Mal negocio
Vendió su alma al diablo a cambio de cuatro baratijas, y cuando se dio cuenta del mal negocio que había hecho fue a reclamarla, pues le habían asegurado que tenía 15 días de plazo si no quedaba satisfecho con la transacción. En las oficinas le pidieron el recibo, y él tuvo que explicarles que se trataba de un contrato oral, sin papeles de por medio. Sin recibo, le dijeron tras escucharle, no hay devolución. Desanimado, nunca mejor dicho, pidió la hoja de reclamaciones y se despachó a gusto. Al salir a la calle, sintió el impulso de matar a alguien.