14 La barra de este hotel
Abril.
La noche había resultado demasiado larga, y eso pasaba factura a un somnoliento Pol que aún seguía retorciéndose en la cama a pesar de que los primeros rayos de sol entraban ya por la ventana del hotel. Recordó todas las tonterías que había hecho la noche anterior. Cómo había ido corriendo en busca de Itxlan, como un niño detrás de un caramelo, y la decepción que había sentido al encontrarle. Con gran esfuerzo consiguió abrir los ojos, hasta que sus pupilas se consiguieron adaptar a la tenue pero molesta luz, los párpados dolían y él los movía todo lo rápido que podía en esos momentos. Se revolcó un poco más en la cama y se quedó helado al ver un bulto junto a él. No estaba solo en su cama. Richard estaba allí, desnudo, y durmiendo junto a él. Con la sorpresa inicial, Pol se quedó quieto como una estatua mientras se preguntaba cómo había llegado el inglés hasta allí. Y sobre todo qué diablos hacía totalmente desnudo. Empezó a preguntarse si no habría pasado algo que no podía recordar y de lo que se avergonzara. Todos esos pensamientos se fueron desvaneciendo poco a poco a medida que el chico se perdía en la visión de la espalda de su amigo. Lo hipnotizaba mirar aquella piel suave y tersa, de un blanco rosado que invitaba a perderse en su olor, tacto y sabor. Consiguió controlarse y se culpó a sí mismo por tener aquellos pensamientos sobre su amigo. Justo en ese momento Richard dio un profundo suspiro y estiró su cuerpo. Pol cerró los ojos inmediatamente y se hizo el dormido, confiando en poder disimular que no le había estado mirando. Sin poder ver nada, pero con los oídos muy atentos, escuchó como Richard se levantó de la cama y caminó hacia el baño. Incapaz de resistir la tentación, abrió los ojos solo un momento, y tuvo una fugaz pero prometedora visión del culo de su amigo inglés. Después escuchó el ruido de la ducha. Aprovechó el momento para levantarse rápidamente y vestirse, antes de que Richard volviese. Esperó un rato sentado en una esquina de la cama mientras miraba distraído la televisión, y Richard salió de la ducha, ya aseado y vestido. Los dos se sonrieron y saludaron. Pol disimuló que no había visto nada. El inglés miró el reloj y exclamó que ya llegaban tarde a desayunar con Marc en la cafetería del hotel. Los dos recogieron algunas cosas y salieron de la habitación. Mientras esperaban el ascensor en el pasillo, Richard se quedó sonriendo y mirando fijamente a Pol.
—¿Qué pasa Richard? —Preguntó Pol, incómodo ante aquella mirada fija.
—Nada, simplemente me hace gracia lo inocente que dices que eres, Pol.
—No se a que viene eso… —Murmuró él avergonzado, y volvió a darle al botón del ascensor, deseando que llegara cuanto antes.
—Por lo de esta mañana. You know what I mean.
—Sigo sin saber a que te refieres…
—Sí que lo sabes. —Dijo él sonriendo, mientras se metía en el ascensor, que ya había llegado—. La próxima vez que quieras mirarme el culo no hace falta que te hagas el dormido, Pol.
—¡Idiota! —Gritó él, y entró también al ascensor.
Llegaron a la cafetería y al soso buffet que el hotel preparaba todas las mañanas. El lugar había sido invadido por algún nuevo grupo de turistas alemanes que saqueaban vorazmente la fuente de las tostadas. El zumo de naranja volaba de las jarras a una velocidad prodigiosa. Los chicos se fijaron en que Marc ya estaba desayunando y los esperaba en una de las mesas. Como siempre, el hombre sabía que los dos chicos llegarían tarde y ya se había adelantado, desayunaba tranquilamente mientras leía su periódico «El País», como siempre solía hacer. «Me pregunto cuándo se habrá levantado éste para haber comprado ya el periódico y todo» pensó Pol mientras se acercaban a la mesa. Los tres se saludaron, y tras coger algunas tostadas y café en el buffet para desayunar, se sentaron junto a Marc, que abandonó el periódico para concentrarse en la conversación con los chicos.
—Bueno chicos. —Empezó Richard rompiendo el hielo—. ¿Quién va a contar primero su aventura de anoche? —Dijo riendo.
—Pues yo mismo. —Exclamó Marc entusiasmado mientras Pol soltaba un bufido—. Después de estar en aquel club de cabareteras…
—¡Era un restaurante con espectáculo! —Lo interrumpió Pol indignado.
