—Hola —susurró ella, vulnerable y presa de la sorpresa. Se le secó la garganta y el corazón martilleaba a ritmo loco, sintió los latidos hasta en la cabeza—. Te hacía en Los Ángeles —balbuceó sin mirarlo a los ojos, mientras se despojaba del bolso y la chaqueta.
—Tenía una reunión muy importante, pero la cancelé para mañana.
—No lo hubieras hecho.
Estaba nerviosa, alterada y eso lo puso contento. El resentimiento por su mensaje aún no menguaba, quería castigarla, hacerla sufrir y al mismo tiempo deseaba abrazarla, aferrarla a él, que nunca se le ocurriera separarse de su lado. Era una situación ridícula, ni siquiera sabía por qué estaba allí. Estaba actuando como un adolescente, debió darle espacio e intentarlo cuando se hubiera calmado. Pero su índole posesiva y la certeza de que siempre era él el que tenía la última palabra, lo habían empujado a ella.
—No me gusta dejar asuntos pendientes.
Se miraron por un largo rato, a Lori la pasmaba la impotencia, culpa de los sentimientos que Mike le despertaba, solo era verlo y lo único que deseaba era correr a abrazarlo. Se había despojado de la chaqueta y quitado la corbata, la camisa desabotonada dejaba ver su pecho moreno y esbelto, recordó cómo le gustaba refregarse en él. Sintió una llama de deseo en el vientre. Sus pechos se tensaron y sus puntas rosadas quedaron presionadas contra el sujetador, que de pronto le resultó muy ajustado. Su corazón pulsaba a toda velocidad. Se rebelaba contra el efecto que Mike le causaba.Sus elucubraciones fueron interrumpidas por la voz de Mike.
—¿Es en serio que no deseas volverme a ver?
Lori carraspeó sin dejar de mirarlo.
—Es lo mejor, Mike, esto no va a ninguna parte.
Pudo detectar un brillo furioso en su mirada. Lori estaba de pie en medio de la sala, Mike se levantó con la agilidad de un depredador.
—Ya —dijo él.
La incredulidad en su tono pretendía ser ofensiva. En contravía a lo que de verdad sentía, inclinó la cabeza y le acarició los labios con los suyos antes de entreabrírselos con la lengua y explorar su boca.
—Creo que tendré que hacer algo más drástico para quitarte esa idea de la cabeza.
La deliberada sensualidad con la que se expresó, hizo que Lori sintiera un escalofrío. Su mirada café, el calor de su cuerpo y su inconfundible olor, causaban en ella un efecto sísmico. El gesto se debocó en segundos en un beso voraz. De la mente de Lori desapareció todo pensamiento o decisión, solo se limitó a sentir. Caliente y húmeda reaccionaba a cada caricia.
Con una sonrisa posesiva, Mike le separó las piernas y metió la mano por debajo de su falda. Lori sabía que debía detenerlo, pero él la acariciaba con una destreza que le hizo perder el control.
Mike le subió la falda, le bajó de forma brusca las bragas y la llevó al sofá.
—Vamos a la cama —susurró ella.
—Después.
Lori se vio arrastrada por la pasión y la emoción de sentir el peso de Mike encima de ella cuando la acomodó en el sofá. Olía delicioso y sentirlo de nuevo junto a ella, encima de ella, cuando pensó que no lo haría más, la emocionó al extremo.
Mike percibió su índole, porque se separó un poco y le tomó el rostro con las manos.
—¿Así, que deseas dejarlo aquí? Creo que disentimos, principessa. —Se apoderó de nuevo de sus labios con ternura y se separó de nuevo—. Lori, yo valoro lo que hay entre nosotros, hoy te extrañé, en cuanto llegué a la ciudad, no me pude aguantar hasta la noche y por eso te cité en el restaurante, porque deseaba mucho verte. Estuvo muy mal como me comporté contigo y con Peter, ustedes son muy importantes para mí. Voy a hablar con él en la próxima oportunidad. Lo de hoy no se va a volver a repetir. Dime que me perdonas. Dame tiempo, tengo mis rollos y me cuesta un montón abrirme a la gente, pero contigo quiero hacerlo.
