I 1987:
Una bajada a 875 por hora

Por norma general, los textos que introducen cada año no exceden los dos o tres párrafos. Con el 87 voy a tener que hacer una excepción, que para algo es el año que más páginas ocupa en este relato.

No hay mejor termómetro para hacernos una idea del impacto que tuvo el videojuego español en la sociedad que el reportaje que El País Semanal[1] le dedicó durante los primeros meses del año, justo antes de una famosa bajada de precios de la que hablaré.

El reportaje, que llegó a ser portada del suplemento dominical, mostraba en la primera página de la revista a los componentes de Dinamic y no dudaba en calificar de «genios del ordenador» a todos los personajes que aparecían a lo largo del relato.

Un texto en el que se podían encontrar citas de los principales responsables de Dinamic así como de Zigurat y de otros tipos relacionados con la informática que optaron por otras vías. Pero si algo fascinaba a El País era la imagen de éxito que ya he dicho que rodeaba a los responsables de las distintas firmas españolas.

«Un ejército de adolescentes autodidactas irrumpe en la informática con las primeras creaciones hechas totalmente en España. El ayer camarero es hoy experto en programas de gestión, y chavales que hace dos años comenzaron en una buhardilla, dirigen hoy una próspera sociedad anónima que es la única exportadora española de videojuegos. Genios del ordenador, donde hay directores generales con sólo 20 años de edad y chavales que con 15 ya han ganado su primer par de millones de pesetas».

José Antonio Morales, que aparece fotografiado en el reportaje, recuerda muy bien esa imagen que les otorgaban los medios: «Ninguno ganamos dinero con los juegos, y en Opera éramos los dueños de la empresa. Recuerdo en El País una portada de los jóvenes millonarios que era absolutamente mentira. Ganábamos lo suficiente para vivir bien y, sobre todo, divertirnos como nos divertíamos. Paco Menéndez hizo el mejor juego de la historia[2] y no hizo dinero. Ganaron los que los distribuían. Los que estábamos haciendo juegos, no. Tampoco Víctor y Pablo [Ruiz]. Habrán ganado dinero para vivir bien».

A pesar de las innumerables erratas en lo relativo a los nombres de los juegos, el reportaje aporta algunos datos interesantes, sobre todo porque en su momento tuvo acceso a cifras que no han llegado hasta nuestros días. Gracias a ese texto podemos saber que Rocky fue número dos en Inglaterra o que West Bank llegó a la sexta posición en las islas, la misma que consiguió el Slapshot de Morales. Volviendo a las cifras, las de Dinamic eran espectaculares. Había crecido un 2.000% en 1985, un 200% en el 86 y la previsión de crecimiento para el 87 era del 100%.

En este contexto, es interesante hacer un alto en el camino y poner el foco sobre la piratería, causante de que ese año el mercado explotara, para bien, en mil pedazos. Esa explosión, unida a un puñado de lanzamientos que se recuerdan entre los grandes de este periodo (Game Over, El Misterio del Nilo, Livingstone, Supongo, La Abadía del Crimen) fueron los responsables de que Micromanía, en una retrospectiva de lo que había significado el 87 para el videojuego publicada a principios de los noventa, calificara este año como la Edad de Oro del software español[3].