Libre Albedrío
Salí al pórtico apresurada y lo miré, estaba de espaldas a los escalones contemplando la propiedad.
—Me alegra volver a verlo señor…
Se giró al escucharme y me miró.
—Gustav, me llamo Gustav —contestó con seriedad.
—Gustav —repetí—. Gracias por venir.
—Vine por Carmina, no me ha dejado en paz.
—¿Carmina? ¿Quién es Carmina?
—La mujer que usted miró ayer.
Sentí un frío recorrerme entera, Ian me sujetó de los hombros.
—¿Gusta pasar? —lo invité disimulando el miedo.
—No, la verdad no quiero, demasiado he hecho al venir aquí.
—¿Por qué no le gusta este lugar? ¿Alguien le hizo algo?
—Nadie me ha hecho nada.
—¿Entonces?
El anciano seguía en su necedad.
—Gustav ¿se da cuenta que no podemos hablar en los escalones? —le hizo saber Ian.
—Pues hablemos en otro sitio pero yo no entro a ese lugar.
—Ya está adentro, ¿se da cuenta? —insistí.
—No pienso entrar a la casa, aquí estoy bien —especificó.
—Está bien, sentémonos en los escalones entonces —evité discutir.
Me miró con asombro mientras bajaba y me sentaba, Ian tampoco lo asimilaba.
—¿Qué esperan? —los miré, estaban rígidos.
El anciano se acercó y con un poco de dificultad se sentó un escalón más abajo de mí, Ian me secundó y se sentó a mi lado.
—¿Ya le hizo caso a Carmina? —insistió Gustav.
—¿De dónde conoce a esa mujer?
—¿De verdad quiere saber?
—Sí.
—Ya vino a verla aquí, ¿verdad?
—No soy tonta Gustav, lo que al principio no deduje después sí lo hice, esa mujer no es un ser vivo, es un fantasma, lo que quiero saber es quién es y porque me busca hasta ahora.
—Muy inteligente señorita y muy valiente también, en efecto esa mujer no es de este mundo, no del de los vivos, su tumba está en el viejo cementerio donde la llevó, ella vivió en el siglo XIX pero no murió durante la guerra civil, ella formaba parte del servicio que atendía a la familia Breningher.
—¿Cómo?
—Así es, su hermana debió conocerla, fueron amigas.
—Creo que es verdad, es mencionada en el diario de Kate, no lo recordaba, ella menciona varios nombres que yo no memorizo del todo.
—No voy a darle clases de historia sólo vine como mensajero vivo, Carmina le dijo qué hacer, no deje pasar más tiempo.
—¿Ella sabe lo que es el broche?
—Como lo sabe usted.
—Y como lo sabe usted también supongo. ¿Por qué a mi abuela nunca le hizo nada?
—Porque no era a ella a quien buscaba, su abuela sólo fue un canal, lo que realmente quería era a su hermana hasta que la tuvo y también se la llevó, él se lleva a todos los que lo han tenido en su poder.
—¿Cómo? —mi corazón comenzó a bombear acelerado.
—Desde el siglo XIX él ha escogido los canales para abrirse paso por el tiempo, era de ella y sólo de ella y debía volver a ella, es con ella con quien desea estar.
—No le entiendo, creí que esa joya estaba poseída por…
—Y lo está, por eso es el motivo de su actuar, su desesperación por perder a su hermana lo llevó a esa situación, más allá de la vida, de la muerte y del tiempo la iba a recuperar hasta que lo logró.
—Al principio creí que se trataba de algún caso de reencarnación en ella.
—No es así, ella es ella y él lo sabía, sabía dónde encontrarla para volver a ella y recuperarla, su propia hermana se lo dijo ¿verdad?
Asentí, Kate lo dijo en su diario, para poder continuar en esa época debió sincerarse con él y le reveló quien era ella en realidad y del tiempo en el que venía, eso fue suficiente para que él no dejara de buscarla, me sentía una tonta, tuve la mente bloqueada porque no lo había pensado, ahora tenía un poco más de sentido, él sabía dónde buscarla y cómo.
—Si es lo que estoy entendiendo es asombroso —dijo Ian.
—Yo aún no lo entiendo bien —opiné desconcertada.
