo; la meseta de Tassili, al sur de Argelia, en pleno desierto del Sahara.
Por fin, llegamos a nuestro destino: un conjunto de grutas y cuevas que esconden algunas de las pinturas rupestres más antiguas y hermosas de la Tierra. He oído hablar de ellas desde hace años. He podido verlas previamente en el Museo del Hombre, en París. He leído los trabajos de renombrados arqueólogos que las han visitado antes que yo. Pero, cuando estoy frente a ellas y contemplo esas extrañas formas no humanas, esos seres prehistóricos pintados en las paredes que parecen llevar casco, guantes y escafandra, esos grandes dioses que algunos han calificado de “marcianos”, no puedo hacer otra cosa que repetirme: esto debe de ser un enigma, supongo.
Una definición
En el capítulo 7 te cuento con todo lujo de detalles lo que encontré en Tassili, lugar que guarda uno de los misterios más fascinantes del planeta. Lo que quiero explicarte en estas páginas es por qué supe que me encontraba ante un enigma en toda regla.
Una forma sencilla de definir un enigma es decir que se trata de un fenómeno que no se puede comprender con los conocimientos actuales. Por lo tanto, el resultado del partido del próximo domingo se cae automáticamente de la categoría; un enigma no hace referencia al futuro, sino a un fenómeno presente o pasado. ¿Y qué pasa, por ejemplo, con la piedra filosofal? Aquel material mágico que era capaz de convertir cualquier metal en oro fino. ¿Es acaso un enigma?
La respuesta es también negativa: la piedra
filosofal no existió nunca; las creencias que empujaron a los
alquimistas en su búsqueda, si bien son interesantes desde un punto
de vista espiritual, son del todo falsas con las leyes de la
química en mano. No podemos acceder al secreto de la piedra
filosofal con los conocimientos actuales porque, sencillamente, se
trata de un fenómeno que no existe.
Si no lo veo, no lo creo
Para concretar qué es lo que convierte un interrogante en un enigma, vamos a dejar el horno sahariano y nos vamos a Turín, en cuya catedral se guarda como un tesoro la Síndone, la Sábana Santa. Me refiero al ropaje de lino en el que, según la tradición, se envolvió el cuerpo de Jesús de Nazaret al bajarlo de cruz y darle sepultura; tres días después, según los evangelios, Jesús de Nazaret resucitó y, al hacerlo, dejó grabada en la tela su imagen. Los escépticos sobre su autenticidad afirman que se trata de una falsificación, muy bien hecha, eso sí.
En las últimas décadas varios grupos de
científicos han estudiado la Síndone a fondo. Algunas
investigaciones han llegado a la conclusión de que se trata de una
reliquia fabricada en la Edad Media. Otras, en cambio, la sitúan en
la Palestina de los tiempos de Jesús, y confirman su autenticidad.
Analizaremos con más detalles el misterio de la Síndone en el
capítulo 8. Ahora lo importante es que nos fijemos en las
características del problema:
• La Síndone es un objeto real, palpable. No es un invento ni una creencia. No es algo que se supone. Está ahí, y cualquier persona puede contemplarla con sus propios ojos. No es una ensoñación como la piedra filosofal.
• Tras un primer análisis, son muchas las dudas que se nos pueden pasar por la cabeza. ¿Es realmente Jesús el que aparece en la tela? ¿Cómo se quedó grabada su imagen? Esas preguntas nos obligan a hincar los codos y estudiar el caso a fondo.
• La ciencia, con todos los métodos a su disposición, ha estudiado la tela. Y las conclusiones son contradictorias. Aunque nos posicionásemos a favor de los escépticos y nos convenciéramos de que es una falsificación medieval, la ciencia sigue sin saber explicar cómo se grabó la imagen y qué técnica se usó para conseguirlo.
En resumen, se trata de un fenómeno real que, a pesar de haber sido investigado por la ciencia, sigue planteándonos una serie de interrogantes que no podemos responder con nuestros conocimientos actuales. Estamos, por lo tanto, ante un enigma en toda regla.
