El tren de la bruja
Desde muy pequeño he odiado el tren de la bruja, esa atracción donde los niños recorren en un trenecito un lugar oscuro donde la bruja les espera, gritando y agitando su escoba, para asustarles, hacerles reír, o ambas cosas. Pero para mí era un lugar horrible de verdad, un lugar donde la oscuridad podía contener cosa malsanas y terribles, donde cada ruido podía ser presagio de males insospechados, y aun recuerdo el sudor frío que sentía cuando mi padre me obligaba a estar allí, horas y horas, disfrazado de bruja y asustando a los niños, mientras él llevaba la taquilla.