Capítulo 13
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Nessie y familia
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En este capítulo
• El monstruo del lago Ness
• Los dinosaurios sobreviven
• Los primos lejanos de Nessie
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Ha llegado el momento de fijar la atención
en la criptozoología, la disciplina que estudia aquellas especies
animales que la ciencia académica aún no ha registrado en sus
clasificaciones. Si necesitas una pequeña introducción a esta
disciplina, te remito al capítulo 2, donde hago un repaso a su
historia y objetivos. Si ya le echaste un vistazo en su momento, o
si prefieres ahorrarte los preámbulos, no le demos más vueltas y
empecemos cuanto antes.
Te adelanto que en los dos próximos capítulos trataremos los que son, posiblemente, los dos misterios más populares asociados con esta especialidad: el monstruo del lago Ness, en Escocia, y el Hombre de las Nieves, en el Tíbet. Dos monstruos —por llamarlos de alguna manera— que ya forman parte del imaginario popular y a los que les salen parientes por todo el mundo.
Primero abordaré el misterio que envuelve a Nessie; un enigma cuyos orígenes se remontan al siglo VI, pero que vivió un espectacular tirón mediático a partir de 1933, el año en que se produjo el primer avistamiento “moderno” del monstruo. Desde esa fecha, no han dejado de sucederse supuestos encuentros, investigaciones espectaculares y desmentidos poco convincentes. Para conocer a fondo el misterio, lo primero que hay que hacer será coger el billete hasta las Tierras Altas de Escocia y reunir el coraje suficiente para sumergirse en las gélidas aguas de un lago negro.
Vida y milagros de un bicho
Estoy seguro de que
cualquiera que haya navegado sobre ese lago negro y profundo habrá
sentido la sensación de que algo extraño se oculta bajo la
superficie… Y es que no es de extrañar que el visitante desconfíe
del lago. La visibilidad dentro del agua es nula y su temperatura,
que ronda los 5 °C, no invita precisamente al baño. El Loch Ness
está situado al norte de Escocia, en las Highlands, rodeado de uno de los paisajes más
verdes y húmedos de Europa. Tiene una superficie de unos 52
km2 y una profundidad que alcanza los
244 m, lo que lo convierte en la mayor reserva de agua de toda la
zona y en el segundo lago en longitud —el mayor es el Loch Lomond—.
Su nombre, Ness, significa “negro” en escocés, y le viene del color
que dejan las partículas de turba disueltas en el agua.
El lago Ness forma parte de una red interconectada de masas de agua dulce, muchas de ellas de origen subterráneo. Gracias a esos canales de comunicación, el agua se renueva constantemente y las corrientes de origen desconocido son frecuentes, lo que sin duda ha fomentado la idea de que el lago esconde la presencia de un animal de origen desconocido. Esa misma red laberíntica sería también la responsable de que hasta ahora no haya podido capturarse ningún ejemplar, ni vivo ni muerto; por lo visto, el bueno de Nessie tendría la costumbre de escaquearse por esos túneles cada vez que alguien se toma demasiado en serio la tarea de encontrarlo.
A pesar de esa falta de pruebas tangibles, se cuentan por decenas los testigos que afirman haber visto algo parecido a un monstruo rondando por el lago Ness. Y aunque no todas las declaraciones coinciden en su descripción del animal, sí que se repiten unos mismos patrones: más o menos unos 10 m de longitud, cuello largo, boca relativamente grande y un aspecto exterior que podría recordar a un plesiosaurio o a un ictiosaurio, especies de dinosaurios acuáticos extinguidas hace 65 millones de años. ¿Sería posible que algunos ejemplares de estas especies hubieran sobrevivido a la gran extinción, encontrando refugio en un ecosistema tan particular como el del lago Ness? Vamos a ver qué nos cuentan los testigos.
El diablo y el lago Ness
Fue un santo quien, en el año 565, dejó la primera referencia conocida de que algo extraño se cocía alrededor del lago Ness. Era un predicador de origen irlandés, san Columbano, que se encontraba por las Tierras Altas de Escocia en compañía de sus seguidores. Según describe el Vita Sancti Columbani, Columbano estaba paseando por la ribera cuando vio cómo un grupo de escoceses enterraban a un compañero. Al acercarse, aquellos hombres le dijeron que un monstruo había surgido de entre las aguas y los había atacado mientras nadaban.
