12 Un hombre de verdad
Marzo.
El ambiente estaba viciado esa noche en el «Long Play». Había humo por todas partes y la ventilación no era muy buena, pero esos eran males que todos los visitantes del local aceptaban a cambio de poder conseguir un poco de alcohol y música alta. Pol y Richard habían ido esa noche a aquel local, donde les habían dicho que encontrarían ligues jovencitos y buenorros. Pero esa noche, o tenían muy mala suerte, o lo que les habían dicho era mentira, pues no veían a ninguno. Al contrario, a ambos les dio la sensación de que habían salido de Chueca y ya no estaban en una discoteca de ambiente, pues había mas mujeres de lo habitual. Pol y Richard intentaban distraerse mirando a su alrededor mientras bebían pequeños sorbos a sus copas, observando a los chicos que abarrotaban el local. Era increíble la cantidad de sudamericanos que se veían por allí, y es que el fenómeno de la inmigración de los últimos años había llegado a acabar afectando incluso a los locales de ambiente. Pol se sintió un poco extraño e intimidado, por un lado rodeado de un grupo de mujeres que amenazan con pisarle con alguno de sus altísimos tacones, por otro por dos sudamericanos que lo miraban con unas caras extrañas, y por detrás un grupo de tres gigantones que debían estar borrachos. «Si uno de estos se me cae encima adiós a Pol, me quedaré mas fino que un folio de papel» pensó mientras se apartaba como podía del paso del mastodonte, con la mala suerte de ir a tropezarse con una de las mujeres del otro grupo, la cual casi le tira la copa de un manotazo. Pol la miró con cara acusadora y ella se disculpó por su descuido, después el chico se acercó a la oreja de Richard para que pudiera oírle a pesar del altísimo volumen de la música.
—Richard, este sitio es lo peor. El chocho de aquí al lado casi me tira la copa encima, y esa masa de carne de ahí enfrente en cualquier momento me va a aplastar, de aquí vas a sacar «albóndigas de Pol». —Dijo medio riendo, medio cansado del local.
—La verdad es que no está muy animado esto. —Contestó su amigo—. Y lo peor es que no veo chicos guapos.
—Si, bueno, cada uno a lo suyo… Yo pensando en esquivar brazos y pies como si esto fuera un videojuego y tú buscando carnaza. Claro, como eres mas alto pues a ti no te pisan.
—Tonto. —Lo llamó Richard sonriendo, y le dio un beso en la mejilla con el que hizo que Pol se callara, desarmado una vez mas—. Vamos a esa otra zona, parece que está mas vacía y estaremos mejor.
—Vale, pero si no ves nada interesante en 15 minutos nos largamos de aquí. Estoy harto del «Long Pluff» este… hasta «Polana» me parece mas divertido.
—Si no vemos nada aquí, mejor te llevo al «Strong», verás como ahí si que te diviertes…
—¡Carallo, ni loco! —Se rió Pol con una mueca de complicidad—. No vas a arrastrarme al submundo sexual que tú sueles frecuentar.
Los dos chicos se refugiaron en una esquina más vacía de gente junto a unos sofás pegados a la pared atestados de cuerpos de jovencitos que Pol no sabía muy bien si estaban hablando, fumando, besándose o a saber que otras cosas, pues la penumbra no dejaba distinguir bien dónde empezaba una mano y terminaba otra. Se quedaron mirando distraídamente a su alrededor mientras se movían como podían al ritmo de la música, observando la clientela del local, y tal vez buscando algo interesante. Pol ya estaba harto y cansado y así se lo hizo saber a Richard.
—Richard, vámonos. Aquí solo hay mujeres y tíos feos. —Dijo desanimado.
—Bueno, esto es Chueca, supongo que las lesbianas también tienen derecho a salir. —Replicó Richard, que no tenía ganas de irse.
