La Hipótesis

Cuando terminábamos de desayunar Ian me propuso algo.

—¿Podemos hablar un momento en tu despacho? —su voz sonaba extraña.

—Sí, claro —me limpié la boca con la servilleta, presentía que sería sobre su viaje, una despedida no me hacía gracia.

Me levanté y me secundó ayudándome con la silla, nos dirigimos al despacho y nos encerramos. Nos sentamos en el loveset.

—Ivonne ya casi mi tiempo se agota y debo confesarte que me siento un completo inútil con este problema tuyo, no he sido la ayuda que esperabas y eso en parte me frustra.

—No te sientas mal, no es tu culpa, al contrario siento que has sido de ayuda para mí, tu compañía ha sido más de lo que puedo pedir. ¿Quién tiene el privilegio de tener a un autor como huésped y bajo su techo? —sonreí para que se sintiera mejor.

—No soy la gran cosa.

—Pues si lo eres, tus libros se venden, estás en los rankings de los más vendidos en tu género, eres reconocido aunque sea de nombre, ¿no es suficiente? Por cierto recuérdame que me debes una firma, tengo tres de tus libros y no puedes irte sin dejármelos firmados, al menos quiero presumir eso.

Hablar de separación, entender que sería inevitable y no poder hacer nada al respecto no nos hizo gracia ni a él ni a mí, tal vez en el fondo podía entenderme pero no lo suficiente y si no lo hacía él menos que lo haría otro, bajé la cabeza suspirando.

—Será un honor que me permitas firmarte, gracias, lo haré con gusto pero ahora tengo que decirte mis impresiones sobre todo esto que pasa y necesito que me escuches atentamente, la decisión final la tendrás tú, yo solamente quiero darte mi opinión.

—Te escucho.

Exhaló y se reclinó en el sofá.

—Lo que te rodea es increíble, realmente increíble y debo confesarte que cada vez más siento que la cabeza me da vueltas y la mente se me bloquea cuando pienso y pienso sobre todo esto. No hay explicaciones lógicas ni científicas y menos religiosas, sencillamente esto traspasa lo sobrenatural y no queda otro remedio que creer hasta en lo más absurdo y fantasioso.

—¿Sientes que esto no vale la pena? ¿Quieres abandonar el caso? —le pregunté con tristeza temiendo su respuesta.

—Ivonne no pienses eso pero esto es tan… tan… inexplicable que temo hasta hablarlo con un profesional que para colmo me crea loco y me mande a un sanatorio.

—Es por eso que no lo hablo, es mejor callar.

—Pero es algo tan pesado, es una carga que… puede desquiciar a cualquiera que se enfrasque en el tema sin hallar salida.

—Te entiendo Ian y lamento haberte hecho partícipe de esto —exhalé decepcionada.

—Ivonne no estoy abandonando tu caso —me acarició la mano—. Al contrario, me he encaprichado a tal punto que voy a secuestrarte para salvarte.

—¿Cómo? —me hizo abrir los ojos desconcertada.

—Necesitamos pensar con más claridad pero hay algo aquí que nos impide hacerlo. ¿No te has sentido inútil e impotente al intentar hacerlo? ¿No sientes que siendo profesional en el campo te has… conformado con lo que pasa al no hallar las respuestas? ¿Tiene sentido? Piénsalo, somos seres humanos, profesionales e inteligentes y como tal estos casos deberían ser pan comido para nosotros que somos periodistas pero ni tú has podido por haber vivido tan cerca esto y en carne propia para colmo y yo… ya no sé realmente que es lo que me tiene bloqueado, he llegado al punto de casi no poder respirar por las noches, siento que me asfixio y he tenido pesadillas, Ivonne no quiero que te pase algo, mi temor más que todo es por ti, temo que te pase lo mismo que a tu hermana.

—¿Lo crees? —me asusté.