Lori podría haber terminado las cosas allí y él lo hubiera aceptado, pero su mirada revelaba tanto anhelo y confusión que lo entendió y se prometió que le tendría paciencia, no le había hablado de sentimientos, ni corazones, pero le había dado algo valioso en que pensar.
—Está bien —contestó ella con dulzura.
Mike le devoró la boca.
—Ya estás lista para mí, principessa —dijo él introduciendo los dedos en los pliegues de su sexo.
Emitió un gruñido de satisfacción. Le subió la falda hasta la cintura.
—Estoy muy caliente —dijo mientras se bajaba la cremallera del pantalón.
Sin desvestirse, ni terminar de desvestirla a ella, la penetró. Ella emitió un gemido al sentir el miembro abriéndose paso en su estrechez. Mike le aferró los huesos de la cadera y embistió con decisión y con fuerza, con un instinto primitivo de posesión que no había sentido nunca y que a Lori la excitó mucho más. Fue un encuentro muy diferente a los anteriores. Mike hizo las embestidas más profundas, la levantaba del mueble con cada empujón. Se retiraba levemente y volvía de nuevo a ella.
—Me voy a correr —dijo.
Los gemidos de Lori, la fricción y el calor lo hicieron explotar en el mismo instante en que el cataclismo asaltó a Lori en forma de interminables oleadas.
Los sonidos del sexo colmaban la sala.
Ella amortiguó los últimos gemidos contra el pecho de Mike, mientras seguía aprisionándolo con sus fricciones. Para él, era una de las sensaciones más placenteras que había experimentado y se la brindaba la hermosa mujer de rizos dorados, su principessa.
Mike se acercó a su cara, le dio un breve beso en la comisura de los labios, con las respiraciones trabajosas y aún agitadas, se separó de ella.
Todo parecía diferente, pero nada había cambiado de lugar. Lori se incorporó. Se bajó la falda. Ni siquiera se había desabotonado la blusa. La asaltó un escalofrío.
—¿Tienes frío?
—No. —Sonrió—. Son los rezagos del orgasmo.
Mike la jaló y la sentó junto a él. La abrazó.
—Fue diferente.
—Sí.
El silencio recayó sobre ellos y durante varios minutos.
—Vamos a la cama —dijo Lori.
Mike se agachó y le dio un beso en la coronilla.
****
Lori se dedicó el resto de las noches a preparar un regalo para Mike, era un collage de fotografías que le había tomado el pasado fin de semana. En una de las impresiones, descollaba su talante serio y atento, cuando estaban reunidos con Lucas en el centro de jóvenes. En otra, sonreía, cuando con algunos jóvenes, armaron algarabía y empezaron a jugar con agua, pero su favorita era una foto donde estaba con Carole y Melody. Él las abrazaba y su sonrisa, su gesto de amor y aceptación no tenía precio. Acarició el retrato, el borde de la sonrisa y las arrugas en los ojos a causa de la risa por un chiste de Carole. Deseó que le sonriera a ella así, los celos eran inevitables a esas alturas. Quiso el amor y devoción hacía su familia para ella. Puso las fotografías de manera artística en un retablo de madera y procedió a cubrirlo con una resina transparente, técnica que había aprendido en una clase de arte, lo dejaría secar dos días y lo enviaría a casa de Mike, al tiempo que ella fuera.
El sábado a primeras horas de la mañana, llegó a Los Ángeles. Mike la recibió en el aeropuerto.
—Principessa —dijo, la abrazó y le dio un profundo y largo beso, sin importar las miradas curiosas a su alrededor.
—Hola —sonrió ella.
Salieron abrazados rumbo al parqueadero, comentando el viaje, el clima que estaba más cálido que en San Francisco y los planes para el próximo Día de Acción de Gracias. Mike los pasaría con Isabella y Lori con Peter y sus padres que ya habían llegado de su viaje.
