13 Amor d’amic
Abril.
El Sol por fin hacía acto de presencia en Madrid, y con él llegaban las temperaturas mas altas. Desde ese momento y hasta el punto culminante en Julio y Agosto, la escalada de grados iba a ser imparable. El clima era tan radical como lo era la ciudad. Pero de momento la gente disfrutaba feliz de los escasos días de primavera y temperaturas templadas. Las vacaciones de Semana Santa se acercaban, y con ellas el ansia viajera de los madrileños, deseosos de escapar de la ciudad durante unos días. Pol y Richard se sentían igual. El inglés llevaba varios días comiéndole la oreja a Pol sobre la posibilidad de ir a algún sitio durante sus vacaciones. Él quería conocer España y deseaba ver otras ciudades. Al principio Pol se hizo el remolón y se negó a salir de Madrid, confiando en poder tener al fin unos días de tranquilidad, pero el inglés insistía día tras día, cada vez con más ímpetu. Esos días aprovechaban para ir a desayunar con Marc en cafeterías como «Mamá Inés», en pleno barrio de Chueca, donde devoraban tostadas untadas con tomate para desayunar. Un día, Richard volvió a intentar conseguir que Pol aceptase viajar a algún sitio, y esta vez contó con la complicidad de Marc, con el que ya había hablado antes por teléfono. Volvieron a quedar para desayunar con él en la cafetería. Como siempre, llegaron tarde y Marc ya estaba allí, sentado en una mesa del fondo, como solía hacer, con sus ligeras gafas sin montura, su eterno rapado, su elegante y ajustado traje gris y corbata, y su inseparable periódico «El País». Al verle, Pol pensó que Marc era auténtico. Tenía ese aire de las personas que se han hecho a sí mismas y que con los años han cogido ciertas costumbres y rasgos que los definen claramente. Cuando alguien conocía bien a Marc podía identificarle fácilmente entre la multitud, e incluso intuir qué estaba haciendo en cada momento… eso si no estaba follando, claro, porque para el sexo el hombre era totalmente imprevisible, y tan pronto estaba con uno como con otro. Los dos chicos entraron en la cafetería y se disculparon por su retraso, Marc hizo un gesto condescendiente y resignado, acostumbrado a esos dos tardones, e hizo como que no escuchó la disculpa, quitando importancia al asunto. Pidieron sus habituales tostadas y cafés y se pusieron rápidamente al día de las novedades. Entonces Richard hizo un gesto cómplice a Marc, indicándole que el momento había llegado.
—Bueno, ¿qué vais a hacer en las vacaciones de Semana Santa? —Preguntó a los chicos.
—Nada. —Cortó rápidamente Pol antes de que Richard pudiera abrir la boca.
—Yo quería ir a algún sitio, pero Pol es un soso. —Increpó el inglés y Pol puso cara de disgusto.
—Podríais venir conmigo. —Propuso Marc—. Voy a Barcelona unos días a ver cómo ha cambiado aquello, hace meses que no voy.
—¿Y qué pintamos nosotros en Barcelona? —Preguntó Pol, que no quería ceder.
—¡Anda, pues simplemente ver la ciudad! —Exclamó el hombre sorprendido—. Además Richard seguro que quiere conocerla.
—Yo tampoco estuve nunca en Barcelona y estoy muy tranquilo. —Replicó Pol.
—¿No has estado nunca? —Marc parecía sorprendido—. Entonces os invito yo y pago el hotel.
—¿Por qué vas a hacer eso?
—Pues porque no conocer Barcelona es un pecado, con lo bonita que es. —Contestó indignado y medio en broma—. Vosotros venís conmigo, alquilamos una habitación de hotel y ya está.
—¿Cómo que UNA habitación de hotel? —Preguntó Pol alarmado—. ¿Acaso vamos a dormir todos juntos?
—Ah… ¿eso es que entonces sí que te animas a venir? —Se interesó Richard.
—Yo no he dicho eso… pero ¡carallo!… simplemente pregunto que… claro, en el lejano supuesto en el que yo me decidiera a ir… ¿íbamos a compartir habitación? —Contestó Pol dubitativo y nervioso, ante lo cual Richard soltó una risita cómplice junto con Marc, divertidos los dos ante el apuro de su amigo.
—Bueno Pol, si te vas a sentir mas cómodo, podemos alquilar dos habitaciones, yo duermo en una y vosotros dos en la otra. —Intentó tranquilizar Marc.
—¿Richard y yo en la misma habitación? —Susurró Pol para sí, creyendo que nadie le oiría, y pensando que eso no le tranquilizaba en absoluto.
Marc y Richard se rieron mientras Pol se ponía cada vez mas rojo y avergonzado. Los dos no paraban de pincharle hasta que él aceptó ir con ellos de viaje. Durante un buen rato hicieron bromas sobre cómo iban a abusar de él en el hotel, divertidos ante la vergüenza de Pol, hasta que éste los llamó idiotas y se levantó de la mesa para ir al aseo, dejando a Richard y Marc riéndose por la aparente inocencia del chico. Entonces el inglés se acordó de alguien y se extrañó de que Marc no lo hubiese comentado.
—Oye Marc, ¿y Tony, no puede venir? —Preguntó, y el hombre se puso un poco serio.
—No, está enfermo de nuevo. —Aclaró Marc al fin—. Ha tenido un nuevo bajón…
—Um, too bad… es una pena, podría haber sido divertido.
—Sí… ¿y qué me dices tú de Rosa? No es que me agrade viajar con un chocho, pero es una chica bastante maja.
—¡Bah!, ya se lo propuse yo antes y me dijo que no. —Explicó el inglés mientras sorbía un poco de café de su taza—. Dice que está saliendo con alguien, aunque no nos quiere decir con quién.
—Pues si que ha olvidado pronto a Leo…
—Sí… desde que Pol le hizo una mamada en casa de Tony. —Dijo Richard divertido, y los dos se rieron recordando aquello.
Pol volvió del aseo y se encontró a sus amigos riéndose a carcajadas sin saber de qué o de quién. Les preguntó, pero ellos prefirieron no decir el motivo para evitar que se volviera a enfadar. Finalmente se despidieron, quedando en que Marc se ocuparía de las reservas y las fechas. Richard estaba muy emocionado con la perspectiva del viaje, y Pol aceptó a regañadientes anunciando que seguramente sería un aburrimiento de escapada. Marc le dio un capón y apostó a que Barcelona le iba a gustar y que cambiaría de opinión. Pol aceptó la apuesta sonriendo y se despidió del hombre, dejándolo allí solo en la cafetería, en la que parecía que pasaba mas tiempo que en el trabajo. Cuando Marc vio alejarse a los dos chicos, charlando y riendo, recordó como él solía hacer lo mismo con otra persona, la cual no se encontraba en muy buenas condiciones como para repetir aquellos momentos de tiempos mejores del pasado. Apartó sus pensamientos de su cabeza, sonrió imaginándose el viaje que le esperaba con esas dos cotorras y volvió a la lectura de su periódico.
Unos días después llegaron las vacaciones y el momento de salir al fin. Richard y Pol habían quedado en el aeropuerto de Barajas con Marc para coger el avión que les iba a llevar a Barcelona. Marc había conseguido unos billetes bastante baratos para lo que era la tarifa habitual. Pol no se explicaba de dónde los había sacado. «Seguro que vamos en un avión de carga lleno de pollos y cerdos» pensó divertido y preocupado. Tras atravesar multitud de pasillos y escaleras interminables llegaron a la terminal donde Marc los esperaba. El vuelo duró muy poco, apenas despegaron, Pol leyó un par de artículos del periódico que le dio un azafato buenorro al que Marc devoró el culo con la mirada, y ya estaban llegando a su destino. Hacía años que Pol no viajaba en avión y tenía que admitir que era emocionante. Cuando la azafata anunció su próxima llegada por los altavoces, el chico miró ansioso por la ventanilla. Sólo se veía montaña, y de repente, a los pocos segundos, miles de bloques de viviendas inundaban la vista. Anchas y larguísimas calles en un trazado recto y perfecto se veían por la ventana. Una gran ciudad, encajonada entre una montaña verde y coronada por una gran torre de telecomunicaciones y el mar, les daba la bienvenida.
