El rostro de Mike palideció, su garganta emitió un gemido.

—¿Perdón? —susurró él.

—Tuvimos sexo una noche que no recuerdas.

Fue como si le hubieran lanzado un baldado de agua fría. La arrastró de nuevo a la oficina, cerró la puerta y la soltó. Lori se sobaba el brazo que él había aferrado. Mike agachó la cabeza y se apoyó contra la puerta con las manos detrás. Respiró profundo varias veces.

—Dime por lo que más quieras que no te obligué.

—¡No!

Ahora entendía la sensación que lo asaltaba las primeras veces que la tocó, claro, la conocía. Levantó la mirada tormentosa, sus ojos oscuros inundados de desconcierto y dolor la atravesaron. Lori se arrepintió de haber hablado. No era ni el momento ni mucho menos las circunstancias.

—Perdóname, Mike, no debí decírtelo cuando han pasado tantas cosas.

Soltó una risa irónica y negó con la cabeza varias veces.

Mike se agachó, y con las manos en la cara duró varios segundos en esa posición, se levantó de pronto.

—¡Lo sabía! —Se acercó a ella—. ¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—Estaba borracho ¿por qué aceptaste mis avances?

—Me gustabas, nunca te habías fijado en mí y sin embargo, esa noche me hablaste y me miraste por primera vez como una mujer.

Una cantidad de sensaciones se paseaban por la mirada de Mike, desolación y vergüenza.

—¿Fui rudo? ¿Te lastimé de alguna forma?

Lori deseaba consolarlo y se recriminaba su impulsividad.

—Físicamente no…

—Explícate. —Mike se separó de la puerta y caminó por el pequeño lugar con las manos en la cabeza—. Ahora entiendo tu actitud, y la forma en que me mirabas, como a un vomitivo.

—No me lastimaste, la verdad, poco dolor sentí.

—¿Sentiste placer?

—Sí.

—Si no te lastimé, entonces…

—Mi orgullo y mis sentimientos sí sufrieron un tremendo revés, al ver que al día siguiente no te acordabas de nada.

Mike recordó esa mañana.

—Fue el día de la cocina, los panqueques en el piso. Lo recuerdo.

—No es muy agradable para una chica que el chico del que está enamorada, no se acuerde que el día anterior le arrebató la virginidad. Me sentí usada, aunque no lo recordaras y por eso mi antipatía todos estos años. Te perdoné al ver que en realidad no te acordabas y cuando te acompañé a Alcohólicos Anónimos.

Mike necesitaba un trago, deseaba beber y perderse en la inconciencia que brindaba el alcohol, pero el nuevo hombre que era no iba a permitirlo jamás y más con lo que acababa de escuchar. No volvería a beber una jodida gota de licor en lo que le quedaba de vida, se lo juró con vehemencia y sabía que siempre hacía honor a su juramento.

—Lo siento tanto —añadió él sin saber que más decir.

—Ahora que lo pienso, siempre estuve a la espera de que tú levantaras la vista y vieras algo más en mí, era patética. Pero dejaste una huella profunda, porque no fue sino que empezáramos a relacionarnos y mira lo que sucedió. Yo me metí en esto con los ojos bien abiertos, Mike, no me considero una víctima, en ningún sentido. Me has brindado buenos momentos y los ratos compartidos me han traído felicidad. Pero quiero más, no soy una mujer de mirar los toros desde la barrera, yo entró en la corrida así me gane un par de cornadas.

—No me parece, ahora vas a salir corriendo.

—No puedo estar con un hombre que tiene miedo de amar a una mujer.

—Miedo no es, el hecho de que no te ame, no quiere decir que no pueda amar a alguien más, principessa.

—No me digas principessa y sí, puedes tener razón, pero por lo menos podrías demostrar algo de delicadeza, imbécil.

—Lori, perdóname —Mike se encogió y una piedra empezó a instalarse en el estómago. Recordó que era la segunda vez que ella le pedía que no la llamará así y también se percató que nunca había utilizado ese apelativo con otra mujer.

—Nadie puede dar lo que no tiene; ninguna relación te brindará la felicidad que tú mismo no construyas —lo miró con los ojos brillantes—. Debes superar todo lo que te impide amar a una mujer como debe ser.

—A lo mejor no deseo hacerlo.

Lori sintió lastima, atacaba como un animal herido sin importar a donde iban a parar las dentelladas.

—Ojalá que cuando te decidas no sea demasiado tarde.

