Inquietud
Era una pensión de mala muerte, lo único que pude conseguir en la ciudad. La habitación estaba en un piso alto, y mi cama daba a un ventanal sin protecciones al que me dio vértigo asomarme. Estaba cansado, pero no podía dejar de pensar en que, si me dormía, tal vez me acercara sonámbulo a la ventana y acabara muerto allá abajo, sin darme cuenta. Aunque hacía calor, intenté cerrarlo, pero las juntas no encajaban bien y sólo pude entornarlo. El sueño me venció, y no pude volver a despertar, aunque sentía el ventanal abierto, arriba, y el suelo acercarse.