Tras aterrizar en el aeropuerto del Prat, los tres cogieron el tren de cercanías que los llevaría al mismo centro de la ciudad, la estación de Plaza Catalunya.
El viaje en el tren duró casi más tiempo que el del avión. Llegaron a la estación de destino y, arrastrando las ruedas de sus maletas, salieron al exterior. Una gran plaza fue su primera imagen de la ciudad. La Plaza de Catalunya, centro de paso de gran importancia en la ciudad, coronada por grandes edificios y centros comerciales y en la que se cruzaban calles tan importantes para la urbe como La Rambla, Paseo de Gracia o Puerta del Ángel. El arbolado y el adoquinado de la plaza así como sus fuentes y su estructura en general recordó a Pol a la Plaza de España de Madrid, lo que inició toda una serie de comparaciones entre las dos ciudades, mucho más parecidas entre sí, a pesar de todas sus diferencias, de lo que la mayoría de la gente admitía.
Su hotel no estaba lejos, dejaron sus maletas en las habitaciones y Marc los sacó a dar una vuelta por La Rambla para que conocieran el ambiente de la ciudad. Bajaron por el paseo peatonal de esa calle que comunica la Plaza Catalunya con el puerto, lleno de turistas extranjeros que sacaban fotos a todo como locos, tan pronto sacaban una foto del dragón de la fachada de la casa de los paraguas como de un pollo o un conejo de los puestos de animales del paseo. A Pol le pareció muy curioso el que se vendieran flores y animales en varios puestos a lo largo de la calle, era casi como un mercadillo. Numerosos mimos actuaban en la calle, algunos con disfraces muy originales, y los tres chicos se rieron especialmente con algunos de ellos, aunque más adelante vieron otro, disfrazado de legionario romano, al que le hubieran hecho algo mas que reír sus gracias. Dieron una vuelta por el puerto, hasta llegar a las Torres Olímpicas, construidas en el año 1992 para conmemorar los juegos, y donde se encontraba el hotel mas lujoso de la ciudad, el «Arts». Era una zona que ya tenía sus años, pero seguía resultando muy moderna y muy limpia. Además estaba muy cercana a la playa, y el calor había animado a los primeros valientes a bañarse en el mar. Muchos rubios con pinta de extranjeros abarrotaban la arena, tomando el sol o corriendo en pantalón corto. A Pol se le caía la baba.
—Marc, esta playa es totalmente porno. —Dijo al fin.
—¿Verdad que sí? —Afirmó el hombre—. Aquí vienen muchos turistas europeos, la mayoría altos y rubios, como a ti te gustan.
—Como yo. —Comentó Richard, y Pol lo miró avergonzado.
—Sí… bueno, estos de ahí abajo están mas cachas que tú. —Dijo Pol riendo.
—Pero seguro que yo tengo mas rabo que ellos. —Bromeó el inglés.
—¡Idiota! —Y Pol se dio la vuelta para seguir andando, avergonzado ante el descaro de su amigo.
—Bueno, chicos… —Medió Marc intentando cambiar de tema. —Esta noche tendréis carnaza. Primero os voy a llevar a cenar a un restaurante del centro que está bastante bien, después podemos dar una vuelta para que conozcáis el ambiente gay de la ciudad y por último, que no menos importante, podemos rematar la noche en la sauna «Casanova».
—¡Yo no pienso ir a una sauna, Marc! —Exclamó Pol indignado—. Que la última vez que me llevaste a una casi me viola un oso de las cavernas.
—De violarte nada, que dejaste que te la chuparan él y cuatro más.
—¡Eso fue antes de tocarle la espalda llena de pelos! —Se defendió el chico.
—De cualquier forma, vendréis a la sauna conmigo. Es todo un símbolo de esta ciudad. Venir a Barcelona y no ir a la Casanova es como no ver la Sagrada Familia. —Dijo el hombre riendo, y anunciando que sería divertido.
Richard aceptó entusiasmado, y entre los dos consiguieron sacar de Pol un escueto «ya veremos» lo cual resultó más que suficiente para saber que ya le tenían convencido.
Con su visita al Puerto Olímpico y al cercano Parque de la Ciudadela dieron por concluida su visita turística por ese día, pues ya se hacía tarde y empezaba a anochecer. Además estaban un poco cansados y Pol y Richard ya se quejaban de que tenían hambre. Fueron al hotel y se cambiaron de ropa para salir y, guiados por Marc, se internaron por una de las serpenteantes calles del centro medieval de la ciudad. Después de un rato callejeando, Pol esperaba que Marc supiese por dónde iba, porque él ya se había perdido al doblar la enésima esquina. Resultaba curioso el caso antiguo de Barcelona, prácticamente todo era peatonal, con calles extremadamente estrechas, algunas apenas debían medir dos metros, totalmente lleno de turistas y tiendas, pero era un gran contraste ver en una calle una galería de arte y una tienda ultramoderna y lujosa, y en la calle de al lado casi daba miedo entrar, ya que por su olor y aspecto podría haber estado perfectamente en Bombay o Jartum y no en Barcelona. A pesar de la buenísima fama de la ciudad, aun quedaban cosas por hacer, como en todas partes. Atravesaron algunas plazas donde los bares habían sacado ya mesas y sillas a la calle para disfrute de sus clientes y llegaron a su destino justo cuando la ciudad empezaba a ser iluminada por miles de farolas, la calle Magdalenes.
—Bueno, aquí es. —Anunció Marc, satisfecho y señalando una discreta y moderna entrada guardada por una puerta pintada de negro.
—¿Cómo se llama este sitio, Marc? —Preguntó Pol.
—«La Dolça Herminia». —Contestó él poniendo acento catalán, cosa que sorprendió a los chicos, pues nunca se lo habían escuchado.
—Bueno, espero que se coma bien. Tengo un hambre atroz. —Comentó Pol mientras abría la puerta para entrar.
—Si los camareros son los mismos que la última vez que estuve aquí, vas a querer comerte algo más que una ensalada. —Se rió Marc, que iba detrás de él junto con Richard.
El restaurante era por dentro mucho mas grande que lo que aparentaba por fuera. Numerosas mesas de madera cubiertas por manteles blancos ocupaban casi toda la estancia, las paredes estaban pintadas de colores suaves y su parte inferior forrada con madera. Todos los camareros iban vestidos de un negro riguroso compuesto por unas finas camisas y unos estrechos pantalones. Pol pensó que el ambiente era extremadamente pijo y modernillo, lo cual le gustaba. Marc dio su nombre al camarero que salió a recibirles para indicar que tenía hecha una reserva.
Pol miró a su alrededor y se sintió un poco pueblerino en medio de ese ambiente tan pijo. «No tenía que haber salido con este simple jersey, aquí todo es tan minimalista…» pensó preocupado. Después de pedir su comida, el chico decidió ir al aseo para echarse un poco de agua en el pelo y lavarse las manos. Cuando volvió se encontró con Marc y Richard charlando animadamente y la comida esperando en la mesa. Grandes platos blancos y cuadrados guardaban sus pequeñas raciones. Todo estaba ordenado y cuidado al milímetro, la comida parecía un cuadro y daba pena destrozarlo.
—¡Carallo Marc! —Comentó a su amigo mientras se sentaba—. ¿Aquí la gente no se cansa de que todo sea de diseño?
—¿Por qué dices eso? —Preguntó él divertido.
—Pues por todo, la ciudad, los restaurantes, hasta la comida y los platos… ¡si incluso fui al aseo y me costó tirar de la cadena del retrete!
—¿Por qué, no la encontrabas?
—Pues no, yo como loco buscando, y resulta que en vez de ser una cadena normal como en todas partes, era como un interruptor de la luz, igualito a éste y junto a él. ¿Cómo voy a adivinar que eso es la cadena?
Marc y Richard se rieron ante la ingenuidad de su amigo, y el hombre contestó que los barceloneses ya estaban acostumbrados a todas esas cosas raras. Empezaron a comer y Pol descubrió que la comida sabía tan bien como la habían adornado, lo cual era de agradecer. Además el restaurante era estupendo, amplio, luminoso, agradable, lleno de tíos buenos… de hecho se quedó mirando a uno de una mesa del fondo que llamó especialmente su atención.