La situación se estaba poniendo melodramática, al estilo de los dramones que pasaban por televisión. Lori se sintió ridícula.

—Lori, respecto a lo que pasó hace siete años, siento mucho no poder devolver el tiempo y recordar a la jovencita que me brindó, estoy seguro, una noche especial.

—No te preocupes, yo tengo mucha culpa, me aproveché de la situación, estabas vulnerable y allí estaba yo, con mis sentimientos y mis telarañas en la cabeza.

—Estoy avergonzado, no creo que pueda volver a mirarte sin sentir vergüenza por culpa de esos episodios que tanto control me arrebataron.

—No vuelvas a beber, Mike, es lo mejor, puedes meterte en serios problemas.

—Y entonces nosotros…

—No hay nosotros, me siento herida y no deseo verte más.

Mike se envaró, pues claro que no deseaba verlo más, era un alcohólico y además, tenía cantidad de problemas que resolver.

—Te llevaré al aeropuerto.

—Como quieras.

Hicieron el recorrido en silencio, una canción de Lenny Kravitz hizo presencia en el auto. Mike pensaba que lo ocurrido entre ellos no era para tanto, entonces, ¿por qué le dolía tanto? El ardor en la boca del estómago, no era por el maldito licor. Empezaba a sentir cosas que hacía tiempo no sentía, se había encaprichado o encoñado de varias mujeres en el pasado, pero cuando las cosas terminaron, nunca sintió lo que estaba percibiendo ahora. Le dolía ver su expresión apagada. Adoraba su risa, la que a veces contenía y cuando soltaba una limpia carcajada, la que le brindaba después de la pasión y la que ofrecía a todo el que la rodeaba, cuando le hacía cosquillas en la cama y era el preludio de…, no sigas por ese camino, porque estás jodido. Suspiró. ¿Por qué se había acercado a ella?, caviló, debió dejarla en paz, ahora todo sería más difícil, no volvería a ver su sonrisa entre las sábanas de seda de su habitación.

 

Los pensamientos de Lori iban por derroteros parecidos, la sensación de no verlo más, no era agradable. Qué fácil habrían sido las cosas si ella lo hubiera dejado en el plano sexual. Mike era un hombre muy guapo, pero eso no lo era todo, había salido con hombres guapos en el pasado. ¿Por qué tuvo que enamorarse de un imposible? Era como si se autosaboteara. Jack tendría tema para rato. En sus veintiocho años de vida poco pensaba en las consecuencias de sus actos, planeaba eso sí, como estratega era la mejor para hacer caer el hombre que le atraía. Por lo menos en este caso, la iniciativa fue de Mike. Observó sus manos mientras maniobraba la caja de cambios, era un hombre bueno, decente, culto e inspiraba confianza por su sinceridad. Tuvieron charlas interminables, era bueno escuchando, lo extrañaría, a lo lejos divisó la señalización que indicaba que estaban a poca distancia del aeropuerto.

Ya iba para el parqueadero cuando Lori le dijo que no se preocupara, que la dejara en la puerta sin problema.

—Lori…—paladeó su nombre, resistiéndose a dejar marchar algo tan importante para él—. Deseo acompañarte.

—No te molestes.

Decidió dejarla en paz. Sacó la maleta y se la entregó.

—Fue especial, Lori, aunque pienses lo peor, fue especial.

Sin esperar respuesta, se montó en el auto y arrancó para perderse en segundos del lugar.

El vuelo fue un infierno para Lori que a pesar de mostrarse fuerte, en cuanto se ubicó en la silla se puso a llorar desconsolada. La azafata se acercó preocupada, se obligó a controlarse. Volvió a llorar en el taxi y siguió llorando en casa.

Al día siguiente, se excusó en el trabajo, sabía que Peter se daría cuenta de que algo malo le pasaba y no quería poner en peligro, tanto su amistad con Mike, como su negocio con la firma.

El martes sin más excusas se dirigió a su trabajo. Mike no había llamado, no había razón alguna para que lo hiciera. No lo imaginaba preocupándose por sus sentimientos.

Peter supo que era más que un resfrío en cuanto Lori cruzó la puerta. Con talante serio y preocupado, le pidió que le contara lo que de verdad le pasaba. Ella siguió en sus trece, trataba de convencerlo de que era un simple resfrío.

—Peter, te quiero, pero por favor, deja en paz mis asuntos —concluyó ella seria, ante la insistencia de su hermano.

