7 Eres un canalla

Diciembre.

Pol estaba tirado en el sofá del salón en una postura aún más retorcida de lo habitual pero sin embargo cómoda para él mientras se atiborraba a palomitas hechas en el microondas y veía una película en la tele. Hacía tiempo que no tenía una tarde de domingo sólo para él, desde que vivía con Richard los días tranquilos habían desaparecido de su vida. Además ahora Marc también le estaba introduciendo en un submundo que desconocía, pero la verdad es que a él no le importaba, en el fondo aunque no lo reconociera, se estaba divirtiendo bastante. Un ruido lo hizo volverse, la puerta de la casa se abría y Richard entraba dentro, había vuelto de su fin de semana en Cuenca. El gallego se acercó a la entrada sonriendo con entusiasmo para dar la bienvenida a su amigo y ayudarlo con la bolsa de deporte que usaba como maleta. Richard saludó y sonrió, se dieron dos besos y Pol le ayudó a llevar la bolsa a su habitación. El inglés parecía cansado, pero Pol estaba deseoso por saber qué había pasado en esos días y no paraba de preguntar.

—Tranquilo Pol. ¡Deja ya de preguntar tan rápido! —Dijo al fin el inglés.

—Hombre Richard, es que quiero saber que tal lo has pasado…

—Bueno, pero déjame que me cambie de ropa y descanse. —Recriminó—. Que pareces Karmele entrevistando a un famoso. ¡Qué agobio!

Pol vio que el inglés no estaba de muy buen humor, algo raro en él, y decidió dejarlo solo un rato, salió de la habitación para volver al salón y terminar de ver la película. Pero no pudo concentrarse más en la televisión, y todo el tiempo estaba pendiente de algún ruido procedente de la habitación de Richard para saber cuándo saldría. Escuchó el sonido del agua, el inglés se estaba duchando y después un largo silencio. Terminó la película, y con ella la tarde del domingo, pues ya eran casi las nueve de la noche. Esos días oscurecía pronto y Pol decidió hacer la cena, es decir, encender el horno para meter la pizza gigante que había comprado en un Mercadona. El gallego seguía negándose a cocinar, y como tampoco quería fregar mas platos, la pizza se había convertido en una cena ideal. Richard salió al fin de su habitación, iba vestido sólo con una camiseta de manga corta y un pantalón de chándal. Pol se burló de él diciendo que cogería una gripe con tan poca ropa, pero el inglés tan sólo sonrió sin mucho entusiasmo como respuesta. Después de un rato, sacaron la pizza del horno y la llevaron a la mesa del salón, frente a la tele, y empezaron a cenar.

—Estas muy serio, Richard. —Dijo Pol al fin—. ¿Ha pasado algo en Cuenca con Carlos?

—No, estoy bien.

—¿Y el mensaje que me mandaste al móvil? —Siguió insistiendo el gallego—. Me preocupé cuando lo leí.

—Ok, Está bien. —Suspiró el inglés, cediendo ante la curiosidad de su amigo. Dejó su trozo de pizza y mirándole fijamente empezó a contar sus últimos días—. El fin de semana empezó bien, llegamos al hotel y allí nos tiramos un par de horas antes de salir fuera…

—Seguro que no os entretuvisteis en sacar toda la ropa que llevabas en tu bolsa. —Se burló Pol, sonriéndole, y arrancando al fin también una sincera sonrisa de la cara del inglés.

—No te equivocas, lo pasamos muy bien. —Dijo él sin dejar de sonreír, recordando esos momentos—. Pero después de la primera noche tuve la impresión de que Carlos estaba un poco cansado y agobiado de tenerme todo el rato a su lado. Empezamos a tener pequeños roces hasta que al fin acabamos discutiendo continuamente.

—¡Bah! Pero si son discusiones de convivencia no tienen importancia. —Animó Pol, quitando hierro al asunto—. Todas las parejas tienen discusiones así, es normal.

—El problema es que Carlos no considera que seamos una pareja.

—¿Y entonces que sois?

—No lo se… ¿amantes?, ¿amigos? —Se preguntó Richard—. ¿Cómo llamarías a dos personas que se acuestan, salen juntos y se son fieles, si no los llamas pareja?, ¿fucking pals?

—Tú le eres fiel a Richard, pero ¿estás seguro de que él te lo es a ti? —Preguntó Pol casi sin darse cuenta, y en cuanto lo hizo supo que había metido la pata otra vez.

Richard se quedó pensativo y la idea que Pol le había metido en la cabeza empezaba a retorcerse en su interior, transformándose y mutando en otra cada vez mas dolorosa. Se llamó estúpido a sí mismo por no haber pensado esa posibilidad antes. Además con Carlos el juego era doblemente peligroso, aun recordaba cuando le confesó su bisexualidad, y el inglés había tenido muy malas experiencias con bisexuales en el pasado. Los bisexuales eran a veces tan ambiguos que resultaban mas impredecibles que cualquier gay, muchos de ellos eran gays reprimidos que no se terminaban de aceptar a sí mismos, y otros estaban tan confundidos con su polivalencia que no terminaban de decidirse por un lado u otro y al final se pasaban la vida dando vueltas. En cualquiera de los dos casos no era algo que a Richard le conviniese en absoluto.

