Mike sacó una moneda del bolsillo de su chaqueta, la levantó y la mostró a los presentes.

—Llevo cuatro años sin beber una gota de alcohol. —Se escucharon suspiros y comentarios entre dos mujeres que estaban sentadas en las últimas sillas. Mike continuó con la mirada fija en los presentes, de vez en cuando destinaba vistazos a Lori que había quedado estática—. Empecé a beber a los dieciséis años. Mi madre murió cuando tenía doce años, era alcohólica y depresiva. —La mirada se le ensombreció—. Vivía alejada de nosotros, casi todo el día la pasaba en su habitación bebiendo. “Dame un momento cariño” fue la frase más escuchada en nuestra niñez. No supe si su manera de beber era porque mi padre nunca estaba o mi padre nunca estaba porque ella bebía, lo cierto es que éramos dos niños, mi hermana y yo, jugando solos o en compañía de la servidumbre. Bebía en el instituto y después en la universidad. Iba embriagado a clase. Mis profesores nunca lo notaron. Cuando me gradué de la universidad y tuve que enfrentar una serie de responsabilidades, el alcohol era lo único que me ayudaba —señaló con los dedos entre comillas—, a soportar el estrés laboral. Negaba tener problema alguno con la bebida, insistía en que tenía el control y podría dejarlo cuando yo quisiera. Pensé que había aprendido a controlarlo, porque consumía más y no me embriagaba. Empecé a notar que al día siguiente de haber bebido no recordaba lo ocurrido la noche anterior y me di cuenta que me ocurría de forma esporádica desde que estaba en la universidad y después aumentó la frecuencia —le dirigió a Lori una mirada penetrante que ella le sostuvo sin pestañear—. Todo cambió el día que me levanté a las ocho de la mañana en una habitación de un lugar que no conocía y en compañía de dos prostitutas. No utilicé condón y duré meses con la angustia de haber contraído alguna enfermedad. Me di cuenta que si bien no había tocado fondo, la relación con mi hermana no era la mejor y que tenía problemas que resolver con mi empresa. Cientos de familias dependen de mí y de mis acciones. Mi familia, la que me queda, me necesita en mis cinco sentidos. Tengo dos sobrinas que adoro y por nada del mundo dejaré que mi enfermedad les llegue. Vengo a este sitio, porque aquí fue donde tomé la decisión después de un largo paseo y de conocer el trabajo de Lucas y del padre Gregorio. Todos estamos unidos por un problema común: el alcoholismo. Esta reunión es importante y es trascendental saber que no estamos solos y que el compartir con otras personas y ayudar, nos permite mantener la sobriedad. Es difícil dar el primer paso, los comienzos no son fáciles y el problema con nosotros los alcohólicos no es la segunda, la tercera o la cuarta copa, es la primera copa la que ya nos genera la cadena que nos lleva a perdernos en el alcohol. No es fácil aprender a ser sobrios por convicción. Entonces, mis amigos, la decisión está en cada uno de ustedes —alzó la moneda, para que la vieran todos los presentes—. No tenemos por qué sentirnos degradados o diferentes, somos guerreros en constante lucha, mis amigos. ¡Adelante!

Todos aplaudieron, Lori escuchó el relato con el semblante congelado, la tribulación la invadió a medida que Mike contaba sobre su enfermedad. Su corazón lloró de pena por el niño abandonado que había sido y por el adolescente solo y confundido que había percibido años atrás. Entendió muchas cosas y supo que no podía culparlo por lo ocurrido hacía siete años. Si Mike hubiera estado sobrio, no habría ocurrido nada esa noche. Era un hombre que había viajado al infierno y como buen guerrero, salido victorioso de la contienda.

La reunión duró un rato más, otra persona habló y después, Lucas dio varios avisos de actividades que se realizarían en los próximos días en la comunidad.

Al terminar, Mike se acercó a ella con expresión inescrutable. Lori le sonrió, quiso abrazarlo y consolarlo por sus penas, quiso arroparlo con sus sentimientos, quiso entrar en su corazón y con su calidez de mujer sanarlo de todo lo que aún lo atormentaba. Pero no era el momento, saldría corriendo. Se limitó a abrazarlo, Mike enseguida la aferró a él.

—Eres un valiente —dijo sobre su pecho.