—Sí… que se lo digan a Rosa. ¡Menuda experiencia con las lesbianas! —Bufó Pol—. De todas formas, éstas de aquí no son bolleras, que esas tienen sus propios locales, y seguro que más animados que éste, lo cual no es difícil. Las de aquí son mariliendres, y tan petardas que no las aguanto. Mira esa de ahí por ejemplo, mira como va.
—¿Cuál? —Preguntó Richard mientras Pol le señalaba a una chica morena que estaba de espaldas.
—Esa, que lleva una camiseta con canalillo que deja ver los dos globos que tiene como tetas, esa morena de pelo largo y liso.
—Ah si, bueno… ¡she’s hot! —Comentó el inglés y Pol le miró con cara de escepticismo…— Además parece que va acompañada por unos chicos y uno de ellos me suena… —Los dos chicos afinaron la vista para ver de quien se trataba.
—¡Claro que te suena! —Exclamó Pol al fin—. ¡Es Tony, vamos a saludarle!
Los dos corrieron a saludar a su amigo, al que no veían desde que unos días atrás se puso enfermo y le dieron besos y abrazos. Tony se unió con entusiasmo a la alegría y gritó, como solía hacer siempre, un montón de barbaridades. Hablaron de Marc, el cual estaba ausente porque había asistido a una orgía que se celebraba en un hotel del centro, y se pusieron rápidamente al día de un montón de temas. Después, ante la mirada inquisitiva de Pol, Tony decidió presentarles a sus amigos, la morena y otro chico alto y rubio que al gallego le pareció muy atractivo.
—Bueno… os presento. Estos son mis amigos Zori y Miguel, trabajamos juntos. —Los presentó Tony, y ellos se dieron besos para saludarse—. Son heteros y están un poco perdidos, pero…
—¡Oye guapo! —Lo interrumpió Zori con un grito—. De perdida nada, que yo tengo muchos amigos gays y me conozco esto casi mejor que tú.
—Bueno, pues eso. —Respondió Tony sin entrar al trapo—. Además esto ya casi ni es un local gay, está lleno de chochos…
—Tío, no digas eso, que sabes que me sienta muy mal… —Dijo ella.
Tony la dio un beso y ella mejoró su ánimo. Pol se fijó en que Miguel había estado muy callado y se encontraba un poco más cohibido. El gallego tuvo que admitir que el chico le gustaba mucho, un poco mas alto que él, rubio, con una cara mezcla de niño bueno y gestos un poco de vacilón prepotente, lo cual sin duda le ponía muchísimo. «Mira éste que chulo es… me lo tiraba ahora mismo» pensó divertido mientras comprobaba el estupendo culito que se marcaba en el vaquero del rubio. Richard y Tony anunciaron que iban a la barra a pedir unas copas y preguntaron a los demás para traer la bebida. Pol prefirió quedarse con los amigos de Tony, y así estar mas cerca de Miguel.
Richard se abrió paso entre las multitudes que atiborraban la barra y metiendo un brazo y apartando cabezas, llegó a su destino seguido por Tony, mucho mas pequeño que él. Allí, después de una espera interminable, consiguieron que el camarero les hiciera caso y tomara nota de sus bebidas. Mientras esperaban, el inglés empezó a hablar con Tony.
—Bueno, ¿qué tal estás ahora? —Se interesó Richard.
—Bien, bien… ¿por qué? —Preguntó Tony extrañado.
—Marc nos dijo que estabas enfermo y mal de salud…
—¿Ah sí? —Comentó Tony nervioso, y Richard se dio cuenta cómo le había cambiado hasta el color de la cara, cosa que le resultó extraño. ¿Qué ponía tan nervioso a Tony para estar así?—. Pero ya estoy mejor, si… ¿qué fue lo que os dijo Marc exactamente? —Preguntó con el mayor disimulo del que fue capaz, como quitándole importancia.
