XLVII
RENATA A LUISA
1829.
Querida, cuando recibas esta carta yo no estaré lejos de ti pues saldré de casa poco después de habértela enviado. Estaremos solas. Luis se ha quedado en Provenza debido a las elecciones que se van a realizar allí; quiere ser reelegido y los liberales tejen intrigas contra él.
No voy a consolarte; solamente te llevo mi corazón para que le haga compañía al tuyo y te ayude a vivir. Voy a ordenarte que llores: es preciso comprar a ese precio la felicidad de poder reunirte con él algún día, pues en realidad está viajando hacia Dios; no des un solo paso que no te lleve hacia él. Cada deber cumplido romperá un eslabón de la cadena que os separa. Vamos, Luisa mía, te restablecerás en mis brazos e irás hasta él pura, noble, perdonada de tus faltas involuntarias y acompañada por las buenas obras que aquí abajo realices en su nombre.
Te estoy trazando estas líneas apresuradamente, en medio de mis preparativos, de mis hijos, sobre todo de Armandito, que está gritando: “¡Madrina, madrina, vamos a verla!”. Hasta el punto de que me hace sentir celos. ¡Es casi un hijo tuyo!