Mike llegó a la fiesta de cumpleaños de Lori en la casa de Peter, corrían los primeros días de agosto. Habían coincidido en varias reuniones de trabajo y actuado como si el exabrupto de ella en su oficina nunca hubiera tenido lugar. Sin embargo, él no lo olvidaba, ella lo ponía nervioso y no sabía por qué o si lo sabía, se sentía atraído, fantaseaba con ella ¿quién no?, con el fruto prohibido, la hermana de su mejor amigo, la mujer más bella y deseable del lugar. Ardería en el infierno si le ponía un dedo encima ¡Pero qué ganas de hacerlo! Aunque ya no era una jovencita, era toda una mujer ¡y qué mujer! Esa noche estaba bella, con un tentador vestido negro, el cabello suelto en rizos, no podía dejar de imaginar a qué sabría su boca carnosa y fresca, sus pechos, su sexo, quería agarrarle el cabello, hundir el rostro en él y los malditos zapatos, elegantes de tacón de aguja, impresionantes, quería tocarlos, sentirlos enterrados en su espalda. Las reuniones no habían sido llevaderas, algo había cambiado, la tensión se sentía en el aire y se respiraba un ambiente tenso y él no reaccionaba de muy buena manera, era por la forma en que Lori lo miraba, como si él no existiera y entonces, la atacaba por cualquier cosa, desde hacerle comentarios despectivos de la última campaña hasta decir algo sarcástico sobre sus llegadas tarde, su carácter, sus gustos. Peter y Nick observaban los enfrentamientos como si de un maldito juego de tenis se tratara. Ella no se quedaba atrás, era rápida en las respuestas y él pocas veces ganaba.

Se acercó a saludarla, le dio un beso en la mejilla que demoró más de la cuenta, percibió la piel cálida y suave, se separó en cuanto se dio cuenta que Lori dejaba de inspirar.

—Feliz cumpleaños —le entregó un paquete envuelto en fino papel de regalo.

—Gracias, Mike —miró el envoltorio con desconfianza—. Dime por favor, que no es una caja de bromas o que no me voy a encontrar con un sapo o un ratón.

Mike levantó la mano derecha.

—Palabra de honor, espero que sea de tu gusto.

Lori no aguantó la curiosidad y desenvolvió el presente, la caja con el nombre de una famosa marca de relojes atizó su curiosidad. Un Rolex en acero y oro hizo su aparición. Lori quedó muda. Cuando Mike vio la joya se arrepintió enseguida de haberse dejado llevar por el impulso de comprarlo. No por el valor. Era un regalo costoso para dárselo a una mujer con la que ni siquiera se había acostado y que apenas lo toleraba.

—Es hermoso, Mike, no debiste haberte molestado.

—No es un regalo tan desinteresado. —Permanecieron unos instantes mirándose—. Necesito que llegues a tiempo a las reuniones con mi equipo, vi que no usas reloj.

Mike tomó el reloj de la caja que dejó en una mesa cercana y le aferró la muñeca, un escalofrío los recorrió a los dos. Le puso el reloj y vio que había sido acertada su medida, no había que arreglarlo. Le acarició la piel con el pulgar, allí donde sentía su pulso acelerado. Confuso por las sensaciones, la soltó.

Ella le sonrió y agasajó la joya mientras él le pasaba una copa de champaña.

—Ahora quieres emborracharme —dijo.

Mike se quedó mirando los labios pintados de rojo, hablaban de sensualidad y erotismo.

—Es lo único que se me ocurre para que dejes de verme como a un incordio.

Ella sonrió de nuevo y bebió. El estómago se le encogió mientras paseaba su mirada por el rostro de Mike, labios gruesos y mirada punzante, eran una mala combinación para ella. Esa noche vestía de color gris tiza con rayas delgadas, camisa blanca y corbata roja. Su olor, un suave toque a especias la estimulaba. El aroma de su colonia mezclado con su olor corporal, le hablaba de una personalidad sensual, sofisticada y oscura.

La llegada de Julia su mejor amiga en compañía de su novio, la sacó de la ensoñación. Se acercó a ellos, se percató que Mike la seguía.

Se abrazaron y Julia le entregó el regalo. Lori volvió a abrazarla y al oído le dijo:

—No quiero preocuparte pero Nick está aquí.

Julia la tomó del brazo y la alejó unos pasos de Frank. Frank el novio de Julia y Mike, se sumieron en una conversación.

—¿Por qué lo invitaste?

Un mesero se acercó y le brindó una copa, que Julia tomó enseguida. Lori procedió a explicarle que Mike había traído a Nick, antiguo novio de ésta. Julia se limitó a mirar el entorno y no lo vio por ningún lado. Lori le reiteró que no pudo hacer nada ya que ellos eran los dueños de la cuenta más importante que la empresa de publicidad llevaba en ese momento.