—Sí… eso. —Corrigió el hombre sonriendo—. Bueno, tras salir de allí me fui a la sauna, como le dije a Richard. Estuve allí unas tres horas.
—¡Tres horas! —Exclamó Richard—. ¿Cuántas veces follaste?
—Tres veces… pero los dos primeros polvos fueron muy malos.
—¿Y el tercero? —Preguntó curioso el inglés.
—Eso es lo gracioso. —Contó Marc sin dejar de sonreír—. Cuando ya creía que la noche iba a acabar mal me encontré con quien menos me lo esperaba… Norreport estaba allí.
—¿Y follasteis? —Intervino Pol, incrédulo.
—Naturalmente.
—Vaya dos putas. —Bufó Pol con un resoplido mientras untaba con energía su tostada de mermelada.
—¿Y tú qué, como fue tu búsqueda de Itxlan? —Preguntó Richard sonriendo, y al oír la pregunta Pol rompió la tostada al hacer demasiada fuerza con el cuchillo—. Saliste detrás de él como una perra en celo.
—Nada… no le vi. —Espetó él cortante.
—Mentiroso. —Intervino Marc pellizcándole—. Eso no fue lo que Norreport me contó.
—¡Carallo, mira que sois cotillas!
—¡Naturalmente! —Exclamó Marc divertido—. Somos tus amigos… ¡nuestra obligación es ser cotillas con tus cosas!
Las dos porteras pincharon a Pol durante todo el desayuno para que contara todos los detalles, y el pobre chico, tras romper varias tostadas en intentos infructuosos de untarlas con el cuchillo, accedió al fin.
—Bueno, pues Norreport y yo seguimos a Itxlan hasta el local horrible ese, el «Billy Boy». —Comenzó a contar—. Allí pagamos la entrada, que por cierto, era una pasada… ¡qué caras son las discotecas en Barcelona!
—Lo son… pero no te líes y sigue contando. —Apremió Marc.
—Bueno, el local no me gustó nada, era como muy cutre y oscuro. Y la gente que estaba allí tenía unas pintas muy extrañas. La música era muy maquinera. Creo que la mitad de la gente estaba drogada… —Explicó Pol con cara de angustia. —Allí vimos a Itxlan, que estaba con un amigo suyo, un tal Laam o algo así, y también se estaba morreando con un chaval jovencillo de unos 18 años… un tal Joan, creo—. Murmuró Pol, recordando aquello.
—¡Bah, entonces es eso! —Se rió Marc—. Lo que a ti te molestó fue que Itxlan no se fijara en ti anoche.
—A Norreport le mandó a paseo enseguida, pero a mi me habló un poco. —Se defendió Pol—. Aunque a mi me hubiera gustado que Itxlan hiciese algo más que hablarme aquella noche…
—Espera un momento, eso de Joan me suena. —Dijo Marc pensativo—. Si… Norreport me dijo que Itxlan se estaba follando últimamente a un chico de 18 al que llamaban «Hush»…
—Sí, ese es. —Confirmó Pol.
—Ah, pues dicen que tiene un culo estupendo, y que su polla no está nada mal.
—Eres un pervertido, Marc. —Contestó riendo—. Ese chico tiene edad para ser tu hijo.
—¿Y qué? —Dijo él indignado—. Además, uno tiene la edad de con quien se acuesta, es lo que siempre digo.
Richard soltó una carcajada ante ese comentario, y tras él los otros dos se unieron a la risa, lo cual provocó que llamaran la atención de los sorprendidos turistas de alrededor. Marc propuso salir del buffet e ir al bar del hotel antes de que los expulsaran de allí por locas. En la barra del hotel pidieron unas cervezas y Pol una coca-cola mientras seguían charlando. «Somos lo peor, acabamos de desayunar y ya estamos bebiendo» pensó Pol, que esperaba que la mezcla de leche, coca-cola y cerveza no fuese perjudicial para la salud. Hablaron animados durante un buen rato, y decidieron que ya había llegado el momento de dar una última vuelta turística por Barcelona antes de volver a Madrid. Marc dijo que antes tenía que ir al aseo y desapareció, los chicos prometieron esperarlo en la barra. Cuando se fue, un silencio incómodo se apoderó de la pareja, Pol decidió romper aquel molesto silencio.
—Bueno, Richard. —Dijo mientras terminaba su coca-cola—. ¿Y tú que hiciste después de que nos fuésemos, triunfaste con Mmateoca?
—Nooo, no había nada que hacer. —Comentó el inglés riendo—. Él está enamorado de Itxlan.