—Nos dijo que tenías una gripe y estabas con fiebre…
—¡Ah, vale! —Respiró Tony aliviado—. Pues sí, ya estoy mejor, lo superé. Vamos a coger las copas y volver con los otros.
Richard no pudo evitar pensar y sentirse extrañado por la actitud de Tony. De repente se había puesto muy serio, y eso no era normal en él. Se preguntó que se tendrían en realidad entre manos él y Marc y qué era lo que ocultaban. Desechó de su cabeza esos pensamientos y, cargado con los vasos de las copas, volvió junto al grupo. Allí Pol charlaba animadamente con Zori mientras no le quitaba ojo a Miguel.
—Tienes un nombre muy curioso, Zori. ¿Es diminutivo de algo? Nunca lo había oído. —Preguntó Pol, curioso.
—Sí, es un diminutivo, pero no me gusta nada mi nombre…
—¿Cuál es el nombre completo?
—No te lo voy a decir, no me gusta.
—Se llama Zoraida. —Intervino Miguel, para sorpresa de todos, especialmente de Zori, la cual le lanzó una mirada asesina.
—¿Zoraida? Pues a mí me gusta. —Se rió Pol.
—¡Ni se te ocurra llamarme así! —Advirtió la chica—. ¡Mi nombre es Zori!
—Pero si Zoraida es un nombre muy bonito… —Se quejó Pol.
—Vale, ¿y tu nombre qué, eh? —Se defendió ella atacando—. ¿De dónde viene Pol?
—Ahm… pues… ¡uy, mira! Ya vuelven los otros con las copas. —El chico se sintió salvado por la campana al desviar la atención de esa conversación.
Zori protestó pero Pol prefirió no seguir por ese camino y cambió el tema de la conversación. Los cinco brindaron y bebieron un buen sorbo de sus copas. Pol se acercaba cada vez mas a Miguel, animado por el alcohol, y éste lo miraba con una cara entre extrañada y asustada, pero no se alejaba mucho. Tony presenció toda la escena y se rió.
—Por mucho que te acerques a él, Miguel no te va a follar, Pol. —Dijo tan basto y divertido como siempre.
—¡Idiota, yo no pretendo eso! Solo es que… —Empezó a tartamudear el aludido, y todos se rieron, incluido Miguel, al que tampoco parecía desagradarle la situación.
—¡Y tú no te rías Miguel! —Atacó de nuevo Tony—. Que eres el típico hetero provocón… aún recuerdo las cosas que me decías en el almacén, en el trabajo.
Miguel se defendió como pudo, pero Tony tenía la lengua más rápida y más larga y no le dio oportunidad, mientras los chicos se reían al presenciar esa conversación. Mientras, Richard estaba un poco mas ausente y miraba a su alrededor. El inglés estaba un poco cachondo y ya tenía ganas de encontrar a alguien que lo ayudara. Ésa era su cuarta copa de la noche y ya se encontraba bastante animado, en ese estado ya casi le daba igual cualquiera, pero necesitaba estar con alguien ya mismo. Un hombre aún mas alto que él pasó a su lado, rozando su hombro, y el inglés se volvió para ver de quién se trataba. El hombre estaba de espaldas, era alto y bastante grande, parecía tener la cabeza rapada y al chico le pareció muy morboso. El desconocido se volvió y le miró. Tenía una cara mas morbosa que guapa, más que suficiente para el inglés, que buscaba un desahogo cuanto antes. El rapado sonrió y Richard devolvió la sonrisa. Sin esperar más, encasquetó su copa a Pol y anunció que tenía que irse. Pol ya empezaba a estar acostumbrado a esas cosas y aceptó a regañadientes, ya se veía volviendo sólo a casa una noche más. Tony alucinó al ver el tipo con el que Richard había ligado, le parecía la masa, muy grandón y machorro, super morboso, y bromeó sobre cómo ese grandullón iba a destrozar al chico esa noche. Todos se rieron y vieron como el inglés se alejó hacia la puerta del bar acompañado por el desconocido.
