APÉNDICE F
LA DICTA BOELCKE

Se puede decir que Oswald Boelcke encabeza el «club de élite» de los pilotos que lucharon en la Primera Guerra Mundial, aunque muriera precozmente y su palmarés haya sido ampliamente superado por otros pilotos como Ernst Udet, William Bishop, Edward Mannock y el propio Manfred von Richthofen. Su mérito se encuentra en el hecho de que todos estos renombrados pilotos acumularon victorias gracias, en gran parte, a haber puesto en práctica algunas directrices establecidas por la Dicta, el primer manual formal del combate aéreo, que sigue vigente hasta el día de hoy. La importancia de Boelcke reside en el hecho de haber sido la primera persona que entendió la dimensión en la cual combatía y la necesidad de organizar las caóticas y solitarias luchas aéreas bajo una serie de directrices fundamentales, buscando incrementar las posibilidades de victoria y reduciendo los riesgos de caer abatido. Si no fuera por el accidente que le quitó la vida a los 25 años, seguramente Boelcke habría ocupado el puesto histórico que actualmente se otorga a Richthofen, convirtiéndose en una leyenda incuestionable.N1

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«Sichere Dir die Vorteile des Luftkampfes, bevor Du angreifst. Greife immer aus der Sonne an

«Trate de obtener una posición ventajosa antes de atacar.

Intente ponerse entre el sol y el enemigo.»

Una de claves para vencer en un combate es el factor sorpresa, una ventaja un poco difícil de obtener, puesto que el cielo no es un lugar fácil en el que esconderse o camuflarse, tal y como ocurre en las batallas libradas en tierra. Por otro lado, como todavía no existían los radares, había, de cierta forma, alguna posibilidad de sorprender al enemigo, ocultándose entre las nubes o aprovechando el sol, cuya luz deslumbraba el enemigo, impidiéndole notar su acercamiento.

El 17 de septiembre de 1916, Boelcke y sus pilotos de la Jasta 2 interceptaron un grupo de aviones cruzando sus líneas. En vez de atacarles enseguida, Boelcke decidió conducir sus aviones hacia una altitud superior, posicionándoles entre el sol y los aviones enemigos. Entonces, empezaron a volar en círculos, esperando el momento oportuno. El enemigo no se enteró de la presencia de aviones alemanes, ocultados por la luz del sol, y se concentraron en tirar bombas y sacar fotos de las posiciones enemigas. Fue cuando Boelcke dio la orden de atacar. Cuando el enemigo se percató de la presencia de los aviones alemanes, era demasiado tarde. El ataque fue rápido, letal y sin posibilidad de reacción. Más de la mitad de la formación acabó estrellándose en el suelo, mientras la que la Jasta 2 retornó completa a su aeródromo.

Los pilotos militares de la actualidad todavía utilizan el resplandor del sol como estrategia para ocultarse del oponente. En los manuales básicos de táctica de vuelo, se habla de la importancia de conocer el ángulo del sol y su grado de elevación para estar siempre en ventaja respecto al enemigo.

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«Wenn Du den Angriff begonnen hast, bringe ihn auch zu Ende

«No interrumpas un ataque cuando lo hayas empezado.»

La evolución de los aviones durante la guerra, tanto en maniobrabilidad como en capacidad de disparo, se incrementó de tal forma, que las batallas aéreas pronto se convirtieron en una peligrosa trampa mortal. Esto intimidaba a los pilotos novatos, que subían al cielo con mucho recelo, evitando exponerse demasiado. Cuando iniciaban una batalla, a veces las circunstancias se volvían en contra y el piloto decidía desistir de la lucha, emprendiendo una peligrosa huida que normalmente le situaba en el punto de mira de las ametralladoras enemigas. Boelcke concluyó que, en una situación como esta, era más seguro permanecer en su posición, esperando un error de su oponente, o la ayuda del fuego de cobertura de un compañero.

Cuando Richthofen y el as británico Lanoe Hawker se encontraron en el cielo en noviembre de 1916, ambos buscaron insistentemente posicionarse detrás de la cola de su oponente, iniciando una auténtica «dogfight», que prolongó la lucha por más tiempo de lo calculado por Hawker, quien se estaba quedando sin combustible, obligándole a volver inmediatamente a su base.

Incapaz de librarse de Richthofen, Hawker tenía dos opciones: aterrizar en terreno enemigo y ser capturado o intentar una maniobra más osada para huir del fuego de Richthofen. Hawker eligió la segunda opción. El piloto alemán tuvo la oportunidad de tener a Hawker en la posición que necesitaba para disparar, logrando derribarle.