—¿Cómo? —Preguntó Pol sorprendido, dejando de golpe su vaso en la barra—. ¡Carallo, pues si que tiene admiradores ese chico!
—Yes, it’s true… la verdad es que empiezo a entender su problema. —Comentó Richard—. Debe ser un poco… ahm, boring… or as you’ll say… cansino escuchar a todo el mundo continuamente cómo te adulan e intentan follar contigo. Todo el día escuchando Itxlan, Itxlan, Itxlan… y ni siquiera es su nombre real.
—Es verdad, es sólo un apodo de Internet. —Admitió Pol—. Me pregunto por qué nunca dice su nombre.
—Quizás porque eso sólo lo reserva para alguien que sea realmente especial.
—Bueno, espero que a mi nunca me llames por un apodo. —Se rió Pol, sorprendido ante la seriedad repentina de su amigo, tan poco habitual en él.
—Para mí siempre serás algo mas que un nombre, Pol. —Le dijo él mirándolo fijamente, y el chico empezó a ponerse nervioso.
—Qué serio te pusiste, Richard… —Intentó replicar nervioso, incapaz de ocultar su vergüenza y el enrojecimiento repentino de su cara.
—Mmateoca amaba a Itxlan. —Continuó el inglés—. Pero apenas eran amigos y nunca se decidieron a ir más allá. Mmateoca vivía triste por ello, y eso hacía que incluso su amistad se degradara y fuera mas débil con el tiempo. No me gustaría que nos pasara eso a ti y a mi.
—Qué… cosas tienes Richard… yo… tú… —Tartamudeó Pol, bajando la mirada y avergonzado. No era habitual que su amigo estuviera tan serio.
—Mírame. —Le dijo levantándole la barbilla con una mano—. Deberíamos hacernos una promesa.
—¿Qué… qué promesa? —Preguntó nervioso.
—Pase lo que pase, siempre seguiremos siendo amigos.
—Pues… claro… —Dudó él. —No se a qué viene esto… yo…
—Prométemelo. —Interrumpió, apremiándolo.
Se quedaron mirándose fijamente a los ojos durante un buen rato. Y por una vez Pol vio un auténtico y sincero aprecio en ellos que le decía que Richard sería siempre algo más que un simple amigo de universidad para él. Sería su cómplice. Al fin sonrió, y el inglés devolvió la sonrisa.
—Te lo prometo, Richard.
El inglés asintió y se acercó a él. Se dieron un fuerte abrazo que los mantuvo unidos durante un buen rato, después se separaron un poco y, sin dejar de abrazarse, se dieron un tímido beso en los labios. Pol estaba nervioso y avergonzado como un chiquillo, la cara le ardía y se sentía incapaz de reaccionar. Richard sonrió y Pol se perdió en su sonrisa. Con la mirada fija en él los nervios se desvanecieron poco a poco. Al fin, acabó sonriendo también, y ambos juntaron las frentes de su cabezas, en una especie de caricia mutua que simbolizaba su complicidad. Se separaron y al poco rato vieron a Marc, que regresaba por fin del aseo.
—¡Cuánto has tardado Marc! —Recriminó Richard.
—Sí, pero me ha cundido… estoy bien contento.
—No me lo cuentes, no quiero saberlo. —Dijo Pol poniendo los ojos en blanco, imaginándose toda clase de cosas.
—Había un chico rumano de veinte años en el aseo que…
—¡Carallo, te dije que no lo contaras! —Interrumpió Pol indignado.
—La chupaba genial. —Continuó el hombre, ignorando la petición de su amigo—. Y además sólo me ha costado 20 euros.
—¿Qué le has tenido que pagar? —Preguntó Pol sorprendido.
—Naturalmente. —Contestó como si dijera la cosa mas normal del mundo—. El chico es chapero, quería cobrarme sólo diez euros, pero a mi me parecía muy poco, y le he insistido para que me cogiera veinte…
—Qué bien, que alma mas caritativa. —Se burló Pol—. Marc, el santo de los chaperos.
—Sí, y tengo mi propia bendición. —Se rió él.
—¡Vámonos! —Exclamó Pol tras soltar un bufido, indignado ante la frivolidad de su amigo—. Vamos a ver lo que nos falta de la ciudad antes de que a Marc lo detengan los mossos por peligro público.
Salieron los tres riendo del hotel y petardeando como siempre. Pero desde ese día Pol no pudo quitarse de la cabeza el momento realmente mas íntimo que había tenido nunca con Richard. Y se preguntó si había sido real… y si algún día volvería a repetirse.