Mike la soltó poco a poco, le aferró el rostro con las manos.

—Tenías que saberlo.

En ese momento Lucas se acercó. Estaba complacido por Mike, por la manera en que se miraban esos dos, estaba seguro de que no era un ligue pasajero. Además nunca había visto a Mike acompañado de alguna mujer y sabía que no era ningún santo. Era la primera mujer aparte de Isabella que había traído a ese lugar. Debía ser alguien especial, irradiaba amabilidad y clase.

—Mike me comentó que te ofreció el trabajo de la publicidad del centro de jóvenes.

Lucas le explicó con evidente entusiasmo, los servicios que ofrecería la obra. Le habló de estadísticas, de la población a la que iría dirigido el servicio comunitario y de los planes inmediatos.

—Mañana iré a conocerlo y a hacerme una idea de lo que podríamos trabajar.

—¿Ya aceptaste entonces?

Mike la miró sorprendido.

—Sí, me encantará trabajar en tu proyecto, Lucas.

—En nuestro proyecto —señaló Mike—. Vaya, tienes más poder de persuasión que yo.

—No te quepa duda —contestó el aludido.

Mike hizo un gesto obsceno con el dedo medio, Lucas le contestó con una retahíla de palabras en español, Lori estuvo segura eran obscenidades.

—Por favor Lucas —expresó Mike en tono burlón—, hay una dama presente.

En ese momento se acercó la joven que a Lori le había llamado la atención.

Mike la tomó por los hombros en un gesto afectuoso y le presentó a Lori.

—Te presento a Althea Banks. Soy su padrino.

Así que esta era la mujer con la que Mike hablaba el día de su cumpleaños.

—Mucho gusto, Althea, soy Lori. —Una mezcla de emociones entre las que el alivio fue una de ellas, pobló su semblante—. ¿Qué es eso de padrino?

Althea llevó a Lori a la mesa donde estaba el café y el agua. Lori se sirvió una taza y la chica tomó un botellín de agua.

—Un padrino es una persona que escogemos cuando entramos al programa. Mike es una persona confiable y se toma su sobriedad muy en serio, está totalmente adherida a su vida. Vive pendiente de mí y siempre contesta mis llamadas. Me ha ayudado mucho. ¿Eres su novia?

Lori negó con la cabeza mientras sorbía su café. Por la manera en que le devolvió la mirada, estaba segura que la chica no le creyó. Vio a Mike hablar con los dos jóvenes.

—Mike también es padrino de ellos.

—Qué bien.

—Mike sabe de todo, adivina mi estado de ánimo con un simple hola.

Mike llamó a Althea y los tres jóvenes se reunieron alrededor de él. Lori se dedicó a curiosear por el lugar. La reunión de Mike duró cinco minutos. Se despidieron de los que quedaban en el salón. Lucas se acercó, le dio unas palmadas en el hombro a su amigo y le dirigió a Lori una afectuosa mirada.

—Me alegra haberte conocido, los espero mañana.

Salieron al parqueadero. Mike se metió las manos a los bolsillos.

—Lucas y tú son muy parecidos, son estupendos guerreros.

—No, no nos parecemos en nada, Lucas es diferente, es un hombre sin pizca de cinismo.

—Ambos son hombres decentes.

—Eso sí, pero somos diferentes, él es un hombre especial, extraordinario, tiene un corazón de oro. Se graduó de Stanford con matrícula de honor.

—Vaya, es un hombre humilde. Un redentor de tiempos modernos. Me cayó muy bien.

Al llegar al sitio donde estaba estacionada la moto, Lori le acarició la mejilla.

—Estoy orgullosa de ti Mike. No es fácil superar lo que tú has superado y además, desnudar tu alma ante una veintena de personas.

Mike tomó su mano y la besó. No estaba acostumbrado a los gestos cariñosos de las mujeres, se las sacudía enseguida, pero con ella, era como si necesitara de su roce. Tenía unas ganas inmensas de probar sus labios otra vez, de tocarla, de olerla.

—Es la manera que encontré de dominar mis demonios, principessa.

Esta vez Lori no le dijo nada por el apelativo utilizado.

—Buena manera de hacerlo.

Lori tomó el casco que él le ofreció.

—Vamos a cenar. ¿Qué quieres comer?

—Cualquier cosa.