—Oye Richard, mira a ese. —Susurró al oído al inglés.
—Uhm, ¿he’s hot, isn’t he? —Contestó él en voz baja—. Quizás un poco bajito, pero tiene pinta de tener buen cuerpo. Me recuerda a Figo, el futbolista.
—¡Ssshhh, calla! —Exclamó Pol sorprendido—. ¡Nos está sonriendo!
—¡Ah, fantastic! —Dijo Richard sonriendo—. Devolvamos la sonrisa.
—¡Carallo, Richard que te pierdes! —Siseó Pol avergonzado y furioso—. ¡No me metas en líos como siempre!
—¿Pero qué líos?… ¡si está buenísimo!
—Ya la jodimos… —Se lamentó Pol al ver que el hombre se levantaba. —Viene hacia aquí…
—Sí… y menudo cuerpazo tiene, esos jeans marcan paquetazo y culazo. —Babeó el inglés—. Es nuestra oportunidad.
Los dos chicos ensayaron una sonrisa nerviosa mientras el desconocido se acercaba a su mesa, pero justo cuando le iban a saludar, el hombre se adelantó y le dio una colleja a Marc.
—¡Marc, golfo! ¿Com estàs? ¡Cuánto tiempo sin verte por Barcelona! —Saludó amistosamente, dando a entender que se conocían.
—¡Hombre, Manu! —Dijo él riendo mientras se levantaba para darle un abrazo y un beso—. No te había visto, ¿qué tal?
—Tú nunca ves a nadie que lleve los pantalones puestos, Marc. —Bromeó el desconocido—. Ya podías haberme avisado de que venías a Barcelona, podíamos haber tomado algo.
—Sal con nosotros esta noche. —Propuso.
—No puedo, mañana por la mañana me voy a Albacete a ver a mi novia.
—¿A tu novia? —Lloraron Pol y Richard al unísono, decepcionados. No habían quitado ojo del hombre en todo el rato, hipnotizados de lo bueno que estaba.
—Sí… mi novia vive en Albacete y… —Hizo una pausa en sus explicaciones y se volvió hacia Marc. —¿No nos vas a presentar antes?—. Dijo riendo.
Marc se disculpó con una sonrisa y les presentó. El desconocido se llamaba Manuel y eran amigos desde hacía años, de cuando Marc vivía en el barrio barcelonés de La Sagrera. Siempre se estaban gastando bromas y Manuel le había puesto el mote de Marc-3 por su afición a practicar tríos y otras orgías varias, Marc llamaba a su amigo de vez en cuando Míster Sagrera, nombrándolo el hombre mas guapo de esa zona de la ciudad. Pol no podía estar más de acuerdo con el calificativo de «míster», aunque él hubiera sustituido el nombre del barrio por el del universo, pues le pareció el hombre mas guapo que había visto en mucho tiempo.
Mr Sagrera se sentó en la misma mesa que ellos y los acompañó en la cena, charlando animadamente con Marc, poniéndose al día de sus cosas mientras los dos chicos miraban embobados y dejaban la mitad de la comida en el plato, incapaces de concentrarse en otra cosa que no fuera la camisa semiabierta del hombre, que dejaba ver un poco de su bien definido y perfecto pectoral. Sólo prestaron atención a la conversación cuando se enteraron de que su ídolo era heterosexual convencido, y además con novia manchega. Sin embargo era una persona muy cercana y con la que se podía hablar, muy tolerante y abierto, incluso en ocasiones un poco petardo y desconcertante, lo cual lo hacía un poco heterogay, posibilidad a la que se agarrarían después las perversas fantasías secretas de Pol.
Cuando terminaron de cenar, Mr Sagrera se ofreció a acercarlos en su coche al Gaixample, el barrio gay de la ciudad, situado no muy lejos del casco antiguo. Marc iba a negarse a ello por cortesía, pero los dos chicos se adelantaron y aceptaron encantados y babeando. «Vaya par de lobas, y dicen que no van a acabar en la sauna esta noche, ya veremos» pensó riendo al ver su entusiasmo y cómo sus hormonas juveniles montaban una fiesta al conocer a su amigo. Pol se retorcía de dolor por dentro, no sólo Mr Sagrera era guapo, tenía un cuerpazo, el culo mas perfecto que recordaba, bien marcado en sus vaqueros mientras caminaba delante de él… sino que además tenía un cochazo que conducía como un experto. Siempre con su sonrisa eterna los llevó en su coche hacia su destino. Pol hubiese preferido ir al fin del mundo con él. Después se despidieron y Pol se sintió un poco mas vacío pero feliz. Mr Sagrera sería sin duda uno de los mejores recuerdos que se llevaría de Barcelona.
El Gaixample era muy distinto a Chueca. Apenas parecía una zona de copas, y mucho menos de ambiente. La calle estaba muy tranquila y casi no se veía gente. Algunos locales anunciaban ser de ambiente por una pequeña bandera arco iris en su puerta, pero Pol y Richard echaban de menos el gentío y el ruido del barrio de ambiente madrileño. Marc los guió hacia los locales cercanos, «Sweet» y «Zeltas», nuevos bares de diseño ambientados con música electrónica moderna y algo fría. Había muchos hombres guapos, aunque Pol se sintió un poco intimidado por el ambiente. Quizás el límite entre el diseño, el cuidado minimalista y el convertirse en un snob era demasiado fino. Marc dijo que ésa era la primera impresión, Barcelona era fría al principio, pero cuando la conocías era una de las ciudades mas acogedoras que existían. «Me parece que en Barcelona no existe el botellón, a esta gente sitios como el “Nike” de Madrid les deben parecer una aberración» pensó Pol divertido, que ya iba olvidando sus prejuicios y empezaba a disfrutar y divertirse, sobre todo animado por el alcohol. Cuando ya llevaba su tercera copa se cruzaron con una especie de procesión de gente semidesnuda y drag queens que llevaban un estandarte y publicitaban una de las discotecas de ambiente mas famosas de la ciudad, «Salvation». A los chicos les pareció original y divertida esa idea de invitar a la gente a ir allí. Propusieron entusiasmados a Marc ir a esa discoteca, pero el hombre dijo que eso mejor lo harían al día siguiente. Esa noche tocaba follar, esa noche tocaba sauna, y la Casanova no estaba lejos. Pol protestó, pero Richard, animado por Marc, le hizo beber una cuarta copa y enseguida le convencieron. Salieron al exterior y no tuvieron que andar mucho para encontrarse con la entrada azul de la sauna, la cual invitaba a entrar y perderse entre sus vapores. Mientras se perdían en su interior, Pol pensó resignado que seguramente no iba a encontrar nunca a ningún «Mr Sagrera» en un sitio como aquel. Richard le vio decaído y le pellizcó un brazo, a lo que el chico gritó protestando de dolor, pero vio la sonrisa de su amigo inglés y se relajó. Quizás no encontraría nunca a su propio Mr Sagrera, pero había encontrado a Richard, que no era poco.