—Lo siento amiga —Lori observó a Julia con curiosidad—. Te ha afectado, vaya si te ha afectado.

Julia resopló y blanqueó los ojos.

—Estás loca —respondió.

—A mí no puedes engañarme, no en vano te conozco desde que nos cambiaban el pañal y tomábamos biberón.

—No seas tan exagerada —a pesar de la preocupación, no pudo evitar sonreír—. Teníamos cuatro años cuando nos conocimos.

—Bueno, yo creo que a esa edad todavía me hacía pis en los pantalones, eso volvía loca a mi mamá que le tocaba ponerme pañal.

Lori no había tenido que ver con la invitación de Nick aunque Julia pensara lo contrario.

Todos los años Lori hacía una fiesta temática, pero por la cantidad de trabajo que tenía en ese momento, no había tenido tiempo de preparar más que una fiesta normal con sus amigos en casa de Peter, que vivía en el condado de La Marina.

Era una vivienda amplia y lujosa, con toques minimalistas, y uno que otro detalle de la modelo de turno que compartiera en esos momentos la cama con su hermano. Jack Donovan se le acercó por detrás y la abrazó. No había perdido pies ni pisada del encuentro.

—Son los hombres más guapos del lugar —dijo Jack al ver a Nick acercarse al grupo donde charlaba Mike y Peter con Julia y Frank.

—Deja de babear que no traigo pañuelo.

Jack soltó la risa.

—¿Estás segura que ninguno es gay?

—Sip.

—Qué desperdicio —Aferró la muñeca de Lori—. Bonito reloj.

—Sí. Aunque es raro, ¿por qué me habrá dado un presente tan costoso?, con unas flores, una pasmina o un perfume habría sido suficiente.

Jack le regaló una sonrisa y Lori se dio cuenta, una vez más de lo afortunada que era al contar con él. Tenía todo lo que configuraba un buen amigo.

—Abonando el terreno tal vez o a lo mejor intenta reparar algo. Ve tú a saber.

—No lo creo.

—No ha dejado de mirarte desde que entré en tu campo de visión y es una mirada de: ¿Quién será el apuesto hombre que la acompaña?, ¿será su amante?, ¿será Superman?, ¿será el hombre que me hará salir del closet?

Lori soltó una carcajada que se escuchó por toda la estancia.

—Vete de aquí, saluda a mis padres, saca a bailar a algún chico. Ve y come algo.

Jack resopló. A pesar de su homosexualidad, no era abierto en sus manifestaciones hacía otros hombres. Toda una ironía viviendo en San Francisco.

—Ya lo hice.

Lori levantó una ceja.

—¿A qué chico sacaste a bailar? Si se puede saber.

—Ya saludé a tus padres y comí.

Los pensamientos de Mike, iban por derroteros hasta ahora desconocidos para él ¿Quién era el tipejo que la abrazaba?, lo que faltaba, con pinta de actor de cine. Un instinto posesivo se alzó sobre él al ver la manera en que le aferró la muñeca y examinaba el regalo, su regalo. Quería acercarse y alejarla de él, ¿por qué ella lo miraba así, con cariño? A él apenas le regalaba un gesto amable. Quiso ese brillo azul y púrpura de sus ojos centrados en él, quiso ser él el que le provocara esa mirada y su risa. Cuando reía se le iluminaba el rostro como a un jodido árbol de navidad, era un gesto franco y abierto. Peter le dijo que no tenía novio, a lo mejor era su amante. El estómago se le revolvió con la sola idea de imaginarlos en la cama ¿Qué diablos le pasaba?

A la media hora y después de soportar la charla con Frank, se armó la debacle, Nick peleó con Frank el novio de Julia, la verdad el hombre estaba hecho un soberano petardo, se había pasado de tragos y seguro estaba fastidiado por la manera en que Nick y Julia se miraban. Pobre diablo, él hubiera hecho lo mismo. Aunque si tuviera satisfecha a una mujer en su cama, ésta no andaría babeando por otro. Eso seguro. Los afectados se retiraron y la fiesta volvió a la normalidad. El último éxito de Madonna se escuchaba por los parlantes. La gente comía y bebía. Las carcajadas y las conversaciones habían subido de tono. Sonó el móvil y salió a la terraza a contestar.

—Althea, ¿cómo estás? —Frunció el ceño—. Tranquila, tranquila. Vas a dejar esa puta botella en su lugar, solo por hoy. Domina el impulso, solo por hoy querida. ¿Cuéntame qué ocurrió?

La mujer le relató la visita a los gemelos, había estado bien, los había llevado al parque y comprado un helado. Estaban hermosos, mucho más altos y con más peso desde la última vez que los viera. La mujer lloraba desconsolada y a Mike se le estrujó el corazón de pena.