—No lo dudo —su mirada ya era una súplica—. Esto es como un callejón sin salida, es como dar vueltas en círculos, esta rutina está acabando poco a poco contigo ¿no te das cuenta? No puedes ni debes aferrarte a todo esto, siento que lo que el anciano dijo es cierto y estoy decidido a no perderte aunque tú decidas lo contrario.

—¿De verdad te importo? —lo miré diferente y mi corazón comenzó a saltar esperando su respuesta.

—Me importas mucho —acarició mi mejilla.

Nos miramos y fue el lenguaje de nuestros ojos lo que dijeron todo.

—Ian… yo no sé qué hacer… yo…

—Ivonne por favor ven conmigo, todo lo que te dije en tu habitación ayer fue verdad.

—¿Y Kate? —susurré.

—No sé qué decirte con respecto a ella pero lo más cierto es que… no creo que su condición cambie.

—¿No crees que despierte?

Negó exhalando. Mis esperanzas de recuperar a mi hermana se disipaban y me dolió más.

—Lo único que hay que hacer con ella es… dejarla tal y como está, nada más, el tiempo se encargará de decidir su condición, o sigue siendo la bella durmiente o…

Me llevé una mano a la boca, mis ojos se llenaron de lágrimas.

—No quiero, no quiero —repetí.

—Ivonne ¿Qué has pensando todo este tiempo? ¿Realmente piensas que ella está viva y sólo duerme?

—No hay otra explicación, tiene vida, su cabello y uñas crecen, es como un coma, quiero creer eso.

—Es mejor que pienses lo peor, por tu bien y salud mental, ha pasado mucho tiempo desde todo esto, vivir de ilusiones no es vivir aunque se crea ser feliz de esa manera, eso es engañarse, no quiero herirte pero siento que el caso de tu hermana está perdido, simplemente no hay explicación para su estado.

—Ella no está muerta, no lo está —contradije.

—Pero no se puede hacer nada más —insistió.

Bajé la cabeza, no quería llorar más, la magnitud de mi impotencia y desesperación no la podía medir.

—No quiero perder las esperanzas Ian —susurré—. Para bien o para mal, no las quiero perder.

—¿Y si lo que dijo la mujer es cierto? ¿Si es el broche quien tiene la respuesta?

—Creo que los dos sabemos lo que es esa mujer.

—Y por eso puede que tenga razón, te lo está advirtiendo, quisiera verlo más detenidamente y estudiarlo.

—Temo que lo toques.

—¿Por qué a ti no te afecta?

—No lo sé, yo no siento nada al tocarlo más que molestia tal vez, no le perdono lo que le hizo a Kate porque estoy segura que él es el culpable.

Noté que la mirada de Ian bajó a mi cuello, el azul de sus ojos se fijó en mi cadena.

—¿Desde cuándo tienes ese crucifijo? —inquirió con curiosidad.

—Es una reliquia estilo gótica, sólo sé que fue un regalo de mi madre cuando todavía era una niña, eran dos, ésta mía tiene las piedras color naranja y las de Kate las tiene púrpuras.

—El relieve es un buen trabajo, ¿es plata?

—Creo que sí, por algo pesa un poco.

Ian no dejaba de verla y eso me extrañó.

—¿Quieres ver la de Kate? Está en su habitación.

—Me gustaría y sirve que de una vez veo el broche de nuevo.

Ian sabía que no estaba convencida pero si era lo que él quería lo iba a ver más detenidamente… bajo mis condiciones.

Asentí y subimos a la recámara, había que hacer lo que fuera para poder desenredar esta madeja de hilo que cada vez estaba más enredada y eso me frustraba.

Llegando me acerqué al alhajero y le mostré la cruz, la sujetó y la observó.

—De verdad que es una joya fina y como dices un tanto pesada.

—No sé qué tanto será el valor material pero para mí pesa más lo sentimental, no sé si serán ideas mías pero siento que esto me ha protegido del mal.