Pol vio con preocupación las meditaciones del inglés, se sentía culpable por haberle preguntado sobre la posibilidad de infidelidad por parte de Carlos. No sabía muy bien como animar a su amigo y cambiar de tema, así que decidió contarle su fin de semana, a ver si así se olvidaba un poco de sus problemas.

—Pues… ¿sabes que? Yo salí al final este fin de semana con Marc, vimos a Tony, ¡y al final acabamos en una sauna! —Dijo sonriendo, intentando animarle.

—Ya… me lo dijiste en el mensaje del móvil.

—Aaahh, pero lo que tú no sabes es lo que me pasó en la sauna…

—Sí, que follaste con un americano. —Contestó el inglés, aún decaído—. Ya me lo pusiste en el mensaje.

—¡Y me metieron mano en el baño turco dos tíos!

—¿A la vez? —Preguntó Richard volviéndose para mirarle, mostrando más interés, y Pol, sin dejar de sonreír asintió con la cabeza.

—Lo pasé fatal, estaba super nervioso. —Dijo él—. Pero al final dije ¡qué diablos! Y uno de ellos empezó a mamarmela. —Richard soltó una pequeña risa, divertido ante la contradictoria inocencia descarada de su amigo.

—Ya sabía yo que tú solo necesitabas un empujoncito para lanzarte de lleno a esas cosas.

—Bueno, pero no sabes lo peor, prácticamente tuve que salir corriendo de allí.

—¿Por qué, el tío tenía un pollón de 27 centímetros y te la quería meter? —Preguntó el inglés, ya más animado, y olvidando su conversación de antes.

—Nooo, peor. —Contestó el gallego riendo—. Porque se me ocurrió pasar mi mano por su espalda… ¡y estaba llena de pelos! ¿Tú sabes el asco que me da eso?

Richard empezó a deshacerse en carcajadas mientras veía la expresión de asco de su amigo que intentaba explicar cómo fue la situación, intentando defenderse diciendo que con el vapor no había visto nada. Además después le contó la historia del tipo que quería pisarle y atarle a un árbol de la Casa de Campo y Richard no pudo más, acabó riéndose como no lo hacía en muchos días. Ya con el ambiente mas relajado y animado siguieron hablando, contándose respectivas anécdotas. Pol contó toda la historia del americano, y Richard recordó sus experiencias similares en alguna que otra sauna de Londres. Siguieron hablando como dos cotorras hasta que pasó la medianoche y, ya rendidos, decidieron ir a acostarse, pues al día siguiente tenían clase. Cada uno entró en su habitación y apagaron la luz.

Pol cerró los ojos mientras pensaba en Richard, feliz por haber conseguido animar un poco a su amigo y hacer que olvidara sus preocupaciones por Carlos. En el poco tiempo que le conocía había cogido cariño al inglés.

Richard cerró los ojos mientras pensaba en Pol, agradecido por su entusiasmo y sinceridad, su amistad desinteresada nacida de la casualidad y que ahora se había convertido en su mayor apoyo en ese año que pasaría en un país extranjero para él. Le dio las gracias a Pol en sus pensamientos e intentó dormir, sin poder evitar una sonrisa en sus labios recordando la mirada de sorpresa y la risa de su amigo.

Al día siguiente los dos chicos fueron a la Universidad. Como de costumbre, llegaron tarde y se perdieron la primera clase, teniendo que esperar en el pasillo para poder entrar a la siguiente. Cuando el profesor salió del aula los vio y los miró con cara de desprecio, ya conocía la impuntualidad de esos dos y estaba convencido de que suspenderían su asignatura. Pol agachó la cabeza, avergonzado, pero Richard se mantuvo muy erguido. Al poco de irse el profesor, Rosa salió también del aula y los vio. Su sonrisa era muy efusiva, prácticamente ocupaba toda su cara, parecía más feliz que de costumbre, lo cual conociendo a la chica era como decir que era todo un chorro de alegría. Pol la saludó y dio un beso mientras intentaba averiguar el motivo de su felicidad.

—¡Cómo estás Rosa! ¡Carallo, a ti te pasó algo, seguro, que te conozco! Estás mas feliz que en un anuncio de compresas.

—¡Siiii! —exclamó ella—. Por dos motivos, pero primero, vamos a la cafetería y os lo cuento… —Y cogió a los dos chicos del brazo, arrastrándolos por el pasillo.

—Pero ¿y la clase? —preguntó Richard intentando resistirse al entusiasmo de la chica.

—Esa es la primera buena noticia. ¡El profesor no ha venido hoy! —Y ella reanudó sus empujones.

»¿Otra vez? ¡En esta universidad nadie trabaja!», pensó Pol, que hubiera preferido que hubiese sido el otro profesor el que faltase para haberse ahorrado el mal rato de antes. Finalmente los dos chicos se unieron al entusiasmo de la chica, haciendo una carrera hasta la cafetería mientras se reían. Pero no les sirvió de mucho correr, cuando llegaron el local ya estaba lleno de estudiantes hambrientos que buscaban algo para desayunar, llegar a la barra era toda una aventura, y la zona de las mesas estaba tan llena de gente que éstas apenas se veían. Finalmente Richard, gracias a su gran altura, se abrió paso entre ese mar de cabezas y consiguió comprar unos donuts para él y sus amigos, que lo esperaban a la salida, sentados en las escaleras. Richard llegó hasta ellos y les dio sus donuts. Al poco rato los tres volvieron sus cabezas al oír grandes gritos procedentes del interior de la cafetería. Los camareros habían anunciado que se les había acabado la comida y el gentío rugía histérico ante la tragedia. Los tres amigos se miraron y rieron, se levantaron deprisa y decidieron ir a sentarse a algún banco más lejano de la cafetería por si acaso a alguno de los estudiantes de la jauría hambrienta que salían de allí se le ocurría pedirles un donut. Con el estómago un poco mas satisfecho Pol decidió volver a atacar a su amiga Rosa.

