La Navidad había llegado ese año demasiado rápido. Las vitrinas ya estaban decoradas con los motivos alegres de la época. Lori era una entusiasta número uno de esas fechas, pero en esta ocasión personificaba al Grinch, no toleraba las luces, los adornos y ver un papá Noel en cada esquina. Ya era veintitrés de diciembre y ni siquiera había comprado los regalos, al día siguiente tendría que salir temprano y hacerlo, cuando sabía que no encontraría ya nada que valiera la pena, los almacenes estarían desprovistos. Se preguntó qué haría Mike en esas fechas, lo añoraba, el tiempo no le había servido de mucho para olvidarlo. La afirmación; ojos que no ven corazón que no siente, le pareció una cruel mentira. Vivía, trabajaba, sonreía, como si estuviera en una burbuja. La cita a última hora de la tarde era con una empresa de Silicon Valley, que había decidido colaborar en el centro de jóvenes. Lori deseó poder desandar el camino con ellos, pero Lucas se lo ponía muy difícil, dependía de ella ya que había creado un portafolio, que según palabras de Lucas: “era la putería y los inversionistas se abrirían de piernas o sino de piernas por lo menos abrirían sus billeteras”.

La reunión era en uno de los salones del hotel Fairmont, uno de los íconos de la ciudad. Lucas estaba sentado en una de las elegantes sillas ubicadas al lado de recepción. El alivio descolló en sus facciones tan pronto la vio, se levantó como un resorte y caminó hasta ella. A Lori se le hizo raro verlo de saco y corbata, era un hombre muy guapo. Le sonrió.

—Menos mal que llegas, estos lugares me revientan.

Lori lo entendía, el lujoso vestíbulo y la exquisita decoración, podían apabullar a cualquiera. El hotel, uno de los más lujosos de la ciudad, ubicado en la cima de Nob Hill, era un monumento a la historia de San Francisco.

Se dirigieron a los ascensores, ya se cerraba la puerta cuando una mano atrapó la puerta, en cuanto escuchó: “esperen, por favor” con ese tono de voz, rugoso y dominante, un escalofrío le atravesó el cuerpo de golpe y su primer pensamiento fue: “tengo que salir de aquí”. La presencia de Mike Donelly se materializó de pronto y ante su mirada que la atravesó como un puñal, se le destemplaron las rodillas. Lori miró a Lucas reprochándole la traición con un simple vistazo. Él hombre apenado, agachó el rostro.

—Hola, Lori, no te molestes con Lucas, yo insistí.

Le dio la espalda a Lori, mientras el ascensor subía. Ella no había sido capaz de contestar el saludo. Aprovechó que él no la miraba y se embebió en su imagen. Traje azul oscuro, antes de darse la vuelta, vio que tenía camisa blanca y corbata de varios colores. Su olor inconfundible le instaló una sensación conocida en las entrañas, los pechos los sintió pesados de pronto. Se reprendió por tonta al sentir el aumento de las pulsaciones y tendría que controlarse o la reunión sería un fiasco. Dejó de respirar, cerró los ojos y trató de pensar en otra cosa. De pronto se sintió muy abrigada, deseó despojarse del abrigo y de paso de toda la ropa y que él la tomará así vestido… pero ¿qué diablos pensaba? Abrió los ojos de golpe y se percató que Mike la miraba de reojo. Descansó cuando llegaron al piso en el que sería la reunión.

Ingresaron al salón.

Lucas la presentó a los ejecutivos reunidos, una mujer rubia en la cincuentena y dos hombres uno delgado y pelirrojo y el otro con sobrepeso y medio calvo. Lori se calmó mientras se quitaba el grueso abrigo que una camarera le recibió. Se sentó al lado de Lucas y Mike enseguida tomó asiento y quedó a su lado. Se hicieron las presentaciones y se charló durante unos pocos minutos. Hasta que Lori se levantó para hacer una mejor exposición del tema.

El inicio de la exposición fue algo atrevido, pero Lucas había estado encantado con la idea.

—Señores —dijo Lori—, ¿tienen hijos?

Todos contestaron de manera afirmativa.

—Piensen por un momento que sucedería si alguno de ellos manifiesta esta transformación en menos de tres años. La imagen que voy a pasar puede herir susceptibilidades. Muestra cómo un muchacho de diecisiete años adicto al crack echó a perder su vida.

Lori pasó una serie de imágenes trabajadas por uno de los jóvenes, donde se mostraba un claro deterioro de las facciones y del aspecto en general. Uno de los hombres se revolvió incómodo. Mike había dejado de mirarla a ella, parecía perdido en pensamientos.