—Conozco un restaurante de comida italiana.

—Me encanta la comida italiana, vivo en un barrio italiano, estoy segura que en vidas anteriores fui italiana.

—Ah, ya entiendo.

Lori levantó una ceja.

—¿Qué?

—Esa atracción que siento por ti, de pronto en otras vidas fuimos amantes en Italia —la miró con su sonrisa y mirada cargada de sensualidad—. ¿Te lo imaginas? Apasionados, lujuriosos, calientes.

—¡Ja!

Se montaron en la motocicleta. Lori invocó esas imágenes de los dos en alguna villa italiana perdidos en una tórrida relación. Se obligó a calmarse. Llegaron al centro de Los Ángeles a un lugar apartado de todo y que parecía más una bodega.

—No te dejes engañar, su fachada no puede ser gran cosa pero te aseguro que la comida es de lo mejor.

El interior del restaurante, era una típica bodega reformada que recordaba los almacenes de la década de los cincuentas, con paredes de ladrillo rojo, techos altos desde el que se desprendían lámparas minimalistas que adornaban cada mesa. Había una terraza, pero desistieron por el frío. Ambiente desenfadado y ruidoso. Mike había hecho la reserva más temprano aparte de que era muy amigo del chef.

Se sentaron y ordenaron una botella de vino. Lori no quería beber delante de Mike, pero este le dijo que no tenía problema con ello y que además para la comida que iban a degustar, debería hacerlo con un buen vino. Ella que podía disfrutarlo, lo hiciera sin pena. Mientras inspeccionaban la carta, el camarero se acercó con un cestillo de pan y una bandeja de antipastos. Mike tomó un panecillo y le untó con antipasto de champiñones y lo roció con aceite de oliva. Le ofreció el bocado.

—¿Puedo o es solo prerrogativa de Jack?

La observó con un ardor feroz.

Lori blanqueó los ojos. Otra vez Jack, por el tono en el que pronunció su nombre, su amigo no era de sus afectos. Decidió ignorar el comentario. Algo en el aire echaba chispas, seducía y envolvía, al menos en la mente de Lori. Asumió el hecho de que le atraía hasta el punto de querer llevárselo a la cama enseguida. Se preguntó si lo que sentía estaba escrito en su cara. En tono de voz ronco le contestó:

—Adelante.

—A ver principessa abre esos apetitosos labios para mí.

El tono en el que pronunció las palabras hizo que sus muslos se cerraran en un movimiento involuntario al experimentar excitación y la humedad. Recibió el bocado de manos de Mike, el sabor del pan con las especias se derritió en su boca. La sensación con Jack cuando le recibía algún alimento no tenía nada que ver con está emoción que le incendiaba el estómago. Era poder y dominación, lujuria y placer.

Él aprovechó para pasar su dedo por el borde de los labios. La función del labial era la de pensar en sexo, caviló Mike, labios húmedos y exuberantes, dispuestos para besarlos, para lamerlos, para... De pronto, se imaginó deslizando su mano por debajo de la mesa, para eso ella tendría que tener una falda o vestido, le acariciaría los muslos, le apartaría la ropa interior y tanteando entre sus piernas, insertaría un dedo en su interior, mientras le ordenaba que se mantuviera tranquila y siguiera con su cena. Retiró el pulgar de sus labios, carraspeó nervioso y agradeció la llegada del mesero con la botella de vino y el par de copas, Mike declinó el uso de la suya.

—Tienes una piel muy suave y perfecta.

—Ya me los has dicho —contestó ella, sin dejar de mirar la carta.

Mike también observaba la carta distraído en sus pensamientos. Decidió ponerla un poco a prueba. No tenía ni idea de por qué lo hacía, pero lo cierto es que Lori era una mezcla desconcertante de femineidad, gracia y agudeza mental que hacía que se sintiera lanzado y un poco ebrio y eso que no había tomado una jodida gota de alcohol.

—Las berenjenas asadas son una delicia y ese comentario es lo más decente que puedo decirte de todo lo que cruza por mi mente.

Levantó la vista sorprendida por su osadía. Mike no se andaba por las ramas, eso era seguro. Lori decidió tomar el toro por los cuernos.

—¿Qué deseas Mike? Quiero que seas claro.

El mesero interrumpió, tomó la orden. En cuanto se alejó, Mike bajó su voz hasta un susurro y se inclinó sobre ella.