—Bueno Rosa, nos lo vas a decir, ya de una vez, ¿por qué tienes esa sonrisa, más grande que la de Concha Velasco, en la cara? —Dijo pinchándola en un brazo.

—¡Aaauu! —Se quejó ella—. Pues se puede resumir en una frase: ¡estoy enamorada!

Pol abrió los ojos como platos, pero Richard soltó un bufido, lo cual no impidió a Rosa contar con todo lujo de detalles cómo había conocido a Leo, un chico algo pijín pero cariñoso y atento que la trataba como una reina. Ella lo consideraba muy guapo y su timidez lo hacía aún mas tierno. Se habían conocido como se conoce la gente, de pura casualidad, o sea, comprando en un Zara mientras cada uno tiraba de una de las perneras de un pantalón en el que estaban interesados. Sobra decir que Leo dejó que fuese Rosa quien comprara el pantalón, sobre todo cuando vio avergonzado que en realidad se trataba de un pantalón de chica de la talla 38…

La historia le pareció a medias divertida y petarda a Pol, tal y como consideraba que era su amiga Rosa, así que pensó que quizás era una relación apropiada para ella. No pudo hacer otra cosa que felicitarla, desearla suerte y esperar a que les presentara al tal Leo lo antes posible.

Rosa preguntó a Richard por su fin de semana en Cuenca, pero él solo contó la mitad de la verdad, omitiendo los detalles que lo habían deprimido la noche anterior. Ella no se dio cuenta de que el inglés ocultaba parte de la historia, y además en ese momento estaba en una nube de felicidad que la impedía fijarse con detalle en los demás. Pasó el resto de la mañana y las otras clases que quedaban y los dos chicos volvieron juntos a casa, pero Pol no podía quitarse un pensamiento de la cabeza.

—Richard. —Dijo a su amigo cuando entraron en la casa—. ¿Por qué no le contaste a Rosa lo de Carlos cuando te lo preguntó?

—La verdad, no me atreví. —Dijo él, bajando la cabeza—. Rosa me gusta, es una buena chica. Pero no tengo tanta confianza con ella.

—Pero a mi si que me lo dijiste, y prácticamente nos conocemos del mismo tiempo.

—Tu eres distinto Pol. —Le dijo, levantando los ojos y mirándole—. You are special for me…

Pol se sintió un poco incómodo al principio ante esa mirada, pero después se fijó en que había auténtico aprecio en ella y decidió acercarse a Richard y abrazarlo para darle ánimos. El gallego sabía que su amigo lo estaba pasando mal y que necesitaba de su apoyo, pero no pudo evitar sentir la misma extraña sensación que cuando se abrazaron aquella noche en Chueca. Ese abrazo cálido y firme resultaba demasiado intenso para una amistad, incluso para una fuerte como la suya. Un poco avergonzado se separó del inglés sonriendo, como quitando importancia al asunto. Pero Richard seguía serio, se acercó a él, le besó en la mejilla y le dio las gracias, y sin decir nada más se dio la vuelta para meterse en su habitación y cerró la puerta. Pol se quedó petrificado en el salón de la casa, sin saber cómo reaccionar, hasta que finalmente se dejó caer en el sofá, tirándose como una torre que se derrumba. Desde luego Richard le iba a acabar volviendo loco, si no era con sus aventuras lo haría con su ambigüedad… y sin embargo en realidad, todo le resultaba cada vez mas divertido y excitante.

La semana fue pasando y las mañanas cada vez eran mas frías. Negros nubarrones invadían el cielo de Madrid esos días, amenazando con intensas lluvias. El marco de la ventana de la habitación de Richard estaba muy frío, a pesar de la calefacción, pero su teléfono parecía aún mas frío. Desde que estuvieron en Cuenca no había vuelto a recibir llamadas de Carlos, y se encontraba preocupado y sobre todo decepcionado por su actitud. Le había mandado algunos mensajes de texto al móvil, pero nunca los contestó, para mayor desesperanza del inglés. «En fin, supongo que tendré que empezar a olvidarle» pensaba resignado, como tantas otras veces en el pasado. Hay ocasiones en las que la gente en la que mas confiaba desaparecía sin ningún motivo aparente, muchas veces la simple inercia y fuerza del tiempo distanciaba a las personas, pero en otras ocasiones resultaban ser meros errores propios, pues creía en personas que en realidad no se lo merecían, mientras que su ceguera hacía ignorar a otros que si que permanecían a su lado. Pol había intentado animar a Richard muchas veces, pero el inglés ya no parecía él, se encontraba como ausente, aunque era una mera cuestión de tiempo que volviera a su habitual alegría. Un bajón no puede durar toda la vida, aunque a veces cueste mucho tiempo volver a subir.