—Después de ver esto, sabemos que todos tenemos que hacer algo para evitar que esta epidemia acabe con nuestros jóvenes y con el futuro de nuestra nación. No voy a entrar en detalles sobre el tema de las drogas que ya todos conocemos, ni tampoco en discursos moralistas que poco han servido. En este video voy a dejar que sean los jóvenes los que hablen sobre el proyecto, los que les cuenten que han encontrado allí y por qué necesitan tanto de nuestra ayuda.

Lori puso el vídeo y se sentó de nuevo. Notó tenso a Mike y no entendía el por qué, reuniones como esta eran su pan de cada día y estaba segura que ella lo había hecho bien.

Al terminar el vídeo, Lori volvió al ruedo y continuó con una serie de explicaciones y la reunión fluyó a la perfección. Mike la miró sorprendido.

—Eres maravillosa, joder —susurró Mike sin mirarla cuando volvió a tomar asiento y dejó que Lucas cerrara la presentación.

 

La reunión fue todo un éxito. Tomaron la decisión enseguida, tendrían el dinero para realizar varios proyectos.

—Gracias, Lori —dijo Lucas al tiempo que la abrazaba emocionado, a las puertas del ascensor—. Sabía que caerían.

—Eres excelente, ya te lo había dicho —dijo Mike a la salida—. Si desean ir a cualquier parte el chofer los llevará.

—Vamos a celebrar. Los invito a comer.

—Lo siento tengo un compromiso —dijo Mike.

Lori aceptó la invitación, pero le dijo que cenaran en su casa, estaba cansada, pedirían algo a un restaurante cercano.

Mike los llevó en la limusina. Lo notaba molesto y Lori lo único que deseaba hacer era arrebujarse en él, acariciarle el entrecejo, que hubiera un embotellamiento de autos y poder quedarse a su lado hasta el día del juicio final, hacerlo sonreír, hacerlo feliz. Se iba a volver loca, quería tocarlo, besarlo, sentarse en sus rodillas y besarlo hasta ahogarlo. Menos mal que en pocos minutos ya estaba en su calle y el auto frenó frente a su casa.

Se despidió de forma seca y brusca de Lucas y a ella, le tomó la mano y le dijo:

—Gracias, fue una presentación perfecta, me alegra que nos estés colaborando.

Con semblante de hielo, se subió de nuevo al auto y en minutos se perdió en la vorágine de autos.

****

 

—¿Y el árbol? —preguntó Lucas a Lori tan pronto escrudiñó en el apartamento.

—No compré este año.

—¡Sacrilegio! ¡Arderás en las piras del infierno!

Él se quitó la chaqueta y la dejó en el sofá, se frotó las manos. Ella sonrió y se sintió mal por no haber puesto adornos. Prendió la calefacción.

—¿Tienes adornos, guirnaldas, papás Noel bailarines, luces y todas esas cosas?

—Sí, hay una caja por aquí. Pensaba poner leche y galletas a papá Noel— bromeó.

—Pobre diablo, ponle un whisky o tequila, no lo tiene fácil el muy cabrón.

Lori lo llevó a la habitación que tenía de estudio de pintura, en uno de los muebles guardaba la caja de navidad.

—Guauu ¿son obras tuyas?

Lucas hablaba de las pinturas arrumadas en la pared y de la que en ese momento estaba en el caballete. Una pintura abstracta de colores vivos.

—Tienes talento.

—Muchas gracias.

Salieron de la habitación, Lori se disculpó y fue a su habitación a cambiarse. Salió ataviada con un chándal de yoga, un suéter negro y gruesos calcetines de lana. Se sentaron en la alfombra de la sala e hicieron el inventario de las cosas que Lori tenía.

Lori le sirvió un vaso de whisky que Lucas aceptó encantado. Ella se decantó por una taza de té.

—Por un momento pensé que lo ibas a rechazar —dijo Lori refiriéndose al licor.

—No soy alcohólico. Son muy bonitos —dijo Lucas refiriéndose a los adornos que Lori dejaba en la mesa.

Había un papá Noel sentado en una silla y varios muñecos, velas y una corona que Lucas puso en la puerta. En poco tiempo el apartamento brillaba con la Navidad.

Lori sacó una guirnalda y una bolsa con frutas artificiales envejecidas.

—Estírala bien.

—Sí, señora. Usted manda.

—Vas a ver.

La alegría y el entusiasmo de Lucas terminaron por contagiarla. Se limpió las manos en los pantalones y empezó a trabajar. Él la contemplaba divertido.

El semblante de Lori cuando se habían encontrado en el hotel, reflejaba algo de tristeza, lo saludó con una sonrisa que no llegó a los ojos. Se alegró de haberla acompañado ese rato.

—Están tan apetitosas esas frutas, dan ganas de comerlas.