—Deberías estar contenta. Piensa por un momento cómo era de ingobernable tu vida cuando la manejaba el alcohol y siéntete orgullosa de los que has logrado.

Ella comentó que al llegar al lugar donde vivía, lleno de drogos y putas, se dijo que nunca lo conseguiría.

Mike se prometió darle un trabajo en su empresa.

—No llores preciosa, mañana estaré en Los Ángeles y hablaremos. Eres valiosa, eres fuerte y te quiero mucho. Mañana iré a tu casa. Althea, no pienses más en ello, lo lograrás, yo sé que lo harás.

Lori había escuchado parte de la conversación. Mike tenía una relación con una mujer llamada Althea. El nudo de los celos le llegó hasta la garganta. No debería, ellos no eran nada, pero le molestó sobremanera y salió al balcón cuando Mike guardaba el móvil en el bolsillo.

—No le molestará a tu novia que regales joyas a otras mujeres.

Mike sorprendido, levantó una ceja.

—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.

Necesitaba saber hasta qué punto había escuchado ella y como si hubiera adivinado su pensamiento, ella le contestó.

—No escuché gran cosa por si te preocupa, solo que la quieres y que la verás mañana.

Lori no supo interpretar su reacción.

—Althea es una amiga —frunció los hombros y cambió de tema—. Parece que a tu novio no le gustó mi detalle.

Lori casi suelta la carcajada cuando Mike dijo novio. Dios, Jack se iba a morir cuando le contara.

—No es mi novio, pero es alguien especial y no es un detalle, le causó curiosidad, comentó que era un regalo algo costoso, que se da para obtener algo o para pedir perdón.

Sus ojos se oscurecieron. Lori dio la vuelta para volver al salón, conocía el poder de la mirada de Mike y sus efectos, su imagen de hombre oscuro era una tentación más que suficiente para cualquier mujer menor de ochenta años. Él le aferró la muñeca. Lori volvió la cabeza de golpe y con expresión de sorpresa, observó cómo Mike con gesto sensual, le acarició la palma y llevó la boca directo al pulso, el roce de los labios suaves y cálidos, le erizó la piel y le aceleró los latidos del corazón, intentó retirar la mano pero Mike la aferró más y le acarició con la punta de la lengua, ese gesto le produjo un sobresalto. Mike sonrió al percatarse de ello y contento con su hazaña la soltó.

—¿Debo pedir perdón por algo?

Lori despertó de golpe y disimuló la expresión entregada que mostró agachando la cabeza. Sabía que él lo había percibido, aun sentía el hormigueo de la suave caricia. Él le atraía, pero no podía darse el lujo de caer en esa atracción y que le nublara el sentido común. Mike sigue sin recordar, caviló ella, no es su culpa, entonces, ¿por qué el resentimiento la atenazaba? El discernimiento y la madurez de sus veintiocho años le respondieron: “Porque no correspondió a mi amor y de paso me rompió el corazón.” Déjalo ir ya Lori, no vale la pena.

—No debes pedir perdón por nada.

Percibió el alivio en los ojos de él.

Lori se dirigió a la esquina donde sus padres, charlaban y bebían champan.

—El vestido es precioso, hija —dijo su madre repasándola de arriba abajo—. Pero debes cuidar tu peso, hacer una dieta o aumentar tu rutina de ejercicios —comentó Adele sin dejar de mirar a su hija de forma crítica.

Adele y Mattew Stuart, eran una pareja bien avenida, la piedra de la discordia era que Adele no ocultaba su preferencia por Peter y ese hecho resentía a Lori mas allá de lo que ella deseaba admitir. La joven se había pasado la vida tratando de complacer a su madre, hasta que se dio cuenta que nunca lo lograría y se resignó con tranquila indiferencia; pero le dolía, sí que dolía. De todas maneras habían sido buenos padres y a pesar de sus críticas estaban ahí para ella.

—Mamá, peso lo mismo de hace tres años —era mentira pesaba dos kilos más, pero no le iba a dar el gusto de que siguiera con sus amonestaciones.

—Solo lo digo de forma preventiva, a medida que pasan los años, es más difícil bajar de peso y conociendo tus hábitos alimenticios —concluyó Adele.

—No le prestes atención a tu madre. Estás preciosa hija —señaló Mattew, que abrazó a Lori.

—Gracias papá, me alegra que hayan venido.

—Es increíble cómo pasan los años sin que nos demos cuenta, que hace que eran unos adolescentes que se reunían en casa. Hacían fiestas por cualquier pretexto —exclamó Mattew.

—Sí, lo recuerdo, buenos tiempos aquellos —señaló Lori, algo nostálgica.