Cuando llegó el fin de semana, a Pol le costó mucho convencer al inglés para salir a dar una vuelta, pero finalmente lo logró gracias a la complicidad de Marc y Tony, a los cuales había llamado invitándolos a salir. Richard iba vestido muy discretamente, para lo que era habitual en él, esa noche, y no por efecto del frío, que nunca le había importado, sino por su estado de ánimo. Esa noche los papeles estaban cambiados, el inglés era el remolque y Pol era el remolcador que, con alegría, los conducía otra vez a través del mundo de la noche.

Marc y Tony los esperaban en un local llamado «Liquid», uno de los locales de moda del ambiente. Su nombre resultaba adecuado viendo su entrada, la cual daba a una pared azul cubierta de cristal en cuyo interior se podía ver un líquido azul por el que subían continuamente unas burbujas de aire. Sin embargo, dentro el nombre debería cambiarse por «marabunta» porque parecía un auténtico hormiguero, había tanta gente que apenas se podía caminar. La música muy alta y grandes pantallas de televisión que mostraban los últimos videoclips mas modernos del momento y sus atractivos y buenorros camareros eran la seña de identidad del lugar. La gente allí parecía mas snob que en otros locales, había mucho cachitas de gimnasio que llevaba camiseta sin mangas incluso en invierno, y por todas partes olía a fuertes y carísimas colonias, pero en general resultaba un lugar bastante agradable para ver y ser visto, pues los chicos guapos abundaban por doquier, y quién sabía si, tras la careta aparentemente dura y frívola de la noche, se escondía una buena persona que solo necesitaba encontrar a alguien similar.

Los dos chicos entraron dentro y se arrastraron entre el gentío del local, buscando a Marc y Tony. Al fondo se entraba a otra sala mas pequeña, pero igualmente atiborrada de gente, en la que los vieron junto a una pared cubierta por una gruesa cortina. Pol sonrió e indicó a Richard donde estaban los dos chicos, se acercaron y los saludaron. Tony, como siempre, les dio dos besos efusivamente mientras gritaba su bienvenida.

—¡Hola a todos! ¡Carallo, si que tiene éxito este local! —Exclamó Pol, un poco agobiado entre tanta gente.

—Pues ahora hay menos gente. —Dijo Tony—. Antes este sitio era aún mas popular, fue el sitio mas común para las «kedadas» del IRC hace años…

—¿Qué es eso?

—El IRC, un chat de Internet donde la gente hablaba. —Explicó Tony, poniendo los ojos en blanco ante la ignorancia del gallego—. Se organizaban reuniones de mucha gente para conocerse. Y este local era uno de los mas populares entonces.

—¿Por qué dejaron de venir aquí? —Preguntó Pol.

—Pues básicamente porque Internet empezó a llenarse de niñatos.

—¡A mi me gustan los niñatos! —Protestó Marc—. Pues menudo morbazo tienen…

—¡Para ti todos!, te los cedo con gusto. —Replicó él con una expresión muy digna—. Bueno, el caso es que, aunque haya gente a los que les guste, esos jovencitos no suelen tener mucho dinero… lo cual popularizó otros locales con las bebidas mas baratas. Ahora el «Nike» o «Gris» son mas populares entre esa gente. Los veteranos de Internet se cansaron un poco de los chats, y los que permanecen allí suelen ser mas directos en sus citas. Sólo las jóvenes petardas mantienen vivas las conversaciones y «kedadas» generales de esos sitios. Pero se ha convertido en una especie de secta, de un grupo de amigos que ya se conocen y en los que no es fácil entrar si no te va ese rollo. Y además… ¡Aaayy!, ¿¿pero que haces Marc?? —Gritó intentando quitarse de encima la cortina que su amigo estaba poniéndole sobre los hombros.

—Poniéndote esto, que solo te falta la capa para ser una auténtica reina. —Dijo el hombre riéndose—. Después de todo, ya hablas como una.

—¡Idiota! Yo hablo como me da la gana. —Espetó Tony burlonamente—. Y no se que demonios hace esa cortina ahí, ¡un día de estos alguien la va a quemar con un cigarro y saldremos todos ardiendo! Y los titulares en los periódicos serán: «docenas de locas mueren abrasadas en un bar de ambiente en Chueca, varios heridos graves aplastados por los zapatones de plataformas». Ya no aguanto más, ¡voy a beber! —Y se volvió en dirección a la barra a por una copa mientras dejaba al grupo riéndose detrás de él.

Marc siguió a su amigo hacia la barra después de preguntar a Pol y a Richard que querían beber. Cuando los dos se quedaron solos, Pol se fijó mejor en el local. Al principio quedó hipnotizado por los musculosos brazos de un tipo que solo llevaba una camiseta negra de tirantes ajustada al cuerpo y que tenía pinta de extranjero. Después se aburrió de mirarle, sobre todo cuando vio como empezaba a morrearse con otro, y se quedó mirando el videoclip que emitían por la televisión de la pared, igual que Richard.