—¿Cómo reaccionaría si un día llega un extraño a su puerta y le dice que la conoce desde hace mucho tiempo? —Me preguntó Gustav—. ¿Cómo reaccionaría si ese extraño le dice que usted vivió en el siglo XIX junto con él y que por eso viene a buscarla?
Lo miré tensando los labios, tragando y arrugando la frente.
—No lo creería, es algo que no se puede asimilar, lo creería loco —le contesté.
—Tiene razón, es algo muy increíble, sin lógica, sin sentido aunque hayan pruebas.
—Es lo que he dicho, esto sobrepasa la lógica, no hay explicación —opinó Ian,
—La familia de su abuela construyó esta casa sobre los escombros de otra —continuó Gustav—. Para la época de la guerra civil en esta colina se levantaba una preciosa mansión estilo sureña, el encanto de Nueva Orleans era imposible de resistir.
—La mansión donde ella vivió —susurré.
—Exacto.
—¿Y sabe usted lo que pasó después? —preguntó Ian—. Quiero decir cuando el heredero la perdió.
—En su desesperación él cometió muchos errores, errores que llevaron a la destrucción de la mansión y de su propia muerte.
—¿Cómo? —Me llevé una mano al pecho.
—¿Se suicidó? —Ian estaba asustado también.
—Podría decirse, lo que fue su secreto es que se dice que hizo un pacto, vendió su alma a cambio de recuperar a su esposa, ansiaba con desesperación volver a tenerla, volver a verla, volver a ella y de eso fue testigo Carmina. Si su Katherine no podía volver de la muerte entonces él iría a buscarla, deseaba tener el poder sobre la muerte pero antes cometió otro error y en su lucha la mansión como era de madera se quemó, se prendió en llamas destruyendo todo a su paso.
—¿Eso ella se lo dijo a usted?
—Así es —exhaló—. Por eso ella lo detesta, su pacto lo abarcó todo, su ceguera acabó con todo, no sólo con sus bienes sino con la mayoría de las almas que habitaban la mansión, dio todo sin pensar a cambio de tener a su esposa otra vez.
—Vaya amor —suspiró Ian también—. Es increíble.
—Carmina dice que la amaba mucho, que estaba locamente enamorado, desde que la conoció se metió muy dentro de él y su corazón le perteneció, ambos fueron un tanto testarudos y orgullosos al principio pero poco a poco fueron cediendo hasta que se vieron dominados por la pasión, puede ser una historia muy bonita y romántica pero con un final muy trágico, él busca a su hermana de nuevo, quiere tenerla y estar juntos para toda la eternidad. Ella es la luz celestial para él y para que lo libere del fuego del infierno si es que se puede hacer eso, el caso es que esta situación no cesará hasta que el broche esté con su dueña, con su verdadera dueña.
Estaba muy nerviosa porque sabía lo que iba a pasar y era a lo que realmente le temía, dejar ir a mi hermana para siempre no era algo para lo que estuviera preparada, mis esperanzas se desvanecieron.
—Usted lo sabe señorita Ivonne, ya no siga retrasando lo que debe hacer —Gustav insistió mirándome fijamente como si hubiera adivinado lo que yo pensaba.
Negué, no quería llorar, me mordí los labios y cerré los ojos.
—¿No hay posibilidad de que ella vuelva? —susurré.
—No la hay porque ella no lo desea, este no es su mundo, ni su vida, nació en una época equivocada a la cual no quiere regresar, deje que se vaya con él, deje que por fin estén juntos para siempre.
Junté mis manos y escondí mi cara en ellas, lloré de todos modos sin poder evitarlo, Ian me abrazó al verme.
—¿Sabe usted que la señorita Helderg está en el mausoleo familiar? —le preguntó Ian.
—Sí lo sé, como también sé que es como la bella durmiente que espera a su príncipe pero no para despertar a esta vida sino para irse con él, ella no está muerta pero él sí y la espera.
—No, no, no —me derrumbé desconsolada.
—Debe hacerlo señorita Ivonne, por su hermana es lo mejor, ella sufre por no saber nada de él y sólo de esta manera lo volverá a ver.
