Siete años después.

 

Era el cuatro de julio y como todos los años, la casa estaba llena de gente, los gemelos Aidan y Matthew, los hijos mayores de Mike y Lori, corrían alrededor de la piscina con un balón que aterrizó en la cabeza del novio de Melody con toda intención. Ésta, los miró como mosquitos y siguió charlando con el joven. Estudiaba tercer año de literatura en Stanford, lejos estaban las gafas y los bracketts. Era una hermosa mujer y el chico que tenía a su lado, la miraba con adoración, como si no pudiera creer la suerte de que se hubiera fijado en él.

Patrick, aplaudió a sus sobrinos satisfecho, Bella le dio un codazo, para borrarle la cara de complacencia.

—¿Siempre tienen que tener el cabello largo? —preguntó Patrick molesto.

—Pregúntale a la experta en hippies —contestó Mike enseguida.

Estaba en una tumbona con las piernas abiertas y Lori acomodada en el medio con un short y una camiseta de pre-mamá. Mike le masajeaba el abdomen, tenía cinco meses de embarazo de su cuarto hijo.

—Es una etapa, lo superará, te lo aseguro —señaló Lori convencida—. Para la muestra un botón—. Acarició a su marido que enredo más las piernas con las de ella.

La pequeña Samanta de cuatro años, estaba en la piscina con Carole que convertida en una hermosa adolescente, volaría ese otoño lejos de casa, a Paris para hacer su sueño realidad, en la carrera de diseño de modas. Bella tenía siete meses de embarazo, fue una total sorpresa para ellos y ya con las chicas fuera de casa, era un nuevo comienzo y estaban felices.

—Oye, papá —dijo Aidan a su padre, acababan de cumplir seis años y eran unos pequeños terremotos, llenos de vitalidad.

—Dime, hijo.

—Deja de sobar a mamá y ven a jugar con nosotros —expresó el chiquillo, con semblante serio, no eran muy generosos compartiendo.

—Está bien. —Se levantó de la tumbona resignado—. Más tarde continúo con el masaje, principessa.

Le acarició la cara y la besó en la boca mirándola con deseo, ella le palmeó las nalgas y él siguió a su pequeño hijo. Primero se agachó a la orilla de la piscina para besar a su hija que lo abrazó y lo invitó a meterse en la piscina.

—Deja organizo un rato el juego y estoy contigo, mi amor.

—Bueno, papi —contestó la hermosa chiquilla de cabellos rubios y de ojos oscuros, que ahogaba a Mike en sentimientos. Adoraba a sus hijos, le molestaba ausentarse a veces y dejarlos, disfrutaba cada momento de su hogar.

Convidó a los demás al partido, Patrick y John el novio de Melody. En ese momento entraron Seth y Jack, con el pequeño Dan, un chiquillo de mirada pícara y de ascendencia china que habían adoptado tres años atrás, el pequeño tenía cuatro años. Seth se unió al equipo y Jack camino hacia Lori, la abrazó y la besó con descaro, en un gesto que hizo fruncir el ceño de Mike, éste le comentó algo al oído a Patrick. Jack reía.

—Míralos, están planeando donde desaparecer el cuerpo —comentó a Lori.

—No seas malo, sabes que Mike te estima.

—Oh, sí, claro —dijo Jack bromeando, mientras ponía unos flotadores en los brazos de su hijo. Habían alcanzado una tregua hacía varios años y Mike por su mujer haría cualquier cosa, hasta tolerar a su “querido Jack”, como decía irónico, cada que lo nombraban.

Carole recibió al pequeño Dan en la piscina, quien se puso al lado de Samanta enseguida, se conocían y se llevaban de perlas.

Empezaron a salpicarse agua y a nadar.

En ese momento salió Pedro de la casa y se sentó al lado de Melody enzarzándose en una discusión sobre el último libro que había leído el abuelo. Estaba bastante recuperado y lleno de vida, su cuerpo estaba libre de cáncer y pasaba mucho tiempo con ellos. Lori lo quería mucho y él la amaba como a una hija. Los suegros de Mike llegarían en cualquier momento, la limusina los estaba recogiendo en el aeropuerto. Los fuegos artificiales empezarían en tres horas. Peter estaba algo lejos y se disculpó por teléfono.

—¿Hasta cuándo vas a seguir aumentando la prole Donnelly? —Jack la miro con cariño.

—Ya decidimos que éste será el último.

—Tu marido cumple sus promesas, por lo que veo.

—¿Por qué lo dices? —lo miró curiosa.

—Hace años cuando le di tu paradero en Chicago, me prometió que te haría feliz y que te llenaría de hijos, lo ha hecho todo al pie de la letra —le tocó la barriga y en ese momento sintió un pelotazo.

—¡Mike! —gritó Lori disgustada.

—Lo siento —contestó Mike con fingida consternación.

Chocó las palmas con Patrick en una mirada cómplice.

Jack no le prestó importancia.

—Déjalo, no sabes lo que disfruto verlo mortificado.

—Se nota que lo disfrutas.

Lori miró a Mike feliz por todo que habían construido. Eran más los días buenos que los malos, el centro de jóvenes había crecido bajo la tutela de Lucas y Lori.

Mike había creado una red muy tupida con sus ahijados de Alcohólicos Anónimos para que lo sucedido a Althea no se repitiera.

Mike devolvió la mirada a su mujer, satisfecho porque con un solo gesto, lo hacía sentir el rey del mundo. Un pelotazo de John lo sacó de sus pensamientos, todos reían.

—Papá está haciendo el tonto otra vez —dijo Matthew.

—Como siempre que mira a mamá —contesto Aidan.

—Sí, como siempre —confirmo él—. Lo que hace el amor, hijo mío, algún día lo comprenderás.

 

 

FIN

 

Perdido en tu piel
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