Marc y Tony volvieron con las copas y los cuatro brindaron antes de dar el primer sorbo. Tony sacaba temas de conversación continuamente con su habitual desparpajo y alegría mientras Pol y Marc reían ante las ocurrencias del chico, el cual se encontraba plenamente en su salsa y no tenía miedo a la vergüenza. A veces algún cachitas con cara de toro cabreado lo miraba con desprecio al pasar, al ver el escándalo que montaba y sus gestos, pero Marc los miraba de forma intimidatoria y ellos seguían su camino. El hombre siempre estaría ahí para proteger a su amigo de los ataques de cualquiera, y nadie iba a conseguir coaccionarle o hacerle cambiar, pues para él la felicidad de su amigo era lo primero. Esos cachas duros y presumidos no valían ni la mitad que la alegría y los buenos momentos que había pasado riéndose con Tony, y nadie le iba a quitar eso.

Mientras hacía una pausa para beber, Pol se fijó en que Richard seguía muy callado, mucho más de lo habitual en él, y no fue el único. Marc preguntó y, antes de que el inglés pudiese contestar, Tony dio la respuesta.

—¡No preguntes Marc! —Susurró dándole un codazo—. Es evidente que tiene problemas con su chico. —Dijo lo más bajo que le permitía la estridente música, aunque sin éxito porque todos le oyeron.

—Pues no te deprimas Richard. —Animó Marc, quitando importancia a la discreción—. ¡Que el mundo está lleno de hombres!

—Ha sido muy extraño, de un día para otro… —Confesó el inglés.

—¡Eso es que se está acostando con otro! —Dijo Marc sin dudar ni un momento, como si dijera lo mas natural del mundo—. Olvídale y ya está.

—Joder, Marc. —Intervino Pol—. Eres menos sutil que Carmen de Mairena. Además, no sabemos si Carlos está con otro o no.

—A mi me pasó algo parecido una vez… —Empezó a contar Marc, recordando.

—¡Oh no! Otra de las historias del abuelo, ¡no! —Gritó Tony—. Como cuentes eso otra vez me voy.

—Déjale, a lo mejor me ayuda. Tell me more, Marc. —Pidió Richard, ante lo cual Marc sonrió y Tony decidió aprovechar para ir al aseo mientras su amigo contaba la historia que él ya había oído otras veces.

—Pues fue hace años, antes de salir con Óscar. —Comenzó a contar—. Entonces yo vivía cerca de la Plaza de España con mi pareja de entonces, Rubén. La verdad es que no éramos santos, los dos siempre hemos sido muy morbosos, y por esa casa pasó mucha gente, pues nos gustaba hacer tríos.

—¿Qué os acostabais con más gente? ¿Los dos juntos? —Preguntaba un alucinado Pol.

—Pues claro, ¡naturalmente! —contestó Marc muy tranquilo—. Bueno, conocimos a un chaval jovencito con el que nos fuimos de viaje a la playa para poder follar con él en el hotel. Cuando volvimos a Madrid él siguió su camino y nosotros el nuestro. Pero al cabo de un par de meses Rubén cortó conmigo… y me enteré que durante todo ese tiempo había estado acostándose con ese chico.

—O sea, que después de hacer el trío, ellos siguieron viéndose y te puso los cuernos.

—Exactamente, me dejó y se hizo novio del otro chico, aunque aún seguía viviendo conmigo. Duraron dos meses juntos. Después yo conocí a Óscar y me mudé de piso. —Concluyó el hombre mientras bebía el último sorbo de su bebida y Tony volvía del aseo.

—¿Ya está, se acabó la historia? —Preguntó Pol indignado—. Pero ¿¡Cuál es la moraleja!?, ¿y se supone que esa historia va a ayudar a Richard?

—Si es que no se para que le escucháis, ya os lo dije. —Advirtió Tony—. Que el hombre ya está mayor y chochea. —Se burló mientras sacaba la lengua.

Marc le dio una colleja amistosa a Tony y éste se quejó. Entonces los dos empezaron a decirse burradas, como de costumbre, pero Pol estaba mas pendiente de su amigo inglés, al que la historia de Marc no le había animado precisamente.

—No lo pienses más, Richard…

—No. Creo que Marc tiene razón. —Susurró pensativo—. Si Carlos se ha estado viendo con otra gente eso explicaría muchas cosas… —De repente levantó la cabeza con los ojos muy abiertos y pareció entenderlo todo. —¡Claro, eso es! Ahora entiendo esas miradas, los flirteaos en casa de Tony… ¡me la ha estado jugando todo el tiempo!, ¡es un canalla!

Marc y Tony dejaron de discutir al oír a Richard y todos le miraron. Pol acarició su mano mientras lo animaba.

—¡No le des más importancia de la que tiene! —Aconsejó Marc con gesto comprensivo—. Tampoco llevabais tanto tiempo, y piensa que la única culpa que tienes es no haber elegido a la persona adecuada, ese chico no merecía la pena realmente.

Richard lo miró y vio en sus ojos la comprensión nacida de la experiencia, y en poco tiempo un sentimiento de orgullo afloró en él.

—¡Tienes razón, Marc! Ese canalla no va a amargar mi estancia en Madrid. ¡Así le devore la polla una piara de cerdos!

Aquel comentario furioso y absurdo desató las risas de todos, haciendo el ambiente más distendido y relajándolo. Pol aún agarraba la mano de Richard y éste le dio las gracias con la mirada, ahora parecía más animado. Sin embargo pasado el rato, ni el alcohol ni la música podían apartar a Richard de sus pensamientos. Al fin decidió que no podía más y anunció que se iba a casa, para sorpresa de todos, pues el inglés era muy amigo de la noche.