—Está bien. —Algo en su expresión lo disuadió de seguir insistiendo—. Por ahora.

Salió de la oficina momentos después. “Un cuerno que es un resfrío”, caviló Peter, camino a su oficina. “Debe ser él cretino de las flores el que la puso así, quisiera saber quién es, para ponerlo en su lugar”.

 

En la noche, después de llegar de la oficina, se echó en el sofá, se tomó dos copas de vino mientras un tema de Muse se paseaba por la sala, durmió una siesta. Se levantó sobresaltada al escuchar el timbre de la puerta y pensar en Mike, luego recordó que esperaba a Jack.

—Hola preciosa —saludó Jack atrayéndola a sus brazos.

—Oh, Jack —soltó Lori y empezó a llorar desconsolada.

—¿Qué pasa? —Jack agarró ambos lados de la cara de Lori, la miraba con preocupación.

—Todo terminó con Mike.

—Ese hijo de puta —exclamó Jack furioso— ¿Qué te hizo?

—La aventura llegó a su fin.

Jack sacó un pañuelo y le limpió las lágrimas.

—No quiero repetir te lo dije, debiste mantenerlo en ese plano. La ventaja es que fue poco tiempo juntos, lo superarás en un santiamén.

—El tiempo no tiene nada que ver con este hueco que siento aquí —señaló el corazón.

Jack sirvió vino para los dos.

Lori le contó todo lo ocurrido, desde la muerte de la chica, hasta la despedida en el aeropuerto. Jack emitió un largo silbido.

—Me alegra que lo hayas dejado. El tipo está jodido, todo lo que sucedió debería lanzarte a correr. Mereces otro tipo de persona. Aunque me imagino que babeaste ante la cantidad de problemas, es como te gustan. La luz brillante y la polilla loca por estrellarse contra el resplandor.

Lori le regaló una mirada herida.

—Es un buen hombre.

—Todo lo que un buen hombre puede ser sentado sobre una enorme cantidad de problemas.

Jack jugueteó con su copa.

—Fui una ilusa, me dije que quizás con el tiempo cambiaría de parecer. Yo sé que en la vida real el sapo no se convierte en príncipe azul, tranquilo. Que los cuentos de hadas no existen, pero también sé, que puedes tener un gran amor que tenga la suficiente valentía para afrontar el camino de la vida y lo baches que se presenten. Mike tiene que experimentar un proceso de crecimiento y es mejor que lo haga solo, como yo también debo hacer el mío.

—Vaya, vaya, mi niña creció.

Lori soltó la carcajada.

—No seas cretino.

—No insultes al cocinero.

Jack se levantó y fue a la cocina, preparó unos emparedados y una crema de tomate, el remedio de su tía para todos los males de la humanidad, le dijo mientras revolvía la sopa.

 

****

 

Mike llegó a su casa esa noche, después de dejar a Lori en el aeropuerto. Se encerró en el estudio, cerró las cortinas, se apoltronó en un sillón y con el mando del equipo de música, seleccionó una canción cualquiera, empezó a sonar Everybody's Changing de Keane, terminaba la canción y con amargo deleite la repetía, hasta que en un momento dado, silenció el equipo y como un azote cayó sobre él la confesión de Lori. Un gemido ronco inundó la habitación. Le había arrebatado la virginidad a Lori en una noche de borrachera. Así ella se culpara, el adulto era él. Había actuado como un bastardo, ella le atraía en esa época, su calidez, la dulzura y el desparpajo en su manera de ser lo cautivaban, pero no había hecho nada al respecto. Por lo visto su subconsciente sí se había deleitado y había hecho con ella lo que le dio la gana. “Dios ayúdame a superar esto, por favor”. La maldita sed seguía allí, estaba tentado de perderse otra vez en el licor y olvidar todo, olvidar a su madre, a Althea y el pánico que experimentaba y que lo paralizaba cuando Lori se acercaba demasiado. Pero sabía que no lo haría y era por todo lo anterior, tendría que ponerse por encima de la situación.

Se fue a la cama a la media noche, poco concilió el sueño, se levantó temprano y con ropa de deporte fue a correr a la playa. Volvió a la hora, con cara de haber ido al infierno y haber vuelto. Consuelo lo recibió con un jugo de naranja y gesto de reprobación, en silencio le brindó un humeante café. Se sentó frente a él con un pocillo y lo encaró.