—¿Por qué a mí no me ha hecho nada? ¿Por lo mismo que a mi abuela? Lo he insultado, lo he provocado, lo he maldecido, he tratado de destruirlo y no me deja, sabe que lo odio, ¿por qué no me ha hecho nada?
—Ya le hubiera mostrado su poder de no ser por su cadena o por el amor a su hermana, sería difícil saberlo.
—¿Cómo?
—Para su abuela el broche fue una joya más que idolatró y la tenía entre sus favoritas, lo adoraba y eso lo mantenía tranquilo, supongo que la soportó por mucho tiempo a cambio de volver a tener a su hermana pero seguramente se cansó e hizo que su tiempo se acortara.
—¿Cree que él la mató?
—De no ser por eso ustedes no hubieran venido, ¿o sí? Él sabía que ustedes iban a ser las herederas en caso de morir y creo que esperó demasiado por ustedes.
—Puede sonar lógico —murmuró Ian.
—Dice que mi cadena…
—Sabemos que el mal no tolera el bien, la luz y las tinieblas no tienen comunión, su crucifijo la ha librado de buenos sustos.
—Pero Kate tenía otra cadena como esta, no entiendo…
—¿La tenía puesta cuando miró el broche?
—Ella lo miró por primera vez cuando entramos al despacho días antes de la muerte de la abuela, lo vio en la pintura.
—¿Y qué pasó después?
—El siguiente día… no lo recuerdo bien… creo que…
—Ya no lo usaba, sintió algo cuando miró el broche, su mente comenzó a sucumbir y sus recuerdos a esclarecerse, sencillamente ella estaba dormida durante toda su vida, la verdadera Katherine surgía paulatinamente y fue por él, desde ese momento él comenzó a poseerla y ella a obsesionarse, la oscuridad ganaba terreno ante la luz, tuvo el libre albedrío y ella escogió renunciando a la luz.
—Quiere decir que la mujer que era mi hermana, ¿en realidad no lo era?
—Es un caso extraño señorita, difícil de esclarecerse, ella escogió su vida, escogió su tiempo y lo escogió a él, ella le pertenece y ante eso no se puede hacer nada, es decisión de ella, ambos se pertenecen. Ella tuvo su tiempo, un tiempo que lo vivió intensamente y al cual desea volver, la mujer que vivió con usted simplemente estaba dormida, hacía todo mecánicamente sin saber quién era realmente y cuando lo supo no dudó en escoger y vivir su vida y su tiempo cómo lo quiso.
—Esto suena como a una reencarnación.
—Pero no lo es, sencillamente existió una Katherine que viajó tiempo atrás, a la época a la cual pertenecía y en la cual se quiere quedar.
—Yo no entiendo nada —me sujeté la cabeza.
—Lo más lógico y creíble sería el caso de reencarnación —opinó Ian—. Que una mujer normal hubiera vivido en el siglo XIX y que su alma buscara despertar en Katherine como su otro yo para recordarle quien era en realidad.
—Este es el caso más extraño e inexplicable que se pueda conocer sobre este tema de viajes en el tiempo, su alma experimentó una aventura intensa para ella y por eso de la misma manera le pesa y desea la paz.
—Que cruel es esto —susurré con la voz quebrada.
—Un cruel destino pero cierto, la Katherine que estuvo junto a usted toda la vida sencillamente estaba dormida a su verdadera personalidad.
—Con razón le atraía la historia, las antigüedades y ese tipo de cosas.
—Eran señales, señales que ella misma podía sentir pero que no pudo ver, tuvo que ser el broche quien le mostrara quien era en realidad.
—Ya no puedo más con esto —me puse de pie—. La cabeza me duele y me da vueltas, no entiendo, sencillamente no entiendo nada sobre esto.
—Es mejor que no busque entenderlo sino aceptarlo —me miró Gustav.
—¿Aceptar qué? ¿Qué Katherine nunca fue mi hermana y que debo prácticamente matarla para que se vaya quien sabe a dónde sólo por el capricho de un espíritu que habita ese maldito broche?
—Es un ente fuerte y poderoso, agresivo y oscuro, agradezca que no le ha hecho nada.
—Porque no ha podido.
—Porque no ha querido —me corrigió.
