Al entrar en la cocina de la casa, Lori y Mike encontraron a una mujer madura de ascendencia latina, secándose las manos con una toalla de cocina.
—Permíteme presentarte a Consuelo —dijo Mike al tiempo que ponía las manos en los hombros de la mujer—, mi colaboradora en la casa, ella y su esposo viven en la casita detrás de la piscina, Joaquín, se encarga de la vigilancia y el jardín.
—Es un placer conocerte, Consuelo —Lori le dio la mano y le sonrió con calidez.
—El placer es mío —contestó la mujer sonriendo y observándola con curiosidad.
—Consuelo, ¿ya está todo listo?
—Sí, señor Donnelly.
—Iré a cambiarme y después haré unas llamadas, si quieres dar un paseo, o estar en la piscina, estás en tu casa, principessa. —Mike se dirigió a la puerta—. Cualquier cosa que necesites, pídesela a Consuelo.
—Ve tranquilo, estaré bien.
Lori decidió dar una vuelta por la piscina y los jardines, Joaquín, un hombre de la misma edad que Consuelo de baja estatura, cabello entrecano y sonrisa afable, podaba algunas plantas.
—Lindo Jardín, lo felicito, se nota que está en manos de un experto artesano.
—Son mi otra familia, todo lo que necesitan es cuidado y amor.
Lori observaba como sostenía una hoja de una planta, cavilaba, si la mandaba a mejor vida o no, decidió dejarlo con su trascendental decisión y seguir su camino.
—Hay ciertas plantas que se protegen con costras duras para evitar que les hagan daño, hay que quitar cada capa, para poder ver la belleza de su interior.
Lori estuvo segura de que no hablaba de las plantas.
—Lo tendré en cuenta —anduvo hasta la casa, a medio camino, se encontró con Consuelo que traía una bandeja con té helado.
—Señorita, Lori ¿lo bebe aquí o en la casa?
—Consuelo, llámame Lori, gracias —sostuvo el vaso que le ofrecía—, prefiero tomarlo donde tú estés, quiero conversar.
—Disculpe al señor Donnelly por haberla dejado sola tan pronto —tenía un gesto de contrariedad—. Claro que puede acompañarme.
Se dirigieron a la casa mientras charlaban de forma animada. Lori se sentó en un banco alto alrededor del mesón de la cocina, mientras observaba a la mujer picar verdura y mezclar ingredientes como toda una profesional. Le preguntó cuánto tiempo llevaban trabajando para Mike, su comida preferida. Percibió que había una relación más afable que la de jefe y empleada. Lo querían y se preocupaban por él.
A la hora de estar conversando, conocía bastante de la vida de Consuelo, el nombre de sus hijos y de sus nietos. Cuando Mike salió del estudio las encontró en la cocina, charlaban como viejas amigas. Lori ayudaba a Consuelo a pasar la comida al comedor auxiliar que daba al jardín y a la piscina.
—Disculpa la tardanza, principessa —miraba de Lori a Consuelo, sorprendido por la capacidad de Lori para relacionarse con toda la gente alrededor, era una mujer cálida y le gustó, sonrió complacido.
—No te preocupes, he estado en muy buena compañía —le devolvió una mirada apreciativa al verlo con unos shorts de jean deshilachados, una camiseta pegada y sandalias.
Se sentaron a almorzar, Mike destapó una botella de vino. Le brindó a ella y él bebió una limonada helada. Mientras la observaba, se dio cuenta que nunca había conocido a una mujer que se sintiera tan bien consigo misma en cualquier entorno como Lori, sencilla, sexy, segura, llegaba a algún lugar y tomaba las riendas enseguida, casi sin darse cuenta, como algo natural.
—¡Estoy hambrienta!
—Yo también.
—¿Tu bote tiene nombre? —preguntó Lori, mientras armaba un taco con los ingredientes que había en la mesa.
—No, no he pensado en ningún nombre para el bote.
—¿Vamos a salir a navegar?
—Claro que sí, principessa, este fin de semana, tus deseos son órdenes.