Mantenerse en una batalla en vez de intentar huir es considerada a día de hoy, la opción menos arriesgada en un combate aéreo. Richthofen no tenía reparos en enfrentarse frontalmente con cualquier enemigo, hasta ver quién abandonaba primero. Su táctica pasaba por derribar siempre al enemigo, pero si no fuese posible, forzar a que cometiera un error.

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«Feuere das MG aus nächster Nahe ab und nur, wenn Du den Gegner sicher im Visier hast

«No dispare hasta que el oponente esté cerca y enfilado.»

La ansiedad y el recelo de un piloto novato pueden hacerle disparar sobre un avión enemigo tan pronto lo aviste en el cielo, a veces a más de 1000 metros de distancia. Se trata de un movimiento inútil y peligroso, puesto que es muy difícil acertar cualquier blanco a esta distancia. Las ametralladoras en la Primera Guerra Mundial no eran capaces de dar con precisión en el blanco a una distancia superior a los 100 metros. A este factor se añade el hecho de que el avión se encuentra constantemente en movimiento, lo que dificulta encontrar una posición favorable de disparo. Además, el tableteo de las ametralladoras alertaría al enemigo, dándole tiempo para reaccionar o huir.

Otro error recurrente en los pilotos novatos era realizar disparos indiscriminadamente, lo que suponía un auténtico derroche. Los aviones de aquella época subían con una cantidad muy limitada de munición y por ello se hacía necesario elegir el momento oportuno para disparar. Cuando la guerra empezó en 1914, los pilotos solían dejar a su oponente escapar cuando éste se quedaba sin munición. En los dos últimos años de la guerra, esta cordialidad ya era historia y los pilotos no se pensaban dos veces derribar al enemigo en la primera oportunidad.

Boelcke orientaba a sus pilotos a realizar su primer disparo siempre a una corta distancia, para asegurar la posibilidad de acertar al avión enemigo en la primera ráfaga, imposibilitándole además tener cualquier reacción.

Actualmente los aviones cuentan con misiles dotados de sistemas de guía, que permiten interceptar su objetivo a centenares de kilómetros de distancia, lo que nos lleva a pensar que esta orientación de Boelcke ya no se aplica en los días actuales. No obstante, los cazas más modernos todavía llevan ametralladoras, por una sencilla razón: prevención. La electrónica, por muy avanzada que sea, puede fallar, por lo tanto, ningún sistema de misiles es 100 % fiable. Además, un piloto puede encontrarse en una situación que le obligue a disparar todos los misiles disponibles, contando solamente con las ametralladoras para defenderse. Dicho esto, en algunos casos, la regla n.° 3 de la Dicta Boelcke todavía sigue vigente.

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«Lasse den Gegner nicht aus den Augen

«Mantenga siempre los ojos en su oponente y no se deje engañar por sus artimañas.»

Aunque la primera parte de esta regla resulte muy obvia, es importante resaltar que en una batalla como las que se llevaban a cabo en la Primera Guerra Mundial, no era tan fácil tener al oponente a la vista, puesto que en 1918 algunas «dogfights» podían involucrar hasta a 100 aviones realizando todo tipo de acrobacias, todo ello en el medio de un tiroteo. Lo ideal era enfocarse en un único avión enemigo y no perderlo de vista. Muchos pilotos novatos murieron en combate simplemente por desorientarse en medio de tantos aviones sin saber a cuál perseguir. Cuando un piloto se involucra en un combate, debe saber con antelación qué avión pretende abatir y estar atento a su retaguardia. Seguramente el enemigo ya le habrá elegido para ser abatido.

En cuanto a las artimañas, algunos pilotos que se encontraban en desventaja en un combate fingían haber sido golpeados, simulando una especie de «trompo descontrolado», con el objetivo de salir de la pelea e intentar reanudar la batalla desde otra posición, pillando al enemigo por sorpresa. Por ello, Boelcke orientaba a sus pupilos a no perder al enemigo de vista, hasta asegurarse plenamente de que se encontraba realmente fuera de combate.

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«In jeglicher Form des Angriffs ist eine Annäherung an den Gegner von hinten erforderlich

«En cualquier tipo de ataque, es esencial asaltar a tu enemigo desde atrás.»

Durante un combate, ambos pilotos se concentran en lograr la posición perfecta de disparo. Y de todas las opciones posibles, sin lugar a dudas, el disparo más seguro y eficaz es el realizado sobre la cola del oponente, atacándole la retaguardia.

Intentar acertar un avión que cruza nuestra trayectoria de vuelo requiere una habilidad de la que pocos pilotos pueden presumir, puesto que dependemos de muchas variables para que el disparo encuentre su blanco (la velocidad de la plataforma de tiro móvil, la velocidad de las balas, más la dirección y velocidad de un blanco móvil). Es decir, demasiados factores a tener en cuenta durante un combate que ofrece un margen muy escaso de tiempo para cálculos.