Figura 1-1: La Síndone, un enigma en toda regla
Algunas objeciones
Si has echado un vistazo al sumario del libro —seguro que sí—, verás que dedico un capítulo al Yeti, el hombre de las nieves, y otro a Nessie, el monstruo del lago Ness. Incluso he dedicado toda una parte al fenómeno ovni. Con razón puedes entonces preguntarme: “Jota, nadie ha tocado al Yeti ni a Nessie, no son palpables, no sabemos si son reales, ¿son un enigma entonces?”. A ver si mi respuesta te convence.
Si bien no hemos llegado a ver al Yeti
expuesto en un zoológico, son muchísimos los testigos que afirman
haberlo visto. Personas que no se conocen, que no tienen ningún
vínculo entre ellas y que visitaban la zona del Tíbet y Nepal.
Asimismo, se han encontrado numerosas huellas de un animal que bien
podría ser el Yeti y que no se han podido asociar con otra especie.
Y lo mismo ocurre con el monstruo del lago Ness: testimonios,
indicios, huellas, alguna fotografía borrosa… Pruebas que nos
hablan de un fenómeno real; de algo que está ahí, en las mentes y
en las experiencia de centenares de personas.
Una prueba definitiva, como el hallazgo de un cadáver, supondría la resolución de todas las dudas, el fin del enigma y el nacimiento de uno nuevo. Pero en su lugar lo que nos encontramos son testimonios de personas que afirman haberlo visto en primera persona; avistamientos que ninguna expedición diseñada para resolver la cuestión ha podido explicar. El fenómeno es real y se ha intentado aclarar, pero no se ha conseguido.
Ocurre lo mismo con el fenómeno ovni. No hemos contactado con los extraterrestres ni nos hemos sentado con ellos a discutir el futuro interplanetario, pero miles de personas en todo el mundo afirman haber visto objetos inexplicables en el cielo. En muchos casos hay argumentos racionales y fundamentados que prueban el origen terrestre de esos objetos voladores no identificados. Pero en un buen número de casos no ha habido explicación convincente… Son ovnis en toda regla, y un completo misterio.
Una última duda
Veo que frunces el ceño y que estás a punto de encasquetarme otra pregunta. ¿Y el llamado Santo Grial? Sí, la copa que Jesús de Nazaret usó en la Última Cena y que, según algunas versiones, recogió la sangre del crucificado. Hay referencias escritas sobre su existencia, pero nadie lo ha visto ni lo ha tocado. No hay ningún testimonio que afirme haber contemplado el Grial, y ni siquiera se ha tenido localizado en algún momento de la historia. Sólo hay hipótesis y conjeturas. Tampoco se ha podido comprobar si los “griales” que hay repartidos por el mundo, como el de Valencia, tienen una mínima posibilidad de ser auténticos. Para aclararte el tema tengo que introducir un nuevo concepto.
De mitos, gatos y liebres
Está claro que Greta Garbo es un mito del cine, así como Pelé lo es del fútbol. Usamos muy a menudo la palabra mito para referirnos a alguien brillante e irrepetible. Pero no son éstos los tipos de mitos que nos interesan. Un mito, desde el prisma de la Historia, nos relata una historia situada fuera del tiempo y que nos ofrece respuestas acerca de cuestiones fundamentales de la humanidad, como el origen de nuestra especie o el sentido de la vida. En otras palabras, los mitos intentan dar respuesta a eso que solemos llamar “los grandes temas” usando relatos y personajes que a menudo suelen adoptar un aire legendario.
Es fácil pensar en la mitología griega, por
ejemplo, y en sus decenas de personajes y relatos que explican el
origen del mundo, los fenómenos naturales y las pasiones humanas.
En la Grecia arcaica, de hecho, se consideraba que los mitos
representaban acontecimientos históricos; se creía que eran ciertos
y que explicaban realmente los sucesos que habían hecho del mundo
el lugar que es. En algunas comunidades indígenas también se cree
que las historias míticas son ciertas, y las diferencian de forma
clara de los cuentos y fábulas, que son pura ficción. Desde una
óptica más actual, en cambio, la filosofía y la historia prefieren
decir que un mito es una narración inventada y arcaica, pero que
resulta fundamental para entender los distintos aspectos de nuestra
existencia. Tratan temas reales, que nos llenan de preguntas
importantes, pero los hechos y personajes que los describen no lo
son.
