10 Mi novio es un zombi

Febrero.

—¿Te han dicho cómo piensan organizar la fiesta de este sábado Marc y Tony? —Preguntó Rosa a Pol mientras pegaba un bocado a un donut.

—Sí, y va a ser una fiesta un poco rara. —Comentó el gallego recostándose en la incómoda silla de plástico de la cafetería—. Lo cual me parece muy propio para una fiesta de cumpleaños de esos dos.

—La verdad es que tengo ganas de salir y hacer algo. Me he vuelto loca con los libros estos días, y además hace mil años que no salgo con Leo por ahí.

—¡Es verdad, you are right! —Exclamó Richard—. ¿Vas a traer a Leo? Osea que le vamos a conocer por fin. Finally meet the secret boyfriend.

—Yo ya creía que Leo era una leyenda urbana, como los fantasmas del Palacio de Linares, la gárgola de Madrid o la virginidad de Britney Spears… —Dijo Pol jocoso.

—Sí, yo también llegué a pensar que Leo no existía de verdad. —Continuó Richard burlonamente ante la mueca de desagrado de la chica—. Siempre dije que Rosa estaba un poco loca… —Y la miró a la cara sacando la lengua.

—¡Callaos ya los dos! —Les gritó—. Claro que va a ir, y entonces le veréis y os moriréis de envidia de lo bueno que está, pero es solo para mí. Suele ser un chico bastante formal, pero le convenceré para ir a la fiesta, después de todo no puede ser tan extraña…

—Es una fiesta de disfraces. —Interrumpió Pol, y los otros lo miraron sorprendidos esperando mas información.

—¿De disfraces? —Dijo ella con los ojos muy abiertos—. ¿Y eso?

—Dice Marc que lo hacen aprovechando el carnaval. —Explicó Pol—. Y que será divertido, el disfraz es libre, pero ya me imagino las pintas que llevaran algunos…

—¡Será muy divertido! —Gritó con júbilo Richard.

—¡Richard, que te conozco! —Exclamó Pol alarmado—. Que tú eres capaz de ir disfrazado de enfermera fatal…

El inglés le miró y guiñó un ojo sonriendo con una mueca pícara, pero después le tranquilizó diciendo que iría con un disfraz mas tradicional, de vaquero seguramente, pues siempre le gustaron esas cosas. Rosa superó la sorpresa inicial y después se unió a Richard en el entusiasmo. Pol vio a sus dos amigos empezando a hablar como loros sobre lo que se iban a poner para la fiesta y se tapó los ojos con un mano, en un gesto de cansancio. «Y aquí voy de nuevo a otra locura» pensó, imaginándose lo que le esperaba.

Pasó la semana y los preparativos se sucedían, Pol llegó a admitir finalmente que la idea de la fiesta de disfraces parecía original y podía dar mucho juego. Richard había alquilado en una famosa tienda de disfraces de La Latina un completo disfraz de vaquero, hasta tenía un par de pistolas que parecían casi de verdad, unos pantalones marrones con flecos colgando por los lados, su chaleco y por supuesto su auténtico gorro de vaquero del oeste.

El inglés ya estaba totalmente preparado y esperaba en el salón a que Pol saliera de su cuarto. Rosa pasaría más tarde con Leo y su coche para recogerlos y llevarlos a casa de Tony. La hora se echaba encima y Richard miraba nervioso el reloj, impaciente ante la tardanza de Pol.

—¡Poool, sal ya, come on! —Gritó—. Rosa estará a punto de llegar, ¿aún no te has terminado de disfrazar?

—¡Carallo, es la última vez que me dejo convencer por ti para elegir un disfraz! —Contestó Pol gritando desde su cuarto—. ¡Yo no voy con estas pintas a ningún sitio!

—Pero si no tiene nada de maaalo… —Dijo un condescendiente Richard, que hablaba a Pol como si fuera un niño. —Anda, sal ya, que llegaremos tarde…

La puerta del cuarto de Pol se abrió lentamente y el gallego salió de forma tímida a la luz para que su amigo pudiera verle. Richard tuvo que contener la risa al principio, pero logró controlarse. Pol iba vestido de boy scout, llevaba unos pantalones cortos color caqui un poco ajustados que acababan un poco antes de la rodilla, mostrando claramente sus piernas blancas y suaves, casi de adolescente, solo tapadas también por los largos calcetines que subían de sus pies, también llevaba una clásica chaqueta de scout y un pañuelo rojo al cuello, así como un pequeño sombrero sobre su cabeza. Todo el conjunto, unido a su físico casi aniñado lo hacía parecer un boy scout de verdad. El chico miraba a Richard avergonzado, pero éste sonreía y dijo que le quedaba muy bien, solo le faltaba un detalle, se acercó y le apretó los mofletes con fuerza, tanta que le hizo daño, y Pol protestó, apartando al inglés de un empujón.