—Pero no te puedes quejar, te ha ido bien, trabajando con Peter —la besó en la mejilla, el mayor de los Stuart estaba orgulloso de sus hijos. Adele tenía a Peter en un pedestal. Se daba cuenta de que eso lastimaba a Lori. Trataba de corregirlo y reñía a Adele por eso, pero sabía que el daño estaba hecho.

—El trabajo va muy bien, la empresa crece cada día, nos sentimos satisfechos.

—Peter es excelente, me imagino que has aprendido mucho de él.

Mattew le dirigió una mirada de reproche.

—Sí, mamá —contestó Lori resignada.

Adele no entendía o no deseaba entender, que los campos de acción de los hermanos eran diferentes; mientras Peter se encargaba de la parte administrativa, financiera y del personal. Lori, aparte de lidiar con clientes de todo tipo, debía crear y darle vida a las campañas que le habían hecho ganar mucho dinero a su hermano. No tenía ganas de poner las cosas en su sitio hoy. Lo haría, claro que lo haría, ya iba siendo hora. Se despidió de ellos para seguir compartiendo con sus amigos.

****

 

Mike aterrizó a primera hora en el aeropuerto de Los Ángeles, ni siquiera fue a su casa. Citó a Althea en la cafetería de Compton cerca de la iglesia, el día anterior había hablado con Celia y ésta la había acompañado gran parte de la noche. Mike también había dialogado por WhatsApp con Celia durante su trayecto al aeropuerto.

Se paró en la puerta de la cafetería, la mirada recorrió el lugar hasta que la vio; La chica ya esperaba en una de las mesas del fondo. Una mezcla de olores que seguro eran el menú del día colmaba el ambiente; café, torta de canela y beicon eran los que sobresalían. Se abrió paso entre las mesas ocupadas. Después de saludar, ordenó a una mesera dos cafés.

—¿Cómo te sientes?

—Avergonzada.

—¿Por qué?

—No debí llamarte.

La joven puso los codos en la mesa y con ambas manos se tapó el rostro.

—Debes llamarme siempre, estoy para ti a cualquier hora del día o la noche ¿Ya desayunaste?

Ella negó con la cabeza.

Mike hizo señas a la mesera que con trote rápido se acercó.

—Dos platos de panqueques, beicon. —Mike preguntó—: ¿Te gustan los huevos revueltos?

Ella hizo un gesto afirmativo.

—Dos platos de huevos revueltos —La joven se fue tan pronto anotó la orden.

—Mírate, eres un hombre ocupado, hay gente que depende de ti.

—La familia es lo primero y tú eres familia.

La mirada agradecida que le lanzó Althea le encogió el corazón. Era tan joven y sus ojos mostraban una abierta desilusión, era una morena bonita, con los dientes algo estropeados, pero no le arruinaban las facciones.

—¿Crees en Dios?

—Sí, claro —contestó ella.

La mesera se acercó con las dos tazas del líquido. Althea, nerviosa, jugueteó con el azúcar antes de ponerlo en la bebida.

—Debes aferrarte a él. Poner tu voluntad y tu vida en manos de él.

—Es muy difícil, a veces pienso que no valgo nada.

—No digas eso.

Althea se llevó las manos a la garganta.

—Tengo esta sed, aquí —señalaba la garganta—. No me deja, es desesperante el deseo de beber, daría lo que tengo por un trago, así sepa que mi vida se va a ir al carajo.

Con manos temblorosas, aferró la taza. Mike la escuchaba con atención.

—Al comienzo es normal, pero esa sensación desaparecerá en algún tiempo. —Ella lo miró sin creerle y él sonrió. Aunque su adicción no había sido tan fuerte, también sintió lo mismo que la chica—. Es cierto. Debes ocuparte en seguir los pasos, no bajar la guardia. ¿A qué hora entras a trabajar?

—En una hora.

—Puedo ofrecerte trabajo en uno de mis hoteles, para que puedas salir de donde vives.

Mike sacó una tarjeta.

—Te comunicas con Marcia Stevens, es una amiga, ella dirige una fundación de mujeres solas. Te ayudará con tu nueva vivienda.

—Gracias, Mike, muchas gracias, espero no defraudarte.

—No lo harás, chiquilla, estoy seguro.

La mesera llegó con el pedido, aunque él apenas tenía hambre, se obligó a comer para que Althea disfrutara de su desayuno tranquila.

 

Perdido en tu piel
titlepage.xhtml
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_000.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_001.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_002.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_003.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_004.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_005.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_006.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_007.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_008.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_009.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_010.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_011.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_012.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_013.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_014.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_015.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_016.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_017.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_018.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_019.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_020.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_021.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_022.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_023.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_024.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_025.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_026.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_027.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_028.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_029.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_030.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_031.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_032.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_033.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_034.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_035.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_036.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_037.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_038.html
CR!A6PHBR321X21N8SSNJM8HFA3X20Z_split_039.html