—Hoy después de trabajar con el negrero de Lucas. —Lori sonrió—. Daremos un paseo en el bote, esta vez tú y yo solos. Tenemos reserva en Nobu para la cena y no sé, si desees ir a bailar. —La miró y quiso arrancarle más besos. Ella le acariciaba el rostro mientras hablaba.
—Tus planes son perfectos y sí quiero ir a bailar.
Llegaron al puesto donde estaba parqueado el vehículo. Mike abrió el maletero y arrojó el equipaje dentro. Estaba hermoso esa mañana, con unos vaqueros desteñidos y una camiseta amarilla pegada al cuerpo, con gafas oscuras y botas que le daban el aspecto de hombre rudo. La apoyó contra el capó del auto y la encerró entre sus brazos.
—Te voy a hacer el amor hasta dejarte extenuada. Estoy preparado para servirte de la manera que quieras.
Una sonrisa de placer iluminó su cara.
—¿Y si digo que no? —ronroneó mientras le acariciaba el pecho.
Mike le regaló su hermosa sonrisa, como si el rechazo nunca hubiera pasado por su mente. Él enredó los dedos en su pelo y lo acarició con dulzura.
—No te conviene, tengo tu maleta de zapatos secuestrada y conociéndote, es un grave problema.
—Sí, es un gran problema. —Bajó la mano por su espalda y le dio una palmada en el trasero—. Mejor te utilizaré como mi juguete sexual durante todo el fin de semana.
Mike soltó la carcajada, la tomó de la mano y le abrió la puerta para que se acomodara en el auto.
Al ritmo de una canción de Ed Sheeran, tomaron rumbo al centro de jóvenes. Después de la reunión con Lucas, en la que se pactó la hechura del logo y la elaboración del comercial que presentarían en las diferentes entidades; Lori se reunió con los jóvenes y cuál fue su sorpresa al ver que ya había varias propuestas para el mural que pintarían. Lucas le comentó que había conseguido un buen lote de pinturas. La gente de la zona les colaboraba, sobre todo los pequeños comerciantes, ya que se veían beneficiados porque serían menos chicos delinquiendo en la calle y afectando la imagen del lugar. Se habló de hacerle un tratamiento previo a la pared, lijarla y pulirla, dejarla de textura suave, para que las brochas y pinceles se deslizaran mejor. Los chicos habían llevado varias propuestas muy llamativas y ricas en colores. Lori debía tener en cuenta que era un sector de minorías hispanas y afroamericanas, luego los murales dejaban ver mucho de su cultura y eso a ella le gustaba y lo respetaba. Entre las propuestas descollaba la de un grupo de mariachis, uno de un famoso cantante, no era lo que buscaban, otra de un grupo de jóvenes reunidos en una plaza y la última una muchedumbre de hombres y mujeres jóvenes trabajando en lo que sería un florido jardín. Un tímido muchacho, delgado y de ademanes tranquilos, le mostró su trabajo. Lori se impresionó, en una carpeta plástica, había una serie de dibujos de rostros deformados por los estragos causados por el uso y abuso de las drogas. Famosos cantantes y actores que habían caído en la adicción. Las imágenes eran perfectas y supo que habían encontrado la idea.
—Miren chicos, todas las propuestas están geniales y pienso que podemos poner un detalle de cada una, pero la que nos sirve y nos muestra el verdadero significado de lo que hacemos aquí, es está.
Joaquín, Pedro, Tomás, Mohamed y dos chicos más, observaban y escuchaban concentrados lo que Lori trataba de explicar.
—¿Puede ir la guitarra de Bob Dylan? —aventuró Mohamed un joven alto y desgarbado de no más de diecisiete años.
—Claro que sí —contestó Lori.
Y así siguieron discutiendo sobre algunas figuras, colores y tamaños. Lori les dijo que ese día dejarían la pared lista para trabajar y que al día siguiente, harían el bosquejo.