—¿Pero que haces, estas loco? —Gritó—. Me has hecho daño, ¡casi me arrancas la piel!

—Era el detalle que te faltaba. —Contestó sonriendo el inglés—. Ahora tienes los mofletes colorados y pareces un niño, a real boy scout.

—Ahm, sí… seguro… —Susurró él acariciándose su dolorida cara. —Esto no me gusta, yo creo que me voy a cambiar y…

—¡Pero si estas perfecto! —Lo animó su amigo—. Es más, hasta estas morboso… eres muy guapo Pol, y con ese conjunto estás para comerte enterito…

—¿Co… cómo? —Balbuceó Pol sorprendido ante el comentario y la mirada del inglés—. Yo… no se… puede… —Pero no pudo terminar su frase, la bocina de un coche empezó a sonar en la calle.

—¡Ya están aquí! —Gritó Richard eufórico—. Vámonos ya, tengo ganas de llegar.

Cogieron sus cosas y salieron rápidamente de la casa, bajaron corriendo las escaleras y riendo intentando ver quién llegaba antes y salieron disparados por el portal de camino al coche mal aparcado que esperaba enfrente. Se montaron en el vehículo, sentándose en los asientos traseros y vieron delante de ellos a su amiga Rosa, vestida de cortesana barroca, con la cabeza vuelta para saludarlos. Ella presentó al conductor, su novio Leo, y éste se volvió también. Cuando lo hizo los dos chicos soltaron un grito histérico de terror.

—¡Oh my god, que susto! —Dijo Richard aún nervioso.

—¿Verdad que es guapo? —Preguntó riendo la chica.

—Sí, sí… mucho. —Comentó Pol—. Pero seguro que lo será más sin ese maquillaje, ¿de qué diablos vas disfrazado?

Leo tenía toda la cara maquillada de blanco, sólo un horrible color verde, que Pol calificaría después como «verde moco», cubría la parte inferior de sus ojos, simulando ojeras, llevaba el pelo teñido también de blanco y los dientes pintados de negro, con lo cual su sonrisa era más parecida a la de Pozí o a la de un jubilado desdentado, que a la de un anuncio profidén. Además en las sienes llevaba pintadas de azul unas líneas que simulaban venas, y por aquí y por allá llevaba otras pintadas y pegotes que parecían costras pustulosas y otras asquerosidades.

—Hola chicos, encantado de conoceros. —Dijo sonriendo, visión ante la cual los dos chicos pidieron que no volviera e enseñar los dientes—. Voy disfrazado de zombi, Rosa me ha ayudado con el maquillaje… ¿verdad que está logrado?

—Sí… sí, mucho… —Susurró Pol. —Desde luego pareces un auténtico cadáver en descomposición…

Rosa se rió y dio un pequeño beso a su novio en la boca, lo cual provocó un gesto de asco de los dos amigos del asiento de atrás, que veían como la chica besaba aquella boca para olvidar. Sin esperar más, Leo puso el coche en marcha en dirección a Lavapiés y la casa de Tony, en la cual la fiesta debía haber comenzado hace ya un rato. Durante el corto viaje Pol pensó que esa misma situación la había vivido meses atrás, aunque curiosamente para él, la sensación ahora era muy diferente.