Al oír tan espeluznante historia, san Columbano decidió poner remedio y abordar el problema de frente. Pidió a uno de sus fieles que se despojara de sus ropas —menos de la túnica— y se tirara al lago, para dar unas brazadas y llamar así la atención del monstruo. El animal, descrito como una especie de serpiente gigante, no había tenido suficiente con el primer lugareño y decidió proseguir con su festín. Salió de entre las aguas, soltó un berrido y, cuando ya había abierto la boca y estaba a punto de zamparse al voluntario, san Columbano hizo la señal de la cruz en el aire y dijo: “No vayas más lejos, no toques al hombre, date la vuelta y vete rápido”. Y el monstruo, que se debió de quedar de una pieza, dio media vuelta y dejó vivir al discípulo del santo irlandés.
En la mitología nórdica son frecuentes las historias de lagos, monstruos y dragones, de forma que es muy posible que la historia de san Columbano no sea más que una cristianización de una leyenda local. La presencia de una serpiente, animal siempre relacionado con el diablo, también podría apuntar en esta dirección y confirmar la hipótesis del relato mítico. Sea como sea, resulta bastante revelador que el lugar escogido para dar morada a la bestia sea el río que circunda el lago Ness. Si se trata de una leyenda adaptada, parecería indicar que los nativos del lugar creían que algo raro pasaba en esas aguas desde hacía tiempo.
Los felices años treinta
No es hasta finales del siglo XIX, en 1871, cuando empieza correr la voz de que algo enorme nada bajo la superficie del lago. Desde esta fecha hasta 1933, el año en que el fenómeno traspasa fronteras, se cuentan hasta una veintena de contactos. Las descripciones hablan de una bestia enorme, de cuatro patas, con un cuello largo. Hay quien dice que es como una salamandra, otros que como un elefante, alguien comenta que tiene cuerpo de caballo… Hay testigos de todas las edades y condiciones, desde niños que estaban de excursión hasta matrimonios de vacaciones. La rumorología aumenta, pero los ecos del monstruo aún no han llegado a la gran ciudad.
¿Y qué ocurre en 1933 para que Nessie
alcance fama mundial? En primer lugar, se estrena en los cines la
primera versión de King Kong, lo que
provoca en todo el mundo occidental una fiebre por los monstruos,
en especial por aquellos que podrían haber llegado a nuestros
tiempos desde un pasado mítico y lejano. En segundo, que un
periodista del Inverness Courier, el
diario local, empieza a mostrar cierto interés por los rumores cada
vez más insistentes que llegan desde el lago. En especial, el
Courier da veracidad a la historia
contada por un londinense, George Spicer, que describe cómo él y su
mujer vieron un animal, que parecía sacado de la época de los
dinosaurios, cruzando la carretera circundante al lago. Calcularon
que podía tener un cuerpo de unos 8 m de longitud, y un cuello
largo y fino de 3 o 4 m. Según el matrimonio, Nessie pasó por
delante del coche, algo asustado, y se metió en el agua sin dar
tiempo a nada más.
Las noticias del Inverness Courier llegaron a Londres y, de ahí, al resto del mundo. Periódicos de todas partes empezaron a enviar reporteros para cubrir la noticia, y el lago Ness se convirtió en punto de peregrinación para todos aquellos que buscaban unas vacaciones diferentes. Sólo en los años 1933 y 1934 se registraron más de 50 avistamientos, tanto dentro del agua como en las zonas adyacentes al lago. Los testimonios cada vez coincidían más en sus descripciones, y se repetía el modelo del animal antediluviano, de cuerpo abombado y cuello largo. Puede decirse que Nessie había nacido oficialmente.