Lavaron la pared con agua y jabón, luego la lijaron y la pintaron de blanco. Al día siguiente temprano continuarían.
Mike había salido a comprar materiales de trabajo y merienda, llegó con rosquillas, refrescos y agua para todo el mundo. Estaba orgulloso del proyecto, en una semana habían avanzado una barbaridad. El presupuesto inicial no había dado un brinco, pero eso él ya lo sabía, su experiencia en ese campo no fallaba, siempre una obra se saldría del presupuesto por más que se quisiera amarrar los cinturones.
Se acercó despacio, ninguno se dio cuenta de su llegada y se limitó a observarla compartir con los chicos. Algo que no sabía nombrar se paseaba por su pecho, solo pudo dilucidar una profunda ternura y una gran admiración por el ser excepcional que había llegado a su vida y desde lo instintivo y visceral, el deseo profundo que siempre ella le inspiraba. Lo dominaba el tono de su voz, la gentileza de sus gestos hacía esos jóvenes que sobrevivían en un ambiente hostil. Con sus jeans, tenis y camiseta sin mangas, era una más, pero no por el vestido, era por la manera en que afrontaba los retos del día a día, como si estuviera preparada para todo. Un deseo impetuoso lo invadió, pero no era solo el deseo del cuerpo, por primera vez en años quiso algo diferente, quería una conexión con esta mujer más allá de las sábanas y es que Lori no se daba cuenta lo que con sus actos conseguía. Lograr que un cínico como él se planteara un tipo de relación diferente ¿Qué de malo sería ser novios?, que todo el mundo supiera que estaban juntos. Lori no casaba en el esquema de sus otras conquistas, amigos con derechos, no. Era una mujer que se merecía otro tipo de relación.
Al medio día llegaron a la casa y Consuelo la recibió como al hijo pródigo.
—Qué alegría verte, me parece bien que este bribón te haya invitado de nuevo —dijo la mujer en medio de un abrazo.
Mike puso los ojos en blanco.
—Créeme si no lo hubiera hecho, ella te habría traído de igual forma.
—Me alegra estar aquí —dijo a Consuelo con cariño—. Hice un envío ayer desde San Francisco, ¿ya llegó?
—No ha llegado nada aún —contestó la mujer.
—Cuando llegue me avisas —dijo Lori mientras Mike la jalaba de la mano hacia él, y la llevó a paso rápido por las escaleras.
—¿Qué es eso de un envío?
—Es una sorpresa. No te voy a decir más —contestó ella y le guiñó el ojo.
—Ya veremos —retrucó Mike—. Tengo unos métodos súper efectivos para hacer hablar a las personas.
—No me cabe la menor duda, pero soy un hueso duro de roer.
Una sonrisa perezosa se dibujó en la boca de Mike.
—No me interesa roer, quiero chupar, saborear.
A Lori se le aflojaron las rodillas a causa de su mirada voraz y el tono de voz empleado por Mike tan cerca de su oído. Al llegar a la habitación, la abrazó como si hiciera meses no la viera.
****
Isabella estaba en la cocina, alistaba su equipo de jardinería. Patrick había salido temprano sin decir a donde como ya era costumbre. Carole y Melody hacían sus deberes en sus respectivas habitaciones. Necesitaba esos preciosos momentos robados para pensar.
Sonó el timbre del teléfono, no quería contestar, saltó el contestador.
—Buenos días, soy el doctor Whitman. Patrick ya tengo los resultados de tus exámenes, me gustaría hablar contigo hoy a las once y treinta, por favor.
Isabella corrió al teléfono antes de que el doctor colgara. Necesitaba averiguar lo que sucedía.
—Doctor Whitman, ¿cómo está? Soy la esposa de Patrick, hace tiempo que deseaba hablar con usted. Mi esposo me habla de su diligencia y dedicación. —Lo engatusó ella—. Hoy quería ir con él, pero un resfrío de las chicas, me impide moverme. Cuénteme, ¿cómo va todo?