Me miró levantando una ceja delatando su incredulidad.

—¿De verdad lo crees?

—¿Tú no? ¿Eres ateo?

—No, no soy ateo pero tampoco religioso, sencillamente mi fe no se ha desarrollado —me devolvió la cadena—. ¿Puedo ver el broche?

—Si quieres tocarlo lo harás con una condición.

—¿Cuál?

—Que te pongas la cadena.

—¿Qué? —me miró.

—Esa es mi condición.

—No soy creyente Ivonne.

—¿Tu condición de escritor te hace incrédulo?

—No, pero a veces pasan tantas cosas y tantas injusticias a inocentes que te hacen cuestionarte sobre la existencia de Dios.

—Él dio el libre albedrío, el hombre escoge su camino y son sus decisiones lo que determinan su estado y consecuencias.

Me miró fijamente, noté que no le gustaba hablar sobre el tema y lo respeté.

—Te aseguro que ese broche no va a hacerme nada —insistió.

—Ian por favor —me acerqué a él—. He sufrido con lo sucedido a Kate no quiero que te pase lo mismo, no quiero que de repente algo malo te posesione y comiences a actuar de manera extraña, puedo entender al señor Hyde pero no querrás que alguien más te domine.

—Bueno, eso depende de quién me quiera dominar —quiso reír, me estremecí al escucharlo porque me miraba sin apartar sus ojos de mí.

—Por favor, me sentiré más tranquila si lo usas antes de tocar el broche, tal vez tú no creas pero creo que mi fe es suficiente por los dos.

—Creí que eso era decisión personal.

Lo miré sin decir nada más. Exhalé.

—Que no te importe que sea una cadena de mujer —insistí—. Yo creo en este símbolo, a pesar de todo, yo sí creo en él.

Exhaló también y asintió.

—Agradezco tu preocupación y como dices… —me ofreció su cuello evitando ponerme los ojos en blanco—. Seguramente tu fe sea suficiente por los dos.

Sonreí, rodeé su cuello y se la puse, eso me daba tranquilidad, me gustó verla en su pecho, sin querer lo acaricié.

—Se ve bien —le dije hipnotizada por el contraste tan llamativo de su piel con la cadena, no sé si era por la plata o por el púrpura pero era atrayente, rozaba su piel y los minúsculos vellos después de tocar la cruz.

—Y se siente bien —secundó dejándose llevar por mi caricia.

Bajó su cara y pude sentir su respiración en mi frente, uno de sus brazos me sujetó de la cintura mientras que su otra mano se posó en la mía que lo acariciaba, levanté la cara y me encontré con los más cristalinos ojos que había visto, mi nariz y la suya por centímetros no se tocaban, la cercanía era demasiada, sin querer medio abrí la boca al ver sus labios, eran muy tentadores, volví a cerrarla mordiéndome los labios y reaccioné, la manera en la que estábamos era comprometedora y más estando solos, de haber estado en su habitación o en la mía posiblemente me hubiera dejado llevar pero era la recámara que ocupó Kate y como sea debía respetar.

—Iré por el broche —me limité a decirle separándome de él y haciendo que se desconcertara.

—Sí claro —se apenó.

Lo saqué de su lugar, el sólo sentir la caja donde estaba me enfurecía, deseaba deshacerme de él y nunca más volver a verlo, exhalé. Ian se sentó en un sillón y me acerqué a él. Abrí la caja.

—¿Qué pretende Ian?

—Tratar de encontrar algo lógico —lo tomó en sus manos y lo observó detenidamente—. Sin duda es un excelente y bien elaborado trabajo de orfebrería en lo que a la pieza central se refiere, he hojeado el diario de su hermana pero poco habla de esta joya aun teniéndola, al menos en la época en la que se ubica, describe lo que sintió cuando lo miró en el cuadro de su abuela y en su obsesión por tenerlo, siente que la buscó y la poseyó, “siempre mío y siempre tuya, desde el principio y para siempre” enfatiza y aunque parezca una tontería puede ser lógico.