Mientras, en la casa de Tony, la gente ya había empezado a llegar hacía rato, y como solía ser habitual en las fiestas que el chico organizaba, había sido todo un éxito de convocatoria. La casa ya estaba llena de gente, a cada cual mas extraña, que disfrazados de mil y una formas diferentes daban una visión curiosa del carnaval. La música, estridente como siempre, hacía peligrar por la estabilidad del edificio, pues todo retumbaba en su interior. El propio anfitrión, Tony, también se había disfrazado, apenas llevaba una cortísima minifalda a cuadros que dejaba sus muslos al desnudo, unos zapatos de colegiala y calcetines largos, en la parte superior una ajustada y desabotonada blusa blanca con los brazos remangados, y rematando todo el conjunto, una llamativa peluca rubia de la que colgaban dos coletas trenzadas acabadas en un lazo. El chico estaba muy centrado en su papel de anfitrión, saludando a todo el mundo y entregándoles unos misteriosos papelitos. Vio al fondo a un hombre de anchas espaldas y se acercó a él. El hombre parecía salido de un cómic de Tom de Finlandia, totalmente vestido de cuero negro, con el pecho al descubierto mostrando unos grandes pectorales velludos y sólo cubierto por una cazadora negra de cuero adornada con cadenas, los pantalones también eran de cuero, bastante ajustados, y calzaba unas enormes botas altas. Para llamar aún más la atención se había puesto unas grandes y oscuras gafas de sol, parecidas a las de los policías de carretera. Tony se acercó aún más a él.

—Quítate las gafas, Marc. —Dijo—. Que con esas gafas más que un amo del cuero pareces Stevie Wonder…

—Envidiosa… —Susurró él, pero le hizo caso y se las quitó para ver mejor el panorama. —Parece que ha venido bastante gente ¿verdad?

—Sí, aunque aún no he conseguido averiguar quien es ese, el que va disfrazado de vampiro… —Comentó Tony, y los dos se rieron. —Y por cierto, hablando de disfraces, ya podías haberte buscado uno mas original, esas pintas se ven todos los días en el «Eagle» sin necesidad de que sea carnaval.

—¡Ah, cállate ya! —Replicó el hombre—. Al menos yo voy de alguna manera, tú simplemente vas de guarra… y eso para ti ni siquiera es un disfraz.

—¡Oye, que yo no voy de guarra! —Protestó Tony—. Voy de artista… voy de Britney Spears… —Se defendió.

—¿Artista?, ¡venga ya!, si te he visto antes chupándosela a uno disfrazado de policía en el baño… ¿acaso eso no es de guarras?

—¡Eso es mentira! —Gritó Tony, pero después de pensarlo añadió—: El policía no iba disfrazado… es un policía de verdad.

—Pues eso, eres guarra con disfraz o sin él. —Dijo Marc riendo—. Ahora me voy a buscar algo de beber, ¡he visto un chico junto a las bebidas que solamente lleva un minúsculo bañador!

Tony soltó un bufido al ver como Marc se alejaba, como perra en celo detrás de aquel chico con la excusa de ir a buscar a una bebida. Miró una vez mas a su alrededor, asegurándose de que todo iba bien, distraído manoseando una de sus coletas, pero algo captó su atención, nuevos invitados entraban por la puerta. Dio un grito de alegría y se dirigió hacia ellos para recibirlos, Pol y Richard habían llegado, acompañados de Rosa y de un tío con un disfraz horroroso.

—¡Hola chicos!, ¡ya era hora! —Gritó mientras les daba unos besos de bienvenida—. ¿Quién es el que va disfrazado de Manuel Fraga?

—¿De Fraga?, ¡va de zombi! —Protestó Rosa—. Y es mi novio Leo.

—Bueno, es casi lo mismo, Fraga… zombi… ¡qué mas da! —Dijo, pero se abstuvo de darle dos besos, pues su disfraz le daba un poco de asco.

—¡Qué animado está esto! —Exclamó Richard al ver toda la gente que había—. ¿Son todos amigos tuyos?

—¡Que va!, no conozco ni a la mitad de la gente. Pusimos unos anuncios en la calle anunciando una fiesta gay de disfraces y se han presentado todos estos. Marc tampoco los conoce y… eso me recuerda que tengo que daros una cosa. —Empezó a decir nervioso mientras buscaba en sus bolsillos—. ¡Ah, sí!, aquí está, tomad. —Y les dio a cada uno una pegatina con un número y un papel.

—¿Y esto para que es? —Preguntó Pol intrigado.

—Pues el número te lo pones aquí, en el pecho. —Contestó Tony apretándole la pegatina contra su cuerpo—. Así estás identificado. Y el papel es para que mires a la gente de la fiesta, recuerdes el número del chico que más te gusta, apuntes lo que quieras votando por él y lo metas en la caja de allá, al fondo. —Dijo señalando una pared del salón.

—¿Ponemos lo que queramos? —Se interesó Richard, al que la idea le parecía divertida.