Mientras la observaba deleitándose con la comida, lo asaltó el deseo de besarla, llevarla a la habitación y hacerle el amor, pero también quería complacerla, hacerla reír, que lo siguiera mirando así.
—Esta comida me recuerda al restaurante mexicano que quedaba cerca de mi casa, el sabor es el mismo, una delicia.
—Con Consuelo trabajando para mí, está es mi dieta. Me encanta su comida, parezco más de raíces mexicanas que italianas, aunque Consuelo está más que preparada para cocinar cualquier cosa.
—¿A qué se debe que prefieras esta comida y no la italiana?
Lori observó que la mirada de Mike sufrió un ligero cambio.
—En nuestra infancia Isabella y yo, estuvimos muy ligados a esta cultura. Las personas que nos cuidaban y eran importantes para nosotros eran los familiares de Consuelo, su hermana mayor y el esposo nos criaron, aunque teníamos un ama de llaves que parecía alemana —le dijo pensativo—. Isabella y yo pasábamos más tiempo en la cocina y en la casa de la servidumbre que en nuestro propio hogar —Mike sonrió—. Es increíble que el calor de hogar en nuestra infancia nos lo haya brindado una sencilla pareja de inmigrantes mexicanos.
Mike quedó pensativo, ellos fueron sus primeros amigos, los quería mucho y era un ingrato con la pareja, por castigar a su padre había descuidado a las personas que tanto cariño les habían brindado a él y a Isabella.
Lori tenía el corazón encogido y dejó de disfrutar de la comida. Sabía que Mike se había criado en una gran mansión, pero que tuviera que buscar a la servidumbre para recibir un poco de calor de hogar, era abandono por parte de sus padres. Ahora entendía el porqué de su coraza y lo reacio que era a hablar de ello.
Lo tomó de la mano.
—Eres un buen hombre, Mike Donelly, hicieron un gran trabajo.
—También quería mucho a mi abuela, pero mi padre, tenía una guerra casada con ella y eso hacía que nos mantuviera alejados; eso la afectó mucho.
Lori quería saber más, pero no deseaba apurarlo, se daba cuenta que poco a poco le iba abriendo su corazón. Después de comer, Lori fue a cambiarse para el paseo en bote. Se reunió con Mike en la piscina, donde él se tomaba un refresco y hablaba con Joaquín que se despidió en cuanto ella llegó. La hambrienta mirada de Mike no tenía precio, le hizo el amor en todo el recorrido hasta que quedó frente a él. Lori se había puesto un bikini blanco y un pareo transparente del mismo color, sandalias doradas de tiras delgadas y gafas.
—Mmmm me dan ganas de quedarme —dijo Mike jalándola hacía él y sentándola en sus piernas. Le besó el hombro. Lori lo abrazó y le dio un profundo beso en la boca.
—Con esa mirada de lobo feroz, estoy tentada.
Entraron en la casa. Lori caminó delante de él. Mike observó el contoneo de sus caderas y pensó que no sería mucho el tiempo que duraría ese bikini en su cuerpo, cuando la tuviera en el bote.
—¡Tío Mike! ¡Tío Mike! —Atravesaron la puerta Carole y Melody, seguidas de Isabella que se sorprendió al ver a Mike en compañía de una mujer en su casa.
—Chicas compórtense, su tío tiene visitas —señaló Isabella.
Ambas abrazaron a Mike de forma posesiva hasta que las presentó.
—Melody, Carole, les presento a Lori una amiga de San Francisco.
Lori devolvió el saludo con un beso en la mejilla de cada una. Luego Mike la presentó a Isabella.
—Por fin te conozco, Mike habla mucho de ti y desde hace años, siempre quise conocer a la hermana de Peter. —La abrazó de manera calurosa—. Cuando era una jovencita vivía enamorada de Peter.
—Recuerda que ya estabas casada, eras un año mayor y éste garbanzo crecía en tu barriga. —dijo Mike al tiempo que le revolvía el cabello a Carole.