—A mí me quemó —le dijo Ian—. Aún teniendo este crucifijo que Ivonne me puso, me quemó como brasa, de repente ardió para mí.
—Es obvio que la tiniebla repudia la luz, pero sólo fue un aviso.
—¿Quiere decir que no es el crucifijo lo que protege? —pregunté.
—No sabría qué decirle —se puso de pie—. Lo cierto es que él tiene el poder para volverla loca y hacerla perder todo si no lo devuelve a su hermana, quemó a su novio, es sólo una advertencia, puede hacerle sentir el dolor de perder a alguien como lo sintió él es por eso que le digo que nos haga caso y acabe con todo de una vez.
Ian y yo nos miramos, Gustav creía que éramos novios y ninguno de los dos opinó lo contrario pero escuchar eso de “el dolor de perder a alguien” me dio miedo… por él.
—¿Quiere decir que el broche puede hacerme daño? —insistí.
—Lo que está dentro de él es lo peligroso, puede hacer todo el daño que quiera, a él, a usted y a quien quiera, nada lo detiene, creo que le ha tenido mucha paciencia.
—¿Qué clase de posesión tiene? —inquirió Ian.
—Una y muy fuerte —le contestó y se volvió a mí—: No tiente y haga caso, no vaya a lamentarse después.
Miré a Ian, no iba a soportar que le pasara algo, me asusté. De pronto sentí que era mi hermana o él.
—¿Conoció usted a Agatha? —insistió Gustav.
—No, ¿quién es?
—Era el ama de llaves de la Balcana, alguien de gran ayuda para su abuela pero muy católica y supersticiosa, Domenika no discutía con ella asuntos religiosos por lo ortodoxa que era y así se soportaban pero desde que el broche formó parte de la colección privada de Domenika Agatha comenzó a ponerse peor, decía que la asustaban, que veía las cosas moverse, las luces se apagaban y encendían solas según ella, sentía la presencia de alguien siguiéndola sin descanso, sentía que le tocaban los hombros, sentía ese frío que sólo el miedo da, pasaba noches en vela, casi no dormía y todo eso poco a poco le fue afectando la salud, casi no comía, rezaba más de la cuenta, no soltaba un rosario y susurraba los rezos tocando las cuentas repetitivamente las veinticuatro horas al día, su habitación se volvió un altar de santería que daba más miedo que las mismas apariciones que veía, tenía más imágenes de santos y velas que la misma iglesia católica sin mencionar los fuertes olores del incienso que más que aromatizar podían asfixiar y todo eso a Domenika ya la tenía harta. Agatha comenzó a alejarse de la realidad y le decía que era ese broche y que algo tenía pero Domenika jamás le creyó ni le hizo caso. Una noche de tormenta se escuchó un grito de la mujer que estaba en su habitación, los sirvientes corrieron a ver y lo que encontraron fue la ventana abierta y el cuerpo de la mujer inerte varios metros abajo en el suelo, la primera deducción fue un suicidio pero también puede ser que alguien o algo la lanzó. Agatha no estaba loca, no todavía pero la realidad de las cosas difícilmente se sabrá.
Me había quedado paralizada, helada y sin poder respirar. Ian me miró y se levantó para abrazarme, estaba asustada.
—¿Cómo es que usted sabe todo eso? —le preguntó Ian.
—Porque fui el médico que la atendió por orden de Domenika.
—¡¿Es usted médico?! —preguntamos los dos al mismo tiempo asombrados.
—En parapsicología y demonología.
—¡Jesucristo bendito! —poco me faltó santiguarme también, Ian tuvo que sujetarme porque casi me desmayo, eso era demasiado.
El asombro era enorme. ¿Cómo era posible que un anciano que tenía apariencia de mendigo fuera médico y en todo eso?
—Tranquila, no se asuste, yo no muerdo —me miró, realmente estaba asustada. Tragué aferrándome a Ian.
—¿Cómo es posible eso? ¿Cómo es que usted pareciendo mendigo sea médico? —logré preguntar reponiéndome.
—Prefiero optar esta apariencia, además soy humilde, viví de mi profesión como trabajo privado, ahorré algo pero no lo suficiente, mi casa es muy modesta y ahora sobrevivo a mi manera.