Pol decidió interpretar uno de sus papeles, ensayado con éxito en otras ocasiones, y atacar a Miguel con una nueva táctica.
—Jo, ya me han dejado solito una vez mas… —Dijo.
—Bueno, bueno, tampoco pasa nada. Seguro que tú también encuentras a alguien. —Contestó el chico, intentando quitar hierro al asunto.
—No, nadie me quiere… —Dijo Pol lastimoso y poniendo cara de corderito degollado. —En fin… ¿me dejas poner mi cabeza en tu hombro?
—Yo… no se…
—Vale. —Y sin pensárselo dos veces lo hizo.
Tony y Zori se reían al ver la cara de resignación de Miguel al dejar a Pol apoyarse en él, y contrastaba con la cara de satisfacción del gallego. Tony comentó después que hacían buena pareja, comentario que recibió una mirada acusadora de Miguel, el cual pensaba que esa noche se iba a hacer muy larga.
Mientras, Richard subió al coche del desconocido. Un auténtico cochazo, que mas parecía un barco que un automóvil. Uno de esos audis en los que podrían caber una docena de personas de lo largos y grandes que eran. «Menudo lujo, este debe estar forrado» pensó el inglés mientras ponían el coche en marcha y sonreía al dueño. El rapado miró muy serio, en sus ojos se veía deseo pero también algo de preocupación y, antes de ponerse en marcha decidió aclarar algunas cosas.
—Antes de nada tengo que confesarte una cosa, Richard. —Dijo muy serio con su voz grave y profunda.
—Dime, Antonio. —Pues así se llamaba el desconocido—. Soy todo oídos.
—Quiero que sepas que estoy casado…
—Ok, ¿y qué más? —Preguntó el inglés sin darle mayor importancia.
—Nada más… ¿no te importa eso?
—¿A mí, por qué?
—Pues porque soy bisexual, y tengo una mujer… incluso una hija.
—Bueno, lo que hagas con tu vida es cosa tuya. —Explicó Richard, deseando que acabara esa charla absurda y se fueran ya a follar—. Yo no voy a juzgarte, si a ti te parece bien, a mí también. Take it easy!
—De acuerdo, vamos a tu casa. —Accedió el hombre al fin, y el inglés asintió con una gran sonrisa.
Por el camino la excitación de Richard crecía por momentos. Su ligue estaba muy bueno, era muy alto, moreno y rapado, con buen cuerpo, muy morboso, realmente parecía un auténtico «macho man», y Richard últimamente estaba cansado de muñequitas de porcelana, ya le apetecía estar con un hombre de verdad. Un hombre que le cogiera y le agarrase y le tirara contra la cama mientras le penetraba por detrás clavándolo al colchón, un hombre basto y rudo que fuera morboso follando. Al inglés no le importaba que estuviera casado, no era su primera vez con un hombre en esa situación, y era algo mucho mas común de lo que la gente se imaginaba. Incluso pensó que eso le daba cierto toque morboso al asunto. Muchos de esos casados activos tenían experiencias sexuales un poco frustrantes con sus esposas, y se desahogaban con otros hombres. «A veces las tías son tontas» pensaba Richard, «Con lo que mola que un hombre grandullón como éste te coja y te destroce vivo brutalmente, y ellas prefieren abrazos y besitos», el inglés no podía entenderlo. Llegaron a la casa de Richard y subieron por las estrechas escaleras. El inglés prefirió subir primero, con la esperanza de que en la subida el desconocido se fijara en su culito y eso empezara a animarle para después. También observó, como de costumbre, que las mirillas de las puertas de las ancianas vecinas estaban abiertas. Ya estaban cotilleando otra vez, seguramente en su afán de criticar y morboseo. Después de todo, en unos pocos meses él y Pol se habían convertido en las atracciones del edificio. Esas jubiladas sin otra cosa que hacer mas que hablar se lo pasaban estupendamente destripando a los dos chicos y cotilleando entre ellas sobre la cantidad de hombres que subían y bajaban esas escaleras. Richard y su invitado cruzaron la puerta, entraron en la casa y, sin encender la luz, el desconocido preguntó dónde estaba el dormitorio. El inglés sonrió, incapaz de ocultar su excitación y lo arrastró hacia su cama.