—Si tu te vas yo me voy contigo, Richard. —Dijo Pol, a lo que el inglés sonrió agradeciendo el apoyo de su amigo.

—¡Oh, no me digas que ya os vais! —Protestó Tony—. ¡Pero si es muy pronto!

—Es verdad. —Intervino Marc—. Quedaos un poco más, os iba a llevar al «Strong».

—¿Qué es eso? —Preguntó Pol con curiosidad, pues el nombre de ese local parecía muy curioso.

—Pues es un bar que tiene muy buen ambiente y…

—Bueno, ¡es un sitio donde la gente va a follar! —Interrumpió Tony, gritando.

—O no… allí cada uno hace lo que quiere. —Se defendió el hombre—. Si quieres follas y si no, te tomas una copa y ya está.

—Eso no es verdad, ¡que yo una vez fui contigo y me violaron a la fuerza!

—¿¡A la fuerza!? —Rió Marc entre sonoras toses—. ¡Pero si te tuve que sacar a rastras del cuarto oscuro!, creo que ya te había follado medio local…

—¡No es verdad! —Protestó—. Yo solo seguí a uno que me gustaba…

—¡Pffff! A uno dice este. —Dijo Marc soltando un bufido y señalándole—. Seguiste a uno, pero no solo te folló él, sino también todos sus amigos… ¡que eran unos cuantos!

Los dos amigos se enzarzaron otra vez en otra de sus discusiones de siempre. Pol y Richard se rieron, pero rechazaron la invitación de la pareja para ir a aquel lugar y continuaron con su idea inicial de volver a casa. Marc se sintió un poco apenado, pero los despidió con un beso, al igual que Tony, y los cuatro se marcharon del «Liquid». Pol y su amigo se fueron a casa, y Tony, después de pensárselo unos cinco segundos, decidió acompañar a Marc al «Strong» con la excusa de «es que tengo que vigilarle para que no se pierda», a lo que a Marc le bastó con contestar con una mirada escéptica para que todos supieran la verdad, Tony se avergonzó y empezó a gritar y a tirar a Marc de un brazo para irse ya, que se les hacía tarde. Pol y Richard se rieron al ver alejarse a esa curiosa pareja de amigos que se conocían tan bien y habían llegado a tener tanta complicidad con los años. Mientras los veía marcharse, Pol pensó si la gente veía a Richard y a él como una pareja parecida, o incluso si los veían como algo más. Olvidó esos pensamientos y ambos se dirigieron tranquilamente a la cercana plaza de Cibeles, de la que partían todos los autobuses nocturnos que recorrían Madrid por las noches.

Cuando llegaron a casa apenas hablaron, los dos estaban un poco cansados. Richard le dio las buenas noches a Pol y se fue a su habitación. El gallego, después de cambiarse y beber un poco de agua, se quedó quieto unos segundos en su puerta, pensando en si sería prudente en esos momentos entrar en el dormitorio del inglés, pero después se culpó por pensar algo así y desechó la idea, entrando al suyo y cerrando la puerta, esperando a ver como se desarrollaba la mañana siguiente.

Pasaron unos días y Pol se sentía un poco extraño, la actitud de Richard había cambiado desde su ruptura con Carlos. El inglés se había vuelto mas agresivo y sexualmente activo, siempre estaba de un lado para otro y comentaba muchas veces lo que haría el fin de semana conociendo los lugares mas morbosos de Madrid. Rosa no parecía ayudarle mucho en su trato con su amigo, pues sus momentos de tiempo libre los dedicaba a su novio, al cual todavía no les había presentado, y Pol acababa tragándose su frustración hacia dentro.

Unos días después, y a mitad de semana, recibieron una llamada de Marc, que los invitaba a un café, pues esa tarde estaba libre y algo aburrido. Richard aceptó entusiasmado y finalmente Pol decidió también aceptar la invitación.

No fueron muy lejos, pues quedaron en uno de los numerosos locales que la cadena Vips tiene por todo Madrid. Los tres se sentaron en una mesa redonda rodeada de sillones mientras esperaban las bebidas que habían pedido, Marc pidió una cerveza y Pol una coca-cola, pero Richard había ido más allá y pidió uno de los grandes batidos de leche y helado que preparaban en el restaurante.

—¡No se como te puedes comer eso! —Recriminó Marc—. ¡Eso es una bomba de calorías!

—¿Y qué? Está rico… tasty. —Contestó el inglés relamiéndose—. Además hay que acumular energías para salir este fin de semana.

—¿Ah si? —Sonrió Marc—. ¿y a dónde tenías pensado ir?

—Al «Strong», ese local del que nos hablaste. Contigo, si quieres.

—Por mi de acuerdo. —Contestó Marc, satisfecho—. ¿Vendrás tu también Pol? —Preguntó mirando al gallego de forma interesante, mirada ante la cual el chico se sintió algo incómodo.

—¿Yo?, ¡que dices, ni loco! —Contestó riendo, intentando quitar importancia al asunto.

—Pues sería divertido, pero bueno, tu verás lo que haces.

—Ya me contó Pol que le llevaste el otro día a la sauna, Marc. —Dijo el inglés, deseoso de conocer detalles morbosos.

—Si, pero fuimos a la Pelayo porque era la única que estaba cerca. No me gusta nada esa sauna, pero bueno. Donde estén las de Berlín que se quiten las demás.