Confundir los términos
Queda claro que los mitos no son enigmas y que se escapan del objeto de este libro. Entonces, ¿por qué he querido entretenerme en ellos? Te responderé con una pregunta: ¿Qué ocurre si, por el paso del tiempo o la verosimilitud del relato, se cree que los hechos que se describen son reales? Piensa que los mitos tratan temas esenciales, que de una u otra forma conectan con algo que todos tenemos dentro. Así que imagínate qué pasa si se acaba creyendo que lo que cuentan es verdad. La realidad y la ficción se confunden, y surgen las dudas.
Mitología hispánica I
Aunque se suele complementar el término mitología con los calificativos griega, romana o nórdica, la verdad es que la península Ibérica atesora un rico universo propio de dioses, duendes, espíritus, leyendas y rituales. Por la propia naturaleza de España, compuesta a partir de la unión de diversos reinos y culturas cuyos orígenes se pierden en los tiempos, cada territorio tiene su propia mitología bien diferenciada. Guardan similitudes, por supuesto, pero cada región imprime un carácter diferenciado.
La mitología asturiana, por ejemplo, nos lleva a un mundo poblado por duendes traviesos —los trasgus—, que habitan en las casas, y por unas hadas —las xanes—, que son capaces de seducir a cualquier caballero. La mayoría de los personajes masculinos son huraños, traviesos, malhumorados o, directamente, agresivos. Los femeninos, por su parte, suelen tener un carácter malicioso, como si disfrutaran engañando y enloqueciendo a los hombres. La Guaxa es capaz incluso de asesinar a los niños chupándoles la sangre, en lo que sería una versión local del mito del vampiro.
La mitología cántabra, que tiene una gran influencia de la cultura celta, rinde tributo al sol como figura masculina y a la Tierra como femenina. Árboles, ríos, lagos y montañas poseen su propio espíritu y se consideran sagrados. En cuanto a sus criaturas autóctonas es interesante la clara división que existe entre los representantes del bien y los del mal. El Ojáncanu —y su mujer, la Ojáncana— son dos criaturas gigantescas que no tienen piedad a la hora de hacer el mal, incluso entre los niños. Frente a ellos, las anjanas, unas pequeñas hadas de gran belleza se presentan como las protectoras de los gentiles, los enamorados y los extraviados.
Cojamos el caso del Grial. ¿Cuántas personas
han dedicado sus vidas a estudiarlo? ¿Y a buscarlo? ¿Cuántos libros
se han publicado sobre él? ¿Cuánto dinero se ha gastado en su
persecución? Conozco incluso a algún investigador que casi pierde
la cabeza obcecado en su búsqueda… Y, la verdad, la podría haber
perdido del todo, porque se trata de un mito en toda regla. A estas
alturas de mi vida estoy convencido de que la célebre copa no
existe. Jesús la cogió con las manos, repartió el vino entre sus
discípulos… y después de la cena, teniendo en cuenta lo que se les
venía encima, la copa se perdió o se rompió, ya que probablemente
era de cristal. Si realmente existiera, entonces el mito dejaría de
existir y el enigma cobraría vida.
Si el Grial aparece en este libro es porque son muchos los que creen que es real, que de verdad existe, y que está custodiado en algún lugar perdido de Europa. Creen que es un auténtico enigma, como también le ocurre a otro mito muy relacionado: el que nos habla del Rey Arturo y los famosos caballeros de la Mesa Redonda. Si bien yo creo que ambos mitos son precisamente eso, ficciones en toda regla, es indudable que se trata de las más importantes de la civilización occidental. En sus relatos se esconden buena parte de las claves que iluminan nuestra forma de pensar.
