1 Hoy no me puedo levantar
Octubre.
Un desastre. Ésa era la única forma de describir el estado caótico del dormitorio de Pol en ese momento, y aun así estaba mejor que otras zonas del resto de la casa. Unos calcetines usados, que hacía tiempo fueron blancos, tirados en el suelo junto a la cama, un pantalón vaquero sin doblar, hecho un higo, sobre la silla, varios calzoncillos encima de la colcha, papeles por todas partes ocupando toda la mesa sin dejar ver lo que había debajo, la papelera llena de basura, y un desorden general que hacía tener la impresión de entrar en una casa abandonada, o en una pocilga a juzgar por el olor de los calcetines usados que impregnaba el lugar. Pol nunca fue muy ordenado. Pero eso si, siempre intentó cuidar su higiene personal y procuró ser muy limpio. Cuando se le ocurrió dejar su Galicia natal para venir a estudiar a Madrid, con la oposición pero gracias al dinero de sus padres, nunca pensó que tendría que hacer tantas cosas en la casa. Él siempre había visto las series de tele, en las que sólo disfrutan de la independencia sin obligaciones, y había vivido con su madre, esa esclava gratuita y leal de la que todo hijo no emancipado se aprovecha en algún momento, pero ahora se daba cuenta de que el vivir solo implicaba planchar camisas, fregar platos, limpiar la casa, todas esas cosas que, en realidad, le daban una enorme pereza y la sensación de que mientras las hacía estaba perdiendo el tiempo, en vez de aprovecharlo en algo mas útil. Con el paso de los años Pol se volvería mas disciplinado, pero en ese momento, era un auténtico guarro, dejaba los cacharros sin fregar durante toda la semana, y cuando ya no aguantaban mas y se salían del fregadero, se acababan las cucharas limpias y no quedaba mas remedio que fregar, los fregaba a disgusto y refunfuñando para sí que al día siguiente compraría cubiertos de plástico. Pero nunca los compró, pues también le daba pereza ir al supermercado.
Esa mañana iba a ser especial, y unos ruidos incesantes, rítmicos y molestos lo anunciaban. Eran como un martillo que golpeaba la cabeza de Pol, sacándolo de su sueño. A Pol nunca le gustó madrugar, las sábanas se le pegaban de una manera que su madre acabó llamándolo «marmota», y es que el ir a la cama era para él uno de los momentos mas felices del día. Le encantaba perderse debajo de las sábanas, sobre todo en invierno, arropado por miles de mantas o un grueso edredón nórdico, taparse hasta las orejas y apoyar la cabeza en la almohada y dejarse llevar… y así procuraba hacerlo todos los días 8 o 9 horas, eso al menos antes de ir a Madrid.
El ruido seguía siendo persistente, y aún medio dormido, Pol alargó un brazo y golpeó a ciegas el despertador, haciendo que se callara. Durante unos momentos fue consciente de la situación y se dijo para sí que aguantaría cinco minutos mas en la cama para despejarse y después se levantaría, era su primer día de clase. Pero cuando ya había pasado solo un minuto se volvió a dormir.
Un nuevo ruido volvió a despertarle, esta vez era mas fuerte y brusco, provenía de la puerta. Unos golpes rotundos en la madera consiguieron sacarle definitivamente de su sueño. Acompañando a los golpes había una voz extraña que lo llamaba.
—¡Pol!, ¿aún estás dormido?, wake up!, estoy haciendo desayuno. —El acento era extranjero, posiblemente inglés, y a pesar del pasotismo de Pol, la voz seguía insistiendo—. Hoy tenemos que ir a universidad.
Finalmente Pol recordó. La voz era la de Richard, un chico extranjero que había llegado el día anterior para alquilar la otra habitación del piso tras contestar al anuncio que Pol había dejado en la facultad. Con una pereza inmensa, Pol se levantó despacio de la cama y se quedó sentado un rato en el borde mientras intentaba despejarse y no volver a dormirse. Vio el reloj encima de la mesilla de la cama… ¡¡las 7:30!! «Pero si es muy temprano» pensó, y ya estaba a punto de acostarse de nuevo cuando recordó que tenía que entrar a clase a las 8:30, lo cual activó dentro de él un resorte que hizo que se levantara nervioso con energía y empezase a buscar a toda prisa entre el barullo de ropa amontonada en el suelo algo que ponerse. Mientras, Richard seguía llamándolo desde la puerta.
—Pol, ¿me has oído?, dentro de una hora tenemos que ir a clase. —Insistió el inglés.
—Sí… que sí, ¡carallo, que ya te oí!, ya voy, no tardo nada. —Pol se ponía nervioso siempre con las prisas, y además para mayor desesperación no conseguía encontrar sus pantalones vaqueros en medio de aquel barullo de ropa amontonada—. Tú… tú mientras ve preparando el desayuno, que ya salgo.
—¿Quieres huevos fritos o revueltos con el bacon? —Preguntaba Richard tranquilamente, ya desde la cocina.
—¿Huevos? —Pol se paró un momento, y pensó lo extraños que eran los desayunos anglosajones—. ¡Déjate de huevos! Sólo caliéntame un vaso de leche en el microondas y ya me comeré unas galletas. —Gritó, y siguió con su frenética búsqueda hasta que finalmente encontró su pantalón.