Lori soltó una genuina carcajada.

—No quiero terminar en un hospital la víspera de Navidad.

Lucas se levantó y encontró en el aparador de la música un cd con música de la época cantada por Frank Sinatra.

Con dedos diestros, Lori engarzó las frutas a la guirnalda, el arreglo acabado parecía como el de las vitrinas de decoración pero con su toque personal. La gruesa guirnalda cubierta por las frutas, unidas por el alambre, era un bello adorno. De pronto levantó la vista y miró a Lucas.

—¿Sabes si está bien? ¿Ha vuelto a beber?

—Está todo lo bien que puede estar con sus problemas y no, no ha vuelto a beber.

Lori soltó un profundo suspiro.

—No quiero más encuentros como los de hoy.

—Me rogó.

—No lo hagas más.

—Está bien, ¿cómo vas a hacer con la cuenta del hotel? Tarde o temprano tendrán que normalizar por lo menos a una relación de conocidos.

—He pensado en irme los primeros días de enero a Chicago. Me servirá para centrarme. Haré un curso de arte en una escuela de artes, dura cuatro semanas. No quiero que lo sepa. Pienso que después de ese mes, todo será diferente.

—Me parece bien. Te voy a extrañar.

Lori le dio un codazo.

—Eres un majadero Lucas Escamilla, vas a extrañar a la esclava, negrero. —dijo en broma, se había convertido en un buen amigo.

Lucas sonrió.

—Pidamos pizza.

—Perfecto.

 

******

 

Era el jodido infierno. No lo supo en cuanto se subió al ascensor y su aroma lo hipnotizó como siempre, o cuando la miró de reojo y la vio con los ojos cerrados, seguro concentrada en la presentación. No, el infierno se desató en cuanto ella se quitó el abrigo y dejó a la vista un vestido color gris, el traje era igual a cualquier otro, ni pegado ni suelto, de manga larga, pero no sabía si era porque la extrañaba o que hacía tiempo no estaba con alguna mujer. Se acomodó a su lado como si un canto de sirena lo llamara y estuvo seguro que hubiera levantado al que fuera con tal de quedar a su lado, lo necesitaba, era patético y lo sabía. No debió haberlo hecho. Imaginó lo que había debajo de la tela, coquetos ligueros, tangas transparentes y sostenes de esos que muestran más de lo que esconden y sufrió el calentón de su vida, como si fuera un adolescente ante el primer cuerpo desnudo que veía. Se puso duro, se revolvió en el asiento, a duras penas prestó atención y cuando se levantó ella a exponer el tema, con su andar de amazona y sus follables zapatos, imágenes lascivas lo atravesaron, él encima o debajo de ella, envolviéndolo, sudoroso, queriendo parar e incapaz de hacerlo, sus labios matadores acariciándole la verga, succionándolo, ofreciéndole el cielo. Empezó a sudar, uno de los meseros se acercó y le dijo al oído que si deseaba quitarse la chaqueta. No, todo lo contrario, la abotonó para no quedar en evidencia y se obligó a pensar en catástrofes y enfermedades o simplemente concentrarse en el tema que se exponía. Evitó mirarla, pero era una estupidez, había recorrido con manos, piel y boca cada depresión, cada línea y cada curva de esa hermosa mujer. Al término de la presentación, tuvo el impulso de levantarse y salir corriendo al baño más cercano y aliviarse de alguna forma. La notó seria y distante con Lucas y con él, el pobre diablo no tenía la culpa, le había rogado para poder acompañarlos, la culpa era solo suya, por no dejar de pensarla, por no dejar de verla en todos los rincones de su casa o recordarla cuando estaba con sus sobrinas, la culpa era del maldito ahogo y el dolor en el estómago que tenía desde que ella había salido de su vida, por lo menos en ese breve espacio de tiempo pudo respirar. Escuchó su risa ante un comentario del pelirrojo y recordó cuando ese mismo gesto iba dirigido a él, pero la percibió más apagada y cuando la miró, ésta no llegó a los ojos. En cuanto salieron, no se quería despedir, deseaba pegarse como una lapa a su abrigo “llévame a donde quieras, principessa”, le dijo con el pensamiento, pero al ver su expresión ante la invitación de Lucas, supo que no era bienvenido. En el auto fue otra tortura, era duro fingir que no había nada, actuar como simples conocidos, cuando la había recorrido entera. ¿Qué mierdas había hecho él para merecer ese castigo? Castigo de no tenerla, castigo de extrañarla, castigo por querer desandar lo andado y arreglarlo de alguna forma pero sin saber cómo. La admiraba, era buena en lo que hacía y la mujer más extraordinaria que había conocido y deseaba recuperarla a cualquier precio, sonrió nervioso, ya estaba como galán de telenovela. Se despidió de manera precipitada, porque si se quedaba un segundo más, se arrodillaría y suplicaría clemencia para el pobre pecador. Llegó a la suite del hotel y otra vez percibió el ahogo y algo más, ganas de tomar una jodida botella y perderse, pero no lo haría, ya no, en cuanto bajara esa ansiedad, buscaría la manera de hablar con ella, aún era pronto, además, solucionaría otros problemas. Se desnudó y tomó una ducha, buscó el alivio pensando en ella, en sus gloriosos pechos que se bamboleaban cuando él la zarandeaba al derecho y al revés, en la sensación de estar aprisionado en su interior, en que nunca sentiría igual con otra mujer, se corrió mientras reconocía lo enamorado que estaba por primera vez en su vida.