—¿Usted sabía quién era yo cuando me vio en el cementerio?
—A simple vista no, nunca conocí personalmente a las herederas de Domenika, pero cuando supe lo que le pasó a su hermana sabía por dónde iba el asunto.
—¿Y porque no me buscó y me ayudó?
—Juré no volver a la Balcana.
—¿Por qué?
—Porque Domenika me corrió haciéndole más caso al imbécil perro faldero que tenía y que la manipulaba.
—¿Quién?
—Su abogado Herber Russell.
Esto ya era demasiado, no podía con tanta revelación.
—¿Y si sabe algo de ese hombre porqué me ha dejado a merced de él? —pregunté molesta.
—Porque prefiero que me crea loco, es así como he conservado mi vida, si no soy una amenaza para él no me hará nada.
—¿Y por qué iba a hacerle algo?
—Lo siento debo irme, es mejor que no sepa nada más, haga lo que tenga que hacer sin retrasos es todo lo que puede hacer, deje ir a su hermana y sea feliz usted con su novio, déjela a ella con lo que escogió y usted escoja su vida y vívala también con intensidad pero aquí, en su tiempo y junto al amor.
—No, oiga espere ¡no se vaya! —quise detenerlo.
—¡Gustav, espere! ¡Aún no nos dice cuál fue el error que cometió el heredero! —le dijo Ian.
Se detuvo un momento y nos miró.
—Desató la furia de algo peor que el mismo pacto que hizo, de algo que supo estaba detrás de todo y de la muerte de su esposa, se enfrentaron, se maldijeron y así quedaron atrapados y errantes por este mundo.
No dijo más, el hombre se apresuró olvidándosele la supuesta reuma que hacía creer que tenía, buscó el enorme portón para salir, nos dejó igual que al principio. Entramos a la casa, no soportaba el dolor de cabeza.
—No puedo con esto, no puedo —repetía subiendo lentamente los escalones con Ian.
—Será mejor que descanses un momento, ya no pienses.
—Es imposible que deje de pensar.
Caminé pensando tantas cosas que me confundían, no creía ser capaz de tomar una decisión, no estaba preparada para eso. Me detuve frente a la puerta de mi recámara y suspiré.
—Yo iré a anotar mis impresiones sobre todo esto, tranquila y descansa —me dijo suavemente.
—Lo intentaré, gracias —asentí.
Me sonrió y se adelantó a su habitación, suspiré, faltaba poco para que se fuera y no quería quedarme sola, menos con todo el peso que sentía me había aumentado de repente con lo que ahora sabía.
Entré a mi habitación y al cerrar la puerta y girarme una visión me paralizó y congeló la sangre, un hombre de espaldas a mí y de frente a la ventana se giró para verme, estaba extremadamente pálido, su piel notaba un extraño tono verde más que lo amarillo de una malaria, tenía unas ojeras muy profundas y el rencor en su mirada, sus ojos parecían brasas ardientes.
—Llévame con ella —ordenó apretando los puños, no era una petición.
Grité al escucharlo, su voz hacía eco en mi cabeza. Quise correr y no pude, giré el picaporte y tampoco podía salir.
—Llévame a ella —volvió a decir acercándose, sus pisadas eran de fuego—. Si quieres que todo esto termine déjame estar con ella o atente a las consecuencias.
—¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! —le grité, sentí como si mi cuerpo fuera apretado y me impidiera respirar.
—¡Ivonne! ¿Qué pasa? —Ian gritó al otro lado tocando la puerta.
—¡Ian ayúdame! —le pedí desesperada, toqué el picaporte otra vez y me quemó.
—¡Abre la puerta!
—¡No puedo!
—Llévame a ella —el espíritu rugió, su cercanía me estaba asfixiando, sentía una especie de ardiente e intenso vapor rodeándome—. Hazlo o no vivirás en paz.
Cerré los ojos, le temía demasiado, sentía que si lo miraba a los ojos me iba a mostrar el mismísimo infierno, la almas que se había llevado y quemarme en sus llamas también. No pude más, ya mi cabeza no tenía oxígeno, mis sentidos se nublaron y no supe más, me sentí liviana, me sentí flotar, sentí caer en el vacío de un abismo.