APÉNDICE E
CONDECORACIONES

Órdenes, medallas, trofeos, condecoraciones, diplomas… Desde tiempos muy antiguos el hombre fue recompensado por sus actos de bravura, lealtad o servicios prestados a una institución, fuera deportiva, militar o gubernamental. Los antiguos romanos las llamaban phalerae; actualmente se conoce como falerística la ciencia que se dedica al estudio, clasificación e inventario de las condecoraciones. Existe otro término llamado medallística, que se ocupa solamente del estudio de las medallas. Es importante resaltar que existe una sensible diferencia conceptual entre una condecoración y una medalla. La condecoración (u orden) conlleva, además de la medalla física, la posibilidad de admisión a un grupo de notables o distinguidos y puede, en algunos casos, proporcionar al condecorado el derecho de poseer un título de nobleza. Asimismo, una condecoración normalmente tiene un número máximo de concesiones, puesto que algunos grupos poseen un estatuto que limita la cantidad de sus integrantes. Las medallas, sin querer quitarles el mérito de su concesión, son simplemente piezas metálicas ostensibles, sin valor fiduciario, que no otorgan a su poseedor el derecho de ingresar en un grupo determinado de notables.N1

Antes del comienzo de la guerra, tanto las potencias centrales como los Aliados ya contaban con un procedimiento de premiación establecido, mediante la concesión de medallas a todos aquellos militares que demostrasen actos de valentía o importantes logros que contribuyesen para el esfuerzo de guerra, especialmente aquellas con tradicionales dinastías, como los Romanov en Rusia o los Hohenzollerns en Prusia.

No obstante, ninguna nación tenía una estructura tan compleja y extensa como el imperio alemán, compuesto por cuatro grandes reinos (Prusia, Baviera, Sajonia y Württemberg), siete grandes ducados, seis ducados, siete principados y tres ciudades hanseáticas libres, algunas con ilimitados privilegios militares, ejércitos propios y sistemas de premiación independientes. De esta forma, un militar destacado como Manfred von Richthofen, podría acumular un arsenal asombroso de toda la clase de medallas y condecoraciones.

Príncipes, reyes y emperadores le otorgaron las más distinguidas medallas y condecoraciones que un militar jamás soñó recibir. Algunas le fueron concedidas simplemente por la admiración que Richthofen inspiraba en las autoridades responsables de su concesión, aunque, en casi todos los casos, el as alemán fue condecorado por su esfuerzo y sus victorias. El Barón Rojo también recibió distinguidas condecoraciones de algunas naciones amigas, en reconocimiento a su labor en la guerra. En la postal Sanke n.° 450 se puede apreciar una foto de Richthofen luciendo su elegante uniforme de gala del regimiento de los ulanos plagado de condecoraciones. Esta foto fue hecha semanas después de finalizado el «abril sangriento», considerado por muchos historiadores, el auge de la carrera del Barón Rojo.

En Alemania había una antigua tradición muy extendida entre los militares, llamada «Ordenkissen» (sin traducción al castellano). Se trata de un cojín de color negro, donde reposaban todas sus condecoraciones y era exhibido durante la ceremonia de su funeral. De esta forma, los asistentes de la ceremonia pueden comprobar los logros y esfuerzos que el fallecido había demostrado en vida. El cortejo fúnebre suele ser liderado siempre por el Ordenkissen, que es llevado por el asistente directo del fallecido o por algún compañero suyo cercano. Richthofen fue el encargado de llevar el Ordenkissen de Oswald Boelcke en su funeral, que tuvo lugar en la catedral de Cambrai el 31 de octubre de 1916. El último Ordenkissen histórico que se vio expuesto fue durante el funeral del Jefe Supremo de la Kriegsmarine, Karl Donitz, celebrado en Hamburgo en 1981.N2