—Pero no estaba ciega y así no lo hubiera estado, no los hubieras dejado acercarse a mí. Peter y Nick eran la fantasía de cualquier mujer y ellos se aprovechaban de eso. —Le golpeó el pecho con una mano—. Como si tú fueras igual de fiar.
—Vaya —señaló Lori—. Cuéntame ¿por qué si te metes conmigo?
Isabella sin ahondar mucho, con esa respuesta, ya había satisfecho su curiosidad en cuanto a la naturaleza de la relación de su hermano con esa hermosa rubia.
Mike, las miró exasperado.
—Bien, preciosas ¿A qué debo el honor de esta visita?
Lori se percató como el semblante de Mike cambiaba cuando miraba a su hermana y a sus sobrinas, una sombra de calidez y cariño vistió su rostro.
—Mike, disculpa la molestia, no sabía que tenías compañía, tengo cita en el Spa en media hora y pensaba dejarlas un rato, pero si estás ocupado…
Mike miró a Lori.
—No hay problema.
—Será un placer compartir con las niñas, ve tranquila —aseguró Lori.
—Entonces me aprovecharé de ustedes —besó a sus hijas en las mejillas y les pidió que se portaran bien.
—¿Te pasa algo? —preguntó Mike. Su hermana no estaba bien, la veía pálida y con un dejo de tristeza en la mirada.
—No, nada —exclamó la aludida, forzando una sonrisa—. Nos vemos después.
Salió de manera apresurada.
Mike la conocía mejor que nadie y algo la preocupaba, decidió no insistir delante de las niñas y Lori, ya lo averiguaría más tarde.
—Bien, pequeñas, vamos a dar un paseo en bote.
Melody y Carole, saltaron alegres y todo el grupo se dirigió en auto para ir al muelle.
La tarde, a pesar de la estación, estaba soleada, el lugar bullía de actividad, había varios botes de varios colores, estilos y tamaños fondeados en el puerto.
El bote de Mike, sin ser muy grande era cómodo, de color blanco. Después de exigirles los salvavidas a las niñas y de revisarlos bien, acomodó a Carole en las piernas, Lori se sentó a su lado junto a Melody.
—Tío, quiero ver los delfines —dijo Carole a Mike.
—Con gusto preciosa, delfines, allá vamos.
—Carole, cuando estemos cerca no te vayas a asustar, en el último paseo con mi tío —relataba Melody a Lori—, un delfín juguetón se acercó y lo confundió con un tiburón.
—La culpa fue tuya, dijiste que le habías visto los dientes de tiburón —retrucó Carole enseguida.
—Tontita tu que te lo creíste —señaló Melody.
—Bueno, bueno —interrumpió Mike mirándolas ceñudo—, no empiecen o los únicos delfines que verán serán los del negocio de Steve.
—¿Quién es Steve? —preguntó Lori.
—El dueño del negocio de tablas de surfear y que vende flotadores en forma de tiburón, delfines y caballos de mar.
—Mira —saltó Carole de las piernas de Mike—; Leones marinos, son tres, una familia.
Varios metros más allá los delfines, estos se acercaron y jugaron alrededor del bote.
—¡Delfines! ¡Delfines! —gritaron las niñas.
—Qué hermosos —dijo Lori uniéndose a la algarabía.
—Tío Mike, quiero ver ballenas —soltó Carole abrazándose a su cuello.
—No podemos, amor, están mar adentro —Mike la acariciaba con ternura. Lori pensaba que él sería un buen padre, era muy cariñoso y protector con sus sobrinas.
Dieron otra vuelta y después volvieron al muelle. El lugar era un hervidero de gente, caminaron un rato, entraron a un parque de diversiones y comieron helado.
Al llegar a casa pidieron una pizza y jugaron Monopolio. Mike y Melody barrieron con las propiedades. Lori y Carole jugaron sin dignidad, birlando billetes de los montones de Mike y no respetaban las reglas.
—Tramposa —dijo él.
—En el juego y en la guerra todo se vale.
—El dicho es en el amor y en la guerra todo se vale.