—¿Cómo pudiste? —preguntó indignada—. Esa niña iba hecha un mar de lágrimas.

Mike hubiera podido replicarle que no era asunto de ella, pero sería injusto, ella y Joaquín eran como su familia y solo querían su bienestar.

—No soy lo suficiente bueno para ella —replico él, aferrado a la taza de café.

—No digas bobadas, esto que te pasó fue por miedo —Consuelo suavizó su gesto y le brindó una mirada comprensiva—. Se acercó mucho ¿verdad?

Mike hundió los dedos en su cabello y luego los pasó por su cara en un gesto atormentado.

—No tienes idea de cuánto.

—Ya era hora.

Él levantó la vista.

—No puedo, algo me paraliza, no puedo —se lamentó en tono desesperado y se levantó enseguida, saliendo de la cocina.

Dos días más tarde, se dio cuenta que era muy difícil, sacarla de su mente, su confesión, todo, le venían retazos de sus conversaciones, las risas, los juegos.

Se obligó a dejar de lado los recuerdos para concentrarse en alcanzar las metas diarias, construir cada hora en ser mejor, llegar a la noche con la satisfacción del deber cumplido, y lo hacía, pero enfocado en su trabajo.

Dedicó cada minuto de su tiempo a su responsabilidad, tal y como hacía siempre que tenía problemas o preocupaciones. En cuanto pasaba cualquier cosa que amenazaba con perturbar su ánimo o el equilibrio emocional, se sumergía en el trabajo hasta agotar a sus empleados.

En la reunión con Lucas, perdió los estribos ante los comentarios de su amigo.

—No estás haciendo la tarea como debe ser.

—No he bebido —contestó beligerante.

—No me refiero a eso, matarte a trabajar no lo soluciona.

—Ya lo creo que sí, necesitas mi dinero.

—No necesito tu dinero.

—Discúlpame.

—Tienes que procurarte salud emocional, tienes que encontrarle un sentido a tu vida y no me refiero al trabajo.

Lucas siguió en su explicación, pero Mike ya no lo escuchaba, sabía que el hombre tenía razón. Recordó la discusión con Bella el día anterior.

Había llegado a la casa una noche y su hermana estaba en la cocina con Consuelo. No deseaba ver a nadie, el día había sido un día difícil.

—Bella.

—Hola, querido —se acercó ella y le dio un beso en la mejilla—. Me escapé un rato de casa, vamos a caminar por ahí.

—Estoy cansado…

—Te relajará, además, Consuelo me dijo que estás corriendo en la playa cuando llegas del trabajo.

—Está bien, espera me cambio, hace frío.

Mike bajó vestido con un jean desteñido, sandalias y suéter grueso. Había anochecido, a lo lejos se escuchaba el ruido de las olas.

—¿Cómo están Patrick y las chicas?

—Bien, Patrick trabajando, los últimos exámenes médicos están perfectos y las chicas bien, planeando Acción de Gracias.

—Me alegro.

—Mike…—dijo—. Sé lo ocurrido con Lori y con Althea y también que volviste a beber.

—Ya está solucionado —contestó tenso.

—No todo, tienes temas vedados para todo el mundo —se acercaron a un kiosco con una mesa y varias sillas. Bella lo invitó a sentarse mientras ordenaba sus pensamientos.

—Bella, por favor, ¿vas a empezar con eso de nuevo? —señaló fastidiado.

—¿Por qué es tan difícil emprender contigo una conversación? —le respondió airada.

—Viejos hábitos.

—Debes dejarlos atrás como el pasado —Lo miró como observaba a sus hijas cuando la cantinela era inevitable—. Si no empiezas a cerrar las puertas de tu pasado, no puedes abrirte a una nueva vida, llena de amor y significado.

—¿De qué coños estás hablando? ¿Estuviste hablando con Lucas? —preguntó molesto por la intromisión en sus asuntos y sabiendo exactamente para donde iba.

—Piénsalo, Mike —hizo una pausa dándole tiempo de asimilar las cosas—. Todas esas costras y muros a tu alrededor ¿qué te han dejado?

—Dios. —Se levantó bruscamente, como si lo hubieran pinchado con un alfiler, se pasó las manos por la cabeza y miró furioso a Bella—. ¿Ya vas a empezar con tu análisis psicológico? ¿Qué pretendes lograr? ¿Qué olvide todo?

—No, no pretendo eso, solo quiero que aceptes los hechos y perdones —exclamó.