Sin embargo, a pesar de los muchos curiosos y de los numerosos contactos, nadie es capaz de capturar al animal o conseguir una prueba gráfica de su existencia. Al menos hasta 1934, cuando el Daily Mail publicó una fotografía tomada por un médico que mostraba el cuerpo y la cabeza del monstruo. Durante 60 años fue la imagen icónica por excelencia de Nessie, y por eso se merece una mención aparte en esta historia.
La foto del cirujano
Es posible que conozcas la imagen. En
ella se ve, rompiendo la ondulada superficie del lago, un largo
cuello que culmina en una cabeza de serpiente de un modesto tamaño.
Alguien con mala fe podría decir que parece un brazo con un
calcetín emergiendo de las aguas, pero en su momento se consideró
que la imagen no ofrecía duda alguna. Obra de un respetable
cirujano londinense, el doctor Wilson, la fotografía dio la vuelta
al mundo. Según él mismo afirmó, Wilson estaba ensimismado mirando
el lago cuando, de repente, vio cómo emergían un cuello y una
cabeza. Cogió su cámara tan rápido como pudo e hizo cinco
fotografías, de las cuales sólo dos ofrecieron información
relevante. La primera, demasiado borrosa, se descartó. La segunda,
en cambio, se publicó y pasó a la historia.
Como decía, la foto se dio por buena hasta que, a mediados de la década de 1980, algunos investigadores decidieron estudiarla a fondo. Lo primero que pudieron apreciar es que la imagen que se había publicado en la prensa resultaba ser una ampliación de la foto original. Al ver la imagen a su tamaño real se podía apreciar que el cuello y la cabeza eran pequeños, de apenas un palmo, por lo que el animal sumergido difícilmente podía medir más de un metro. Un Nessie diminuto comparado con lo que los testigos llevaban repitiendo desde la década de 1930.
El misterio se desveló en 1994, cuando
Christian Spurling, poco antes de morir, reveló que la fotografía
era un fraude en el que había tomado parte. Spurling, compinchado
con el doctor Wilson y con un vendedor de aire llamado Marmaduke
Wetherell, construyeron un cuello y una cabeza “de Nessie” con
material de modelar y la pegaron a un submarino de juguete. Así,
tal como suena. Pusieron en marcha el submarino, lo dejaron avanzar
unos metros y, cuando se había alejado lo bastante de la orilla,
Wilson hizo la foto. Así, la imagen más icónica del monstruo
quedaba descartada y sus autores más que retratados. Sin embargo, a
pesar del fraude, el interés por el monstruo no decreció.
Afortunadamente, la “foto del cirujano” no es la única imagen que
nos muestra a Nessie. Otras pruebas resultan más convincentes.
La peli de Dinsdale
Si tuviera que dar validez a
alguna de las imágenes sobre Nessie que se han publicado en todos
estos años, me decantaría sin dudarlo por la película captada el 23
de abril de 1960 por Tim Dinsdale. No ha sido la única que se ha
rodado con Nessie de protagonista, por supuesto; se dice que en
1938 un turista sudafricano rodó varios minutos de algo que podría
ser el monstruo. Sólo se ha podido ver un fotograma de ese primer
film, por lo que no puedo darte mi opinión sobre su posible
autenticidad. Lo que sí he podido ver son numerosas fotografías
tomadas en la década de 1950, y que me resultan bastante más
fiables que la célebre “foto del cirujano”. En ellas, se puede
apreciar un cuerpo enorme que nada al mismo nivel de las aguas,
ligeramente sumergido, y cuya silueta encaja con la imagen más
popular de Nessie.
Pero, como decía, fue la película de
Dinsdale la que volvió a poner al monstruo del lago en boca de
todos, y provocó un renovado interés por el misterio. Dinsdale era
un ingeniero aeronáutico que estaba de vacaciones en Foyers, en
medio del lago. Según sus propias declaraciones: “Percibí algo en
la superficie de las aguas. Parecía una barca boca abajo. Y empezó
a moverse, provocando un fuerte oleaje en su zona posterior. Era un
animal, de eso estoy seguro. Vi sus aletas y filmé sus movimientos,
en claro zigzag. Después se sumergió”.