—Te deseo, quiero tenerte en mi cama —bajó una mano a su pierna y acarició su rodilla—. Darte el placer que no encontrarás en otro lado, sueño con tu olor, tu sabor, con enterrarme duro y profundo dentro de ti.

—¡Mike! Por Dios, estamos en un lugar público no es momento de hablar de eso.

—¿Por qué? ¿Quién lo dice?

—Mike…

—El instrumento sexual más importante es el cerebro —sonrió ladino—. Conozco el poder que tienen las palabras calientes en el cerebro de una mujer. Soy un hombre exigente en el sexo, Lori, es mejor que lo sepas. Eres una mujer adulta y muy sensual. —La imagen de Lori saboreando lo que él le brindaba, era la imagen más erótica que había visto nunca—. No soy promiscuo, cuando estoy con una mujer me dedico solo a ella. Tendrás todo el sexo y el placer que quieras.

—Das muchas cosas por sentado.

El tono remilgado de ella, hizo que otro sorpresivo ataque de lujuria hiciera aparición.

—Nos atraemos, Lori y el paso siguiente es entablar una relación.

Lori decidió que era momento de cambiar de tema. Le pidió a Mike que le relatara la historia del restaurante, se sorprendió cuando le contó que un matrimonio de chefs eran los dueños del lugar. La pareja joven y talentosa, habían dado vida a un estupendo negocio.

El mesero se acercó con los platos humeantes y una profusión de olores y sabores inundó el pequeño espacio. Pulpo a la plancha con verduras salteadas, selección de carnes curadas, pasta a las finas hierbas en salsa cremosa, berenjenas asadas.

Lori mordió una de las berenjenas, el sabor fresco y crocante hizo que soltara un gemido de puro placer.

—No entiendo cómo puede alguien perderse de esta delicia servida de manera muy bella.

Los labios de Mike se torcieron en una sonrisa muy sensual y tuvo que ajustarse de nuevo los pantalones. No pudo evitar otro de sus picantes comentarios.

—Estoy de acuerdo, las cosas hermosas deben disfrutarse. No saborearlas es un crimen.

Lori captó el doble sentido de las palabras y aunque la excitación endureció sus pezones, no iría por ese camino.

—¿No podemos disfrutar esta cena tocando temas más mundanos? Háblame de tu vida aquí en Los Ángeles, de tus sobrinas.

—Cobarde.

—No es eso, es que esta cena bien merece ser disfrutada y con tus temas de conversación es algo difícil.

—Sí, te entiendo, dan ganas de salir corriendo y disfrutar de nuestras tórridas fantasías.

Lorí soltó la carcajada y el rostro de Mike se iluminó. Deseaba esa risa en las cuatro paredes de su habitación, entre sábanas enredadas.

—Tus tórridas fantasías.

—Lo que sea —soltó otra risa—. Come, te dejaré en paz.

La cena fue un momento delicioso con Mike relatándole anécdotas de sus sobrinas, Lori disfrutó con el comentario del enamoramiento de Melody por Nick y su reacción al matrimonio con Julia. Las adoraba y se preguntó por qué no tenía su propia familia. Al postre volvió a tocar el tema inconcluso.

—¿Por qué no estás casado?

Mike alzó la copa de agua, bebió un trago, se limpió con la servilleta antes de contestar.

—Vivo para mi trabajo. La familia es importante y por ahora con mi hermana, mi cuñado y mis sobrinas me basta.

—¿Qué pasa con el amor, Mike? —la pregunta voló sin siquiera pensarlo mucho, el vino le había aflojado la lengua y se mortificó por ello.

—Creo en la amistad, la lujuria, la camaradería. Disfruto de todas ellas, el amor es un invento de algún cabrón que no tenía nada que hacer.

Lori aferró la copa de vino y bebió un sorbo para pasar el sinsabor que le había dejado la declaración de Mike. Su confesión le molestaba, ella vivía enamorada del amor. Creía en el con esperanza ciega, así su vida de amores y desamores no fuera lo que ella hubiera soñado. Quería saber más de Mike, indagar en su psique, en sus sentimientos.