A pesar del alcohol que llevaba en la sangre, Pol no podía evitar estar nervioso. Aquel tipo de sitios no le gustaban, pero sus amigos lo habían convencido y ya estaba dentro. Allí se quedó parado, envuelto en una minúscula toalla cerca de las duchas mientras sus amigos reían y se adentraban en el interior del local. A los pocos minutos Marc ya había desaparecido, seguramente en busca de carne joven, mientras que Richard intentaba en vano animar a Pol. Pero el gallego no estaba muy por la labor de hacer guarrerías esa noche y se lo dejó bien claro. Finalmente el inglés desistió y decidió perderse un rato en la sauna de vapor mientras su amigo esperaba en las duchas. Pol se quedó allí, solo y observando como pasaban a su alrededor auténticos cuerpos de película, de todas las nacionalidades y colores imaginables. Se preguntó qué guiaba a la gente a esos sitios, ¿el morbo?, ¿era posible que la gente sólo se moviese por eso? Lo romántico ya no tenía sitio en un mundo en el que todo se hacía deprisa, y había sido sustituido por el placer inmediato y cercano. O también podía ser como le decía Marc «el amor en casa y el morbo en la sauna», recordando sus anteriores relaciones abiertas. Pol no quería creer que en esas relaciones de verdad existiera el amor, su concepto de la pareja era el tradicional: fidelidad y entrega. Y a pesar de ello Marc siempre replicaba con un argumento incontestable, él había tenido relaciones estables de más de 10 años y, a pesar de hacerlo con otras personas, algo les había unido más allá del sexo puntual con desconocidos, y eso resultaba mas sincero que todas las falsas castidades del mundo. Sin embargo Pol estaba ahora en medio de un desfile de cuerpos que pasaban por el pasillo, musculosos, perfectamente depilados y bronceados, cualquier persona mínimamente normal se sentiría intimidada al ver aquello. Pol se sentía un poca cosa. Él no era musculoso, ni alto, ni tenía los ojos azules, ni un hoyuelo en la barbilla… ¿quién de entre todos esos cuerpazos iba siquiera a fijarse en él? Al ver a aquellos seres perfectos tuvo miedo al rechazo. Siempre había sido cruel consigo mismo y no se tenía muy alta estima, y eso no cambiaba de un día para otro. Aunque a lo largo de su vida tuviese mil amantes, seguiría sin considerarse atractivo, o al menos hasta que alguien a quien de verdad importara se lo hiciera sentir así. Perdido en sus pensamientos y con la mirada fija en el culo de un chico negro que se estaba duchando frente a él pasó el rato, esperando a que Richard y Marc volvieran. Una caricia repentina en su espalda le provocó un escalofrío y se volvió rápidamente para ver de quien se trataba.
La penumbra no dejaba ver bien, tan solo intuía que era alguien bastante mas alto que él. Ya iba a abrir la boca para protestar por las libertades que se tomaba el desconocido cuando éste salió a la luz. Era muy guapo y atractivo. Alto, moreno, ojos expresivos, cara redondita y cuerpo estupendo, sus manos eran enormes, con grandes y largos dedos que en ese momento se pusieron a acariciar el torso de Pol. El sorprendido chico se quedó con la boca abierta, nunca esperó que alguien así se fijara en él. Después de todo lo que había estado pensado sobre los cuerpos perfectos, las parejas y el morbo, olvidó todo en unos segundos y dejó que el desconocido le diera un profundo beso después de sonreírle y sin ni siquiera haberse cruzado una palabra. En caliente era cuando por fin se entendía por qué la gente dejaba que ocurrieran esas cosas. La carne llamaba a la carne. El desconocido agarró a Pol de la cintura y lo arrastró hacia una de las cabinas privadas. Después de meterlo dentro cerró la puerta para que ningún fisgón molestara. Pol apenas podía hablar, se encontraba hipnotizado por el tío buenorro que estaba a punto de montárselo con él. Lo último que recordó fue al grandullón abriendo con los dientes un sobrecito de plástico que contenía un preservativo.
Después de hacerlo y limpiarse, Pol se encontró un poco mareado. Había sido un orgasmo intenso, aunque más por el morbo de hacerlo con aquel chico, que por la calidad del polvo en sí. Se sintió un poco ridículo en la postura en la que se encontraba, a cuatro patas y mirando contra la pared. Se volvió para hablar con su nuevo amante, pero lo único que vio fue la puerta del reservado entreabierta. El desconocido se había ido, y ni siquiera se habían dicho hola. Pol se sintió mal, recogió su toalla y salió rápidamente del reservado con la intención de buscar a su amante. Deseaba saber quién era, hablar con él, y quién sabe si volver a follar con él. No tenía ni idea de la hora que era, pero salió al pasillo y empezó a mirar a todos los que abarrotaban el local, buscando a su amante secreto. Al fin lo encontró, de espaldas a él y camino de las duchas. Corrió hacia donde estaba y agarró de uno de sus grandes brazos. El desconocido se volvió y al verle sonrió en una mueca que parecía ensayada muchas veces antes.
—Ho… hola… te fuiste sin decirme nada… yo soy Pol… —Dijo el chico, nervioso y tartamudeando.
—Bona nit Pol. —Contestó él un poco indiferente.
—¿Cómo te llamas tú? —Preguntó al ver que el otro no se presentaba.
—Puedes llamarme Itxlan. —Dijo—. Tengo un poco de prisa Pol, ya nos vemos. —Se despidió y se dio la vuelta para continuar su camino.
Pol no podía dejar que aquello se quedase así. Después de superar su miedo y vergüenza, siguió los pasos del hombre, sin saber qué le diría exactamente. Tan sólo quería conocerlo, saber más de él.
—O…oye… Itxlan. —Gritaba Pol mientras le seguía—. Yo no soy de aquí, vengo de Madrid y aún no vi mucho de la ciudad, si quieres…
—Seguro que Barcelona te gustará. —Cortó él sin dejar de caminar.
—Sí… bueno, de momento lo que vi me gusta, pero si quieres podemos tomar algo o ir a…
Pol se interrumpió al chocarse con un chico que se cruzó en medio y le pisó los pies. Se trataba de alguien un poco mas bajo que él, moreno, con el pelo de punta y con su toalla perfectamente colocada alrededor de su cintura marcando un pequeño culito respingón con bastante buena pinta. El chico nuevo agarró a Itxlan por un brazo y lo hizo volverse. Éste al verle puso una evidente mueca de disgusto.
—¡Itxlan! —Exclamó el chico—. Te he estado buscando por todas partes durante las últimas noches.
—Déjame Norre… no me sigas más. —Espetó él—. Ya te he dicho que no voy a follar más contigo.
—Pero ¿por qué? —Se quejó él—. Se que te gustó lo que hicimos… no te pido ser novios, tan solo repetir de vez en cuando.
—Ahora no puedo, llego tarde a una cita.
—Sí, lo sé. Esa orgía que hace tu amigo de Internet y que ha estado pregonando a los cuatro vientos… —Acusó. —Pero no me importa… ¿puedo ir yo también?
—Puedes hacer lo que quieras, pero yo no te voy a tocar ni un pelo de la cabeza.
—Bueno… ¿actúas mañana? Podría ir a verte.
—No me sigas más, Norre. Adiós. —Concluyó Itxlan, dándose la vuelta y advirtiendo con un dedo de que desechara la idea de seguirle.
El chico se quedó parado con cara de frustración. Pol había seguido toda la escena con sumo interés, pero apenas entendía de que iba el asunto. Sólo podía imaginar que Itxlan había follado con el otro chico, pero nada más. Justo cuando iba a abrir la boca para preguntar, interesado en saber cualquier cosa de aquel chico tan guapo que se había ido, llegó Marc y le dio un pellizco en una de sus nalgas.
—¡Carallo Marc, me hiciste daño! —Se quejó Pol.
—¡Venga ya! Ese culo ha pasado por cosas peores esta noche, que lo he visto con mis propios ojos. —Replicó el hombre.
—¿Me viste? —Preguntó un alucinado y avergonzado Pol.
—Para no verte… te has ido al reservado con la atracción del local. Prácticamente todos los tíos no quitaban el ojo de encima al chico con el que has ligado. —Se rió.
—¿A ti también te gusta?
—No, es demasiado alto y basto para mi. A mi me gustan mas juveniles, además ese tiene pinta de activo, no haríamos nada juntos. —Contestó, y se quedó mirando al chico bajito que estaba a su lado y que seguía refunfuñando para sí—. Sin embargo este chico parece muy majo… ¿quién es? —Se interesó.
—No tengo ni idea. —Contestó Pol—. Seguía al otro chico, al igual que yo.
—¡Qué novedad, dos lobas detrás de su presa en la sauna! —Exclamó acercándose al chico—. Hola, soy Marc. —Dijo melosamente agarrándolo por un hombro.
Pol pensaba que el desconocido le mandaría a paseo ante los sobos que su amigo empezaba a hacer de forma tan descarada. Pero se sorprendió al ver que justo era lo contrario. El desconocido echó un rápido vistazo al cuerpo de Marc, especialmente a sus ya famosos pectorales, lo justo para comprobar que le gustaba y sonrió. «O está cachondo y frustrado por el rechazo de Itxlan, o simplemente es un putón saunero» pensó Pol al ver aquello. Mientras su amigo y el chico se presentaban y empezaban a flirtear, Pol miró a su alrededor a ver si localizaba a Richard, pero el inglés no estaba a la vista, y pensó que seguramente estaría por ahí haciéndolo con media docena de tíos. Harto de buscar con la mirada volvió junto a Marc y su nuevo ligue a enterarse de cómo iba el asunto. Como no le hacían caso y ya estaban a punto de morrearse, dio un codazo a su amigo para llamar su atención.