Según los análisis efectuados, la película muestra un cuerpo de unos 2 m de ancho, con un lomo que emerge alrededor de 1 m, y que se desplaza a una velocidad de unos 17 km/h. La longitud total del animal se calculó en un 18 m. Los más escépticos aseguraron, como era de esperar, que se trataba de un nuevo fraude. Pero los estudios más serios sobre el film, llevados a cabo incluso por la Royal Air Force, determinaron que la película era auténtica.
En 1993 se escaneó la
película original y se aumentó el tamaño de la imagen con la
intención de desenmascarar un hipotético truco. Sorprendentemente,
los ampliados fotogramas no desvelaron ninguna trampa, sino más
bien todo lo contrario: mostraban lo que parecía un cuerpo trasero,
dos aletas y una joroba. Incluso los más escépticos tuvieron que
reconocer que lo que aparecía en la película tenía toda la pinta de
ser un plesiosaurio. A día de hoy no se ha podido demostrar que el
film rodado por Dinsdale sea falso, por lo que sigue siendo el
documento más valioso con el que cuentan los defensores de la
existencia del monstruo.
Desde ese lejano ya 1960 los avistamientos se han repetido. También las fotografías y las películas, entre las que quiero destacar la grabada por un científico amateur, Gordon Holmes, en el año 2007. Son, seguramente, las imágenes de mayor calidad que se han tomado jamás, aunque su interpretación puede ser un poco ambigua. En ellas se aprecia con claridad una masa que nada bajo las aguas y que va dejando una larga estela según avanza. Aún no hay estudios serios al respecto de este último vídeo, pero lo que parece claro es que, en los últimos cien años, ha habido indicios más que razonables que apuntan a la existencia de una criatura desconocida en las aguas del lago Ness. Lo llamativo del caso, sumado a la avalancha de testigos acumulados a lo largo de los años, animó a la comunidad científica a rastrear el lago en busca del monstruo. ¿Cuáles son los proyectos de investigación más destacados que se han llevado a cabo? ¿Y qué hipótesis de trabajo se han derivado? En el siguiente apartado te lo cuento todo.
A la caza del monstruo
Gracias al revuelo creado por la posible existencia del monstruo, no ha resultado difícil encontrar la financiación necesaria para estudiar a fondo el lago. Cualquier investigación seria ha recibido siempre la atención de los medios de comunicación, lo que ha generado suficiente publicidad como para recuperar la inversión realizada. En muchos casos, la nueva y publicitada investigación viene acompañada del correspondiente libro o DVD, con lo que, además de contribuir a aclarar el misterio, se sacan unos estimables beneficios económicos. Nessie es, sin duda alguna, un buen negocio; no hay más que ver cómo ha proliferado una verdadera industria dedicada al monstruo en los alrededores del lago. Pero, más allá del negocio que se ha montado, lo que ahora interesa es ver el resultado de esas investigaciones. A ver qué ha conseguido aclarar la ciencia sobre el gran misterio.
Escuchar bajo las aguas
Durante la década de 1930, la época en que se instauró oficialmente la fiebre por el monstruo, ya se llevaron a cabo los primeros estudios serios que intentaron verificar la existencia de Nessie. Hombres armados con cámaras y prismáticos montaban guardia en las orillas del lago, con la orden de notificar cualquier contacto que tuvieran, por pequeño que fuera. Por lo que se sabe, aquellos pioneros no tuvieron mucha suerte; fueron incapaces de reunir ninguna prueba más o menos consistente. No cabe duda de que lo limitado de su equipo, que no les permitía ir más allá de la típica fotografía, no les ayudó mucho a la hora de encontrar al monstruo. Habría que esperar unos años, y a la invención del sónar, para poder poner en marcha estudios más ambiciosos. A continuación te ofrezco una lista de las investigaciones que han marcado época.
• 1967-1968, Gordon Tucker. Experto en sónar de la Universidad de Birmingham, sumergió un potente emisor en la zona central del lago, de forma que podía barrer la totalidad del espacio sumergido. Encontró objetos de unos 6 m de largo, subiendo y bajando por las distintas capas de agua. Los objetos, con un comportamiento insólito para un pez, no salieron a la superficie.