 

****

 

Lori decidió hablar con Peter antes de que viajara con su grupo de amigos a recibir el año nuevo en Aspen, fue a su oficina y entró tan pronto la anunció su secretaria. Peter levantó la vista y la invitó a sentarse. Le dijo que en un momento la atendería mientras firmaba unos papeles.

—Cuéntame, querida hermanita, ¿qué te trae a mi cueva? —preguntó intrigado, casi nuca ponía los pies en su oficina.

—Tengo algo que comunicarte.

—Soy todo oídos —contestó intrigado.

—Voy a tomarme un tiempo para mí. —Peter arrugó el ceño—. Voy a Chicago a hacer el curso de arte que deseo hacer hace tiempo.

—No hay problema, si necesitas unas cuantas semanas, la oficina puede prescindir de ti —señaló sin dejar de mirarla con gesto preocupado, su hermana no era la misma de hacía unas semanas y le molestaba lo hermética que estaba.

—Son cuatro semanas, Peter, pero pienso que Lilian está más que capacitada para reemplazarme.

Peter soltó un silbido.

—Cuatro semanas, es mucho tiempo, pensé que me hablabas de dos —la miró punzante, echó la silla hacia atrás y juntó sus manos en un gesto común en él.

—Sé que es mucho tiempo, pero lo necesito.

Algo en su tono, hizo que Peter relacionara esta huida intempestiva, con lo sucedido con el hombre de las flores.

—¿Tiene algo que ver el cretino que te está haciendo sufrir?

—Peter, no es de tu incumbencia, por favor —contestó Lori molesta.

—Si dejas el trabajo un mes, sí, creo que lo es.

—Necesito un descanso, tiempo para mí, para pensar.

—Bueno como quieras, sino confías en mí, lo entenderé —repuso cortante.

—No te pongas así, claro que confió en ti, pero créeme, en esto no puedo —Lori sabía que si Peter se enteraba de que era Mike el que estaba detrás de esto, se lo haría pasar bien mal. Además, no quería poner en riesgo el contrato con los hoteles, la cuenta Admiral era importante para la empresa y Peter en un arranque de furia podía mandar todo al infierno, ella conocía muy bien su temperamento, en apariencia era afable, pero era capaz de romper paredes si alguien lastimaba a quien él quería.

Peter se quedó pensativo unos segundos, observaba el puente de la bahía.

—Será difícil trabajar con Lilian, me huye en cuanto me la topo por el camino. Además, ese aspecto, ¿por qué no le sugieres un cambio de imagen?

—No puedo creer que seas tan sagaz en unas cosas y tan obtuso en otras.

—No necesitas ofenderme.

Lori se levantó de la silla y caminó por la oficina.

—No te estoy ofendiendo, Lilian lleva un año aquí y aún no te has dado cuenta que es una mujer que esconde adrede su belleza, no quiere que nadie repare en ella.

Peter soltó una carcajada irónica.

—Todas las mujeres resaltan sus atributos.

—No todas, si su belleza la ha hecho sufrir, como creo es su caso, reprime fieramente cualquier indicio que la haga atractiva al sexo opuesto.

—No te creo.

—Obsérvala bien y te darás cuenta de que tengo la razón.

Peter le hizo un gesto con las manos como calmando olas y decidió no hablar más del tema, le dio algunas recomendaciones.

—Peter, necesito pedirte un favor, no quiero que nadie del trabajo ni de las cuentas que tengo a mi cargo sepa de mi paradero. Si no, empezaran a cargarme de trabajo donde quiera que esté y quiero que sea un retiro lejos de todo y de todos.

—¿Por qué tanto misterio? Ni que hubieras robado un banco.

—Prométemelo —insistió Lori.

—Está bien, está bien, te lo prometo ¿Cuál es él jodido misterio?

—Adiós, Peter —y salió dejándolo intrigado una vez más.

 

Perdido en tu piel
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