Viaje en avión
Me acomodé en el asiento, procurando recordar las instrucciones de mi psicólogo. Respiraba yo tranquilo, leía el periódico, e intentaba no pensar que pronto me encontraría a más de diez mil metros de altura sobre un trozo de chatarra lanzado a ochocientos kilómetros por hora. Luego, la azafata nos ilustró sobre lo que debíamos hacer si el avión ardía a medio viaje sobre el océano, o si estallaban las ventanas y nos despresurizábamos todos de golpe. Durante el vuelo, mientras intentaba recordar lo seguro que es el transporte aéreo, vi que las azafatas salían llorando de la cabina del piloto.