• 1969, Andrew Carroll. Desde el acuario de Nueva York, se plantó en el lago armado con el correspondiente sónar. Encontró una presencia de unos 6 m de largo.
• 1970, Roy Mackal. El biólogo de la Universidad de Chicago utilizó un sistema un poco diferente: una red de micrófonos subacuáticos. Registró golpes y vibraciones que los expertos relacionaron con la presencia de un gran animal con cola. En ningún caso pudieron atribuir los sonidos captados a la presencia de animales conocidos.
• 1972-2008, Robert H. Rines. Sin duda, uno de los más dedicados investigadores del lago. Construyó una estructura de emisores de sónar y cámaras fotográficas. Cuando el sónar detectaba algo, las cámaras se disparaban. Consiguió imágenes subacuáticas de un animal muy parecido a un plesiosaurio, con una cola larga y triangular. Pero en 2008, un año antes de su muerte, declaró que era posible que Nessie hubiera fallecido; la ausencia de testimonios y contactos relevantes en los últimos años así se lo sugerían.
• 1987, operación Deep Scan. 24 barcos armados con sónar peinaron exhaustivamente cada centímetro del lago. Después de gastarse un millón de libras montando el tinglado, detectaron tres contactos a 180 m de profundidad, de un volumen considerable y que no podían ser un pez de ninguna especie.
• 2003, BBC. Con motivo de la realización de un documental para la televisión, la BBC financió una exploración del lago usando una red de sónares. En esta ocasión, no hubo ningún contacto.
Aun sin encontrar pruebas concluyentes,
todos los científicos implicados en la búsqueda de Nessie llegaron
a una misma conclusión: vistos los resultados, está claro que hay
algo ahí abajo y que su origen nos es desconocido. Según los
contactos del sónar, los investigadores de las distintas
expediciones coinciden en la existencia de animales de gran tamaño
—mayores de 6 m—, que suelen nadar a unos 150 m de profundidad y
cuyo comportamiento no se corresponde con el de ninguna de las
especies registradas en el Loch Ness. No se trata de conclusiones
apuntadas por ningún fanático de la criptozoología, sino de los
resultados de rigurosos estudios científicos, llevados a cabo por
reputados investigadores de todo el mundo. Entonces, si se confirma
que hay algo ahí abajo, ¿de qué estamos hablando?
Las posibles explicaciones
Ya desde el momento en que se popularizó el enigma se empezaron a barajar múltiples teorías para explicar el extraño fenómeno que tenía lugar en el lago Ness. Las hay de todos tipos, algunas acuñadas por escépticos investigadores y otra sugeridas por los soñadores más románticos. Aquí tienes una recopilación de las más interesantes, para que tú mismo seas quien escoja la que te parezca más razonable. Lo que está claro es que una de las que aquí te expongo debe ser la buena.
• Un plesiosaurio. Se trata de un dinosaurio acuático, de sangre fría, que se extinguió hace 65 millones de años y que vivía en aguas más cálidas que las del Loch Ness. Según esta teoría, algunas colonias de este animal habrían sobrevivido a la gran extinción de finales del Cretácico. Protegidas por un entorno adecuado, como un lago profundo, se habrían reproducido hasta nuestros días.
• Un anfibio desconocido. La hipótesis favorita de Roy Mackal, el investigador de los micrófonos subacuáticos. No se conoce la especie ni cómo habría llegado hasta el lago Ness.
• Una anguila gigante. Las anguilas de tamaño normal son muy comunes en el Loch Ness, así que existiría alguna posibilidad de que una variedad de esta especie hubiera crecido de forma desmesurada. Se trataría de un fenómeno similar al que ocurre con el calamar común y con el calamar gigante.
• Focas. Por extraño que parezca, la presencia de estos animales es frecuente en la zona gracias a la intricada red de acuíferos submarinos que alimentan el lago. Se las ve con relativa frecuencia, y su comportamiento encaja con el del monstruo.
• Corrientes de agua. Masas de distintas temperaturas y calidad pueden dar la sensación de que algo se mueve bajo la superficie. Provocan cambios de color en el agua y un comportamiento extraño de las ondas y mareas.