Entrarás a fondo en el misterio de Grial en
el capítulo 11. Lo que me interesa ahora es que te quede bien claro
cuál es la diferencia entre los mitos y los enigmas. Porque una
cosa es lanzarse a la difícil tarea de buscar el origen de los
avanzados conocimientos astronómicos de los dogones, y otra muy
distinta, y del todo imposible, es encontrar la mesa redonda del
Rey Arturo. En el mejor de los casos, todo lo que vas a encontrar
es una réplica inspirada en los relatos artúricos, que cuelga de la
pared del castillo de Winchester, en Inglaterra. Quedas
advertido.
Mitología hispánica II
En Cataluña el agua adquiere un papel preponderante, ya sea por su abundancia o por su carencia. Los bosques, a su vez, aparecen repletos de duendes y hadas, más moderados en sus actividades cotidianas que sus colegas del norte. En cambio, comparte con esas mitologías cántabras la presencia de animales míticos, como bestias que comen niños —el Papu—, y la creencia en el origen sagrado de ríos, montañas y demás accidentes geográficos.
Y los ejemplos siguen… En Castilla, el Diablo Cojuelo, el Bú o el Tragaldabas. En Extremadura, el Machu Lanú, las jáncanas o los mulachinis. En el País Vasco, los dioses Urtzi y Mari, los jentilak, las lamiak y los iratxoak. En las Canarias, los dioses Achamán, Magec, Achuguayo o Chijoraji. Y la lista continúa en Galicia, las Baleares, el Pirineo y el resto de territorios de España, porque no hay pueblo en el mundo que pueda consolidarse y desarrollarse sin unos mitos que definan el sistema local de valores.
Dejarse tomar el pelo
Perseguir un mito puede ser frustrante, porque jamás se va a encontrar aquello que se busca. Pero al menos, en su persecución, seguro que se aprenden unas cuantas verdades sobre la cultura y la mentalidad de la que surgió. El que busca el Grial no lo encontrará jamás, pero, al sumergirse de lleno en la mentalidad medieval, dará con las claves que explican nuestra forma de ver el mundo.
En cambio, los fraudes no tienen ningún efecto beneficioso involuntario. Le hacen sentir a uno como un tonto. Tan sólo son uno de los mayores enemigos del investigador. ¿Y a qué me refiero cuando hablo de fraudes? Es fácil; aquí la palabra no tiene múltiples significados. Un fraude es un bulo, un engaño, una mentira; es un relato o un documento que se refiere a un fenómeno inventado pero que se presenta al público como si fuera auténtico.
Peligro a la vista
En la historia de la investigación de los enigmas hay numerosos ejemplos, seguramente demasiados. Son una completa pérdida de tiempo para el estudioso, que dedica un esfuerzo muy valioso a un fenómeno que no lleva a ninguna parte. Yo diría que aún es más grave: dedicar horas de trabajo a un fraude y apuntar que quizá tenga algo de verdad es la peor publicidad que puede labrarse un investigador.
De hecho, aquellos que dan veracidad a un
fraude acaban perjudicando la reputación de todos los que nos
dedicamos a la investigación de enigmas. Cada vez que se descubre
que un documento dado por bueno resulta ser un engaño, aquellos que
critican por sistema nuestro trabajo tienen un argumento más para
echar por tierra muchas líneas de investigación. Que una foto que
muestra un ovni esté manipulada no significa que los ovnis no
existan; sin embargo, los escépticos se aferrarán a esa prueba para
afirmar que todo el fenómeno es un fraude. La parte acaba por
arruinar el todo. Así que mucho cuidado; evita caer en un fraude
como quien huye de la peste.
Los trucos del falsificador
Los fraudes son tan
antiguos como la historia. Siempre ha habido personas ansiosas de
notoriedad a cualquier precio, o que disfrutan tomando el pelo a
sus vecinos. La verdad es que no dejan de tener su interés como
signos de los tiempos, como una muestra de lo retorcido de la mente
humana… Pero eso ahora mismo no nos interesa, y se lo dejamos a la
psicología. Prefiero recordarte que un fraude puede esconderse,
como el lobo, bajo múltiples pelajes. Algunos de ellos son los
siguientes.