—¡Ah sí! —Exclamó Marc sonriendo—. Pol, este es «Norreport».
—Que nombre mas raro ¿no? —Preguntó el gallego mientras saludaba.
—Es mi apodo en Internet, prefiero que me llamen así. Sobre todo en sitios como éste.
—Parece que conoces a Itxlan. —Comentó Pol.
—Si, he follado un par de veces con él. —Comentó el aludido—. Y tu también por lo que parece.
—Fue solo un momento… —Dijo el gallego avergonzado. —Pero parece que no está muy interesado en repetir.
—Déjalo… Itxlan es así. Se cansa pronto de los chicos y siempre busca nuevos.
—Tú parece que lo conoces un poco más… ¿qué es eso de la actuación, dónde le vas a ver mañana? —Se interesó Pol, deseoso de saber mas de aquel chico.
—Itxlan es cantante. —Contestó Norreport de forma un poco seca. No tenía ganas de sumar mas competencia a la que ya tenía con Itxlan.
—Bueno, ¿y dónde actúa?
—No pienso decírtelo.
Los dos chicos se miraron fijamente a los ojos. Marc observaba divertido aquella escena de telenovela barata. Dos lobas se enfrentaban por buscar a un hombre que en realidad no estaba interesado en ninguno de los dos. Qué pérdida de tiempo mas inútil. Pero Marc pensó que aquello podría ser divertido, y como tenía ganas de follarse a Norreport, susurró a Pol que ya conseguiría averiguar dónde actuaba Itxlan al día siguiente. «Déjalo en mis manos, éste me lo dirá todo mientras le doy lo que quiere» dijo a su amigo mientras se metía con el chico en uno de los reservados. Pol no sabía si tener mucha fe en aquello, pero ante eso y la ausencia de Richard, le pareció un momento estupendo para salir de aquel antro y volver al hotel, aunque fuese solo. Ya estaba harto de vapores, cuerpos musculosos, Itxlans acosados y Norreports acosadores. Se dirigió hacia la puerta, con la intención de entrar en las taquillas, cuando un viejo se le cruzó por medio e impidió el paso. Pol puso los ojos en blanco, «A ver que quiere ahora éste» pensó, empezando ya a estar acostumbrado a ese tipo de cosas.
—Hola cariño. Eres muy guapo. —Dijo el hombre con una voz que intentaba sonar sugerente y a Pol le sonó a cabaretera borracha.
—Pues gracias. Adeu. —Espetó el chico intentando abrirse paso sin éxito, pues el hombre seguía taponando la entrada.
—No te he visto antes por aquí. —Continuó el hombre.
—Ni me verás más. Vengo de Madrid y estoy pasando aquí el fin de semana… ¿me dejas pasar?
—Vaya, así que un turista… —Susurró el hombre, ignorando la petición de Pol. —Espero que te guste lo que ves.
—Espero que te refieras a la ciudad y no a ti. —Murmuró Pol.
—Sabes, me gustaría mucho montármelo con alguien como tú. —Dijo él en su oído ignorando su comentario—. Si quieres puedo pagarte, eso no es problema.
—Mira… gracias ¿eh? —Dijo Pol ya un poco harto, apartando su brazo de la entrada para poder pasar—. Pero vine a Barcelona para ver la ciudad, no para hacer chapas. ¡Adiós otra vez!
Pol dejó al indignado hombre a su espalda, e ignorando sus comentarios, empezó a vestirse para largarse de aquel sitio cuanto antes. Salió a la calle y se sintió liberado de aquella atmósfera opresiva y ese aire viciado. Se dirigió andando al hotel, no estaba demasiado lejos y en Barcelona las calles son rectas y regulares, con algunos referentes no era difícil guiarse bien. Llegó a su habitación, se quitó la ropa y se acostó. Pero antes de cerrar los ojos se lamentó de que todos los raros le tocaran siempre a él y se preguntó qué estaría haciendo Richard en esos momentos.
A la mañana siguiente Pol se despertó temprano. Apenas había podido dormir, toda la noche dando vueltas sobre el incómodo colchón de muelles de su cama. «Estos hoteles parece que recogen colchones del vertedero, seguro que estas cosas ya ni se fabrican» pensó, mientras masajeaba su dolorida espalda. Enseguida se dio cuenta de un extraño detalle. Estaba solo. Richard no había ido a dormir a la habitación esa noche. Pol no se imaginaba dónde podía estar su amigo. Sabía de su irresponsabilidad pero no se imaginaba que podía haber sido tan temerario como para haber dormido fuera en una ciudad desconocida. Rápidamente se vistió y salió al pasillo, con la intención de ir a la habitación de Marc para averiguar si éste sabía algo. Llamó varias veces a la puerta, pero nadie contestaba. Cuando ya tenía los nudillos rojos de tanto golpear la madera y empezaba a desesperarse, al fin se abrió la puerta, y un somnoliento Marc en calzoncillos lo recibió al otro lado.
—¡Menos mal que te encuentro, Marc! —Dijo Pol nervioso, entrando en la habitación.
—¿Pues dónde creías que estaba? Lo dices como si hace mil años que no nos viésemos o estuvieras perdido. —Contestó él bostezando y masajeando sus párpados con las manos.
—Estoy buscando a Richard, no vino a dormir esta noche. —Dijo Pol preocupado y poniendo cara de impaciencia.
—¡Bah, es eso! Creí que era algo importante. —Espetó Marc, para asombro de Pol—. No te preocupes por tu amigo, está aquí.
—¿Cómo que aquí? —Pol estaba aun mas sorprendido.
—Ha dormido conmigo.
—¿Juntos?
—Sí, claro. No pasa nada. —Se defendió Marc.
—Más te vale que no te lo hayas follado, Marc, que te conozco. —Advirtió.
—No te preocupes. No suelo tirarme a los novios de mis amigas. —Se burló Marc.
—¿Novios? ¿Richard y yo? —Gritó Pol indignado, y Marc continuó la broma sonriendo y asintiendo—. ¡Idiota! Vamos a despertarle…
—Too late, se os oía a un kilómetro. —Interrumpió un perezoso Richard totalmente desnudo frente a ellos—. Hace rato que estoy despierto.
—Me preocupó no verte en la cama esta mañana, Richard, y… —Pol hizo una pausa y observó atentamente a su amigo. —¡Carallo, pero tápate, se te ve todo!
—Es que yo siempre duermo desnudo. —Explicó el inglés.
—Bueno, pues ya no estas durmiendo, así que ponte unos pantalones. —Ordenó Pol, siempre incómodo al ver desnudo a su amigo, y más observando la sonrisa cómplice de Marc, que también miraba al inglés.
Pol esperó en el pasillo mientras Richard se duchaba y Marc terminaba de vestirse. Cuando al fin salieron, fueron juntos a desayunar a la cafetería del hotel. Decepcionados comprobaron cómo el desayuno era mas bien escaso, el buffet libre eran en realidad unas cuantas tostadas, mantequilla, leche y zumo de naranja de bote. «Jo, ni siquiera un simple bollo» se quejó Pol, pero Richard le dio un codazo riendo diciéndole que así no engordaría. Cogieron del buffet un pequeño desayuno y se sentaron a una de las mesas de alrededor.
—Bueno, ¿me vais a explicar ya por qué dormisteis juntos vosotros dos? —Preguntó Pol medio enfadado medio intrigado mientras abría un sobrecito de azúcar para su café.
—No tiene ningún misterio. —Aclaró Richard mientras untaba una tostada de mantequilla—. Llegué tarde al hotel y no quise despertarte. Be grateful.
—Pero no te importó despertar a Marc. —Espetó Pol.
—Él ya estaba despierto. Hacía poco que había vuelto de la sauna.