• Psicosis colectiva. Después de las primeras noticias que hablaban de la existencia del monstruo, cualquier persona que veía algo moviéndose sobre el lago aseguraba que había visto al monstruo. Sin embargo es difícil que los contactos de sónar se expliquen con esta teoría.
• Bolsas de gas. El fondo del lago Ness esconde cierta actividad volcánica, que podría provocar burbujas de gas que subirían a la superficie y provocarían unas turbulencias muy similares a las que provocaría un posible monstruo.
Si tuviera que decantarme por
una posible hipótesis, lo haría por la primera opción, la que
sostiene que una colonia de plesiosaurios habría sobrevivido a la
gran extinción de hace 65 millones de años. Las pruebas recogidas
desde 1933, entre fotografías, películas y testimonios, parecen
dejar claro que lo que hay en el lago no es una foca, una anguila
gigante ni una bolsa de gas, sino una criatura muy parecida a ese
animal prehistórico. Además, el Loch Ness no es el único lago del
mundo en el que se han producido avistamientos de criaturas
parecidas, lo que incidiría aún más en esta explicación. Para
acabar de convencernos, pasemos al siguiente apartado y conozcamos
de cerca quiénes son esos parientes lejanos del monstruo del lago
Ness.
Los primos de Nessie
Lugares tan distantes entre sí como Rusia, Canadá o México tienen el honor de contar también con sus respectivos monstruos lacustres. Desde mi punto vista, un fenómeno estrictamente local, como el del lago Ness, podría tener su origen en el folklore o en una psicosis colectiva; en cambio, una situación que se repite en varios lugares del mundo sólo puede explicarse de forma global, tal y como hace la hipótesis del plesiosaurio. Si hacemos una visita a esos lejanos parientes del monstruo del lago Ness, quizá nos acabemos de convencer de que algunos afortunados dinosaurios sobrevivieron a la gran extinción de hace 65 millones de años.
Al otro lado del charco
Uno de esos parientes de Nessie sería el mexicano Chan. Para saber de él es preciso viajar hasta el valle de las Siete Luminarias, en el centro de México, en el estado de Guanajuato. En una superficie de 7 km2 se alzan siete volcanes extinguidos, que han visto cómo sus cráteres apagados se llenaban de unas aguas profundas y de color turquesa. En uno de esos volcanes, el Tallacua, y según reza una tradición precolombina, habita una gigantesca serpiente de agua bautizada con el nombre maya Chan.
Para los nativos del valle de Santiago, la existencia de esa poderosa criatura en el fondo de las aguas que llenan el cráter del Tallacua es indiscutible. Respetado y temido, Chan ha permanecido en la memoria colectiva de los pueblos de esta región hasta el punto que, cada septiembre, los nativos ascienden en peregrinación hasta lo alto del volcán para ofrecer al monstruo los primeros frutos de la cosecha y suplicar su protección. Este ritual podría parecer una simple superstición, si no fuera porque decenas de testigos afirman haber visto con sus propios ojos a la bestia que habita en el Tallacua. Si no los hubiera interrogado personalmente, no habría dado crédito a ninguno de esos rumores. Tras hablar con pescadores, campesinos, policías y sacerdotes, todos coinciden en que han visto entre las aguas “un monstruo inmenso y rugiente como una ballena”. ¿Ejemplos? A decir verdad, unos cuantos.
• Vicente García, conocido hacendado del valle de Santiago quien, a principios del siglo XX, cuando se bañaba en el lago Tallacua en compañía de un sacerdote amigo suyo, se vio sorprendido por un animal de grandes proporciones.
• José Manuel García Rivera, nieto de Vicente, afirma que su abuelo llegó al pueblo demudado y reconoció haber disparado contra la criatura. Pero Chan fue más rápido y se sumergió en las profundidades.
• Santiago Ramírez, por ejemplo, lo vio emerger en el centro del cráter: “Era negro y enorme y bufaba como una res”.