Mike sonrió y sin dejar de mirarla, se percató que Lori tenía una dulzura innata, prodigaba cariño a sus sobrinas y al mundo en general, quería acercarse más a ella, necesitaba que lo tocara, se estaba acostumbrando a su afecto, quería un poco, de ese que derrochaba a manos llenas, para él. Cuando lo tocaba, se sentía en paz con el mundo.
—Hueles delicioso —dijo Carole a Lori que enterró la nariz en su cabello.
—Es un perfume con aroma a fresa —contestó Lori sin dar mayor importancia.
—Huele, tío Mike, huele, es delicioso —soltó la chiquilla instándolo a acercarse más a ella.
Mike quería hacer algo más que oler, quería morder, chupar, besar y saborear y no solo su cuello, quería venerarla entera, imágenes lascivas invadieron sus pensamientos.
Se retiró unos minutos para realizar unas cuantas llamadas. Al volver encontró a Lori en el estudio bailando con sus sobrinas. En el reproductor de música se escuchaba una canción de Beyonce, Lori movía las caderas y tenía los brazos levantados, el vuelo del pareo ondulaba al ritmo de la música, sus sobrinas trataban de imitarla, no se pudo aguantar y le tomó otras fotografías. Al ver a Lori tan en comunión con sus sobrinas tuvo el impulso primitivo de sacarla de allí, llevarla a cualquier parte y perderse en ella, saquear como pirata no solo su cuerpo, sino su mente y su alma, era el impulso de todos los machos a través de la historia de querer marcar territorio, de llenarla de hijos, de cazar para ella. “¡Pero qué diablos estoy pensando!,” contrólate Mike.
*****
Althea llegó a su piso en el otro extremo de la ciudad. Había estado con los gemelos toda la tarde. Se veían contentos y saludables. Al comienzo de las visitas lloraban, ya no la extrañaban. Los perdía, entre más tiempo pasara, menos oportunidad tendría. Algo le inquietaba, como una rasquiña de la que le era imposible deshacerse. La señora Curtis, la trabajadora social que llevaba su caso y la acompañaba en todas las visitas, había sido muy vaga respecto a cuándo sería la vista ante el juez para recuperar la custodia de los chiquillos. Semanas atrás, le había dicho que en unos dos meses sería la primera vista. Ahora que estaba mejor que antes, que había conocido el lugar donde vivía, era muy vaga en cuanto a su caso ¿Y si nunca los recuperaba? Su ánimo cambió de pronto y apareció de nuevo la sed y la eterna lucha para controlar el impulso de beberse el mundo. Relájate, Althea, se reprendió, debes aprender a manejar el estrés. Caminó por la habitación durante un buen rato. “Una copa no me hará perder lo ganado. No te engañes. Tengo sed. Un solo trago”. No iba a llamar a Mike, no podía depender de una persona para controlar una adicción que era solo suya. “Dios mío, ayúdame, por favor.” Fue lo último que dijo antes de dirigirse a la despensa. Escarbó entre varios elementos y sacó una botella de licor envuelta en una bolsa de papel. “Déjala, Althea. Tú eres más fuerte que esa puta botella.” La soltó sobre el mesón de la cocina como si quemara. Tomó la botella, las llaves y salió de la casa. La estrelló contra la caneca de basura y corrió como alma que lleva el diablo de nuevo para su casa. Iba a ser una noche muy larga.
*****
Isabella llegó de buen ánimo, por el descanso y muy hermosa, a recoger a sus hijas.
—Mamá, mamá, estás linda —dijo Carole saltando alrededor de ella.
—A papá le encantara —añadió una pragmática Melody.
—Gracias, mis chiquillas, ¿Y tú no me vas a decir nada? —dijo Isabella y dio la vuelta para que su hermano admirara su aspecto.
—Para mí siempre estás preciosa —dijo acercándose a abrazarla con cariño. Isabella cerró los ojos y se negó a llorar conmovida por las palabras de su hermano.
—Gracias, necesitaba ese rato para mí —Isabella lo miro con algo de angustia.
Mike frunció el ceño.
—Isabella, quiero hablar contigo, vamos al estudio, por favor.