• Falsos testimonios. Una persona decide inventarse una historia para conseguir notoriedad o llamar la atención. Son frecuentes en el estudio del fenómeno ovni, donde dependemos mucho de los testigos y sus relatos. A veces es fácil descubrir a un mentiroso: no puede dar detalles concretos ante una pregunta inesperada, repite siempre las mismas excusas, y habla con lentitud para darse un tiempo extra y buscar una mejor explicación. Contrastar varias versiones de una historia es siempre la mejor manera de descubrir un engaño.
• Mentiras colectivas. En el siglo XIX, algunas ciudades de Estados Unidos e Inglaterra vieron nacer “los clubes de mentirosos”, asociaciones de bromistas que se ponían de acuerdo para mofarse de sus conciudadanos contando una misma historia. La televisión y la radio acabaron con ellos, pero hoy, gracias a internet, el fenómeno ha resucitado: los mentirosos pueden ponerse de acuerdo sin ni siquiera conocerse personalmente, lo que hace más complicado descubrir el fraude.
• Fotografías manipuladas. En plena era del Photoshop resulta relativamente sencillo construir una foto falsa y que no lo parezca. En los tiempos de la fotografía analógica, los fraudes también existían, pero se requería más tiempo y más talento para conseguir una imagen que pudiera crear confusión. El estudio de las sombras y los tonos de los distintos objetos suele revelar el engaño.
• Reconstrucciones digitales. Últimamente son frecuentes los vídeos de avistamientos de ovnis en ciudades. En ellos se suele ver un entorno reconocible, en el que de repente aparece algún tipo de nave extraterrestre surcando los cielos; la gente que aparece en la grabación, como no podía ser de otra forma, muestra su gran sorpresa.
El uso de herramientas digitales permite una fusión entre imágenes reales y otras creadas por ordenador casi perfecta. Puede descubrirse el fraude por el estudio de las sombras, de las texturas y del contorno de los objetos (la superposición de capas a veces muestra un halo alrededor de las formas creadas digitalmente). Pero un trabajo profesional es difícil de desenmascarar.
• Muñecos y maquetas. Los mismos trucos que usaban en el cine previo a la era digital se han usado para montar fraudes. Así, hay un sinfín de grabaciones de maquetas de naves espaciales surcando los cielos. Lo mismo ocurre con muñecos de supuestos alienígenas, criaturas monstruosas y animales fantásticos. En estos casos, sólo la confesión de su creador puede poner punto final al engaño.
• Fetos de animales. Suena desagradable, lo sé, pero se han usado a menudo para hacerlos pasar por restos de extraterrestres. Los fetos de algunas especies de mono pueden parecer criaturas venidas de otro mundo. También se ha usado material orgánico para reconstruir animales fantásticos y míticos, como el popular chupacabras o las fabulosas sirenas.
• Restos arqueológicos falsos. Cogemos una losa de piedra, el alfabeto rúnico —el que usaban los pueblos arios precristianos—, un punzón de acero y, listo, ya podemos construir la prueba de que los vikingos llegaron a América antes que Colón. Parece un chiste, pero eso es lo que hicieron en Kensington (Minnessota) en el año 1898. Puede sonar un poco burdo, pero hay ejemplos a decenas.
• Dibujos y mapas falsificados. En el capítulo 2 trato las distintas áreas en las que se divide la investigación de los enigmas. Una de ellas es el estudio de mapas insólitos, que revelan territorios desconocidos para la fecha en que fueron dibujados. El más famoso es el de Piri Reis, fechado en 1513 y que muestra la Antártida con sorprendente exactitud. El de Piri Reis es auténtico, pero corre por ahí una buena colección de mapas falsos. El de Vinlandia, datado entre 1423 y 1455, revelaría el contorno de América del Norte antes del descubrimiento de Colón. Estudios sobre las tintas utilizadas pusieron en duda su autenticidad.