—¿Qué es lo lógico?

—Este broche fue un regalo de Harold para ella y aunque suene una locura lo único que puedo decir es que él vive a través de esta joya.

—¿Lo crees? —me sorprendí.

—Es mi hipótesis.

—Esperaba que lo dijeras, yo también ya lo había pensado.

—¿Cómo? —me miró—. ¿Y por qué no me lo habías dicho?

—Porque esperaba escucharlo de ti.

—Y si crees que el espíritu de Harold habita el broche… ¿has pensado en unirlo a tu hermana?

—Cuando ella ya no volvió a despertar y la preparé para llevarla al mausoleo lo pensé, pero es que lo odio, él buscó a Kate y no descansó hasta poseerla y llevársela, así que quise castigarlo y no le permití estar con ella en su morada, no sé pero siento que estando separados también su alma lo está, ella está dormida pero él está atrapado aquí, no sé cómo ni porqué pero sé que sigue aquí y no le permitiré que esté con ella.

—Pero lo dejas aquí en su habitación.

—Como castigo, si está atrapado o errante quiero que siga así pero no junto a ella, el saber que está aquí solo sin ella es su mayor tormento.

Ian frunció el ceño y lo dejó caer al suelo, se quejó.

—¿Qué pasó? —me asusté y lo levanté del suelo.

—No vas a creerlo pero me quemó.

—¿Cómo?

—Es verdad, fue como si sujetara una brasa —se miró los dedos.

—A mí nunca me ha hecho nada.

—Debes tener algo que impide que te haga daño.

—Soy su cuñada supuestamente, debe respetarme.

—Por amor a tu hermana debe hacerlo.

—O por temor a la cruz.

—Pues a mí no me sirvió de mucho —frotaba sus dedos.

—Pudo haber sido peor.

—¿Tu hermana tenía esta cadena cuando todo comenzó?

—No.

—¿Y volvió a usarla?

—Tampoco —lo volví a meter a su caja.

—¿Conoces la leyenda que está escrita adentro del camafeo?

“Siempre tuyo, siempre mía, en la vida, en la muerte y para siempre… juntos.” —contesté evitando apretar los dientes.

Más que claro, ¿no crees?

—Mucho, es obvio que seguramente él lo mandó a elaborar o sencillamente ordenó la inscripción, no lo sé, lo único que quiero es que este maldito me devuelva a mi hermana, él está bien muerto y hecho polvo quien sabe a dónde en cambio ella no lo está —cerré la caja con fuerza.

—¿No te has puesto a pensar que desean estar juntos? El que estén separados hace el asunto peor, ¿no crees que tu hermana desea estar con él y sufre por estar en el limbo?

—Ella no está en el limbo, está dormida —lo guardé otra vez.

—Ivonne piensa con claridad —se puso de pie—. Tú estás entre ellos, los estás manteniendo separados, sufre ella y sufres tú sin contar con el susodicho al que odias pero que tu hermana ama, hazlo por ella, así como piensas que él no te lastima por amor a ella tú deberías ceder en algo también, ¿no lo crees? Piensa que él te ruega porque lo dejes estar con ella.

—¿Qué es lo que me pides exactamente? —lo miré con el ceño fruncido.

—Que deposites el broche en su féretro, debiste dejarla en ese lugar pero con él, la joya debió quedarse con ella.

—¿Tienes idea de lo que pueda pasar?

Se encogió de hombros.

Justo en ese momento tocaron la puerta.

—¿Quién? —pregunté molesta.

—Perdón señorita pero en el pórtico hay un anciano que la busca.

Nos miramos asombrados y salimos rápidamente, si era él y había venido a la Balcana dejando sus prejuicios a un lado era por algo importante, sentía que era la luz que podía alumbrarme.