—Si, poned el número y lo que queráis decirle a ese chico. No seáis muy guarros, que os conozco. —Advirtió y todos se rieron—. Mira, por ahí viene Marc por fin. —Dijo señalando al bulto de cuero negro que se acercaba.

—Hola chicos. —Saludó él sonriendo y le dio dos besos a Pol.

—¿Carallo, tú quien te crees que eres? —Dijo un sorprendido Pol con sorna—. ¿El domador de leones del circo de Ángel Cristo?

—¡Otro como Tony! —Se quejó el hombre—. Bueno, me da igual lo que digáis, gracias a este disfraz he conseguido el teléfono del chico del bañador.

—¡Vaya disfraz!, un simple bañador… —Susurró Tony.

—¿Quién es ese chico? —Preguntó Richard.

—¡Un putón que va enseñando carne! —Exclamó Tony indignado—. No se como puede ir «disfrazado» así con este frío… cuando sea verano ¿cómo irá?, ¿totalmente desnudo con el culo al aire?

—Uhmm… es verdad. —Comentó Marc mientras se lo imaginaba, babeando—. Deberíamos celebrar estas fiestas en verano.

Tony soltó un profundo bufido y se alejó del grupo, harto de oír tantas tonterías. Todos se rieron ante su marcha, después Marc se fijó en Pol y lo miró de arriba hacia abajo, observó con atención su morboso disfraz casi infantil de boy scout y su aspecto adolescente y pícaro. Pol se avergonzó un poco de las miradas de Marc, pero al ponérsele la cara colorada eso le daba aún mas morbo al hombre.

—Estas muy bien, Pol. —Comentó—. Muy morboso, estás para lamerte enterito.

—Ya se lo he dicho yo también en casa. —Dijo Richard riendo, ante la vergüenza del gallego.

—La verdad es que está bastante morboso, sí. —Intervino Leo de repente, y todos, sorprendidos, lo miraron de golpe.

Rosa le dio un codazo a su novio, sorprendida de un comentario así, y éste sonrió quitando importancia al asunto. Ella lo miró con cara extrañada y él, para disipar dudas, la besó en la boca con ganas. Los otros chicos vieron la escena y soltaron un grito de asco al ver al zombi besar a la cortesana. «Esto es demasiada heterosexualidad para mí» comentó Marc, y se llevó a los chicos camino de la barra de las bebidas. Allí mezclaron varias bebidas sin saber muy bien cuáles eran y echaron hielos a las copas, después brindaron celebrando el cumpleaños de Marc y Tony y por su amistad. La música estaba muy alta y la gente bailaba al ritmo, cada vez mas contentos por el efecto del alcohol. De vez en cuando se veía a alguien acercarse a la caja de los votos y meter allí el papel que el anfitrión le había dado al entrar. La gente era de lo mas variopinta, Pol se sintió como si estuviera dentro de uno de los videoclips de «Village People», había hombres disfrazados de militares, policías, bomberos… otros habían soltado toda su pluma y aprovechaban para ir de drag queens, mujer fatal o zorrón, incluso había uno por ahí disfrazado de monja, y por último estaba el grupo de los provocones, bien representados por el chico que sólo llevaba un bañador o por otro chico jovencito con un tanga de cuero con una cremallera metálica en el frontal. Tony saludó al policía que estaba allí y empezó a besarse con él. Los chicos siguieron bebiendo y riéndose despreocupadamente al ritmo de la música, hasta que un hombre bastante mayor vestido con una antigua bata a cuadros se les acercó a empujones, apartando al resto de la gente.

—¡Qué disfraz tan poco original lleva ese! —Comentó Richard señalándolo—. Vaya invitados que traes a tus fiestas, Tony.

—Ese no es un invitado, es mi vecino de abajo. —Dijo él con una risita—. A ver qué me dice.

—¡Por fin te encuentro! —Gritó el hombre para que se le oyera por encima de la música—. ¡Quita ahora mismo esa música demoníaca y echa a esta gente!

—¡Oiga, que yo en mi casa hago lo que me da la gana, y esta fiesta es mía! —Replicó Tony.

—Si no lo haces ahora mismo, llamo a la policía. —Amenazó él muy serio.

—Yo soy la policía. —Intervino el amigo policía de Tony—. ¿Algún problema?

—¿Pero qué dice usted?, ¡si solo es un disfraz!