Pol salió de la habitación apresuradamente y se dirigió al baño, el cual encontró invadido por un montón de botes que no había visto la noche anterior. Champús, colonias, cremas… de todas las marcas y colores imaginables. Richard debía ser muy coqueto, o estar muy acomplejado. De todas formas, Richard le resultaba un poco extraño a Pol, pero aún no sabía por qué, en realidad apenas le conocía de unas horas. Finalmente salió del baño diez minutos después, ya peinado y aseado. Él era casi rubio, y le gustaba dejarse flequillo, había pasado por distintos peinados en diferentes etapas de su vida, se había peinado hacia delante, hacia atrás, con raya… ahora la mejor forma de describir su pelo era que parecía el vivo retrato de Tintín, peinado hacia delante con el flequillo en punta, lo cual unido a su imagen casi aniñada y su claro pelo reforzaban aún más esa similitud.
Richard esperaba en la cocina. El inglés ya estaba bebiendo su café, se había dado un auténtico banquete… huevos, bacon, tostadas. Pol lo ignoró y recogió su vaso de leche del microondas y media docena de galletas María de una caja que había comprado el día anterior. Se sentó al lado de Richard y empezó a mojar rápidamente las galletas en la leche para engullirlas después casi sin masticarlas.
—Comer deprisa no es sano. Breakfast es comida mas importante de día. —Richard lo miraba divertido, mientras Pol parecía el monstruo de las galletas de Barrio Sésamo con la boca llena.
—¡Carallo! Tenemos prisa ¿no?, además, yo desayuno normal, y no comiéndome todo eso que hiciste, que parece que asaltaste una granja de pollos. —Pol no estaba para recibir sermones esa mañana—. ¿Y qué es esa música demoníaca que suena? ¡No es normal poner música a las siete de la mañana!
—Música relaja mientras desayuno, además ésta es hora normal de desayuno, en England a esta hora ya estoy camino de clase. —Se defendió Richard.
—Si, bueno, eso será allí, pero aquí la gente normal duerme hasta mas tarde, y mas en este bloque de pisos… que viendo a nuestros vecinos parece que vivimos en una asilo de ancianos, los vas a despertar a todos… —Pol se quedó pensando unos momentos mientras decía esto. —Claro que, con el mal genio que tienen, despiértalos, me da igual… ¡¡pero no con música de Spice Girls, hombre!!
En la micro cadena sonaban las canciones clásicas de ese grupo inglés, creado artificialmente y de éxito apoteósico y fugaz, formado por cinco lobas con cara de comerse todo lo que se pusiera por delante y que acabaron de la forma mas variopinta. A Richard le encantaban, a pesar de que se separaron hacía tiempo aún era un gran fan, y más de un amigo suyo en Inglaterra había pensado que se fue a Madrid a estudiar un año de carrera solo para estar mas cerca de Victoria Beckham.
—¿No te gustan Spice Girls? I love them. —Richard miró sorprendido a Pol—. Pensaba que a ti precisamente te gustaría ese tipo de música.
—No se de que te extrañas, ese grupo ya está mas rayado que un gato en celo.
—Bueno, ¿y que grupos te gustan entonces? A lo mejor nos ponemos de acuerdo en la música de las mañanas.
—Mira… para empezar, no quiero que esto se convierta todos los días en una discoteca con tostadas y mantequilla… —Pol ya no entendía el concepto de desayuno que tenía el inglés. —Y bueno, a mi me gusta… no se, el pop español, Mecano, por ejemplo, durante mucho tiempo fue el grupo mas exitoso de este país—. Contestó ante la mirada de Richard.
—Pero eso es de años 80, eso si está pasado de moda.
—No ¿eh?, ¡son clásicos! —Se defendió Pol—. Los clásicos no pasan de moda, siempre permanecen, y Mecano es un grupo que siempre ha conservado su estilo, terminando por «El club de los humildes», y desde su primer éxito «Hoy no me puedo levantar».
—Muy apropiado esa canción para ti. —Se rió Richard—. Pero como no vayamos ya, llegamos tarde en nuestro primer día.
Pol miró el reloj… ¡¡las 8:10!!, Richard tenía razón, llegarían tarde, así que se comió de un bocado la última galleta, dejaron los cacharros en el fregadero para poder fregarlos algún siglo de estos y cogieron sus abrigos. Salieron por la puerta, y casi tropezaron en las estrechas escaleras de madera con una viejecita que llevaba bolsas de la compra. «¿¿Dónde habrá ido a comprar la vieja a las ocho de la mañana??, ¡vaya vecindario!», se preguntó Pol. Salieron a la calle y llegaron a la parada del autobús que los tendría que conducir calle Princesa arriba hasta llegar a Moncloa. Pero como siempre suele pasar en estas situaciones, el autobús se retrasó, para mayor impaciencia de Pol, al que ya le comían los nervios. Richard mientras, bastante mas tranquilo, lo miraba y pensaba que Pol sería un compañero de piso muy divertido, y además aún tenía que enterarse de si sus sospechas eran realidad.