Y ahí se desmadró todo, Mike con semblante desencajado, dio un fuerte golpe contra una de las columnas del kiosco. Bella no le temía, para ella era solo un niño dolido y vulnerable en un cuerpo de hombre.

—¿Cómo me pides eso? Tú estabas allí, esa mujer vivía encerrada, se cortó las venas, no valimos cinco centavos para ella.

—Mike esa mujer, como la llamas de forma despectiva, era ¡nuestra madre! ¡Estaba enferma! ¿Cómo puedes juzgarla? —dijo con la voz desgarrada—. No podía actuar de otra forma. No sabía actuar de otra manera. Su enfermedad le impidió tener una relación con nosotros.

—Y un cuerno, tampoco es que hubiera puesto mucho de su parte —señaló dolido por la lluvia de sentimientos que esos recuerdos le traían.

Bella se acercó a su hermano y lo abrazó, con lágrimas en los ojos le dijo:

—¿Tú crees que si ella hubiera estado bien, no habría sido una madre para nosotros?

—Oh, Bella —Mike estaba desgarrado—, por favor.

—Yo guardo la ilusión, de que las cosas hubieran sido diferentes si ella hubiera estado bien —insistía—. Tengo fe en ella, lo sé. —dijo mientras se llevaba un puño al corazón—. Lo siento aquí.

—Tú no la encontraste con las venas abiertas en canal —respondió él agresivo.

—No, no la encontré, pero yo estaba en mi cama cuando la encontraste —Bella sacudió la cabeza como espantando las imágenes de su mente—. Trato de pensar cosas buenas de ella. Cuando una persona sufre la enfermedad que ella padecía, no puede mantener unos vínculos emocionales y profundos con las personas que las rodean.

—No puedo perdonarla —caminaba de lado a lado—. Así de simple.

—Entonces, nunca podrás vivir, no podrás disfrutar de tu vida, ni de una relación sana. Lori… —expresó Bella convencida y apesadumbrada al ver la terquedad de su hermano.

—¿Que tiene que ver Lori con todo esto? —la miró furioso.

—Todo, Mike, aunque tú no lo veas así, rechazaste todo lo que ella te podía brindar. ¿Por qué Mike? ¿Por qué te cuesta tanto abrirte a otra persona? —lo miraba interrogante.

—¿Tú crees que lo que paso con Lori, está relacionado con mamá? —la miraba estupefacto.

—Estoy segura.

—Estás loca, no tienes idea de lo que hablas.

—Sí, sí tengo idea —le respondió fuertemente—. Tú crees que Patrick y yo no tuvimos esa sombra en nuestra relación.

—No me vengas con bobadas.

—Pues la tuvimos, pero gracias a Dios tengo un marido inteligente y que me ama a pesar de todo —sonrió nostálgica—. Me ayudo a aprender a perdonarla, a valorarla por el simple hecho de que me dio la vida, aprendí a verla como realmente era, un ser humano herido, con virtudes y defectos. No fue fácil, pero con el tiempo lo logré y no me arrepiento.

—Pues, te felicito —contesto sarcástico—. Mereces una medalla al mérito por tu trabajo.

Bella lo observó con lástima.

—Mike, Mike, deja los sarcasmos, conmigo no necesitas muros, yo te conozco muy bien, se de tu capacidad de ternura. Como eres con mis hijas, vislumbro el gran padre que serías si te dieras la oportunidad.

Mike por primera vez en su vida se preguntó cómo sería hacerlo, cómo sería levantarse con el alma liviana, sin el enorme peso que cargaba. No era fácil. No era como cambiar el chip que había regido su vida y de buenas a primeras poner en su lugar “un felices por siempre”, la vida no funcionaba así por más que las intenciones de su hermana sugirieran lo contrario.

—Debes hablarle a mamá con el corazón y tratar de acercarte a papá.

—¿Por qué con él?

—Porque está viejo, cansado y enfermo. Mañana es Acción de Gracias y tanto él como tú están invitados.

El gesto derrotado de su hermano, le hizo ver a Bella que sus palabras habían servido de algo.

—Bella, Bella —soltó un suspiro resignado y movió la cabeza de un lado a otro—. Me estás pidiendo el sol, la luna y las estrellas.

—Las quiero para ti hermanito, te las mereces.

Él esbozó una sonrisa.

—Lo pensaré, te lo prometo.

 

Perdido en tu piel
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