El policía rebuscó en su bolsillo y sacó su cartera para enseñar su placa al viejo, el cual comprobó su autenticidad y relajó su mal genio, pero continuó quejándose, ya mas calmado.

—Esto no puede durar hasta muy tarde. Aquí vive más gente y esto es un escándalo.

—Terminaremos a una hora prudente, ahora váyase. —Cortó Tony.

—¡Ah, y una cosa más! —Exclamó el hombre dándose la vuelta antes de irse—. Diles a tus amigos que dejen de tirar trozos de tarta por la ventana… ¡uno de ellos le ha dado a mi gato!

Tony lo acompañó hasta la puerta para asegurarse de que se iba y después se quedó pensando en quién podría haber sido tan irresponsable o estar tan borracho como para tirar una tarta tan deliciosa por la ventana. Se rió y decidió olvidar el asunto. Después de darle las gracias al policía se acercó a la caja de los votos, apagó la música y anunció el recuento de las papeletas. Las sacó de forma solemne de la caja mientras contaba los votos, pero por supuesto se abstuvo de leer en voz alta los comentarios que había en algunas de ellas, pues algunos eran bastante obscenos, y la gente lo miraba con atención mientras iba diciendo los números que reflejaban los votos. Para sorpresa de todos, y del protagonista en particular, Pol fue elegido como el chico mas morboso de la fiesta. Con la cara roja de vergüenza se acercó a Tony y éste le puso sobre la cabeza una falsa y cutre corona plateada hecha de papel de aluminio ante el aplauso y los gritos de todo el mundo. Pol miró a su alrededor y deseó que la tierra se abriera en esos momentos y le engullera. Richard aplaudía con entusiasmo, el suficiente para demostrar que había sido uno de los que habían votado por el gallego. Marc también había votado por él. Pol volvió junto al grupo mientras Tony se entretenía hablando con otros amigos.

—¡Qué vergüenza pasé! No se quien me habrá votado, esto es de locos… —Empezó a decir.

—Yo te he votado. —Dijo Richard alegremente.

—Y yo también. —Añadió Rosa sonriendo y guiñando un ojo.

—Pues… ¿gracias? —Dijo Pol no muy convencido de que aquello fuese un halago—. ¿Dónde está Marc?

—¡Ah! Se ha ido hace un momento. —Contestó Richard—. Creo que se fue con el chico del bañador, no creo que le volvamos a ver en toda la noche…

—Eso me recuerda que tengo que ir al aseo, espero que esté vacío y no haya gente allí haciendo guarrerías como el otro día. —Comentó Rosa, que se alejó hacia el fondo de la casa.

—Yo voy también un momento allí al fondo. —Susurró el inglés a Pol—. Hay dos chicos que no han dejado de mirarme en toda la noche.

Pol se quedó solo con Leo, y aún se encontraba un poco nervioso, con lo cual no se le ocurrió ningún tema de conversación y se quedó jugueteando con la falsa corona en sus dedos. Leo se acercó poco a poco a él y empezó a hablar.

—¿Te ha gustado ser el chico más guapo de la fiesta? —Dijo riendo.

—¿Yooo? —Contestó él con una risa nerviosa—. Yo no soy el más guapo de la fiesta, las papeletas deben estar trucadas, no es normal porque…

—Yo también he votado por ti. —Interrumpió Leo, y Pol se quedó helado con los ojos muy abiertos.

—Aaahh… ¿si?, pues… ¡vaya!… gracias…

—Mira, mi papel es éste. —Dijo rebuscando entre los votos que Pol aún llevaba en las manos.

—¿Éste? Pues es… muy gracioso. —Dijo Pol nervioso, al leer las obscenidades que ponía en el pequeño trozo de papel, sin saber si creérselas o no.

—¿No… te gustaría hacerlo realidad? —Insinuó él susurrándole en su oído.

—Pe…pero… ¡carallo, si tú estas saliendo con Rosa! —Tartamudeó él, alucinado.

—Una mamada no significa nada, Pol. —Susurró con su voz mas sugerente—. Eres un chico muy morboso, seguro que sabes hacerlo muy bien.

—Yo… no sé. —Balbuceó Pol, que no sabía que decir.

—Piénsatelo.

En ese momento volvió Rosa, y Leo la dio al instante un nuevo beso, para mayor sorpresa de Pol, que no sabía ya qué creer. Después Leo se ofreció a ir a buscar unas copas para los tres, y Rosa aceptó encantada, convenciendo al abstraído Pol de que también pidiera una copa. Cuando Leo se marchó y los dejó solos la chica empezó a bailar pero Pol se quedó muy quieto, pensando en todo lo que estaba pasando.