—Hablas de una relación entre nosotros, pero no sé cuáles son tus sentimientos, además, trabajamos juntos y pienso que eso puede ser un problema. No acostumbro a entablar una relación con personas de mi entorno laboral y ahora vamos a estar más unidos con el nuevo proyecto.

—Esto no se trata de trabajo y lo sabes bien. Es solo una casualidad principessa, no somos desconocidos, si nos hubiéramos encontrado en otras circunstancias, la atracción sería también visible. En cuanto a mis sentimientos, te ofrezco una amistad honesta, compañía. No regalo te amos y no vendo futuros, pero tendrás el mejor sexo del mundo, te lo aseguro.

—Te tienes mucha confianza.

—Por supuesto.

Mientras Mike cancelaba la cuenta, Lori experimentó la necesidad feroz de que Mike se enamorara de ella. Ser la mujer que lograra sacarlo del desapego emocional que sentía, ser ella la que hiciera latir su corazón. Era una tentación demasiado grande y le vinieron a la mente las palabras de Jack “Te lanzas de cabeza a ver si por fin el sapo se transforma en príncipe por obra y gracia de tu amor.” Las dejó de lado. Era hora del desafío.

Salieron del restaurante, eran casi las once de la noche. El parqueadero estaba solo. Antes de ponerse el casco, Lori tomó del brazo a Mike.

—Tendré que pensarlo.

Arqueó una ceja y sin dejar de mirarla, la hizo retroceder hacía un poste de concreto que separaba el lugar donde estaba la motocicleta y el espacio libre de un auto. Su espalda chocó contra la pared. Con los brazos a lado y lado de ella, le tocó el rostro con los labios.

—Parece que habrá que persuadirte de otra manera. No quiero que pienses. —El cuerpo de Lori le respondió, sonrió para sus adentros—. Quiero que sientas.

Con una mano le sujetó el cabello por detrás y con la otra, la mandíbula. Se inclinó hacia ella y tomó su boca. La obligó a echar la cabeza hacia atrás, deseoso de probarla y decidido a devorarla, deslizó la lengua entre sus labios. Un gemido por parte de ella, lo apresuró aún más. Se abrió paso hasta el interior y se dedicó a explorarla.

La lengua insaciable hacía diabluras en la boca y la índole de Lori que sintió los pezones erguidos y le arreció la tirantez entre las piernas. El beso de Mike, hablaba de experiencia y de destreza. Le acarició la cadera y reptó hasta la cintura por debajo del suéter, la acercó más, otro gemido salió de su garganta al ser patente la erección. Había recibido muchos besos y caricias pero la excitación que experimentaba era diferente, era una necesidad cruda y visceral que estaba relacionada solo con Mike. Dejó de lado cualquier pensamiento racional y como él le había dicho, se dedicó a sentir. Lori se olvidó de que estaba en la calle en un lugar desierto con la noche como testigo.

Mike estaba incendiado, la saboreó como quería, estaba seguro que la devoraría hasta el final. No esa noche, pero lo haría como que se llamaba Michael Donelly. Su aroma a fresas tan de ella, su aliento dulce penetró su conciencia y posó las manos en sus pechos por encima del sostén. Empezó a acariciarla hasta que metió la mano dentro del sujetador y llegó a los pezones. No aguanto más y con la respiración agitada, dio gracias a Dios, que la prenda se abrochara por delante, la soltó liberando sus pechos, la miró sorprendido, eran bastante llenos, más de lo que había imaginado, de pezones gruesos de un delicado rosado, pasó saliva y los chupó.

Lori estaba muy excitada, trataba de respirar, pero lo hacía con dificultad, una marea de estremecimientos la asaltó al percibir las nuevas caricias. Se acercó más a él y se refregó a punto de tener un orgasmo.

Mike, no imaginó que fuera así, no quería desprenderse de esa parte del cuerpo, pasaba de uno y a otro queriendo abarcarlos a los dos. No acostumbraba a actuar como adolescente en celo. Hacía años no le ocurría algo así.

—Hueles delicioso —dijo en un susurro ronco y espaciado—. Me tiene loco tu aroma.

El ruido de risas de un grupo de gente, penetró en la mente de los dos y se separaron enseguida. Lori se ajustó de nuevo la prenda ante la mirada de Mike.

Ya cerca de la moto, le entregó el casco, se subieron a la motocicleta y partieron rumbo al hotel.

 

Perdido en tu piel
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