—¡Vaya dos! —Bufó Pol disgustado—. Toda la noche en la sauna, saldríais del vapor arrugados como pasas…
—Yo no estuve en la sauna, fui a casa de un tío. —Comentó Richard tranquilamente sin soltar el cuchillo y su tostada.
—¿De quién, estas loco? —Pol lo miró sorprendido y empezó a regañarle—. ¿Cómo se te ocurre ir a casa de un extraño en una ciudad desconocida?
—Whatever! Esta ciudad no es mas desconocida para nosotros de lo que era Madrid antes, Pol. —Se defendió su amigo—. Además locos hay en todas partes.
—De todas formas, la historia suena interesante. —Intervino Marc, defendiendo al chico—. Cuéntanos todos los detalles.
—No, que salió muy mal…
—Menuda novedad. —Bufó Pol, pero Marc volvió a insistir y Richard accedió.
—Salí de la sauna Casanova, iba por la calle Aribau, creo, y entonces un chico se me quedó mirando. Era alto y moreno, con un acento que no era español. —Comenzó a explicar—. El caso es que me saludó y me invitó a una copa en un antro cercano.
—Ahora me vas a contar que te emborrachó y se aprovechó de ti, que eres inocente. —Dijo Pol con sarcasmo.
—No, yo quería follar con él. Lo supe desde el primer momento.
—O sea, que eres una puta. —Pol puso los ojos en blanco, dando por imposible encontrar un poco de buen juicio en los actos de su amigo.
—Si, soy una puta feliz. I love a happy fuck! —Se rió el inglés y continuó su historia—. El chico tenía una moto y me acercó a su casa en ella. Antes de subir a su piso me confesó que vivía en un piso compartido con otro chico gay, pero que seguramente estaría durmiendo y no nos molestaría.
—Esa historia me suena… —Murmuró Marc divertido.
—Subimos al piso y antes de entrar el chico me hizo esperar un buen rato en el pasillo, mientras él inspeccionaba la casa. —Siguió contando Richard—. Cuando volvió a salir al pasillo me dijo que su compañero estaba despierto, pero que podríamos pasar a la habitación sin problemas después de saludarle. Yo accedí, pues no iba a dejar que un obstáculo tan simple estropeara la posibilidad de un buen polvo.
—Desde luego que no, pues menudo eres tú, ¡el polvo es lo primero! —Se burló Pol.
—Of course! —Espetó él muy digno—. Le dije que no me importaba y entonces abrió la puerta y me dejó entrar. Y fue horrible, nada mas entrar una cosa grande y peluda me asaltó…
—¿La polla del compañero de piso? —Preguntó Marc riendo.
—Nooo, algo peor. —Explicó Richard, que revivía la situación mientras la contaba—. Parece ser que los dos tenían un perro para que «les guardara la casa», pero es que era un dogo o alguno de esos enormes, era casi como un león. Y tan baboso como un caracol. Apenas conseguía quitármelo de encima.
—Bueno, dicen que los animales distinguen a las buenas y a las malas personas. Al menos tú le caíste bien, no se por qué. —Dijo Pol sacando la lengua.
—Entré en la casa. Me deshice del perro. Seguí al chico y éste me llevó a la cocina…
—¿A la cocina, para qué?
—Para saludar a su compañero de piso, que estaba allí friendo patatas.
—¿Friendo patatas a las 4 de la madrugada? —Marc se reía imaginándose lo absurdo de la situación.
—Sí… dijo que era como una especie de antojo. Su compañero de piso era adicto a las patatas. —Mientras Richard explicaba el asunto Pol no sabía si creérselo o convencerse aún mas de que el mundo estaba lleno de locos—. Pero lo peor fue que el compañero de piso me empezó a mirar de arriba a abajo.
—Y claro, a ti no te gusta que te miren, no… —Dijo Pol con sarcasmo.
—No, porque éste era feo. —Corrigió él—. Y encima quería montárselo con nosotros…
—¿Os propuso un trío? —Preguntó Marc, muy interesado en cuanto escuchó algo sobre su práctica favorita.
—Threesome? No exactamente. —Murmuró el inglés mientras miraba cabizbajo a su taza, y siguió susurrando—. Sólo quería mirarnos mientras lo hacíamos.
—¿Para qué? —Preguntó Pol—. ¡Qué estupidez!
—Con lo morboso que es un trío… —Se quejó Marc.
—Como yo paso de esas cosas, les dije que no pensaba montarme un «peep show» en ese piso, y que si quería ver porno que se pusieran una película. Me di la vuelta y me largué de allí. Volví al hotel en un taxi.
—Bueno, esto es una prueba mas de lo irresponsable que eres, Richard. —Dijo Pol medio serio, medio en broma.
—Tú cállate, que también tuviste lo tuyo anoche. —Dijo Marc—. Además tengo noticias sobre Itxlan.
—¿Quién es Itxlan? —Preguntó Richard curioso.
—¡Nadie! —Cortó Pol.
—El tío bueno que anoche le folló a éste en la sauna. —Aclaró Marc, ante la vergüenza del gallego—. Luego te lo cuento, pero baste decir que he conseguido averiguar dónde actúa esta noche.
—¿Actúa?, ¿te has ligado a un transformista, Pol? —Preguntó el inglés divertido.
—¡Es cantante! —Gritó el chico, defendiéndolo.
—Eso no tiene nada que ver, vete a saber. —Intervino Marc riendo—. Carmen de Mairena también es «cantante» y mira como es.
—¡Los dos sois idiotas! —Gritó Pol y todos se rieron.
Terminaron de desayunar y recogieron algunas cosas útiles de sus habitaciones.
Las cámaras de fotos hicieron falta ese día, aún quedaban muchas cosas bonitas por ver en Barcelona. Tras haberse dado el día anterior un atracón de visitas turísticas por la parte antigua y modernista de la ciudad, ese día tocaba ver la Barcelona mas actual. A Pol le agradó el comprobar que todo estaba extremadamente cuidado, nada estaba allí porque sí, todo tenía un motivo. Desde luego Barcelona era una de esas ciudades que sabía cuidar su imagen. Al contrario que Madrid, mas monumental pero también más escondida y descuidada, la ciudad catalana sabía mostrar a las claras sus atractivos. Sin embargo la belleza de los monumentos barceloneses no conseguía distraer completamente a Pol, que esperaba con ansia la llegada de la noche y que Marc confesara a dónde irían a ver a Itxlan. El hombre reía divertido cada vez que le preguntaba por ello. La impaciencia era un signo de la juventud, y el gallego no carecía de ella. Cuando por fin empezó a anochecer, Marc pensó que ya había hecho sufrir bastante a Pol y anunció que iban a cenar donde Itxlan actuaba esa noche. Pol sonrió entusiasmado mientras Richard se preguntaba con curiosidad si aquel chico estaría en realidad tan bueno como para merecer esa espera. La alegría de Pol duró poco, el tiempo suficiente para echar un vistazo al barrio al que Marc los llevaba.
—¡Carallo, Marc!, ¿dónde nos trajiste? —Preguntó preocupado, tirándolo de un brazo—. Este barrio es muy cutre…
—Estamos en el Raval, en plena zona «paki», llena de inmigrantes pakistaníes, vamos.
—Después de lo visto, yo creía que todo en Barcelona era limpio y muy «fashion». —Se quejó el chico.
—Olvidaste que Barcelona también es una ciudad grande. —Se rió Marc—. Y como todas ellas tiene sus partes buenas y malas.
—Joder, pero es que ésta da hasta miedo…
Las calles en esa zona de la ciudad abandonaban el trazado recto y perfecto del ensanche para retorcerse en un laberinto de callejuelas estrechas y oscuras. Los edificios no eran monumentales ni de diseño como en otras zonas de la ciudad, eran casas pobres, con la pintura de las fachadas de muchas de ellas caída y destrozada por la humedad. De vez en cuando se veía algún bar que parecía animar un poco el ambiente, el cual era especialmente del gusto de hippies y alternativos. Pero para mentes un poco pijas como la de Pol resultaban ambientes sucios y viciados. Deseó llegar cuanto antes a su destino fuera el que fuese. No tuvo que esperar mucho. Llegaron a una puerta de metal pintada de negro con un cartel en la puerta. Parecía ser una especie de restaurante con espectáculo.