Deseaba saber qué diablos le pasaba, le preocupaba verla así, le daba miedo y más con los antecedentes de su madre.
—Yo también quiero hablar contigo sobre los últimos regalos para las niñas, Mike no puedes presentarte con algo así sin consultarnos, Patrick está molesto.
La molestia de Patrick era la menor de las preocupaciones de Mike. Se alejaron por el hall directo al estudio.
—Papá no solo está molesto por los regalos —señaló Melody con gesto preocupado.
El instinto de ayuda afloró en Lori enseguida. Las niñas eran adorables y no le gustó el ceño de preocupación en sus rostros.
—¿Desean hablar de eso?
Las chicas si deseaban hablar, porque de inmediato pusieron a Lori al tanto de la situación. Melody comentó que sus padres discutían todo el tiempo. Carole afirmaba lo que decía su hermana. Isabella se quejaba que su esposo no tenía tiempo para ella pero para otras actividades sí.
—Mamá está celosa de una tal Linda —añadió como punto final al relato Carole.
Lori las llevó a la cocina. De un aparador sacó galletas, había visto en el rato compartido con Consuelo que las guardaba en ese lugar y de la nevera sacó leche que les brindó a las chicas en sendos vasos.
—Antes que nada, los problemas que ellos tengan, ellos mismos se encargaran de solucionarlos, no dejen que eso las afecte. Sean cariñosas con ambos consientan mucho a Isabella y cuando llegue su papá del trabajo denle tranquilidad, amor, que se sienta el centro del universo en la vida de ustedes.
—¿Crees que funcione? —la miró Melody consternada—. No quiero que se divorcien, la mitad de los papás de mis compañeros de la escuela son divorciados.
—No va a pasar, estén tranquilas y claro que va a funcionar —Lori pensaba que el hombre que se alejara de estas mujeres sería un rematado idiota.
En el estudio, Mike le señaló una silla a una Isabella preocupada y él se sentó al frente de ella en el borde del escritorio.
—¿Qué pasa, Bella?
Isabella soltó el llanto ante el tono cariñoso de su hermano y ante el diminutivo de su nombre, así la llamaba Patrick.
—Creo que Patrick tiene una aventura —soltó Isabella en medio de sus sollozos.
—¿Estás segura?
Mike siempre había visto a Patrick entregado a su familia. Adoraba a Isabella, la manera en la que la miraba, el amor por sus hijas. No podía creer que todo se fuera al garete. Ningún hombre en sano juicio tendría una aventura con la clase de mujer que Patrick tenía en casa. Claro está, que él la veía con ojos de hermano y que la adoraba además. Cada matrimonio era un mundo y tratar de involucrarse era como atravesar un campo minado.
Isabella le manifestó que Patrick tenía todos los síntomas. Llegaba tarde, peleaba por cualquier cosa, casi no le hablaba, hasta había detectado perfume de mujer en una de sus camisas.
—Hace semanas que no tenemos sexo.
Mike levantó las manos horrorizado, sin querer saber sobre la intimidad de su hermana.
—Por favor, esos detalles, ahórratelos —dijo Mike—¿No será que tiene problemas en el trabajo?
—Pam, me llamó anoche para decirme que había visto a Patrick cenando con una mujer en Nobu. Ni siquiera comparte una pizza con nosotros pero sí cena con compañeras de trabajo.
—Pam es una cotilla. —Era compañera de colegio de Isabella—. ¿Cómo sabes que era alguien del trabajo?
—Por su descripción coincide con Linda una nueva socia del bufete.
—No saques conclusiones precipitadas. De pronto era una reunión de trabajo.
Isabella se levantó de la silla y caminó por la habitación.
—¿Los dos solos? Mike, por favor, no nací ayer.
—Llevas mucho tiempo casada, tienes dos hijas, debes luchar por tu matrimonio.