—¿Qué pasa Pol? Mi novio es un zombi, no tú, que pareces más muerto viviente que él. —Dijo divertida intentando animarlo.

—Sí, sí… desde luego que tu novio es un zombi. Me acaba de proponer que me enrolle con él.

—¿Cóoomo? —Gritó ella muy sorprendida—. ¡Sería una de sus bromas!

—Mira esta nota. —Dijo dándola el voto de su novio.

—Bueno… es su letra… pero… ¡debe ser alguna broma! —Se defendió Rosa, que no quería creérselo.

—Que sí, que me lo ha vuelto a decir mientras estabas fuera…

—No me lo creo, Pol.

—Mira, vamos a hacer una cosa. —Propuso al oído—. Tú te vas un momento porque dices que tienes que hacer una llamada, y yo acepto la propuesta de Leo. Le diré que vamos al aseo a hacerlo, y tu vienes al rato y nos pillas. Así sabremos quién tiene razón.

—Acepto. Ya verás como te equivocas con Leo, Pol. —Desafió ella, y los dos chicos sellaron su acuerdo.

En ese momento Leo y Richard regresaron, aunque el inglés lo hizo para despedirse, pues había ligado con dos chicos, uno disfrazado de ángel y otro de demonio, que le habían propuesto una visita simultánea al cielo y los infiernos en su casa. «Si no fuera porque el infierno se le quedaría pequeño estoy seguro de que Richard acabaría allí, por zorrón». Pensó Pol mientras se despedía de su amigo. Cuando ya se despidieron del inglés, los tres chicos bebieron y charlaron animadamente al ritmo de la música. Algunas personas ya empezaban a marcharse y la casa estaba menos concurrida que antes. Cuando vio que el momento propicio había llegado, Pol hizo una señal a Rosa para que iniciaran su plan, y ésta se fue al balcón con la excusa de que tenía que hacer una llamada a sus tíos y de que tardaría un poco. Era el momento que el gallego esperaba, y en cuanto su amiga se fue se acercó a Leo para hablar con él.

—Leo… pensé en lo que me dijiste antes. —Susurró nervioso al oído, y él lo miró sonriendo y expectante—. Y creo que tengo muchas ganas de hacértelo.

—¿De verdad? —Dijo él sonriendo, enseñando sus dientes pintados de negro, para mayor asco del chico—. ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?

—Estoy cachondo. —Le explicó Pol con naturalidad, metiéndose sorprendentemente bien en su papel—. Me daría mucho morbo chupársela a un heterosexual.

—Sí ¿eh?, muy bien. —Afirmó Leo sin dejar de sonreír, y suavemente agarró una mano al chico y se la llevó a su paquete—. Ya ves cómo me la has puesto en un momento…

—Ahí abajo parece haber algo interesante. —Comentó Pol de la forma mas sugerente que pudo—. Parece que no todo está muerto en este zombi.

El comentario hizo gracia a Leo, que se rió con ganas y lo miró fijamente. Después, sin más preámbulos y sin soltarle de la mano, se lo llevó hacia los aseos del fondo de la casa. En cuanto cruzaron la puerta, Leo la cerró de golpe y agarró al chico por los hombros, forzándole hacia abajo hasta que se agachó. Pol se arrodilló frente al chico, deseando que su amiga Rosa apareciera cuanto antes. Pero la chica no llegaba, y el gallego se preguntaba a qué diablos estaba esperando su amiga. «¿Ésta qué quiere, que se la chupe de verdad? ¿Por qué no viene ya?», pensaba en silencio, sin dejar de disimular sonriendo. Leo también sonreía, agarrándole por el pelo y el cuello, forzándole cada vez más a poner su cara cerca de su entrepierna, y esperando con ansia el momento. «Vamos no esperes mas, me tienes a cien» le dijo, mientras se bajaba los pantalones con una mano y con la otra en la nuca del muchacho lo obligaba a acercarse más. Pol se resistió un poco, pero Leo era mas fuerte y al fin tuvo que ceder, acabando con su cara rozando el blanco calzoncillo de algodón del chico. Después de unos segundos de roce, Leo sonrió y se bajó el calzoncillo, dejando salir su pene erecto justo enfrente de un alucinado Pol, que comprendió en el acto por qué Rosa estaba tan contenta con su novio.