Figura 1-2: La foto de un ovni; algunas personas pueden considerarla una manipulación fotográfica
Como puedes ver, la variedad de fraudes posibles es tan grande como la imaginación y la ingenuidad humanas. La única forma probable de estar a salvo de ellos es mantener el espíritu crítico y, ante la duda, acudir a un experto en la materia. Biólogos, restauradores, químicos, técnicos en efectos especiales, editores de vídeo digital… Ellos tienen los conocimientos que pueden revelar un fraude y salvarte del ridículo más espantoso. Por mi experiencia es muy posible que se tomen la propuesta como un peculiar reto personal, por lo que no van a dudar en asesorarte y demostrar lo que saben. Mejor una pregunta a tiempo que una disculpa pública cuando ya sea demasiado tarde.
Los auténticos Indiana Jones I
A lo largo del libro vas a saber de la vida y la obra de unos cuantos investigadores que bien se merecen ser los “verdaderos Indiana Jones”, hasta el punto de que las malas lenguas dicen que George Lucas se inspiró en ellos para crear al personaje encarnado por Harrison Ford. Académicos y profesionales que dejaron las cátedras y los laboratorios para entregarse a un trabajo de campo que cambiaría sus vidas de arriba abajo. Si hoy se los recuerda es precisamente por ser descubridores y pioneros del estudio de algunos de los mayores enigmas de la humanidad.
María Reiche, nacida en Dresde en 1903 y fallecida en 1998 en Lima (Perú), fue una matemática alemana que entregó su vida a las líneas de Nazca. Fue ella quien realizó el primer mapa completo de las figuras grabadas en el suelo, y quien propuso que las líneas son en realidad un gran calendario de las constelaciones y planetas. También nacido en Alemania, Otto Rahn (Michelstadt, 1904-1939) fue un medievalista que viajó por toda Europa y publicó trabajos de gran influencia sobre el Grial y la herejía cátara. Su hipótesis de trabajo, en la que establece una conexión entre la copa sagrada y la secta de los perfectos, ha influido a decenas de escritores que han aprovechado el tirón de tan fabuloso argumento.
Lo que hay que tener
¿Hay que estar hecho de una
pasta especial para dedicarse a la investigación de los enigmas?
Por supuesto, del mismo modo que no todo el mundo tiene las agallas
necesarias para ser médico, profesor de instituto o submarinista. A
diferencia del investigador más ortodoxo, que suele pasar muchas
horas encerrado en el laboratorio, el que se dedica a la búsqueda
de enigmas y misterios debe combinar el trabajo de campo con el de
biblioteca. Muchos de los misterios que hay repartidos por el mundo
tienen una abundante bibliografía asociada, pero sobre otros no
existen estudios serios publicados. En este caso, es el
investigador el que debe abrir un nuevo camino, casi a tientas; y
no todo el mundo sabe andar en la oscuridad. Un investigador
completo debe poseer las siguientes siete cualidades.
• Curiosidad. Sin ella no hay investigación posible. De la curiosidad nacen las preguntas; y de ellas, las respuestas que nos permiten aprender. Y no sólo debemos ser curiosos sobre el objeto de nuestro estudio, sino acerca de todos los campos del conocimiento. La curiosidad, entendida como lo hacen los niños, sin maldad y con la única voluntad de conocer, debe ser nuestro primer motor. Aquí está permitido mirar por los ojos de todas las cerraduras.
• Espíritu crítico. ¿Qué sería del progreso si Einstein o Newton no se hubieran planteado respuestas nuevas para las preguntas de siempre? Hasta hace poco, por ejemplo, se aceptaba comúnmente que las pirámides se habían construido empleando miles de esclavos, cuerdas, poleas y mucha fuerza bruta. Así lo describía Herodoto en el siglo V a. C. Algunos investigadores empezamos a plantearnos si habría otras opciones y así, hoy en día, trabajos como los de Jean-Pierre Houdin o Joseph Davidovits han puesto en duda la visión tradicional.
• Escepticismo. Ya hemos visto cómo los fraudes son el mayor peligro que debe afrontar un investigador. La mayoría no hubieran tenido la más mínima repercusión si el espíritu crítico, la capacidad de dudar, se hubiera enfrentado a ellos desde un principio. Durante el transcurso de nuestro trabajo nos encontraremos con documentos y testigos que nos darán aquella respuesta que estamos buscando. Antes de abrazarla hay que someterla a las más duras preguntas, como si fuera el abogado del diablo quien interrogara.