Isabella creía que su vida era un completo fracaso y todos sus miedos hacían erupción ocasionándole una gran tristeza. Ella no había terminado la universidad, toda su vida lo único que quiso fue formar una familia, para compensar la soledad de su infancia y tenía vocación. Las mujeres ejecutivas y agresivas la dejaban fría. Adoraba su hogar, atender a su familia, así la criticaran, era lo que ella quería de su vida. Pero ahora las dudas la asaltaban, podía haberse equivocado y de pronto Patrick con el nombramiento de socio del bufete, tenía otros intereses. Le era difícil imaginarlo involucrándose con ese tipo de mujeres. Su Patrick era hogareño, pero fiero y posesivo, le encantaba llegar a su hogar y encontrarla a ella en los preparativos de la cena, le gustaba ayudarla y jugar con sus hijas. Era una vida sencilla pero valiosa para ella. ¿Por qué de pronto sentía que todo se venía abajo y no podía hacer nada para recuperarlo? Isabella era una persona activa intelectualmente, le gustaba la literatura, había tomado algunos cursos libres en la universidad y los había disfrutado. ¿Por qué de pronto sentía que no servía para nada y un miedo frío le atravesaba el corazón?
—Sí Mike, quiero luchar por él, lo amo como no he amado ni amaré a nadie más en la vida.
—Te casaste tan joven —la miraba apenado, si pudiera evitarle cualquier sufrimiento lo haría. Aunque era un año menor a veces actuaba más como padre que como hermano.
La abrazó. Ella suspiró y se limpió la nariz con un pañuelo que sacó del bolso.
—Todo se solucionará.
—Eso espero, me voy a casa. A propósito, estás muy bien acompañado, me gusta Lori.
—Es solo una amiga. No pienses lo que no es —soltó Mike enseguida, molesto por su propia declaración.
Isabella frunció el ceño.
—No estoy pensando nada.
Isabella lo conocía más que nadie y sabía que su hermano era un hueso duro de roer. Sabía que su soledad era puro y físico miedo de sentirse abandonado otra vez, él pensaba que no valía la pena ser amado por lo ocurrido en su pasado.
—Deseo de todo corazón que te enamores de verdad y que alguna buena chica ponga tu mundo patas arriba.
—No esperes de pie, te cansarás —le dijo Mike de sopetón.
Salieron al hall, encontraron a Lori y a las niñas en la cocina. Se despidieron y la casa quedó en silencio.
Al quedar solos, Lori lo abrazó, le acarició los hombros y lo besó.
—Al fin solos —dijo, soltando un suspiro.
—Vamos a la habitación —contestó Mike con voz ronca.
Lori caminó delante de él, se quitó el pareo, luego siguió con la parte superior del bikini
—Vamos al jacuzzi —dijo ella mirándolo provocativa.
A Mike le daba igual el lugar, solo quería perderse en su cuerpo y en el placer que ella le ofrecía.
Al entrar al agua, Lori se despojó del pantalón y ya desnuda, esperó que Mike hiciera lo mismo. Se le hizo la boca agua y se le tensaron más los pezones, cuando él se quitó la camiseta y su torso musculado hizo aparición. Luego se bajó el short, la ropa interior y quedó desnudo frente a ella. Era un hombre hermoso, con largas piernas morenas y musculadas, cubiertas de un fino vello. Se llevó la mano al miembro que se agrandó aún más por el contacto y entró al agua. Ella se acercó despacio a él, rondándolo y lo besó en los labios, al inicio fue solo un roce que Mike enseguida profundizó y le devoró la boca con lengua demandante. Sus manos le aferraron las nalgas y la pegó a él. Lori separó los labios un momento y frunció el ceño al ver un rasguño abajo del hombro.
—¿Qué te pasó?
Mike frunció los hombros y le quitó importancia. Resistió la necesidad de devorarla, poseerla por entero. Ella lo recorrió con el dedo. Ni se acordaba que se lo había hecho.
—Fue esta mañana en la obra.
El rasguño tenía un color rojo oscuro que iniciaba debajo del cuello y terminaba en el pectoral.
—Necesitas atención, un desinfectante, tal vez una cre…
Mike la interrumpió, tomó su mano y la llevó a su erección.