El ataque conocido como «head-on» o «cara a cara» no exige al piloto ninguna labor aparte de dispararle al enemigo. No obstante, es una de las más peligrosas maniobras (para ambos pilotos), puesto que los dos aviones estarán expuestos al fuego enemigo al mismo tiempo, lo que incluso podría conducir al derribo de las dos máquinas.

Por todo ello, la posición más segura y eficaz es tener al avión enemigo moviéndose en la misma dirección, es decir, con su cola en la mira. Se puede observar en las batallas aéreas que los aviones involucrados buscaban siempre la cola de su oponente para disparar con seguridad. Muchos pilotos alemanes, como Manfred von Richthofen, tuvieron que enfrentarse en ocasiones contra aviones tripulados con un observador que, con una ametralladora, posibilitaba realizar disparos de frente y por detrás, aumentando exponencialmente las dificultades de ser derribado por el enemigo.

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«Wenn Dich der Gegner im Sturzflug angreift, versuche nicht, dem Angriff auszuweichen, sondern wende Dich dem Angreifer zu

«Si tu oponente te ataca en picado, no intentes evadir su ataque, vuela a su encuentro.»

Se trataba de una decisión que exigía mucho valor por parte del piloto. Si el avión enemigo realizaba una maniobra de inmersión, la mejor opción, según Boelcke, era no escapar, sino enfrentarse al enemigo frente a frente, volando directamente al encuentro del oponente. Esta maniobra podría sorprender al enemigo, forzándole a ponerse a la defensiva. Por muy arriesgada que pudiera parecer, esta maniobra era más adecuada que simplemente huir, exponiéndose al fuego enemigo sin oportunidad de defensa.

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«Wenn Du Dich über den feindlichen Linien befindest, behalte immer den eigenen Rückzug im Auge

«Cuando estés sobre las líneas enemigas, no olvides tu ruta de retirada.»

Si un piloto concluye que se encuentra en una situación de inferioridad frente al enemigo o si no tiene más condiciones de seguir combatiendo, porque su avión ha sido dañado, lo más indicado es aprovechar lo que le queda de motor, combustible o incluso sus propias fuerzas, para dirigirse a sus líneas. Suena obvio, pero en la Primera Guerra Mundial la orientación de los pilotos acerca del terreno que sobrevolaban se realizaba a través de simples referencias visuales, como un monte, un pueblo o un río. Por esta razón, no era raro que un piloto aterrizara tras las líneas enemigas, por haberse confundido o perdido su rumbo. El propio Richthofen pudo haberse confundido mientras intentaba derribar al piloto canadiense Wilfrid May, en una persecución que le hizo cruzar las líneas enemigas, dejándole en medio de un fuego cruzado que acabó con su vida. Boelcke instaba a sus pilotos a tomar nota de cualquier punto de referencia que pudiera orientarles para una vuelta segura a su aeródromo.

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«Für staffeln: Greife prinzipiell nur in Gruppen von 4 bis 6 an. Wenn sich der Kampfin lauter Einzelgefechte versprengt, achte darauf, dass sich nicht viele Kameraden aufeinen Gegner stürzen

«Para el escuadrón: al principio es mejor atacar en grupos de cuatro o seis aviones. Si la lucha se dispersa en combates individuales, dos aviones jamás deberán emprender un ataque hacia el mismo oponente.»

Cuando los primeros combates aéreos tuvieron lugar en los cielos de Francia en el año de 1914, las fuerzas armadas disponían todavía de muy pocos aviones y las batallas aéreas eran casi un duelo a muerte entre dos hombres. Cuatro años más tarde, todo cambió. Los combates dejaron de ser simples «peleas» y se convirtieron en una batalla compleja, altamente planificada y espectacularmente coreografiada, pudiendo involucrar a decenas de aviones de ambos bandos a la vez. Los pilotos habían sido entrenados para posicionarse en el cielo, realizar la labor que les correspondía y dar cobertura a su compañero si hubiera algún imprevisto. Esto funcionaba a la perfección en la teoría, pero muchas veces, por muy planificadas que fuesen las batallas, acababan desembocando en un auténtico caos.

Boelcke siempre hizo hincapié en el trabajo en equipo. Normalmente el líder conduce el ataque, seguido por su formación. Volando a una altitud superior, dos aviones más proporcionan cobertura a todo el grupo. Había ocasiones que un escuadrón tenía una clara desventaja numérica en relación a su oponente y por ello era fundamental organizar a todo el grupo de una forma que pudiese evitar que dos aviones se dedicasen a derribar a un único avión. Además de inútil, el grupo quedaba debilitado puesto que algunos aviones no podían contar con una cobertura adecuada. En los últimos años de la guerra, volver vivo de una batalla era un logro que dependía fundamentalmente de un buen trabajo en equipo.