—Vaa…vaya… es muy grande. —Comentó el chico, alucinado.

—¿Te gusta?, son 23 centímetros para tu boquita. —Le dijo sonriendo.

—Yo… no se si voy a poder, porque…

—¡Tonterías, claro que lo vas a hacer! —Le dijo cambiando la cara y agarrándole de la nuca.

Leo forzaba la cabeza del chico a acercarse cada vez más a su miembro, y Pol, para resistirse tuvo que apoyar sus manos en la pared, haciendo fuerza. Justo en ese momento Rosa abrió al fin la puerta y se encontró con aquella escena. Entonces la chica se puso a gritar como una loca mientras Leo se subía apresuradamente el pantalón y ella le daba guantazos en la cara y en la espalda. «Gracias a Dios, ¡por fin!», pensó Pol aliviado y soltando un suspiro, aunque mas tarde pensaría que no le hubiera resultado tan desagradable hacerle una mamada a un pollón como aquel, pensamiento del que se arrepintió al recordar a su amiga Rosa. Leo salió apresuradamente del aseo seguido por una histérica Rosa que no dejaba de gritar. Mientras, Pol aún seguía de rodillas en el suelo y se vio a si mismo en el espejo de la pared. «Vaya imagen más patética» pensó, pero después acabó riéndose de si mismo y de las situaciones tan extrañas que le ocurrían siempre.

Tras lavarse la cara, al fin salió del aseo y se encontró con la casa medio vacía. Mucha gente se había ido ya, y el chico buscó entre los que quedaban a su amiga Rosa. No la encontró hasta un rato después, pues se había encerrado en una de las habitaciones junto a una botella entera de JB y otra de coca-cola. Cuando Tony y él pudieron abrir la puerta que había bloqueado su amiga, la encontraron tirada sobre el sofá que había en la habitación, totalmente borracha y medio dormida. Pol se quedó cruzado de brazos, viendo como se había quedado solo y sin saber cómo diablos iba a llevar a su amiga Rosa a casa. Tony entonces tuvo el detalle de acceder a que la chica se quedara a dormir en su casa esa noche, y Pol se lo agradeció. Los dos chicos dejaron a Rosa en la habitación y cerraron la puerta, volviendo al salón a despedir a las pocas personas que ya quedaban allí.

—¡Vaya fiesta! Mañana me va a tocar estar todo el día limpiando la casa. —Se quejó Tony.

—Todos se han ido, y yo me he quedado más solo que la una, ¡carallo!, ¿y ahora cómo vuelvo a casa? —Se quejó también Pol, sin hacer mucho caso a Tony.

—Podrías pedir a alguno de éstos que te llevara. —Propuso Tony señalando a los que quedaban.

—¡Bah, nadie querría hacerlo! Además ya es tarde y…

—Yo puedo llevarte. —Le interrumpió una voz grave detrás de él.

Pol se volvió sorprendido y vio detrás de él a un hombre alto y atractivo disfrazado de guardabosques que lo miraba sonriendo. Era alto y moreno y tenía la sonrisa mas perfecta que el chico recordaba en mucho tiempo, por no hablar de su increíble cuerpazo.

—¿Quién eres? —Preguntó con la boca abierta.

—¿Importa eso? —Contestó sonriendo el desconocido, y Pol negó con la cabeza, anonadado ante la belleza del hombre—. Eres muy guapo, he votado por ti antes.

—Vaya, parece que alguien salió ganando con el jueguecito de los papeles… —Refunfuñó Tony, alejándose discretamente de la pareja.

—¿Ah sí? Pues… pues, gracias. —Dijo Pol nervioso—. ¿Puedes llevarme a casa? Vivo un poco lejos…

—También puedes venirte a mi cabaña de guardabosques, no está lejos de aquí…

—¿Eres un guardabosques de verdad? —Preguntó el chico sorprendido.

—No, pero follo igual que uno. ¿Vienes?

Pol no tuvo que pensárselo mucho y aceptó enseguida, saliendo de la casa de Tony acompañado de ese monumento al morbo y la belleza, mientras el dueño de la vivienda veía como se quedaba una vez mas con su casa llena de desperdicios y una tía borracha que dormía en su habitación, preguntándose dónde iba a dormir él esa noche.