—Esto es lo que necesita toda tu atención. —La boca de Mike se acercó a su oído—. Deseo tanto correrme en medio de tus labios, quiero que me lamas, que me vuelvas loco con tu lengua.
Sin esperar respuesta, tomó su boca de nuevo en un beso brutal, la recorrió entera con la lengua. Ella excitada por sus palabras, quiso darle gusto enseguida y empezó a acariciarlo de arriba abajo.
—Quiero disfrutar de tu sabor.
Sin dejar a mirarlo, se arrodilló, esparció una lluvia de besos y caricias, acarició sus testículos y lo acogió en su boca. Empezó a lamer y a chupar satisfecha con la reacción de Mike que gemía, resollaba y le aferraba el cabello con firmeza, haciendo que ella lo tomara por entero. El rostro de Mike se transformó, mientras empujaba en su boca no dejaba de mirarle con el ceño fruncido y los labios apretados. Notó el momento en que llegó al orgasmo en su garganta y ella tragó y lo escuchó gemir hasta que liberó la presión que ejercía en la cabeza y salió de ella.
—Jesús, Lori, ¿tienes idea de lo que hiciste? —Lori le respondió con una sonrisa satisfecha, se levantó frente a él, se limpió los labios con la mano y Mike la besó de nuevo sin importar lo que habían hecho sus labios minutos antes—. No, no lo sabes.
Descansaron en el agua un buen rato y comentaron los sucesos del día.
—Esto está muy silencioso. ¿Quieres escuchar música?
—Claro que sí.
Mike salió al momento del jacuzzi, se secó con una toalla y fue hasta la casa. Empezó a sonar un tema de Alicia Keys por algún parlante que Lori no alcanzó a ver. Volvió con una copa de vino para ella.
—Tienes una casa impresionante —dijo Lori tan pronto entró Mike al agua.
—La compré al poco tiempo de salir de la universidad. Duré año y medio remodelando. Vivía en el hotel.
—No volviste a tu casa.
—Nop.
Mike se puso frente a ella y le rozó con los dedos el contorno del cuerpo.
—Eres tan sexy. El tipo de mujer que me gusta, piernas fabulosas, carne en los huesos, buen trasero y pechos grandes. Toda una mujer.
Lori se arqueó cuando Mike introdujo un dedo dentro de ella.
—Lo que hiciste hace rato fue fabuloso y no se me va a olvidar en la vida.
La levantó un poco y hundió la nariz en sus pechos, luego la besó.
—Hueles delicioso, todo tu cuerpo, toda tú.
Le dio la vuelta. Le masajeó las nalgas y le pidió que se sostuviera de la orilla del jacuzzi, le abrió las piernas y la penetró enseguida, después de una rápida caricia, que le indicó que ya estaba lista para recibirlo. A la luz de la luna, la piel de su espalda brillaba con el tono de la seda. No se aguantó e imprimió los dientes en el hombro. Era la segunda vez que la marcaba, después se lo cuestionaría. Entró al jodido cielo en cuanto ella lo ciñó.
—Dios, se siente tan bien, no tienes ni idea —jadeó al oído con acento agitado al tiempo que le acariciaba los pezones.
Alargó los movimientos eróticos. No quería alejarse nunca, percibía algo diferente en ese encuentro. Desesperación por unirse más a ella, miedo por lo que descubría y el intenso placer que lo barría como una ola de arriba abajo, muriendo y volviendo a nacer. Mientras estuviera dentro de ella, todos sus demonios quedaban a buen recaudo.
—Mike —pronunció ella, ebria de placer. Le faltaba la respiración y apenas podía modular. Exclamó cuando el clímax hizo su aparición de forma abrupta con la sensación arrolladora que solo Mike le brindaba, con la sensación de que el mundo giraba más rápido y que se despeñaría en cualquier parte. Acabaron juntos. Mike susurraba palabras que ella no entendía al tiempo que la besaba y la calmaba. Lori nunca había experimentado lo que acababa de ocurrir y los ojos se le aguaron al presentir lo que aquello significaba.