—Aquí es. —Anunció Marc, satisfecho.
—¿Estas seguro? —Preguntó Pol incrédulo.
—Totalmente. —Afirmó él—. Le saqué la dirección a Norreport mientras me lo follaba en la sauna.
—No hacía falta ser tan explícito. —Regañó el chico.
—Esto parece un Cabaret. —Comentó Richard divertido—. ¿Te has ligado a una corista o algo así, Pol?
—¡Cállate! Cuando veas a Itxlan lo entenderás. —Espetó él—. Pero eso si, te aviso de que yo lo vi antes.
—Muy bien, pues pasa tú primero entonces. —Replicó sonriendo.
—¿Yooo? Bueno… pues… —Se quedó dudando mientras sus dos amigos lo miraban, expectantes, a que diera el primer paso. —Está bien, iré primero—. Refunfuñó disgustado.
Entraron en el local y para sorpresa de todos y gran satisfacción de Pol, resultó que era un sitio mucho mas agradable por dentro que por fuera. Las paredes estaban pintadas de azul y la iluminación era tenue. Un suave ambiente musical acompañaba en el aire e invitaba a sentarse y relajarse, a charlar animadamente y a esperar a que empezara la actuación. Una pequeña pista al fondo, al lado de una pared, parecía ser el escenario desde el cual el grupo actuaría esa noche. Marc los invitó a sentarse junto a una mesa y llamaron al camarero para pedir algo mientras esperaban. Pol apenas tenía hambre, pero Marc insistió en pedir un poco de pan con tomate, tan típico por aquellas tierras. Él cenó esa noche una estupenda Fideuá. Pol se impacientaba al no empezar la actuación y empezó a moverse nervioso en su silla. Marc sonreía al verlo mientras Richard no sabía aún muy bien por qué estaban allí. Un par de chicos jóvenes entraron por la puerta y Marc dio un codazo a Pol mientras le hacía un guiño de complicidad.
—Mira allí.
—¿Qué pasa, quiénes son? —Preguntó Pol, incapaz de reconocer a aquellas figuras.
—Uno de ellos no lo se, el otro es Norreport. —Aclaró el hombre—. Vamos a saludarle.
—¿Para qué? —Preguntó Pol sorprendido—. Norreport me advirtió que no me acercara a Itxlan, y si me ve aquí lo mismo se enfada. Además no me gustó, ni siquiera me cae bien.
—A ti no, pero a mí sí. —Replicó Marc—. Y no me importaría follar otra vez con él. Tiene un culito mas rico… Así que vamos, a saludarle y ver que pasa.
Pol protestó, pero Marc, con la ayuda de Richard, consiguió obligarlo a ir con ellos hacia la barra del fondo, donde estaban los dos recién llegados. Cuando llegaron y los saludaron, al principio Norreport no les reconoció, pero bastó un simple vistazo a los pectorales de Marc para recordar. Sonrió recordando el polvo de la noche anterior, aunque se disgustó un poco al ver a Pol allí, pues sabía perfectamente por qué, o mejor dicho por quién, se encontraba en ese lugar.
—¿Por qué has venido? —Preguntó—. No pensarás ver a Itxlan ¿no?
—Bueno… yo… no se… —Tartamudeó Pol intimidado y avergonzado.
—Ha venido porque le ha dado la gana. —Intervino Richard, defendiendo a su amigo, para sorpresa de todos, especialmente de él—. Estamos visitando la ciudad y vamos donde queremos.
Norreport cambió su mal humor. Se sentía un poco intimidado por el inglés, mucho mas alto que él, y decidió cambiar su estado hacia el de total indiferencia con Pol. Sin embargo el otro chico desconocido que le acompañaba había presenciado toda la escena con una eterna sonrisa de relucientes dientes blancos.
—No le hagáis caso. —Dijo el desconocido—. Es buen chico, pero está demasiado obsesionado con Itxlan y eso le pone de mal humor. —Explicó sin dejar de sonreír.
—¿Obsesionado yo? —Murmuró enfadado Norreport.
—Yo me llamo Jarlehu. —Siguió diciendo el chico, ignorando a su amigo y presentándose.
—¿Cómo dijiste, qué nombre es ese? —Preguntó Pol sorprendido.
—No es un nombre… es mi apodo en Internet. Nosotros nos conocemos por nuestro apodo.
—Como Itxlan y Norreport. —Dijo Pol.
—Exacto. Ya veo que además de guapo eres listo. —Contestó sonriendo aún mas acusadamente mientras lo devoraba con la mirada, y Pol bajó la suya avergonzado.
Marc se acercó a Norreport con la intención de consolar al enfadado chico, y de paso probar a ver si tenía alguna posibilidad con él esa noche mientras Jarlehu hacía guiños a Pol. «Vaya puterío» pensaba el pobre chico gallego, incapaz de asimilar todo aquello. A Richard también lo molestaba un poquito aquel ambiente, aunque tenía que reconocer que era divertido. Sin embargo prefirió sacar a su amigo de aquel apuro y seguir la conversación.
—¿Qué sabes de Itxlan, Jarlehu? —Preguntó el inglés. Marc y Norreport mientras se apartaron del grupo y empezaron a hacer manitas.
—Poca cosa, la verdad. —Contestó él mientras bebía un sorbo de la copa que le había traído el camarero—. Que «oficialmente» es el tío mas guapo del sitio de Internet en donde nos conocimos, y que casi todos los que están allí beben los vientos por él.
—Como Norreport. —Intervino Pol.
—Sí, como Norreport. —Sonrió él—. Aunque en realidad él no está enamorado. Tan sólo quiere que Itxlan le eche otro polvo como el que hicieron una vez hace tiempo.
—¿Y por qué no lo han hecho?
—Porque Itxlan es flor de un día. —Explicó tranquilamente—. Ese chico tiene un problema muy gordo.
—¿Qué problema?
—Que es demasiado guapo.
—¿Ser guapo ahora es un problema? —Preguntó Richard divertido, incapaz de concebir que aquella bendición trajera inconvenientes.
—En ocasiones puede serlo, si. —Respondió el chico sin aclarar a que se refería—. Yo sin embargo prefiero la gente mas normal… mas o menos como tú Pol.
—Ahm… gracias…
En ese momento se apagaron las luces y por los altavoces se anunció que en pocos segundos iba a dar comienzo la actuación. Pol se sintió salvado por la campana. Los altavoces presentaron a «Itxlan & Mmateoca» mientras se encendía un foco que alumbraba el escenario.
—¿«Itxlan & Mmateoca», qué es eso? —Susurró Pol.
—Mmateoca es su compañero en el grupo musical. —Contestó Jarlehu bajando la voz—. Algunos le llaman «el amigo triste».
—¿El amigo triste, por qué?
—Por su amor imposible.
—¿Pero quién…? —Pol no pudo terminar la pregunta, al fin los dos cantantes salieron al escenario y el escaso público los recibió con un sonoro aplauso.
Pol volvió a quedarse hipnotizado con Itxlan. Vestido y con mircrófono en mano, alumbrado por los focos y en medio del escenario, resultaba aún mas atractivo y sugerente que la primera vez que lo vio. Sus expresivos ojos y sus gestos firmes y seguros le daban un morbo proveniente de su aparente seguridad en si mismo, que se completaba con su indudable atractivo físico. Richard tuvo que reconocer que el chico estaba bastante bien, desde luego tenía un cuerpazo, pero no pudo evitar fijarse en el otro miembro del grupo. Aún mas alto que Itxlan, Mmateoca debía medir casi 1.90, moreno de piel y pelo, su rasgo físico mas significativo era una gran y pronunciada nariz que al inglés le pareció que daba personalidad a su cara. Sus rasgos eran muy masculinos, con la nuez del cuello muy marcada y su mentón pronunciado. Debía tener mas o menos la misma edad que Itxlan, pero su mirada carecía de la confianza y la seguridad de éste. Mas bien al contrario, Mmateoca expresaba timidez y hasta tristeza por sus ojos, tal y como Jarlehu lo había descrito, el «amigo triste» debía ser totalmente contrario a Itxlan en su personalidad. Norreport dejó de prestar atención a Marc para fijarse también en el escenario y presenciar la actuación.