• Juan Hernández, barquero y pescador, ha contemplado en más de diez ocasiones cómo, desde el centro de la siempre pacífica e inalterable laguna, las aguas se encabritan y provocan un oleaje inexplicable.
• El policía local Refugio Silvia, en compañía de otros agentes, fue a tropezar con el monstruo cuando patrullaba por las orillas del Tallacua. El inspector no lo dudó e hizo fuego contra Chan, pero el animal, de largo cuello y cuerpo abombado, desapareció dentro de un fuerte remolino.
Ante la evidencia,
decidí acercarme personalmente a las aguas del Tallacua. Con la
ayuda de los bomberos de Salamanca —una localidad próxima al
volcán— verifiqué la profundidad y naturaleza de las aguas que
llenan el cráter. Descubrí que a unos 20 m de profundidad se
perciben unas fuertes corrientes, de oeste a este, que ponen de
manifiesto la existencia de uno a varios canales subterráneos. Así,
se establecería una red entre los siete volcanes de la zona, que
permitirían la renovación de las aguas. Esta hipótesis fue
confirmada por el comandante Juan Quiroga y por otros lugareños,
que, en diferentes ocasiones, han arrojado troncos al lago del
Rincón de Parangueo —uno de las Siete Luminarias— y, al poco, los
han visto emerger en la superficie del Tallacua.
Si el monstruo existe, tal
como declaran incontables testigos, cabe la posibilidad que el
hábitat de Chan no se reduzca únicamente al Tallacua, sino a todo
un complejo entramado de túneles submarinos. Un fenómeno idéntico
al que ocurre en el lago Ness. Y es igualmente verosímil que Chan
no sea un único y solitario ejemplar, sino toda una familia de
animales prehistóricos, atrapada desde hace millones de años en el
laberinto acuático de las Siete Luminarias.
Los primos de China
Chan no es el único primo de Nessie. También en China se tienen noticias de otro monstruo de parecido perfil y comportamiento. Ese ejemplar habría sido visto en el lago Karas, de 40 km2 de superficie y ubicado en las montañas de Altai, cerca de la frontera noroccidental de Rusia y Kazajistán. Uno de los testimonios más célebres recogidos aseguraba que un grupo de pastores mongoles lo había sorprendido cuando se disponía a devorar un caballo.
Ya en Rusia, hoy se sabe de dos lagos, el Kol-Kol y el Labynkyr, en los que, según los testigos, pudieran haber sobrevivido sendas colonias de monstruos prehistóricos. En el primero, situado en Kazajistán, numerosos testigos hablan de un enorme animal de unos quince metros de longitud, parecido a una serpiente y al que se le ve nadar por la superficie. También en este lago se repiten los extraños oleajes y los sobrecogedores ruidos.
En el segundo lago, en las montañas orientales de Yakutia, al noroeste de Rusia, los primeros testimonios conocidos datan del año 1953. Los observadores en cuestión, el geólogo V. Tverdojlebov y su ayudante, narraron su experiencia con las siguientes palabras.
“Marchábamos por una de las escarpadas
orillas de lago Labynkyr. Y de pronto distinguimos una mancha
blanca bajo las aguas. Y al instante desapareció. Creímos que se
trataba de algún reflejo solar, pero aquello regresó. A cosa de 300
o 400 m de la orilla observamos un objeto blanquecino que se movía
a gran velocidad y en nuestra dirección. Nadaba o se desplazaba
mediante impulsos, emergiendo periódicamente. Estaba claro que era
un animal enorme y muy extraño. Tenía dos manchas simétricas que
identificamos con los ojos y que destacaban del resto del cuerpo. Y
en su parte superior, una especie de aleta. Al aproximarse unos 100
m detuvo la marcha, retrocediendo con lentitud. Y desde aquel punto
surgió una cadena de olas, consecuencia de los movimientos de la
bestia. Y allí mismo se hundió, desapareciendo.”