—¿Cómo son las de Berlín? —preguntó Richard, y Pol mientras tanto aunque mostraba aparente indiferencia, se encargó bien de afinar su oído para no perder detalle.

—Mucho mas grandes y sobre todo mas limpias que las de aquí. —Empezó Marc—. Y unos chicos… ¡bueno! Nada que ver, ¡qué gente mas guapa! Jovencitos de Europa del Este, que tienen veintipocos años, pero con unos cuerpos mas ricos…

—Cuenta, cuenta… —El inglés estaba realmente interesado en la explicación y Marc rió, mientras miraba de reojo a Pol, el cual hizo como que seguía bebiendo su coca-cola sin prestarle atención.

—Bueno, pues me sentí como en una de las películas de Bel Ami, la famosa productora de porno gay, unos chicos fantásticos, sin un solo pelo, con unos cuerpos fibrados, guapos de cara, con unos pollones y culazos, ¡buf!… mejor paro que me pongo burro. —Terminó su explicación sonriendo.

—Uff, habrá que hacer un viaje a Alemania uno de estos días ¿no Pol? —Dijo el inglés dándole un codazo.

—¡Aayy! —Se quejó él—. Yo no voy a ningún sitio, dentro de nada tenemos los primeros exámenes, y los llevamos bastante mal, recuérdalo.

—Bueno, de momento este fin de semana vamos al «Strong» con Marc.

—¡Que yo no voy a ir!

Marc se reía mientras Richard le guiñaba un ojo en secreto y decía moviendo la boca sin hablar algo como «ya le convenceré». Los dos amigos se despidieron de él y volvieron a casa, allí el inglés bombardeó a Pol con insistencia para convencerle a salir con Marc ese fin de semana. Pero esta vez Pol tuvo fuerza de voluntad para negarse. Richard lo dejó por imposible, al menos de momento.

Al día siguiente volvieron a clase, y allí el inglés le contó a Rosa la propuesta de Marc. La chica también intentó animar y convencer a Pol, el cual se sentía cada vez mas presionado, pero también se negó. Después de una corta, pero desagradable visita por la tarde de la señora Matas, la casera, el inglés volvió a atacarle, y esta vez Pol se hartó y acabaron discutiendo. Era su primera discusión seria, y estuvieron sin hablarse toda la tarde del viernes y la mañana del sábado.

Llegó el momento señalado, Sábado por la tarde, casi de noche, y Richard se empezó a preparar para su cita con Marc. Pol estaba tirado en el sofá viendo la tele, aparentando indiferencia, pero en realidad estaba muy pendiente de lo que hacía su compañero de piso. Puso los ojos en blanco y soltó un bufido varias veces cada vez que escuchaba la música hortera que el inglés tenía puesta en su habitación o al oírle gritar en la ducha. Por fin lo vio salir y se quedó aún más alucinado de lo que estaba antes.

—¿Vas a salir así? —Dijo rompiendo el largo silencio, pero sin poder resistirse al verle vestido con unos estrechos pantalones de cuero negro que marcaban todo y una camiseta de tirantes finísima. Todo rematado con una chaqueta de cuero negro con multitud de cadenas y cremalleras metálicas.

—Claro, vestido para la ocasión. Dressed for success. —Contestó Richard riendo—. ¿Por qué no te animas y vienes? Aún estas a tiempo…

—Si para ir a ese antro me tengo que disfrazar como si fuera un domador de leones, paso…

—Ok, ¡pasa de todo! —Gritó—. ¡Y quédate viendo algún programa del corazón en la tele como las marujas!

—¡Pues eso haré! —Contestó Pol también gritando, mientras el inglés se dirigía a la puerta—. ¡Al menos yo no voy vestido como un amo sadomasoquista!, ¡que pareces una pantera dispuesta a atacar a alguien! —Y Richard se fue, dando un portazo estrepitoso a la puerta.

El portazo había sido bastante fuerte y el ruido se debió de oír en todo el edificio.

—¡¡Eeeehhh!! —Se oyó detrás de la pared—. ¡Dejad de gritar, que aquí hay gente decente que intenta dormir! —Dijo la vecina de al lado golpeando el muro, pues eran tan finos que se oía todo y los dos chicos la habían despertado.

—¡Cállese señora! —Gritó Pol iracundo—. Que es culpa suya ¡A ver a quién se le ocurre acostarse a las diez de la noche un sábado!