Unas pocas notas ambientales empezaron a sonar. Un ritmillo de ruidos electrónicos empezó a inundar el aire saliendo de los altavoces. Una atmósfera de notas suaves y ambientes limpios y fríos eran el comienzo del tema, casi como una canción Chill Out. Todo seguido de un movimiento mas rápido que iba acelerando y cogiendo ritmo según introducía la melodía. Entonces los dos chicos empezaron a cantar. La letra era en catalán, por lo que Pol y Richard apenas entendieron nada. Pero Pol pudo entender que la canción, que se llamaba «Amor d’amic» tenía su significado, aunque él no supiera muy bien en ese momento cual era. La melodía era pegadiza, y si bien Pol nunca supo exactamente el significado de la letra, si que fue un tema que le llegó y con el que de alguna manera se sintió extrañamente identificado.
Cuando terminó la actuación Pol y Richard aplaudieron con ganas. No había mucha gente en el local, y resultaba un poco triste escuchar cuatro aplausos mal dados por los escasos asistentes, pero el escándalo que organizó el grupo de la barra hizo que incluso Marc sintiera vergüenza ajena. Los dos cantantes se fueron detrás del escenario. Norreport terminó su bebida de un trago, la dejó sobre la barra y se dispuso a ir al camerino de Itxlan a verle. Al ver que los otros hacían un gesto de seguirle se volvió y advirtió:
—No se os ocurra seguirme. —Dijo señalándolos con un dedo—. A ninguno.
—Luis, cariño, no pasa nada. —Se rió Jarlehu.
—¡Y no me llames por mi nombre delante de desconocidos! —Le regañó él y se dio la vuelta.
—No le hagáis caso. Cuando se le pase la fiebre «Itxlan» volverá a ser normal. —Se rió el chico, animando al pequeño grupo a seguir a su amigo.
Los cinco llegaron donde estaban Itxlan y Mmateoca. El guapo estaba de pie, hablando por su teléfono móvil y puso cara de disgusto al ver acercarse a Pol y Norreport. No tenía ganas de pasar otra vez por un estúpido acoso de dos niñatos fascinados con él. Ya había tenido demasiado de eso en el pasado. Antes de que pudieran decir algo, le dijo a su compañero de grupo que tenía que irse y se marchó. Los chicos se quedaron decepcionados y se acusaron mutuamente de haber espantado a Itxlan. Richard se fijó en Mmateoca. Parecía decaído, como deprimido, y decidió presentarse. El cantante sonrió como pudo y devolvió el saludo. Al ver que el hombre parecía estar triste, el inglés decidió animarlo y lo invitó a una copa. Al principio Mmateoca se negó, pero pronto descubrió lo persistente que podía ser Richard para convencer a alguien a beber. Eso Pol lo sabía muy bien. Todos volvieron a la barra y allí pidieron una nueva ronda de copas mientras Pol y Norreport seguían en sus acusaciones mutuas.
—No merece la pena que discutáis, chicos. —Dijo Mmateoca tranquilamente mientras bebía—. Itxlan no volverá esta noche, y no se ha ido por ninguno de los dos. Él ya tenía planeado salir.
—¿Sabes a dónde ha ido? —Preguntó Norreport.
—Sí, lo sé.
—Bueno… ¿dónde? —Preguntó Pol impaciente ante la tranquilidad del hombre.
—Al «Billy Boy» en Las Ramblas, un amigo suyo le espera allí. Pero no merece la pena que lo sigáis porque…
Mmateoca no pudo terminar su frase, los dos chicos ya se habían despedido de sus amigos y corrieron hacia la puerta con la intención de seguir a Itxlan mientras se daban codazos y empujones en lo que parecía ser una carrera de lobas que salían a la caza.
—Ya veis como esos dos se han hecho amigos. —Se rió Marc al verlos alejarse—. Siempre he dicho que las golfas acaban por llevarse bien entre ellas.
—No creo que encuentren a Itxlan. —Comentó Jarlehu.
—Sí que lo encontrarán. —Intervino Mmateoca—. Pero quizás no en el estado en el que a ellos les gustaría…
—En cualquier caso para mí la noche se acabó. —Dijo el chico—. Me vuelvo ya a casa, ya me enteraré por Internet en que ha quedado todo esto.
Jarlehu se despidió del grupo y Marc aprovechó la ocasión para anunciar que ya estaba harto de aquel culebrón y que se iba a sauna. Propuso a Richard ir con él, pero el inglés prefirió quedarse un rato más charlando con Mmateoca. Le había parecido un chico callado pero muy majo. Y además daba un morbo tremendo. Marc lo entendió enseguida, era perro viejo como para necesitar palabras para entender ciertas cosas, y se despidió de ellos sonriendo. Richard y Mmateoca se quedaron así solos de repente. El inglés intentaba a través de innumerables gestos y guiños llamar la atención de su acompañante, pero parecía que éste aún seguía en su nube y no respondía a los estímulos.
—Pareces deprimido, Mmateoca. —Dijo Richard al fin, cansado de intentarlo—. Al final va a resultar apropiado tu apodo.
—¿Qué apodo? —Preguntó él sorprendido.
—Dicen que te llaman «el amigo triste».
—No se que palabra es peor… triste… o amigo… —Murmuró él, cabizbajo.
—Tú estás enamorado ¿verdad? —Preguntó el inglés.
—Sí, y no soy correspondido.
—Estás enamorado de Itxlan…
—¿Cómo lo sabes? —Mmateoca levantó la mirada para mirar a Richard, sorprendido ante su perspicacia.
—Se ve a la legua. Además lo de «Amor d’amic» resulta bastante revelador. —Contestó sonriendo e intentó quitar dramatismo al asunto—. ¿Por qué no le cuentas tus sentimientos?
—Ya los conoce de sobra…
—¿Y cuál es el problema?
—Tú tienes que entender a Itxlan. Él tiene un problema…
—Sí, sí, ya sé. —Interrumpió poniendo sus ojos en blanco, exasperado—. Que es demasiado guapo, ya lo he oído…
—Si, y es un buen problema.
—Tonterías.
—Lo es. Itxlan es incapaz de coger interés real por nadie y enamorarse por culpa de ese problema. —Explicó el hombre.
—No lo entiendo.
—Verás. Él es tan guapo que todos se fijan en él. Se sienten atraídos por él. Tiene una facilidad y un morbo pasmosos para follar, puede hacerlo con quien quiera. Media Barcelona ha pasado por sus brazos.
—¡Joder, pues qué envidia! —Se rió Richard.
—No, porque todos acaban obsesionados con él. Ha tenido muchos admiradores…
—Como tú. —Lo interrumpió.
—Sí, como yo. —Admitió él—. Y a todos los ha rechazado.
—¿A ti también?
—A mi también. —Respondió melancólico—. Era demasiado fácil tener ese amor como para considerarlo real. Itxlan sólo se enamorará de alguien que no se obsesione con él, alguien de quien él pueda aprender e incluso también obsesionarse.
—¿Y ese no eres tú?
—Desgraciadamente, soy incapaz de controlar mis sentimientos. Yo también pienso en él demasiado a menudo.
—A mi no me parece una desgracia mostrar tus sentimientos. —Murmuró Richard, pensativo.
—Lo es cuando puedes estropear una amistad por algo así. No creo que puedas entender lo que significa estar enamorado de tu amigo y no poder hacer nada.
Richard se quedó pensando en esa última frase, y sin saber muy bien por qué se acordó de Pol. Quizás las palabras de Mmateoca y su situación personal eran análogas a las suyas, solo que llevadas al extremo. El inglés se preguntó si en realidad él sentía por Pol lo mismo que sentía Mmateoca por Itxlan. Y aún más le preocupó el imaginarse en el futuro como esos dos, siempre juntos pero distantes, jugando al juego de permanecer unidos haciéndose daño mutuamente sin pretenderlo en la búsqueda de su propio camino. Desechó esos pensamientos de su cabeza, él nunca permitiría que sus sentimientos arruinaran su amistad. Aunque una vez hacía tiempo también Mmateoca pensó lo mismo.