El geólogo elaboró un informe pero, como era de esperar, sus colegas no se lo tomaron muy en serio. Para los nativos del lugar, aquel incidente no era ninguna novedad. El lago, de unos 15 km de longitud y unos 50 m de profundidad, siempre ha sido escenario de fenómenos muy extraños. Los cazadores perdían inexplicablemente a sus perros cuando éstos se arrojaban a las aguas en busca de las piezas. Las aves huían súbita y misteriosamente de las orillas. Y se cuentan por decenas los pastores y pescadores que han podido observar los violentos oleajes y remolinos, que se producen incluso cuando el tiempo está en calma. ¿El motivo de tan extraños acontecimientos? Para los lugareños, la presencia de un pariente cercano de Nessie.
La familia y unos cuantos más
También en América del Sur he tenido la ocasión de recoger testimonios de personas que afirman haber presenciado las evoluciones de uno de estos animales. En las bellas aguas del lago Nahuel Huapi, en las proximidades de la ciudad argentina de San Carlos de Bariloche, tiene su domicilio un animal conocido como el “Nahuelito”. Parece responder a las mismas características y comportamiento que sus congéneres del resto del mundo: cuerpo abombado, cuello largo, jorobas y aletas laterales.
La lista es interminable. Los hay en Australia, en la Polinesia, en India, en África meridional, en Estados Unidos y en Canadá. En estos dos últimos países se han producido, por ejemplo, más avistamientos de bestias lacustres no identificadas que en Europa y Asia juntas. Según los investigadores estadounidenses, en la actualidad se tienen noticias de 90 lagos en los que, al parecer, han sido vistos otros tantos Nessies.
Raro es el pueblo
americano que no dispone de leyendas relacionadas con estos seres,
casi siempre de “largo cuello, cabeza de becerro y abultadas
aletas”. Desde hace siglos, los indios de las zonas de los Grandes
Lagos y de las Montañas Rocosas han hecho mención de infinidad de
criaturas, aparentemente fantásticas, a las que temían y veneraban.
A principios del siglo XIX, por
ejemplo, los indios potawatomi se opusieron a la construcción de un
aserradero en el río Wabash (Indiana), porque la instalación “podía
perturbar a la mítica serpiente que habitaba en sus aguas”.
Los hermanos Pogo
Entre los numerosos parientes del monstruo del lago Ness, hay dos canadienses que acaparan el interés de la opinión pública, el Ogopogo y el Manipogo. Han sido vistos en decenas de ocasiones en la red lacustre de Manitoba, Sinicoe y Okanagan, lo que se explicaría por la presencia de varias familias de supervivientes prehistóricos en sus aguas. Los primeros informes que hablan de su existencia datan de 1850, y desde entonces los testimonios han sido frecuentes.
Uno de los avistamientos más célebres se
produjo en 1959, cuando el matrimonio Miller fue testigo de
excepción de los movimientos del monstruo. Navegaban por el lago
Okanagan en una excursión y, a unos 75 m de la lancha, observaron
la cabeza de un extraño animal. Al coger los prismáticos, el señor
Miller comprobó que se trataba del mítico Ogopogo. La cabeza,
achatada como la de una serpiente, se encontraba a unos 25 cm por
encima del agua. La barca maniobró dirigiéndose hacia el monstruo,
de forma que el matrimonio tuvo la oportunidad de verlo de cerca
por espacio de tres minutos. Al poco, las cinco jorobas y la cabeza
desaparecían en las profundidades.
Y así, hasta hoy, el misterio
continúa en lagos de todo el planeta, lo que confirma la existencia
de un fenómeno global. ¿Cómo explicarlo entonces? Habrá quien
piense en leyendas y supersticiones, incluso en una contagiosa
psicosis colectiva, pero yo prefiero repetirme y abrazar la
hipótesis de los dinosaurios supervivientes a la gran extinción. No
cabe duda de que los animales descritos son casi idénticos a los
plesiosaurios, y que, curiosamente, todos ellos se agrupan en lagos
extensos, profundos y con una amplia red de acuíferos subterráneos.
Si existió un lugar donde ponerse a salvo del desastre que provocó
la gran extinción, no me cabe duda de que una de las mejores
opciones eran las profundidades de un gran lago. El enigma sigue
abierto, sumergido en las profundidades, y ahí permanecerá… por el
momento.