Pol se sentía mal, se encontraba un poco agobiado, por la discusión con Richard, por el alejamiento de Rosa, por su extraña relación con Marc, por los estudios, la casera, los vecinos, el vivir en una ciudad extraña para él. Quiso olvidarse de todo y volvió a tumbarse en el sofá, pero esta vez la tele no le entretenía y no podía concentrarse. Empezó a repetirse una y otra vez que odiaba a Richard, que odiaba cómo le había liado tantas veces, sacándolo a los sitios mas raros y complicándole la vida. Estaba harto de salir todos los fines de semana, de ir de un lado para otro. Cuando vivía en Galicia no llevaba ese tipo de vida. Pero entonces recordó como vivía en casa de sus padres, y como ansiaba la libertad de la que disfrutaba en ese momento, cómo había deseado precisamente vivir esas aventuras de las que ahora se quejaba. Recordó las palabras de su amiga Rosa y la ira fue desapareciendo para dar paso a otro sentimiento. Pensó en Richard, y en cómo a pesar de haberle liado tantas veces como había hecho su vida mas amena y menos simple. Se imaginó como hubiesen sido las cosas de no haberle conocido, entonces seguiría siendo el mismo chico tímido y reprimido de antes, no se hubiese atrevido a conocer el ambiente gay de la noche de Madrid y se hubiese encerrado en su casa y en sus libros, tal y como había hecho en el pasado. Quizás uno de los obstáculos mas duros que había que superar para aprender en la vida era el de la pereza, pues muchas veces ante la perspectiva de algo nuevo y desconocido se veía lo antiguo como algo más cómodo y seguro. Mientras Pol pensaba todo esto se sintió triste por haber discutido con Richard, y se prometió a si mismo hablar con él cuando volviera. El inglés se había dejado el móvil en casa, así que no podía localizarle. Pol siguió viendo la tele, pero no paraba de dar vueltas en el sofá, en realidad se aburría. Hacía tiempo que no se quedaba en casa un sábado por la noche, y aunque antes lo había criticado, ahora sentía que se aburría en exceso. Al fin, venciendo la pereza, decidió salir fuera a la fría noche e ir al cine o simplemente a pasear por el centro de Madrid.

A la mañana siguiente se despertó demasiado temprano, acostumbrado como ya estaba a acostarse a altas horas de la madrugada los sábados, el haberse acostado relativamente temprano la noche anterior resultaba casi algo nuevo para él. Al levantarse lo hizo con energía, y lo primero que hizo fue dirigirse a la habitación de su amigo para ver si había vuelto. Pero Richard no estaba allí, la cama estaba sin deshacer como muestra de que el inglés no había ido a dormir a casa esa noche. Pol se extrañó, pero decidió no pensar en ello, pues no quería preocuparse innecesariamente. La casa parecía aún mas vacía por la mañana, y ahora que se encontraba recién levantado, lleno de energía un domingo por la mañana y nadie con quien compartirla hizo algo que no había hecho en mucho tiempo… decidió limpiar la casa. Esa mañana Pol fregó los cacharros, puso una lavadora y planchó la tonelada de ropa que estaba sin planchar de la semana anterior. Cuando terminó con todas las tareas se sintió extrañamente satisfecho, ahora la casa parecía mucho mas acogedora, se prometió a si mismo que limpiaría mas a menudo, pues con la casa limpia se sentía mucho mas a gusto en ella, aunque nunca llegó a cumplir su promesa.

Ya eran las 12 de la mañana y Richard aún no había vuelto. Se acercaba la hora de comer y Pol empezaba a preocuparse, no era normal que Richard tardara tanto en volver, por mucha fiesta que hubiese tenido la noche anterior. Como no podía llamarle al móvil no sabía que hacer. Los nervios empezaron a hacer mella en él y, desesperado, decidió llamar a la policía, pero cuando la mujer que le cogió el teléfono le pidió su número de DNI colgó rápidamente, avergonzado por lo que estaba haciendo. Intentó pensar en que sitios podría estar el inglés y entonces se le ocurrió que tal vez le había pasado como a él aquella noche, y Richard podría estar durmiendo en casa de Marc. Con gran ansia y velocidad marcó el número para llamarle y averiguar lo que había pasado.

—Hola Pol. —Contestó Marc por el teléfono antes de que el chico pudiese decir nada.

—Hola Marc… ahm… ¿qué tal? —Dijo Pol balbuceando, cortado ante la rapidez del saludo del hombre, y sin saber muy bien que decir.

—Pues bien, me estaba preparando un café mientras riego los geranios porque…

—¡Ah, muy bien! —Lo interrumpió el chico antes de que Marc pudiese terminar su frase—. Oye, Richard no ha vuelto, ¿sabes dónde está?

—Si, claro, está aquí conmigo. —Contestó tranquilamente.

—Ah, ¡menos mal! —Suspiró Pol aliviado—. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no ha vuelto aún?

—Porque anoche ligó con uno. —Dijo Marc, divertido ante el nerviosismo de Pol—. Como tu amigo iba vestido como en una película porno de fetichistas del cuero de los años 70, pues se le acercó un gigantón peludo al que solo le faltaba la moto para ser uno de los «ángeles del infierno».

—Bueno, no me cuentes mas. —El gallego no quería saber mas detalles escabrosos—. Bueno, dile que cuando pueda que vuelva a casa, que estaba preocupado y quiero hablar con él…

—Se lo diré, adiós Pol, un beso.

Pol colgó y se sintió mas tranquilo, al menos sabía que su amigo estaba bien, y entonces se le ocurrió que como tenía los cacharros limpios podría cocinar por una vez algo de verdad y sorprender a Richard con comida normal cuando volviese a casa, y con ánimo y mas alegría se dispuso a ello.

Mientras en casa de Marc, él también había colgado sin dejar de sonreír, Richard estaba frente a él, mirándolo fijamente. En la mirada del inglés había agradecimiento, pero también una chispa de arrepentimiento. Dio las gracias al hombre y él arqueó las cejas, extrañado del juego que se traían los dos chicos, pero aceptó su agradecimiento por no decirle a Pol que, en realidad, su amigo no solo no había ligado, sino que no había dejado de pensar y hablar de él en toda la noche.