—Por lo que veo Patrick ya habló con usted. Le dije que era un error mantenerla en la ignorancia, más si los resultados del examen no eran lo que se esperaba.
La expresión de Isabella se congeló.
—Explíquese —susurró Isabella tenía un nudo en la garganta, presa de la angustia se había puesto pálida. El corazón le latió de manera feroz.
—Ya tengo los resultados del ganglio que le operé hace dos semanas y pueden estar tranquilos no es linfoma.
Isabella sintió que la tierra se abría a sus pies. La declaración la tomó por sorpresa.
—Pero él —balbuceó, mientras tragaba el nudo formado en la garganta— ¿Estará bien?
—Claro que sí; es una inflamación tardía como respuesta a una infección de tiempo atrás y que alertó a los otros ganglios, pero no es importante, pueden respirar tranquilos, sé, que este mes y medio ha sido difícil. —“Ni que lo diga” pensó, Isabella—. Pueden respirar tranquilos, no hay de qué preocuparse.
El médico se despidió de Isabella. Con la mirada fija en el teléfono, se lanzó en uno de los taburetes que rodeaban el mesón de la cocina. Dio gracias a Dios, se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar de alivio porque la pesadilla terminaba y de ira por la falta de confianza. Patrick no sabía lo que le había hecho a su matrimonio. Después de unos minutos se obligó a calmarse, no quería que sus chicas la encontraran así.
Marcó el número del móvil de Mike, saltó a buzón. Le dejó un mensaje. Al ver que pasaba el tiempo y no obtenía respuesta. Marcó a la casa.
—Consuelo, buenos días, quisiera hablar con Mike.
—Buenos días Isabella, no creo que Mike se pueda poner al teléfono en este momento, está arriba con Lori que llegó de visita hoy.
—Por favor Consuelo, es urgente, necesito hablar con él —dijo Isabella, se sentía una cretina por dañarle el rato a su hermano, pero necesitaba que las chicas no estuvieran en casa cuando tuviera su confrontación con Patrick.
—Espera un momento.
Rato después un Mike disgustado se puso al habla.
—¿Qué pasa, Bella? ¿Por qué intentas sabotear los ratos que Lori pasa en esta casa?
—No le digas eso —escuchó Isabella que decía Lori.
—Habla —acotó serio.
—Patrick —a Bella se le quebró la voz y empezó a llorar de nuevo—, me ha mentido todo el tiempo.
—¿Qué quieres decir?
—Esta mañana recibí una llamada del doctor Whitman, Patrick estaba enfermo y me lo ocultó todo el tiempo.
—Lo siento —soltó Mike preocupado—. ¿Qué tiene?
—Pensaban que era linfoma pero las pruebas dieron negativas, no es eso.
—Gracias a Dios. —Mike no entendía porque Isabella estaba así—. ¿Qué pasa? Deberías estar feliz, estabas equivocada, no hay otra mujer, era el estrés por pensar que fuera a tener algo grave, vaya, entiendo al pobre tipo.
—No puedo creer que me estés diciendo esto, me ocultó algo que debíamos haber superado los dos. ¿Es que no lo entiendes? —Bella lloraba a moco tendido— ¿Dónde está la confianza y el estar juntos en los malos momentos?
—No quería preocuparte eso es todo, te protegía —Mike estimaba mucho a Patrick.
—No necesito que me protejan, no soy una porcelana. —Bella estaba furiosa con los dos—. Hazme el favor de cuidar las chicas no quiero enfrentarme a él con las chicas en casa.
—Van a llover platos por lo que veo. Bella, tengo a Lori aquí este fin de semana, tenemos muchas cosas planeadas, no sé si pueda hacerme cargo de ellas.
—Por favor, sabes que solo una emergencia me haría interrumpir tu fin de semana.
—Está bien, tráelas —soltó molesto al teléfono— !Pero en una hora!
—Gracias, hermanito ¿que haría sin ti?