• Fortaleza. Durante toda mi carrera he tenido que soportar críticas feroces, provenientes de todas las esferas. Las recibí incluso cuando dirigí un curso universitario en El Escorial que pretendía poner un poco de orden y ortodoxia a la disciplina que nos ocupa. Siempre hay quien prefiere el oscurantismo al debate y la luz pública. Al sugerir nuevas interpretaciones, se ponen en duda viejas verdades y se lucha a contracorriente. Hay que tener fortaleza para seguir andando solo.
• Inteligencia emocional. Una parte importante de nuestras fuentes proviene de testimonios de personas de carne y hueso. Hay que realizar numerosas entrevistas, ganarse la confianza de los testigos y lograr que nos revelen aquello que consideran un secreto. Está claro que no todo el mundo sabe hacerlo. La paciencia, el respeto, la simpatía y la empatía son cualidades fundamentales. Piensa que a menudo el testigo tiene miedo de contar una historia que él es incapaz de comprender, que sería más propia de un loco que de un cuerdo. Sólo hablará si se siente seguro y protegido.
• Imaginación. Heinrich Schliemann es, sin duda, el arqueólogo a quien todo el mundo asocia con la ciudad de Troya. No sólo encontró la ciudad homérica, sino que sus excavaciones son las que ofrecieron más luz sobre el lugar. ¿Y qué empujó a Schliemann a encontrar la ciudad? No fue otra cosa que los relatos de Homero que su padre le dio a conocer de niño. A pesar de que todo el mundo pensaba que Troya era un mito, sus sueños de niño le decían que no. Y sus sueños tenían razón.
• Formación. Como veremos en el capítulo 2, para investigar los enigmas hace falta disponer de una vasta cultural general. Historia, biología, antropología, geografía, medicina, historia del arte y, por supuesto, idiomas. Sólo al instruido no se le escapan los detalles ni se le da gato por liebre.
Figura 1-3: Encerrado en casa no se descubre nada
Está claro que no sólo son necesarias las características que menciono; otras son comunes a cualquier trabajo científico. La paciencia, la constancia o la voluntad son fundamentales para llevar a cabo cualquier tarea que merezca la pena. Sin ellas, mejor nos quedamos en casa. Dar con una ciudad perdida no es un trabajo que se haga en un fin de semana… aunque tampoco hace falta que empieces por metas tan elevadas. De momento, sigamos con la lectura, pasemos al próximo capítulo y veamos qué herramientas tenemos para desenvolvernos en un mundo lleno de enigmas.
Los auténticos Indiana Jones II
El ruso Leónidas Kulik, nacido en Tartu en 1883 y fallecido en 1942, fue el descubridor de los restos del “incidente de Tunguska”, una formidable explosión de tintes atómicos ocurrida en 1908 que no sería documentada hasta 1927. Fue capaz de rescatar la historia del olvido y de soportar penurias y enfermedades hasta dar con el lugar de la explosión. Hoy es uno de los mayores misterios a los que se tiene que enfrentar la geología moderna, y por ese motivo varios accidentes y cuerpos espaciales llevan su nombre. Kulik murió en un campo de concentración nazi en 1942, víctima del tifus.
El francés Marcel Griaule (1898-1956) fue piloto de combate antes de convertirse en antropólogo y destacado africanista. En una de sus expediciones por Mali, Griaule contactó con la tribu de los dogon, quienes poseían unos conocimientos astronómicos que asombraron a Occidente; fue además pionero en el uso de la fotografía aérea. Otro francés, Henri Lhote (1903-1991), fue quien descubrió las pinturas rupestres de Tassili tras oír un rumor que apuntaba a la existencia de unos extraños grabados. Montó la primera expedición a la zona y fue también el primero en describir los dibujos del Tassili como representaciones de astronautas… ¡en pleno Neolítico!
Como ves, cada enigma tiene su propio descubridor, pero todos coinciden en una misma idea; creyeron en una visión en la que nadie confiaba, soportando la crítica y el desprecio, aunque al final demostraron que eran ellos quienes tenían razón.