En la habitación de Richard no se escuchaba ningún ruido ni se veía ninguna luz. Tan sólo el débil jadeo y los susurros de él y su amante desnudándose inundaban el ambiente. El chico consiguió quitarle la camisa y comprobó satisfecho cómo éste tenía un bonito y bien formado torso cubierto por un fino vello negro. Se entretuvo bastante en sus pezones, lo cual el hombre agradeció con profundos jadeos. Después volvió a elevarse y ambos se besaron en la boca. El inglés estaba excitadísimo, ya habían perdido toda la ropa, quedándose ambos en calzoncillos, y comprobó maravillado como el miembro de su amante era de un tamaño considerable. Sin aguantar más lo arrastró hacia la cama y ambos se revolcaron de un lado a otro en un juego continuo de besos, magreos y sobos, así como en una lucha fiera y agresiva de sus lenguas, que luchaban entre sí por entrar en la boca del otro. Richard notaba muy contento como su amante estaba tan excitado como él y, tal y como esperaba, su visión del sexo era ruda y agresiva. Justo el tipo de sexo que le apetecía en ese momento. Ya sin los calzoncillos, el hombre bajó su cabeza y empezó a chupar la entrepierna del chico. Lo hacía muy bien, y Richard tenía que reconocer que hacía tiempo que no le hacían una felación tan buena, pero estaba deseando que aquello terminara cuanto antes para que el desconocido le pudiera penetrar, pues las ganas ya le corrían por todo el cuerpo en un reguero de excitación. El hombre levantó su cabeza y sonrió, Richard respondió con otra sonrisa, y cuando pensó que ya por fin había llegado el momento, el desconocido empezó a hablar.
—¿Te gusta? —Preguntó el rapado.
—Mucho, pero hay algo que me gustaría más… —Contestó el inglés de forma sugerente.
—¿Te gusta decir cosas mientras lo haces? —Insistió el hombre con las preguntas.
—¿Qué cosas?
—¿Sabes cuál es mi nombre? —Susurró el hombretón.
—Sí… te llamas Antonio ¿no? —Contestó Richard extrañado ante aquella pregunta.
—No… mi nombre es Vanessa… Es mi nombre de putita. —Dijo él, y Richard abrió los ojos como platos, sorprendido.
—¿Va… Vanessa? —Dijo al fin, y el hombre asintió sonriendo
—Quiero que me llames por mi nombre de putita mientras me follas, cabrón. —Insistió el grandullón rapado.
—Ah… sí, vale… tú… tú sigue chupando de momento. —Tartamudeó el inglés sin saber muy bien qué decir.
El hombre siguió chupando animado durante un buen rato, pero Richard ya no estaba tan excitado como antes y al final, al pensar en todo aquello acabó por perder la erección. Los intentos de Antonio, «Vanessa» como volvió a insistir en que le llamara, no dieron resultado y el inglés fue incapaz de follarle. Tampoco le apetecía hacerlo. Su idea del sexo con ese tipo de mas de 1.90, rapado y con cara de bruto, era muy diferente, y estaba muy decepcionado.
Finalmente, y sin poder hacer ya nada para solucionarlo, se vistieron y Richard prácticamente tuvo que echarle de casa, pues «Vanessa» acabó preguntando si tenían en la casa ropa interior de mujer para ponérsela y ver si así se volvían a excitar. Richard cerró la puerta en sus narices y fue hacia su habitación con la intención de masturbarse, frustrado por aquella experiencia, y farfullando enfadado que ya no quedaban hombres de verdad en la ciudad.